martes, 27 de noviembre de 2012

Cobija en diciembre de 1828: La notable descripción del francés Jacques Antoine Moerenhout.

Para solaz de los amantes de la historia,  la geografía y la antropología,  y traducido del francés, presentamos hoy el relato de la  visita del comerciante  Jacques Antoine Moerenhout al puerto de Cobija,  al Norte de la ciudad de Antofagasta (Chile) en el mes de diciembre de 1828.

De un particular interés, es su precisa descripción de la rada de Cobija, en la costa de Atacama,  y del modo de vida de sus residentes habituales, los indígenas  pescadores-recolectores denominados changos.


Ocasión de esta Descripción.

Poco conocida  por los investigadores y antropólogos es la valiosa descripción del puerto de Cobija hecha en 1828, por Jacques Antoine Moerenhout, comerciante francés que recorre las costas del Pacífico, cuando Cobija pertenecía a la hermana república de  Bolivia. Tal vez porque su notable obra  "Voyages aux iles du Grand Océan, contenant  des documents nouveaux  sur la Géographie Physique et Politique, la Langue, la Litterature, la Réligion, les Moeurs, les Usages et les Coutumes de leurs habitants; et des Considérations générales  sur leur commerce, leur historire et leur gouvernement, depuis le temps les plus reculés jusque´a nos jours"  (publicada en Paris chez Arthur Bertrand, en 1837),  no ha sido hasta ahora traducida al español.  Hacía muy poco - alrededor de un par de años  antes- que este puerto había sido abierto para el comercio internacional, luego de la decisión del Mariscal  Sucre de otorgarle  la prerrogativa de  ser el  puerto boliviano  sobre el Pacífico. Por Francis O´Connor, oficial británico al servicio de  Bolívar,  sabemos bien del interés demostrado por Sucre  por buscar   el mejor lugar para establecer un puerto desde donde poder comerciar  con todas las naciones del globo. O´Connor, con esta comisión, recorrerá palmo a palmo el litoral norte en la zona costera desértica perteneciente entonces a Bolivia y  finalmente recomienda a Cobija como el puerto ideal, a pesar de su esterilidad y  falta de recursos.

El aporte de Bente Bittmann.

Entre los pocos investigadores que mejor partido han sabido sacar de esta rica veta informativa, está la arqueóloga danesa Bente Bittmann, quien en el año 1976-1977  publicó el trabajo:  "Notas sobre poblaciones de la costa del Norte Grande chileno", como parte de un Seminario de Perfeccionamiento del Profesorado en la ciudad de Antofagasta, (referencia a la presencia del viajero en Cobija,  en  pág. 81), y poco después  en su trabajo: "El surgimiento, desarrollo, decadencia y abandono de Cobija-La Mar: Notas históricas", artículo incluído  en: la obra:  Cobija: Proyecto de inverstigaciones interdisciplinarias en  la costa  centro sur andina (Chile)", Universidad del Norte, Sede Antofagasta,  Vol I:  1980: 63-119, Antofagasta. Nadie, que sepamos, ha ofrecido, sin embargo,  una traducción fiel del texto francés íntegro, con notas complementarias de carácter eco-antropológico,   como lo hemos intentado hacer aquí. Fuera de Bente Bittmann  que supo exprimir su contenido antropológico,  he observado que  no pocos autores lo citan muy a la pasada, pero no le sacan el provecho que su descripción merece, propia de un testigo presencial.


Obra de un testigo presencial.

Dado el escaso conocimiento de este temprano testimonio que hemos notado por parte de no pocos de los escritores que se han referido a los pobladores changos del norte chileno actual, nos ha parecido oportuno presentar aquí, para  nuestros lectores,  una traducción  nuestra del texto pertinente, acompañada de notas explicativas, como ha sido siempre nuestra costumbre. Aunque el viajero y comerciante describe minuciosamente numerosos puertos  donde arriba,  nos circunscribiremos  en esta ocasión  tan sólo  a lo que el autor nos dice sobre la zona de la rada de Cobija donde permanece por unos cuantos días.  Creemos que en varios aspectos la fina y detallada narración de Moerenhout, obra de un importante e ilustrado testigo presencial, nos  aporta  valiosas referencias sobre el modo de vida y costumbres de  los  pescadores-recolectores changos,  pobladores autóctonos de la costa norte,  en una época en que aún su población era relativamente numerosa - tal vez como lo fue siempre antes- , inmediatamente antes del notable desarrollo comercial que vivió durante algunas décadas  y  varios decenios antes del desastre poblacional desatado por el terrible terremoto y maremoto sufrido en el año 1868  y la ulterior epidemia de fiebre amarilla  que diezmó su población indígena en el año  1869  hasta  aniquilarla por completo. Muy poco después,  en 1875, con motivo de la visita del alemán Adolf  Bastien, ya no se encuentra población indígena residente allí. O ésta emigró huyendo del desastre, o fue  totalmente aniquilada por la epidemia,   como comúnmente se sostiene hoy.

Un testimonio anterior al del científico francés  Alcide  D´Orbigny.

El testimonio de Moerenhout es  muy poco anterior en el tiempo al que nos trae  el gran viajero y científico francés Alcide  D´Orbigny  (1802-1857) quien  también recalara en Cobija en el año 1832 y recogiera igualmente valiosos testimonios sobre el género de vida, costumbres  y características físicas de estos pescadores. (D´Orbigny,  L´Homme américain, Paris, 1839).  Si bien Moerenhout no posee la talla científica y el prestigio académico de que ya gozaba  D´Orbigny, a pesar de su gran juventud (en efecto, tiene D´Orbigny apenas 24 años cuando  se embarca hacia Chile), es un observador acucioso y  un excelente escritor que se toma la molestia de llevar un detallado diario de a bordo en sus viajes  partiendo de Chile hacia el oriente. Pocas cosas escapan, en realidad,  a su ojo avizor. Entre todos los descriptores de esta extraña y etnia costera, es Moerenhout el único que se refiere a su música y a su carácter. Nuestro marcado  interés por estudiar desde hace años  la etnia de los changos y su evolución a través del tiempo,  hubiera tal vez exigido de él  mucho  más información de detalle sobre sus chozas de cueros del lobos marinos y su factura, sus utensilios y vajilla, su indumentaria, su instrumental de pesca y caza, sus relaciones con otros grupos del interior,  sus hábitos sociales o su lengua. Pero lo que el viajero nos aporta en esta descripción arroja luces valiosas  sobre su forma de asentamiento,su alimentación, el aspecto de sus chozas de cueros de lobos marinos, sus embarcaciones y  su música.

Esbozo de su biografía.
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Moerenhout posee gran interés para Chile y sus costas. Nacido en 1797 en el pueblo de Ekeren (hoy Bélgica; entonces, Francia)) en 1796 va a estudiar  pintura a París.  A los 30 años de edad, ansioso por conocer pueblos  exóticos y lejanos,  viaja a Chile y  es por un tiempo secretario del Cónsul francés en Valparaíso. Desde Valparaíso y con el afán de conocer y descubrir nuevas islas, realiza 3 viajes a la Polinesia (Tahiti y su archipiélago) en  un pequeño bergantín a vela llamado "Volador" donde realiza varios valiosos descubrimientos de atolones e islas deshabitada, algunas de las cuales portan hoy su nombre.

  El primer viaje  tiene lugar a fines de 1828; el segundo, en 1830  pasando por Isla de Pascua. En  1833 se casa con una chilena  en Valparaiso la que cinco años después, muere. En Enero de 1834 parte nuevamente a Tahiti   donde se queda a residir por un buen tiempo. En 1845 le veremos en Monterrey, México  como Cónsul de Francia  y en los Estados Unidos. Muere el 11 de julio de 1879. El relato que  aquí traemos  a colación, en traducción propia,  data del primer viaje, iniciado a  fines de 1828. De ahí su valía como testimonio temprano.

Sus trabajos, aventuras  y descubrimientos en la Polinesia francesa han sido magistralmente estudiados por Paul de Deckker en su obra: Jacques Antoine Moerenhout, 1797-1879,  Ethnologue et Consul, Papeete, 1997.


Nuestra traducción.

Presentamos aquí nuestra traducción del francés del texto referido a Cobija. Ésta presenta algunos leves cambios a la puntuación original, algo engorrosa,  y agrega, entre paréntesis, algunas palabras explicativas  nuestras para una mejor intelección del texto original. Hemos querido  aportar,  igualmente, en algunas ocasiones  y entre corchetes, la  exacta expresión francesa usada por el autor, por si algún lector  necesita conocer  la palabra original  francesa utilizada en el texto.



Párrafo 2.
Cobija.


                                    Página  10 [la partida]

“En mi primera partida desde Chile (1),  me embarqué en una goleta de ciento ochenta toneladas, que medía  86 pies de largo por veintiséis de ancho (2), /

                                   Página 11   [llegada a Cobija]

“Una verdadera cáscara de nuez, cuyo casco  apenas [aparecía] fuera del agua,  era tan bajo que infundía miedo, mientras que su arboladura  parecía querer tocar las nubes; un delicado velero [agitándose] siempre, tanto por encima como por debajo de las olas  y muy digno de su nombre  de “Volador” ( ave voladora).  Pasé entonces por Cobija, puerto de Bolivia, que  acaba de ser abierto (3) [al comercio]  y  de todos  los lugares del universo [que conocí]  era  por entonces el más triste y el más desagradable; pero como  este lugar merece que de él se diga unas palabras, voy a extractar del Diario de mi primer viaje a las islas oceánicas (4) algunas observaciones  acerca de lo que era [Cobija]  en aquella época.

Extracto de mi Diario  (1828).

10 de diciembre.- “En calma desde de las seis de la mañana; descubrimos tierra  hacia las siete a una distancia de alrededor de 10 a 12 millas, y teníamos  [a la vista] por el Sur y por el Este la  montaña llamada  Megillones  (5).”

11 de diciembre.- “Al día siguiente, 11 de diciembre, al abrir del día,  estábamos cerca de la costa,  aproximadamente a  unas cinco o seis millas de Cobija (6), y teníamos [a la vista] por  al Sur y al  Este  la bahía de Megillones, a una distancia de cerca de veinticinco millas  (7)

“La bahía de Megillones, situada  a los 23º de lat. Sur y 70º 30´de long. Weste es una de las más bellas y mejores del mundo. Su extensión es tal que desde  la entrada, se podía distinguir  las edificaciones salpicadas [por el oleaje]  a su extremo opuesto. Y  por todas partes  ellas /

                                  Página 12  [Descripción de Cobija] 

podrían  sentirse  en seguridad; por desgracia,  su situación en un país árido, y la falta total de agua dulce,  vuelven [esta bahía]  totalmente inútil.  En efecto,  los cerros que la circundan son enteramente estériles y del aspecto más triste (8). Y todo el interior [de la comarca],   a cincuenta millas a la redonda,  no es más que un espantoso desierto en el que  no se encuentra  ni agua ni el menor indicio de vegetación.

“El mismo día 11 de diciembre quedamos en calma hasta cerca de las tres de la tarde. Entonces, habiéndose levantado una leve brisa, distinguimos de inmediato el  pabellón blanco que los habitantes de Cobija hacen ondear sobre una punta rocosa que abriga el puerto contra el viento del sur. A las cinco de la tarde echábamos el ancla en el puerto,  o mejor dicho, en la rada de Cobija”.

“Cobija está situada a los 22º de lat.  Sur y 72º 32´de long. Weste  (9). El puerto no tiene apariencia alguna.  Y haciendo tierra hacia el Sur, como por precaución lo hacen todos los navíos, sería imposible reconocerlo, si no fuera por el pabellón blanco  del que he hablado, y que se puede divisar desde bastante lejos. El gobierno español había puesto los ojos, a lo que parece desde hacía bastante tiempo,  sobre Cobija. Cuatro o cinco árboles, que son los únicos que  yo he visto en toda esta triste costa, atestiguan  que ella  ha sido antiguamente habitada por europeos (10). Sin embargo, desanimados por las dificultades  para [poder]  vivir allí,  no tardaron en abandonarla. Y no quedan allí  [hoy día] más que algunos  desgraciados Indios que /

                                Página 13  [El puerto de Cobija: su historia reciente]

 viven  allí de su pesca y parecen  haber sido sus  únicos habitantes estables (11).

“En 1825, el gobierno de Bolivia, anhelando tener un puerto  en el mar  [para poder]  recibir directamente las mercaderías extranjeras por las cuales pagaba a sus vecinos  derechos exorbitantes, (lo que la dejaba siempre a merced del Bajo Perú, o de la República Argentina), pensó nuevamente en [habilitar] Cobija,  y decretó su apertura como puerto de mar de la República de Bolivia.  A fin de  acreditarlo y atraer hacia él  los navíos [visitantes],  se contentó con [exigir] un derecho de aduana  de sólo el  10%  sobre cualquier tipo de mercaderías. Un rico comerciante [de apellido] Cotera (12) hizo todo lo imaginable  para asegurar su desarrollo: construyó edificios y  estableció el tráfico de mulas para el transporte de las mercaderías  desde el puerto hacia el interior. Pero, a pesar de sus esfuerzos, el puerto apenas si avanza. El triste estado del gobierno [en Bolivia],  las revoluciones  que ha debido sufrir,  hasta ahora  han dejado a este ilustre patriota luchando solo contra mil dificultades , sin haber podido siquiera obtener [de su gobierno] el establecimiento de un correo regular [hacia el interior]”.

“ La bahía, o mejor la rada de Cobija,  posee un buen fondeadero, donde nunca se experimentan los fuertes golpes de vientos del Norte; de tal modo que los embarcaciones se encuentran allí seguras  (13). Tampoco hay que temer las molestias propias de la aduana; porque no hay derechos de puerto que pagar. Se puede descargar la mercadería en el momento [mismo] de la llegada y abandonar el puerto cuando se desea, sin tener que cumplir ninguna [clase de] formalidad.  Y así, /

                               Página 14  [El paisaje físico y el clima] 

al menos desde esta perspectiva, Cobija  es superior a todos los puertos del mundo. Allí el  clima es bueno, pues,  a pesar de su posición tropical, el calor  no es mayormente significativo sino  por espacio de dos o tres horas al día. Una fresca brisa  del Sur  se levanta regularmente  hacia las diez u once de la mañana y, generalmente, las tardes y las noches son refrescadas por los vientos  de tierra (14). El agua, según se dice, es aquí saludable, aunque un poco salina, pero su aspecto es espantoso (15). Montañas  peladas, de matices azules y rojizos, arenas…; ni el menor verdor. Jamás llueve y rara vez  {se observa] rocío  y,  frecuentemente, [se experimenta aquí] temblores  espantables.”

12 de diciembre.- “Descendí del barco con el capitán para  hacer una visita al gobernador, que había venido a bordo  inmediatamente después de  nuestro arribo, en su triple calidad de administrador, de verificador [contralor]   y de vigilante de la Aduana (16). Nos dirigimos a su casa. Nos muestra una barraca de madera, pequeña y de un aspecto triste.  Hallamos  a Su Excelencia escribiendo  sobre una mala mesa, que  formaba parte de un mobiliario  constituido por  la misma mesa, dos sillas,  una cómoda y una cama.  Nos recibió bien.  Es un hombre amable e instruido, que habla pasablemente  el francés y el inglés, además del español, su lengua materna”.
“Desde allí nos fuimos a pasear por Cobija, [vecindario] compuesto por unas  veinte a treinta casas, de las cuales la de mejor aspecto es la del Sr. Alcala, agente y /

                               Página 15  [Chozas de los changos, su cultura  y sus balsas] 

socio de la casa Cotera (17). Prosiguiendo nuestro paseo por la orilla [rivage] y un poco fuera ya de lo que se puede llamar Cobija, encontramos numerosas familias indígenas (18), que por  toda habitación poseían unos cueros de perro marino [des cuirs de chien de mer] (19) extendidos sobre cuatro estacas. Era ésta la primera vez que yo veía un hombre  en un estado cercano a aquél que se llama “estado de naturaleza”  y debo confesar que mi primera impresión no fue favorable. Una de las familias estaba compuesta de dos hombres de edad mediana, dos mujeres y varios niños, todos recostados en la misma choza [hutte] (20). Sin otro camastro que dos  malos cobertores [sans autre literie que deux mauvaises couvertures]  Su alimento se compone de un poco de maíz tostado, [maïs torrefié]   de pescado seco (21)  y de coca, [que es la] hoja  de un arbusto que crece en el interior del Alto Perú.   La pesca es su principal por no decir su única ocupación. Su modo de proceder en ella da lugar a admirar lo que puede  hacer la industriosidad humana, aguijoneada por la necesidad. Como falta la madera [en su hábitat], ellos poseen la habilidad de construir embarcaciones con los cueros de los perros de mar [chiens de mer]. Primeramente, ellos cosen dos de estos cueros  juntos, disponiéndolos de manera tal que  puedan contener allí  dentro el aire que ellos introducen mediante insuflación,  por intermedio de una pequeña boquilla  a la cual han adaptado, para ese propósito, una tripa del mismo animal. Estos cueros,  bien inflados de este modo,  los llenan enteramente, los unen [ambos] y los conducen al mar, instalándose  arriba de ellos, premunidos de un remo largo  [d´une longue pagaye] que ellos /

                                    Página 16  [Limitantes de su vida: alimentación, uso de la coca] 

 maniobran con las dos manos. D este modo navegan con frecuencia con estas embarcaciones treinta y cuarenta leguas,  a lo largo de la costa. Los indios llaman  balsa a estos tipos de embarcaciones”(22).

“Nada es más limitado que las necesidades de este pueblo que parece [hallarse] feliz  en su triste  situación, puesto que nunca  toma la decisión [il ne forme jamais le veux]  de salir de ella y mejorar su situación, en circunstancias de que podría hacerlo sin mayor dificultad (23). Tales son, por ejemplo, los habitantes de Calma [sic por Calama] primera población indígena [situada] hacia el interior,  a  unas cuarenta leguas  de Cobija (24). Este lugar es susceptible de cultivo [culture]  y los habitantes podrían, en las circunstancias actuales,  sacar el mejor partido de su situación geográfica. Pero nada hacen al respecto y viven miserablemente y  tal vez  aún más miserablemente que los habitantes de la costa árida (25). Su alimento, hecha abstracción del pescado  que poseen en abundancia los habitantes  del litoral, es absolutamente el mismo que el suyo, componiéndose de un poco de maíz  tostado, de la hoja llamada coca, y a veces, de una pequeña cantidad de leche (26). Lo que resulta inconcebible es que llevan su indiferencia  hasta [el grado de] no querer aprovecharse de modo alguno de la permanencia de los comerciantes que  se ven forzados a permanecer entre ellos, rehusando incluso venderles el sobrante de leche que ellos  consumen (27).  Esta observación es [también] aplicable a la población de Atacama  (28), que se encuentra a una distancia de 20 leguas en el interior (29), y de la cual estos desiertos han tomado el nombre (30). Uno siente  que la apatía de estos pueblos  no deja /

                               Página 17  [Los comerciantes del lugar;  primera  experiencia  con los changos]

de complicar las dificultades de transporte hacia el interior, que ya son [de por sí] tan grandes”.
“Habiéndonos invitado el Sr. Alcala a cenar, permanecimos en tierra. El había reunido en su casa a todos los notables de Cobija, es decir cinco o seis  mercaderes españoles. La mesa estaba abundantemente surtida de buenos vinos, de carnes [mets] de todo tipo, y sobre todo, de pescado. El pescado es excelente en Cobija pero yo no pude ni siquiera tocar lo que ellos llaman “carne fresca”, traída por un navío que ya había partido hacía varios días. En la tarde, los invitados iban a hacer visitas. Yo prefería  pasear, y me dirigí del lado de las habitaciones de los Indios donde yo creía escuchar música (31). Al acercarme, ya no escuché más, y creí haberme equivocado. Era una de esas bellas y frescas noches de los  trópicos. Me senté sobre una piedra bastante cerca de las chozas indígenas [huttes indigènes], (32)  las que yo podía distinguir a la débil claridad de la luna. La soledad de este lugar, el profundo silencio que allí reinaba, sólo interrumpido por el  ruido de las olas del mar, que se quebraban incesantemente sobre los roqueríos que bordean por todas partes la playa; el aspecto de estas miserables chozas, arrojadas en  medio del desierto; mi propia situación,  lejos de mi patria y de mi familia, y de todos los objetos  de mi afecto  y a punto de emprender una viaje de los más peligrosos; todo [esto] disponía mi alma a la melancolía que muy luego  me conducía a la ternura. En ese momento, /

                                   Página 18  [ sus cantos en medio de su miseria]

los Indios de las chozas  entonaron, acompañándose de la guitarra (33), un canto a varias voces, triste y patético, cuyo efecto sobre mí fue tal que yo en vano trataría de explicarlo o describirlo, y que pocos de mis lectores  podrían imaginarse o aún describir. ¿De dónde viene el que los cantos de los Indios son siempre y en todo el Perú, lánguidos y tristes?. ¿De dónde viene el que estos hombres tan dulces y tan pacíficos muestren e inspiren siempre la melancolía?. ¿Será esto a consecuencia de su triste posición, un recuerdo tradicional  de lo que han sufrido bajo sus crueles conquistadores?. Y la nación entera (34), ¿tendría todavía conciencia de esta estado de envilecimiento y de desgracia  en el que  ha caído?. No lo sabemos. Y tal vez  no se podrá nunca resolver estos interrogantes de una manera satisfactoria. Un hecho incontestable, sin embargo, es el hecho de que ellos  gustan de vivir entre ellos, alejándose de los extranjeros; son inclinados a la tristeza  cantan su infortunio y su esclavitud, y cuando se les ha visto a menudo en momentos de embriaguez entrar como en un furor al la escuchar ciertos cantos conmemorativos de su esplendor eclipsado. Exaltación  [que] más de alguna vez [ha sido] funesta para los extranjeros que por entonces se encontraban entre ellos”.

“Pronto se me juntó el capitán  y los otros compañeros de mesa, a los que la música de los Indios había [igualmente] atraído como a mí, cerca de las chozas. Su regreso me arrancaba  [repentinamente] de una ensoñación que no dejaba de tener su encanto. Pero yo no era el único de la compañía  al que habían impresionado los acentos plañideros /

                                    Página 19  [ Pobres, pero libres de vicios. Progreso actual. de Cobija]

de los pobres Indios.  “Pueblo extraño – dice uno de los invitados que  había hecho muchos viajes  por el todo el interior del Perú…--, ¡siempre y por todas partes lo mismo!. Salvo la nueva religión impuesta a sus antepasados por el despotismo de sus tiranos, nade ha cambiado para él. Sus costumbres son todavía,  más o menos, lo que ellas eran al momento del descubrimiento. Y, cosa notable,  estando en medio de europeos, es entre los pueblos de la América, el único  que ha sabido conservar su frugalidad  preservándose de casi todos nuestros vicios, libre incluso de la vergüenza de la embriaguez, pues ellos no se embriagan sino raras veces en los días solemnes [de sus fiestas]” (35).
“He dado a conocer Cobija tal y como era en diciembre del año 1828, cuando contaba de cincuenta a cien habitantes, a lo más  (comptant cinquante á cent habitans au plus); (36).  Ha cambiado mucho después. Hoy día  (37) es  un lugar de comercio considerable, en el que muchas casas [comerciales] de Valparaíso tienen [aquí] sus contadores y agentes; y aún [hoy] después de Valparaíso, es una de las escalas de estos mares más frecuentemente visitadas por los navíos mercantes”. (traducción directa de la obra en  francés, Tomo I, pp. 10-19).


Notas nuestras


(1)  Tres viajes a la Polinesia realiza Moerenhout desde Valparaíso  (Chile), esto es en 1828, 1830  y 1834. La descripción que aquí se incluye   pertenece, en gran parte,  al primer viaje,  iniciado a fines de diciembre del año 1828.

(2) El barco velero medía,  traducido en  metros, el equivalente a  26,21 m. de eslora (largo total de proa a popa)  y 7,92 m. de manga ( o ancho máximo). Con razón Moerenhout le llama sarcásticamente:  "una cáscara de  nuez".

(3) Cobija durante toda la época colonial perteneció al Alto Perú (Audiencia de Charcas) y fue administrada   a través de Potosí. Si bien era  lugar recalada esporádica  de los barcos que surcaban el Pacífico, se prefería el puerto de Arica como puerta de ingreso hacia Bolivia, por la gran cantidad de recursos agrícolas y agua de que ésta disponía y  de los cuales Cobija carecía por completo.    Fue habilitado oficialmente  como "puerto" por el mariscal Bolívar  el 28 de diciembre del año  1825  y denominado entonces "Puerto Lamar", en honor al general  de la Independencia don José Lamar,   tras las prolijas exploraciones costeras realizadas por Francis Burdett O´Connor. (Consulte el artículo. "Reconocimiento del  litoral de Atacama en 1826", Revista Chilena de Historia y Geografía, Santiago, Tomo LVIII (62)  267-285).

(4) Se trata de su primer viaje a las islas de la Polinesia  francesa (Tahiti) época en que realiza varios descubrimientos   y hace contacto con los isleños.  Tanto se aficiona a estos lugares que terminarás por quedarse un buen tiempo en Tahiti, como Cónsul de Francia.

(5)  Se trata de la cadena de cerros de la Península de Mejillones, coronada por  la cumbre de Cerro Moreno,  con  1.350 m. de altitud  s.n.m. Aquí  desde los 700 m a los 950 m. existe un potente oasis de niebla, tal vez el más potente de todo el norte chileno,  con presencia de un verdadero bosque tupido de la cactácea Eulychnia  iquiquensis y otras especies vegetales y numerosas especies de líquenes. El 15 de Abril del año 2010, fue declarado Parque Nacional con el nombre de "Parque Nacional Morro Moreno".

(6)  Una milla marina  comporta  hoy, por acuerdo internacional logrado en el año  1929,   1.852 m. Al  ser Moerenhout de origen francés, es probable que haya querido referirse a la milla francesa, que difería algún tanto. En todo caso,   estaba  en ese momento aproximadamente entre  9  y  11 km de distancia de Cobija.

(7)  De Mejillones distaban en ese instante,  por lo tanto,  unos 46 km.

(8)  Su fuerte impresión sobre la esterilidad del lugar fue compartida en 1832 por el científico viajero Alcide D´Orbigny quien dice de Cobija el día mismo de su recalada: "Al recorrer con los ojos la campaña de Cobija, me sentí profundamente entristecido, buscando inútilmente rastros de vegetación. La naturaleza [allí] parecía estar de duelo... y experimenté el doble temor de no hallar nada  pintoresco en esta tierra ingrata y ver defraudadas por completo mis esperanzas de {[hacer] descubrimientos". (En  Alcide D´Orbigny, 1958. Viajes por Bolivia, Ministerio de Educación y Bellas Artes, la Paz, 31-32).

(9)  La latitud de Cobija es, según el diccionario de don Luis Riso Patrón:  22º 33´ Sur  y 70º 16´ Weste. El error manifiesto está en la latitud del lugar  el que ubica,  curiosamente, aproximadamente  en la latitud de Iquique.

(10) D´Orbigny reseña explícitamente la existencia de sólo nueve árboles en el puerto, los  que enumera: "tres palmeras, una bastante alta,  de la misma especie que las de Chile, dos higueras, un sauce y una especie de Acacia".  (Ibid. 1958: 17). La palmas que encuentra allí el sabio francés, pues,  eran de la especie Araucaria  araucana (Mol) K. Koch , endémica de Chile central, las mismas que el viajero vio con sus ojos crecer en forma natural  en las laderas de cerros próximas a  Valparaíso.

(11)  Nos indica el viajero que  los indígenas habitantes de Cobija constituyen  "su población estable". Aunque no les nombre por su denominación étnica corriente como  "camanchacas" o "changos", sabemos a ciencia cierta que se refiere a ellos. Fuera de la población indígena autóctona, el  resto de sus habitantes eran comerciantes  transeúntes,  que iban y venían del interior (Chíuchiu  y la aldea atacameña de Atacama la Baja, o San Pedro). Solo un par de autoridades  permanecían de continuo en el puerto.  Este dato es valioso, por cuanto si bien los varones indígenas salían a pescar en sus balsas, por días y días, recorriendo la costa, volvían pronto a su campamento-base: Cobija, donde habían dejado a sus mujeres e hijos. En su ausencia, las mujeres y los niños  mariscaban diariamente  en la orilla, aprovechando la bajamar, colectando moluscos de diverso tipo, muy abundantes en su época (choritos, choro-zapatos, cholgas, almejas, navajuelas, tacas, etc.), caracoles de varios  géneros  (locate, entre ellos),  y algas comestibles. Durante sus días de su ausencia, los pescadores secaban y salaban el pescado que cogían mar adentro (sobre todo el tollo y el congrio),  en cualquier desembarcadero o caleta, convirtiéndolo en el  codiciado "charquecillo", con el que después comerciaban con las provincias interiores o lo utilizaban como alimento seco.  Por eso encontramos aún hoy,  a orilla de playa,  lugares más elevados cubiertos de cenizas antiguas, donde efectuaron la quema de huiros para secar y/o ahumar el producto de su pesca.

(12)   No nos ha sido posible todavía identificar con precisión a este comerciante español  ni el género de actividad comercial a que se dedicaba en este lugar  tan  alejado del mundo.

(13)  No tan seguras; según nos informaban hace unos pocos años  (2002)  buzos  habitantes del lugar; pues  hay varios barcos hundidos en la rada, incluyendo barcos españoles de la época colonial de los cuales han rescatado botijas, vajilla vidriada y otros elementos suntuarios.

(14)  Los vientos que soplan de tierra a mar suelen denominarse "terral" y son  exactamente los opuestos a los predominantes vientos alisios que soplan del Sur y Surweste, y son portadores de la benéfica niebla o camanchaca costera. (Vea nuestro capítulo sobre nuestra ascensión a los cerros de Cobija, en el año 2002,  en este mismo Blog).

(15) Tres vertientes o aguadas reconocen los habitantes de la caleta hoy día. Una, la de "las Cañas",  se halla quebrada adentro, hacia los 160-180 m. de altitud. La otra,  se halla en la terraza litoral, donde  estaban los árboles que  citan  tanto D ´Orbigny  como Moerenhout y que persiste hasta hoy;  la tercera,  se halla en la primera terraza marina, al pie de algunas casas actuales, donde todavía se puede ver algunas cañas vivas de cañaveral  (Phragmites communis). Todas ellas  de escaso caudal.

(16)  Ya señalaba Moerenhout que de "aduana" tenía muy poco, pues por entonces  había  en la práctica  total libertad de  embarque y desembarque, excepto por  una  breve inspección del administrador.

(17)  Tampoco tenemos mayores referencias sobre la vida y actividad de este señor de apellido  Alcalá, seguramente  otro comerciante español al igual  que  Cotera.

(18)  Moerenhout señala la presencia en Cobija de "numerosas familias indígenas" residentes allí formando una verdadera aldea  desordenada, de chozas hechas de cueros de lobos marinos, algo alejadas hacia el Norte (?) de la población europea blanca. ¿Cuántas chozas se veían en el lugar?; ¿Cuántas familias eran?;. ¿Cómo poder apreciar el  número de población aproximado?.  Más arriba, el viajero apunta que sus habitantes estables eran  "algunos desgraciados indios".  La única aproximación de que disponemos y que brota directamente del relato de Moerenhout es  el número de  personas que componían una sola choza: esto es,  4 adultos  (dos hombres y dos mujeres y numerosos niños). Al parecer, dos familias completas. Supongamos que los niños eran  unos 6 a 8 (tres o cuatro por cada familia) y llegamos  así a un total aproximado de 10 personas en esta sola choza. Imaginemos que este número fue excepcional y que la mayoría de las chozas  tenía de una población algo menor.  Se alude a muchas chozas. Si imaginamos unas veinte chozas dispersas pero  muy próximas unas de otras, llegaríamos fácilmente al número mínimo total de unas  150-160 personas (cinco a ocho habitantes como término medio por choza).  Lo que viene a confirmar  lo que nos dice D´Orbigny en su relato: "vi.... muchas cabañas de los pescadores  indígenas".  D´Orbigny acota, además,  que sus familias son "....a menudo numerosas".  Una familia numerosa, en aquella época debió estar constituida, además de los padres,  al menos por 5-6 hijos. La presencia de unas 20 chozas de pescadores  nos elevaría  así  el número de población posible  entre  150 y  160 personas. Pero este cálculo es  obviamente  muy estimativo  y presupone ciertas premisas: como el que todas las chozas fueran ocupadas aproximadamente por el mismo número de personas, lo que es mera hipótesis. Lo que sí es evidente, es que la población es considerada numerosa por todos los testigos de esa época.

(19)   Las chozas estaban hechas de cueros de "perros marinos". Evidente confusión,  por "lobos marinos". Otros autores los denominarán "focas". Se trata evidentemente de la especie Otaria flavescens, el lobo común de las costas chilenas  y peruanas   también conocido como  "lobo de un pelo".

(20)  Estas "chozas" [huttes] confeccionadas  de varias pieles de lobos marinos secas extendidas  y a poca distancia sobre el suelo eran  prendidas a estacas y, probablemente - como lo muestra la arqueología  en esa zona norte-, estaban rodeadas por una fila de piedras empotradas en tierra, para  impedir y/o frenar  el paso del viento. Es muy probable que el indígena  chango, antes de instalar  los tres o cuatro cueros   secos, extendidos semejando un toldo curvo, haya  practicado una pequeña excavación en la arena, quedando  en consecuencia  el piso de la frágil vivienda,  algo por debajo de la superficie adyacente (piso semi-subterráneo). Inicialmente, recién hechas,  estas chozas debieron tener la forma de un domo bajo y arqueado, sostenido interiormente por  palos secos de cardones (cactus del género Eulychnia sp.) , o- como algún cronista lo señala- por costillas de ballenas. Eran, a lo que creemos,  alargadas más que cilíndricas, y  sumamente bajas de suerte que para entrar a ellas había que gatear. Tal vez su altura máxima en su parte central no superaba los 1.30-1.40 m.

 Esta vivienda, tan precaria,  era estrictamente ocupada para dormir, pues todas las funciones domésticas  de trabajo, crianza, alimentación, o recreación debieron realizarse en el  espacio contiguo exterior, donde estaba el fogón. No tenían ni mesas ni sillas, a lo más,  una o dos vértebras de cetáceos  como asiento. Estas vértebras  poseen una altura media  de  30 a 40 cm de alto,  y constituyen excelentes pisos  para sentarse. Estamos casi seguros que el fogón  -a diferencia de la ruca mapuche- nunca se hacía dentro de las chozas por el peligro de incendio, tan bajas era éstas.  No tenían  muebles de ninguna clase, no pocos elementos (como su vajilla de arcilla cocida), seguramente colgaban directamente del  cuero de la techumbre o de las estacas interiores.  Sabemos por los relatos de otros autores que estas viviendas se desarmaban fácilmente y los cueros que formaban  la techumbre eran llevados en sus balsas, para levantarlos y  hacer morada transitoria  en cualquier otra caleta durante los días de su estancia.

(21)  El maíz no lo producían ellos in situ sino era  trocado por sus productos del mar en sus expediciones al interior. El pescado seco que aquí se nombra era el famoso "charquecillo" que   constituía para ellos una verdadera  "moneda de cambio" con las aldeas agrícolas  del Salar de Atacama o de los afluentes del río Loa.

(22)  Las famosas balsas de cuero de lobos marinos cosidos  a que se hace aquí referencia, fueron  ya certera y tempranamente descritas por el cronista -soldado Gerónimo de Bibar, en su famosa Crónica y Relación copiosa del Reyno de Chile, impresa en  Sevilla en 1558. Pero la descripción de Moerenhout es  precisa en lo que se refiere al  tipo de remo usado  y la técnica de manufactura.

(23). No sopesa para nada el viajero el hecho de que estas poblaciones  de cultura totalmente dependiente del mar,  tienen escaso o nulo interés en cambiar de vida  o "progresar", pues tienen de por sí todo lo estrictamente necesario para sobrevivir en ese medio geográfico: agua, combustible y alimento. No necesitan más. La creación de "otras necesidades" (no pocas de ellas, ficticias) ha sido fruto del desarrollo. Ellos no lo han conocido, palpado  ni tampoco apetecido. Viven bien con lo que el mar les ofrece sin mucho esfuerzo. ¿Para qué tener más, podrían haber dicho?.

(24)   Sitúa la aldea de Calama  a "cuarenta leguas" de distancia aproximada de Cobija ,  lo que  hace  unos
178 km.  La legua francesa como  medida itineraria (o sea,  el espacio se podía cabalgar en una hora de camino) comportaba 4,44 km.,  siendo bastante más corta que la legua castellana, que se estimaba en  5,57 km.  Cobija dista hoy de Calama por carretera,  .---- km.

(25)  El alimento de los indígenas atacameños que viven en la aldea de Calama  por entonces, según Moerenhout,   incluía  además de maíz tostado,  algo de leche. Como la llama  (Lama glama) y alpaca (Lama pacos)  normalmente  no fueron  un "animal lechero" es decir,  un  productor de leche  para consumo humano, concluimos  que aquí se alude claramente a leche de cabras o de ovejas (o ambas),  cuyos pequeños rebaños hacían pastar en  las ciénagas contiguas al río Loa. El viajero no nos describe la aldehuela de Calama, por desgracia para nosotros, pero es obvio que la visitó y pasó por allí en su desplazamiento hacia el interior. Tiene que haber visto a sus habitantes,, sus chozas y sus costumbres,  de todo lo cual  se expresa en forma  tan negativa. ("viven miserablemente").

(26)  Si vivían tan estrechamente, como lo señala,  parece bastante lógico que no quisieran vender parte de su escasa producción.  Porque ésta  no constituía para ellos un surplus alimenticio fácilmente transable, sino algo estrictamente necesario para vivir. Lo mismo señalará el viajero alemán Rodulfo Amando Philippi  en 1553-54  para el caso de poblados situados en los bordes del Salar de Atacama, donde le costó mucho convencer a sus moradores que le vendieran algo de  alfalfa como forraje para los animales de su expedición..

(27)  Como en la nota anterior, creemos perfectamente justificada su negativa a desprenderse de los escasos bienes alimenticios de que disponían. Por cierto  esta  aparente "avaricia"  de los nativos irrita al visitante francés  sin pensar éste en que la visita de extraños no era ni mucho  menos  frecuente y continua como para obligar a  los pobladores a incrementar su área de cultivo o de forraje animal con fines comerciales.

(28)  Nótese que nuestro viajero llama  simplemente "Atacama", al igual, que todos los descriptores tempranos,   al pueblo o aldea que hoy conocemos como  "San Pedro de Atacama".  Es el nombre antiguo   de claro origen lingüístico  lickan antai o kunsa. Al parecer,  se le empieza a denominar "San Pedro" (nombre del patrón religioso del pueblo) cuando  entra en uso y se masifica  el nombre de "Atacama"  para la Cuarta Región de Chile. ("Región de Atacama"). Uno de los primeros en referirse a él es el cronista mestizo Garcilaso de la Vega. Dice, en efecto: "hay un despoblado desde Atacama, que es el postrer pueblo del Perú, hasta Copayapu, que es el primero de Chile, 800 leguas donde hay por el camino algunos mandaderos de agua que no corre. De cuya causa y por el  poco uso que hay de sacalla, siempre huele mal..."(Garcilaso, Segunda Parte de los Comentarios Reales de los Incas, Capítulo XXI; citado ad litteram en Boletín de la Academia Chilena de la Historia, Año IV,   Número 7, 1936:  1679. negritas nuestras).

(29)  Señala la distancia que media entre Calama y Atacama ( esto es, San Pedro de Atacama de hoy)  en
veinte leguas, esto es  casi 89 km.

(30)  "Despoblado de Atacama"  fue denominado  desde muy tempranos tiempos por los primeros cronistas. El nombre ya figura en la narración del capitán  Mariño de Lobera, en su Crónica del Reyno de Chile,   quien  llegara a Chile poco después del viaje de Almagro y tuvo noticias de primera mano a través del clérigo Cristóbal de Molina y de Pedro Gómez, que formaban parte del grupo expedicionario de Diego de Almagro. Dice Mariño de Lobera: "...a causa del grande despoblado de Atacama, donde perecieron gran parte de los caballos y jente de servicio [de Almagro]...".  (cap. VIII  de  la Crónica del Reyno de Chile:  citado  en  Boletín de la Academia Chilena de la Historia, Año IV,   Número 7, 1936:  16 104; negritas nuestras)..

(31)  Interesante referencia a los cantos  de estos indígenas changos y  a sus melodías  tristes y  lastimeras.

(32)  Las chozas hechas de cueros de lobos marinos, ya han sido descritas más arriba, en nuestra nota número 20.

(33)    Es interesante la referencia al empleo de la guitarra  por los naturales de la caleta, instrumento de cuerdas traído de España en tempranas épocas coloniales y totalmente desconocido en América precolombina donde se conocía  solo los instrumentos de viento o percusión. .

(34)   La expresión "nación"  aquí empleada en el texto de Moerenhout,  nada tiene que ver con el concepto de "Estado", en su acepción moderna, sino es frecuentemente usada por cronistas y viajeros como sinónimo de "pueblo" o "tribu" (v. gr.en Cieza de León).  Así, distinguían al interior del imperio de los Incas numerosas "naciones" o tribus,   cada una de ellas dotada con sus característica lengua y su peculiar  expresión cultural.

(35)  Por mandato expreso de los Incas, en su tiempo sólo se consumía  la chicha de maíz  con motivo de la celebración de sus ritos y festividades,  y no era ciertamente una bebida de uso diario.  Es a través del contacto con el europeo y sus costumbres  donde aprenden los indígenas el beber hasta embriagarse de una  manera frecuente.

(36) Se señala ahora un dato demográfico bastante impreciso para Cobija: su población total  fluctuaría "entre cincuenta y cien habitantes". Esto parece contradecir nuestra apreciación  indicada en la nota Nº  18. Creemos que el viajero subestima la población total, de la que no logra hacerse una idea suficientemente  clara. La presencia de   "numerosas chozas", como lo sugerimos en nuestra nota  Nº 18,  ciertamente debería al parecer arrojar  bastante más población que cien personas. Piénsese que en sola una choza  observada por él, Moerenhout señala ya la presencia de 9-10 personas. ¿Qué se debe entender por "numerosas"?  El enigma persiste,  pues si bien el viajero vio numerosas chozas (plusieurs huttes), al parecer vio y tuvo ocasión de ver muy pocas personas. En todo caso, el personal de raza blanca presente en Cobija en ese mes de diciembre de 1828 a lo más comprendía - y sólo en forma temporal-  unas 8 ó 9 personas. El resto eran todos indígenas changos. La gran  imprecisión del viajero francés  con respecto a la población total indígena nos sugiere su poco interés real en investigar el tema. Le hubiera bastado una conversación con lo señores comerciantes Cotera o Alcalá, que allí radicaban, para  averiguarlo con una mucho mayor precisión.

(37)  "Hoy día" - acota Moerenhout,  al referirse a su tercera visita,  efectuada  varios años después de la primera (esto es, hacia 1834)-   hay ya numerosos agentes de casas comerciales instalados, viviendo de firme en Cobija. Señal del brusco cambio operado en apenas  unos 6 años  en la humilde caleta,  por efecto de la recalada frecuente de barcos para  el abastecimiento de Bolivia. En seis años, se ha efectuado un cambio radical que bien pudo influir en muchos aspectos  en la población  indígena, su lugar de asentamiento y sus actividades. ¿Cómo y en qué forma influyó en ésta?, a la verdad  es difícil de imaginar  y no lo sabemos aún. Tal vez con  el cotejo minucioso de los relatos de los  visitantes posteriores, como  el caso de D´Orbigny (en el mes de abril de 1830), nos permitan seguir este lento proceso de  retracción  (¿ u absorción?) de la población indígena residente.

(Damos por terminadas nuestras notas a este texto el 09/12/2012).




                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          


2 comentarios:

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