sábado, 29 de diciembre de 2012

Requiem por un visionario de la historia cultural tarapaqueña: Patricio Advis al año de su partida.

Imágenes integradas 1
Patricio Advis en su estudio rodeado de libros y documentos, medita, intrigado,  sobre el paso del conquistador  Diego de Almagro por el Despoblado de Atacama (Foto gentilmente facilitada por el arquitecto Alberto Prado  especialmente para este capítulo). 

La Partida del explorador del Tamarugal.

Hace exactamente un año (30 de diciembre 2011)  un cáncer  agresivo e irresistible  nos arrebataba de improviso al amigo, el arquitecto e historiador, Patricio Advis Vitaglic. El cigarrillo,  su  nefasto e inseparable compañero de faena,  enemigo secreto pero implacable del hombre moderno, lo llevó a la tumba. En estas páginas de mi Blog, dedicadas  en su mayor parte a  historiar y describir el Norte grande chileno, quisiera hacerle hoy un homenaje sentido, nacido desde el fondo del alma. Porque Patricio es parte imborrable de esta "historia".  Hace un año, el 31 de diciembre  2011, le dedicamos con especial afecto un capítulo del Blog intitulado:  "Una mirada espacial a la Historia: el aporte científico de Patricio Advis Vitaglic, arquitecto".

Un año exacto ha transcurrido en silencio, sin su presencia  siempre alentadora y fecunda.

Advis y la historia colonial de Tarapacá. 


En efecto, la  descripción  temprana de Tarapacá colonial en sus diversas facetas, (demográficas, religiosas, económicas)   le debe  un potente y sólido reconocimiento, mucho más que la arquitectura citadina, en la que descolló como pocos. Porque  sus numerosas obras arquitectónicas, que jalonan  orgullosas  algunas calles de nuestra ciudad de Iquique,  durarán lo que las modas: solo un breve tiempo. Y - lo apostamos-,  el ataque implacable del mazo de 25 libras y/o la retroexcavadora, darán  cuenta de ellas tal vez antes de que se cumpla un siglo. Es el triste sino de nuestra arquitectura local en manos de los "amantes del mentado  progreso".

 Su rica producción histórica  reflejada en  sus libros y artículos,  en cambio,  es imperecedera, eterna.  Ahí  quedarán enhiestos y desafiantes del tiempo, sus análisis históricos sobre Tarapacá, a los que dedicó tal vez más tiempo, energía  y pasión  que a su propio arte de vocación: la arquitectura.

Un breve recuento de su obra.

Quisiéramos brevemente bosquejar su trayectoria en el campo del "historiar" tarapaqueño. No es nuestra pretensión estudiar en profundidad su legado. Otros lo harán, tarde o temprano  y con mayores armas que las mías. Solo nos referiremos a algunos de sus trabajos,  que en su momento hicieron época.

En 1971, e influenciado tal vez por el historiador nortino Oscar Bermúdez Miral, escribe  su primer artículo histórico dedicado a las "chacras de los antiguos"  en la Pampa del Tamarugal. A través del arqueólogo  Lautaro Núñez, a lo que creemos,  conoce el "Plano de la Pampa de Yluga"  del sevillano  Antonio O´Brien y se pone a estudiarlo. Nace así su  creciente interés por las "obras" de los antiguos, reflejada en Planos y mapas  coloniales. Así surge, en 1971,  su primer  trabajo que quedó lamentablemente  inédito:  "Antiguos sembríos en el desierto de Huara (o Iluga) en  la Pampa del Tamarugal".  Este temprano trabajo influirá decisivamente en los trabajos de campo que el Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica iniciarán  en la zona a partir del año 1972. 

Al final de su vida, nos brindará varios trabajos de gran fuste, en particular   su acabado estudio del paso de Diego de Almagro por el desierto tarapaqueño, al parecer su obra histórica cumbre.
La revista iquiqueña "Camanchaca"  del Taller de Estudios Regionales  (TER) ,  acogerá tempranamente varios de sus  artículos de corte histórico-cultural. Recordemos tres, a nuestro juicio  los más representativos de sus inquietudes históricas:

Su producción histórica.

Artículos:

1)  Advis, Patricio, 1989. “Alcance geográfico del nombre Valle de Tarapacá en la temprana Colonia”, Revista Camanchaca, Nº 8, Taller de Estudios Regionales (TER), Iquique.

2)  Advis, Patricio, 1990. "La Doctrina de Tarapacá en el siglo XVI (Perfil administrativo eclesiástico)". Revista Camanchaca,  Taller de Estudios Regionales (TER) ,Nº 12-13, 76-90.

3) Advis, Patricio, 1990.  "Ique-ique de los pescadores (la caleta prehispánica, 1535)",  Revista Camanchaca,  N º 11, Taller de Estudios Regionales (TER),  37- 44, (con plano de Iquique temprano).

Libros:

1) La iglesia colonial de San Antonio de Matilla: su origen,  su fechado , sus transformaciones,  Ediciones IECTA, Iquique, 1990.

2) La batalla de Tarapacá y sus hechos memorables, Universidad Arturo Prat, Iquique,  1989.

3) La arquitectura de Iquique durante el período salitrero, Editorial Pehuén,  Santiago de Chile,  2008.

4) El desierto commovido  Paso de la hueste de Almagro por el Norte de Chile, Ediciones Universidad Arturo Prat, Iquique. Chile, 2008.


Su legado científico.

 Tres aspectos campean, a nuestro juicio,  en la obra científica histórica de Patricio Advis, todos ellos  muy necesarios hoy para el antropólogo, geógrafo, historiador o  arqueólogo  de campo:

1)   Su afán de reunir el máximo de información previa sobre el tema de estudio. Pasaba meses y meses juntando el material. No fue amigo de improvisaciones. Hacía cualquier esfuerzo por conseguir  la obra que le  faltaba. Su bibliografía de referencia era siempre sobreabundante  y precisa.

2)  Su interés por la  geografía, geomorfología  y ecología de los paisajes que estudia le lleva a visitar y recorrer a pie grandes extensiones. Más de una vez lo hace con sus discípulos, estudiantes de arquitectura de la Universidad Arturo Prat de Iquique, su Alma Mater.  Sólo así puede  animarse el investigador a describir los paisajes de antaño. Advis es cualquier cosa menos un hombre de gabinete. Con ese conocimiento concreto de los lugares que narra,  se puede dar el lujo a veces de corregir y enmendar los dichos de ciertas "vacas sagradas" de nuestra historia. Y es lo que le recomienda a los futuros investigadores:  recorrer a pie, con los bototos calzados  y una cantimplora con agua al cinto, los tramos pedregosos del desierto. Así  conocerá de cerca el "Camino del Inca" - el Qhapaqñan- y otras antiguas huellas visibles de la presencia humana en el desierto.

3) Su anhelo por compartir conocimientos. Tenía  un profundo respeto por las opiniones científicas de los demás, mientras éstas fueran fundadas. Por ello gustaba discutir  los temas con otros especialistas, a menudo con una tacita de café en la mano y unos cigarrillos. Fuimos varias veces testigosy partícipes de ello. Era un amenísimo conversador y, a la vez, un tenaz y curioso interrogador. Así se iba él  formando una opinión propia, autorizada,  sobre su tema de estudio

Advis un geógrafo humano y un eco-antropólogo.

Si le hacemos aquí un sentido homenaje es porque estamos convencidos, leyendo con lupa  sus escritos, tejidos en un cuidado castellano, que Advis avizoró sagazmente la necesidad de aunar férreamente historia y geografía, historia y paisaje, historia y territorio, en una mirada de conjunto, donde la cartografía  (el plano, el croquis) servía como  punto de tangencia entre ambas disciplinas. Son raros los historiadores que  buscan apoyo en la geografía humana y en la geomorfología o geografía física. La mayoría de los autores antiguos, simplemente las soslaya. Hoy,  por fortuna, cunde entre los historiadores  la urgencia por incorporar la visión  geográfica del paisaje  y del territorio, al estudio de cada una de las comunidades humanas. El geógrafo alemán  Karl  Ritter (1759-1839) decía muy sabiamente:  "la Naturaleza (Natur) y la Historia (Geschiche) son términos que se hallan  perpetuamente asociados; entre éstos debe gravitar  el pensamiento del geógrafo humano", y - agregamos nosotros- también  del eco-antropólogo (Cfr. Albert Demangeon,  Problèmes de géographie humaine, Librairie Armand Colin, Paris,  1952: 27).

 Es exactamente lo que trató de plasmar en sus escritos nuestro amigo Patricio Advis  Vitaglic.


Fugaz encuentro.

Surcaste, valiente, un día
el fiero Tamarugal,
montando como tu guía,
en bello y bravo alazán.

A  la vera del camino,
hallaste a Diego, el ladino;
él susurrando te dijo,
entre ansioso y atrevido:
"Patricio, tu eres mi hijo".


En el día del  primer aniversario de su partida de este mundo, sirvan estas breves reflexiones para alivio y consuelo de sus seres queridos que lo lloran, así como para  animar a los futuros investigadores de la tierra tarapaqueña a  seguir fielmente sus pasos. 

Patricio Advis tiene aún mucho que enseñarnos.


Dr. Horacio Larrain B. (Ph.D.)

Centro del Desierto de Atacama
Pontificia Universidad Católica de Chile.

Iquique 30 de diciembre 2012.











jueves, 27 de diciembre de 2012

Descripción de la caleta Paposo y sus residentes changos en 1815: Valiosas observaciones de un comerciante francés.


             Portada de la obra original francesa  (2ª edición, 1824).

Fotografía tomada por nosotros en Internet a la portada de la obra del comerciante viajero francés Jullien Mellet, de la 2ª edición de esta obra  (1824). Curiosamente,  no se señala aquí su apellido, salvo por una M mayúscula, seguida de varios asteriscos, tal vez para no despertar suspicacias y recelo en las colonias españolas recientemente independizadas de la Madre Patria. Porque Mellet cita detalladamente las actuaciones de numerosos personajes de su época,  unos que le fueron francamente benévolos  y propicios, y otros que lo persiguieron o estafaron, causándole  mucho sufrimiento. En el año de la publicación de la obra, casi todos ellos  estaban aún vivos.


¿Quién era Jullien Mellet ?.

No sabemos prácticamente nada del autor, salvo lo que  él mismo nos deja entrever en su obra. Solo sabemos que era joven, originario  del departamento de Lot-en-Garonne, de la región de Marmande, que con inmensa audacia y energía se lanzó a América en un  barco que lleva armas y pertrechos militares a Buenos Aires para combatir a los corsarios ingleses. ¿Por cuenta de quién?. No lo sabemos.En su pequeño barco  van 40 marineros franceses, todos ávidos de aventuras. Se embarca en Burdeos en el año 1808. Permanece en América durante 12 largos años, y  recorre intensamente  su parte interior buscando siempre oportunidades de realizar transacciones comerciales con los productos  poco conocidos de América. Sus descripciones  aventajan en algunos aspectos a las de otros viajeros, que generalmente visitan los puertos por pocos días. Sufre infinidad de desventuras, robos y estafas a manos de españoles, las que relata  con frescura y desparpajo. Es un hombre de cierta cultura, aunque no precisamente un gran escritor como el mismo confiesa. Su afán confesado al llevar un prolijo "diario de campo" donde se anotan detalles de puertos, comarcas y ciudades, los productos de cada tierra, su clima, su gente , es ser útil a otros marineros y comerciantes que visiten estas mismas tierras. Lo dice expresamente: 

"Me he inclinado particularmente a conocer el modo de viajar por esos climas, los peligros que se corren, las distancias que separan las ciudades de las aldeas y villorrios, su diferente población, la rica producción del suelo, las artes que ahí pueden florecer y, por fin, las diversas ramas del comercio que ahí se hace". (Introducción, edición castellana 1959:11)).

Pero, a la vez, enfatiza que todo lo que dice es fruto directo de su observación personal: "la obra que entrego al público es el fruto de mis observaciones durante la estadía de doce años en la costa de tierra firme  la América meridional".

Señala que ciertamente algunos otros viajeros han podido visitar América antes que él, pero duda de la exactitud y precisión de sus relatos por la corta estadía o por no haber recorrido "el interior  de las tierras"  como el lo hizo esforzadamente por años. Si su obra- lo señala  explícitamente - no se caracteriza por un gran estilo, tiene la virtud y la  "ventaja de su exactitud y verdad [la] que garantiza como testigo ocular de todo lo que va a relatar". 

Uno de sus mayores méritos, desde el punto de vista de la antropología, es habernos  informado sobre la población de cada uno de ,los lugares que visita, lo que de por sí ya constituye una notable contribución a los estudios demográficos de América. No deja de ser interesante, además,  el interés demostrado  por Mellet por retratar del modo más fiel posible, el modo de ser, costumbres, maneras y  gracejo de las mujeres que ve a su alrededor,  de acuerdo a sus diferentes clases sociales. En esto se revela como un  auténtico sociólogo. Esta constante y fina observación de lugares, personas y ocupaciones, notoria en su Diario de Campo,  le lleva -cuando lo precisa- a interrogar a varias personas al respecto, con lo que se forma su propia opinión  y  nos garantiza su verosimilitud. Otro de sus logros es informarnos detalladamente acerca de las actividades económicas de los pobladores, lo que en el caso de los residentes changos de Paposo resulta de particular interés para nosotros. 


Época de su  viaje a las costas del Pacífico.

Estando recién llegado a Montevideo, se esparce allí la noticia del apresamiento en España del Rey Fernando VII, a manos de los invasores franceses, lo que le cuesta a él y a sus 40 compañeros, cárcel y confinamiento.  Chile, por aquellos años,  luego de la declaración de su Independencia en 1810, acababa de  sufrir los efectos de la sangrienta reconquista española llevada a cabo por el general  español Mariano Osorio  (1813). Los patriotas que habían abrazado la causa de la Independencia,  sufren graves exacciones y  encarcelamiento a manos realistas. Esta situación durará hasta las batallas de Chacabuco (1817)  y Maipú (1818), donde se sella con sangre y  definitivamente, nuestra independencia nacional. 

Nuestro objetivo:  conocer de cerca el  modo de vida de  los changos en Paposo.

 Dejando de lado sus aventuras y desventuras en Montevideo, Buenos Aires y la República Argentina,  viaja por tierra a Chile atravesando la Cordillera de los Andes por el paso de Uspallata. Después de diversas peripecias y percances, que parece solazarse en describir para amenizar su relato,  le veremos visitando Coquimbo y sus vecinas minas de cobre y plata. De aquí se dirige hacia la costa donde  visita la caleta de changos de Paposo. 

Cómo ve Mellet  a los residentes changos del Paposo.

Nos proponemos aquí, pues,  comentar, teniendo el original francés a la vista,  la descripción de lo que era esta casi desconocida caleta  "El Paposo" cuando recién iniciábamos nuestra independencia como país. El tema nos interesa sobremanera desde el punto de vista etnográfico, demográfico  y eco-antropológico, por cuanto el autor, en su visita de varios días efectuada el año 1815, hace explícita referencia al modo de vida, economía y costumbres de los pescadores recolectores changos que, en gran número,  pueblan aún esa franja litoral del desierto en nuestra frontera Norte.. 

¿Paposo o Papora?.  Un error bastante extraño.

Ofreceremos  aquí, con notas y comentarios nuestros,  el texto original de su descripción  de Paposo. Curiosamente,  en esta obra de 1824 el nombre de esta caleta costera  figura claramente  como "Papora". Ignoramos la razón de ser de este error, el  que no parecería ser simplemente tipográfico. El mismo error se repite un par de veces. No sabemos por qué tanto el  editor como  el traductor castellano de la edición  publicada en Santiago de Chile por la Editorial del Pacífico S. A. en  1959, no repararon en este detalle, a la vez que modificaron, sin razón aparente,  el título exacto de la obra, abreviándolo a su guisa. Extrañamente, en ninguna parte de la edición castellana se hace alusión al título exacto del original.

   En efecto,  la Obra original  lleva por título (ver carátula de la obra, supra): 

 "Viaje en la América meridional, al interior de la costa firme, y a las islas de Cuba y Jamaica, desde l808 hasta 1819, que contiene la descripción de las ciudades,  caseríos y aldeas de estas comarcas; la descripción ["pintura"] de las costumbres y usos de sus habitantes, y una apreciación  acerca de la fertilidad del suelo y la prosperidad del comercio; con  el relato de las desgracias que durante este viaje  ha experimentado  un habitante del Departamento de Lot-et-Garonne; obra útil a todos los marinos y a todos los negociantes".

Portada de la edición castellana publicada  por la Editorial del Pacífico, Santiago de Chile, 1959. Se puede observar la abreviación indebida del título de la Obra original del año 1824.


Parte del documento  que dice relación con Paposo, en traducción nuestra del francés (edición de 1824: 108-109)

"Capítulo  Vigésimo: Copiapo-Papora.

"...De Copiapó a Papora [sic! por Paposo], hay otro [camino] cuyo trayecto  es igualmente fatigoso y tan temible como el primero [de  Santiago a Copiapó]  (1). 

Papora [sic!],  aldea [bourg]  habitada por  indígenas tributarios, es gobernada por un Subdelegado y un cacique (2). La importancia de esta aldea no es algo que se deba destacar [ l´importance de ce bourg n´est pas de plus remarquables]. La pesca del congrio [conge] (3)  que los habitantes efectúan continuamente [continuellement] constituye su mayor fuente de ingresos [forme leur plus grands revenus]. No es menos cierto [sin embargo] que estos parajes son abundantes en pescados, cuya especie [típica] es de los mejores; ellos hacen de ésta [especie]  un gran comercio con Santiago y Lima, capital de Perú, donde es sumamente estimado y se vende a un precio muy elevado.A la vez, se hace  a orillas del mar que la circunda la caza de lobos marinos [la chasse de loups marins]  que existen [allí] en gran número. 

Esta caza se efectúa  por intermedio de varios hombres armados de grandes  garrotes con los cuales  aturden [atourdissent] primero a los lobos marinos. Se les da muerte, en seguida,  propinándoles  grandes golpes  sobre  el hocino [museau]  (4) .

A pesar de estas precauciones, estos  animales sabe defenderse muy bien y frecuentemente  los cazadores  son mordidos por ellos antes de ser atrapados. Una vez que les han dado muerte, cortan los dos perniles [jambons] los que hacen salar y secar para después consumirlos [qu´ils font saler  et sécher pour le manger ensuite] (5) y se sirven de su piel,  con o sin el [respectivo] pelaje, para vestirse [pour s´a  habiller]. (6).

Se encuentra, igualmente en los alrededores  [de Paposo] una especie de ciervo [cerf] , que se denomina caribou (7) cuya descripción  no es necesario hacer[aquí] por tratarse de un animal bastante conocido [para el público francés] (8).  Éste corre  extraordinariamente rápido y su cornamenta [cornes], más pequeña que las astas [bois]  del ciervo común,  es apta para hacer  hermosas obras [de artesanía]. Se le hace hervir en cal [bouiller dans le chaux] y con  ello adquieren  una blancura igual que la del marfil  [ivoire].(9).

Las uñas tostadas [l´ongle roti]  de este animal, aplicadas a las quemaduras [brülures],  las hace secar al instante. El caribou habita siempre las comarcas frías [les pays froids] (10).

La población de Papora  (sic!)  es de alrededor de 400 habitantes (11). Esta región [pays]  por ser [totalmente]  estéril en toda clase de productos, obtiene sus víveres de Copiapó. Los habitantes  viven de una manera muy frugal; se alimentan de maiz  [maïze] , de pescado [de poisson] ,  que ellos preparan de  diferentes maneras y de papas [pommes de terre]  de que disponen en abundancia [qu´ils ont à discretion]  (12).

Yo hice [aquí] una provisión bastante grande de congrio (13) y regresé a Coquimbo, lugar donde yo invertí parte de mis fondos  comprando cobre reducido a lingotes  [cuivre réduit en lingots]  y pocos días después, me embarqué  al Callao, distante 550 leguas por mar."  (páginas 109-110 del original francés).

Observación. Los paréntesis cuadrados [---] señalan una adición hecha por nosotros o muestran,  en negrita,  la palabra o frase exacta empleada en el texto francés. Los números incluídos entre paréntesis redondos    (---), son nuestras Notas  de comentario al texto.

Nuestras Notas de índole eco-antropológica.

(1)   Trayecto cubierto a lomo de mula o caballo, y acompañado probablemente por un par de sirvientes  o  baqueanos, expertos  conocedores de la ruta.

(2)  Esta "Nota" es del propio autor en su texto,  y dice: "Autoridad considerada entre ellos como la de un  Capitán el cual  sirve de intérprete al Subdelegado, al que está subordinado".  Este "cacique" , a lo que parece, es buen conocedor del  idioma atacameño o kunsa, lengua que sospechamos  era la propia de los pescadores residentes en esta porción sur  del litoral del Antofagasta. Estamos convencidos de que  en toda la costa  norte chilena los changos costeros no poseían lengua propia alguna, sino hablaban la propia de las comunidades agrícolas del interior, con las que tenían trato continuo, en este caso concreto, la del Salar de Atacama,  es decir,  el kunsa o atacameño. La presencia de un  "cacique" entre los changos nos habla, ademas,  de la mantención de una vieja estructura social de tiempos indígenas. Es incluso bastante probable -aunque le texto no lo diga- que entre ellos haya sobrevivido la organización indígena del ayllu, tal como existió entre los atacameños, sus más inmediatos vecinos.

(3)  La pesca del congrio, en sus tres especies conocidas en el norte de Chile (congrio colorado, congrio negro y congrio dorado) constituía a una de las tareas constantes de estos residentes changos. En efecto, lo capturaban  mar adentro  mediante sus balsas de cueros de lobos marinos, lo secaban y salaban, y en calidad de charqui lo comerciaban con las poblaciones agrícolas del interior y la sierra. Los españoles le denominaron, por eso mismo, como "charquecillo". Sospechamos fundadamente que no sólo el congrio en sus tres especies: Genypterus chilensis (congrio colorado), G. maculatus (congrio negro) y G. blacodes (congrio dorado) era  hecho charqui, sino también  otras especies comunes como  el tollo, la corvina y tal vez, otras más. 

(4)  El hocico del lobo marino es su lugar más delicado y vulnerable. La cacería del lobo marino daba a los indígenas varios productos sumamente apetecidos: a) su carne (máxime la de los lobeznos o  ejemplares juveniles); b) su sangre, la que bebían;  d)  su cuero, par la fabricación de la techumbre de sus chozas y sus balsas de pesca; e) su vejija, para la confección de odres para el transporte del agua   de beber, y, por fin, f) algunos de su huesos de sus extremidades  para la elaboración de  los chopes de mariscar.  Respecto a su empleo como carne fresca, sirva de referencia lo que nos refirieron algunos guaneros que trabajaban en la guanera de "La Paloma", poco al Sur de Pabellón de Pica, en los  años  1993-94. Espiaban entre dos y tres hombres  a los lobos juveniles  en el momento de su salida a las rocas de la orilla, en algún caletón vecino,  para asolearse,  y allí les asestaban un certero golpe en el hocico  con  un palo grueso.  usado como macana. Esta carne  cocida o asada, la consideraban un gran lujo. La carne de los ejemplares adultos, en cambio,  no les apetecía. (comunicación  personal  in situ del  finado Antonio Ruiz,  Juan Carlos Gutiérrez,  y Aurelio Madrid, Enero de 1994).

(5)  Después de cazar,  al modo dicho (nota Nº 4),  los ejemplares jóvenes del lobo marino, los cortaban en  lonjas delgadas y las ponían a secar, no sin antes salar convenientemente los trozos para asegurar su conservación. El secado y a veces el ahumado se realizaba a la orilla de playa, , extendiendo los trozos de  carne sobre talos de  huiros. La presencia perenne de abundante cantidad de  huiros arrojados por el oleaje de las especies Lessonia nigrescens o Macrocystis sp. (su combustible habitual),  facilitaban enormemente esta tarea.  Al cabo de algunos días,  el charqui estaba ya listo para su uso o transporte a las comunidades aledañas.Esta faena debía ser constantemente vigilada durante día  y noche  por los pescadores, para ahuyentar a los jotes (Cathartes aura) o cóndores  y/o evitar el robo de la carne por parte de los infaltables zorros. Este "charquecillo" era su apreciada  moneda de cambio para obtener de los habitantes de  las aldeas agrícolas de Atacama (Peine, Socaire, Cámar, Toconao y San Pedro de Atacama) el maíz, la oca, la quínoa y las papas con que complementaban su dieta habitual de pescado,  mariscos y algas.  La referencia de algún autor temprano de que sólo "se alimentaban de pescado", es ciertamente  errónea  y revela falta de observación atenta.  

(6)  Este dato es para nosotros de enorme interés. Si hemos de creer en las dotes de observación de Mellet, de que hace gala frecuentemente,  el comerciante francés vio efectivamente a los changos del Paposo vestidos con  cueros de lobos marinos ciñendo su cuerpo o sus cinturas. La cita dice expresamente: "y se sirven de su piel....para vestirse".   Más aún,  agrega cuidadosamente otro dato sugestivo: Estas pieles las usaban "con o sin el pelaje", es decir  podían usarlas del lado más blando provisto de  pelo, o del lado opuesto, con el cuero a la vista.  ¿Qué más podría pedirse a Mellet  en materia de observación?. Pero, además, esta referencia explícita nos sugiere  otra cosa  en términos de  su evidente no-aculturación:  pues aún visten al modo tradicional antiguo y  no usan  vestimenta europea de ninguna clase. De este  escueto dato pienso yo que se puede derivar aún otra consecuencia, sin forzar para nada el texto : que no estaban al servicio de los españoles y practicaban su vida semi nomádica tradicional: el mudarse caleta en caleta  dependiendo de la pesca obtenida. Si hubiesen estado de alguna manera al servicio de algún español o europeo  (v.gr. explotando alguna mina vecina o criando  cabras u ovejas),  de cierto  les habrían  obligado a "vestirse honestamente", usando algún tipo de camisa y  pantalón (los varones),   o blusa y falda ( las mujeres).  De esto podemos estar casi ciertos. Y esto revela que allí  viven aún, como diría don Pedro Lozano Machuca, "como en tiempos de la gentilidad". Y los describe así en la rada de Atacama (Cobija) hacia 1580: "Es gente muy bruta: no siembran ni cogen y susténtanse de solo pescado". (Lozano Machuca, 8 de noviembre de 1581. en Casassas,  "Una carta del Factor de Potosí: Contribución al estudio de la temprana historia colonial de los Andes Meridionales", Boletín Nº 2-3 Centro de Documentación (CEDOC), Universidad del Norte, 1972: 31-43).

(7)   Qué especie animal representa este  extraño ser aquí nombrado como caribou?. La edición  española de 1957 de la Editorial del Pacífico (Santiago de Chile)   traduce, groseramente,  como "caribón  (¿?)". El término es,  evidentemente,  inventado.  El texto francés, sin embargo, es totalmente claro: apunta: "caribou". El autor quiso referirse a nuestro gran ciervo andino o taruka o huemul tarapaqueño -porque de esta especie se trata sin la menor duda- con la denominación más cercana que pudieran entender los franceses:  el caribú, gran ciervo o reno, habitante de los bosques nórdicos del Canadá francés. Esta especie de reno canadiense (Rangifer tarandus L.)  es comestible, domesticable y  conforma numerosos ganados de propiedad de lapones y otras etnias nórdicas de Suecia, Noruega y Rusia. Los lapones de Finlandia y Noruega  crían hasta hoy numerosos tropas de renos domesticados, que  mantienen  bajo estricto control, mientras que en el extremo norte de Norteamérica (Canadá, Alaska y Groenlandia) este animal se mantiene únicamente en estado salvaje. Que sepamos, nunca fue domesticado por las tribus atapascanas o esquimales. El hábitat actual del huemul andino o taruka   está restringido sólo a la cordillera de Arica. Le hemos visto un par de veces en los alrededores de  Putre y Caquena (altiplano de Arica).  No se le conoce hoy  en estado salvaje ni en Tarapacá, ni menos mucho menos en  la Región de Antofagasta. Pero su presencia, testificada aquí por Mellet en 1815  en los cerros  costeros de Paposo donde existe una vegetación de Lomas  variada y singular provocada por las neblinas o camanchacas, nos prueba la existencia, en tiempos antiguos,  de un rango de  distribución  mucho mayor que el actual, hoy  de carácter residual o más bien, relictual.  Por la misma razón, sospechamos fundadamente que debió existir también en los oasis de niebla de la costa tarapaqueña  hace uno o dos milenios atrás, cuando dichos oasis ostentaban una  mayor superficie, y mayor variedad y vigor  vegetacional. Tal vez futuras excavaciones en los oasis de niebla, en busca de paleosuelos,   nos darán  un día la razón.  

(8)  Los franceses conocían, en efecto,  numerosos relatos de aventureros, misioneros y buscadores de oro que se adentraron audazmente en estos territorios vírgenes del Canadá y  Alaska en busca de fortuna o almas para salvar.  

(9)  La cornamenta de la taruka es mucho más pequeña y simple que la descomunal que ostenta  el caribú.  Pero fuera de este rasgo,  el parecido entre caribus y  tarukas, es evidente.

(10) En efecto, el caribú habita las zonas boscosas húmedas y heladas del Norte de Canadá, Alaska y Groenlandia.Soporta bien muy bajas temperaturas invernales. También la taruka es un residente habitual de las zonas frías situadas por sobre los 3.700 m de altitud en la vertiente occidental de los Andes sur peruanos y  ariqueños. El clima  húmedo y frío de la zona sujeta a la camanchaca costera,  especialmente sensible en la zona de los cerros que circundan  El Paposo, podía perfectamente suministrarle su alimento preferido:  consistente en líquenes, coirón o ichu (Stipa sp. o paja brava)  y otras especies de Bromeliáceas (Tillandsia spp. y otros  géneros afines) y Atriplex locales.

(11)  Este dato poblacional nos impresiona por lo potente.  Se trata, sin duda alguna no del número de indios "tributarios", sino de su  población total. 400 habitantes todos ellos changos con excepción del subdelegado español) equivalen, aproximadamente a  unas 92-94 familias ( ratio 1: 4.3), lo que constituye una población muy numerosa. Mellet se esmera en todo su obra por ofrecernos los datos demográficos más fidedignos que puede conseguir con sus interlocutores: es uno de sus objetivos confesados. La cifra, posiblemente le fue confiada por el Subdelegado español que sin duda entrevistó al efecto.  Sabemos que hubo y aún hoy hay en la zona  varias aguadas o vertientes (puquios) en el área de Paposo-Taltal. Unas, cerca de la orilla y otras, las más potentes,  a una altitud aproximada de  100-130 m snm., en quebradas adyacentes. El agua es de excelente calidad, como lo hemos podido  comprobar personalmente.  

(12)  Maíz, papas, quínoa  ají y oca, además de la siempre infaltable coca, lo obtenían por medio del trueque con las aldeas  atacameñas del interior de Antofagasta, por su charquecillo de congrio y panecillos de  luche (algas secas de la especie Ulva lactuca,  llamada lechuga o lechuguilla), 

(13) Al regresar nuevamente a Coquimbo, el comerciante francés lleva una gran provisión de charqui de congrio o "charquecillo", al haber adquirido la  plena certeza de poder venderlo con  facilidad en la ciudad, donde era muy apreciado. . Efectivamente,  como producto de este comercio,  logra llevar consigo  al Perú un buen cargamento de lingotes de cobre. Sospechamos que el objetivo principal  de su  viaje al Paposo  fue,   precisamente, para obtener allí, de los changos residentes, una buena remesa de charquecillo, producto  que en ese momento era para él su  mejor moneda de cambio.  El hábil comerciante sabía bien  qué hacer en cada lugar para lograr una buena y rápida  ventaja económica. El hecho de que logre comprar en muy pocos dìas,  una gran cantidad de kilos de charquecillo, (por desgracia, no nos indica cuántos)   es un claro indicio de que los changos, en ese tiempo, seguían dedicándose fundamentalmente a su elaboración, como ágil moneda de trueque en esos lugares. Mellet no desdeña este comercio que le resulta a la postre tan ventajoso. Así, pues, gracias al "charquecillo" hemos obtenido de  Jullien Mellet una valiosa descripción de Paposo y sus habitantes changos.  

De este puerto de Coquimbo se embarca para el Callao, puerto peruano  todavía bajo el dominio español, el que describirá después en detalle..

Corolario eco-antropológico.

De la sumatoria de datos suministrados directa o indirectamente por Mellet, se deduce bien cómo un antropólogo  cultural  puede y debe  exprimir la información, mediante el empleo de una fuerte base biológica y ecológica, para  lograr una  descripción más rica y enjundiosa de un texto relativamente parco y escueto; "une peinture", en palabras de Mellet) de las costumbres usos y economía de las antiguas etnias de pescadores recolectores costeros del desierto norte chileno y sur peruano.El tratamiento que hemos dado a las Notas" del texto  es, precisamente, el objetivo buscado: hurgar en el trasfondo eco-antropológico de los textos históricos, por más breves que éstos sean.. 













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sábado, 15 de diciembre de 2012

El corsario inglés Francis Drake saquea el puerto de Iquique: relato del capellán Francis Fletcher.

En el mes de diciembre del año 1577, el corsario inglés Francis Drake (1543-1596) al servicio de su Majestad británica Isabel  I,   "visitó"  las costas del extremo norte de  Chile. No lo hace como visita amistosa y bienvenida, pues aprovechándose de la total indefensión de estos puertos del Pacífico,  saqueó y  robó todo lo que  pudo. De la reina de Inglaterra Isabel I,  (Elizabeth I)  había recibido patente de corso, por lo cual tenía derecho a un porcentaje importante de todo el botín que se capturara durante la travesía. Con su visita,  se inaugura el lúgubre  período de  presencia de corsarios y filibusteros europeos (ingleses y holandeses)  en nuestras costas.  El daño que estas visitas causaron a los españoles, sus instalaciones  y su comercio, fue inmenso y, por cierto, totalmente inesperado. 

Al mando del Golden Hind, pequeño y ágil galeón de apenas 100 toneladas y con una dotación de unos 80 audaces marineros, dispuestos a todo,  puso en jaque por muchos meses el dominio indiscutido del mar  Pacífico por parte de los españoles.  El capellán de la expedición, Francis Fletcher,  recogió en su bitácora  de viaje, los pormenores más interesantes de esta travesía.  Nos interesa aquí poner el texto,  traducido por nosotros del idioma original, el inglés de la época,  y ofrecer una serie de  Notas alusivas al mismo. Hay razones para creer que también Drake llevó un Diario de Viaje, pero éste, por desgracia,  no ha sido encontrado.  Por lo cual el único testimonio sobreviviente de sus "hazañas"  es el "Diario" que llevó durante la travesía  su capellán anglicano Francis Fletcher. 

Después de "visitar" y asolar el puerto de Coquimbo, enfila Drake hacia el Norte, en procura de los puertos
de Arica y del Perú.

El texto referente a la  presencia del corsario en Iquique, en traducción  nuestra,  es el siguiente:

"Desde aquí [esto es, desde el puerto de Coquimbo],  nos dirigimos a un cierto puerto llamado Tarapaça (1), y habiendo desembarcado allí, encontramos a la orilla del mar a un español que estaba durmiendo, el cual tenía  a  su lado 13 barras de plata [13 barres of silver] (2)  que pesaron 4.000 ducados españoles (3) ; nos apoderamos de la plata (4)  y dejamos [ir] al hombre. No lejos de aquí [not far from hence],   yendo a tierra  en busca de agua (5), encontramos a un español y a un niño indígena arreando 8 llamas u ovejas del Perú, las cuales son grandes como asnos (6); cada una de estas ovejas llevaba en su lomo dos bolsas [o capachos] de cuero  [bags of leather] (7) , y cada bolsa  contenía un peso de 50 libras de plata fina (8). Así, habiendo tomado tanto las ovejas como su carga y conducídolas a los barcos, encontramos en todas las bolsas un peso total de 800 [libras] (9).

Desde aquí navegamos  a un lugar llamado Arica, y habiendo entrado al puerto hallamos allí tres pequeñas barcas [barkes](10)   las que fueron saqueadas [rifled]  y hallamos en una de ellas  57  cuñas [wedges] de plata, cada una de ellas pesó  alrededor de 20 libras (11), y cada una de estas cuñas (o barras) eran del aspecto y tamaño de una tejuela (12).  En ninguna de estas tres embarcaciones hallamos a nadie, ya que sin desconfiar de alguna presencia extraña [unstrusting no strangers],  todos habían descendido a tierra a la ciudad, la  que consistía  en alrededor de veinte casas (13), las cuales hubiéramos  saqueado si nuestro grupo hubiese sido mejor y en mayor número. Pero  nuestro General, satisfecho con el despojo de los barcos, dejó la ciudad y se hizo  nuevamente a la  mar y pusimos timón hacia Lima;  por el camino, topamos con una pequeña barca la que abordamos y hallamos en ella  una buena provisión de tela de lino (14), de la que tomamos cierta cantidad y la dejamos ir. A Lima llegamos  el 13 de febrero (15) y habiendo entrado al puerto, hallamos allí alrededor de doce barcos  a vela,  fuertemente anclados....". (página 240).

(Texto tomado directamente de la versión de Internet, inauthor&quot, Francis Fletcher & quot., Appendix V, page 240, Extracts from Hakluyt´s  Voyages, december 1577; traducción nuestra).


Nuestras Notas al texto aquí transcrito y traducido:

(1)   Después de haber saqueado el puerto de Coquimbo, Drake  (el "Draque" para  los españoles) arriba al puerto de Tarapacá. Este no  era otro que Iquique. El nombre Tarapaça, curiosamente,aparece escrito con "c" con cedilla. No sabemos la razón. En todo caso, en los documentos tempranos españoles tampoco se suele acentuar en la última "á" este nombre, conservándose así la pronunciación  indígena original como "Tarapaca", acentuándose  en la penúltima sílaba. No se le nombra aquí con su nombre indígena de  Ique-ique, ni parece esto  haberse interesado mayormente al corsario  Drake o a Fletcher  el cronista de la expedición..

(2) La presencia de estas barras de plata en el puerto de Iquique por estas fechas, muy probablemente  sugiere ya o comprueba, tal vez,   la existencia de contrabando de la plata desde las minas de Huantajaya, muy próximas, Estaban listas en la playa para ser expedidas por barco hacia  el Perú o,  tal vez,  para ser cambiadas por mercaderías y víveres (alimentos) traídas por otros barcos o faluchos, que efectuaban este contrabando. Lo legal era que toda la producción de las minas de plata en barras, fuera conducida  en recuas de mulas hasta las "Cajas Reales"  (Tesorería)  de Carangas, el único lugar donde legalmente podían ser "quintadas",  pagando así el minero el correspondiente impuesto del "quinto real" al rey de España. Pero, a causa de la inmensa distancia y la falta total de fiscalización y control,  no pocos mineros eludían este trámite y efectuaban un mercadeo directo en los puertos para hacerse de provisiones o dinero en efectivo.La falta total de provisiones en Iquique constituía  su mayor carencia.

(3)  Un ducado español comportaba el equivalente a  375 maravedíes. Pero no se acuñaba moneda  equivalente a un ducado; sólo de maravedíes y reales. El robo aquí  ejecutado por  Drake y sus marinos en Iquique le significó una ganancia de 1.500.000 maravedíes, o, lo que es lo mismo, de  44.118 reales. Una verdadera fortuna.

(4)  Esta plata pura, ya reducida a barras, a no dudarlo,  provenía de las  cercanas minas de Huantajaya, situadas " a dos leguas" del puerto,  en los cerros de la Cordillera de la Costa detrás de Iquique, donde por esas fechas la viuda del encomendero Martínez Begazo, Ana Dávalos, estaba aún labrándolas, pues eran parte de la encomienda otorgada por Francisco Pizarro en 1540 a su difunto esposo.

(5)  Casi con certeza el lugar aquí indicado, situado a poca distancia de Iquique  hacia el Norte, no puede ser otro sino Pisagua. Por varias razones: a) el rumbo que llevan  los corsarios es hacia el Norte (Arica y después, Lima);   b) porque  creemos estaba  ya establecida allí una muy incipiente colonia española (en "Pisagua Viejo");  y   c) por la posibilidad cierta de surtirse de agua  en la desembocadura de la quebrada de Tiliviche o Pisagua, objetivo central de su recalada. Durante toda la época colonial, la isla de Iquique, donde se explotaba el guano  fósil de aves marinas, se abasteció de agua dulce de buena calidad desde Pisagua, según las fuentes. Las aguadas locales -que las había en Bajo Molle-, eran muy salobres y sólo eran usadas por los indígenas locales, los camanchacas o changos.

(6)  Dato muy interesante. Porque para la fecha  (1577)  aún se hacía el transporte de minerales  a lomo de llama (Lama glama), siguiendo el modelo tradicional andino prehispánico,  y  este dato nos aporta la prueba de que todavía  por esas fechas  (1577) no se populariza el empleo de mulares para tal efecto, lo que será ya común a partir del siglo XVII.  El capellán Fletcher en su Bitácora siente la necesidad de explicar a sus lectores ingleses  a qué  animal  europeo ( en este caso , el asno) se parece este extraño camélido sudamericano, bastante poco conocido aún en Europa.

(7)  Las "bolsas" de cuero (leather bags)  son,  sin la menor duda ,los "capachos",   ampliamente utilizados en el laboreo de las minas coloniales, y eran   hechos del cuero de lobos marinos o del cuero de llamas. De estos capachos,  ya resecos  y averiados, hemos hallado  numerosos ejemplares en los botaderos de basuras coloniales en el mineral de Huantajaya, los que, restaurados,  conservamos en nuestra Colección. (Vea etiqueta  "Odres de cuero", en este mismo Blog, con fecha  03/09/2010).

(8)  Una libra de plata fina  posee hoy un peso aproximado a  los 553,6 gr. Siendo esto así,  cincuenta libras - de las que se habla en este texto- corresponderían  a  un peso de 22,68 kg. Ahora bien, si  cada llama portaba dos "capachos",un o a cada lado  y cada uno con unos  22,68 kg,,  el animal habría llevado un peso  total de carga estimado en  45,36 kg.  como máximo. Es casi seguro que este cálculo o está algo abultado,  o la libra inglesa de entonces pesaba algo menos (lo que es muy posible, pues había gran variabilidad en el peso de la libra, según la región de Europa), porque se sabe que  las llamas difícilmente transportan más de 40 kg. de peso total  en distancias largas. La carga máxima normal de una llama para cubrir distancias largas se ha estimado en unos 35-36 kg.. Cuando la carga supera  dicho peso, el animal se echa al suelo y no se levanta por más que se le dé golpes. Es la experiencia diaria de los arrieros andinos.

(9)  800 libras de plata significaban  aproximadamente  362,88 kg. de plata fina: ¡ toda una fortuna!.

(10)   Estos "barkes" deben ser considerados, a lo que creemos, como  pequeños  faluchos o lanchones de transporte para tramos costeros cortos, y de ninguna manera  grandes embarcaciones. Algo así como las afamadas  "lanchas maulinas" de fines de la Colonia en la zona centro-sur de Chile.

(11)  Veinte  libras comportan algo más de 9 kg., lo  que era el peso de cada barra [wedge] o cuña de plata fina.

(12) No nos queda muy claro qué ha de  entenderse aquí por una "tejuela" y cuál fue exactamente su forma. No parece referirse el texto  aquí a las tejuelas de barro cocido  (tejas),  hechas para formar la techumbre de las casas coloniales en Chile central o del  Perú colonial. Porque su forma delgada y combada no se aviene en  absoluto con la  propia de una "barra" de plata. ¿Se tratará aquí de una forma de "tejo" , como le usado en el juego de la "rayuela"?.

(13)  Arica por entonces, (enero de 1578) es tan solo una mísera aldea de unas 20 casas. Pero de un incipiente  comercio marítimo, a juzgar por el número de tres  embarcaciones que Drake encuentra  surtos en la bahía, al ancla.

(14)  El lino era la  tela de lujo  de la época y estaba destinado a la confección de  vestimenta para las personas pudientes.

(15)  Si al puerto de  Iquique Drake arribó a fines del mes de diciembre de 1577, quiere decir que la travesía de Iquique a Lima,  con  escaso viento de popa, duró cerca de dos meses, contando los días de recalada en los puertos citados y por él saqueados. A lo que parece, nadie alcanzó a avisar ni a los de Arica  ni a los del Callao, de la presencia del corsario inglés  y sus fechorías. Al menos no hay el menor indicio de ello en el Diario del capellán Fletcher. De hecho, no se le ofrece resistencia alguna.  Lo que probaría, tal vez,  que por entonces  no había aún cañones de defensa instalados en los puertos,  o barcos armados, o que las comunicaciones por tierra eran excesivamente lentas. Nos preguntamos: ¿ya no estaba en funciones  el camino del Inca o  Qhapaqñan por esos años?. Esta senda, por la que siguió funcionando el correo terrestre  en la Colonia temprana, a lo que se sabe,  pasaba de cierto por la ciudad de Arica.

(capítulo en construcción. Nos faltan fotografías del galeón "Golden Hind" cuya réplica se ve hoy a orillas del Támesis  en Londres, y una pintura del corsario inglés Sir Francis Drake, del que existe un excelente  cuadro de la época).










miércoles, 12 de diciembre de 2012

Geografía y Antropología temprana de Cobija: un puerto en el desierto de Atacama descrito hacia 1580.

Gracias a la generosidad de  Boris Durandeau Stegman,  un chileno, descendiente directo de familias que poblaron el puerto de Cobija en el siglo XIX,  vamos a poder ofrecer muy pronto  al público culto, al profesorado y a los amantes de la historia y la geografía del medio árido chileno, varios capítulos destinados a mostrar aspectos bastante poco conocidos  de la vida en Cobija en el siglo XIX. En especial, nos referiremos a las vicisitudes comerciales y familiares que tuvieron como escenario esta pequeña e insignificante rada en la costa del desierto de Atacama. Por ahora, mientras preparamos los materiales de primera mano referentes a Cobija con la ayuda de Boris, ofrecemos un comentario nuestro a un texto  muy temprano  (1581)  en el que se alude , al parecer por vez primera según creemos,  a este pequeño puerto  de recalada en la costa de Atacama.

¿Cuándo se nombra a Cobija por vez primera?.

Cobija  nace a la historia y pasa a ser conocida,  al parecer, gracias a  la famosa carta de Juan Lozano Machuca,  funcionario español, que la describe en el año 1581. Que sepamos,  no existe ninguna mención  segura, anterior a ésta entre los cronistas, viajeros o filibusteros tempranos que  visitaron estas costas. El texto es bien conocido para los antropólogos e historiadores chilenos. Inicialmente fue publicado en el tomo II de las Relaciones Geográficas de Indias, tomo II Apéndice III, pp. xxi-xxviii), Madrid,  siendo su editor Marcos Jimènez de la Espada.Su nombre:  "Carta del Factor de Potosí Juan Lozano Machuca [al Virrey Don Martín Enríquez], en que da cuenta de cosas de aquella villa y de las minas de Lipes".

 Este texto fue estudiado y re-editado por  el historiador español José María Casassas en  el Boletín  Nº  2-3 del Centro de  Documentación (CEDOC) de la Universidad del Norte, Antofagasta,  1970, pp.1-43.  Muchos años después, en 1992,   aparece  en la revista Estudios Atacameños Nº 10, del Museo de San Pedro de Atacama, en las páginas 133-134 (1992)   un breve "Ensayo" bajo los nombres de José María Casassas y Drahomira Srytrová  cuyo título reza: "Una carta del Factor de Potosí:  Contribución al estudio de la temprana historia colonial de los Andes Meridionales", con algunos  comentarios adicionales.


Del texto del año 1970 tomamos la siguiente cita relativa a Cobija:


La referencia a Cobija en Pedro Lozano Machuca:  cita textual.

  "En la Ensenada de Atacama (1) que es donde está el puerto (2), hay cuatrocientos indios pescadores uros (3) que no son bautizados (4) ni reducidos ni sirven a nadie  (5) , aunque a los caciques de Atacama dan pescado en señal de reconocimiento (6). Es gente muy bruta (7) , no siembran ni cogen y susténtanse  de solo pescado  (8) y están juntos  a esta veta de cobre  (9) , y así con estos indios y los atacamas [del Salar de Atacama]  (10)  se podría labrar esta veta y sería de gran provecho a su Magestad por estar tan junto al puerto y poderse llevar cobre por todo el reino y a España por el estrecho [de Magallanes]; (11).  En este puerto es donde dio carena a su navío e hizo su lancha el   inglés Francisco [Drake] (12) por ser de los mejores puertos que esta mar tiene (13). Será esta ensenada de  veinte leguas (14) y en ellas se ofrece Pedro Sande (15) a que se cogerá mucho ámbar  (16)..." ( edición  1970:39).

Al parecer, este texto sería la primera mención que traen los  descriptores tempranos del área  próxima a Cobija, al denominarla como  "el puerto".  Intentemos hacer explicita,  con Notas nuestras, la riqueza oculta tras  este breve pero enjundioso texto.

Notas explicativas nuestras.

El objeto de estas notas, de un carácter  y enfoque eco-antropológico, es hacer ver la riqueza oculta  en un texto antiguo, de por sí breve,  la que es posible  iluminar  mediante análisis en  los que la geografía, la historia,  la biología y la antropología se dan la mano para "explicar"  la forma de poblamiento humano de un determinado lugar. Recurrir al apoyo de estas ciencias complementarias se hace indispensable cuando  el área de referencia es parte de un desierto  aparentemente inhabitable.

(1)  Es verdad que este texto no menciona explícitamente y con su nombre el topónimo "Cobija"  o "Cubixa",  (como anotan algunos autores tempranos), pero la referencia a este "puerto" del Pacífico es evidente. No existe ningún otro "puerto" en la costa de Atacama con el que se le pudiera confundir. Ni siquiera  Mejillones (Mexillones),  que era y es un lugar absolutamente carente de agua y recursos. Aunque escasa, había  en Cobija  de 3 a 4 vertientes de agua dulce, la mayoría de ellas  muy cerca de la playa y una, la llamada  "de las Cañas", situada algo más lejos, quebrada adentro. Además, los cerros de Cobija  poseían una vegetación interesante de cactáceas columnares (Eulychnia iquiquensis) cuyos troncos secos eran un excelente combustible junto a los talos de  algas marinas del género Lessonia   (L. nigrescens) que la resaca botaba a la orilla. En las cimas, entre los 800 y 900 m de altitud, crecían en primavera  algunos "pastos" (muy probablemente ejemplares de Stipa ichu o "paja brava",  como lo atestigua Francis O´Connor en 1825)  y pequeños grupos de animales (asnos y mulares) eran conducidos a las cimas para pastar por un par de meses.  Es decir, había recursos suficientes  para estadías breves.

(2)  Se alude claramente a un "puerto", es decir un lugar donde habitualmente llegan y recalan navíos. El "portus" latino (origen de la voz "puerto") es por definición el lugar de asilo o refugio de embarcaciones. Aquí era posible recalar y fondear los navíos, y por aquí ascendían las huellas de carretas que conducían  hacia Calama y Chiuchíu. La referencia de Lozano Machuca nos certifica que ya por entonces (fines del siglo XVI) Cobija era utilizada como "puerto" en esta costa del Pacífico.  Puertos de recalada no había sino en cuatro o cinco lugares a lo largo de esta costa pacífica del litoral de Antofagasta:   " El Paposo", Caleta " El Cobre", Mejillones, Cobija y "Puerto del Loa".  Pero la mayor cercanía  y proximidad para penetrar hacia los pueblos del interior de Atacama ("Atacama la Grande" y "Atacama la Chica")  estaba dada en Cobija. Por eso los navegantes suelen  recalar aquí, de paso hacia el Norte o hacia el  Sur.

(3)  ¿Quiénes son estos indios "uros"?. Sabemos bien por los cronistas tempranos que los "uros" eran  los habitantes que residían en "islas" artificiales del Lago Titicaca,  donde  vivían de la pesca. Al nombrar pues   el Factor de Potosí para sus lectores del altiplano, la palabra "uros",  de inmediato se daba a entender a cualquiera la presencia de pescadores. Aquí, por tanto, con la voz  "uros", no se ha querido designar a la conocida etnia o pueblo "uro", antiquísimo habitante del Titicaca  y del río Desaguadero, sino  se emplea  solamente como sinónimo de "pescador". Ahora bien,  que  el lugar de origen, muy lejano en el tiempo, de estos  changos o camanchacas costeros  pescadores-recolectores haya podido ser  el lago Titicaca, es una hipótesis difusa,  manejada antiguamente por algunos arqueólogos, pero  que de ninguna manera está probada.
Nombra Lozano un dato demográfico de alto interés al señalar  una población de "400 indios pescadores" presentes en toda esta "Ensenada de Atacama". Tal como lo señalamos en  nuestra Nota Nº  14 (más abajo),  somos de opinión de  que Lozano Machuca quiere dar a  entender que dicha población es la existente en toda la franja de  esta costa, de unos 111 km de extensión  (20 leguas),  y no en el estrecho sector contiguo al puerto de  Cobija. Algunos autores han pretendido que  ésta haya sido por entonces  la población de Cobija, lo que en realidad  resulta impensable. Ahora bien, estimar en 400 varones pescadores la población dispersa a lo largo de un grado geográfico  (110 km.)  esto es,  desde el sur del Loa hasta Morro Moreno y Mejillones, no parece exagerado. Creemos que este número no pretende para nada  representar la población total, sino sólo la de indios varones en edad de trabajo  (posibles "tributarios" de 18 a 50 años), los  que podrían eventualmente  ser reclutados -según Lozano-  para laborar en las minas que están junto a Cobija, a las que hace referencia.

(4)  Señala  Lozano Machuca que estos pescadores costeros no han sido "bautizados", con lo que se quiere decir que no habían recibido todavía la predicación del Evangelio y, por ende, no poseían todavía  ninguna "capilla" para el culto divino por esas fechas tempranas. La presencia de una  iglesia o capilla, de inmediato sugiere o más probablemente constituye una prueba tangible de la llegada,  sea  frecuente o esporádica, de sacerdotes a evangelizar el vecindario. Alcide  D´Orbigny  indica claramente que la  "capilla"  que el explícitamente nos señala en su visita del año 1832,  porta una fecha de erección  o terminación:  el año 1777.  Muy probablemente  hubo antes otra,  más modesta, tal como la hubo en la desembocadura del Loa.  La evangelización cristiana de los camanchacas de la zona  cercana a Cobija, dado su alto número de población,  debió realizarse casi con certeza en el curso del siglo XVII,  y  de seguro a partir del poblado de  Chíuchiu donde estaba establecido desde temprano el Curato de indios más cercano,  y cuyos registros parroquiales  señalan el bautizo de algunos  camanchacas y  pro-anches por esas fechas. Efectivamente, era el Cura de Chiuchíu el que aparece  visitando de vez en cuando  el puerto de Cobija  para administrar allí  los sacramentos a los convertidos, en particular el bautismo.

(5)  "ni sirven a nadie".  Esta frase puede tener al menos dos sentidos:  a) que no dependen de cacique alguno de la comarca interior de Atacama;  o b) que no están encomendados a ningún español por esas fechas. Tal vez,  se aplique aquí en ambos sentidos. Lo que estaría  señalando que estos  pescadores-recolectores  eran "libres" de toda "servidumbre" y, por tanto, podrían  ser en cualquier momento ser enganchados para servir en la mina cercana (que sospechamos fundadamente sea Gatico), como lo sugiere aquí Lozano.

(6)  Se señala  que "a los caciques de Atacama dan pescado en señal de reconocimiento".  Esta frase enigmática ha sido objeto de polémica entre los etnohistoriadores. ¿Estaban sujetos a los caciques de Atacama y daban en consecuencia pescado como una forma de  tributo?.  ¿Eran entonces tributarios de Atacama (seguramente "Atacama la Chica" o Chíuchíu)?. ¿ O, tal vez, era posible otra forma de reconocimiento?.  Sospechamos que sí.  Este "reconocimiento"  podría perfectamente entenderse como una forma muy concreta de retribución  o intercambio (trueque)  con las aldeas agrícolas del interior atacameño. Así, llevaban ellos mismos  o enviaban el guano  y el pescado seco o ahumado de su costa, sea  para  la agricultura de Chíuchíu sea  para su alimentación.

(7)  "Muy bruta"  en el sentido preciso de "incivilizada", o carente de "civilidad".  La voz "civilizado-a",  viene del latín  "civis"  que significa ciudadano o miembro de una ciudad ("civitas"), y apunta a la gente que vive en ciudades donde se practica,  ex hypothesi, una vida civilizada.

(8)  "de solo pescado".  Si bien el pescado  en todas sus  variedades era su alimento más abundante  y común, también  se alimentaban de otros productos del mar como algas (luche),  equinodermos, caracoles marinos, pulpos y cangrejos (jaibas).  Como lo dirán después claramente otros viajeros, también  comen maíz  tostado, y papas, productos que obtenían por canje con su charquecillo o pescado seco. La "pesca" en sentido lato, era su principal ocupación, pero también  incluía la caza marina de lobos, chungungos y aves marinas  (colecta de huevos). Podemos decir que su dieta alimenticia era,  probablemente, más variada que la de muchas familias pobres de los barrios de las grandes ciudades  y, ciertamente, mucho más rica en proteínas.

(9)  Sospechamos que se refiere a las vetas  de cobre explotadas desde temprano en Gatico, sitio que se hallaba  a muy poca distancia  (2-3 km) de Cobija, hacia el  Norte.

(10)  "Atacamas" o  "atacameños"  serán llamados los pobladores del interior siendo sus principales poblados  las dos aldeas denominadas Atacama, la Alta y la Baja, durante la  época de la Colonia. Esta etnia  conocida hoy como los lickan antai,  poseía su propia lengua el kunsa,  muy diferente del quechua y del aimara o del pukina, y perteneciente a una familia lingüística totalmente distinta.

(11)  Se consagra ya aquí  la fama de " regiones mineras" a  las actuales Regiones  de Antofagasta y Tarapacá, y a esta labor se dedicarán de preferencia los colonizadores españoles, desdeñando la agricultura y el pastoreo de animales.

(12)  El corsario británico Sir Francis Drake, en  1577,  fue el primero que se atrevió a  poner en jaque el dominio español en el Pacífico con sus incursiones  en diferentes puertos y  caletas. Coquimbo, Iquique y Arica, entre otros lugares,  conocerán de su increíble osadía  y audacia,  al apoderararse de navíos españoles  y su valioso cargamento, sobre todo de  plata  en barras producida en los minerales de Huantajaya y Potosí.  El relato del capellán del  barco insignia de Drake, Francis Fletcher,  nos ha dejado  el testimonio preciso de los sitios saqueados por Drake. entre los cuales no está citado, curiosamente,  Cobija. La referencia al sitio donde dio carena a su navío Drake, y que nos transmite Lozano Machuca en este texto,  no corresponde propiamente a la caleta de Cobija, sino a un sitio situado muy poco al sur de esta rada y que se conoce como isla Santa María, en la península de Mejillones. Cobija no era, en modo alguno,  un lugar apropiado para carenar un navío, (operación que requiere de varias semanas de actividad y que deja indefenso al navío),  pues recibía periódicamente  gente del interior la que de seguro le habría hostilizado en su labor. En diciembre de 1577,  con su barco ya carenado, entra el corsario a Iquique donde roba unas barras de plata a un español. Esperamos presentar próximamente  en este mismo Blog el relato completo en inglés y en castellano del capellán Fletcher, con notas alusivas nuestras,  lo que nos permitirá  ahondar en el análisis de algunos aspectos de la minería y de la arriería de esta  época  temprana  (fines del siglo XVI).

(13)  Que Cobija constituye un "buen puerto",  no puede dudarse pues  era la  única entrada más  rápida y directa hacia la altiplanicie de Bolivia y fue muy frecuentado entre los siglos XVI y XIX por los barcos a vela.. Por algo Francis O´Connor en 1825, al recibir la expresa comisión  por parte del mariscal Sucre de buscar el mejor puerto para  Bolivia,  decide  que  éste sea Cobija  y no Mejillones, que era el otro seguro candidato.

(14)  Veinte leguas comportan aproximadamente unos 111 km de longitud, esto es,  casi exactamente la extensión de un grado geográfico. La "ensenada de Atacama" pues, en la mente de Lozano Machuca,  era  una extensa franja costera bastante más amplia que la zona de desembarco inmediata a Cobija y su pequeña península pues,  al parecer, en nuestra opinión,   se extendía hasta cerca del río Loa por el Norte  y hasta Mejillones, por el Sur. Y en este sentido,  la Isla  "Santa María", en la península de Mejillones, quedaría englobada dentro de esta enorme y gigantesca "Ensenada". Y, en tal caso, Lozano habría tenido bastante razón al colocar  en el ámbito de esta "Ensenada" el escenario exacto de la carena del barco de Francis Drake. Porque la "Isla Santa María"  quedaría englobada dentro de este ámbito mayor:  "la ensenada de Atacama". Pensemos que la cartografía  náutica,  o sea la descripción mediante planos de estas tierras nuevas, estaba por entonces muy en pañales y era totalmente tentativa e imprecisa.. La presencia de la penínhsula de Mejillones como accidente geográfico significativo en  el litoral chileno, casi rectilíneo, hace perfectamente imaginable el que los  viajeros antiguos  vieran allí una  "ensenada".

(15)  Pedro Sande era un español  buen conocedor de vetas y de minas, pues es citado también  como poseedor de estacas en las minas de plata de Huantajaya, donde tuvo alguna actividad  a fines del siglo XVI.

(16)  Se hace aquí referencia, extrañamente,  a la presencia de "ámbar".(en latín: succinium)   Que sepamos, jamás ha sido encontrado ámbar en esta zona costera del desierto de Atacama; tampoco en América del Sur. En América sólo se le conoce de México, Nicaragua y República Dominicana. Es el ámbar   un producto de las resina fosilizada de ciertos árboles, máxime de las coníferas.  Probablemente, se trata aquí de alguna confusión del descriptor ante  la presencia común de cristales de cuarzo o tal vez,  de fragmentos de sílex,  materias primas  que tienen un lejano parecido al ámbar.  El sílex, de diversas coloraciones,   fue ampliamente utilizado por los indígenas para la confección de sus armas  (puntas de arpón, puntas de flecha, raspadores, cuchillos, etc.). Justamente en Cobija,  se halla gran profusión de lascas, fruto del desbaste de trozos de sílex para la fabricación de utensilios e instrumentos  por parte de los antiguos pescadores-recolectores que allí residieron durante  largo tiempo y  en gran número.









Comentando este temprano documento, podemos sacar las siguientes conclusiones en forma de notas:

1)

martes, 27 de noviembre de 2012

Cobija en diciembre de 1828: La notable descripción del francés Jacques Antoine Moerenhout.

Para solaz de los amantes de la historia,  la geografía y la antropología,  y traducido del francés, presentamos hoy el relato de la  visita del comerciante  Jacques Antoine Moerenhout al puerto de Cobija,  al Norte de la ciudad de Antofagasta (Chile) en el mes de diciembre de 1828.

De un particular interés, es su precisa descripción de la rada de Cobija, en la costa de Atacama,  y del modo de vida de sus residentes habituales, los indígenas  pescadores-recolectores denominados changos.


Ocasión de esta Descripción.

Poco conocida  por los investigadores y antropólogos es la valiosa descripción del puerto de Cobija hecha en 1828, por Jacques Antoine Moerenhout, comerciante francés que recorre las costas del Pacífico, cuando Cobija pertenecía a la hermana república de  Bolivia. Tal vez porque su notable obra  "Voyages aux iles du Grand Océan, contenant  des documents nouveaux  sur la Géographie Physique et Politique, la Langue, la Litterature, la Réligion, les Moeurs, les Usages et les Coutumes de leurs habitants; et des Considérations générales  sur leur commerce, leur historire et leur gouvernement, depuis le temps les plus reculés jusque´a nos jours"  (publicada en Paris chez Arthur Bertrand, en 1837),  no ha sido hasta ahora traducida al español.  Hacía muy poco - alrededor de un par de años  antes- que este puerto había sido abierto para el comercio internacional, luego de la decisión del Mariscal  Sucre de otorgarle  la prerrogativa de  ser el  puerto boliviano  sobre el Pacífico. Por Francis O´Connor, oficial británico al servicio de  Bolívar,  sabemos bien del interés demostrado por Sucre  por buscar   el mejor lugar para establecer un puerto desde donde poder comerciar  con todas las naciones del globo. O´Connor, con esta comisión, recorrerá palmo a palmo el litoral norte en la zona costera desértica perteneciente entonces a Bolivia y  finalmente recomienda a Cobija como el puerto ideal, a pesar de su esterilidad y  falta de recursos.

El aporte de Bente Bittmann.

Entre los pocos investigadores que mejor partido han sabido sacar de esta rica veta informativa, está la arqueóloga danesa Bente Bittmann, quien en el año 1976-1977  publicó el trabajo:  "Notas sobre poblaciones de la costa del Norte Grande chileno", como parte de un Seminario de Perfeccionamiento del Profesorado en la ciudad de Antofagasta, (referencia a la presencia del viajero en Cobija,  en  pág. 81), y poco después  en su trabajo: "El surgimiento, desarrollo, decadencia y abandono de Cobija-La Mar: Notas históricas", artículo incluído  en: la obra:  Cobija: Proyecto de inverstigaciones interdisciplinarias en  la costa  centro sur andina (Chile)", Universidad del Norte, Sede Antofagasta,  Vol I:  1980: 63-119, Antofagasta. Nadie, que sepamos, ha ofrecido, sin embargo,  una traducción fiel del texto francés íntegro, con notas complementarias de carácter eco-antropológico,   como lo hemos intentado hacer aquí. Fuera de Bente Bittmann  que supo exprimir su contenido antropológico,  he observado que  no pocos autores lo citan muy a la pasada, pero no le sacan el provecho que su descripción merece, propia de un testigo presencial.


Obra de un testigo presencial.

Dado el escaso conocimiento de este temprano testimonio que hemos notado por parte de no pocos de los escritores que se han referido a los pobladores changos del norte chileno actual, nos ha parecido oportuno presentar aquí, para  nuestros lectores,  una traducción  nuestra del texto pertinente, acompañada de notas explicativas, como ha sido siempre nuestra costumbre. Aunque el viajero y comerciante describe minuciosamente numerosos puertos  donde arriba,  nos circunscribiremos  en esta ocasión  tan sólo  a lo que el autor nos dice sobre la zona de la rada de Cobija donde permanece por unos cuantos días.  Creemos que en varios aspectos la fina y detallada narración de Moerenhout, obra de un importante e ilustrado testigo presencial, nos  aporta  valiosas referencias sobre el modo de vida y costumbres de  los  pescadores-recolectores changos,  pobladores autóctonos de la costa norte,  en una época en que aún su población era relativamente numerosa - tal vez como lo fue siempre antes- , inmediatamente antes del notable desarrollo comercial que vivió durante algunas décadas  y  varios decenios antes del desastre poblacional desatado por el terrible terremoto y maremoto sufrido en el año 1868  y la ulterior epidemia de fiebre amarilla  que diezmó su población indígena en el año  1869  hasta  aniquilarla por completo. Muy poco después,  en 1875, con motivo de la visita del alemán Adolf  Bastien, ya no se encuentra población indígena residente allí. O ésta emigró huyendo del desastre, o fue  totalmente aniquilada por la epidemia,   como comúnmente se sostiene hoy.

Un testimonio anterior al del científico francés  Alcide  D´Orbigny.

El testimonio de Moerenhout es  muy poco anterior en el tiempo al que nos trae  el gran viajero y científico francés Alcide  D´Orbigny  (1802-1857) quien  también recalara en Cobija en el año 1832 y recogiera igualmente valiosos testimonios sobre el género de vida, costumbres  y características físicas de estos pescadores. (D´Orbigny,  L´Homme américain, Paris, 1839).  Si bien Moerenhout no posee la talla científica y el prestigio académico de que ya gozaba  D´Orbigny, a pesar de su gran juventud (en efecto, tiene D´Orbigny apenas 24 años cuando  se embarca hacia Chile), es un observador acucioso y  un excelente escritor que se toma la molestia de llevar un detallado diario de a bordo en sus viajes  partiendo de Chile hacia el oriente. Pocas cosas escapan, en realidad,  a su ojo avizor. Entre todos los descriptores de esta extraña y etnia costera, es Moerenhout el único que se refiere a su música y a su carácter. Nuestro marcado  interés por estudiar desde hace años  la etnia de los changos y su evolución a través del tiempo,  hubiera tal vez exigido de él  mucho  más información de detalle sobre sus chozas de cueros del lobos marinos y su factura, sus utensilios y vajilla, su indumentaria, su instrumental de pesca y caza, sus relaciones con otros grupos del interior,  sus hábitos sociales o su lengua. Pero lo que el viajero nos aporta en esta descripción arroja luces valiosas  sobre su forma de asentamiento,su alimentación, el aspecto de sus chozas de cueros de lobos marinos, sus embarcaciones y  su música.

Esbozo de su biografía.
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Moerenhout posee gran interés para Chile y sus costas. Nacido en 1797 en el pueblo de Ekeren (hoy Bélgica; entonces, Francia)) en 1796 va a estudiar  pintura a París.  A los 30 años de edad, ansioso por conocer pueblos  exóticos y lejanos,  viaja a Chile y  es por un tiempo secretario del Cónsul francés en Valparaíso. Desde Valparaíso y con el afán de conocer y descubrir nuevas islas, realiza 3 viajes a la Polinesia (Tahiti y su archipiélago) en  un pequeño bergantín a vela llamado "Volador" donde realiza varios valiosos descubrimientos de atolones e islas deshabitada, algunas de las cuales portan hoy su nombre.

  El primer viaje  tiene lugar a fines de 1828; el segundo, en 1830  pasando por Isla de Pascua. En  1833 se casa con una chilena  en Valparaiso la que cinco años después, muere. En Enero de 1834 parte nuevamente a Tahiti   donde se queda a residir por un buen tiempo. En 1845 le veremos en Monterrey, México  como Cónsul de Francia  y en los Estados Unidos. Muere el 11 de julio de 1879. El relato que  aquí traemos  a colación, en traducción propia,  data del primer viaje, iniciado a  fines de 1828. De ahí su valía como testimonio temprano.

Sus trabajos, aventuras  y descubrimientos en la Polinesia francesa han sido magistralmente estudiados por Paul de Deckker en su obra: Jacques Antoine Moerenhout, 1797-1879,  Ethnologue et Consul, Papeete, 1997.


Nuestra traducción.

Presentamos aquí nuestra traducción del francés del texto referido a Cobija. Ésta presenta algunos leves cambios a la puntuación original, algo engorrosa,  y agrega, entre paréntesis, algunas palabras explicativas  nuestras para una mejor intelección del texto original. Hemos querido  aportar,  igualmente, en algunas ocasiones  y entre corchetes, la  exacta expresión francesa usada por el autor, por si algún lector  necesita conocer  la palabra original  francesa utilizada en el texto.



Párrafo 2.
Cobija.


                                    Página  10 [la partida]

“En mi primera partida desde Chile (1),  me embarqué en una goleta de ciento ochenta toneladas, que medía  86 pies de largo por veintiséis de ancho (2), /

                                   Página 11   [llegada a Cobija]

“Una verdadera cáscara de nuez, cuyo casco  apenas [aparecía] fuera del agua,  era tan bajo que infundía miedo, mientras que su arboladura  parecía querer tocar las nubes; un delicado velero [agitándose] siempre, tanto por encima como por debajo de las olas  y muy digno de su nombre  de “Volador” ( ave voladora).  Pasé entonces por Cobija, puerto de Bolivia, que  acaba de ser abierto (3) [al comercio]  y  de todos  los lugares del universo [que conocí]  era  por entonces el más triste y el más desagradable; pero como  este lugar merece que de él se diga unas palabras, voy a extractar del Diario de mi primer viaje a las islas oceánicas (4) algunas observaciones  acerca de lo que era [Cobija]  en aquella época.

Extracto de mi Diario  (1828).

10 de diciembre.- “En calma desde de las seis de la mañana; descubrimos tierra  hacia las siete a una distancia de alrededor de 10 a 12 millas, y teníamos  [a la vista] por el Sur y por el Este la  montaña llamada  Megillones  (5).”

11 de diciembre.- “Al día siguiente, 11 de diciembre, al abrir del día,  estábamos cerca de la costa,  aproximadamente a  unas cinco o seis millas de Cobija (6), y teníamos [a la vista] por  al Sur y al  Este  la bahía de Megillones, a una distancia de cerca de veinticinco millas  (7)

“La bahía de Megillones, situada  a los 23º de lat. Sur y 70º 30´de long. Weste es una de las más bellas y mejores del mundo. Su extensión es tal que desde  la entrada, se podía distinguir  las edificaciones salpicadas [por el oleaje]  a su extremo opuesto. Y  por todas partes  ellas /

                                  Página 12  [Descripción de Cobija] 

podrían  sentirse  en seguridad; por desgracia,  su situación en un país árido, y la falta total de agua dulce,  vuelven [esta bahía]  totalmente inútil.  En efecto,  los cerros que la circundan son enteramente estériles y del aspecto más triste (8). Y todo el interior [de la comarca],   a cincuenta millas a la redonda,  no es más que un espantoso desierto en el que  no se encuentra  ni agua ni el menor indicio de vegetación.

“El mismo día 11 de diciembre quedamos en calma hasta cerca de las tres de la tarde. Entonces, habiéndose levantado una leve brisa, distinguimos de inmediato el  pabellón blanco que los habitantes de Cobija hacen ondear sobre una punta rocosa que abriga el puerto contra el viento del sur. A las cinco de la tarde echábamos el ancla en el puerto,  o mejor dicho, en la rada de Cobija”.

“Cobija está situada a los 22º de lat.  Sur y 72º 32´de long. Weste  (9). El puerto no tiene apariencia alguna.  Y haciendo tierra hacia el Sur, como por precaución lo hacen todos los navíos, sería imposible reconocerlo, si no fuera por el pabellón blanco  del que he hablado, y que se puede divisar desde bastante lejos. El gobierno español había puesto los ojos, a lo que parece desde hacía bastante tiempo,  sobre Cobija. Cuatro o cinco árboles, que son los únicos que  yo he visto en toda esta triste costa, atestiguan  que ella  ha sido antiguamente habitada por europeos (10). Sin embargo, desanimados por las dificultades  para [poder]  vivir allí,  no tardaron en abandonarla. Y no quedan allí  [hoy día] más que algunos  desgraciados Indios que /

                                Página 13  [El puerto de Cobija: su historia reciente]

 viven  allí de su pesca y parecen  haber sido sus  únicos habitantes estables (11).

“En 1825, el gobierno de Bolivia, anhelando tener un puerto  en el mar  [para poder]  recibir directamente las mercaderías extranjeras por las cuales pagaba a sus vecinos  derechos exorbitantes, (lo que la dejaba siempre a merced del Bajo Perú, o de la República Argentina), pensó nuevamente en [habilitar] Cobija,  y decretó su apertura como puerto de mar de la República de Bolivia.  A fin de  acreditarlo y atraer hacia él  los navíos [visitantes],  se contentó con [exigir] un derecho de aduana  de sólo el  10%  sobre cualquier tipo de mercaderías. Un rico comerciante [de apellido] Cotera (12) hizo todo lo imaginable  para asegurar su desarrollo: construyó edificios y  estableció el tráfico de mulas para el transporte de las mercaderías  desde el puerto hacia el interior. Pero, a pesar de sus esfuerzos, el puerto apenas si avanza. El triste estado del gobierno [en Bolivia],  las revoluciones  que ha debido sufrir,  hasta ahora  han dejado a este ilustre patriota luchando solo contra mil dificultades , sin haber podido siquiera obtener [de su gobierno] el establecimiento de un correo regular [hacia el interior]”.

“ La bahía, o mejor la rada de Cobija,  posee un buen fondeadero, donde nunca se experimentan los fuertes golpes de vientos del Norte; de tal modo que los embarcaciones se encuentran allí seguras  (13). Tampoco hay que temer las molestias propias de la aduana; porque no hay derechos de puerto que pagar. Se puede descargar la mercadería en el momento [mismo] de la llegada y abandonar el puerto cuando se desea, sin tener que cumplir ninguna [clase de] formalidad.  Y así, /

                               Página 14  [El paisaje físico y el clima] 

al menos desde esta perspectiva, Cobija  es superior a todos los puertos del mundo. Allí el  clima es bueno, pues,  a pesar de su posición tropical, el calor  no es mayormente significativo sino  por espacio de dos o tres horas al día. Una fresca brisa  del Sur  se levanta regularmente  hacia las diez u once de la mañana y, generalmente, las tardes y las noches son refrescadas por los vientos  de tierra (14). El agua, según se dice, es aquí saludable, aunque un poco salina, pero su aspecto es espantoso (15). Montañas  peladas, de matices azules y rojizos, arenas…; ni el menor verdor. Jamás llueve y rara vez  {se observa] rocío  y,  frecuentemente, [se experimenta aquí] temblores  espantables.”

12 de diciembre.- “Descendí del barco con el capitán para  hacer una visita al gobernador, que había venido a bordo  inmediatamente después de  nuestro arribo, en su triple calidad de administrador, de verificador [contralor]   y de vigilante de la Aduana (16). Nos dirigimos a su casa. Nos muestra una barraca de madera, pequeña y de un aspecto triste.  Hallamos  a Su Excelencia escribiendo  sobre una mala mesa, que  formaba parte de un mobiliario  constituido por  la misma mesa, dos sillas,  una cómoda y una cama.  Nos recibió bien.  Es un hombre amable e instruido, que habla pasablemente  el francés y el inglés, además del español, su lengua materna”.
“Desde allí nos fuimos a pasear por Cobija, [vecindario] compuesto por unas  veinte a treinta casas, de las cuales la de mejor aspecto es la del Sr. Alcala, agente y /

                               Página 15  [Chozas de los changos, su cultura  y sus balsas] 

socio de la casa Cotera (17). Prosiguiendo nuestro paseo por la orilla [rivage] y un poco fuera ya de lo que se puede llamar Cobija, encontramos numerosas familias indígenas (18), que por  toda habitación poseían unos cueros de perro marino [des cuirs de chien de mer] (19) extendidos sobre cuatro estacas. Era ésta la primera vez que yo veía un hombre  en un estado cercano a aquél que se llama “estado de naturaleza”  y debo confesar que mi primera impresión no fue favorable. Una de las familias estaba compuesta de dos hombres de edad mediana, dos mujeres y varios niños, todos recostados en la misma choza [hutte] (20). Sin otro camastro que dos  malos cobertores [sans autre literie que deux mauvaises couvertures]  Su alimento se compone de un poco de maíz tostado, [maïs torrefié]   de pescado seco (21)  y de coca, [que es la] hoja  de un arbusto que crece en el interior del Alto Perú.   La pesca es su principal por no decir su única ocupación. Su modo de proceder en ella da lugar a admirar lo que puede  hacer la industriosidad humana, aguijoneada por la necesidad. Como falta la madera [en su hábitat], ellos poseen la habilidad de construir embarcaciones con los cueros de los perros de mar [chiens de mer]. Primeramente, ellos cosen dos de estos cueros  juntos, disponiéndolos de manera tal que  puedan contener allí  dentro el aire que ellos introducen mediante insuflación,  por intermedio de una pequeña boquilla  a la cual han adaptado, para ese propósito, una tripa del mismo animal. Estos cueros,  bien inflados de este modo,  los llenan enteramente, los unen [ambos] y los conducen al mar, instalándose  arriba de ellos, premunidos de un remo largo  [d´une longue pagaye] que ellos /

                                    Página 16  [Limitantes de su vida: alimentación, uso de la coca] 

 maniobran con las dos manos. D este modo navegan con frecuencia con estas embarcaciones treinta y cuarenta leguas,  a lo largo de la costa. Los indios llaman  balsa a estos tipos de embarcaciones”(22).

“Nada es más limitado que las necesidades de este pueblo que parece [hallarse] feliz  en su triste  situación, puesto que nunca  toma la decisión [il ne forme jamais le veux]  de salir de ella y mejorar su situación, en circunstancias de que podría hacerlo sin mayor dificultad (23). Tales son, por ejemplo, los habitantes de Calma [sic por Calama] primera población indígena [situada] hacia el interior,  a  unas cuarenta leguas  de Cobija (24). Este lugar es susceptible de cultivo [culture]  y los habitantes podrían, en las circunstancias actuales,  sacar el mejor partido de su situación geográfica. Pero nada hacen al respecto y viven miserablemente y  tal vez  aún más miserablemente que los habitantes de la costa árida (25). Su alimento, hecha abstracción del pescado  que poseen en abundancia los habitantes  del litoral, es absolutamente el mismo que el suyo, componiéndose de un poco de maíz  tostado, de la hoja llamada coca, y a veces, de una pequeña cantidad de leche (26). Lo que resulta inconcebible es que llevan su indiferencia  hasta [el grado de] no querer aprovecharse de modo alguno de la permanencia de los comerciantes que  se ven forzados a permanecer entre ellos, rehusando incluso venderles el sobrante de leche que ellos  consumen (27).  Esta observación es [también] aplicable a la población de Atacama  (28), que se encuentra a una distancia de 20 leguas en el interior (29), y de la cual estos desiertos han tomado el nombre (30). Uno siente  que la apatía de estos pueblos  no deja /

                               Página 17  [Los comerciantes del lugar;  primera  experiencia  con los changos]

de complicar las dificultades de transporte hacia el interior, que ya son [de por sí] tan grandes”.
“Habiéndonos invitado el Sr. Alcala a cenar, permanecimos en tierra. El había reunido en su casa a todos los notables de Cobija, es decir cinco o seis  mercaderes españoles. La mesa estaba abundantemente surtida de buenos vinos, de carnes [mets] de todo tipo, y sobre todo, de pescado. El pescado es excelente en Cobija pero yo no pude ni siquiera tocar lo que ellos llaman “carne fresca”, traída por un navío que ya había partido hacía varios días. En la tarde, los invitados iban a hacer visitas. Yo prefería  pasear, y me dirigí del lado de las habitaciones de los Indios donde yo creía escuchar música (31). Al acercarme, ya no escuché más, y creí haberme equivocado. Era una de esas bellas y frescas noches de los  trópicos. Me senté sobre una piedra bastante cerca de las chozas indígenas [huttes indigènes], (32)  las que yo podía distinguir a la débil claridad de la luna. La soledad de este lugar, el profundo silencio que allí reinaba, sólo interrumpido por el  ruido de las olas del mar, que se quebraban incesantemente sobre los roqueríos que bordean por todas partes la playa; el aspecto de estas miserables chozas, arrojadas en  medio del desierto; mi propia situación,  lejos de mi patria y de mi familia, y de todos los objetos  de mi afecto  y a punto de emprender una viaje de los más peligrosos; todo [esto] disponía mi alma a la melancolía que muy luego  me conducía a la ternura. En ese momento, /

                                   Página 18  [ sus cantos en medio de su miseria]

los Indios de las chozas  entonaron, acompañándose de la guitarra (33), un canto a varias voces, triste y patético, cuyo efecto sobre mí fue tal que yo en vano trataría de explicarlo o describirlo, y que pocos de mis lectores  podrían imaginarse o aún describir. ¿De dónde viene el que los cantos de los Indios son siempre y en todo el Perú, lánguidos y tristes?. ¿De dónde viene el que estos hombres tan dulces y tan pacíficos muestren e inspiren siempre la melancolía?. ¿Será esto a consecuencia de su triste posición, un recuerdo tradicional  de lo que han sufrido bajo sus crueles conquistadores?. Y la nación entera (34), ¿tendría todavía conciencia de esta estado de envilecimiento y de desgracia  en el que  ha caído?. No lo sabemos. Y tal vez  no se podrá nunca resolver estos interrogantes de una manera satisfactoria. Un hecho incontestable, sin embargo, es el hecho de que ellos  gustan de vivir entre ellos, alejándose de los extranjeros; son inclinados a la tristeza  cantan su infortunio y su esclavitud, y cuando se les ha visto a menudo en momentos de embriaguez entrar como en un furor al la escuchar ciertos cantos conmemorativos de su esplendor eclipsado. Exaltación  [que] más de alguna vez [ha sido] funesta para los extranjeros que por entonces se encontraban entre ellos”.

“Pronto se me juntó el capitán  y los otros compañeros de mesa, a los que la música de los Indios había [igualmente] atraído como a mí, cerca de las chozas. Su regreso me arrancaba  [repentinamente] de una ensoñación que no dejaba de tener su encanto. Pero yo no era el único de la compañía  al que habían impresionado los acentos plañideros /

                                    Página 19  [ Pobres, pero libres de vicios. Progreso actual. de Cobija]

de los pobres Indios.  “Pueblo extraño – dice uno de los invitados que  había hecho muchos viajes  por el todo el interior del Perú…--, ¡siempre y por todas partes lo mismo!. Salvo la nueva religión impuesta a sus antepasados por el despotismo de sus tiranos, nade ha cambiado para él. Sus costumbres son todavía,  más o menos, lo que ellas eran al momento del descubrimiento. Y, cosa notable,  estando en medio de europeos, es entre los pueblos de la América, el único  que ha sabido conservar su frugalidad  preservándose de casi todos nuestros vicios, libre incluso de la vergüenza de la embriaguez, pues ellos no se embriagan sino raras veces en los días solemnes [de sus fiestas]” (35).
“He dado a conocer Cobija tal y como era en diciembre del año 1828, cuando contaba de cincuenta a cien habitantes, a lo más  (comptant cinquante á cent habitans au plus); (36).  Ha cambiado mucho después. Hoy día  (37) es  un lugar de comercio considerable, en el que muchas casas [comerciales] de Valparaíso tienen [aquí] sus contadores y agentes; y aún [hoy] después de Valparaíso, es una de las escalas de estos mares más frecuentemente visitadas por los navíos mercantes”. (traducción directa de la obra en  francés, Tomo I, pp. 10-19).


Notas nuestras


(1)  Tres viajes a la Polinesia realiza Moerenhout desde Valparaíso  (Chile), esto es en 1828, 1830  y 1834. La descripción que aquí se incluye   pertenece, en gran parte,  al primer viaje,  iniciado a fines de diciembre del año 1828.

(2) El barco velero medía,  traducido en  metros, el equivalente a  26,21 m. de eslora (largo total de proa a popa)  y 7,92 m. de manga ( o ancho máximo). Con razón Moerenhout le llama sarcásticamente:  "una cáscara de  nuez".

(3) Cobija durante toda la época colonial perteneció al Alto Perú (Audiencia de Charcas) y fue administrada   a través de Potosí. Si bien era  lugar recalada esporádica  de los barcos que surcaban el Pacífico, se prefería el puerto de Arica como puerta de ingreso hacia Bolivia, por la gran cantidad de recursos agrícolas y agua de que ésta disponía y  de los cuales Cobija carecía por completo.    Fue habilitado oficialmente  como "puerto" por el mariscal Bolívar  el 28 de diciembre del año  1825  y denominado entonces "Puerto Lamar", en honor al general  de la Independencia don José Lamar,   tras las prolijas exploraciones costeras realizadas por Francis Burdett O´Connor. (Consulte el artículo. "Reconocimiento del  litoral de Atacama en 1826", Revista Chilena de Historia y Geografía, Santiago, Tomo LVIII (62)  267-285).

(4) Se trata de su primer viaje a las islas de la Polinesia  francesa (Tahiti) época en que realiza varios descubrimientos   y hace contacto con los isleños.  Tanto se aficiona a estos lugares que terminarás por quedarse un buen tiempo en Tahiti, como Cónsul de Francia.

(5)  Se trata de la cadena de cerros de la Península de Mejillones, coronada por  la cumbre de Cerro Moreno,  con  1.350 m. de altitud  s.n.m. Aquí  desde los 700 m a los 950 m. existe un potente oasis de niebla, tal vez el más potente de todo el norte chileno,  con presencia de un verdadero bosque tupido de la cactácea Eulychnia  iquiquensis y otras especies vegetales y numerosas especies de líquenes. El 15 de Abril del año 2010, fue declarado Parque Nacional con el nombre de "Parque Nacional Morro Moreno".

(6)  Una milla marina  comporta  hoy, por acuerdo internacional logrado en el año  1929,   1.852 m. Al  ser Moerenhout de origen francés, es probable que haya querido referirse a la milla francesa, que difería algún tanto. En todo caso,   estaba  en ese momento aproximadamente entre  9  y  11 km de distancia de Cobija.

(7)  De Mejillones distaban en ese instante,  por lo tanto,  unos 46 km.

(8)  Su fuerte impresión sobre la esterilidad del lugar fue compartida en 1832 por el científico viajero Alcide D´Orbigny quien dice de Cobija el día mismo de su recalada: "Al recorrer con los ojos la campaña de Cobija, me sentí profundamente entristecido, buscando inútilmente rastros de vegetación. La naturaleza [allí] parecía estar de duelo... y experimenté el doble temor de no hallar nada  pintoresco en esta tierra ingrata y ver defraudadas por completo mis esperanzas de {[hacer] descubrimientos". (En  Alcide D´Orbigny, 1958. Viajes por Bolivia, Ministerio de Educación y Bellas Artes, la Paz, 31-32).

(9)  La latitud de Cobija es, según el diccionario de don Luis Riso Patrón:  22º 33´ Sur  y 70º 16´ Weste. El error manifiesto está en la latitud del lugar  el que ubica,  curiosamente, aproximadamente  en la latitud de Iquique.

(10) D´Orbigny reseña explícitamente la existencia de sólo nueve árboles en el puerto, los  que enumera: "tres palmeras, una bastante alta,  de la misma especie que las de Chile, dos higueras, un sauce y una especie de Acacia".  (Ibid. 1958: 17). La palmas que encuentra allí el sabio francés, pues,  eran de la especie Araucaria  araucana (Mol) K. Koch , endémica de Chile central, las mismas que el viajero vio con sus ojos crecer en forma natural  en las laderas de cerros próximas a  Valparaíso.

(11)  Nos indica el viajero que  los indígenas habitantes de Cobija constituyen  "su población estable". Aunque no les nombre por su denominación étnica corriente como  "camanchacas" o "changos", sabemos a ciencia cierta que se refiere a ellos. Fuera de la población indígena autóctona, el  resto de sus habitantes eran comerciantes  transeúntes,  que iban y venían del interior (Chíuchiu  y la aldea atacameña de Atacama la Baja, o San Pedro). Solo un par de autoridades  permanecían de continuo en el puerto.  Este dato es valioso, por cuanto si bien los varones indígenas salían a pescar en sus balsas, por días y días, recorriendo la costa, volvían pronto a su campamento-base: Cobija, donde habían dejado a sus mujeres e hijos. En su ausencia, las mujeres y los niños  mariscaban diariamente  en la orilla, aprovechando la bajamar, colectando moluscos de diverso tipo, muy abundantes en su época (choritos, choro-zapatos, cholgas, almejas, navajuelas, tacas, etc.), caracoles de varios  géneros  (locate, entre ellos),  y algas comestibles. Durante sus días de su ausencia, los pescadores secaban y salaban el pescado que cogían mar adentro (sobre todo el tollo y el congrio),  en cualquier desembarcadero o caleta, convirtiéndolo en el  codiciado "charquecillo", con el que después comerciaban con las provincias interiores o lo utilizaban como alimento seco.  Por eso encontramos aún hoy,  a orilla de playa,  lugares más elevados cubiertos de cenizas antiguas, donde efectuaron la quema de huiros para secar y/o ahumar el producto de su pesca.

(12)   No nos ha sido posible todavía identificar con precisión a este comerciante español  ni el género de actividad comercial a que se dedicaba en este lugar  tan  alejado del mundo.

(13)  No tan seguras; según nos informaban hace unos pocos años  (2002)  buzos  habitantes del lugar; pues  hay varios barcos hundidos en la rada, incluyendo barcos españoles de la época colonial de los cuales han rescatado botijas, vajilla vidriada y otros elementos suntuarios.

(14)  Los vientos que soplan de tierra a mar suelen denominarse "terral" y son  exactamente los opuestos a los predominantes vientos alisios que soplan del Sur y Surweste, y son portadores de la benéfica niebla o camanchaca costera. (Vea nuestro capítulo sobre nuestra ascensión a los cerros de Cobija, en el año 2002,  en este mismo Blog).

(15) Tres vertientes o aguadas reconocen los habitantes de la caleta hoy día. Una, la de "las Cañas",  se halla quebrada adentro, hacia los 160-180 m. de altitud. La otra,  se halla en la terraza litoral, donde  estaban los árboles que  citan  tanto D ´Orbigny  como Moerenhout y que persiste hasta hoy;  la tercera,  se halla en la primera terraza marina, al pie de algunas casas actuales, donde todavía se puede ver algunas cañas vivas de cañaveral  (Phragmites communis). Todas ellas  de escaso caudal.

(16)  Ya señalaba Moerenhout que de "aduana" tenía muy poco, pues por entonces  había  en la práctica  total libertad de  embarque y desembarque, excepto por  una  breve inspección del administrador.

(17)  Tampoco tenemos mayores referencias sobre la vida y actividad de este señor de apellido  Alcalá, seguramente  otro comerciante español al igual  que  Cotera.

(18)  Moerenhout señala la presencia en Cobija de "numerosas familias indígenas" residentes allí formando una verdadera aldea  desordenada, de chozas hechas de cueros de lobos marinos, algo alejadas hacia el Norte (?) de la población europea blanca. ¿Cuántas chozas se veían en el lugar?; ¿Cuántas familias eran?;. ¿Cómo poder apreciar el  número de población aproximado?.  Más arriba, el viajero apunta que sus habitantes estables eran  "algunos desgraciados indios".  La única aproximación de que disponemos y que brota directamente del relato de Moerenhout es  el número de  personas que componían una sola choza: esto es,  4 adultos  (dos hombres y dos mujeres y numerosos niños). Al parecer, dos familias completas. Supongamos que los niños eran  unos 6 a 8 (tres o cuatro por cada familia) y llegamos  así a un total aproximado de 10 personas en esta sola choza. Imaginemos que este número fue excepcional y que la mayoría de las chozas  tenía de una población algo menor.  Se alude a muchas chozas. Si imaginamos unas veinte chozas dispersas pero  muy próximas unas de otras, llegaríamos fácilmente al número mínimo total de unas  150-160 personas (cinco a ocho habitantes como término medio por choza).  Lo que viene a confirmar  lo que nos dice D´Orbigny en su relato: "vi.... muchas cabañas de los pescadores  indígenas".  D´Orbigny acota, además,  que sus familias son "....a menudo numerosas".  Una familia numerosa, en aquella época debió estar constituida, además de los padres,  al menos por 5-6 hijos. La presencia de unas 20 chozas de pescadores  nos elevaría  así  el número de población posible  entre  150 y  160 personas. Pero este cálculo es  obviamente  muy estimativo  y presupone ciertas premisas: como el que todas las chozas fueran ocupadas aproximadamente por el mismo número de personas, lo que es mera hipótesis. Lo que sí es evidente, es que la población es considerada numerosa por todos los testigos de esa época.

(19)   Las chozas estaban hechas de cueros de "perros marinos". Evidente confusión,  por "lobos marinos". Otros autores los denominarán "focas". Se trata evidentemente de la especie Otaria flavescens, el lobo común de las costas chilenas  y peruanas   también conocido como  "lobo de un pelo".

(20)  Estas "chozas" [huttes] confeccionadas  de varias pieles de lobos marinos secas extendidas  y a poca distancia sobre el suelo eran  prendidas a estacas y, probablemente - como lo muestra la arqueología  en esa zona norte-, estaban rodeadas por una fila de piedras empotradas en tierra, para  impedir y/o frenar  el paso del viento. Es muy probable que el indígena  chango, antes de instalar  los tres o cuatro cueros   secos, extendidos semejando un toldo curvo, haya  practicado una pequeña excavación en la arena, quedando  en consecuencia  el piso de la frágil vivienda,  algo por debajo de la superficie adyacente (piso semi-subterráneo). Inicialmente, recién hechas,  estas chozas debieron tener la forma de un domo bajo y arqueado, sostenido interiormente por  palos secos de cardones (cactus del género Eulychnia sp.) , o- como algún cronista lo señala- por costillas de ballenas. Eran, a lo que creemos,  alargadas más que cilíndricas, y  sumamente bajas de suerte que para entrar a ellas había que gatear. Tal vez su altura máxima en su parte central no superaba los 1.30-1.40 m.

 Esta vivienda, tan precaria,  era estrictamente ocupada para dormir, pues todas las funciones domésticas  de trabajo, crianza, alimentación, o recreación debieron realizarse en el  espacio contiguo exterior, donde estaba el fogón. No tenían ni mesas ni sillas, a lo más,  una o dos vértebras de cetáceos  como asiento. Estas vértebras  poseen una altura media  de  30 a 40 cm de alto,  y constituyen excelentes pisos  para sentarse. Estamos casi seguros que el fogón  -a diferencia de la ruca mapuche- nunca se hacía dentro de las chozas por el peligro de incendio, tan bajas era éstas.  No tenían  muebles de ninguna clase, no pocos elementos (como su vajilla de arcilla cocida), seguramente colgaban directamente del  cuero de la techumbre o de las estacas interiores.  Sabemos por los relatos de otros autores que estas viviendas se desarmaban fácilmente y los cueros que formaban  la techumbre eran llevados en sus balsas, para levantarlos y  hacer morada transitoria  en cualquier otra caleta durante los días de su estancia.

(21)  El maíz no lo producían ellos in situ sino era  trocado por sus productos del mar en sus expediciones al interior. El pescado seco que aquí se nombra era el famoso "charquecillo" que   constituía para ellos una verdadera  "moneda de cambio" con las aldeas agrícolas  del Salar de Atacama o de los afluentes del río Loa.

(22)  Las famosas balsas de cuero de lobos marinos cosidos  a que se hace aquí referencia, fueron  ya certera y tempranamente descritas por el cronista -soldado Gerónimo de Bibar, en su famosa Crónica y Relación copiosa del Reyno de Chile, impresa en  Sevilla en 1558. Pero la descripción de Moerenhout es  precisa en lo que se refiere al  tipo de remo usado  y la técnica de manufactura.

(23). No sopesa para nada el viajero el hecho de que estas poblaciones  de cultura totalmente dependiente del mar,  tienen escaso o nulo interés en cambiar de vida  o "progresar", pues tienen de por sí todo lo estrictamente necesario para sobrevivir en ese medio geográfico: agua, combustible y alimento. No necesitan más. La creación de "otras necesidades" (no pocas de ellas, ficticias) ha sido fruto del desarrollo. Ellos no lo han conocido, palpado  ni tampoco apetecido. Viven bien con lo que el mar les ofrece sin mucho esfuerzo. ¿Para qué tener más, podrían haber dicho?.

(24)   Sitúa la aldea de Calama  a "cuarenta leguas" de distancia aproximada de Cobija ,  lo que  hace  unos
178 km.  La legua francesa como  medida itineraria (o sea,  el espacio se podía cabalgar en una hora de camino) comportaba 4,44 km.,  siendo bastante más corta que la legua castellana, que se estimaba en  5,57 km.  Cobija dista hoy de Calama por carretera,  .---- km.

(25)  El alimento de los indígenas atacameños que viven en la aldea de Calama  por entonces, según Moerenhout,   incluía  además de maíz tostado,  algo de leche. Como la llama  (Lama glama) y alpaca (Lama pacos)  normalmente  no fueron  un "animal lechero" es decir,  un  productor de leche  para consumo humano, concluimos  que aquí se alude claramente a leche de cabras o de ovejas (o ambas),  cuyos pequeños rebaños hacían pastar en  las ciénagas contiguas al río Loa. El viajero no nos describe la aldehuela de Calama, por desgracia para nosotros, pero es obvio que la visitó y pasó por allí en su desplazamiento hacia el interior. Tiene que haber visto a sus habitantes,, sus chozas y sus costumbres,  de todo lo cual  se expresa en forma  tan negativa. ("viven miserablemente").

(26)  Si vivían tan estrechamente, como lo señala,  parece bastante lógico que no quisieran vender parte de su escasa producción.  Porque ésta  no constituía para ellos un surplus alimenticio fácilmente transable, sino algo estrictamente necesario para vivir. Lo mismo señalará el viajero alemán Rodulfo Amando Philippi  en 1553-54  para el caso de poblados situados en los bordes del Salar de Atacama, donde le costó mucho convencer a sus moradores que le vendieran algo de  alfalfa como forraje para los animales de su expedición..

(27)  Como en la nota anterior, creemos perfectamente justificada su negativa a desprenderse de los escasos bienes alimenticios de que disponían. Por cierto  esta  aparente "avaricia"  de los nativos irrita al visitante francés  sin pensar éste en que la visita de extraños no era ni mucho  menos  frecuente y continua como para obligar a  los pobladores a incrementar su área de cultivo o de forraje animal con fines comerciales.

(28)  Nótese que nuestro viajero llama  simplemente "Atacama", al igual, que todos los descriptores tempranos,   al pueblo o aldea que hoy conocemos como  "San Pedro de Atacama".  Es el nombre antiguo   de claro origen lingüístico  lickan antai o kunsa. Al parecer,  se le empieza a denominar "San Pedro" (nombre del patrón religioso del pueblo) cuando  entra en uso y se masifica  el nombre de "Atacama"  para la Cuarta Región de Chile. ("Región de Atacama"). Uno de los primeros en referirse a él es el cronista mestizo Garcilaso de la Vega. Dice, en efecto: "hay un despoblado desde Atacama, que es el postrer pueblo del Perú, hasta Copayapu, que es el primero de Chile, 800 leguas donde hay por el camino algunos mandaderos de agua que no corre. De cuya causa y por el  poco uso que hay de sacalla, siempre huele mal..."(Garcilaso, Segunda Parte de los Comentarios Reales de los Incas, Capítulo XXI; citado ad litteram en Boletín de la Academia Chilena de la Historia, Año IV,   Número 7, 1936:  1679. negritas nuestras).

(29)  Señala la distancia que media entre Calama y Atacama ( esto es, San Pedro de Atacama de hoy)  en
veinte leguas, esto es  casi 89 km.

(30)  "Despoblado de Atacama"  fue denominado  desde muy tempranos tiempos por los primeros cronistas. El nombre ya figura en la narración del capitán  Mariño de Lobera, en su Crónica del Reyno de Chile,   quien  llegara a Chile poco después del viaje de Almagro y tuvo noticias de primera mano a través del clérigo Cristóbal de Molina y de Pedro Gómez, que formaban parte del grupo expedicionario de Diego de Almagro. Dice Mariño de Lobera: "...a causa del grande despoblado de Atacama, donde perecieron gran parte de los caballos y jente de servicio [de Almagro]...".  (cap. VIII  de  la Crónica del Reyno de Chile:  citado  en  Boletín de la Academia Chilena de la Historia, Año IV,   Número 7, 1936:  16 104; negritas nuestras)..

(31)  Interesante referencia a los cantos  de estos indígenas changos y  a sus melodías  tristes y  lastimeras.

(32)  Las chozas hechas de cueros de lobos marinos, ya han sido descritas más arriba, en nuestra nota número 20.

(33)    Es interesante la referencia al empleo de la guitarra  por los naturales de la caleta, instrumento de cuerdas traído de España en tempranas épocas coloniales y totalmente desconocido en América precolombina donde se conocía  solo los instrumentos de viento o percusión. .

(34)   La expresión "nación"  aquí empleada en el texto de Moerenhout,  nada tiene que ver con el concepto de "Estado", en su acepción moderna, sino es frecuentemente usada por cronistas y viajeros como sinónimo de "pueblo" o "tribu" (v. gr.en Cieza de León).  Así, distinguían al interior del imperio de los Incas numerosas "naciones" o tribus,   cada una de ellas dotada con sus característica lengua y su peculiar  expresión cultural.

(35)  Por mandato expreso de los Incas, en su tiempo sólo se consumía  la chicha de maíz  con motivo de la celebración de sus ritos y festividades,  y no era ciertamente una bebida de uso diario.  Es a través del contacto con el europeo y sus costumbres  donde aprenden los indígenas el beber hasta embriagarse de una  manera frecuente.

(36) Se señala ahora un dato demográfico bastante impreciso para Cobija: su población total  fluctuaría "entre cincuenta y cien habitantes". Esto parece contradecir nuestra apreciación  indicada en la nota Nº  18. Creemos que el viajero subestima la población total, de la que no logra hacerse una idea suficientemente  clara. La presencia de   "numerosas chozas", como lo sugerimos en nuestra nota  Nº 18,  ciertamente debería al parecer arrojar  bastante más población que cien personas. Piénsese que en sola una choza  observada por él, Moerenhout señala ya la presencia de 9-10 personas. ¿Qué se debe entender por "numerosas"?  El enigma persiste,  pues si bien el viajero vio numerosas chozas (plusieurs huttes), al parecer vio y tuvo ocasión de ver muy pocas personas. En todo caso, el personal de raza blanca presente en Cobija en ese mes de diciembre de 1828 a lo más comprendía - y sólo en forma temporal-  unas 8 ó 9 personas. El resto eran todos indígenas changos. La gran  imprecisión del viajero francés  con respecto a la población total indígena nos sugiere su poco interés real en investigar el tema. Le hubiera bastado una conversación con lo señores comerciantes Cotera o Alcalá, que allí radicaban, para  averiguarlo con una mucho mayor precisión.

(37)  "Hoy día" - acota Moerenhout,  al referirse a su tercera visita,  efectuada  varios años después de la primera (esto es, hacia 1834)-   hay ya numerosos agentes de casas comerciales instalados, viviendo de firme en Cobija. Señal del brusco cambio operado en apenas  unos 6 años  en la humilde caleta,  por efecto de la recalada frecuente de barcos para  el abastecimiento de Bolivia. En seis años, se ha efectuado un cambio radical que bien pudo influir en muchos aspectos  en la población  indígena, su lugar de asentamiento y sus actividades. ¿Cómo y en qué forma influyó en ésta?, a la verdad  es difícil de imaginar  y no lo sabemos aún. Tal vez con  el cotejo minucioso de los relatos de los  visitantes posteriores, como  el caso de D´Orbigny (en el mes de abril de 1830), nos permitan seguir este lento proceso de  retracción  (¿ u absorción?) de la población indígena residente.

(Damos por terminadas nuestras notas a este texto el 09/12/2012).