martes, 23 de septiembre de 2008

El legado de un sabio: Luis E. Peña Guzmán

Partiendo en su camper rumbo a Bolivia. 1 de Marzo 1994. (foto Marta Peña).



Los hermanos Peña Guzmán. De izquierda a derecha: Lucho, Teresa, Carlos, Alicia,
Carmen, Patricio, Marta y Ana María. Fundo "El Portezuelo", Colina, 1990.

Despedida en Iquique, calle Pasaje Dolores. De izquierda a derecha: Alfredo Ugarte Peña, Horacio Larrain Barros y Luis E. Peña Guzmán. 1 de Marzo del año 1994. (foto Marta Peña).

Luis E. Peña Guzmán: en Iquique, en casa de Horacio y Marta, 1 de Marzo del año 1994. Sentado a la mesa, refiriendo sus andanzas en el desierto de Atacama. (foto Marta Peña).

Al aproximarse la fecha de su deceso (27 de Septiembre de 1995), quisiera estampar, nuevamente, mis recuerdos de este hombre sabio y modesto. Para ello me atrevo a incorporar a este Blog personal, lo que yo escribiera cuatro años después de su partida (1999), reseñando otros aspectos, poco conocidos, de la obra del gran entomólogo chileno, el más grande -al decir de investigadores de la Smithsonian Institution- después del gran maestro, don Claudio Gay.

Escribíamos en el año 1999 en su recuerdo, por entonces aún fresco entre nosotros:

"Hace cuatro años exactos, nos dejó Luis E. Peña Guzmán, entomólogo eximio, amigo entrañable. Pocos tuvimos la dicha de ser sus amigos; muy pocos, sus confidentes íntimos. Sin embargo, el amor por la Naturaleza, le puso en contacto con centenares de sabios del mundo entero. Ese mismo amor apasionado, le impulsó a escribir los mejores textos de entomología chilena, textos-guías fundamentales hoy para cualquier estudiante de la zoología patria. Gracias a ellos ya no nos resulta extraña la fauna de Coleópteros, Lepidópteros u Odonata de Chile. Gracias a ellos, sabemos ahora qué se puede hallar en cada rincón del país y en qué fechas. Para algunos, Lucho fue un ávido coleccionista; para otros, un sabio que dio a conocer al mundo el 25% de la fauna entomológica chilena. Para unos pocos, solo un viajero impenitente, fanático colector de especies raras. Para otros, en fin, como los zoólogos expertos de la Smithsonian Institution de Washington, fue el científico que mejor supo dar a conocer al mundo el rostro animal de Chile.

Sería fácil demostrar lo notable de su estampa científica: ahí está su dilatado curriculum para probarlo. No tan fácil es demostrar su frecuente y entusiasta contribución a la reflexión ecológica, o su preocupación angustiante por el destino incierto de tantas especies en vías de extinción. Tal inquietud se halla dispersa en muchas revistas con las que colaboraba, máxime para niños. Más difícil aún, nos parece, es aquilatar su riqueza y calidez humana, su respeto profundo por los demás, sus pares en el conocimiento científico. Asistir a un diálogo en el que participaba Lucho - como lo vivimos tantas veces en ¨Expedición a Chile¨- era, más que un deleite, un continuo aprendizaje. Sin hacerse notar, sin la ampulosidad y arrogancia del ¨experto¨, que se sirve de un vocabulario casi esotérico, Lucho explicaba, en palabras sencillas, comprensibles hasta por lo niños, los fenómenos más complejos del endemismo, de la variabilidad intra-específica, de la dispersión geográfica de las especies. Todos gozábamos escuchando sus experiencias y relatos de viaje, a través de los cuales, surgía, vívido, su hondo conocimiento de los más variados ecosistemas chilenos.

Nadie -que sepamos- llegó a conocer tanto como Lucho los paisajes de Chile continental; nadie, sus pampas nortinas o su altiplano; sus bosques australes de alerces o araucarias; sus caletas más recónditas; sus islas o escondidos islotes sureños. Lo envidiaban por ello sus colegas entomólogos, por su capacidad de comparar, para cada género zoológico, sus hallazgos en el norte de Chile, con los del Perú, Bolivia, Argentina o Ecuador. Sus frecuentes recorridos por América del Sur, acompañando a toda clase de expertos (botánicos, geólogos, zoólogos, paleontólogos), le dio -como a muy pocos antes que él- la posibilidad de situar sus propios descubrimientos científicos, en el ámbito más vasto del conocimiento global de la Naturaleza.

Así llegó a acopiar un conocimiento general que sobrepasaba ampliamente la estrecha perspectiva de una sola rama de la Ciencia: la entomología. Sus últimos trabajos de síntesis denotan bien su afán por mostrar la riqueza y amplitud de la fauna entomológica nacional, señalando porqué Chile debe ser considerado como una ¨isla zoológica¨ peculiar y única en el concierto de los países sudamericanos.

Lucho quiso - y así lo dio a entender siempre- que sus Obras (sus espléndidas Colecciones, así como su rica biblioteca, su diapoteca, sus notables "Diarios de campo" y sus recuerdos de viaje), quedasen en su Parcela de Colina, donde construyó para ello su Museo-Laboratorio, para que estuviera al alcance de todos los científicos del mundo. Quiso que su legado cultural fuese patrimonio de todo el mundo, no un feudo disfrutado solo por manos mezquinas.

Su modestia, reconocida por todos, lo llevó a decir en su Testamento, redactado seis meses antes de su muerte ocurrida el 27 de Septiembre del año 1995, que ¨gracias a Dios” había hecho algo por el mayor conocimiento de la Naturaleza¨. Ese modesto ¨algo¨, en realidad, fue un gigantesco impulso dado al conocimiento zoológico chileno; ese humilde ¨algo¨, es nada menos que haber incrementado en muchos centenares de especies, el mundo conocido de los artrópodos, insectos, reptiles y aves chilenos. Por eso se ha dicho de él, con plena razón, que después de Darwin o de Gay, Luis Peña ha sido el más importante exponente de la zoología de nuestro país.

Solo nos resta hacer fervientes votos porque su legado científico y su obra titánica, puedan ser recompuestos y restaurados, conforme a su intención original, en su querida Parcela de “El Portezuelo” de Colina. Allí y solo allí debe radicar para siempre el ¨Museo Entomológico Luis E. Peña Guzmán¨.¡Que así sea!."

Por esas fechas (1999), hace ya 9 años, todos anhelábamos que el gran tesoro de Lucho, su Colección entomológica y su rica biblioteca, quedaran definitivamente en su Parcela de Colina, donde el siempre la quiso. "El Portezuelo" de Colina era su refugio y su hogar, el lugar donde recibìa a sus amigos cientìficos y el sitial de su herencia biológica

Por desgracia, la Colección y su biblioteca, por un inesperado y extraño fallo legal, fueron enajenadas, y hoy se hallan bajo siete llaves en una colección particular, fuera del alcance de la inmensa mayorìa de los chilenos. Esa sola idea habría hecho a Lucho revolverse en su tumba, pues nada estaba más lejos de sus propósitos. Lucho quiso que su obra entomológica quedara como legado permanente a la juventud chilena y pudiera ser conocida y visitada por legiones de alumnos, de Colegios y Liceos, y no sólo por un círculo reducido y exclusivo de científicos. Triste sino para una Colección que debió ser parte de todos los chilenos.

Por fortuna, existe otra colección, la primera hecha por Lucho, celosamente guardada hoy en una Universidad norteamericana, la Universidad de Chicago. Esta era la destinada al mundo científico por ser la más completa y rica en especies; la otra, la que formó afanosamente en los últimos años de su vida, tenía para su dueño otro destino: la juventud de Chile. Y su claro objetivo: conocer, apreciar y salvaguardar para la posteridad la riquísima variedad de la fauna entomológica de Chile.

Presentamos a continuación fotografías de sus padres, Luis y Teresa, quienes supieron plasmar la personalidad y el tesón de Lucho, el gran explorador e investigador de la naturaleza en Chile. Luis Peña Guzmán es sin duda alguna el más importante entomólogo nacional y el gran pionero en los proyectos de estudio y difusión del conocimiento del ambiente natural del país.

La madre de los Peña Guzmán, Teresa Guzmán García Huidobro, hacia el año 1920. Album de familia.


CursivaEl Padre de los Peña Guzmán, don Luis Peña Otaegui. En sus brazos, dos de sus nietos, Ana María y Alfredo Ugarte Peña. Tomado del Album familiar. Alfredo es hoy el seguidor y continuador de la obra de Luis Peña Guzmán, en su casa del Portezuelo de Colina, donde la figura de Lucho sigue aún viva y palpitante.

Addendum (20/01/2010): Leyendo el sabroso libro de Eugène le Moult, Mes Chasses aux papillons (Editions Pierre Horay, Paris, 1955) del famoso entomólogo francés del siglo XX me topo con esta frase que, como pocas, describe magistralmente la vocación científica y la tenacidad de espíritu de Luis Peña Guzmán.

Héla aquí en su original francés : "Si je suis devenue ce que je suis, c´est bien grace a mon opiniatreté; je me suis fixé un but, je l´ai poursuivi, je l´ai atteint.". (Si yo he llegado a ser lo que soy, es ciertamente gracias a mi porfía; yo me he fijado un meta, yo la he perseguido, yo la he alcanzado".(1955:12).

Lucho habría podido decir en propiedad exactamente mismo. El se propuso un objetivo en su vida; ser un gran entomólogo, un gran conocedor de la fauna chilena y lo consiguió. Eugène Le Moult en Francia y Luis Peña Guzmán en Chile, han sido ciertamente almas gemelas. Y sin embargo, lo más probable es que Lucho nunca supiera de la existencia de este antecesor bretón provisto de un idéntico espíritu y de la misma tenacidad.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Cerro Moreno: Nuestra expedición arqueológica efectuada en diciembre del año 1964.

Evidencia fotográfica captada en diciembre de 1964. Expedición a la base sur de Cerro Moreno, Antofagasta.

Las fotos que siguen, fueron captadas por  nosotros  el 1º de diciembre del año 1964.   De esto hace ya 44 largos años.  Conservadas en un viejo álbum de fotografías nuestro,  nos ha parecido necesario copiarlas e incorporarlas a este relato fiel de los sucesos de que fuimos testigos presenciales entonces.  Una ineludible responsabilidad  científica nos impele a hacer pública esta información, por provenir de una  zona por entonces casi totalmente desconocida para  los arqueólogos. Su valor testimonial, pues, resulta evidente.  Más abajo, se describe con precisión las circunstancias de esta expedición a la aguada de cerro Moreno.  Su recorrido se puede observar en detalle en la Figura  12  (más abajo).

Fig. 1. Conchal Nº 16. Al E. del conchal Nº 15 y sobre la meseta, a unos 80 m. sobre el nivel del mar. Se ven restos abundantes de pircas de viviendas. Nuestro empleado Chávez, diciembre 1964 (foto H. Larrain).

Fig. 2. Sector E. del conchal Nº 15. Observe las bases de las siete viviendas circulares, indicadas con números. 1 de diciembre 1964 (foto H. Larrain).

Fig.3. Conchal Nº 15. Se extiende desde los acantilados de la costa hasta la base de los cerros. 1 diciembre 1964. (Foto H. Larrain).

Fig.4. Perspectiva general del conchal Nº 15, situado directamente encima de la "aguada". Foto tomada desde el ESE., o sea, desde terraza marina del conchal Nº 16. 1 diciembre 1964 (foto H. Larrain).


Antecedentes sobre la expedición.

El 1 de diciembre de 1964, por cuenta del Museo Regional de Antofagasta, hicimos una expedición al sector de la base de Cerro Moreno (Antofagasta) para examinar el área de la "aguada" y sus campamentos asociados. Esta fuente de agua, señalada en muchos documentos antiguos, atraía fuertemente  nuestra atención. Quisimos conocerla. Nos acompañaban Sergio Cavagnaro, nuestro guía y experto conocedor del lugar, Lorenzo Alfaro, Jefe de Bodega y el Sr. Chávez, ambos empleados de la Universidad del Norte. Objetivos, reconocer la aguada, fotografíar antiguas bases de viviendas indígenas, y practicar un pequeño sondeo arqueológico en la terraza marina situada inmediatamente arriba de la "aguada".

Por los antecedentes que cita Ricardo E. Latcham en su obra "Arqueología de la región Atacameña", sabíamos que en este mismo sector había practicado algunos sondeos y obtenido algunos materiales arqueológicos y osteológicos de los antiguos indígenas el patólogo y antropólogo alemán Otto Aichel (1871-1935). Tales excavaciones las realizó hacia 1928-1930. De ellas da cuenta en su obra Ergebnisse einer Forschungsreise nach Chile-Bolivien, extenso trabajo publicado en la Zeitschrift für Morphologie und Anthropologie, 1932: 31 (1) 1-166. Estos objetos habrían sido depositados  por Aichel, según creimos en un principio, en el Museo de Hamburgo, institución que financiara la expedición. Pero indagaciones posteriores nuestras  (en carta enviada al Museo de Hamburgo  en 2005), nos indujeron a sospechar que los materiales extraídos de estos sitios habrían quedado depositados  en el algún otro Museo  en Alemania y no en el de Hamburgo. Es lo que, afortunadamente, nos lo ha hecho notar un lector. De acuerdo a esta última información, los materiales obtenidos por Aichel quedaron, pues,  depositados no en Hamburgo, sino  en el museo de la ciudad de Kiel, Nrte de Alemania (vea sección comentarios a este capítulo).

No teníamos certeza alguna de los sitios exactos excavados por Aichel. Pero en nuestra visita de diciembre de 1964 hallamos varios sitios de tumbas, evidentemente removidas, testigos, tal vez, de su búsqueda de restos humanos de poblaciones prehistóricas, tema de su especialidad.

El apoyo de nuestro amigo Cavagnaro, un experto guía, nuestra curiosidad por conocer el lugar exacto de la "aguada" y el deseo de obtener algunos objetos del lugar para el flamante Museo Regional de la Universidad del Norte, motivaron esta excursión de nuestro Museo. En un jeep facilitado por el Vice-rector de la Universidad del Norte, P.  Alfonso Salas Valdés, llegamos hasta un lugar denominado "Islote Blanco", límite de la huella de vehículo (ver fotos en Figs.  9 y 12). De allí cargando harneros, palas e instrumentos, caminamos unos 45 minutos hasta el lugar. Inmediatamente encima del sector de la aguada, abrimos una pequeña trinchera de 6 metros de largo por 1 m. de ancho, en sentido aproximado E-W. (ver  Fig.6,  foto del Conchal Nº 15). Según reza mi Diario de Terreno de entonces,  rescatamos de la trinchera (que profundizamos hasta los 65 cm.) numerosos trozos de cerámica culinaria  tosca (fragmentos de ollas), puntas de proyectil en sílex, numerosas lascas, algunos fragmentos de cerámica decorada estilo Arica (Pocoma), un peso de red en forma de cigarro, provisto de dos acanaladuras en sus extremos, una espátula de hueso, trozos de tejidos multicolores y abundancia de trozos de cuero de lobos marinos, entre enorme  cantidad de conchas. Pudimos constatar que el material cultural seguía todavía muy abundante hacia abajo, ignorándose su profundidad total. La caída de la tarde, nos obligó a abandonar el trabajo para regresar a Antofagasta. La profundidad alcanzada, delataba,  a todas luces,  una muy larga ocupación. Todos estos materiales quedaron depositados por entonces (1965) en el Museo Regional de Antofagasta, de la Universidad del Norte. 

(información obtenida del Diario de Campo de H. Larrain, Vol. 2, con fotos correspondientes de la época).

Apéndice documental sobre la "aguada" de Cerro Moreno.

Creo de valor incluir aquí como apéndice, una referencia muy hermosa del marino  Luis Pomar, capitán de un barco chileno que recorrió la costa norte, quien nos aportara la siguiente descripción de la "aguada" de cerro Moreno, en 1887. Es un espléndido complemento a las fotos que presentamos en este Blog:

"La aguada [de Moreno] se halla en la costa i dentro de una caverna del cerro de 6 a 7 metros de boca por 10 de profundidad; es un tanto salobre i produce en 24 horas cosa de 3.500 litros de agua que se recoje por un tubo de fierro; durante los meses de Mayo y Junio se seca casi del todo, según la versión de los pescadores i mineros que la explotan. El lugar del agua es accesible por tierra, pero por el mar solo lo es en ocasiones de mansedumbre entre las rocas (1887:41).

"Al pasar por frente de la aguada del monte Moreno, se veía claramente la grande abertura de su caverna, hallándose aposentada en ella una verdadera caravana de pescadores que entraban i salían de su interior, i que a la distancia que los veíamos parecían brotar de un oscuro y profundo antro". (1887:17).

Estas dos citas de Pomar nos ilustran bien acerca de la importancia vital de esta "aguada" para los indígenas pescadores de antaño en esa costa estéril. No había ninguna otra en las cercanías, salvo la  exigua "aguada" de La Chimba, al interior de la quebrada homónima, frente a la isla Guamán (N. de la ciudad de Antofagasta), pero mucho menos copiosa y mucho más alejada de la costa. Al leerlas, uno se puede fácilmente  imaginar cómo habría sido su asidua utilización por parte de los antiguos pescadores costeros, changos y camanchacas.  Se sabe que a esta misma aguada y para abastecerse de agua, indígenas changos condujeron a  la tripulación del barco del corsario Francis Drake, en el año 1578. La nave corsaria había anclado frente a la isla Santa María (Bahía Errázuriz) por varios días para calafatear allí con calma su dañada embarcación.

Fig.5. Conchal Nº 16. Vista desde las viviendas hacia el SE. 1 diciembre 1964 (foto H. Larrain).
Fig.6. Conchal Nº 15, directamente encima de la "aguada". Lorenzo Alfaro y Chávez, harneando la tierra extraída. Se hizo una  trinchera de 6 m. de largo, por un 1 m. de ancho y 65 cm. de profundidad máxima. 1º Diciembre 1964 (foto H. Larrain).
Fig.7. Vista hacia el E. desde las cercanías del conchal Nº 17. La flecha nos señala  el Islote Blanco, punto hasta donde se llegaba por entonces  en vehículo (guanera), 1 diciembre 1964 (foto H. Larrain).

Fig. 8. Caleta típica de sector S. de Península de Mejillones, cerca del conchal Nº 17 (entre Islote Blanco y Aguada). 1 diciembre 1964 (foto H. Larrain).


Fig. 9. Vista al SE desde conchal Nº 17. La flecha indica la ubicación exacta de   la ciudad de Antofagasta. Al centro, Islote Blanco, lugar de nuestro campamento. 1 diciembre 1964 (foto H. Larrain).

Fig.10. Chávez sentado en una  roca del ruedo de una de las viviendas circulares, abiertas al N., del conchal Nº 17; es  éste  el primero que se observa yendo caminando por el sendero  desde Islote Blanco hacia la "Aguada". 1 diciembre 1964. (foto H. Larrain).

Fig. 11. Boca de la "aguada" de Cerro Moreno, 1 de diciembre de 1964 (foto H. Larrain). Hoy solo numerosos jotes (Cathartes aura) vienen aquí a saciar su sed, dejando por doquier sus hediondas deyecciones. Vista desde el Este.  A esta boca hace referencia el marino chileno Luis Pomar, en la cita puesta más arriba.

Fig. 12. Croquis de ubicación de  los conchales arqueológicos, tomado del trabajo de H. Larrain:   "Contribución al estudio de una tipología de la cerámica encontrada en conchales de la provincia de Antofagasta", Anales de la Universidad del Norte, Universidad del Norte, Antofagasta,   Nº 5, 1966.


De hecho, todas las fotos que aquí hemos presentado constituyen una verificación y a la vez, un complemento valioso a dicho artículo, publicado hace más de 40 años. Las zonas sujetas a nuestra prospección en esas fechas fueron la base sur de Cerro Moreno, sobre la playa de Juan López y la "aguada" de cerro Moreno, la terraza marina sobre Bahía Errázuriz, la costa norte de la ciudad de Antofagasta, vecina a la pequeña isla Guamán y las quebradas de La Chimba y Guanaco.

Objetivo de esta expedición arqueológica.

Fruto de estas excursiones, fue la recoleccción de numerosos elementos arqueológicos y de especímemes entomológicos, los que, al momento de nuestro viaje a México (Enero 1965), quedaron depositados en el Museo Regional de Antofagasta de la Universidad del Norte. Años después, a mi regreso a Chile en 1971, intenté vanamente dar con esos materiales. Dos cajas de insectos, con unos 300 ejemplares pinchados, procedentes de La Chimba y quebrada Guanaco, desaparecieron. Lo mismo los artefactos arqueológicos, que presumiblemente - ojalá- deben haber pasado a las Colecciones del actual Museo Regional de Antofagasta. Nadie nos ha sabido dar referencias sobre su paradero. Por fortuna, nuestra publicación de entonces (1966) nos permite hoy al menos rescatar tipos y formas de vasijas y la localización de los conchales prehispánicos (ver croquis de localización, en este mismo Blog). Sin embargo, para grata sorpresa nuestra, recientes datos llegados del Museo Regional de Antofagasta por obra de la Licenciada en Arqueología  y ex alumna nuestra Verónica Díaz nos confirman que tales materiales  están muy bien cuidados en dicho Museo Regional  y han sido objeto de una reciente restauración y puesta en valor, con el nombre de "Colección Larrain".  Noticia que nos ha sorprendido muy gratamente. 

Fotos de diciembre del año  1964.

Las fotos que se observa más arriba, fueron tomadas por mí con una pequeña cámara Zeiss, de fabricación soviética, regalada por el Padre Gustavo Le Paige ese mismo año. La cámara procedia de una donación hecha a Le Paige por el entomólogo chileno don Luis Peña Guzmán, y era parte de la herencia cultural del conocido fotógrafo Robert Gerstmann, fallecido en Santiago ese mismo año.

Motivación para  realizar mis estudios de arqueología en México.

Estas excursiones arqueológicas del suscrito al norte de Antofagasta, realizadas en 1964, me motivarán, con el apoyo irrestrito de Gustavo Le Paige y las autoridades de la Universidad del Norte, a viajar a México, a realizar estudios especializados de Arqueología, en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, dependiente de la Universidad Autónoma de México (1965-1970). 
Poco después de nuestras tempranas observaciones en esta zona de Cerro Moreno y La Chimba (1963-1965) , y  probablemente motivadas por éstas, realizaron estudios y excavaciones en la misma área, los arqueólogos chilenos Guacolda Boisset, Agustín Llagostera Martínez y Emilia Salas. Fruto de este trabajo fue la publicación, por parte de estos investigadores, en el Vº Congreso Nacional de Arqueología Chilena, Octubre 1969, de un artículo intitulado: "Excavaciones arqueológicas en Caleta Abtao, Antofagasta".

La aguada de Cerro Moreno o Morro Moreno, según la antigua cartografía colonial.

La "aguada" de Cerro Moreno tal vez la más importante en la costa norte desértica de la II Región de Chile,  fue hito obligado de recalada para los antiguos veleros de bucaneros y navegantes que surcaban la costa árida del norte de Chile. Igualmente, ha constituido desde antiguo un punto de referencia muy importante en la topografía costera, en la cartografía colonial y en los estudios sobre el poblamiento temprano en el Norte de Chile.

Deber de lealtad científica.

Para nosotros hoy (2008), presentar este material fotográfico antiguo, inédito, constituye un deber de lealtad científica para con los futuros investigadores y estudiosos de la historia de la arqueología en la IIª Región. Porque, a lo que sabemos, esas tempranas evidencias, presentadas ya por nosotros en un artículo en 1966, constituyen los trabajos arqueológicos conocidos más antiguos y pioneros en ese sector de la costa árida del norte del país. 

"Falta descubrir, en alguna caja olvidada en las bóvedas de algún Museo, los materiales a que se hace aquí referencia, lo que tal vez un día corroborará la veracidad de lo señalado por nosotros en este Blog".  Así escribíamos en  el año 2008. Hoy (Mayo 2014) tenemos  la plena certeza de que dichos materiales no desaparecieron,; muy por el contrario, han sido perfectamente conservados y, muy recientemente,   han sido fruto de un excelente trabajo de  restauración por personal del Museo Regional de Antofagasta,  como parte de la "Colección Larrain" de dicho Museo.

Otro hallazgo cerca de la Isla Guamán.

Como corolario y complemento a esta expedición, quiero relatar que ese mismo año 1964, en el mes de octubre o noviembre, hicimos un pequeño descubrimiento nunca reseñado antes. Frente a la isla Guamán, en lo alto de la terraza marina, a unos  30-35 m sobre el nivel del mar,  me llamó la atención una pequeña roca aislada, solitaria entre los arenales. Se alzaba no más de unos 80 cm sobre el suelo. No se veía nada que llamara la atención en superficie. Al cavar, sin embargo, en su derredor, en busca de alguna evidencia arqueológica, hallé el esqueleto completo, extendido, de un individuo que mostraba su cabeza orientada hacia el NE; obviamente un antiguo pescador. No había más vestigios de ajuar que una concha muy grande de ostión, con sus bordes muy desgastados, que había sido depositada sin duda ex professo sobre el pecho; tampoco mostraba tejidos o fragmentos de cueros de lobos marinos. Nada. El esqueleto humano, cuidadosamente limpiado con una brocha, fue fotografiado y la fotografía junto con el material óseo correspondiente, quedó depositado por entonces, igualmente, en el Museo Regional de la Universidad del Norte (1964). Por haber sido el primer descubrimiento de esta especie hecho por nosotros en la zona costera de Antofagasta, el recuerdo se conserva aún muy nítido en nuestra memoria.

(capítulo retocado el 15/09/2008, y el 22/09/2008, con adición de nuevas evidencias. Se ha puesto las leyendas originales a cada una de las fotos de ese año; adiciones posteriores a su texto  han sido hechas el 2 de Mayo del año 2014,  el 15 de junio del año 2015, y finalmente, el 20 de septiembre de 2020).

lunes, 8 de septiembre de 2008

Gustavo Le Paige: un sacerdote-arqueólogo sui generis

Pucará de Quítor, San Pedro de Atacama. Estructura circular sobreviviente, entre las ruinas. Diciembre 1964. (foto H. Larrain).
Vasijas estilo "Negro Pulido atacameño", Cultura atacameña. Museo de San Pedro de Atacama, diciembre 1964 (foto H. Larrain).

Pucará de Quitor, San Pedro de Atacama. Desde el lecho del río San Pedro, diciembre 1964 (foto H. Larrain).

Vasija estilo Condorhuasi (Norte argentino), hallada por G. Le Paige en el Callejón de Larrache, a 4 m. de profundidad, Museo San Pedro de Atacama, diciembre 1964 (foto H. Larrain)
Cestería en espiral. Cultura atacameña. Museo de San Pedro de Atcama, diciembre 1964 (foto H. Larrain)

Plaza de San Pedro de Atacama, diciembre 1964, desde la parroquia (foto H. Larrain)
Momia de personaje importante. Cultura atacameña. Provisto de todo su ajuar de cazador. Museo de San Pedro de Atacama, diciembre 1964 (foto .H. Larrain)
Sala de exposición. Momias atacameñas. Museo de San Pedro de Atacama, diciembre 1964 (foto H. Larrain)
Calle típica de San Pedro de Atacama. Avanza la Procesión de la "Purísima", diciembre 1964 (foto H. Larrain).

Primeras salas de exposición. Pabellón de las momias atacameñas, Museo de San Pedro de Atcama, diciembre 1964 (foto H. Larrain).

Procesión de la "Purísima", 8 diciembre 1964. San Pedro de Atacama (foto H. Larrain).
El párroco de San Pedro de Atacama, Padre Gustavo Le Paige S.J., con el incensario, en la Procesión de la "Purísima", 8 de diciembre de 1964 (foto H. Larrain).
Primitiva exposición de las piezas arqueológicas en toscos mesones. Museo de San Pedro de Atacama, diciembre 1964 (foto H. Larrain).

Semblanza de Gustavo Le Paige, S.J. (1903, Tileur, Bélgica - 1980, Santiago)

No pretendemos aquí hacer una semblanza completa de la obra de este sacerdote jesuíta, que se fue a "enterrar" al desierto de Atacama, en el pueblo de San Pedro de Atacama, el año 1956. Solo dar algunas pinceladas que nos permitan apreciar su egregia figura, rescatar algunos elementos de su mensaje para darlo a conocer a las generaciones jóvenes de educadores, geógrafos, antropólogos y arqueólogos. Su obra pervive, solo en alguna medida, en el Museo de San Pedro de Atacama, donde se ha conservado su escritorio y algunas de sus pertenencias personales. Además, por cierto, de sus innumerables hallazgos.

Pero me atrevo a decir que lo más propio y característico de Le Paige, aquello que fue el norte de su vida entera, no se refleja allí; escapa en gran medida al enfoque primordialmente arqueológico que le han querido dar sus seguidores en el actual Museo. Le Paige llega a Chile en 1955, por sugerencia directa del Padre Alberto Hurtado Cruchaga (hoy San Alberto Hurtado), a quien conociera en Lovaina luego de su destierro del Congo Belga (Zaire), donde fuera misionero por varios años. Le Paige busca un lugar de misión. El Padre Hurtado lo convence que vaya a Chile. Aquí busca un rincón donde pueda ejercer su ministerio sacerdotal, entre los más desposeídos. Pero no se siente a sus anchas en la ciudad y busca una apartada zona rural. Quiere vivir entre los indígenas. Alguien le sugiere el Norte y su desierto. Llega a Chuquicamata, donde los jesuítas por entonces tenían una Parroquia. El lugar no le satisface.

Con su rica experiencia del Congo a cuestas, anhela poder conciliar trabajo apostólico y estudio de las costumbres (etnografía) de los antiguos habitantes. Visita Toconao y queda encandilado. Observa absorto el modo de vida primitivo de los atacameños de entonces, sus viviendas, su atuendo, sus rostros curtidos, su rudimentaria economía agrícola y pastoril. Se admira de su rica toponimia local y del colorido y sonoridad de sus fiestas y danzas. Recoge fragmentos de cerámica antigua, en la quebrada de Toconao y presiente de inmediato la rica presencia prehispánica. "Aquí está mi lugar", exclama. Y pide a su Provincial lo destine a la Parroquia, por entonces vacante, de San Pedro de Atacama. El obispo de Antofagasta, Monseñor Francisco de Borja Valenzuela aprueba: el buscaba hacía tiempo un sacerdote idóneo para esos feligreses montañeses.

Y Le Paige inicia su largo peregrinar misionero por todos los senderos de Atacama, visitando los 15 poblados desparramados por serranías distancias inconmensurables. Entre 1958 y 1979, le verán en su viejo jeep Bronco trepando cerros y cruzando arroyos crecidos de agua, en pos de la celebración de sus fiestas patronales. Chiuchíu, Lasana, Ayquina, Toconce, Caspana, Cupo, Machuca; San Pedro y sus aillos , Toconao, Peine, Cámar, Talabre y Socaire le verán con su vieja y raída sotana color gris acudir a sus fiestas, celebraciones y duelos. Porque Le Paige se convertirá, con el correr de los años, en el "padre de los atacameños". De ilustre cuna belga, con antecesores sabios y científicos de nota (su abuelo fue Rector de Universidad) en su tierra de origen, Le Paige viene a "sepultarse" entre sus atacameños, a los que llega a querer de modo entrañable. Afecto que le fue siempre correspondido.

Le conocí a mediados de 1955, recién llegado a Chile. Luego, a mi arribo a Antofagasta a mediados de 1963, trabé una estrecha amistad con él, visitàndole a menudo en su naciente Museo, acompañá dole en sus viajes de misión y en sus primeros trabajos arqueológicos. El me llevó a conocer Calar, Tulor, Larrache, Tilomonte, Loma Negra y Toconao, Socaire y Peine, lugares donde juntos excavamos tumbas atacameñas. Entre 1963 y 1965 (fecha de mi viaje a México) , realicé más de 15 visitas a San Pedro, hacia donde partía, por caminos entonces polvorientos, en camiones abiertos, abarrotados de gente , sacos y animales, vehículos que había wque esperar pacientemente y casi tomar por asalto, a la salida de Calama. Una habitación polvorienta, dotada de una pequeña ventana hacia la Plaza (el dormitorio habitual de su perros), era en la Parroquia, mi residencia habitual. Por entonces, no había posadas en el pueblo. Una que otra lugareña alquilaba alguna pieza, de piso de tierra, por cierto. Jóvenes ayudantes atacameños, entre los 17 y 20 años eran sus infaltables compañeros de expedición, sus obreros en la excavación y sus asiduos colaboradores en el Museo. Se me viene a la memoria un nombre: Marcelino Carpanchay. Para ellos Le Paige era como un verdadero padre y a todos ellos ayudó generosamente en sus estudios. Algunos de ellos fueron por largos años, los expertos guías del futuro Museo. Le Paige les cambió la vida: de humildes campesinos a expertos en cultura atacameña.

Gustavo Le Paige enfermó gravemente a fines de octubre de 1979. Fue obligado por sus superiores a viajar a Santiago. Intuyó que ya no volvería nunca vivo a San Pedro. Le visité dos veces en esas fechas, conversando largamente con él sobre temas varios, arqueológicos y también religiosos. Conservo en mi Diario de Campo (tomo XII págs. 104-111) como un tesoro una entrevista hecha el día 2 de noviembre de 1979, en la enfermerìa de la residencia de los jesuítas en calle Alonso Ovalle (Santiago) . Debo confesar aquí mi "pecado": a sabiendas que Le Paige no permitía a nadie grabar la conversación, oculté en un maletín abierto, una grabadora, y pude conservar así nuestra conversación, mitad en castellano, mitad en francés. En un próximo capítulo de este Blog prometo mostrar, por vez primera , este documento inédito y desconocido aún, que conservo como un recuerdo imborrable de su genio y amistad.

Le Paige fue no solo un arqueólogo activísimo, y creador del Museo de San Pedro de Atacama. Fuertemente criticado en su época por sus pares arqueólogos en Chile, fue capaz de organizar en Enero de 1964 el Primer Congreso Internacional de Arqueología Chilena, en el propio San Pedro de Atacama. ¡Una audacia inaudita para esos tiempos!. Pero también fue un párroco celoso, preocupado de todos sus feligreses a los que visitaba sin falta en todas sus celebraciones patronales, en sus enfermedades y en sus duelos. El sentía muy en lo vivo que su vocación era "dar a conocer San Pedro y su rica cultura" a todo el mundo, como me lo dijo en dicha ocasión. . Y lo logró en una medida tal que hoy nos asombra. Su propio Monarca, el Rey Balduino de Bélgica le visitó en su refugio de San Pedro. Y Le Paige obsequiará al rey, como recuerdo, una valioso conjunto de piezas arqueológicas de la zona, que pude ver en su oportunidad. Tal como embajadores, ministros y muchos científicos del mundo, amén de arqueólogos de muchos países. A su insistencia, hasta un Presidente de Chile visitará San Pedro. Hoy San Pedro es lo que es, gracias a Gustavo Le Paige S.J: uno de los lugares más visitados del país por el turismo mundial.

Pero San Pedro hubiera sido muy diferente, si el viviera aún. Porque el cuidaba y custodiaba su integridad cultural. Porque el San Pedro de hoy, lleno de bares, restaurantes, tabernas y lugares de diversión de hippies y drogadictos, dista mucho de ser el lugar ideal soñado por Le Paige para mostrar al mundo su comunidad ancestral, su rico folklore y sus curiosas costumbres. La mayoría de estos lugares pertenecen hoy a extraños y afuerinos, que sin comprender en absoluto el legado cultural ancestral del poblado atacameño, se han adueñado del pueblo con fines de lucro, y le han cambiado radicalmente su fisonomía cultural y su ethos. Al parecer para siempre. Lo más doloroso, es que a este brusco cambio cultural, operado en pocas décadas, le llamamos hoy pomposamente y hasta jubilosamente, "Progreso". Y no faltan los que se jactan de ello.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Ingeborg Lindberg: pionera de la etnografía del Norte de Chile

Su nombre es ya parte de un pasado. Sólo esporádicamente es citado por algunos arqueólogos en relación a los changos del Norte de Chile o a la etnografía atacameña. De nacionalidad alemana como su esposo, don Carlos Klohn, destacado geólogo en la zona de Antofagasta de los años 60 del pasado siglo, Ingeborg participó en los viajes al interior de Antofagasta, acompañando asiduamente a Bernardo Tolosa Cataldo, funcionario de la naciente Universidad del Norte. Tolosa fue el encargado de "Cáritas-Chile", en el área de Antofagasta y colaboró estrechamente en el "Plan Cordillera "de la CORFO por esos años, destinado a fomentar las tradiciones de los pueblos de Atacama. Bernardo, muy aficionado a la arqueología y estudioso de sus manifestaciones rupestres, tuvo la fortuna de recorrer, durante más de diez años, todos los pueblos atacameños, desde Quillagua hasta Peine, distribuyendo la ayuda en alimentos con los que Cáritas contribuía a paliar el hambre de los pueblos. Tolosa fue quien introdujo a Ingeborg en los pueblos atacameños, pues Bernardo era hombre de confianza para ellos: todos lo conocían y apreciaban. En otro momento, en este mismo Blog, nos referiremos a su significativo aporte antropológico y etnográfico.

Ingeborg se interesó muy particularmente por la artesanía textil atacameña. Llegó a reunir varios centenares de piezas tejidas por ellos, un valioso legado para al estudio de la artesanía tradicional. Me tocó ver personalmente, en 1963, una parte de su colección en Antofagasta. La tenía muy bien cuidada, con sus etiquetas de procedencia y con el nombre de sus cultores. Años después, a mi regreso a Chile a fines del año 1971, indagué sobre su destino. Supe entonces que había sido vendida a una universidad de Santiago. Pregunté en este centro de estudios, sin resultados. Su colección, reunida tras años de esfuerzo y paciente labor, había desaparecido como por encanto. Por decoro, oculto por ahora el nombre de la institución desde donde desapareció sin dejar rastros. Alguno de mis informantes me dio a entender que ella, tras años de estar guardada en cajas en Santiago, había sido pasto de las polillas. Es posible. Pero también es posible que haya desaparecido misteriosamente rumbo a Europa, como tantas otras colecciones científicas chilenas.

Ojalá algún dìa sepamos de ella; su valor era muy grande, porque precisamente en sus años de correrías por el mundo cultural atacameño, Ingeborg había adquirido, de su propio peculio, muchas piezas auténticas, de la artesanía atacameña de entonces (1960-1965), anterior al contagio unficador y masificador de la comercialización. Tal vez, el mayor valor de esta colección eran, sin embargo, las piezas elaboradas en piedra liparita volcánica, extraída de las canteras de Toconao o de Caspana. Porque Ingeborg y Tolosa fueron los verdaderos propulsores de esta artesanía en liparita, solo mantenida viva con anterioridad a través de la elaboración de objetos de utilidad casera o doméstica. Para incentivar el desarrollo de esta iniciativa artesanal en Toconao, Tolosa compraba la producción de mayor categoría artística con fondos de Cáritas-Chile y, ocasionalmente, trocaba estas manufacturas por víveres no perecibles (leche en polvo, manteca, azúcar, etc.) que era enviada por entonces por los obispos católicos norteamericanos, como modo de ayudar a estos pueblos hermanos en la fe. Así, Tolosa y Lindberg lograron hacer florecer en Atacama esta artesanía, la que hoy es común ver practicar en gran parte de los pueblos de Atacama, tanto en el sector del Salar de Atacama como en el área del río Loa.

Tolosa e Ingeborg comprendieron perfectamente la importancia de fomentar este arte del pueblo, tanto en su vertiente textil, como en su vertiente lítica (artesanía en piedra). Con sus propias manos, ambos enseñaron a tallar las figuras, en principio muy rudimentarias, que luego fueron adquiriendo mayor finura y delicadeza. Recuerdo bien, entre otras figuras primerizas, la típica imagen de la tejedora ante su telar, o de la mujer portando su cántaro de agua. Ambos pioneros procuraron incentivar la realización de figuras tradicionales, propias de las actividades domésticas diarias. Enemigos de la fabricación masiva, se esforzaron por incentivar la creatividad de los propios artesanos, tratando de que cada obra fuese única e irrepetible, es decir, una pequeña "obra de arte".

Pocos saben hoy en Atacama que la actual prosperidad y boga de tal artesanía en los términos del Salar de Atacama, se debe primordialmente a los desvelos de Ingeborg Lindberg y Bernardo Tolosa, máxime entre los años 1960 y 1970. La "Feria de Artesanía Tradicional" de la Pontificia Universidad Católica de Chile, nacida en año 1973 y vigente hasta hoy, durante el período de su creador, el dinámico escultor Lorenzo Berg Salvo, contribuirá poderosamente a mantener viva en la conciencia nacional esta rica artesanía atacameña, que lograra, en la época prehispánica, un tan extraordinario auge en sus expresiones en madera, piedra y hueso.

Pocos, son los trabajos que se conservan de Ingeborg Lindberg. De apariencia más bien modesta, todos dicen relación estrecha con la etnografía regional. Uno de estos trabajos, que reproduciremos en nuestra biblioteca virtual, para uso de los investigadores y estudiantes, se refiere al modo de vida de los "changos" , mariscadores pobres de la costa norte, que heredaron tanto el nombre como el ethos y el modo de vida de sus antecesores los "camanchacas" históricos y arqueológicos. Estampamos aquí el título de algunos de sus trabajos más conocidos, en castellano:

1. "Un nuevo tipo de sombrero atacameño", Universidad Católica de Chile, 1960.

2. "Algunas notas sobre Changos actuales en la costa de Antofagasta", Publicación del Museo Regional , Universidad del Norte, 1967, Vol. 1, Nº 3, Iquique.

3."Técnicas en tejidos del área andina de la Provincia de Antofagasta", Revista de la Universidad del Norte, Nº 2: 1-16, Abril de 1967, Antofagasta.

4. "Algunos datos sobre alimentación y platos típicos en aldeas de la Provincias de Antofagasta y Tarapacá", Instituto de Ciencias Sociales, Universidad del Norte, Departamento de Folklore, Nº 1, Agosto-octubre 1967.


Sirva esta breve nota sobre Ingeborg Lindberg para recordar su figura y rescatar su herencia cultural, en una época en que la antropología y la etnografía en Antofagasta daban sus primeros e inseguros pasos. Obligación nuestra -así lo creemos - es recordar a los pioneros que nos precedieron en el estudio de la realidad etnográfica en los pueblos lickan antai o atacameños, cuando se creía en nuestro país que éstos no constituían una etnia propia, dotada de cultura e idiosincrasia particular, sino un confuso agregado de campesinos dispersos por el amplio paisaje de Atacama, apenas diferentes de los del resto del país. Vaïsse, Latcham, Uhle, Mostny, Le Paige, Tolosa, Lindberg y tantos otros después, siguiendo sus huellas, atestiguarán lo contrario y pondrán los sólidos cimientos para el estudio en profundidad de la cultura atacameña.

(sobre el tema de la artesanía textil en Atacama y el rol de Ingeborg Lindberg en su estudio inicial, véase a Soledad Hoces y Ana María Rojas, en su excelente trabajo: "Textiles tradicionales de la Puna atacameña", publicado en Estudios Atacameños, Año 2000, Nº 20, 117-136).