martes, 18 de noviembre de 2014

El árbol "apama" un ilustre desconocido de las quebradas de Tarapacá. Usos tradicionales de esta especie en tiempos históricos.




Fig.1.   Árbol  de "Apama"  nombre con que  es conocido  por los antiguos habitantes de la quebrada de Tasma, según comunicación verbal de  Anselmo Charcas Pacha (Julio  1998, en Pica). Algunos, por deformación, le llaman "apamo". La terminación en  la letra  "a" (como en "apama")  es usual y característica de las lenguas  andinas. Nunca  un sustantivo aymara o quechua  termina en "o" o en "e". Se trata aquí de la especie  arbórea Myrica pavonis  (Morella pavonis C.DC)  y  pertenece a la familia botánica de las Myricaceae, siendo el único representante de esta familia que se encuentra en Chile. Junto al molle o pimiento del norte  chileno (Schinus molle), el sauce chileno  o de Humboldt ( Salix humboldti) y  el chañar (Gourliaea decorticans),  conforman  el grupo de especies arbóreas  propiamente tales que prosperan en las  quebradas tarapaqueñas. No existen otros árboles  nativos en este ambiente precordillerano de Tarapacá.  (Foto H. Larrain,  en visita a  la  quebrada de Suca, 15/11/2014). .


Nuestro encuentro con  este notable árbol.

En nuestras repetidas expediciones en busca de trazas visibles del "Camino del Inca" o Qhapaqñan en Tarapacá, entre 2011 y 2014,  hemos tenido la suerte de hallar varios lugares donde aún es posible observar la presencia de un árbol muy notable, sin lugar a dudas "el rey de las quebradas",  llamado por los lugareños "apama"  o   "apamo" . Ärbol muy poco conocido en gran parte debido a su extrema escasez actual en el paisaje cultural de quebradas y oasis tarapaqueños. Sospechamos que fueron la incansable  actividad de la pequeña minería practicada por pirquineros y arrieros, y la práctica agrícola local, los  grandes causantes de su paulatina e inexorable disminución.  El trabajo de Francisco Latrille   que  aquí analizamos,   vendría a constituir una clara prueba de lo aquí señalado. Abundante en su época, era un "recurso" altamente apreciado para los mineros, según este mismo autor. En algunas partes del Norte chileno se le denomina también "pacama"   o "huacane". Su diferente nominación provendría, tal vez, de la diferente lengua de origen. En este caso, sospechamos que su origen sea quechua o puquina más que aymara.


Un artículo minero  que ha pasado desapercibido.

Copio aquí, para  satisfacción de geógrafos, antropólogos y arqueólogos,   un notable trozo escrito por un viajero gran conocedor del desierto de Atacama, don  Francisco Latrille (1845----). En este artículo, al examinar las características metalogénicas  del yacimiento de Yabricoya, el autor hace expresa  referencia a los recursos de agua y vegetación que ofrece al minero  el desierto de Atacama, particularmente  en sus quebradas.  Estimamos que este artículo de ingeniero Latrille (hijo mayor  del gran explorador y minero don Domingo Latrille, francés radicado en Chile),  dedicado fundamentalmente  al minero  y al metalurgista, nos ofrece una magnífica ocasión para encontrar pruebas de la importancia y valía que se otorgaba a ciertas plantas del desierto  por parte de los lugareños (seguramente pirquineros que el trata en sus viajes)  y, a la vez, de paso nos informa acerca de las características de la hidrografía superficial presente  a fines del siglo XIX. De esta época  tenemos muy pocas referencias científicas sobre  las características del clima reinante, en especial sobre  el recurso agua. El artículo que aquí extractamos  ha sido tomado del Boletín de la Sociedad Nacional de Minería. Revista Mensual, Nº 90:  (30 de Abril de  1896) pp.  61-76. Santiago de Chile.


Fig.2.  Esta especie ocupa siempre el fondo de las quebradas donde puede acceder al  agua subterránea cuando falta la escorrentía superficial.  En la quebrada de Tasma, en una expedición nuestra en el mes de Julio del año 1999, vimos un grupo de unos  10 a 12  robustos ejemplares de esta especie, creciendo vigorosamente a pesar de estar seco su cauce. El lugar se encuentra deshabitado desde hace unos 20 años a lo menos. (Foto 15/11/2014, tomada en el valle de Suca en las proximidades del pueblo). 

Fig. 3.  Myrica pavonis comparte aquí su habitat del lecho de quebrada con otras especies  ávidas de agua: el carrizo o cañaveral (Phragmites communis),  la  cola de caballo   (Equisetum  sp.)   y la mucho  más común y abundante  brea o sorona cuyo nombre científico es Tessaria absynthioides (Observe esta especie en el ángulo  inferior derecho de la fotografía). (Foto 15/11/2014, en el fondo de la quebrada y valle de Suca,   cerca del trazado del Qhapaqñan inca).

En palabras del ingeniero de minas Francisco Latrille:

He aquí la cita parcial del precitado texto que viene a  enriquecer enormemente nuestro conocimiento del medio geográfico existente  en las quebradas que dan a la pampa del Tamarugal. El  texto de Latrille hace amplia referencia  a las zonas  de quebradas aledañas al mineral de Yabricoya, situado a los 4.200 m de altitud,  según Riso Patrón (1924).

 "Recursos del Mineral [de Yabricoya]. 

"Yabricoya forma, pues, la zona que son los  inmediatos  contrafuertes  [que se hallan al] oeste de los Andes, siguiendo hacia el poniente la pampa del Tamarugal que con una extension de  10 a 15 leguas, la separa de las formaciones  que, por su situacion, pueden denominarse marítimas. La altura de estas últimas, como máximo, es de 2.000 metros, mientras tenemos para las cimas  del mineral alturas  que fluctúan entre los 3.500, 5.000 y  5.600 metros sobre el nivel del mar.  No obstante su elevacion y su aparente aridez, ya que es la transicion a las rejiones de la puna, presenta los recursos vitales  indispensables y cuya ausencia hace, puede decirse, la desesperacion del minero del desierto de Atacama. 

El agua, ya corriente ya estancada, existe en casi todas sus quebradas, dando algunas de ellas nacimiento a pequeños arroyos que, por insignificantes que sean, constituyen siempre un gran recurso para la agricultura. Así vive el pueblecito de Mamiña, y así se sostienen los caseríos de Nohasa, Tasma, Macaya, etc.,  cuyos habitantes en su mayor parte indíjenas aymarás se dedican en su mayor parte a la arriería, otros al cultivo de alfalfa, maíz etc. Siguiendo este itinerario podemos citar muchas otras quebradas que acaparando  las aguas lluvias en sus talwegs dan origen a  fuentes perennes algunas,  intermitentes las otras, tales son las de  Biscaya, Tacaya, Yabricoya  etc. La leña cubre las faldas de los cerros y constituye uno de los recursos más eficaces y abundantes; son arbustos cuyos troncos mas que las ramas arden con vigor. Tales son la Tola, el Pingo-pingo  la Coya, la Chuquicanqui, la Vira-vira. 

La Apama es un árbol de bastante desarrollo y ocupa el fondo de las quebradas allí donde el agua empapa más las tierras y da una semilla que produce un  jugo rojo que sirve para teñir telas y tejidos; su aplicacion se hace sin el recurso de los mordientes. Su líber o corteza se emplea  en las curtiembres por el tanino que contiene. El quino que sirve  para las techumbres; la quenua  crece en las faldas de los cerros como ser el Colungtucsa. La yareta que crece únicamente en las mas altas cimas, es decir en la zona fríjida etc. Estas son plantas esencialmente resinosas, lo cual facilita su combustion haciéndolas propias   para arder aún cuando están verdes. La yareta arde lentamente i sin desarrollo de llama, durando en este estado  5, 10  y aun 15 días consecutivos. Llegando la buena estacion todas las tierras se cubren de pastos mas o menos sustanciosos, según haya sido la copiosidad de las lluvias. 

Esto ha permitido en todo tiempo alimentado rebaños ovejunos o de llamas hasta el punto de venir con tal objeto desde los pueblos fronterizos con Bolivia. En las partes más húmedas o alrededor de alguna vertiente, brota el hicho o paja brava,  planta gramínea de un verde esmeralda y cuando seca, de un amarillo intenso; sus espigas espinudas y muy largas constituyen un buen alimento para los animales y su paja sirve para las techumbres. Existe también otra planta de la misma familia, denominada guailla, que es más acuática y sustanciosa. 

Todo esto comparado con las privaciones de otros puntos que no cuentan con estos  elementos,  que constituyen los subsidios vitales  de estas rejiones, da origen a una gran economía y es un poderoso ausiliar en los trabajos...... Existen un sinnúmero de pequeñas quebradas que corren paralelamente de  E a O a la espina de la cordillera, algunas de ellas ofrecen  el esplayamiento necesario y adecuado para el  cultivo. Las más cercanas al mineral son las  citadas  en este trabajo....".   (Francisco Latrille,  1896:  73; grafía original. Subrayado nuestro).

Sobrevivencia de esta especie.

Tal como aquí lo viera con sus propios ojos   Latrille  hace ya 120 años, el valle de Yabricoya  hasta el día de hoy ostenta bosquetes  importantes de esta especie arbórea, de suerte que , al parecer, sería  hoy el lugar mas importante de supervivencia de esta especie en el contorno de  Tarapacá, formando pequeños bosques compactos. Tal  es la información que recientemente   nos ha sido comunicada por un  gran conocedor  del desierto, el experto guía y senderista  señor Matías Pinto de la ciudad de Iquique.(com. pers. del 22/11/2014).  Para un estudio detenido de esta rara especie de  árbol por parte de los botánicos, creemos que esta comunicación podría ser de gran importancia y significado.  También  se puede observar esta hermosa especie vegetal formando un pequeño bosque, en el poblado de Macaya, junto a la piscina natural de  aguas termales.

Bibliografía  recomendada.

Sobre  esta especie arbórea y su pertenencia a una  determinada  unidad  vegetacional de desierto, correspondiente al piso de  las quebradas, vea el artículo del botánico Federico Luebert: "Apuntes sobre la vegetación de bosque y matorral del desierto  precordillerano de Tarapacá, Chile",   Revista  Chloris chilensis, Año 7 Nº  1  (2005).  Nos sorprende, sin embargo,   la total ausencia de información sobre esta especie arbórea en la por lo demás excelente obra de Carolina Villagrán y  Victoria Castro  titulada: Ciencia Indígena  de los Andes del Norte de Chile, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 2004. Al menos no figura allí como "apama" o "apamo" o  aún "pacama", nombres  como es hoy  conocido este árbol  en los pueblos precordilleranos de Tarapacá. En dicha obra,  de  un  alto valor etnográfico y cvientífico, echamos sin embargo de menos la existencia, al final de la obra, de un índice de nombres científicos que ayude a la búsqueda cuando falta o se desconoce el nombre vernáculo o local.  Tal índice nos parece fundamental en obras de esta envergadura. Ojalá que una próxima edición subsane este defecto.

Comentario  eco-antropológico.

1.  Señala muy bien  la descripción de  Latrille el habitat preciso de esta especie:  "el fondo de las quebradas allí donde el agua empapa más las tierras". Crece sin problemas entre  infinidad de piedras y cantos rodados de arrastre aluvial, material que constituye  el suelo normal de estas quebradas, como producto del acarreo fluvial   por parte de  las frecuentes avenidas o huaycos. 

2.    A juzgar por su descripción, debió ser relativamente frecuente en tiempos del minero  Latrille; hoy, en cambio, esta especie está restringida a muy pequeños y escasos bosquetes o, más bien, a ejemplares solitarios o aislados, tanto ha sido el ataque que ha sufrido por  el gran valor de sus ramas largas para confeccionar  vigas de techumbre de casas y recintos de abrigo,  postes y/o pilares, o mangos para variadas herramientas. Nosotros solo la hemos visto excepcionalmente en  Suca, en Tasma, en Quipisca y en Imagua. Nunca, en cambio,  la hemos observado en Huatacondo o Maní.  Tampoco en Tarapacá o en Pica, donde debió ser tempranamente exterminada para su uso como excelente combustible  y útil madera.

3. Por ser autóctono, por su valor ornamental, su abundoso follaje  y  su  gran  tamaño  (puede elevarse hasta unos 12-15 metros de alto) , este árbol debería ser el preferido para  exornar las plazas de nuestros pueblos precordilleranos, siempre que se les asegure un abundante recurso de agua. Es mucho más hermoso que el eucaliptus y mucho más elevado y frondoso que las diferentes especies de Acacia (aromos) que  se ven  generalmente en nuestras plazas y jardines públicos; especies foráneas poco atractivas que deberíamos desterrar de nuestro medio por su excesiva exigencia de agua y su falta total  de identidad local. La apama ofrece un denso follaje, una sombra impresionante y un bellísimo color verde muy  oscuro. Ojalá CONAF empiece a  reproducir esta especie para repartirla por plazas y jardines de la Región. Su excelente sombra sería especialmente agradecida por los pobladores locales. (Pienso en las plazas de Pica,  Matilla,  Camiña o Huatacondo).

4. De enorme interés etnográfico es la aplicación que los antiguos habitantes hacían de su corteza para  la curtiembre de cueros (corteza rica en tanino según Latrille) y las cualidades de su semilla para teñir de rojo los tejidos. Es más que probable que esta referencia descanse en una antiquísima costumbre local que Latrille recoge de labios autóctonos.  No conocemos estudios de tejidos antiguos que hagan referencia  a su utilización, en forma de extracto,  para  teñir sus telas de color rojo  vivo. Bien valdría la pena hacer experiencias en este sentido para promover su uso artesanal en las poblaciones  aledañas al Tamarugal.  Es una tarea pendiente para aquellos etnógrafos y antropólogos sociales realmente comprometidos con el desarrollo de nuestras comunidades indígenas  y no meros observadores impávidos de su cultura. 

5. Por último debemos señalar  cómo  trabajos antiguos  de corte  mineralógico o geológico pueden  aportar datos de tipo eco-cultural   entregándonos  valiosas informaciones sobre antiguas costumbres de los habitantes autóctonos. Tal cosa   fue posible, creemos porque todos los científicos de antaño tenían algo de humanistas y   naturalistas  y   sabían observar  y reconocer  el entorno geográfico-botánico de las zonas que recorrían. lo que hoy constituye casi una excepción.  

6. Así, nos sorprende gratamente el recibir información confiable sobre nombres vernáculos de plantas  nativas, rara vez escuchadas hoy  como  vira-vira (wira-wira) o chuquicanqui.  

7. Por fin,  su afirmación de que existe agua  en alguna forma, corriente o estancada,   "en casi todas las quebradas"  que dan al Tamarugal,  contrasta muy vivamente con la situación actual en la que lo contrario sería lo verdadero:  "existe agua en muy pocas quebradas".  ¿Es esta afirmación de Latrille un argumento tácito para comprobar el lento pero irreversible proceso de  desecamiento que han  experimentado las quebradas tarapaqueñas desde  la década del 80 del siglo antepasado, esto es   en los últimos  135 años? . Nos parece  lo más  probable.  Todas las quebradas han sido testigos de la desaparición o desecamiento de vertientes y aguadas  en los últimos  cien años. Lo hemos podido comprobar en el caso de  la quebrada de Quipisca y Maní, tanto  por observación directa como  por testimonio de ancianos pobladores.