viernes, 29 de agosto de 2014

Quechuas en el Norte Grande de Chile: ¿existen hoy o son tan solo reminiscencias del pasado?.

Un tema de alto interés lingüístico.

Queremos dejar estampado aquí  y rescatar, para los interesados en la sociolingüística y etnología nacional, un pequeño y desconocido artículo nuestro publicado en el año  1990 en la revista Actas Colombinas (Año 1, Nº 2) de la Universidad de La Serena sobre este tema.  El asunto cobra  hoy especial  interés, cuando  algunas comunidades indígenas de Tarapacá invocan su ancestro quechua, con mayor o o menor grado de verosimilitud. Y sobre todo, cuando recientes estudios sobre el Qhapaqñan inca  han reafirmado   la convicción de que el estado Inca  ejerció en la zona tarapaqueña y ariqueña  un control total y absoluto y explotó en forma eficiente varias  minas de cobre y plata, tanto en el sector  altiplánico como en la depresión intermedia  (Pampa del Tamarugal)  y aún  en la costa.  Huantajaya, La Paiquina, Paguanta,  Collahuasi, Challacollo, Ujina, y probablemente otros sitios mineros,   tendrían su origen en época incaica.

Zona considerada  de  escaso  interés para el Inca.

Hace no mucho tiempo (1976) se afirmó enfáticamente por algunos arqueólogos  que el Inca habría ejercido un control indirecto y más bien leve en esta zona de Tarapacá, dada su escasa población y sus débiles y casi nulas posibilidades agrícolas.  Al Estado Inca no le habría interesado mayormente  esta zona para el fomento de su economía. Así está escrito en algunas publicaciones  a pesar de los importantes descubrimientos hechos con anterioridad por el arqueólogo Hans Niemeyer, en la década del sesenta del pasado siglo,  a través de sus estudios de varios tambos  y cementerios incas  en la quebrada de Camarones y en el sector altiplánico, próximo a la Laguna del Huasco (Tambo de Collacagua, 1962, 1963, 1983).

Un rincón quechua en  el NW de Antofagasta.

El breve articulo que hoy  presentamos a nuestros lectores  aportaría, en nuestra opinión,  argumentos de peso para confirmar la existencia, por las fechas de este estudio nuestro (1980), y en un pequeño  y desapercibido rincón del Norte de Chile, de restos de población quechua-hablante cuyos lejanos ancestros habrían sido de habla y cultura quechua local. Tenemos la  sospecha  de que esos pequeños grupos que en esa fecha (1980) entrevistamos, serían los sobrevivientes de antiguas colonias de mitimaes o mitmaqkuna quechuas, trasportados hasta allí por el Inca,  hacia mediados o fines  del siglo XV,  para afianzar su dominio en la zona y asegurar, con gente fiel al Imperio,  el tránsito de sus ejércitos y mensajeros por el Qhapaqñan o  camino real. Las razones se dan en el artículo que comentamos.  El control y la mantención del Qhapaqñan, sus recintos   y tambillos o tambos,   en medio de tribus  de diferente origen cultural por una parte, y la transmisión de los mensajes a través de los chasquis, por otra, requería como conditio sine qua non, el dominio de la lengua quechua, lengua en la que eran transmitidos  viva voce por  los mensajeros del Inca  en sus qhipus, desde el Cuzco hasta los confines del Estado Inca.

¿Sobrevivencia de  mitimaes quechuas  en la ruta del Inca por Tarapacá?. ¿Por qué no?.

En otras palabras,  las actuales pretensiones  de  varios pueblos tarapaqueños  de la zona precordillerana (es el caso explícito de Miñe-Miñe, Suca, Tarapacá, Quipisca, Mamiña  y Guatacondo, e incluso Pica) en el sentido de negarse a  aceptar su origen  aymara y  exigir a las autoridades de la CONADI regional ser reconocidos como comunidades de origen quechua, tendría un posible e inesperado asidero cientifico  en la existencia probada de asentamientos de mitimaes a lo largo del Qhapaqñan o "Camino del Inca". Tal cosa hemos sostenido recientemente, con argumentos de tipo histórico geográfico y lingüístico,  en una obra  hoy en prensa  sobre  la historia cultural de la comunidad quechua de Quipisca   (Larrain, Horacio et al.,,  2013. “La quebrada de Quipisca (Tarapacá) y sus contornos: evolución del paisaje físico, desarrollo histórico de su poblamiento y perspectivas de futuro”, artículo en la obra: Historia y Vida en el Valle de Quipisca: Evolución cultural de una comunidad andina,  Ediciones BHP Billiton, Iquique, en prensa, 2014).

¿Cómo explicar   la convicción  íntima  de su origen quechua, presente  en ciertas comunidades tarapaqueñas?
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¿Por qué - nos hemos preguntado muchas veces-  el sistemático rechazo de estas comunidades de baja altura  (no altiplánicas) a  ser consideradas de origen  aymara y, en cambio,  su  aceptación gozosa de su origen quechua?.  Algo debió sobrevivir en la tradición cultural de estas comunidades, que fue  transmitido fielmente de padres a hijos, acerca de su origen quechua,  ascendencia de la que hoy se enorgullecen. Quedó el recuerdo lejano, aunque se perdió casi totalmente   el uso de la lengua. Pero quedaron  trazas,  por ejemplo apellidos y ciertas reminiscencias  culturales que urge rescatar.

No habrían  sido migrantes  altiplánicos  recientes desde  el SW de  Bolivia.

La persistencia  hasta hace muy poco tiempo de pequeñas comunidades quechua-hablantes en el alto Loa en las  pequeñas comunidades de  Cupo, Panire, Turi, Toconce o Ayquina,  a las hace hace referencia  especial este artículo nuestro, no tendría, pues, un origen altiplánico boliviano  reciente, por  inmigración desde poblaciones del SW de Bolivia - como se podría fácilmente creer-  sino  tendría un  origen  muchísimo más antiguo,  como continuidad y persistencia  de pequeñas antiguas ocupaciones Inca en  sectores  por donde cruzaba el Qhapaqñan rumbo a  Chiuchiu y San Pedro de Atacama.

El Qhapaqñan era mantenido y custodiado por colonos quechuas.

El "Camino del Inca" cruzó de Norte a Sur toda  la depresión intermedia de Tarapacá, partiendo de Arica, como ha sido corroborado  por numerosos Cronistas. Ahora bien, este camino necesitaba ser especialmente protegido y mantenido por las comunidades vecinas  para  permitir su uso continuo  y expedito por  la mensajería imperial Inca. Además,  para tal efecto,  fue  jalonado de tambos y tambillos de apoyo. No creemos pueda ya dudarse, en consecuencia,  que el Inca haya establecido,  en sus  inmediaciones poblaciones  quechuas para su mantenimiento y control, a cargo de mitimaes o colonos  traidos  ad hoc desde otras regiones del imperio y, por cierto, de lengua y cultura quechua. No existía, en efecto, otra manera de proteger  su acceso expedito y normal a las comarcas más alejadas del Imperio tanto en el Chinchaysuyu (extremo norte, Ecuador)   como en el Colesuyo ( costa  de Arequipa al sur, incluyendo Tarapacá al menos hasta el río Loa)  y el  Collasuyu ( sector  andino  sur peruano-boliviano y NW de Argentina).

El presente trabajo  se enmarca en  un período de investigaciones  nuestras en los pueblos  del alto Loa, con motivo de nuestros estudios sobre  el arte y artesanía tradicional indígena en dicha zona entre los años 1985 y 1991.  (Cfr. artículo de H. Larrain  "Artesanía del Norte: la multiplicidad andina", en  Chile: Artesanía tradicional   Autores Horacio Larrain y otros, 2ª edición, Ediciones Universidad Católica de Chile,  1993, 25-39).  Fue en ese período  y de visita en pueblos  atacameños del alto Loa cuando caímos en la cuenta y pudimos comprobar la existencia de un pequeño y casi invisible remanente cultural quechua, expresado no solo en el uso de  la lengua, sino también en otros elementos  de su cultura  (artesanía  cerámica).

Por ese mismo tiempo, publicamos  en un diario  de Santiago,  un artículo  sobre esta visita a los citados pueblos con el título:  "¿Se habla hoy el quechua en Chile?. (Diario "El  Mercurio", Santiago de Chile, 20-07-1981), artículo que reproduciremos en un próximo capítulo del Blog.  No quisiéramos que ese pequeño "descubrimiento" pase desapercibido para los entendidos en el tema.

El texto del trabajo.


     Fig.  1. Página 1 del artículo.


 Fig. 2. Página  2 del artículo.

Fig. 3.  Página 3  del artículo

                                                              Fig. 4. Página 4 del artículo

 Nuestras reflexiones finales.

1.  Con motivo  del reciente estudio del Qhapaqñan  o "Camino del Inca"  por parte del Proyecto "Tarapacá en el Camino del Inca", de la Universidad  Arturo Prat de Iquique,  nos ha sido posible recorrer gran parte de la ruta inca  desde  la quebrada de Camarones  hasta   las cercanías del río Loa, en Quillagua, en una extensión aproximada  a los 300 km. Hemos podido adquirir,  siguiendo dicho trayecto,   alguna experiencia acerca  de la forma  y aspecto que adquiere  la ruta  al cruzar la extensa pampa del Tamarugal  y también, acerca de los criterios que habrían  guiado al Inca para  seguir determinados rumbos. Sobre este tema, nos explayaremos  en el Informe Final del  Proyecto, actualmente en curso.  Los recorridos hechos en este Proyecto, nos han ayudado muchísimo a comprender el tema que aquí prenunciamos, ya en el año 1990.

2.   El pequeño trabajo que hemos presentado aquí  creemos constituye un elemento probativo más  acerca de  la existencia de comunidades quechuas  sobrevivientes hasta nuestros días en la zona alta del extremo NW de Antofagasta, las que  habrían conservado la lengua de sus antepasados  hasta  muy recientemente.

3.  Si la zona atacameña con sus pukaras defensivos fue una zona de choque y conflicto entre  las comunidades locales y  el Estado Inca conquistador, es evidente  que   el trazado del camino tuvo que ser protegido mediante guardianes quechuas pertenecientes a los grupos de  mitmaqkuna  trasladados al efecto a estas regiones  por el Inca, donde  permanecieron hasta la llegada del español.  Disuelto el poderío inca con el acceso del poder español,  sospechamos que  la mayoría de estos indígenas  de origen quechua, pero de larga permanencia en los lugares  (al menos por una o dos generaciones), se habría  quedado definitivamente en la misma zona.  Reginaldo de Lizárraga,  gran cronista, escribiendo hacia  el año 1580 señala explícitamente que aún entonces  los atacameños no estaban del todo sometidos  al español y provocaban serios problemas  a los que se atrevían a cruzar por su territorio rumbo a Copiapó.

4. Es probable que  algunas familias de  mitmaqkuna  quechuas, tras las conquista española,  se devolvieron a sus lugares de origen  en aquellas áreas donde la presencia quechua era odiada o rechazada  por los señoríos locales. Tal parece haber ocurrido en sectores del NW argentino, donde la presencia  inca  fue duramente  combatida  por las tribus locales, según atestiguan algunas fuentes históricas.

5. Sospechamos que  lo recién expresado en los puntos 2 y 3. sería  el caso de estas pequeñas  comunidades  sobrevivientes, de habla y cultura quechua (de Toconce, Turi, Panire, Cupo, Topaín, etc.),  enquistadas en zona  antigua atacameña, cuya cultura habría quedado opacada por la presencia quechua  inmigrante (los mitmaqkuna de tambos y tambillos de la ruta inca)  a cargo de la vigilancia, control y mantención  de la vía incaica.

6. Futuros estudios arqueológicos a los creemos deberían sumarse necesariamente  lingüistas avezados y folklorólogos, expertos en las antiguas artesanías sobrevivientes en la zona,   seguramente van a contribuir a iluminar este  difícil problema  de la activa presencia inca  de antaño y su supervivencia en la zona. Abogamos por  las participación  activa de dichos especialistas, pues hemos notado con cierta sorpresa su total ausencia en la casi totalidad de los trabajos  recientes referidos al Qhapaqñan en la zona.  Hemos escuchado quejas de estos especialistas, en el sentido de que no se suele considerar  su aporte  cuando se estudia, por parte de los arqueólogos,  estas antiguas comunidades. Y creemos que tienen toda la razón.  La toponimia y antroponimia local, y el examen de la artesanía y arquitectura remanente en dichos poblados debería, a juicio nuestro, arrojar bastante  luz sobre el problema  de la presencia y actividad inca en las zonas por donde  transitó antiguamente  el "·Camino del Inca". Estoy cierto  que  en el futuro se nos encontrará la razón.


sábado, 16 de agosto de 2014

Pinturas rupestres del sitio Tambillo (Este de Pica): ¿Quiénes, por qué y para qué las dibujaron precisamente aquí?.




Fig. 1. Gran corral, casi intacto, ubicado en el piso de la quebrada aprovechando una  pequeña terraza fluvial. Los paneles con figuras  se encuentran  a pocos metros hacia el Este   (izquierda).

 El paisaje circundante  y las fuerzas"  de la Naturaleza.

En el capítulo anterior, hemos analizado el sitio  arqueológico de Tambillo desde el ángulo de la geomorfología y las  ciencias naturales  (Botánica y Zoología).  Es decir, quisimos  interiorizarnos primero acerca del paisaje  y características del  escenario que encierra  y circunda  estas manifestaciones rupestres. 

Hemos insinuado que el hombre primitivo, sometido  a las fuerzas  de la Naturaleza  cuyos efectos veía  y sufría  todos los días (lluvia, granizadas, aluviones, rayos y truenos, temblores y terremotos)   procuraba aplacar y propiciar a  los "dueños" de estas fuerzas superiores mediante la realización de ritos en lugares específicos.  Somos de opinión de que  los sitios de petroglifos, pinturas rupestres o paneles de geoglifos, fueron los sitios de preferencia elegidos por ellos para realizar sus actos cúlticos o rituales para aplacar o mantener propicias a sus deidades, favoreciendo así  a los caminantes  y viajeros en sus trayectos. 

Una cita de Polo de Ondegardo nos sitúa en el contexto ritual preciso.

Vamos a relacionar nuestra reflexión y el material fotográfico de las pinturas rupestres del sitio de Tambillo, con  un notable texto, a nuestro juicio  muy ilustrativo en este tema. Pertenece  al cronista y jurista español  Juan Polo de Ondegardo y Zárate   (1516? - 1575)   y aparece su obra: "Instrución [sic!]  contra las Ceremonias y Ritos que usan los indios conforme al tiempo de su infidelidad", (escrito ca. 1559).  Fue publicado en la Colección de Libros y Documentos  referentes a la Historia del Perú, 1916, Tomo III,  pp. 143, Lima, Imprenta y Librería Sanmartí . El Virrey del Perú había  confiado a este afamado jurisconsulto que estudiara a fondo el tema de la religión indígena para poder  aportar argumentos sólidos y de primera mano para uso de los sacerdotes,  con motivo de la celebración de los primeros Concilios Limenses. Estos Concilios locales  tenían por función examinar la forma como se realizaba la cristianización  de los indios y entregar herramientas claras a los sacerdotes y confesores para la lucha  contra la idolatría.  Al inicio mismo del Capitulo I de esta Instrucción, se lee  esta frase lapidaria que nos parece  muy ilustrativa para nuestro propósito y  que creemos viene  a explicar, al menos en parte,  el uso de estos lugares "sagrados" para ellos:

"Común  es casi a todos los indios adorar Huacas, Idolos, Quebradas, Peñas o Piedras Grandes, Cerros, Cumbres de montes, Manantiales, Fuentes y , finalmente, cualquier cosa de naturaleza que parezca notable y diferenciada de las demás". (Polo de Ondegardo, 1916, Tomo III, cap. I, Nº 4;  énfasis nuestro).

Las pistas que nos arroja este texto.

De un somero análisis de este texto,  que data de  aproximadamente el año 1560, podemos concluir que  los antiguos andinos creían  percibir,  en estos lugares, ciertas "presencias"  sobrenaturales  a las cuales reverenciaban. Tal vez por eso  mismo,  se sienten llamados a dibujar allí a aquellos seres  que consideran sus "protectores" .  En expresión de  un  dirigente lirimeño, entrevistado por nosotros hace muchos años, don Víctor Ticuna, esos lugares  eran considerados por ellos como  "fuertes" , es decir, estaban premunidos de  fuerzas  especiales. Esta  forma de  reverencia a dichos lugares, es para el español Polo de Ondegardo, una muestra de "adoración", y más concretamente,  de "idolatría".  Y como tal,  había de ser extirpada. Como para la pastoral propia de esos siglos  tales diseños y figuras eran consideradas "obras del demonio", había que borrarlas y/o hacerlas desaparecer. Frecuentemente,  se aconsejaba  poner allí donde hubo un santuario u adoratorio, una cruz cristiana, a la que   (o los que)  se seguía reverenciando. Es el origen de no pocos "Calvarios" de la zona andina.

Investigaciones previas.

Este valioso sitio de arte rupestre es bien conocido de los arqueólogos locales. Se sabía de su existencia desde hace mucho tiempo en Pica, pero no se había  hecho un detallado estudio del mismo. Recientemente, ha sido analizado este sitio y sus pinturas en el contexto de  la presencia inca en Tarapacá a través de las manifestaciones rupestres por el arqueólogo del Museo de Arte Precolombino  José Berenguer Rodríguez en un voluminoso y  bien documentado artículo:   "Uncus ajedrezados en el arte rupestre del sur del Tawantinsuyu.  ¿La estrecha camiseta  de la nueva servidumbre?", en volumen  titulado Las Tierras Altas del Área Centro Sur  entre los 1.000 y  1.600 d.C".  San Salvador de Jujuy, Jujuy, República Argentina,  2013: 311-352.  El trabajo arroja UNA  potente luz sobre  el control inca en Tarapacá y sobre  las vías incaicas  en la región. Recomendamos vivamente su lectura. Por desgracia, no se encuentra  -que sepamos- en la Web y es preciso acceder a éste en bibliotecas especializadas.  Estros "Uncus", o camisetas decoradas en forma que semeja  un tablero de ajedrez, ha quedado ilustrados en la obra de Guamán Poma de Ayala y corresponden a un  tocado particular de  los señores o capitanes.  Para José Berenguer, representarían tal vez el paso de alguno de los monarcas  Incas por el lugar.  Y este diseño, por lo tanto, sería típicamente incaico.

Antes de descender al fondo de la quebrada.

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 Fig. 2.  El investigador  y  experto en el arte rupestre indígena,  Luis Briones Morales, de bastón, observa  fragmentos de cerámica indígena  en el piso de un  corral  que se halla en la parte superior, antes de descender a la quebrada de  Quisma en nuestro viaje del día  28/07/2014
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Fig. 3.  El amplio corral aquí mostrado se alza  en una pequeña terraza fluvial, al costado sur de la quebrada y a  muy  corta distancia  de las rocas con pinturas rupestres. Su presencia  estaría comprobando el   encierre de animales durante la noche, antes de reemprender el viaje.  En este punto, donde la vegetación es casi inexistente,  solo era posible mantener pequeños  rebaños o tropillas  pastando en las cercanías  en años particularmente lluviosos. Por tal motivo, sospechamos que este corral servía, más bien,  para el encierro de animales en tránsito por la antigua rutas al altiplano.

Fig. 4.  Uno de los bloques  importantes dotados de pinturas rupestres.

Fig. 5.   Diseño  en la pared rocosa de  un curioso diseño , aparentemente de un textil,  (¿túnica?), con empleo de  pinturas con colores  rojo sangre, negro,  y rojo amarillento en un mismo diseño.  A su lado  izquierdo, se  muestran dos pequeñas  figuras estilizadas, aparentemente humanas,  en un tono  de rojo más fuerte. Con mucha sabiduría, los antiguos  dibujaban estas figuras  en las partes sombreadas de la roca, donde  prácticamente nunca llega directamente el sol para evitar su desaparición. Gracias a esa precaución, tales pinturas han llegado casi incólumes  hasta nuestro días.  (Vea  mayor detalle en foto  siguiente).



Fig. 6.   Se tiene la sospecha  de que este tejido formaría  parte de una túnica o camiseta  Uncu)  usada por los  [¿capitanes?] Incas. El cronista indio Guamán Poma de Ayala, entre sus  numerosos dibujos, muestra túnicas semejantes  y las dibuja como parte del atuendo militar  de los conquistadores incas. Bien podría expresar este diseño  la toma de posesión y  control absoluto de esta ruta por parte del Inca y sus capitanes. Nuevamente nos sorprende en el diseño  el uso de variados colores de pintura  en un solo dibujo. 

Fig. 7.  En la   parte superior izquierda, es dable observar  varias líneas  verticales   paralelas  ( 11 ó 12) en tres colores distintos: negro, rojo y verde. ¿Mero ensayo de dibujo?.  ¿Alguna cuenta?.

Fig. 8.  Un acercamiento  (o zoom)  a las mismas escenas,  revela , en el extremo izquierdo, la presencia de  una o dos figuras humanas y varias pequeñas figuras de animales. En la parte media, arriba,  líneas y trazos aisados  hechos  en colores rojo sangre, café  y verde (¿ensayo  del pincel?).


Fig. 9.  Sobre  el color de fondo natural de la roca oxidada (tonos beige y amarillo-rojizo), se distinguen, al centro de esta figura, unos personajes  dibujados en color rojo. También  se distinguen, debajo de las anteriores,  pequeñas figuras de animales dibujadas en rojo y en  blanco. 

Fig. 10. Algo más arriba de  la parte central,  se puede distinguir bastante bien  un personaje  de túnica, delineado su contorno  en color rojo,   con los brazos abiertos  y dos pies, pocos centímetros arriba de unas líneas  en zigzag dibujadas en color verde claro  y rojo.

Fig. 11.  Características y coloración de la roca donde se ha dibujado la reproducción de  un tejido  a colores    con diseño ajedrezado.

Fig. 12. Líneas  rectas y curvas en varios colores:  rojo, café oscuro, blanco. ¿Qué querrán representar?.

Fig. 13.  Un acercamiento  a los diseños  que ya vimos en la Foto  Nº  8.  Aparentemente,  se trataría de una escena de caza en el centro de la escena:  se ve a un hombre junto a un   animal que parece tener  largas  astas (¿tal vez un huemul?). Se ve en forma difusa a otros animales, en distintas posiciones. 

Fig.  14. Entre las grietas  superior  e inferior  de la roca (parte media de la foto),  se puede ver un pequeño friso  mostrando  una secuencia de unos  4 a 6 llamos  (reconocibles por sus largos cuellos).


Fig. 15.  Nos hemos preguntado más de una vez  si, tal vez, la presencia de muchísimos diseños naturales formados  por los distintas coloraciones del fondo de la superficie (como aquí se puede apreciar), haya gatillado inicialmente la factura de diseños  más específicos. Tal vez  creyeron ver en  ellos figuras determinadas entre estos diseños imprecisos, de carácter natural, propios de la diversa coloración de la roca. 


Fig. 16.  No nos  es difícil  hoy día creer ver o imaginar distintas  figuras en esta superficie repleta de "formas" abigarradas  y curiosas. Es probable que, bajo la influencia de alguna substancia  alucinógena, o a la luz cambiante de una fogata  el antiguo habitante  que aquí pasó o pernoctó, viera   aquí  "presencias" sobrenaturales. ¿Constituyó esto un incentivo natural  para dibujar más nítidamente los contornos de sus seres míticos?. Tal vez. 

Fig. 17.  Aquí estamos ante una evidente superposición de figuras.  Primero se dibujó esta serie de líneas paralelas  verticales, que parecerían  representar  un  tipo de qhipu  hecho de cuerdas  (dispositivo de cálculo de los antiguos peruanos).  Posteriormente,   se dibujó   encima  (al lado derecho de la foto),  el diseño muy perfecto  de un personaje estilizado  de manos extendidas y  pies abiertos. (más notorio en foto 31).  Éste  está  muy finamente  delineado  en rojo y su cuerpo,  de color más claro,  fue al parecer producto de un raspado suave, mediante el cual se desprendió la pátina color rojo sangre, natural de la superficie de la roca.


                                       
Fig. 18. Otra parte del panel que muestra  a un extraño personaje pintado de color rojo  (lado izquierdo) con las manos levantadas en señal de súplica  (?). Sobre su cabeza, una larga línea,  tal vez  representación de un sombrero puntiagudo (?).   A la derecha de la foto,  el personaje con túnica  o coraza  (?) de diseño ajedrezado (Compare con foto 19).


Fig. 19.  Hemos hecho un zoom especial a este personaje  enigmático, de rostro, manos y piernas color rojo sangre, y cuya túnica, como si se tratara de una  coraza, muestra  un diseño de tablero de ajedrez, muy notable. Especialmente  llamativo es el uso del color verde claro en este diseño.Este personaje, de sombrero peculiar  dotado de plumas y  coraza ajedrezada, es, sin duda, el diseño más interesante  en este sitio de Tambillo. Se utilizó, como  tapiz de fondo de la pintura,  un área patinada  particularmente  oscura (café-rojizo).


Fig. 20. Aquí se alcanza a percibir con dificultad  uno o dos (?)  diseños de llama o alpaca, en color verde tenue  (parte media, baja).


Fig. 21.  El arqueólogo y artista  Luis Briones  nos señala la existencia de otro panel  donde según los  arrieros lugareños   estaría  representado un "diablo".


Fig. 22.  El mismo bloque de rocas  visto  desde  más cerca. Al observar detenidamente  este bloque y  la riqueza cromática natural de sus  formas,  uno puede entender más fácilmente  cómo los antiguos llegaron a  "ver" allí diversas   figuras  y a diseñar, en esa tela de fondo,  a sus "seres míticos"   más preciados, sus "protectores".

Fig. 23.  Extrañas cavidades  o taffonis  presentes en la roca.  Ya hemos explicado  antes  el origen de estas oquedades, que son producto de la acción incesante del viento y/o la humedad que va desprendiendo  las partes más blandas o frágiles de la roca cristalina, conservando sus partes  duras suavizadas y patinadas.

Fig. 24.  Increíble variedad de tonos de colores que adquiere aquí   la meteorización de la roca.  En realidad, no resulta para nada descabellado imaginar en este contexto figuras y formas  de "seres"  míticos.



                                    
Fig.  25.  Aquí se distinguen mejor  las  llamitas en fila  (parte media). La misma imagen que la Fig. 14. Inmediatamente debajo de las llamitas pintadas en color rojo sangre, se observa una curiosa corrida de diseños  en color gris, que semeja, curiosamente, un texto escrito en un alfabeto extraño.

Fig. 26.  En el piso de la estrecha  quebrada  se ha formado una verdadera  piscina natural   que cuando llueve  conserva el agua por varios meses, convirtiéndose así en un valioso reservorio natural de agua. Las figuras rupestres que  se halla aquí junto, tal vez tengan algo que ver con el culto al agua, en opinión de  mi amigo Luis Briones. Este "pozo" natural, como puede observarse,  se halla hoy parcialmente relleno de arena arrastrada por los aluviones. Tal como lo comentara  aquí el citado arqueólogo, sería  de enorme interés limpiarlo y dejar al descubierto su  enorme  volumen.  Esta quebrada y sus manifestaciones rupestres y sus atractivos cambios cromáticos,  encierra un enorme atractivo turístico aún intocado. El escenario natural aquí es realmente imponente  y pocas veces visto.

Fig. 27.   Luis Briones  sentado,  contemplando  uno de los  friso rocosos con  figuras.


Fig. 28. Aproximadamente a unos  2-3 km al Weste  del sitio arqueológico con pinturas rupestres, al medio del llano se alza una apacheta, al costado de la antigua ruta tropera y como parte integrante  de ésta.


Fig. 29.  La apacheta  se ha sido formando lentamente y creciendo  a través de los siglos   por la acumulación de pequeñas piedras  aportadas por cada viajero, como ofrenda a pachamama y para pedir éxito en el viaje emprendido..

Fig. 30. La misma apacheta,  vista de más cerca.  Está formada por decenas de miles de piedras pequeñas, cada una de las cuales  fue parte de un rito del caminante, en realidad, una oración, un ruego o un acto de agradecimiento por el viaje en curso..

Fig. 31.  En este conjunto se puede  ver los diferentes motivos, analizados uno a uno en las fotos precedentes.  El personaje de túnica o coraza  ajedrezada está al extremo derecho de esta fotografía.


Fig.  32. Posible diseño de un qhipu o ramal de cuerdas para llevar una contabilidad . Compare con foto Nº  16.
Fig. 33. Otra sección de uno de los paneles. Constate  el empleo de cuatro o tal vez cinco  colores  (verde claro, café, rojo sangre y  blanco). Estos trazos  darían  la impresión de meros "ensayos" del pincel, practicados por el artista antes de iniciar un dibujo propiamente tal.  En realidad,  no sabemos qué puedan o quieran  representar.


Fig. 34.  Figuras enigmáticas. La de la derecha, parecería  retratar a una llamita en posición de alimentarse (Para observarla, hacer girar la figura en el sentido de las manecillas del reloj).  Pero la posición en que se muestran aquí , es la correcta en terreno.


Nuestra reflexión eco-antropológica.

1.  Los diseños se hallan  en varios lugares  de bloques rocosos, muy cercanos entre sí,    separados  por una distancia no mayor de  100-150  metros,en los bloques  del fondo de la quebrada.  En su  inmensa mayoría,  han sido pintados a lo largo del costado sur de la misma en profundos taffonis  como cavernas. Tal vez porque aquí había más profundidad y sombra en las cavernas naturales donde quedaron dibujadas para siempre (taffonis) protegidos del sol.

2.  Por lo general, todas las figuras son de pequeño tamaño. No hay prácticamente ninguna  que exceda los    30-40 cm de longitud. 

3. El material colorante (pintura),  tal vez fue obtenido aquí mismo, moliendo la pátina  roja o cremosa y adicionando grasa animal  y algún fijador. Los colores claros (que se acercan al blanco)  tal vez son fruto de un leve  raspado, sacando la delgada película de la pátina rojiza  superficial.  Hay que examinar cada caso  in situ.  Tal vez sea también pintura sobrepuesta.

4.  Abundan   (hay decenas y decenas)  las figuras notablemente  pequeñas, de menos de  2 pulgadas de largo. Lo que nos sugiere que fueron dibujadas para ser vistas  y veneradas de muy cerca (todo lo contrario de lo que ocurre con los geoglifos!).

5.  Existe notoria superposición de figuras en varios casos, lo que prueba un  largo uso del lugar en el tiempo.  También  diseños  hechos en varias posiciones diferentes de la vertical. Tratándose de una ruta muy frecuentada  hacia y desde el altiplano tarapaqueño, esto no debe sorprendernos.

6. El corral anexo a los sitios de pinturas  obviamente jugó un papel importante: era el lugar para encerrar los animales de carga, durante la pernoctación  en el lugar.

7- Hay algunas oquedades que ofrecen un buen tamaño para  cobijar a algunas personas  durante la noche. Tal vez por eso no se halla  aquí recintos o refugios  propiamente tales  de construcción humana ( tambillos).

8. Como muy bien lo ha planteado Juan Van Kessel en un conocido artículo,  estas figuras representadas aquí adquieren  el rol de imágenes votivas, al estilo de los ex-votos  que, como tácitas oraciones,  hasta hoy se exponen  (o dejan)  en los santuarios católicos u ermitas, "agradeciendo el favor recibido", o "solicitando  un favor específico": salud, buen  viaje, éxito en la misión, buena cacería, buen retorno, etc.  (Vea Van Kessel:  "La pictografía rupestre como imagen votiva (Un intento de interpretación antropológica)",  en Homenaje al Dr. Gustavo le Paige, Universidad del Norte,  Antofagasta  1976: 227-244).

¿Se trata de "imágenes" votivas  o ex-votos"?. Copio aquí una de las conclusiones de  Van Kessel, al finalizar su valioso estudio:

"Se trata de imágenes pre-figurativas,  que en su contexto ritual "imitan la finalidad", expresando en forma plástica un voto para la feliz realización de lo representado. Las imágenes votivas son una oración cristalizada hecha materia y presentada a la divinidad, una materia que -por razón de su capacidad espiritual  y su natural participación cósmica íntima-  fue hecha representante activo  y portavoz del suplicante. Este le entregó una vida y una  voz propia (su forma significatoria) al grabar, pintar o modelarla ritualmente. La súplica, materializada con un máximo de plasticidad y expresividad, es auto-efectiva, duradera y de mayor eficiencia que la fugaz oración verbal. como tal, las figuras votivas son también una anticipación simbólica de la realidad, una "pre-realización" (Van Kessel, 1976: 236, énfasis nuestro).


Adhiero al pensamiento de Van Kessel  pues responde de lleno  a la mentalidad andina  y a su posición animista frente a los fenómenos de la naturaleza.  Pero algunos diseños, como los personajes con atuendo militar, parecen tener un sentido  diferente:  el control y dominio inca en la ruta.

En un próximo capítulo, ya en preparación, seguiremos tratando de profundizar en este  rico pero complejísimo tema que para  los tarapaqueños adquiere  un inmenso valor, no solo como posible sitio de atracción turística, (muy propio de nuestra mentalidad economicista actual)  sino, mucho más, como un sólido  aporte a la comprensión de la espiritualidad andina visible en nuestra zona a través de múltiples manifestaciones.





ativo del cronista   y legista Polo de Ondegardo, escrito hacia   1570:

martes, 12 de agosto de 2014

Biogeografía y geomorfología del sitio arqueológico de Tambillo: paradero junto a una ruta de intercambio prehispánico.

Analizando la geografía  de un sitio de arte rupestre.

                           
Fig. 1.   El arqueólogo Luis Briones, quien amablemente nos mostró a este sitio, ubicado a unos  2.650 m de altitud, al Este de Pica, camino al  Salar del Huasco.

Fig. 2. Ubicación exacta del lugar  en una toma de Google Earth. Coordenadas  UTM: 484500 E  y 7739800 S.  Con el vehículo se puede  acceder hasta  el área del  corral ubicado en el alto, desde donde se divisa  la quebrada.

Un sitio llamado "Tambillo".

Habíamos escuchado  hablar mucho de un sitio llamado "Tambillo"  de labios de habitantes ancianos de Pica (Iª Región deTarapacá,  Chile). Por primera vez, tuvimos noticia de él  por los años  1964-65   a través  de un experimentado piqueño, don Herminio Castro, gran conocedor de toda  la zona altiplánica. El sitio, por su significado común, nos olía fuertemente a un lugar de descanso inca, pues "tambillo" no es otra cosa sino un diminutivo de "tambo", y esta voz viene del quechua tampu que significa conjunto de recinto de descanso de caravaneros o viajeros en tiempos del Inca. Los "tambos" -como es sabido-  eran los centros mayores, usados no solo como centros de almacenamiento de agua y provisiones para los constantes viajeros del imperio, sino frecuentemente, también, como centros administrativos locales en tiempos de la dominación inca. En especial, en lugares alejados del Cuzco, su capital.  Los "tambillos"  eran, en cambio, recintos   muy pequeños, denominados  en lengua quechua chasquihuasi, o casa de los chasquis, donde pernoctaban  los mensajeros del inca, los responsables de transportar, a la carrera, los mensajes de los gobernantes hasta los lugares más alejados del Cuzco, llevando los mensajes importantes.    Pero, ¿había aquí realmente un tambo o un tambillo, o era tan solo un paradero de las caravanas?. (Nota: todas las fotos que siguen más abajo  son de H. Larrain).

Características  físico-geográficas y biológicas del sitio.

Hoy presentaremos, en el presente capítulo el sitio desde el punto de vista de su  aspecto físico (geomorfología ) y su biogeografía ( flora  y fauna).  En el próximo capítulo, introduciremos un análisis mucho más fino del sitio arqueológico, con sus maravillosas pinturas rupestres.  

¿Existe hoy  algún  "tambillo" o recinto inca  por las cercanías?.

Nos preguntábamos al escuchar  el topónimo "tambillo", si habría algún "tambo" o al menos algún tambillo inca,  en el lugar elegido de visita.  ¿Por qué  se le daba este nombre?.  Nos intrigaba  muchísimo la presencia de este nombre y decidimos  visitarlo. Estábamos estudiando con otros investigadores  el "Qhapaqñan" o "Camino del Inca"  a través  Tarapacá. Habíamos ya hallado varios "tambillos" en la ruta de los chasquis,  en las vecinas quebradas de Quipisca y Juan de Morales. ¿Habría aquí otro tambillo o chasquihuasi,  revelador de una ruta importante hacia y desde el altiplano hacia y desde Pica?. Y si no lo había, ¿por qué se le dio tal nombre?. 

Fig. 3.  Desde el alto, lugar donde dejamos nuestro jeep Dyundai Terracan,  hay una espléndida vista al fondo del estrecho lecho  de la quebrada de Quisma. La quebrada  en este punto es  sumamente  rocosa y totalmente desprovista de agua, salvo en el caso de años lluviosos cuando ocurre el llamado "invierno altiplánico" o "invierno boliviano", como se le conoce en nuestra región de Tarapacá.. Abajo, en una pequeña terraza fluvial, se divisa un gran corral, capaz de encerrar  50-60 animales. Su sola presencia ya constituye un prueba de un  tráfico animal intenso y abundante en un pasado tal vez no  remoto.  

La intrigante geografía y geomorfología del área.

Tal como lo demuestran las fotografías que siguen,  la  estrecha quebrada está constituida a sus costados, por enormes  masas rocosas, de origen volcánico cristalino, fuertemente erosionadas, donde  el viento y la humedad y los cambios de temperatura  han producido enormes cavidades u oquedades que los geógrafos han llamado  "tafonis". La voz procede del área del Mediterráneo y vendría, al parecer, del siciliano "tafoni" que significa "ventana". Tal acepción nos parece bastante aceptable pues  en verdad se presentan a la vista como  notables  aberturas como  "ventanas" en las grandes rocas.

Fig. 4.  La quebrada  de Quisma,  en este trecho, es sumamente angosta, no superando los  10-12  m de ancho como máximo. En trechos,  se angosta aún más. El piso se observa tapizado de rocas notablemente pulidas y desgastadas por el paso de las aguas.

 El piso de la quebrada.

El suelo de esta pequeña quebrada es enteramente rocoso y está  apenas cubierto por una delgada capa de arena de arrastre, donde a duras penas sobreviven hoy  algunas pocas especies  arbustivas que vamos a mostrar en seguida. Las arenas del fondo, apenas sobrepuestas sobre la roca sólida,  han sido arrastradas desde las zonas altas  en épocas de aluvión;  asimismo, tales aluviones eventuales, huaycos o avenidas  de agua, potentes  y  arrolladoras, han ido, a lo largo de los siglos,   puliendo y desgastando las rocas del fondo, hasta mostrar hoy una superficie pulida y casi brillante.. Suelo vegetal  aquí propiamente tal  no hay;: tan solo una  fina  y delgada capa de arena.

(Nota Bene. Agradecemos  especialmente  el apoyo del botánico Sebastián Teillier en la identificación de las  especies vegetales aquí mostradas). 

 Fig. 5. La vegetación se arrima preferentemente a los costados,  apegada a las grandes rocas, donde logra encontrar, entre sus fisuras, algo de  humedad,  fruto particularmente  del rocío matutino. Las lluvias son escasas a esta altitud, que no supera los 2.700 m  y se presentan casi exclusivamente en los meses de Enero a marzo. A la vista, ejemplares semivivos de Atriplex  imbricata, localmente llamadas  soronas.

Fig. 6. Un arbusto perenne  de la rara especie  Trixis cacalioides (Fam. Asteraceae o Compositae), que también hemos observado, en  muy escasos ejemplares, en la desembocadura de la quebrada de Quipisca. en Julio del año 2012,  a unos  1.350 m de altitud  sobre el nivel del mar.

 Fig. 7.  El infaltable Atriplex sp. probablemente aquí se trata de A. imbricata  Phil  o sorona  en ejemplares  muy pequeños, a veces minúsculos.  Rara vez  superan éstos  aquí  los 50-60 cm de altura. En plena pampa del Tamarugal, en cambio (v. gr. en la zona de Curaña) se hallan representantes del género Atriplex  ( v. gr. Atriplex atacamensis Phil)  que forman enormes  masas o  conjuntos  de aspecto circular u oval, de  muchos metros de diámetro y que alcanza alturas  de  más de 3.5 - 4 m  de alto. En este lugar, Tambillo,  Atriplex  prospera a duras penas por falta de suelo y agua;  pero,  sin embargo, logra sobrevivir. ¡ Es el milagro permanente de la vida!.  Aquí observamos, en varias partes,  las huellas y fecas típicas del andariego zorro del desierto (Pseudalopex griseus domeykoanus), único habitante ocasional de estos parajes de escasa vegetación.

Fig. 8.  Un ejemplar  de  Compositae achaparrado,  creciendo sobre una débil capa de arena.


Fig. 9.   Hermoso ejemplar de Solanum chilense  (ex Lycopersicon  chilense), en plena floración. Se arrima y cobija a la sombra de las grandes rocas,  de las que destila el rocío matutino..

Fig. 10. Probablemente, se trate de un ejemplar de Ophryosporus pinifolius, aquí  en flor.

Fig. 11.  Hermosas flores  de una compuesta Ophryosporus pinifolius en plena floración en este tiempo. Aquí vimos posarse repetidamente la mariposa rojinegra llamada Vanessa carye (Fam. Nymphalidae). Probablemente en su follaje pone sus huevos y se crían sus larvas. .

 

Fig.  12.  Flores amarillas de  una especie de Adesmia, planta bastante escasa en esta parte de la quebrada.  

En total, solo hemos observado,  en el tramo recorrido por nosotros,  cinco especies de plantas en el piso de la quebrada. Después de las lluvias o bajada del aluvión, seguramente aparecen también otras  más. Las aquí reseñadas, son todas perennes. De ellas solo una o dos son palatables para  el ganado o para los animales  (Atriplex y Adesmia spp.) .
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Fig. 13.  Extrañas y enigmáticas formas adquieren  las rocas en este paraje. Sin duda su  curiosa forma y tamaño atrajo poderosamente la atención de los antiguos, que aquí vieron, a lo que sospechamos,  presencias de seres sobrenaturales, posibles protectores.

Fig. 14. Estas extrañas rocas en forma de  asientos monumentales, sin duda, produjeron un impacto poderoso en las mentes de los indígenas, propensos a   ver y escuchar en la Naturaleza que les rodeaba presencias de seres   misteriosos que les acechaban y que era preciso  propiciar  mediante ritos especiales.

Fig. 15.   A ratos se forman en el fondo rocoso, excavado por las aguas,  verdadero pozos o  piscinas naturales que en el período de las lluvias se llenan de agua .

Fig. 16.  Todo el ambiente   es  fuertemente rocoso y fuera de la quebrada misma, no se observa prácticamente  vegetación alguna.


Fig. 17.  En lugares, la garganta se estrecha considerablemente, hasta   medir, de lado a lado, no más de 3-4 metros. Observe los curiosos reflejos que captó el lente de nuestra cámara fotográfica.Las plantas adquieren aquí escaso desarrollo por falta de suelo apto.

Fig. 18. Una débil planta de Adesmia  sp.  logra aferrarse a una grieta de la roca  y florecer.


Fig. 19.  Algunas rocas ostentas verdaderas cavernas,  sombreadas y más húmedas, donde el hombre antiguo hábilmente ejecutó sus pinturas, con  extraños diseños multicolores.

Fig. 20.    Aquí se observa muy bien , en la mayoría de los bloques rocosos,  la formación de taffonis  u oquedades  de todos los tamaños.



Fig. 21.  Luis Briones, artista y arqueólogo piqueño, experto en arte rupestre, nos  señala hacia el alto donde aparecen varios personajes representados, uno de los cuales era  llamado el "diablo"  por los antiguos.lugareños.  Este bloque  con pinturas se alza al costado Norte de la quebrada. En general, sin embargo,  la mayoría se halla más bien el el costado sur de la misma donde reina la sombra durante todo el día.. 

Fig. 22.  En este potente bloque, se ha dibujado varios diseños con pinturas a color. Los distinguiremos más en detalle en el capítulo  siguiente de este Blog, donde analizaremos  y comentaremos  el sentido y posible finalidad de  las figuras aquí  dibujadas.

Epílogo:

Hemos querido presentar aquí,  en el presente capítulo,  el escenario geográfico (lo que los geógrafos llaman en inglés el "geographical setting") de un importante sitio arqueológico de nuestra región de Tarapacá. La actividad humana artística siempre tiene lugar en un escenario físico-biológico particular.  Los antiguos no realizaban sus figuras y diseños en cualquier parte, ni menos al azar. "Algo"  (alguna misteriosa presencia, tal vez) en la Naturaleza les impulsaba a hacerlo precisamente  "allí"  y no en otra parte. Fuerzas ocultas -hoy del todo ininteligibles para nosotros  que hemos perdido en gran parte el sentido de lo espiritual-   guiaban su instinto mítico-religioso.  Ver, conocer  y admirar ese medio geográfico y conocerlo mejor, creemos  que nos arroja una potente luz sobre las actividades humanas allí desarrolladas en el pasado.

Con estos antecedentes in mente, nos será más fácil entender  por qué el hombre antiguo eligió precisamente este sitio, como lugar para  realizar sus  manifestaciones artístico-religiosas.  Es propio de nuestro enfoque eco-antropológico el tratar de  "entender"  la actividad humana a partir del examen del  medio geográfico elegido. La elección de tales sitios, seguramente no es casual: tiene una  serie de motivaciones  que trascienden lo puramente  material y/o  económico.

 Este sitio, no presenta hoy día ningún recinto que pudiera calificarse de "tambillo". Pero  fue, por su proximidad al camino antiguo, sin lugar a dudas un lugar de descanso y de culto.