jueves, 14 de diciembre de 2006

Problemas de agua potable en caletas costeras al sur de Iquique. Una solución posible.

















Entre Iquique y la desembocadura del río Loa, existen alrededor de ocho caletas de pescadores-mariscadores. La más importante es San Marcos, con una población estimada de 500 personas y una escuela grande con 60 niños y cuatro profesores. La más pequeña, Chanavaya. Algunas son muy antiguas. Otras, como Chanavaya quedaron destruídas y despobladas tras el maremoto y tsunami de mayo del año 1877, repoblándose a partir del año 1980.

Dedicadas inicialmente a la pesca artesanal y a la extracción de mariscos por buceo, hoy día se están transformando en "áreas de manejo" con crianza controlada de productos marinos como el loco, el ostión o el choro zapato, supervigiladas por biólogos e ingenieros en pesca de la Universidad Arturo Prat. La pesca y marisqueo en botes les resulta cada vez menos rentable, por la competencia desleal de la pesca efectuada por barcos-factorías de gran tonelaje, y la falta de una adecuada protección a través de la Ley Nacional de Pesca, que hoy no les favorece. Sus habitantes claman, sin ser oídos, por un Ministerio de Pesca, el que parece imprescindble en un paìs como el nuestro, dotado de una extensa y riquísima costa.

Los habitantes de las caletas, están hoy, pues, abocados a un cambio radical en su modo de vida, de por sí inestable y difícilmente sustentable. No solo se trata de lo impredecible de los eventos del fenómeno de "El Niño" que se descargan cada 5-7 años provocando enorme mortandad de especies de algas, peces, crustáceos y moluscos; son, igualmente las "marejadas" o eventuales "aguajes", que suelen arrasar con los criaderos de moluscos, rompiendo sus "linternas" de crianza, perdiéndose en pocas horas el esfuerzo de muchos meses. Tambièn es la penuria y suma escasez de agua potable, la que necesitan tanto para sus hogares como para sus actividades productivas. Dependiendo de viejos camiones aljibes de la Municipalidad de Iquique, que con suerte les abastecen con 10-12 toneladas, cada 12-15 días, de un agua de dudosa calidad, sus pobladores no tienen hoy la menor posibilidad de asegurar una calidad mìnima de vida y menos aún, de crecer y desarrollarse como pueblos costeros . La energía eléctrica la entregan hoy, por escasas horas, motores a petróleo, cuyo costo depende de las vicisitudes del mercado internacional. Es decir, ni tienen agua de buena calidad asegurada, ni energía eléctrica barata, ni una producción de especies marinas asegurada. Su vida sedentaria, pues, pende en un hilo. Este se puede cortar por un "aguaje" repentino, por "marejadas" invernales, bastante frecuentes, por efectos devastadores de "El Niño", y, por fin, por fallas mecánicas del camión aljibe que los surte.

En realidad, no puede ser más precaria su situación y exige medidas especiales para asegurar su persistencia como caleta. Visualizamos que esta sustentabilidad solo se puede conseguir mediante un acceso seguro a otra fuente de agua, en nuestro caso, el agua atmosférica proveniente de la camanchaca. Aqui viene exactamente a colación el tema de la captación de la niebla, en lugares próximos a las caletas, y en la proximidad de las puntas.

miércoles, 6 de diciembre de 2006

La eco-antropología: nuestro enfoque particular en el análisis de una cultura determinada.

Nuestra definición.

Por eco-antropología o eco-arqueología entendemos una forma bastante diferente a la tradicional de hacer arqueología o antropología en nuestro medio. Para el arqueólogo común, la excavación constituye siempre una herramienta indispensable, en la práctica, insustituible. Para el antropólogo social o cultural, las entrevistas son el vehículo normal y fundamental para acceder a la información en una comunidad. Pero estas técnicas o herramientas heurísticas, tienen sus bemoles y, en ocasiones, sus sesgos imperdonables.

Relación simbiótica entre ecología y habitat.

Cuando planteamos aquí una nueva forma de enfocar la arqueología o la antropología social, queremos poner particular énfasis en la relación íntima existente entre escenario geográfico o habitat (que nos entrega el conocimiento geográfico), estudio del medio y su influjo e impacto en el grupo humano (ecología), y las expresiones culturales como los productos de esta interacción (cultura humana).

Nuestra posición no pretende ser per se contraria a toda excavación o a la práctica asidua de la entrevista. Sin duda, estas herramientas heurísticas (o de búsqueda del conocimiento) son útiles y valiosas. Pero ciertamente no son suficientes para entender en su totalidad el comportamiento humano en un escenario dado. Por la sencilla razón de que son instrumentos "sesgados" o fácilmente "sesgables". Por ejemplo, cuando realizo cualquier tipo de excavación (sea un simple  pozo de sondeo, sea una excavación en área), selecciono ab initio la superficie exacta a excavar, máxime si se trata de una rápida intervención de salvamento (salvage archaeology). Es decir, necesariamente tiendo a contentarme y a concentrarme en un retazo de información (un par de cuerpos rescatados y su contexto, una fracción del campamento, un pequeño sector del área de cultivos), desechando el resto ante la imposibilidad de excavar todo. Toda excavación, por hipótesis, presupone una casi brutal restricción del área de excavación, sobre la base de ciertos indicios presentes en superficie.

Mi propio sesgo al excavar un sitio cualquiera.

El sesgo lo da mi propio argumento pre-excavatorio: ¿qué quiero buscar?, ¿qué pretendo hallar?. En el caso del trabajo de campo antropológico, ocurre algo bastante parecido. ¿A cuántas personas se debe entrevistar? ¿A quiénes y de qué edad?; ¿a qué porcentaje de la población total?; ¿cuánto tiempo debo invertir en una observación participante?. En cualquier respuesta posible, hay ya evidentemente un fuerte sesgo inicial. Es decir, mi foco inicial o visión del problema, mi cronograma de trabajo y el plazo de entrega del producto, ya inficiona y tiñe mi metodología de análisis. Es lo que llamamos la subjetividad del investigador o sus pre-concepciones. Los plazos fatales,(impuestos para la entrega del Informe final, o del producto a la institución correspondiente) sobre todo, tienden a agudizar, perturbar y empañar el grado de concentración en el estudio.

Esta situación es aún más grave cuando el investigador dispone de escaso tiempo para realizar su trabajo o su prospección. En Chile hoy día, varias circunstancias complican enormemente la realización de un trabajo metódico y sistemático. Por una parte, los Proyectos de investigación duran sólo un período fijo de tiempo, generalmente corto, y muy rara vez superior a 3 años. Por lo que los "resultados" tienen que aparecer necesariamente en ese lapso de tiempo.

Por otra parte, está de moda hoy día entre los arqueólogos chilenos la participación en los bien conocidos "estudios de impacto ambiental" (EIA) que todas las empresas deben realizar antes de iniciar sus obras (canales, tranques, minas, carreteras, etc.) por exigencia taxativa de la Ley de Protección Ambiental (Ley 19.300).

Falencia de la Ley Ambiental chilena: la selección de los expertos.

Esta Ley exige a las empresas la contratación de personal especializado (arqueólogos, geógrafos, biólogos, ingenieros, etc.) los que deben emitir Informes en sus especialidades y en ellos, señalar la gravedad de los posibles daños inferibles en el área de influencia del Proyecto (minero, vial, litoral, urbano), en cada rubro de análisis. Como por grave falencia y permisividad de nuestra Ley Ambiental son las propias empresas las que -extrañamente- buscan, seleccionan, utilizan y pagan a estos especialistas, se podrá concluir cuáles pueden ser las consecuencias previsibles acerca de la calidad y, sobre todo, la confiabilidad de los Informes respectivos que finalmente se emita. (" el zorro al cuidado del gallinero").

La proliferación de los estudios de impacto ambiental (EIA).

Como el actual dinamismo de la economía chilena permite emprender una enorme cantidad de trabajos que siempre presuponen una transformación del paisaje, en el área rural y/o urbana, cada vez más los especialistas en los citados campos serán atraídos o "succionados" por las Empresas para emitir sus Informes. De los Informes crudos, las mismas empresas extractarán con lupa lo que les conviene para el EIA. Muchas veces, la decisión acerca de qué se pone o qué se omite de dichos informes técnicos para la edición del Informe final, queda en manos de los abogados, personas que se supone saben redactar mejor. Esto es la práctica habitual.

Inmoralidad de la práctica actual de los EIA

Esta práctica claramente anti-científica y amoral, por desgracia, se está convirtiendo para algunos científicos en una nueva y muy rentable forma de vida, pues estos especialistas además de ser muy bien remunerados, se muestran "disponibles" ante el mercado empresarial, por lo que las empresas cuentan con listados de especialistas "afectos" o proclives a ellas. A modo de ejemplo, cada vez son menos los arqueólogos que quieren dedicarse a la docencia o a la investigación universitaria, por haber sido atraídos por el "cebo" de ciertas empresas poco escrupulosas y poco respetuosas del medio ambiente. Los ejemplos abundan y los conocemos bien en la Región.

La destrucción irremisible del testimonio por obra de la excavación masiva.

Una auténtica eco-antropología o eco-arqueología se opone visceralmente a este tipo de prácticas viciadas, por que ellas propician de partida la transformación y en muchos casos, la destrucción irreparable de los ecosistemas o de los escenarios culturales respectivos. Así pues, desde una doble perspectiva este enfoque peculiar pretende modificar substancialmente las metodologías de análisis antropológico o arqueológico que signifiquen la destrucción del ecosistema o del contexto cultural. Primero, porque hace hincapié en un estudio profundo del escenario geográfico-biótico antes de iniciar cualquier intervención y, segundo, porque propugna la obtención de información sobre las culturas tratando de inferir el mínimo daño al paisaje y/o al medio ecológico circundante. Propicia, pues una "lectura" integral de la cultura o del comportamiento cultural, respectivo, desde la superficie, lo menos tocada posible, del área de interés.

Captación de agua de la niebla: breve historial en el Norte de Chile.

A partir del año 1931, los científicos en Chile se han interesado por estudiar el tema de la niebla, o camanchaca (K. Reiche, J. Kummerov). Pero sólo desde 1957 físicos de la Universidad del Norte de Antofagasta hicieron pruebas para colectar agua de las neblinas, en cerros altos cercanos a la ciudad. Su principal impulsor fue el profesor Carlos Espinosa Arancibia, profesor de física de dicha Universidad. Inicialmente se usó cilindros formados por centenares de hilos de polietileno.

Las experiencias se desarrollaron en mayor escala mediante el empleo de grandes aparatos con diseños de mayor tamaño, que el autor denominó “estructuras macrodiamante”.Estas estructuras captaban enormes cantidades de agua. Inicialmente fueron recubiertas con arpillera gruesa, elemento que tenía la desventaja de dejar evaporar buena parte del agua captada.

En 1980, un equipo de geógrafos y antropólogos de la Pontificia Universidad Católica de Chile (P. Cereceda, H. Larrain, N. Carvajal)), inició estudios en las alturas de El Tofo (IV Región), para ver la factibilidad de entregar agua potable de origen atmosférico a la comunidad de pescadores de la caleta de Chungungo. Introdujo para ello un nuevo diseño tipo "cortina", utilizando malla de polietileno. En 1992, con el apoyo de una organización medioambiental canadiense, la comunidad recibió el agua potable en sus hogares, acabándose así su dependencia del viejo camión aljibe que les surtía de agua cada 15 días.

La experiencia, tras cuatro años y medio de éxito total, fracasó por la incapacidad de la comunidad para hacerse cargo de la mantención de los casi cien aparatos atrapanieblas instalados. Éstos, en un fuerte vendaval, fueron dañados y no hubo responsabilidad compartida para su pronta reparación, Ni la Municipalidad local, ni la Junta de Vecinos asumieron la responsabilidad. Típico caso de una preparación insuficiente de la comunidad, por haber recibido todo gratis de las entidades privadas. Hoy día ha vuelto a depender de su viejo camión cisterna. Contraria ha sido la experiencia ocurrida en Falda Verde (Chañaral). Un grupo de 32 familias de pescadores, dirigidos por su líder Hugo Streeter, decidió en 1998 iniciar investigaciones en cerros próximos y durante dos años realizaron mediciones metódicas, supervisadas por investigadores del Equipo de Estudios de Ecosistemas de Niebla de la Universidad Católica.

Hoy día cuentan con 10 atrapanieblas de 40 m2 de malla raschel, y están preparando un proyecto para montar (diciembre 2006) otros seis nuevos captadores. Esta experiencia no solo ha sido muy exitosa, sino ha servido de referencia y modelo a otros proyectos actualmente en gestación.

Desde 1997 el Equipo de Estudios de Ecosistemas de Niebla, de la Universidad Católica de Chile, realiza mediciones sistemáticas de captación en las alturas de Alto Patache, a 65 km al Sur de Iquique, con el objeto de examinar el comportamiento de la nube estrato cúmulo in situ.