martes, 27 de septiembre de 2011

El oasis de niebla de Alto Patache: esplendor primaveral de su flora desértica.

Fig. 0. Diminutas flores acampanuladas de Lycium leiostemum ("chañarcillo") cuya planta se muestra en las Figs. 19 y 20. Crece en las laderas húmedas que miran al weste y surweste, descendiendo hasta los 350 m de altitud snm. La flor mide solamente 1,0 cm. de longitud ( Foto H. Larrain, 16/10/2009).

Fig. 1. Imagen captada hacia las 17.30 hrs. al regresar a Iquique desde oasis de niebla de Alto Patache. Aquí el litoral y el mar se encuentran a la derecha de la fotografía. La masa nubosa procedente del océano penetra tierra adentro a través de un portezuelo abierto en la cadena de cerros costeros, avanzando por un par de kilómetros hasta terminar por evaporarse por la alta temperatura del desierto interior. Esta es, exactamente la franja que constituye hoy un tipo climático nuevo para la climatología chilena, diferente tanto del propio del desierto interior caliente (BW) como del tipo de clima observable al borde del litoral del Pacífico (BWn). (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig.2. La masa nubosa ingresando en la planicie del oasis de Alto Patache, avanzando a ras de suelo. A su llegada, la temperatura desciende bruscamente en varios grados centígrados (Foto H. Larrain 26/09/2011).

Fig. 3. Grupo de visitantes venidos de Barcelona (Cataluña), dirigidos por el ingeniero catalán Josep Piera, al que vemos al medio del grupo, posando ante nuestro LFC ("Large Fog Collector") de 38 m2 de malla raschel (Foto H. Larrain 26/09/2011).

Fig. 4. El grupo examinando con incredulidad la minúscula flora que ha aparecido recientemente entre las grietas de las rocas, en el borde del acantilado costero, a los 770 m de altitud snm. (Foto H. Larrain 26/09/2011).

Fig. 5. Una piedra del lugar, de apenas 30 cm de largo, repleta de variedades diferentes de líquenes. Un auténtico muestrario liquenológico. Un tesoro para la ciencia. Su cara superior ha sido densamente poblada por no menos de 6 u 8 especies diferentes. (Foto H. Larrain 26/09/2011).

Fig. 6. Un pequeño fragmento de roca plano. En su cara superior, una sóla especie de líquen rojo la ha cubierto por completo, quedando su envés totalmente libre de este elemento vivo. Tal es la profusión de líquenes en este sector próximo al acantilado, que uno experimenta tristeza al transitar por ahí, por el daño que infiere sin querer al ecosistema, razón por la cual se ha establecido recientemente en el contorno del oasis senderos bien delineados para el uso de los visitantes, los que deben ser estrictamente respetados. (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 7. Superficie vertical rocosa, lisa, expuesta directamente al arribo de la niebla, y que ostenta diversas especies de líquenes que la han tapizado por completo. Aquí se observa al menos 6 especies diferentes, todas pertenecientes a los llamados "líquenes crustosos" (esto es, "que semejan costras"). (Foto H. Larrain 26/09/2011).

Fig. 8. Una pequeña y frágil liliácea, de hojas lineales sumamente finas semejando filamentos, ostenta su pequeña flor blanco-amarillenta. La flor mide algo menos de 1 cm de diámetro. Da como fruto una cabezuela, que veremos en otra foto. Sumamente sensible al sol y de muy corta vida, suele esconderse en las oquedades de la roca. Pero su bulbo o cebollín permanece vivo bajo tierra enterrado a unos 5-7 cm. de profundidad. Al año siguiente, si la humedad es la suficiente, brotará y florecerá nuevamente para disfrute del botánico u ecólogo. Trate de buscar en la imagen, al centro, abajo, las dos diminutas flores provistas de una corola de cinco pétalos que muestra este delicado ejemplar (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 9. Siguiendo la sinuosidad de una grieta en la roca, donde hunde sus voluminosos rizomas, este ejemplar de Oxalis sp. despliega sus hojas y flores de un amarillo muy vivo. (Foto H. Larrain 26/09/2011).

Fig. 10. Obsérvese la cantidad de plántulas de Oxalis sp. que utilizan las grietas de esta roca granítica, muy propensa a la fractura, para prosperar allí, crear su propio suelo y reproducirse. (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 11. En esta estrecha grieta decidió desarrollarse y crecer este raro ejemplar de Poliachyrus annus. Observe el incipiente botón floral de este ejemplar. Éste no ha podido desarrollarse más por la escasez de suelo apto y, sobre todo, por escasez de agua disponible al interior de la grieta. Según nuestra experiencia, esta especie no se presenta regularmente a la vista en el oasis en los años secos De hecho, no la habíamos detectado creciendo aquí desde el año 2002, el último año húmedo en la zona; es decir, hace 9 años (Foto H. Larrain 26/09/2011).

Fig. 12. Dos especies de frágiles Liliáceas brotando entre las grietas de la roca expuesta. La que tiene hojas gruesas, carnosas, casi seguramente sería Zephyra elegans (Foto H. Larrain, 26/09/011).

Fig. 13. Entre multitud de líquenes crustosos que decoran y embellecen la roca expuesta, se observa el crecimiento de una frágil Liliácea, de hojas que semejan delgados filamentos verdes. En uno de sus extremos, se distingue una cabezuela aún inmadura, que oculta las semillas. Esta especie, como todas las Liliáceas, se reproduce tanto por semillas como por bulbos. Al fenecer y secarse su parte aérea, permanece vivo y oculto bajo tierra el respectivo bulbo o cebollín , del que nacerá una nueva planta cuando la humedad y la temperatura así lo aconsejen. (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 14. A la izquierda, arriba, ejemplar vigoroso de Alstroemeria lutea, planta endémica del oasis. Esta especie, como es sabido, sólo fue descrita por los especialistas como una especie nueva para la ciencia havie poco tiempo, concretamente en el año 2000, como procedente de este sitio-tipo. En el centro de la foto varios ejemplares de una planta rastrera, de hojas muy diminutas, Parietaria humilis, usado como excelente diurético. Ocupa los nichos más húmedos y sombríos del roquerío del acantilado. (Foto H. Larrain, 26/09/20011).


Fig. 15. Al pie de estos simples mini-atrapanieblas que inyectan humedad adicional al suelo, pronto aparece a partir del mes de agosto, una vegetación autóctona de semillas que allí yacen a la espera de las condiciones óptimas para brotar. (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 16. Ejemplar de buen desarrollo del arbusto espinoso Lycium leiostemum que muestra sus primeras flores acampanuladas. (Vea detalle de su flor en Fig. 0, arriba) Este arbusto es un tipico ejemplo de notable adaptación a la vida del desierto, con presencia de espinas y profusión de hojas muy diminutas. (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 17. Observe el gran número de ejemplares de Oxalis sp. ocupando cada grieta disponible de la superficie de la roca expuesta. En esta foto, hay no menos de 13 ejemplares de esta especie, casi todos en flor. (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 18. Ejemplar de Nolana sedifolia acurrucado y protegido bajo una roca que le destila humedad suficiente, por efecto de la camanchaca. (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 19. Ejemplar del arbusto Lycium leiostemum Wedd., (conocido como "chañarcillo" en la IIIª y IV Región de Chile) lleno de flores en forma de campanitas alargadas, color entre blanquecino y morado tenue. Esta especie adquiere un notable desarrollo en latitudes más bajas, como en Paposo, don de puede empinarse hasta los 2 m. de altura sobre el suelo (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 20. Otro ejemplar de Lycium leiostemum. En su parte inferior ostenta profusión de liquenes que han invadido los tejidos muertos de sus ramillas secas. Este arbusto es uno de los tres arbustos perennes representados en este oasis. Los otros dos son. Ophryosporus floribundus (escasísimo en este oasis) y Ephedra breana, especie bastante abundante en nuestro oasis. (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 21. Ejemplar de Atriplex taltalensis en excelente desarrollo gracias al aporte hídrico adicional que le suministra un mini-atrapanieblas. Esta planta es rastrera pero observe aqui , bien erguidas, sus inflorescencias. Esta especie es frecuente en la parte mas elevada del acantilado rocoso y hunde su numerosas raíces entre las grietas de la roca en busca de humedad. (Foto H. Larrain 26/09/2011).

Fig. 22. Arriba, ejemplares pequeños de Tetragonia maritima; Al medio, ejemplares de la Liliácea Leucocoryne appendiculata, de hojas como largos filamentos; abajo, Alstroemeria lutea. (Foto H. Larrain 26/09/2011).

Fig. 23. Ejemplar rastrero de Atriplex taltalensis. En la Foto 21 (más arriba) hemos mostrado un zoom a su característica inflorescencia. (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 24. Hermoso ejemplar de Nolana sedifolia, en form,a de potente cojín, que hemos apoyado con un mini atrapanieblas que le entrega una cuota extra de humedad adicional. (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 25. El efecto benéfico de instalar un mini-atrapanieblas sencillo ha logrado la sobrevivencia y desarrollo y expansión de 6 especies diferentes de plantas. La proliferación de estos captadores artificiales en el área, produciría, al corto tiempo, una zona de gran concentración vegetal: un mini parque. Este es uno de los ideales que yo quisiera ver realizado pronto, pues produciría un efecto enorme sobre los visitantes del oasis. (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 26. Entre plantas de Nolana sedifolia, Oxalis sp. y Tetragonia maritima en la parte media de la fotografia , se puede observar un ejemplar solitario de Gramínea, cuya especie no hemos identificado aún. Anotemos aquí, como dato de terreno, que éste es el único ejemplar vivo de esta especie que hemos detectado en el contorno de este oasis. Inutilmente hemos buscado otro. Hemos visto, en cambio, numerosos ejemplares muertos. Este, casi por milagro, logró sobrevivir aquí y ahora, apoyado por un mini-atrapanieblas, se le ve lozano y vigoroso. (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 27. Planta en cojín de la especie Nolana sedifolia. Esta especie es extraordinariamente decorativa aunque presenta flores muy diminutas color amarillo claro. Las flores aquí perceptibles entre su follaje no son las propias de esta especie, sino de la especie Oxalis sp, que ha crecido entremedio (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 28. Plántulas de Oxalis sp. entre las grietas. (Foto H. Larrain 26/09/2011).

Fig. 29. Tetragonia maritima. Las ramillas secas visibles aquí pertencen a un ejemplar de la misma especie, que se desarrolló el año anterior. Esta especie es anual (Foto H. Larrain 26/09/2011).

Fig.30. Un ejemplar en flor de Leucocoryne appendiculata entre especímenes de Alstroemeria lutea, endémica del lugar (Foto H. Larrain 26/09/2011).

Fig. 31. El milagro del agua. Un mini-atrapanieblas ha logrado que la especie rastrera Atriplex taltalensis se desarrolle aquí en todas direcciones. Ahora ya ocupa una superfice de más de 1 m2 (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 32. Ejemplar florido de Nolana sedifolia. (Foto H. Larrain, 26!09!2011).

Fig. 33. Hermosas flores y hojas de Oxalis sp, asomándose entre el follaje y espinas del arbusto Lycium leiostemum. (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 34. Un típico "jardín" de plantas que se ha desarrollado al amparo de un mini-atrapanieblas. La planta al lado derecho, de follaje más oscuro, agazapada al pie de la roca es Frankenia chilensis, que aún no florece. (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 35. Ejemplar de Lycium leiostemum en flor. Observe como los líquenes fruticosos colonizan muchas sus ramas, causándole finalmente la muerte. (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 36. Sobrecogedor contraste entre una pequeña área vegetada, y el resto sumamente árido. El milagro lo produce este simple aparato, un pequeño atrapanieblas hechizo. (Foto H. Larrain, 26/09!/011).

Fig. 37. Uno de nuestros visitantes catalanes observando el suelo junto a un conjunto de plantas alimentadas por un m ini-atrapanieblas. (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 38. Pequeña quebradilla donde el suministro adicional de agua al suelo, mediante estos atrapanieblas ha producido la eclosión de numerosas plantas, cuyas semillas yacían en latencia tal veaz desde la última lluvia acaecida en agosto del año 2002.. (Foto H. Larrain, 26/09/2011)


Fig 39. Nolana sedifolia en cojines. (Foto H. Larrain 26/09/2011).

Fig. 40. Cactácea Eriosyce caligophila, estudiada por la botánica Raquel Pinto quien la describió recientemente. (Véalo en su obra: Cactus del Extremo Norte de Chile, Raquel Pinto y Arturo Kirberg, Impresión ASMF, Imprenta A. Molina Flores, S.A , Santiago, 2009). Este ejemplar alcanza un diámetro de unos 5.0 cm. Pero hemos visto ejemplares mucho más grandes. Vive en un ambiente tapizado de rocas pequeñas,fragmentadas, sobre un suelo cinerítico de color café rojizo suave. Esta planta es difícil de ver en dicho ambiente de rocas dispersas, al no sobresalir del suelo, donde se oculta. Aquí recibe la humedad que le suminstran las piedras llenas de aristas, que son bañadas por las nieblas arrastradas que pasan velozmente por el portezuelo, tierra adentro. Esta especie la vimos en flor en elseno del oasis de Alto Patache, en muy escaso número, en 1997. Posteriormente dichos ejemplares fueron arrancados por manos sacrílegas de cactólogos desaprensivos, cuyo único objetivo es lucrar con sus semillas, las que vergonzosamente se ofrece hoy a la venta en internet. (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 41. Evidencia del robo de especies de esta cactácea, Eriosyce caligophila, nueva para la ciencia. Aquí, exactamente en este lugar, hubo hasta hace pocos años, dos ejemplares de este cactus. Fueron arrancados de este lugar, mediante una pequeña palita y parte de sus raíces quedaron abandonadas in situ, como evidencia irredargüible de una extracción culposa. Tenemos la casi certeza de que los vándalos fueron cactólogos extranjeros que fueron alertados, sin ella pretenderlo, por cierto, por la información científica dada por la botánica R. Pinto sobre su ubicación exacta, con ocasión de la descripción académica de esta especie. (Foto acusatoria de H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 42. Otra evidencia similar, en una pequeña colina rocosa. En este lugar, hallamos la evidencia de seis pequeños sitios de donde se extrajo cierto número de ejemplares a sabiendas de que se trataba de una especie muy rara y hasta hace poco desconocida para la ciencia. La prueba indiscutible es la presencia de raicillas muy típicas de esta cactácea, abandonadas in situ por el ladrón. (Fot H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 43. Estado crítico en que se encuentra este ejemplar de Cumulopuntia spherica, (Förster) Anderson 1999.) por falta de humedad. Esta especie poblaba antaño diversos lugares del oasis, incluso alejados del borde del acantilado, en la mayoría de cuyos lugares ha muerto hoy. Sólo sobrevive en contados parajes muy favorecidos del acantilado, donde encuentra mayor humedad por condensación de la niebla adveniente. El año 2002 entre septiembre y octubre hemos visto un par de ejemplares vigorosos de esta especie en flor. (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 44. Dos ejemplares de Eriosyce caligophila que se han escapado por milagro a la rapacidad de ciertos cactólogos desvergonzados. Las yemas color rojo en su cúspide delatan la pronta floración de estos ejemplares. (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 45. Otro ejemplar de la misma especie, muy deshidratado, que fue abandonado por los rapaces cactólogos seguramente por su fea apariencia. A su lado, se robaron dos ejemplares más, por ser robustos, sin duda. (Foto H. Larrain, 26/09/2011).


Fig. 46. Un pequeño grupo de Cumulopuntia spherica, en estado muy decadente. (Foto H. Larrain, 26/09/2011).

Fig. 47. Dos ejemplares en buenas condiciones de la novísima especie Eriosyce caligophila, que muestran señales de una muy pronta floración. Estaremos atentos a tomar fotografías de estos bellos ejemplares. Al lado, a la derecha del cactus, se puede ver ramillas de Ephedra breana sufriendo de un stress hídrico agudo. (Foto H. Larrain, 26/09/2011).


Fig. 48. Ejemplar de Eulychnia iquiquensis creciendo con dificultad en una escarpada ladera que mira al mar, de una fuerte pendiente de unos 40º , en medio del cascajo de ripios graníticos caídos de lo alto. Más atrás, se puede observar la presencia mojadora de la neblina o camanchaca que lame la superficie del cerro. Este ejemplar solitario se encuentra aproximadamente a los 700 m. de altitud snm. Es uno de escasos 6 ó 7 ejemplares que han sobrevivido de esta cactácea en este oasis. Es mucho más abundante en los oasis de niebla de Alto Chipana y en Punta de Lobos. Aquí, en Alto Patache, probablemente sufrió el impacto de la presencia de grupos cazadores-recolectores en tiempos pretéritos, pues hemos comprobado la presencia de un antiguo conchal y un campamento indígena con viviendas, en la terraza litoral anexa, a los 110 m. de altitud snm., directamente bajo el oasis actual. En una tumba hallada por nosotros se halló un gran fragmento de tronco de esta misma especie, lo que nos prueba que lo usaron allí como combustible de fácil accesibilidad (Vea nuestro artículo alusivo:"Un yacimiento de cazadores-recolectores marinos en la terraza litoral de Bajo Patache, sur de Iquique, Revista POLIS, Universidad Bolivariana, Santiago de Chile, Vol. 3, Nº 7, 361-396). (Foto H. Larrain, 26/09/2011)

Una visita a un oasis de niebla en plena primavera.

En el día de ayer (26/09/2011) tuvimos una nueva oportunidad de subir al oasis de Alto Patache, a 65 km al sur de Iquique a observar el desarrollo de la flora nativa, en compañía de un grupo de cinco amigos catalanes de visita al lugar. Es ésta la única época en el año en que puede observarse un diminuto "desierto florido" en este oasis de niebla. Como en el reciente mes de agosto cayó aquí una pequeñísima lluvia, cuyo monto por desgracia no conocemos con exactitud (sospechamos debió ser del orden de unos 2 a 3 mm de agua caída, no más), teníamos mucha curiosidad por constatar qué especies habían logrado aparecer. Si tenemos en cuenta la casi nula pluviosidad normalmente presente en esta área costera del desierto de Atacama, cualquier aporte hídrico, por pequeño que sea, que se sume a la humefacción habitual por obra de la neblina (camanchaca) en estos meses de invierno y primavera, suele ser acompañado de un cierto incremento vegetacional que, en las condiciones críticas en que se mantiene el oasis, es siempre de un enorme interés florístico para especialistas botánicos, ecólogos y geógrafos.

Un "desierto florido" en miniatura.

Nuestras visitantes catalanes, conocedores del desierto del Sahara, quedaron sorprendidos de ver con sus ojos este pequeño "milagro" operado aquí por la presencia de la niebla costera. No sólo pudieron apreciar numerosas especies en flor, creciendo agazapadas entre las grietas de las peñas del acantilado costero, sino afortunadamente para ellos, ver in situ, el desplazamiento y la penetración al oasis de las masas nubosas, de las nubes del tipo estrato-cúmulo, que advienen arrastradas por los vientos alisios procedentes del océano Pacífico. Tanta era la niebla durante n uestra visita que la visibilidad hacia abajo, esto es, hacia la terraza litoral próxma, era totalmente nula.

Con este capítulo hemos querido dejar en evidencia que el fenómeno del "desierto florido" no sólo ocurre en el conocido tramo del valle central y costa entre Vallenar y Copiapó, hasta alcanzar Caldera o Chañaral, sino también, en una escala mucho más modesta, se presenta en sectores privilegiados de la costa del Norte Grande chileno, en los cerros elevados que enfrentan el mar, en el litoral húmedo de Antofagasta e Iquique.
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domingo, 18 de septiembre de 2011

El Pueblo de Coscaya en Julio de 1973: una investigación demográfica olvidada ( o traspapelada).


Antecedentes:

En el mes de julio del año 1973, exactamente dos meses antes del golpe militar de Septiembre 1973, un grupo de investigadores del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile concibió y puso por obra el proyecto de estudiar en terreno, las condiciones de vida, el poblamiento y la economía agrícola de los pobladores de esta localidad de antigua y rancia prosapia aymara (¿o tal vez puquina?).

Interés por el estudio de la Pampa del Tamrugal.

Desde hacía unos pocos años, en este Instituto de la Universidad Católica se había formado un pequeño equipo de investigación conformado por geógrafos físicos y humanos, un antropólogo, un geólogo, todos ellos interesados por estudiar tanto las causas del despoblamiento como las condiciones de habitabilidad de la Pampa del Tamarugal y sus quebradas aledañas. Se había realizado con anterioridad varias campañas destinadas a analizar en terreno, los problemas inherentes a la posible re-activación de un poblamiento humano en la Pampa del Tamarugal. Viejo sueño que nunca ha sido posible poner por obra; ni siquiera ne le día de hoy.. La base histórica para estos estudios la ofrecía la experiencia agrícola realizada en la Pampa durante las época prehispánica, en las llamadas "chacras antiguas" que Antonio O´Brien, el sevillano Gobernador Interino de la Provincia de Tarapacá habia ya destacado en forma especial en su famoso "Plano de la Pampa de Iluga" (1765).

El Taller del Norte Grande.

El entonces Director del Instituto de Geografía de la Universidad , el geógrafo humano Hugo Bodini Cruz Carrera había logrado juntar en el "Taller del Norte Grande", un equipo de geógrafos (entre ellos Luis Velozo, Jean Pierre Bergoing, María Angélica Apey y Pilar Cereceda), al que pronto se agregó, en Marzo de 1973, el autor de este Blog, antropólogo cultural y arqueólogo, recientemente llegado del extranjero. Entre 1971 y 1973 se había realizado un par de visitas a terreno, de varios días de duración, en las que con el entusiasta apoyo logístico del folklorólogo de la Universidad del Norte, Jorge Checura Jeria, se visitó y exploró la Pampa del Tamarugal y, concretamente, las famosas "chacras de los antiguos", situadas en las desembocaduras de las quebradas de Aroma, Tarapacá y Quipisca. Estas "chacras", cuyas evidentes huellas eran aún visibles (hasta hoy mismo) nos testimoniaban que en el pasado se había realizado aquí, al parecer por largo tiempo, una intensa actividad agrícola, con ocasión de la bajada de grandes cantidades de agua dulce, por efecto de los aluviones o huaycos estivales en la alta cordillera.

Estudiosos de las quebradas y de la pampa.

Muy poco antes de esta fecha, tanto el historiador don Oscar Bermúdez Miral (el conocido autor de la Historia del Salitre) como el arqueólogo piqueño Lautaro Núñez escribían los primeros trabajos sobre este tema, y presentaban al público culto y sometían a análisis el famoso "Plano de la Pampa de Yluga", pieza cartográfica obras del sevillano y gobernador interino de Tarapacá, don Antonio O´Brien (1765). Plano que, por lo demás, ya había sido conocido y examinado por el geógrafo alemán Carlos Keller hacia 1945.

Objetivos específicos de la expedición al Norte (1973).

La expedición estuvo formada por Hugo Bodini, geógrafo humano (jefe de la expedición), Pilar Cereceda y María Angélica Apey, geógrafas, Tomás Daskam, artista y pintor, interesado a la fecha en grabar el canto de las aves y, finalmente, por el arqueólogo y antropólogo cultural Horacio Larrain, autor del presente Blog.

La expedición tenía por objeto conocer de cerca las características de la actividad económica agrícola y la situación poblacional de los pueblos de Poroma y Coscaya, los más alejados de Tarapacá hacia el Este, en los altos de la quebrada de Tarapacá y a una altitud de casi los 2.000 m. snm. Se tenía conocimiento del problema del despoblamiento de las quebradas, pero había que tratar de verificar in situ, las causales de dicho fenómenoy sus previsibles consecuencias, las que, a la larga, podrían desembocar en un total abandono de las partes altas de las quebradas, las más alejadas de los grandes centros poblados y ciudades costeras.

Las tareas realizadas en Coscaya.

En el seno de este "Taller del Norte Grande", donde se discutió largamente los pormenores de esta investigación, se nos confió la tarea de confeccionar una pauta de entrevista antropológica a los jefes de hogar y a connotados agricultores de la zona. En efecto, con el apoyo de las jóvenes geógrafas Pilar Cereceda y María Angélica Apey, una vez llegados al lugar de investigación, se visitó y encuestó todos los hogares habitados en el pueblo de Coscaya (en total 20 entrevistas). Se realizó un croquis detallado del poblamiento y sus viviendas , se verificó el número exacto de residentes, número de alumnos de la Escuela local y se realizó numerosas entrevistas tanto a los dos profesores residentes, como a jefes de hogar y campesinos de la zona. En particular, se tomó nota de las particularidades de la economía agrícola y pastoril de la aldea. El resultado obtenido fue una auténtica radiografía geográfico-antropológica de la aldea de Coscaya, en vísperas de la intervención militar de Septiembre de 1973.

Desempolvando papeles ya ajados por el paso del tiempo.

Han pasado exactamente algo más de 38 años de aquella investigación. Nunca se publicó sus resultados, por razones diversas. Entretanto, ya no está con nosotros María Angélica Apey, fallecida tempranamente, y el geógrafo Hugo Bodini se encuentra hoy lamentablemente aquejado de una dolorosa parálisis que le impide desplazarse. A él, por su empuje y tesón demostrado durante este trabajo y por su constane y generoso apoyo a las investigaciones en el desierto chileno, al consolidar el Taller del Norte Grande en el seno de su Instituto de Geografía, vaya nuestro más sincero reconocimiento y recuerdo.

Viejos papeles color sepia.

Volver a revisar concienzudamente esos viejos papeles, color sepia, nos impresiona hoy fuertemente; porque los nombres y rostros de sus protagonistas vuelven vívidos a nuestra memoria, cuando casi todos ellos yacen hace tiempo en distintos camposantos de la antigua Provincia. Ha sido casi una tarea - nada grata- de resuscitar muertos.

Una crónica del viaje.

Angélica Apey fue la encargada de redactar, de vuelta ya en Santiago, la bitácora del viaje. Extractamos unas expresivas líneas suyas:

"Durante el viaje, pasamos primero por Carora, donde salió corriendo al camino don Alfonso Lozano, y haciéndonos parar con grandes señas, nos rogó que bajáramos, ya que su señora acababa de hacer tortillas y sería un placer para él y su familia que los acompañáramos a servirnos un "ulpo". Luego, al pasar por Poroma, el lugareño señor Pacha nos encontró en el camino insistiéndonos que lo acompañáramos a su casa; nos trajo un atado de zanahorias y con orgullo en sus ojos, nos dijo que eran de su huerto y las mejores de la zona. A llegar a Coscaya, el jefe de la comunidad don Agustín Palape, nos recibió con gran amabilidad y de inmediato nos ofreció las llaves de la "Casa de la Comunidad". Con tales muestras de hospitabilidad, nuestra llegada a Coscaya disipó todas las dudas y temores que habíamos sentido al partir..."

La población de Coscaya en el invierno de 1973.


Nuestro recuento poblacional, hecho casa por casa, nos lleva al número de 90 personas residentes normalmente. Hay referencias ciertas a muchísimos otros familiares ausentes en distintos pueblos o en trabajos en la Pampa. Hay 30 niños en edad escolar que visitan la novísima y hermosa Escuela local, regentada entonces por dos sacrificados profesores primarios Fernando Segundo Dueñas y Juan Villalón Buitrón. Dos de la viviendas son habitadas por los dichos profesores.

La nómina completa de viviendas :

La siguiente es la nómina de la viviendas registradas por nosotros en Julio del año 1973 y su estado de conservación a la fecha:

viviendas actualmente habitadas: 19

viviendas desocupadas ( u abandonadas): 11

viviendas destruídas (antiguas): 3

viviendas en construcción: 1

Casa de la Comunidad (Sede Social): 1

Nombres de los jefes de hogar:

Observe Ud. el gran número de apellidos típicos de origen aymara (en negrita) . Detectamos entre ellos 9 diferentes apellidos de clara raigambre aymara y 6 apellidos de origen español. El mestizaje experimentado a lo largo de las centurias es evidente.

Hilario Pacha Cáceres, Eugenio Pereira Bueno, Agustín Palape Vilca, Teodoro Palape Vilca, Vilda Pérez Hidalgo, Rosa Véliz Mamani, Adelaida Pereira Ticuna, Violeta Mamani Ticona, Florencio Ticuna Cáceres, Carmelo Ticona Pacha, Gumercindo Pacha Cayo, Claudio Mamani Vilca, Crescencio Vilca Vilca, Guillermo Mamani Cáceres, Nicolasa Huayllane Copa, Clemente Moscoso Moscoso y Baudilio Bueno Pereira. Los habitantes residentes registrados en dichas viviendas corresponden al número de 90. No todos, obviamente, estaban presentes el día de nuestro Censo. Hallamos en esos días sólo a tres jóvenes menores de 30 años, ya que la mayoría había emigrado a la ciudad en busca de mejores condiciones de vida. Pero todos regresan en sus vacaciones a ver a sus familiares o a atender las chacras.

Economía agro-pastoril en Coscaya.

La entrevista hecha a Hilario Pacha Cáceres a mediados del año 1973 es bastante representiva de la agricultura propia del lugar. Hilario -según nos lo refiere él mismo.- siembra normalmente alfalfa (que llaman aquí "alfa"), además de ajos, maíz, papas, y a veces, más raramente hoy en día, quínoa y trigo; escasas hortalizas y sólo para el consumo familiar. Los ajos se siembran en Febrero. Los ajos primerizos salen a la venta para después del 20 de Noviembre. El maíz se siembra desde Agosto hasta Noviembre. Casi cada chacra posee su propia era para trillar el trigo (llamada "aventadero"). En la fecha de nuestra visita, esto es, en Julio 1973, hacía algunos años que se había dejado de plantar trigo, aunque nos asefura que se da muy bien. Sólo le temen a la "plaga del pájaro", que se lo come escarbando. (Debe tratarse de algún género de tórtola, probablemente) Entre Junio y Julio suele llover un poco, rara vez más de 2 mm. por mes. Y esto sólo si llega a nevar copiosamente en la cordillera alta.

El ganado lanar.

Suelen tener ganado de llamos, corderos y cabras pero en corto número (no son propiamente ganaderos); este ganado es conducido a pastar a los altos, como el cerro de Chijuya y el Cerro San Pedro. Pastan allí desde diciembre hasta marzo. Las heladas atacan más fieramente en el mes de Mayo, afectando al maíz primerizo. Pueden ocurrir heladas tardías hasta el mes de Noviembre. Ni el ajo ni las cebollas son mayormente afectadas por las heladas.

Cada familia tiene entre 1o a 40 ovejas como máximo y crían también gallinas, muchos conejos y algunos de ellos, cuyes. Los más acaudalados mantienen unos pocos mulares, cada vez más escasos. El censo sólo arrojó la presencia de un caballo. Vacas, no hay, ni hubo antes, que se recuerde.

El comercio interregional o trueque.

Hace años atrás- nos cuenta Hilario- solían bajar los indígenas bolivianos de la zona de Llica (Lipes, Bolivia) trayendo consigo sus productos típicos para trocar por la producción local: charqui de llamo, charqui de cordero, tejidos (frazadas, cuerdas y sogas), quínoa, pusitunka (trago alcohólico). En la chacra, trabajan todos: hombres, mujeres , ancianos y niños. Nadie se exime. Para esto no hay dia fijo, pues se trabaja por igual en Domingos y festivos salvo que ocurra alguna festividad patronal. Es una forma concreta del ayni familiar que robustece los lazos familiares y todavía se practica hoy; además, permite ahorrar mucho dinero.

Caracterización de los predios agrícolas.

Uno de los problemas más graves es la dispersión y atomización geográfica de la propiedad agrícola. Este ha sido el gran "dolor de cabeza" para la Oficina de regularización de la propiedad agrícola del Ministerio de Agricultura. Pondremos de ejemplo las propiedades que dice tener don Laureano Mamani Bueno, de 77 años. Nos señala en la entrevista que posee "unas eras" en Coscaya (sitios llamados El Callejón, Jilagata, la Toma, Chullpa, Calane), tres "parcelas" en Poroma, una "parcelita" en Cautara y por fin, otra cerca de Mocha. El tamaño de estos terrenos es muy variable: algunos están conformados tan sólo por una "era" larga, que puede tener 3 m de ancho por 15 m ó 20 m de largo, a un costado del río. Las pircas que flanquean las eras junto a Coscaya son muy numerosas y se ven muy bien labradas; presumimos puedan tener una data incaica, por su finísima factura, hecho poco común en la zona. Esta dispersión y desmembramiento de la propiedad agrícola se debe a diversas herencias que la persona ha recibido a lo largo de su vida. La distancia a veces enorme entre una y otra propiedad, los derechos de agua dependientes del caudal que trae la quebrada en el momento, y la distancia a los lugares de abastecimiento del abono (guano animal o "caliche",) hacen muy difícil el acceso y la presencia continua en el lugar de trabajo sobre todo si se planta hortalizas que exigen particular cuidado (zanahorias, cebollas, ajos). Se invierte muchas horas tan sólo en el trayecto en burro de una parcela a la otra. Otro tiempo precioso se va en poner bajo riego dichas eras, en el momento preciso, por mucho que los turnos o tandas de riego (mitas) estén bastante bien reglamentados por la "costumbre". No lo sabemos con certeza, pero es probable que sumadas todas las superficies de terreno cultivable que dice poseer don Laureano, no lleguen en total a una media hectárea; tal vez menos aún. El mismo, preguntado al respecto, no lo sabe con certeza. En consecuencia, el lugar de trabajo se halla a veces muy lejos del hogar y el tiempo invertido en ir y volver es enorme. El desgaste físico que supone esta actividad de cosntante movilidad para un viejo de 77 años, es fácil de imaginar.

Varias viviendas.

Lo dicho explica perfectamente bien por què razón a menudo las personas señalan poseer más de una vivienda. Una, la principal, en su pueblo ( en este caso en Coscaya) y una o dos más en otros caseríos o lugares relativamente cercanos (Poroma, Cautara, Mocha). Esta segunda o tercera vivienda, muchas veces destartalada o en estado semi ruinoso, corresponde, en el caso de los pastores, a las chozas simples de pirca y techumbre de paja brava que han erigido en la proximidad inmediata de sus pastales o sitios de pastoreo, tal como lo hemos podido constatar personalmente en el caso de los pastores y pastoras del salar del Huasco (familia Lucas).

Trashumancia agrícola.

Esta constante movilidad o trashumancia agrícola ha sido la tónica general en el uso de la propiedad de origen indígena en las quebradas . Esta trashumancia solía llevar antaño, cuando las aguas lluvias bajaban hasta el nivel de la pampa del Tamarugal, a realizar cultivos de ocasión, aprovechando lasa crecidas de las quebradas en los meses de Enero a Marzo.

A este respecto, recordamos haber encontrado en el sector de Pampa Iluga, en la desembocadura de la quebrada de Tarapacá en Marzo del año 1972, a un cultivador solitario que procedía del pueblo de Mocha, preparando sus eras de cultivo en plena pampa abierta, para cultivar maíz, en terrenos obviamente fiscales y no propios. Resabio de viejas y ancestrales costumbres de trashumancia agrícola generadas por los factores climáticos para el aprovechamiento estacional de las lluvias altiplánicas. Recuérdese que el año 1972 fue de intensas lluvias en el altiplano y dicho año bajaron las quebradas plenas de agua a irrigar la pampa.

Antiguo patrón de ocupación agraria de la Pampa.

Este mismo patrón de ocupación agrícola ocasional de la Pampa del Tamarugal es el que se observa analizando en detalle el "Plano de la Pampa de Yluga", dibujado en 1765 por el Gobernador interino de Tarapacá don Antonio O´Brien. Este Plano que ha sido estudiado en su momento por Oscar Bermúdez y Lautaro Núñez, ha sido igualmente, objeto de análisis geográfico y antropológico por integrantes del Taller del Norte Grande, del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile. En efecto, dos de sus publicaciones se refieren específicamente a este Plano y sus implicancias geomorfológicas, hídricas y agronómicas. Joaquín Sánchez escribe sobre: "Posibilidades de aprovechamiento de aguas subterráneas en la rehabilitación de terrenos de cultivo en Pampa del Tamarugal" (Tomo I, Nº 1: pp.23-25, con plano de fotointerpretación de los flujos de agua superficiales y chacras de cultivo antiguas). Horacio Larrain aborda su estudio desde un ángulo antropológico y etnohistórico en su trabajo: "Antecedentes históricos para un estudio de la reutilización de suelos agrícolas en la Pampa del Tamarugal, provincia de Tarapacá, Chile" (Revista Norte Grande, tomo I, Nº 1, pp. 9-23 con adición de copia del antiguo Plano de O´Brien de la Pampa de Yluga. (Sobre Antonio O´Brien y su rol fundamental en la administración colonial de la época, consulte nuestras etiquetas respectivas "Antonio O´Brien", "Mineros de Tarapacá", o "Cartografía colonial").

¿Epílogo o epitafio?

Con tristeza y dolor hemos pergeñado estas líneas, porque hoy (año 2011) ese hermoso pueblo cordillerano se encuentra totalmente vacío. Prácticamente nadie vive hoy allí en forma permanente. Ha seguido, por desgracia la fatídica tendencia ya observada en Usmagama, en Caraguano, en Mocha. Le seguirán muy pronto, tal vez, Huasquiña, Parca. Otros vendrán después. Mamiña hoy llora por la evidente polución, los relaves mineros a la vista y el aniquilamiento de su intimidad de otrora. Ya no llegan allí los turistas extranjeros. ¿Para qué? ¿Para ver sólo maquinaria pesada y camionetas 4 x 4?. En el caso de Coscaya, tema de este artículo, la familia de Hilario Pacha Cáceres es casi la única que suele enviar, de tarde en tarde, algunos de sus miembros para cuidar lo propio. Todos los demás han desertado de su pueblo de origen.

¿Han desertado de sus pueblos?

¿"Desertado" dije?. En realidad, más bien habría que decir que fueron forzados a abandonar su tierra, su hogar natal, sus lares, sus fiestas patronales, sus pacarinas, sus gentilares, sus difuntos, sus "pintados" y sus cerros sagrados. Sus nietos y tataranietos se criarán en Pozo Almonte, en Alto Hospicio y finalmente terminarán por sentirse extraños a su tierra de origen. ¿Me equivoco en mi diagnóstico tan pesimista ?. Ojalá me equivocara. Pero hasta ahora no se ve señales, por ningún lado, de querer cambiar este destino aparentemente fatal de las comunidades alteñas, de rancia y antiquísima historia y de una notable adaptación al clima local. Priman hoy, evidentemente, otros aires, otros criterios e intereses congruentes con el actual modelo económico y administrativo neoliberal. Con lo que se ha querido denominar -a nuestro juicio de modo equivocado - el "destino minero" de Tarapacá. Política seria de re-asentamiento en las antiguos pueblos precordilleranos o altiplánicos, no se divisa hoy por ninguna parte.

Un recuerdo increíble: una frase para el bronce.

Jamás olvidaré, a este respecto, lo que nos dijera a los entonces miembros del Taller del Norte Grande del Instituto de Geografía de la Universidad Católica, en reunión sostenida en el Palacio Astoreca de la ciudad de Iquique en julio de 1975 el entonces Intendente militar, Comandante Claudio López cuando tratábamos (inútilmente) de explicarle la importancia del estudio geográfico, antropológico y económico de las comunidades aymaras:

¿"cuántos son los indígenas aymaras en Tarapacá?", "¿serán unos 2.500 en total?" Si son tan pocos, ¿por qué no los bajamos a todos y los instalamos en la Pampa del Tamarugal para que hagan allí su agricultura?" .

Textual!!. Hubo (y aún viven) varios testigos de esta "salida" muy seria del entonces flamante Intendente Regional. No fue una broma; fue fruto de un sentir común por entonces, que aún hoy se puede observar en algunos círculos, mezcla explosiva de ignorancia, de intolerancia o, mejor dicho, de estupidez.

Forzados u obligados?

¿Forzados? ¿Por quién o quiénes?. Nuestro sistema económico y administrativo dominante es el causante. En Tarapacá la práctica de la agricultura en nuestros pueblos cordilleranos de origen indígena jamás ha sido tomada en serio por la autoridad. La prioridad ha sido claramente otra: la mal llamada "vocación minera de la región". Y ante el altar de ese abominable Baal minero hoy día se ha sacrificado todo: historia, tradiciones, etnias, costumbres, paisajes, ecosistemas. La rehabilitación y reconstitución de la agricultura ancestral aymara y sus ecosistemas de altura, nunca ha sido tomada en serio. Ni siquiera se ha entendido el enorme valor de tales ecosistemas. En los últimos decenios, sólo ha habido migajas para los planes agrícolas o para mejorar la vialidad con las quebradas u oasis; llegar hoy a Poroma o a Coscaya es una verdadera odisea más propia de jeepismo audaz que de disfrute tranquilo de unan bella ruta. Sólo se ha otorgado migajas si se compara con lo que se ha invertido en minería, en "planificación", en urbanismo, o en turismo regional. Sólo migajas, y éstas escasas y a menudo a destiempo.

Creemos que es ésta materia fecunda para meditar, y meditar profundamente sobre " auténtico desarrollo regional".

(Trabajo aún inconcluso. Falta señalar otros antecedentes de las entrevistas hechas aquel año. 23/09/2011).



jueves, 8 de septiembre de 2011

Etnografía y caracterización botánica del chañar (Geoffroea decorticans).

La importancia del chañar en tiempos prehispánicos en Chile.

En los párrafos que siguen nos proponemos mostrar en imágenes el árbol del chañar (Geofffroea decorticans (Gill. ex Hook. & Arn.) Burkart), su corteza, sus flores y frutos, tal como lo conocemos del pueblo de Pica, Matilla y del valle de Quisma (Primera Región de Chile, Tarapacá). Hemos señalado en un capítulo anterior la importancia que tuvo este fruto como parte vital del cocaví de los viajeros que atravesaban el desierto de Atacama, cuando tuvieron la fortuna de poder cosecharlo, guardarlo en silos o collcas especiales o recogerlo a su paso en las regiones donde la especie se producía. Los viajeros del siglo XIX y comienzos del XX siempre se refieren a él, como lo pudimos apreciar en el caso de Philippi, Bertrand, Bowman y otros. La especie no figura entre las plantas utilizadas por los antiguos peruanos, según Hans Horkheimer, en su obra: Nahrung und Nahrungsgewinnung im vorspanischen Peru (Colloquium Verlag, Berlin, 1960). Sin embargo, sabemos que el árbol se produce aún hoy día en el Perú en la zona de Tacna y Moquegua, alcanzando allí esta especie, al parecer, su máxima distribución septentrional en América del Sur.

¿Por qué los cronistas tempranos lo nombran sólo raramente?

Ya hemos anotado, también, que no deja de ser extraño el que los cronistas tempranos rara vez nombren a esta especie entre los elementos que conformaban su provisión alimenticia de viaje o cocaví [cocawi, en quechua). Hasta ahora, que sepamos, las únicas excepciones son Gerónimo de Bibar y Fernández de Oviedo, que muy de paso se refieren a este fruto indígena comestible, utlizado como alimento fresco y como reserva en sus collcas o depósitos de guarda (a modo de silos). (Cfr. citas específicas de amboa autores en nuestra obra: Etnogeografía, Colección Geografía de Chile, Instituto Geográfico Militar, tomo XVI, 1987: 119-121). Y hemos presentado, allí mismo, una hipótesis tentativa de explicación de esta extraña e inexplicable ausencia.

En los grabados y fotos que ponemos aquí para beneficio de nuestros lectores, procuraremos ilustrar el tema con mayor acopio de antecedentes de terreno y con el fruto de experiencias personales en esta materia. También aduciremos otras referencias de viajeros al respecto.

Cómo conservar frescas las hojas y flores.

Las figuras que siguen más abajo, tomadas de nuestro "Diario de Campo" nos aportan algunos datos de interés para nuestros lectores, tomados de nuestra experiencia directa. Una nota previa, aclaratoria, para nuestros lectores y seguidores: se observará que en nuestro "Cuaderno de campo" suelo pegar hojas y flores, las que prácticamente no pierden su coloración original. ¿Cómo lo hemos logrado?. Muy sencillo. Se corta un trozo de tape o cinta transparente engomada y allí depositamos, con cuidado las hojas o flores, previamente aplastadas y extendidas, las que luego pegamos en el "Cuaderno de campo" o Bitácora. Me he sorprendido no poco al ver cómo, haciendo esta simple operación en estado fresco, hojas y flores conservan su color natural por varios años. Todo el secreto está en que no debe dejarse presencia de burbujas de aire en el interior para evitar la formación de hongos o desarrollo de sus esporas.


Fig. "Diario de Campo" nuestro, vol. 87: 155. Tipo de hoja compuesta, imparipinada. La escala gráfica permite apreciar su tamaño exacto. Obsérvese el sistema de superposición de una cinta engomada y transparente sobre el material botánico fresco para su conservación.

Fig. Forma normal en que se suele presentar la hoja compuesta. Los folíolos u hojitas minúsculas, al amarillear y caer en invierno al suelo, pueblan de abundante hojarasca el piso. Observe los pequeños racimos de flores o corimbos, que cuelgan de las ramillas (del Diario de Campo, vol. 87: p. 156).


Fig. Arriba: un racimo o corimbo, de pequeñas flores amarillas, típicas de la familia de las Leguminosas (Fabáceas). Al medio, hojas del tamaño máximo que pudimos constatar en este ejemplar de chañar. Casi siempre el folíolo u hojita terminal es la de mayor tamaño en la especie. (Diario de Campo de H. Larrain, vol. 87: 157).


Fig. Frondoso árbol de chañar que se alza en nuestro jardín, en nuestra parcela de Matilla. A pesar de su enorme tamaño y ruedo, este hermoso ejemplar no llega a los 15 años de edad. El abundante riego le ha permitido crecer a sus anchas en desmedro de la vegetación circundante. (Foto H. Larrain, Agosto 2011).

Fig. El mismo árbol que arroja una sombra muy agradable en las cálidas tardes del desierto. Este ejemplar, plantado en el año 1998 ó 1999, ostenta una cobertura de sombra útil que alcanza fácilmente a los 80 ó 90 m2 , a lo menos.

Fig. El citado ejemplar ya en plena floración. Observe el colorido amarillento general del follaje. Su floración se inicia a mediados de agosto y se extiende hasta fines del mes de septiembre. Los primeros frutos maduros aparecerán en el mes de diciembre. (Foto H. Larrain, 30 Agosto 2011).

Fig. Buena parte del tronco, con excepción de su sección basal, muestra un intenso color verde opaco, el que se mantiene en todas las ramas. Situación ésta que es bastante rara en las especies vegetales arbóreas leñosas. No conocemos otro caso similar. (Foto H. Larrain, 30 de Agosto del 2011).

Fig. Semilla de chañar. Arriba: aspecto y color del fruto ya seco. Al medio y abajo: parte interior (cuesco o nódulo) duro de la semilla. Bajo una delgada cáscara, se halla la pulpa o substancia blanca, harinosa y azucarada, firmemente adherida al cuesco o "hueso" y que constituye un excelente alimento. Fernández de Oviedo, refiriéndose al área del pueblo de San Pedro de Atacama, les llama "unos cuescos pequeños, que también [los españoles] hallaron en Copayapo y se muelen y se comen". (Foto H. Larrain, 30 de Agosto, 2011: referencia del cronista a los "cuescos pequeños", en Larrain, 1987: 129).


Fig. Arriba: semillas o cuescos de las que se ha desprendido totalmente la pulpa azucarada. Abajo: semillas ya viejas, comidas de ratones o por seres humanos, ya descartadas en el suelo (Foto H. Larrain, 30 de Agosto del 2011).


Fig. Relación de tamaño, color y aspecto entre la semilla o fruto comestible al momento de caer ya maduro del árbol, y el cuesco o nódulo interior, duro. A la derecha, semilla ya totalmente desprendida de su pulpa carnosa, azucarada (Foto H. Larrain, Agosto del 2011).

Caracterización botánica.

El chañar (Geoffroea decorticans (Gill. ex Hook. & Arn.) Burkart, (antiguamente clasificado como Gourliaea chilensis) es un árbol de la familia de las Fabáceas (Leguminosae) y puede llegar a alcanzar una altura máxima de 8 a 10 m. Expande su ramaje abierto hacia los costados, al modo de un sauce llorón (Salix sp.), formando un amplio y muy tupido follaje y produciendo, en los ejemplares de mayor tamaño, una gratísima sombra de muchos metros cuadrados de superficie. De acuerdo a nuestra experiencia personal en la zona de Pica, su sombra es la mejor que se puede obtener entre los árboles del desierto, superior a la sombra de tamarugos (Prosopis tamarugo) y algarrobos (Prosopis chilensis Phil) y aún de molles o pimientos (Schinus molle). Carece de las molestas ramillas espinosas que suelen caer del tamarugo, otro valioso árbol endémico del área desértica. El chañar se desarrolla muy rápidamente, si encuentra la humedad suficiente, extendiendo sus raíces en todas direcciones. Gusta muchísimo de crecer junto a las corrientes de agua, tal como lo podemos observar a las orillas del río Vilama o San Pedro, o en las quebradas que dan a la Pampa del Tamarugal en la actualidad.

Producción de hojarasca apta para humus.

Su tronco tiene la particularidad de conservar tanto en todas sus ramas como en partes de su sección basal, un hermoso y permanente color verde oscuro, hecho muy infrecuente entre las especies arbóreas. (Vea Fig. arriba). Florece copiosamente entre los meses de Agosto y Septiembre, cubriéndose todo el follaje de un hermoso y subido tono amarillo, (ver figura) presentando frutas maduras ya a partir desde los meses de diciembre hasta Febrero o Marzo. Posee flores muy pequeñas, en racimos o corimbos, de un color amarillo intenso. Bota en los meses del invierno (Julio a Septiembre) enorme cantidad de hojarasca menuda, procedente de sus abundantes hojas y folíolos imparipinados y de los pétalos ya marchitos, material éste susceptible de ser aprovechado muy fácilmente para la elaboración de humus o compost, tal como lo hemos ya experimentado con gran éxito en nuestra parcela de Pica.

La semilla del chañar.

El fruto de esta especie es una drupa provista de cáscara delgada y dotada de abundante pulpa azucarada interior. En su forma, se asemeja bastante a una guinda o cereza. Bien maduras, las semillas del chañar adoptan una coloración café muy claro. Expuestas al sol, el color toma una tonalidad de color más café rojizo. Recién caída del árbol, tiene una coloracioón café suave , con una leve tonalidad verdosa. He pesado cuidadosamente un grupo de semillas secas, obteniendo un peso medio por unidad de 4,49 gr. cada una. Los ejemplares secos, de gran tamaño de este fruto, pueden llegar a pesar 5,0 gr. cada uno. En cambio, libre de cáscara y pulpa interior, la semilla pesa aproximdamente un gramo. Dado su escaso peso, era muy fácil de transportar en abundante provisión, en talegas o alforjas, para los viajes más largos, tal como lo testifica Fernández de Oviedo y, mucho después, Philippi. En Atacama en todos los pueblos, se le solía y aún suele molerse en piedras de moler (metates) que llaman takanas. De esta operación se obtiene una harina blanca, con la que antaño se confeccionaba panes. De su fruto, igualmente se preparaba un apetecido brebaje.

El antiguo texto del cronista Fernández de Oviedo:

"La provincia de Atacama tiene cuarenta leguas de término, sin lo despoblado que es mucha cantidad, y en toda ella habrá hasta setecientos hombres de guerra...Es gente belicosa y vicdiosa, vestidosa a la manera de yungas.

Descripción del empleo del chañar a fines del siglo XVIII.

Véase el siguiente texto, referido exactamente a la zona de Atacama, de don Vicente Cañete y Dominguez, que fuera Gobernador interino de la Villa de Potosi (1787) :

"Los ayllus tienen todavía menos formalidad. Están repartidos en cabañas muy pequeñas e incómodas, al contorno de San Pedro, en la extensión de seis leguas, entre unos grandes algarrobales y chañares que la naturaleza crió allí. Cada ayllu cuida separadamente con indecible esmero los de su pertenencia, por el interés del fruto, de que hacen una bebida que llaman "quilapana" y es la chicha (a manera de cerveza) con que se emborrachan en sus fiestas." (Cañete y Dominguez, (1787), en Capítulo dedicado a Atacama, reedición de H. Larrain en la revista Norte Grande, Instituto de Geografia, Universidad Catolica de Chile, Vol. I, Nº 2, pág. 244; subrayado nuestro).

El gran naturalista y botánico Rodulfo Amando Philippi, en su Viage al desierto de Atacama, (publicado en Halle, Sajonia, 1860) testifica claramente respecto al empleo del chañar como comida de hombres y animales, entre los atacameños:

"Las frutas del algarrobo y del chañar son de mucha importancia [en Atacama] sirviendo de alimento a los hombres y a los animales. El fruto del chañar es amarillo cuando maduro, [yo] lo vi solo verde y seco; en este estado, la carne tiene un sabor algo parecido al del dátil, pero es más dura, fibrosa y no se separa del hueso. Este se recoge con cuidado, se muele y la harina sirve de alimento para las mulas y las gallinas, como los huesillos del dátil en muchas partes de Arabia. Nuestro [guía] Pedro tenía todavía, cuando nos juntamos con él en Tartal [sic por Taltal!], una buena provisión de chañares y algarrobos para darlos a comer a las mulas" (Philippi, 1860: 53; subrayado nuestro).


Consulta bibliografica específica.

Sobre los aspectos botánicos más especializados en relación a las flores y fruto y los dibujos de las partes florales de esta especie arbórea del desierto de Atacama, no deje de consultar en : es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Chañar.jpg

El origen linguístico del vocable "chañar".

Ricardo Latcham en su obra: La Agricultura precolombina en Chile y los países vecinos, Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago, 1936, señala a este respecto:

El nombre chañar es cunza, derivándose de la palabra atacameña tchaynar, que así los indios denominan tanto el árbol como la fruta. No existe la palabra ni en quechua ni en aymará, porque la planta no existía en las regiones en que estas lenguas se hablaban, salvo en Tarapacá, y los aymarás o collas que vinieron a colonizar esta provincia en tiempos de los incas, adoptaron el nombre atacameño ya en uso. Los diaguitas de una y otra banda de la cordillera y que hablaban dialectos de la misma lengua kakan, empleaban el mismo término tchaynar, modificado en chañar por los españoles" (1936: 49).

Hemos efectivamente verificado este nombre y topónimo en el Glosario de la Lengua Atacameña quien trae explícitamente: "Tchaynar: chañar, árbol" (Cfr. Glosario de la lengua Atacameña, de los autores: Pbo. [Presbítero] Emilio Vaïsse, Félix 2º Hoyos y Aníbal Echeverría y Reyes, Imprenta Cervantes, Santiago, 1896, lo que nos parecía perfectamente verosímil. En efecto, las terminaciones -ar, -er, -ir, -or son extraordinariamente comunes en la lengua de los lickan antai o atacameños. (Véase las denominaciones kunsa de los poblados de Camar, Ausipar, Beter, Cúcuter, Solor, Quitor, tan sólo como botón de muestra).


Aspectos negativos del chañar.

Hay dos aspectos negativos que hemos observado en torno a su cuidado. El uno, se refiere al hecho de que sus frutos son comidos ávidamente por ratones (los que se adaptan a vivir en el entretecho de las viviendas, convirtiéndose así en huéspedes indeseables), los que gustan y saborean especialmente de su pulpa azucarada. El segundo aspecto, se refiere a su sistema radicular. Éste es muy invasivo, extendiéndose sus raíces gemíferas hacia todos lados en forma semejante a estolones, de suerte que las raíces, cercanas a la superficie, de tanto en tanto, dan lugar a nuevas plantas. Para evitar que a partir de la planta original, al cabo de pocos años se convierta toda el área en un enorme bosque o "chañaral" (y de ahí deriva su nombre), es preciso estar arrancando periódicamente dichos renuevos no deseados. Cada uno de ellos, si se les deja crecer a su antojo, se convertirá pronto en un nuevo árbol. Teniendo en consideración estos dos cuidados mínimos, es posible gozar de su presencia, de su sombra acogedora y de sus exquisitos frutos de guarda. Aún estando éstos enteramente secos, tras meses de guarda, se pueden volver a remojar recuperando su sabor y dulzor original. Es lo que hacían los antiguos trajinantes por el desierto, llevándolo consigo en sus alforjas o talegas.

Evidencias del empleo de la semilla de chañar entre los viajeros antiguos.

En suma, aunque hayamos encontrado hasta ahora sólo escasas referencias explícitas al uso frecuente, como preciado alimento, del fruto del chañar entre los cronistas tempranos, sí las hemos hallado y en gran abundancia entre los viajeros de los siglos XIX y XX así como entre los investigadores posteriores (Philippi, Bertrand, Bowman, Latcham, Mostny), para no citar sino a los principales. Tema sobre el cual ya nos hemos referido en otro capítulo de este Blog.

La semilla de chañar a través de la arqueología: un testimonio veraz.

Nos faltaba un testimonio directo del empleo de la semilla de chañar como parte del "bastimento" o cocawi de viaje de los antiguos indígenas al cruzar el espantoso desierto de Atacama. Lo hemos encontrado fortuitamente ayer, al revisar bibliografía referente al Camino del Inca o Khapaqñan en el sector atacameño. En efecto, el arqueólogo Hans Niemeyer hace referencia a su empleo, en su obra conjunta con Mario Rivera, titulada: "El Camino del Inca en el Despoblado de Atacama", publicado en el año 1983 (Cf. Boletín de Prehistoria de Chile, Nº 9, Departamento de Ciencias Sociológicas y Antropológicas, Universidad de Chile, Separata; 1983: 91-193). En este sabroso relato Niemeyer describe ágilmente todo le trayecto recorrido por la expedición desde la aguada de Puquios hasta más al norte de Peine, casi en la latitud del Trópico de Capricornio, anotando cuidadosamente no sólo las ruinas de tambos, tambillos o chasquihuasi y otros recintos de variada índole, hallados a la vera de esta vía prehispánica, sino también las vicisitudes del viaje y los hallazgos de tipo cultural y ecocultural directamente asociados a las construcciones detectadas.

La aparición de raspas de maíz y cuescos de chañar.


Entre las muchas rarezas que aparecerán abandonadas, junto a los campamentos, por los antiguos viajeros, se hallan fragmentos de cerámica, objetos de metal, artefactos liticos y restos alimenticios. Y entre estos últimos, destaca Niemeyer la aparición de zuros o raspas de maíz (corontas) y específicamente, para nuestro interés, cuescos de chañar. El hallazgo se verifica en el km. 65,5 del recorrido en un lugar donde se hallan dos refugios circulares contiguos al Camino del Inca. (Cf. Niemeyer, 1983: 173).

La semilla de chañar como la de algarrobo y tal vez el pacae, era parte del cocaví del viajero.

Nada tiene esto de extraño. Los exploradores no realizan excavación alguna: solo prospectan y grafican la ruta, su dirección, sus características y, sobre todo, sus recintos y culturas asociadas. Obviamente, no hay tiempo para excavar. Sin la menor duda, futuras excavaciones cuidadosas, tal como lo propone Niemeyer, deberían arrojar muchísima más materialidad arqueológica y también eco-cultural asociada a estos viajes. Excavar en los fogones, y lugares de dormitorio o de desechos, o aún en los corrales, sin duda nos entregará, un día no lejano, valiosa información sobre el cocaví alimenticio usado en tales viajes, así como sobre otros aspectos en los que hasta ahora poco o nada se ha reparado (fragmentos de vestimenta y calzado, fragmentos de odres para el transporte del agua, instrumental de herraje, clavos, trozos de metal del apero de las cabalgaduras o bestias de carga, fragmentos de cuero, trozos de hojas de coca, etc.).

Como el mascado (acullico) de la coca.

Al igual que la semillas de algarrobo, la semilla de chañar era comida y mantenida en la boca por el viajero por largo tiempo, extrayendo de ella hasta la última partícula de su pulpa azucarada que cuesta no poco desprender del cuesco al que se halla fuertemente adherida. Y podemos suponer que el viajero, junto con la coca que va acullicando formando un bolo en su boca, haría otro tanto con estas semillas que le suministraban el azúcar para renovar su energía. Charqui, semillas de algarrobo y chañar, maíz tostado (o harina tostada , en tiempos españoles), eran sin duda parte del bastimento obligado del viaje el que portaba en sus alforjas o en sus talegas. Futuras excavaciones, sin duda, hallarán defecación intacta de hombres [coprolitos] y animales, a través de cuyo análisis fino se sabrá exactamente que comían durante esos largos e interminables trayectos. Sospechamos que a lo largo de esta vía fueron arrojando los cuescos o fragmentos de lo que iban consumiendo mientras caminaban, tal como hoy mismo lo hacemos cuando consumimos de excursión el fruto del algarrobo o del chañar o del pacae (Inga feuillei). Esos frutos secos de chañar y algarrobo, fueron para el viajero indígena el equivalente de los higos secos , y posteriormente el maní [cacahuate] del viajero español.