martes, 27 de agosto de 2013

Atropellos y desmanes recientes contra el arte rupestre chileno: el caso dramático de los geoglifos de Tarapacá.



Enigmático geoglifo de largas líneas rectas, paralelas,  en una planicie o meseta  al sur de Huatacondo, situado exactamente a la vera del Camino del Inca o Qhapaqñan. Afortunadamente, se encuentra  aún intacto.  Ojalá no lo destruyan pronto los amigos de un  "Progreso" mal entendido. Ojalá esta fotografía sea un útil testimonio para  la conservación perpetua de estas manifestaciones rupestres, orgullo de nuestra región. 

Una grave denuncia.

Con motivo de un reciente estudio sobre el Qhapaqñan o Ruta antigua del Inca  a través de Tarapacá, Proyecto que  tiene entre manos el Departmento de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad Arturo Prat de Iquique, en el que nos ha tocado participar como  investigador, hemos tenido ocasión de observar, fotografíar y también de lamentar profundamente numerosos destrozos recientes verificados en  valiosas zonas de arte rupestre de esta región. Estos destrozos, realizados por potentes vehículos todo terreno (generalmente camionetas), han afectado particularmente a diseños realizados en la tierra, en pampas abiertas o en laderas de cerros, a  geoglifos de extrañas formas  y notable finura  de confección.  Estos curiosos y muy notables diseños realizados por artistas indígenas del pasado han venido siendo estudiados desde hace varios decenios,  especialmente  por  arqueólogos y expertos en diseño,  máxime por  Lautaro Núñez y Luis Briones, ambos tarapaqueños de vieja cepa,  nacidos en la localidad de Pica. Los estudios relativos a estas formas locales de arte rupestre, sobre todo los geoglifos, se encuentran "ocultos" en revistas chilenas especializadas tales como  Chungará, y Diálogo Andino, de la Universidad de Tarapacá, Estudios Atacameños, del Museo de Arqueológico Gustavo le Paige de San Pedro de Atacama o en la Revista del Museo de Arte Precolombino de Santiago, entre otras.

Las prospecciones mineras, el deporte de cuatro ruedas   y  el trazado de  caminos.

El avance arrollador de la construcción de rutas de comunicación, especialmente carreteras asfaltadas,  la frenética y casi desesperada  prospección minera en esta zona de Chile donde ya no queda casi  zona sin ser solicitada para la minería del futuro o del presente,  y por añadidura,  la creciente  actividad deportiva usando vehículos motorizados y/o motocicletas o  buggies, están causando graves destrozos a estas antiguas manifestaciones rupestres, en particular a  los geoglifos. Nada nos advierte hoy acerca de su cercana presencia.  Estos se hallan dibujados muchas veces en pampas abiertas o en laderas suaves de muy fácil acceso vehicular, y no siempre son reconocibles  con facilidad; algunos  de ellos, tal vez los  más antiguos,    se hallan hoy en estado de franco deterioro  o, lamentablemente,  en vías de desaparecer.

Un inapreciable tesoro para los investigadores.

 Todo un tesoro virgen para el estudio tanto arqueológico, como sociológico, como de diseño y arte. Empleo a propósito el término  "virgen", pues lo que hasta ahora se ha hecho, con laudable esfuerzo y despliegue de ingeniosidad por parte de expertos en arte, como Luis Briones, o en arqueología, como Grete Mostny,  Hans Niemeyer,  Lautaro Núñez  y muchos otros más,  apenas roza su sentido más profundo: el por qué  de  la selección de tal o cual figura, (hay numerosas y distintas)  o su posición y orientación exacta, su tamaño y su forma precisa. ¿Qué sabemos hoy nosotros  de todo esto y , sobre todo, de las motivaciones  y razones más íntimas  que condujeron a su confección in situ?. Nada o casi nada. ¿¿Por qué aquí?. ¿Por qué ésta o aquella otra figura?.¿Por qué la figura animal es siempre o casi siempre  de mucho mayor tamaño que la figura humana?   Sin duda alguna, para los antiguos caminantes  que transitaban  a diario con sus llamas por estas vías arcaicas, cada figura tenía, como en el caso equivalente  de los ramales de sus qhipus, una significación precisa y exacta. Sentido y motivación que hoy se nos escapa  en gran medida, por vivir  nosotros hoy bajo otra cosmovisión o Weltanschauung, otra concepción de los  valores, vivencias  y  creencias, otro sentido de la vida y del más allá.


Urge denunciar los daños.

Urge, pues, cuando detectemos un caso, que denunciemos con energía y valentía  los daños inferidos a nuestro patrimonio cultural, buscar y llevar a la justicia a los culpables  y, a la vez,   rescatar para la ciencia y la educación patria este maravilloso arte rupestre, tal vez  la  mayor "riqueza" cultural de esta región de Tarapacá. Urge, además, cuidarlo y protegerlo pues,  a diferencia de las riquezas mineras, esencialmente efímeras y transitorias per se, y prontas a desaparecer para siempre (apenas se agote el recurso),  este tipo de patrimonio es, en cambio,  de un  valor eterno e imperecedero. Agreguemos a esto que ellos son parte importante de la rica herencia  cultural de nuestro  pasado  indígena, perteneciente, por origen y destino, a las comunidades indígenas que se reconocen hoy como sus legítimos descendientes. 

Necesidad de alertar, de prevenir y de denunciar.

Entonces, disponemos de un  sólido y potente conjunto de argumentos que esgrimir para exigir a las autoridades de gobierno (Monumentos Nacionales, Educación, Turismo Regional, Deportes) una mayor preocupación al respecto  y una mucho mayor fiscalización de las  formas (y lugares) donde se realizan actividades tanto recreativas, como extractivas.(sensu lato),  en medio del desierto. Lo hemos repetido en capítulos anteriores a propósito del temible y pavoroso "huracán Dakar": nuestro  desierto tarapaqueño  no es "tierra de nadie"  ni menos  sitio apto para  hacer cualquier cosa, en cualquier momento, en cualquiera de sus rincones, por estar plagado de  elementos culturales y trazas maravillosas del pasado indígena. Esto es igualmente válido para  la realización de maniobras militares (que no deberían ser hechas en cualquier parte, allí  donde se le ocurra al general de turno), o  prospecciones o trabajos mineros. La prueba de lo dicho son las penosas fotos que aquí mostramos a continuación. Geoglifos masacrados, huellas antiquísimas intervenidas y  pisoteadas impunemente. Aparentemente, ¿a quién le importa?. 

Riesgos inherentes a la exploración y prospección minera no sujeta  reglas.

La prospección minera, en especial,  al buscar, explorar o trazar  rutas de acceso por todas partes, haciendo uso de potentes camionetas todo terreno, no solo no suele percatarse de la existencia de estos diseños, sino -lo que es más doloroso- no ha manifestado interés  por cuidar las pocas muestras que nos van quedando del pasado. Para las Empresas  Mineras de la  Región  o aún para el propio Ministerio de  Obras Públicas, la existencia de estos elementos culturales (léase ruinas antiguas, talleres líticos, rutas y senderos antiguos, diseños de geoglifos, hitos,  apachetas o  paskanas) son un cierto obstáculo a su acción, destinada, presuntamente, para  traer a la comunidad  un mayor "progreso"  para  la Región.

 Un  "progreso" que  no respeta y pisotea sin piedad  los rastros del pasado cultural nuestro y sus huellas, no es real "progreso", sino  más bien, "retroceso". Es, digámoslo con todas sus letras,  un retorno a la barbarie. ¡Y vaya que hemos advertido numerosas e indignantes  señas de barbarie  en nuestros recientes recorridos por estas soledades!. Las fotografías que aquí mostramos más abajo,  son testimonio irrecusable.

Las fotos que aquí exhibimos, obtenidas en terreno  en estos últimos  tres meses (Mayo-Agosto 2013),   dan cuenta fidedigna y aterradora del total descuido y despreocupación de numerosos  ingenieros, geólogos, constructores de caminos,  o prospectores mineros y  contratistas de todo género,  por cuidar  tanto el medio ambiente  y su belleza escénica,  como las manifestaciones de  arte  y la cultura allí presente.  

Origen de nuestras fotografías recientes.

Las fotografías de los diseños que ilustran este capítulo,  sin excepción, se hallan a los costados  (a  escasos metros o centímetros)  de la senda inca o Qhapaqñan que cruza   verticalmente, de Norte a Sur, la región nuestra, con una impresionante y persistente orientación Norte-Sur. Se ha elegido como  superficie por parte del antiguo artista,  las mesetas o planicies tapizadas de pedruzcos, muy pequeños, de color oscuro, de antiquísimo origen volcánico. Material aptísmo para dar fácll  realce  a las figuras deseadas. Se les encuentra a veces al  Este, a veces al Weste de la ruta, pero siempre a una mínima distancia de ésta. La  íntima relación entre ambas evidencias ( huella  tropera y diseño) , es al menos para nosotros,totalmente  evidente.



Fig. 1. Una figura de significado desconocido para nosotros. Una especie de "cruz" de lados desiguales. Algunos la consideran una "chakana", deidad celeste que representaría a nuestra constalación de la "Cruz del Sur".  Lamentablemente mutilada  y alterada hoy por huellas de camionetas todo terreno, de anchas ruedas. (Foto H. Larrain, Agosto 2013).

Fig. 2.  Un gigantesco círculo solar con un gran círculo interior más pequeño,  de piedrecillas color gris oscuro. ¿Es una invocación al dios Inti, la divinidad suprema del mundo inca?. Tal vez. Pero no podemos asegurarlo con certeza total. Y si lo aquí significado es realmente el Tata Inti, ¿qué se le ha querido  solicitar por este diseño? ¿Es una petición y una plegaria, o un acto de agradecimiento?.  ¿O ambas cosas a la vez?  No tenemos la menor idea.. Solo muy vagas sospechas. El que dijera que sabe bien su significado, es, a nuestro juicio, tan solo un presuntuoso. (Foto H. Larrain,  Agosto 2013).

Fig. 3. Largas líneas rectas, paralelas y de desigual longitud  ¿Qué querrán decir?. Su real  y primigenio sentido se nos oculta por completo hoy día. ¿Dicen alguna referencia geográfica al pueblo de origen?.  ¿Qué significa el largo desigual  de cada línea?.  Simplemente,  confesemos  mejor hidalgamente nuestra  total ignorancia al respecto.  (Foto H. Larrain, Agosto 2013).

Fig. 4.  El artista y arqueólogo Luis Briones Morales, gran conocedor del arte rupestre tarapaqueño, nuestro guía en estos vericuetos del desierto,  nos muestra algunos  destrozados geoglifos en el área de Altos de La Calera. Una huella de vehículo ha pasado varias veces, impunemente, por encima.  ?A quién le importa?. (Foto H. Larrain, Julio 2013).


Fig. 5.  En esta pampa arenosa y estéril,  al parecer infinita,  hay numerosos geoglifos  impresos en el suelo, casi invisibles. Quien se atreva a  seguir estas huellas o hacer nuevas, casi de seguro  va a pisotear y alterar  añejos y vetustos diseños. El peligro es hoy realmente inminente. (Foto H. Larrain, Altos de La Calera, Julio 2013).


Fig. 6. Una larga línea recta  que, en su base, (cerca de los espectadores),   porta  una greca en espiral, en ángulos, rectos,  diseño muy típico y característico de la cerámica  Pocoma o Gentilar de las culturas de Arica.   La huella de vehículo ha dejado una impronta  prácticamente imborrable (Foto H. Larrain, Julio 2013)..

Fig. 8. Trazado exacto del Qhapaqñan inca  N-S. Los cortes profundos  que parecen morros, y  que se pueden observar en lo alto de la quebradilla, señalan  el  frecuente y potente  tráfico de caravanas  a través de siglos, por esta ruta multicentenaria. Es penoso constatar cómo los vehículos  todo terreno  la han seguido exactamente, por la facilidad que ésta les ofrece para sortear los obstáculos  del  paisaje y su  extraña topografía  (Foto H. Larrain Julio 2013). 




Fig. 9. Donde  se halla nuestra investigadora Carolina Rodríguez, geógrafa,  y la regla de un metro de largo, nuestra escala, se muestra  el paso de vehículos por la estrecha senda que aquí solo mide  2,20 m,. de ancho, permitiendo, a duras penas, el paso de un vehículo moderno. ¡Usada hoy impunemente como vía de tránsito libre por las camionetas de cateadores mineros, turistas y contratistas de las Empresas !. ¡Qué penoso!.¡qué vergonzoso!. ¿Quién podrá poner coto a esta desvergonzada  intervención>?. 


Se avecina el temible "huracán Dakar".

Lo que nos tiene sumamente  preocupados  hoy  a los estudiosos de las culturas del pasado,  y sus manifestaciones,  es que se avecina  peligrosamente  el "huracán Dakar 2013" con sus terribles e inevitables  secuelas:  huellas infinitas, locas carreras a campo traviesa, polvo en demasía, basuras de visitantes y curiosos  y, por añadidura, como si lo dicho  fuera poco,  destrucción de  muchas evidencias arqueológicas, biológicas, geológicas  y/o  etnográficas.  Para los que hemos recorrido recientemente tramos del Qhapaqñan y sus ramales que conducen a Quillagua, es casi seguro que  el raid del Dakar en algún momento va a pasar por encima de las  huellas antiguas, destrozándolas en un importante segmento. Dado el escaso conocimiento que existe hoy sobre su trazado exacto, aún entre los científicos del rubro,  tal ocurrencia es, por desgracia casi un hecho. ¿Cómo evitarlo?.   Lo hemos dicho  en otros capítulos de nuestro Blog:  el Dakar es un flagelo a los ojos de los científicos de las más diversas disciplinas:  arqueología, antropología social, arte, etnografía, geografía, arquitectura, biología, geología,  mineralogía. Todos, unánimemente,  lo condenan como implacable aniquilador y destructor de paisajes, ecosistemas y culturas. Y el solo hecho de que se repita todos los años, usando cada vez  sendas diferentes, es aún mucho más grave. ¡Si al menos siguiera siempre exactamente  el mismo trazado!.

¿Cuándo abrirá los ojos la autoridad  deportiva de nuestro país?.

¿Entenderán alguna vez las autoridades deportivas de nuestro país  que este tipo de competencias, que por definición carece de un control estrictísimo de la ruta a seguir, no es otra cosa sino un deleznable  acto de barbarie?.  Por desgracia, tal como lo hemos señalado antes en este mismo Blog,  para esta muestra  palpable  de "pan y circo", más propia de romanos embrutecidos que de ciudadanos conscientes,  hay siempre muchísimo dinero, el mismo que siempre es escaso y mezquino - cuando existe-  para  la efectiva protección de los bienes culturales o los ecosistemas naturales relictos. 

Labor que compete al Consejo de Monumentos Nacionales.

 Somos de opinión de que  la autoridad que en nuestro país vela y protege  la cultura, esto es, el "Consejo de Monumentos Nacionales", debe intervenir aquí, advirtiendo, alertando y señalando con vigor a todas las Empresas (del Estado o Particulares)  que laboran en la Región, mediante comunicados especiales, acerca de las zonas de mayor riesgo y peligro para el patrimonio cultural y, a la vez,  sobre  las sanciones que la Ley de Monumentos Nacionales  inflige a los infractores.

Mapas de zonas de mayor riesgo para las expresiones culturales.

 Más aún, creemos que ha llegado ya la hora en que esta entidad estatal elabore planos  y catastros específicos de las zonas de mayor riesgo de deterioro o pisoteo cultural, tal como se ha hecho en las áreas del borde costero de la nación  para prevenir posibles daños por maremotos o tsunamis.  La situación es, en cierto modo, equiparable. El riesgo para el arte rupestre chileno es hoy inminente, y la autoridad no puede  desentenderse  - como algunos lo sostienen-  de este gravísimo problema que atañe directamente a la protección del patrimonio cultural de nuestra Región, Tarapacá.  Este patrimonio, de por sí  muy frágil y vulnerable,  nos  pertenece a  todos, tanto a las comunidades indígenas vecinas (Suca, Camiña, Tarapacá, Huarasiña, Quipisca, Guatacondo, Quillagua), como a las ciudades aledañas a la Pampa del Tamarugal..

 Triste epílogo.

Hemos expuesto aquí,   con reprimida indignación, estas acusadoras  fotografías  y nuestros comentarios a ellas,  como una manera de  presentar nuestra más enérgica denuncia a  estas prácticas prospectivas y exploratorias, que se han constituido, por desgracia,  en  flagrantes atropellos al arte y cultura regional, en una palabra, al patrimonio regional.  Porque eso es, sin duda lo que hacen,  aunque algunos aduzcan ignorancia. Hay ignorancias culposas. Este es el caso.  Se supone que las Empresas Mineras y sus Contratistas deberían poseer un mínimo sentido del Arte, la Cultura y su conservación. Más aún, se supone que las Empresas (pues la gran mayoría de estos vehículos pertenecen a éstas) deberían alertar a empleados y contratistas sobre la presencia de tales manifestaciones y castigar fuertemente sus desmanes y atropellos. Lo que hasta ahora nunca ha ocurrido, que sepamos. Se habla y escribe mucho sobre la "responsabilidad social" de las Empresas, pero muy poco o nada de la responsabilidad patrimonial o cultural de las mismas. ¿Acaso la "responsabilidad social" queda solo restringida al estrecho ámbito del grupo humano formado por  los trabajadores de la  Empresa?. Y, ¿qué hay de su responsabilidad real ante la comunidad local o regional y su rico patrimonio cultural?. ¿Acaso no existe?.  ¿Alguien, alguna vez, ha escuchado un sincero "mea culpa" por parte de las grandes Compañias Mineras por los daños inferidos al patrimonio natural o cultural de nuestro país?. ¿Lo han escuchado Uds alguna vea de labios de personeros de SOQUIMICH, CODELCO;  CERRO COLORADO, QUEBRADA BLANCA, MINERA PELAMBRES  O LA ESCONDIDA?.

 No lo hemos escuchado y  -por desgracia-  nunca lo van a escuchar.


Cuidar, proteger y defender nuestro patrimonio cultural rupestre contra todos los transgresores, sean quienes sean, es hoy una urgente  tarea de todos.  Crear conciencia viva de este peligro ad portas, es grave deber y obligación nuestra.  Como científicos, no podemos simplemente quedarnos de brazos cruzados. Un día  no lejano, inevitablemente, nos juzgará la historia por nuestra  ineficiente y vergonzosa incuria y despreocupación.



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martes, 20 de agosto de 2013

Un trabajo olvidado sobre textilería atacameña: artículo de Ingeborg Lindberg en 1960.


                                     
                                         Fig.. Diseño del gorro atacameño aquí estudiado.

Antecedentes sobre un curioso  gorro o  sombrero atacameño.

Hemos querido, en beneficio de nuestros  entusiastas lectores, arqueólogos, artesanos  o aficionados a la textilería prehispánica, incluir en este Blog un capítulo sobre este  poco conocido trabajo de  la investigadora alemana Ingeborg Lindberg. Esto lo consideramos parte de nuestra responsabilidad científica: dar a conocer a otros, los  trabajos poco conocidos  que poseemos en nuestra biblioteca:  inéditos, escasos o raros,  que nos permitan enriquecer nuestra bibliografía antropológica chilena.  El trabajo que aquí presentamos, de formato tan humilde, data del año 1960.  Fue editado, en  mimeógrafo, por el "Instituto de Antropología" de la Universidad Católica de Chile. Instituto al que la autora, según creemos obsequió o vendió  su rica colección etnográfica de textiles indígenas del extremo Norte de Chile, pacientemente colectados y comprados por ella en numerosas expediciones realizadas a los pueblos atacameños del Salar de Atacama  y de las vertientes superiores del Río Loa , entre  1957  y 1964.

Una colección etnográfica  atacameña  desaparece como por arte de magia.

Se sabe que esta Colección estuvo un tiempo en manos  de la Universidad Católica, pero hoy no se conoce, desgraciadamente,  su paradero. No sabemos qué ocurrió con ella. Pero sospechamos   que ella, tal vez, debió sufrir -como tantas otras-  los embates de la polilla  por no haber sido cuidada  en la forma adecuada. En realidad, no lo sabemos. Lo cierto es que la Colección desapareció un día de la Casa Central de la Universidad Católica, junto con el "Instituto de Antropología" que la albergaba como un tesoro. Cuando en Mayo del año 1973 fui incorporado como profesor investigador a la Universidad Católica, en el Instituto de Geografía, quise  saber de la Colección y su destino, como también quise saber  qué había ocurrido con el Instituto de Antropología;  no tuve mayor  éxito en mis pesquisas,  ni nadie supo darme referencias concretas acerca de su paradero.

La historia un día, probablemente, nos revelará los entretelones de lo ocurrido a ese selecto grupo de antropólogos que quisieron hacer Antropología en la Universidad Católica, en aquellos tempranos años. Entre ellos, estuvo un tiempo, también, a lo que creemos,  Ingeborg Lindberg. 

La llegada de Lindberg a Antofagasta.

No conocemos la fecha exacta en que Ingeborg Lindberg comenzó sus exploraciones en el desierto de Antofagasta. Pero debió ser  hacia el año 1960, 1961 ó 62.  La Universidad del Norte había sido creada allí por la Orden de los Jesuitas, poco antes,  en el año 1555, como una Filial de la Universidad Católica de Valparaíso. Su primer Rector fue  el jesuita Gerardo Claps Gallo, antofagastino. Cuando el esposo de Ingeborg, el geólogo Carlos Klohn  fue contratado por el Servicio de Minas del Estado de Antofagasta, aparece Ingeborg  y ofrece sus servicios a la Universidad del Norte. Muy pronto la veremos  participar en el naciente Museo de la Universidad en calle Prat, fundado y regentado por el entusiasta Bernardo Tolosa Cataldo, joven autodidacta  con quien emprende numerosos  viajes a terreno,  visitando las comunidades atacameñas del hinterland de Antofagasta. En esos años, Tolosa era el encargado por el Obispado  de la oficina de "Caritas-Chile" en la región,  y en calidad de tal, debía realizar frecuentes viajes a las localidades más alejadas del interior, para llevar, a los más pobres,  la ayuda  de la Iglesia en víveres y comestibles no perecibles. A estas expediciones solía  agregarse Ingeborg para incrementar sus colecciones y hacer contactos con los artesanos del interior.   Muy pronto incentivará, con ayuda de Tolosa y de otros profesores de la misma Universidad, la artesanía en piedra liparita de Toconao, artesanía que se mantiene viva y pujante hasta hoy en la zona. (Vea nuestro capítulo: "Ingeborg Lindberg: pionera de la etnografía en el Norte de Chile", 6 de Septiembre del año 2008, en este mismo Blog)


Este es, creemos nosotros,  el trasfondo histórico, geográfico y social  en que se   desarrolla esta publicación.

Página 1.   Observe el humilde formato de la publicación y el sello del "Instituto de Antropología de la Universidad Católica de Chile" prueba cierta de que dicho Instituto existió, por esos año,s en la Universidad Católica de Chile. 


Pág. 2.  La nota manuscrita, añadida al pie de página, es nuestra (H. Larrain).

                                                                           Pág. 3.


Pág. 4.

Pág.5.

Pág. 6.

Pág. 7.

Pág. 9.

Pág. 10.

Pág 11 y final. Tómese nota de la escasa bibliografía  accesible por entonces a la autora.  


Comentario nuestro.

Por esas fechas, poco se conocía  del arte textil atacameño en relación a la confección de gorros, a pesar de que la investigadora sueca  Gösta Montel había publicado, en inglés, su trabajo  titulado: "Dress and Ornaments in  Ancient Peru",  (Göteborg, Elanders Boktryckeri Artiebolag, 1929) .  Ricardo Latcham en su  obra  de síntesis: "Arqueologìa de la Región Atacameña", había dedicado también  unas páginas a los diferentes tipos de gorros conservados en colecciones en  museos de Chile (  1938: 284-290). 

La etnografía:  ¿ciencia de segundo orden en Chile?.

En los albores de la antropología científica chilena, a partir  del año  1940, aproximadamente,  la etnografía, con escasas excepciones (como fue el caso del  sacerdote Martín Gusinde  S.V.D,  Joseph Emperaire o el Dr. Alejandro Lipschutz), no fue precisamente una disciplina estudiada y practicada en profundidad,  por falta absoluta de especialistas formados en escuelas antropológicas. Y, en consecuencia, las Colecciones etnográficas existentes aportadas por los investigadores y exploradores,  quedaron abandonadas  y/o no fueron objeto de un estudio y análisis especial. No pocas de éstas, fueron a parar a Museos europeos, especialmente  de Francia y Alemania, como  las reunidas por el  médico alemán,  Dr. Otto Aichel en el desierto de Atacama (provincia de Antofagasta)  o por el botánico sueco Dr. Carl Skottsberg  en la zona de los canales patagónicos. Fueron más bien folkloristas y folklorólogos, como Oreste  Plath y otros más,  los únicos que se preocuparon de estudiar y analizar  estos temas, dejados  de lado por entonces por casi todos los antropólogos, al parecer atraídos (o tal vez francamente encandilados) por la arqueología y sus notables descubrimientos.(p. ej., los notables descubrimientos de Junius B. Bird en Palli Aike y la Cueva del Milodón, en Magallanes  o en los conchales de Quiani, en Arica).


El valor histórico de este trabajo.

El particular interés del pequeño trabajo  de Ingeborg Lindberg que hoy reseñamos,  consiste en  explicar detalladamente  la peculiar técnica de manufactura, acompañando su explicación con dibujos  propios. Los expertos en el arte textil hallarán aquí, sin duda, un  interesante trabajo que ha pasado casi desapercibido para los investigadores del rubro. Nos congratulamos de haberlo dado a conocer. Más de alguien, nos lo agradecerá.





viernes, 16 de agosto de 2013

La arqueóloga Grete Mostny y el arte rupestre: un aporte temprano a su terminología y clasificación.



Ejemplos de manifestaciones de arte rupestre en la zona de Tarapacá.

Antes de presentar aquí y comentar el temprano artículo de la Dra. Grete Mostny relativo a las manifestaciones rupestres  mostraremos, a guisa de ejemplo, los  tipos diferentes  de arte rupestre con sus respectivas  fotografías, de manera que el lector poco avezado aprenda rápidamente a distinguir  entre estos diferentes  tipos de manifestaciones rupestres.


 Fig. 1. Un panel con numerosos geoglifos  o diseños de figuras, hechas   en la tierra  (no en roca), en  la ladera Norte  del cordón de cerros de Pintados,  Región de Tarapacá. En las laderas de este cordón, tapizadas de piedrecillas volcánicas de color  gris oscuro, y  mirando al Norte,  hay dibujadas  cuidadosamente más de 3.600 figuras individuales  constituyendo auténticos conjuntos o paneles. Vista de N. a  S.  En primer plano, unas  ruinas de la época del salitre (Foto H. Larrain).



Fig. 2. Un enorme geoglifo de 120 m. de longitud, dibujado por los antiguos en una meseta totalmente plana, en pleno desierto,  y  que representa un gigantesco pez, posiblemente  un tiburón,  a juzgar por la forma de la boca. Se utilizó para su diseño la piedrecilla  color oscuro presente en forma natural en la meseta.  Observe aquí parte del cuerpo y las dos  aletas dorsales. Tarapacá, Sector Cuevitas, sur de Huatacondo. Vista de  W. a E. (Foto H. Larrain,  Julio 2013).





Fig.3. Este diseño no es un petroglifo sino una hermoso ejemplar de  pintura rupestre que representa una caravana de unos 26 llamos,  conducidos por un pastor  (figura  al extremo derecho). Pintura color blanco sobre la superficie oscura, natural,  de la roca de la pared. No se hizo incisión alguna en la roca misma; tan solo se sobrepuso el agregado de  pintura.  Sector El Salto,  Al ESE de Pica, Tarapacá, (Foto H. Larrain, Febrero 2012).




Fig. 4.  Bloque rocoso  en la pampa de Chiza, situado junto a un ramal del Camino antiguo.  Desconocido hasta ahora por los científicos y hallado por nuestro equipo de investigación. Presenta, en la cara que mira al norte,  solamente  un petroglifo que consta de dos figuras asociadas entre sí: un sol con sus rayos  y un pescador en una balsa de lobos marinos inflados, con un pez en la mano. Se trataría, lo sospechamos,  de una súplica para lograr una buena pesca  hecha por un pescador viajero a Inti, su divinidad. Las figuras miran aproximadamente hacia el Norte  (Foto H. Larrain, Mayo 2013.

Fig. 5.   Quebrada de Chiza. Sector con abundancia de bloques de liparita color rojizo, desprendidos de la cornisa alta del barranco. El bloque  muestra, incisos y grabados, varios centenares de petroglifos.  En la presente escena,  se puede distinguir, entre otras figuras, dos personajes humanos y, casi al centro, una imagen que semeja la "Cruz de Malta", pero que en realidad  muestra  una chakana,   representación indígena de la constelación de la  Cruz del Sur.  Abajo, diminuto, parecería señalarse la presencia de un  cazador disfrazado y en actitud de tirar con su arco (Foto H. Larrain, Mayo 2013).



Fig. 6. Otro bloque, del mismo sector de Chiza, que muestra en su parte inferior  fragmentada,  el color natural  blanco sucio del sustrato de la roca liparítica, y arriba, la superrficie de pátina roja, utilizada como "pizarrón" para  confeccionar los diseños. Se puede distinguir, arriba,  un personaje con túnica larga, círculos solares y, hacia la derecha,  un ave en movimiento. (Foto H. Larrain, Mayo 2013).

Presentamos aquí el artículo de Greta Mostny.

Con estos antecedentes iconográficos in mente,  fruto de expediciones nuestras recientes, nos resultará bastante más fácil comprender y apreciar la tipología propuesta por Grete Mostny en el año 1964, esto es, hace casi cincuenta años.

Importancia de este breve artículo.

Por su gran antigüedad  y suma simplicidad (Mayo 1964), este pequeño artículo de la Dra. Grete Mostny, ex Directora del Museo de Historia Natural de Santiago, es poco conocido por el público estudioso  chileno, pero  ha pasado a tener hoy gran significación e importancia por tratarse de un intento temprano de clasificación del arte rupestre chileno. Por eso hemos querido darlo a conocer en su edición original, tal como apareció en el  "Noticiero Mensual del Museo Nacional de Historia Natural" en esas fechas   (Mayo 1984).  Nos hemos permitido agregar, como presentación,  algunos comentarios  y reflexiones nuestras.

Intento primerizo por ordenar  la tipología  de este tipo de manifestaciones hechas en piedra.

Aunque muy breve, este artículo  escrito hace ya casi cincuenta años, representa bien  el afán de la Dra. Mostny  por ordenar y esclarecer la terminología, dispersa y confusa, que reinaba en su época, al menos en nuestro país.





El interés por estas manifestaciones artísticas nace a fines del siglo XIX.

Por esas fechas  (1964) cuando nosotros mismos recién nos iniciábamos en las lides arqueológicas en la Universidad del Norte, Antofagasta,   pocos arqueólogos chilenos se habían interesado por este tipo de manifestaciones  inscritas en la roca  o en la superficie de la tierra por los antiguos habitantes. Destacan entre los iniciadores y  pioneros, don José Toribio  Medina, y sobre todo, el investigador alemán  Arthur Plagemann en su famosa obra dedicada al estudio de  los "Pintados de Chile"  (Vea Plagemann-Hamburg, "Uber die chilenischen 'Pintados': Beitrag zur Katalogisierung und vergleichenden Untersuchung der südamerikanischen Piktographien", Stuttgart, 1906.  (Traducción castellana:  "Aporte  para la catalogación y la investigación comparada de las pictografías sudamericanas".

 El aporte de Ricardo Latcham.

La obra  de síntesis del arqueólogo Ricardo Latcham: "Arqueología de la región Atacameña" (Prensas de  la Universidad de Chile, Santiago, 1938, cap. XIII: 350-366), somete a análisis  todas las representaciones rupestres conocidas en la región andina, a las que agrupa, con una  cierta reticencia de su parte, en la categoría de "pinturas rupestres". Se extiende en el análisis de sus formas y variedades regionales, pero no intenta hacer una tipología  ni menos  hurgar  en  su sentido profundo o su motivación.  

Los continuadores. 

Más tarde, y a partir de la década de los 40-45 del pasado siglo, la incipiente arqueología chilena también había comenzado a demostrar  interés por este extraño tipo de vestigios del pasado. Stig Rydén, Hans Niemeyer, Gustavo Le Paige, Jorge Iribarren,  Mario Orellana, Bernardo Tolosa, entre otros,  hacen importantes aportes iconográficos y estilísticos.  Se analiza y compara sus formas  y se trata de buscar afinidades entre las distintas localidades donde se les encuentra. Entre los primeros trabajos de síntesis sobre este tema, destacará un poco  más tarde  la  excelente obra de Hans Niemeyer: “Las Pinturas rupestres de la Sierra de Arica”, Editorial Jerónimo de Vivar, Enciclopedia Moderna de Chile, San Felipe, (Chile), 1972, con valiosas ilustraciones a color.
  
El valor de este pequeño artículo.

El gran valor del pequeño artículo de la Dra. Grete Mostny que aquí damos a conocer, aunque insignificante por su escaso tamaño,   radica en que  su propuesta clasificatoria del año 1964, con algunas modificaciones, ha sido generalmente adoptada y seguida hasta hoy por  los arqueólogos chilenos que han estudiado el arte rupestre. Lo que más llama la atención es la introducción del concepto  nuevo de "geoglifo", totalmente desconocido con anterioridad, pues históricamente se solía denominar en nuestro país a este tipo de manifestaciones  como "los Pintados"  (o incluso  "Las Pintadas"). Su inventora y creadora es, pues,  Grete Mostny.

La novedad del término "geoglifo".

Es, pues, éste un valioso trabajo de referencia que debe ser conocido de todos los estudiosos. Si bien el término "petroglifos" era ya  bastante conocido y usado con anterioridad en la arqueología extranjera y nacional,   no fue éste el caso de los "geoglifos", tema sobre el cual  casi nada se había escrito en el extranjero, por tratarse  de una temática propia y característica de los desiertos sur peruano y norte chileno donde no llueve casi nunca. Prácticamente - con escasísimas excepciones-  no existen geoglifos en el resto del mundo, y esto por razones estrictamente climáticas.

Sirva esta nota, finalmente, para dar a conocer a los interesados en este tema  la importancia que adquieren los  primeros trabajos de Grete Mostny en el desarrollo y auge  de esta sección de la arqueología nacional: el  estudio del arte rupestre (o el  "arte  hecho en piedra"). Ella, junto al arqueólogo-ingeniero Hans Niemeyer, serán los grandes propulsores de su estudio en nuestro país.

Una crítica léxica.

La única crítica -si es que puede llamarse crítica- que nos podría merecer  hoy esta ya antigua clasificación de Grete Mostny es el empleo de la denominación genérica de "pictografía rupestre",  para englobar en ella
 a todas las manifestaciones artísticas semejantes conocidas en nuestro país. Esto porque el término "pictografía", involucra necesariamente, en honor a a su  raíz semántica, la idea de "pintura", es decir, el  representar o figurar algo,  con el empleo de  líneas y colores. "Pictografía", pues, solo puede ser para nosotros -como lo era para los romanos-  la descripción o expresión  de elementos  "pintados" (es decir, expresamente coloreados).

El origen del término: ¿pintados o sólo delineados?.

Ahora bien, "pictografía", término  que ya usa en 1906 el investigador alemán Plagemann,  es una voz híbrida, mitad latina y mitad griega, donde la raiz  picto-
  que viene del latín, alude claramente al concepto de representar, figurar, pero siempre mediante  el  uso de colores. La raíz  "-grafía" (del verbo  grafein, en griego), significa: describir, delinear, escribir. El verbo latino para pintar, es:  pingo -is, -gere, -nxi, -ctum, y significa, siguiendo a Cicerón,   "pintar, representar, figurar, retrazar con líneas y colores las cosas animadas e inanimadas"  (in Valbuena, 1880). También, "dar de color, teñir"  (según Valbuena,  edición 1880: 657). 
A la verdad, no sabríamos decir si Plagemann inventa y acuña por vez primera el término  "pictografía" , o, lo que es  bastante más probable, lo toma de otros autores alemanes, sus predecesores. 

Los "Pintados" de Tarapacá no están realmente pintados.

Estrictamente hablando, por lo tanto, los "Pintados"  o geoglifos  que se encuentran en nuestro desierto de Tarapacá o Antofagasta, o en la afamada Pampa de Nazca, en el Perú, no están "pintados" (es decir, coloreados), sino solamente delineados, trazados, figurados. En estricto rigor, a diferencia de las pinturas rupestres,  son tan solo diseños o  figuras, pero no propiamente pinturas. Su arte consiste en la hábil colocación de piedrecillas de color m muy oscuro formando con ellas el  contorno de las figuras, y, a la vez, en  el raspaje o limpia de piedras en el interior de las mismas. Ambas operaciones deben ser simultáneas. Pero dichas figuras carecen propiamente de color y jamás lo tuvieron.

 Sin embargo, quisiéramos señalar, a modo de justificación del término antiguo,  que en el desierto de Atacama  donde todo lo visible en el paisaje circundante  toma  tonos cafés o grises, bastante uniformes, el empleo de piedrecillas muy oscuras, casi negras, de origen volcánico, hace destacar fuertemente los diseños, los que aparecen  al espectador en cierto modo, como "pintados"  en laderas o planicies. Y por ello los primeros observadores, entre ellos William Bollaert,  en la década del 50 del siglo XIX,   los rotularon como "pintados", o aún "pintadas".  Tal vez Plagemann, al usar el término  germanizado "piktographie" para designarlas,  siguió o respetó  el mismo  pensamiento antiguo, expresado en la terminología popular.  No debemos olvidar que en la toponimia tarapaqueña se habla de  la quebrada de Los Pintados"  (poco al sur de Huatacondo), o simplemente del sitio "Pintados",  situado junto a la estación del ferrocarril del mismo nombre, o incluso del "Salar de Pintados", vecino del Salar de Bellavista. 

A la búsqueda de un  término  alternativo.

Por lo tanto, la palabras genéricas  más aptas a nuestro juicio que permiten  englobar y subsumir  a todos los tipos existentes de arte rupestre que señala Mostny y que mostramos en las fotografías  en este capítulo, serían  "glifos" (del griego), "diseños", o "representaciones rupestres". En ningún caso, en nuestra opinión,  "pictografías rupestres".  La voz "rupestre", sí puede usarse, y  con pleno derecho en este tipo de arte, por cuanto  interviene en él, por imperiosa necesidad,  como materia prima indispensable e ineludible, la piedra (rupes-is,  que en  lengua latina significa  "roca, peña"); (Cf. Diccionario Latino-Español, París y México, Librería de C. Bouret,  1880: 761).

Es el comentario que nos atrevemos a insinuar hoy  con respeto y simpatía  al pequeño valioso artículo de la Dra. Grete Mostny. "Aliquando bonus dormitat Homerus", (algunas veces se queda dormido el buen Homero"),  podríamos aquí señalar con el escritor latino Cicerón, en descargo de la gran arqueóloga, austríaca de nacionalidad pero chilena por adopción,  que tanto hizo por  dar a conocer la arqueología de nuestro país  y sus riquezas patrimoniales. Pero en el uso de este término "pictografía", destacamos que Mostny no hace sino seguir, al pie de la letra, a su predecesor,  el investigador alemán  Arthur Plagemann que escribe en 1906. 

Nota: puede Ud consultar varios otros artículos nuestros,  en este mismo Blog, dedicados al estudio, análisis y posible significado de este tipo de arte  en piedra o "arte rupestre", bajo las etiquetas: arte rupestre, geoglifos o petroglifos). 








jueves, 15 de agosto de 2013

Un tesoro para la arqueología histórica de Tarapacá: hallazgo de un plato salteño con fecha de 1863, en pleno desierto de Atacama.

Detalles de un descubrimiento singular en el desierto de Atacama.


El relato que sigue, acompañado de fotos, muestra  cómo se realizó el descubrimiento. Igualmente, señala cómo se encontró evidencias que creemos decisivas, de la  presencia de arrieros argentinos en Tarapacá.

Fig. 1.    Así se presentaron a la vista  de su descubridora los fragmentos de un hermoso plato republicano, abandonado aquí por su dueño, al aparecer un arriero argentino, que nos imaginamos  viajaba  conduciendo un arreo de animales vacunos a las Oficinas Salitreras de Tarapacá. La flecha nos indica el Norte. (Foto María José Capetillo).
Fig. 1.  Fragmentos unidos por nosotros  del mismo  plato republicano,  hermosamente decorado,  hallado en el trayecto del Camino del Inca, al Sur de la quebrada de Chacarilla el día 2 de Julio del 2013  por la  arqueóloga María José Capetillo, integrante del equipo de investigación  (Foto H. Larrain).
Una  historia para no creer.

La   historia casi increíble de este hallazgo casual, hecho en medio de la antigua ruta inca,  es la que ha motivado este artículo nuestro y esta reflexión. Porque hallar  trozos de cerámicas antiguas, en antiguos asentamientos, es muy común, máxime en zonas  solitarias de nuestro desierto tarapaqueño. Hallar cerámica decorada con hermosos, diseños, es algo un poco más raro; hallar un grupo de diez fragmentos que calzan perfectamente, sin que sobre ninguno, es más raro aún. Ahora bien, hallar un plato con decoración  imitada de cerámicas francesas del siglo XVII, en una ruta antigua en el Norte de Chile, es mucho más raro aún. Hallar un plato que porte en su base externa, una inscripción con fecha y  datos legibles, es algo rarísimo y -que sepamos- nunca visto en nuestra región. Pero hallar un plato provisto de una inscripción en negativo, hecha con una cuña en positivo, como en el caso presente, es algo sencillamente único. Es lo que nos ha indicado el experto argentino Dr. Daniel Schávelzon. Y eso  es, precisamente, lo que hemos encontrado en medio de la soledad total y el silencio  sepulcral del desierto, hace unos  pocos días atrás.

Pero antes de entrar en materia, nos ha parecido necesario, en beneficio de nuestros  asiduos lectores de todo el mundo, hacer algunas reflexiones sobre la arqueología histórica y su importancia para nosotros. Porque de eso nos puede hablar, precisamente,   este extraño hallazgo.  

 La arqueología histórica: ¿arqueología o historia?.

La "arqueología histórica" no es propiamente "historia"; es más bien  una tipo o variedad especial de arqueología aplicada a tiempos relativamente recientes. Y sin embargo, nos entrega  parte interesante y valiosa de la historia de una región. Esta ciencia, ya antigua en Europa y los Estados Unidos,  es relativamente reciente en Chile. Muy pocos arqueólogos se han atrevido en nuestra patria  a transitar por esta senda, novedosa, sin duda,  pero  escabrosa,   compleja y llena de escollos. Entre ellos, han destacado en el pasado Bente Bittmann, para el Norte Grande de Chile y Rubén Stehberg, para  el Centro-Sur de nuestro país.  ¿Por qué la consideramos tan compleja?.  Porque  tiene que usar y combinar dos metodologías la: metodología propia de la arqueología, para  examinar materiales de tiempos históricos.  Es decir, tiene que reconstruir  la actividad y cultura desplegada en el  "pasado" por las comunidades humanas,  sobre la base de las evidencias que han quedado enterradas o abandonadas in situ. Pero, a la vez, tiene  que cotejar estas evidencias con los datos e informaciones que arrojan los documentos escritos de la misma época. En otras palabras, un buen arqueólogo histórico debe ser, a la vez, arqueólogo (por  el manejo expedito de la metodología y técnicas propias de esta disciplina)  e historiador, es decir muy buen conocedor de las fuentes históricas y de la hermenéutica necesaria para su correcta interpretación.

Enigmas de la arqueología histórica.

Esta disciplina - que los historiadores  rara vez reconocen como válida-  sin embargo,  nos plantea enigmas o problemáticas nuevas que la historia tradicional generalmente no enfoca o ilumina, pues trabaja con documentos escritos de la época (que debe conocer a fondo)  y, de preferencia, con los objetos, herramientas, armas o cerámica, etc. que exhuma de los yacimientos que portan las  huellas  de un  pasado relativamente reciente.  Justamente, la arqueología histórica trabaja a menudo sobre ese  mismo pasado del cual ya existen bibliotecas completas y/o una  inmensa documentación de archivo, aún parcialmente desconocida o desaprovechada   (v.gr. en nuestro caso, la  época de la explotación salitrera, o la época colonial) .  Más aún, la historia tradicional (la de los historiadores de escritorio) suele mirar con recelo y cierta velada suspicacia sus hipótesis y afirmaciones, carentes  para ellos de verdadero  sustento documental.

La "Cenicienta" de la arqueología nacional.

La arqueología histórica es, por ahora  al menos, en nuestra patria, Chile, la  "Cenicienta" de la Arqueología. Muy poco  se ha escrito  de ella en Chile. ¿Por qué?   Si analizamos el Curriculum Vitae de los arqueólogos chilenos,  nos daremos cuenta que, en su inmensa  mayoría, han sido atraídos por el espejismo del pasado remoto, o muy remoto. El Período Arcaico, ha sido como un poderoso imán para ellos: conocer y estudiar y  arrojar potente luz  sobre el modo de vida de los más antiguos pobladores del territorio patrio. Aquellos que vivieron entre los 12.000 - 14.000 A.C. y los 3.000 ó  2.500 A.C.  Mucho antes de la práctica de la agricultura, mucho antes de la  existencia de la cerámica. 

El atractivo del pasado más remoto: la frenética  búsqueda de los orígenes.

Y esta preferencia tiene a las verdad su explicación lógica. Es un inmenso y atrayente desafío el escrutar  el modo de vida, cultura  y organización social de  aquellas hordas o bandas primitivas que vivieron en la puna andina, en la precordillera o en el litoral desértico y que supieron sacar partido de  los recursos de su paisaje, dotados de escasísimas y primitivas  herramientas e implementos, y soportando su clima,  riguroso e inclemente. Es un inmenso desafío el pretender descubrir cómo vivían y qué hacían aquellos "primeros pobladores" del territorio patrio: aquellos que formaron parte de las "primeras oleadas"  de población de este Continente las que fueron bajando lentamente, de milenio en milenio, de Norte a Sur, desde las costas de  Alaska  hasta llegar a poblar  los canales magallánicos.

Los grandes estudiosos del pasado remoto.

Para el Norte de Chile, las figuras egregias de Max Uhle, Augusto Capdeville, Junius Bird,  Gustavo Le Paige, Jorge Iribarren, Grete Mostny, Mario Orellana, Hans Niemeyer, Percy Dauelsberg  y toda una pléyade posterior de brillantes arqueólogos jóvenes emanados de  Universidades nacionales con posterioridad al año 1970,  casi sin excepción se han sentido poderosamente atraídos por ese pasado lejano, incógnito y desafiante. La existencia de fidedignos métodos de datación cada día más eficientes  y exactos (C 14, Termoluminiscencia, Potasio-Argón, etc) ,  ha suministrado a los arqueólogos una poderosísima  herramienta heurística, supliendo con ello  la aptitud natural del documento escrito para entregar cronologías valederas. Un ejemplo elocuente es el reciente descubrimiento   (Julio 2013) de un campamento de cazadores, en la quebrada de Maní (sur de Tarapacá),  con fechas de los 12.700 A.C.

La arqueología histórica,  ciencia de un  pasado relativamente reciente. 

Hacer arqueología de los  tiempos coloniales o republicanos, mucho más próximos a nosotros, parecería, a primera vista,  una tarea perfectamente inútil. ¿Para qué, si ya  todo se sabe y se conoce  a través de  los documentos escritos?.  ¿Acaso  hubo  temas sobre los que nunca se escribió nada en el pasado?.  ¿Acaso existieron temas tabús en el pasado, o temas ocultos, o temas banales sobre los que se ha callado sistemáticamente?. ¿Acaso los ilustres  historiadores del pasado, un Barros Arana, un José Toribio Medina, los hermanos Amunátegui, Gonzalo Bulnes  o Francisco Antonio Encina no nos han ilustrado profusamente sobre  todos los temas que iluminaban el modo de vida de las sociedades  pasadas en nuestro país?. ¿Qué podría faltar en este cuadro representantivo de la  vida en el  pasado?. 

El peligroso sesgo de  la historia.

Hay una realidad innegable. La historia escrita y todos  los historiadores tienen, cada uno de ellos, un muy marcado sesgo: social, político, económico o  cultural. Este dependerá de su condición social, su cultura y formación, sus preferencias ideológicas y políticas,  sus creencias, su honorabilidad, su libertad de espíritu.   Sesgo prácticamente insoslayable. Más que una sola historia: aquella que debería describir y relatar  fielmente lo ocurrido en el pasado  "tal y como sucedió" -como pretendía idealmente el gran historiador alemán Leopold Ranke-  hay muchas y diferentes  historias. Incluso historias que relatan exactamente un mismo hecho.  Una misma realidad  ha sido interpretada y pretendidamente demostrada, por diversos autores, de diferente formación y estilo.


Historias diferentes  relatan el mismo hecho de modo bastante diferente.

Veamos algunos  ejemplos. Nada más diferente  que una historia social de Chile  escrita por Gonzalo Vial o por Gabriel Salazar. O una historia colonial  escrita por el chileno Sergio Villalobos   o  el peruano Efraín Trelles. Y mejor ni hablemos aquí de la historia militar. Cada país tiene la suya. Y pretender que dos países vecinos, que han tenido conflictos y guerras entre sí lleguen a elaborar una historia común, compartida, única, es francamente "pedir peras al olmo",  es decir, pedir un imposible. Al menos en la historia corta:  aquella que relata los sucesos  acaecidos en los últimos  100 ó 150 años.  Existe suficiente documentación a la mano para probar casi cualquier cosa. Y manipular la documentación  para probar una determinada tesis, ha sido, desgraciadamente  hecho frecuente a lo largo de la historia. Y si no, ¡pregunten a los historiadores del Tercer Reich en Alemania!.

Las pruebas contundentes de la arqueología histórica. 

La arqueología histórica busca reconstruir  el pasado de un grupo humano sobre la base de las evidencias dejadas abandonadas, descartadas in situ, por las comunidades del pasado. La reflexión histórica (acerca de "lo que realmente sucedió" en el sentido preciso de Ranke)  del arqueólogo de campo que excava un sitio histórico (esto es, posterior al contacto español en nuestras tierras), se basa en la cantidad, calidad  y características  culturales y eco-culturales de sus descubrimientos.  Si yo hallo un vasija  estilo "San Miguel de Azapa" (Arica)  en un contexto  lejano, digamos en San Pedro de Atacama (región de Antofagasta), tengo derecho a pensar en alguna forma de contacto pretérito entre ambas localidades. Si hallo mucha evidencia de este tipo, tengo derecho a sostener que en fechas lejanas  hubo intensa comunicación. Pero si hallo un cementerio entero con muchas tumbas que contengan similar estilo cerámico, tengo perfecto derecho a postular la posible presencia de un asentamiento local o enclave de los portadores de  dicha cultura lejana. Así reflexionan,  deducen  e interpretan los hechos normalmente los arqueólogos. Y tienen razón.  Porque se trata de un hecho irredargüible, basado en realidades indesmentibles.

¿Sobre qué tópicos nos  puede  informar la arqueología histórica?.

No podríamos, en efecto,  pedir a esta ciencia que nos diera pistas muy  concretas sobre  las creencias de un pueblo,   o su tipo de música, o sobre sus rituales, sus leyendas o  mitos. O sobre  litigios,  pleitos o  rivalidades, rencillas o guerras entre comunidades. O sobre sus características demográficas  y/ o poblacionales. O sobre su lengua.  Es obvio que la literatura escrita (legajos, escrituras, descripciones, cartas, planos, mapas, crónicas, etc.)  puede  darnos una información muchísimo mayor al respecto. Y éste es el  material normal  con el cual y sobre el cual trabaja el historiador de gabinete.  Un solo documento colonial que describe un pueblo o una zona geográfica  basta al historiador para elaborar un sesudo trabajo sobre dicha zona o grupo humano. Ejemplos hay miles. Uno muy cercano a nosotros: la "Descripción de Tarapacá" del sevillano  don  Antonio O´Brien, que data de 1765.

Temas que no enfoca casi nunca  la historia tradicional.

Pero hay numerosos temas sobre los cuales nunca o muy rara vez, o en forma  más  bien  casual  se ha escrito;  o aún, sobre los cuales  sistemáticamente se ha hecho silencio, sea por tabús religiosos o sociales, sea por  respeto, sea por considerárseles simplemente intrascendentes,  vulgares o grotescos. Sobre estos temas de la vida cuotidiana,  suele haber muy poca documentación escrita. ¿Qué comían o cómo cocinaban nuestros ancestros?, ¿que tipo de vajilla usaban?,  ¿con qué tipo de ropa se vestían?. ¿Cuánto caminaban?. ¿Qué tipo de elementos fumaban o qué  alucinógenos o estupefacientes empleaban?.¿ Cuál era  la forma empleada en su aseo personal, o su conducta  doméstica o sexual?. ¿Qué síntomas de enfermedad experimentaban más frecuentemente?. ¿Qué medicinas, remedios, esencias, utilizaban?. Sobre estos y similares temas nos informa muy rara vez o nunca la historia documental tradicional. Pero sí nos puede informar,  y muchísimo, la arqueología histórica. Porque los restos dejados abandonados, nos hablan,  muy frecuentemente,  de esas cosas  baladíes o caseras.
    
Teniendo como base estas  reflexiones in mente, podemos sumergirnos ahora en el análisis de un notable descubrimiento reciente.

El descubrimiento:  fecha y circunstancias.

El día 2 de julio 2013, con motivo del estudio sobre el Camino del Inca o Qhapaqñan en la región de Tarapacá por parte de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad Arturo Prat de Iquique, nos correspondió liderar un pequeño equipo formado por  arqueólogos y geógrafos. Seguimos por días y días las trazas o huellas  de tráfico de caravanas de animales desde la quebrada de Quisma (muy cerca de la localidad de Pica), hacia el sur.  Las numerosas huellas, en forma de rastrillo, que a ratos alcanzan  30-50 o más metros de ancho, se orientan  directamente hacia el sur y cruzan la quebrada de Chacarilla, normalmente seca, pero que  en estas fechas (Julio 2013) lleva aún algo de agua desde el gran aluvión ocurrido en febrero-marzo del 2012.  En el área de Chacarilla, las huellas deben atravesar  un sector  muy pedregoso, resultado de antiguos y potentes  arrastres aluviales, formados por infinidad de  cantos rodados o bolones, algunos de gran tamaño. En la zona, nuestro experto guía, el profesor Luis Briones Morales, arqueólogo piqueño, nos muestra numerosos diseños o petroglifos,  incisos en  bloques rocosos, representando en su mayor parte círculos  pequeños, llamas  o elementos geométricos varios. Estos bloques se hallan íntimamente vinculados, de manera inconfundible,  al  camino tropero que transitara también  el  inca. A lo largo de esta ruta,  que recorrimos a pie en muchos tramos, se observa aún hoy numerosos elementos culturales (fragmentos de botellas de cerveza o vino, trozos de cerámica, huesos, herraduras, etc), descartados por los viajeros, tanto de la  época indígena como de la  época de explotación del salitre  (1840-1930).

Fue en esa zona  pedregosa, cuando, de pronto María José Capetillo,  arqueóloga, descubre la presencia de unos cuantos fragmentos de cerámica  rotos, de buen tamaño, y  al parecer pertenecientes a una sola vasija.

 Fig. 3.  Comprobamos inmediatamente, in situ, que los fragmentos del plato hallados calzaban perfectamente entre sí. (Foto H. Larrain).

 Fig. 4.  En sus cercanías,  este conjunto abigarrado de grandes  bloques señala el lugar de descanso de los caravaneros. Aquí, en primer plano, un pequeño reparo circular para protegerse del viento  y pasar, tal vez, la noche (foto H. Larrain).


Fig. 5. Observe el hermoso bloque con grabados incisos  (petrpogilfos): un diseño de llamita, un personaje humano  y  chakanas en forma de cruz. Al lado, el rastro dejado por la profunda huella, efecto del tráfico animal  ininterrumpido, por centurias (foto H. Larrain).


Fig.  6. Las profundas huellas, labradas  tras siglos de intenso movimiento de animales y personas se pierden en lontananza hacia el Sur. La aridez del paisaje es absoluta. Ni una brizna de vegetación existe en muchos kilómetros  a la redonda. (Foto H. Larrain).


Fig.  7. Un verdadero rastrillo de huellas  cruza este enorme pedregal, de varios kilómetros de ancho (Foto H. Larrain).
Fig. 8.  Un  gran bloque  ha  sido transformado, a lo largo del tiempo, en un hito señalizador de la ruta, al adosársele gran cantidad de  cantos rodados en su derredor. A pesar de su semejanza, no constituye, a nuestro juicio, propiamente una apacheta, pues  su objeto no es propiamente ritual sino  muy práctico: indicar la ruta precisa  a seguir. (Foto H. Larrain).

Fig. 9.  El inicio del  extenso pedregal de la quebrada de Chacarilla. Detrás del vehículo, en los lomajes, se puede apreciar el corte efectuado, por el intenso tráfico,   por el trazado del Qhapaqñan.  En primer plano, las huellas nítidas de Camino. Vista tomada de Sur a Norte. (Foto H. Larrain).


Fig. 10. El plato  armado, constituido por los diez fragmentos hallados, muestra sus hermosos diseños color rojo vivo y negro, sobre el engobe color rojizo fuerte. Para el efecto de hacer destacar los  hermosos diseños de origen francés para la fotografía, se humedeció previamente la superficie del  plato  (Foto H. Larrain).

Fig. 11.  La base externa del plato porta una  muy curiosa inscripción. Nos costó mucho poder descifrarla, pues está en negativo e incisa con caracteres (letras) difíciles de identificar. Después de consultar al experto argentino en arqueología histórica  Dr.  Daniel Schávelzon, del Museo de  la ciudad de Buenos Aires,  cuya ayuda nos ha sido de inmenso valor, el resultado de su lectura resulta ser  el siguiente:

 ROMIPPAMPA

JULIO 11 DE 1863 ANO

..0VIA DE MARIN

La citada inscripción señala el  lugar der manufactura, fecha exacta (11 de julio del año 1863)  y el nombre probable de  la  mandante de la pieza. 

En  nuestro próximo capítulo de este Blog, presentaremos los detalles finos de la investigación que  hemos podido desarrollar con la ayuda  insustituible tanto del Dr. Shávelzon de Buenos Aires, como de la Dra. Mirta Santoni,  Directora  del Museo Antropológico de la ciudad de Salta,  República Argentina. A ellos y a la Dra. Marta Crivos, del Museo de la ciudad de La Plata, República Argentina, quien nos facilitara los contactos, nuestros más sinceros agradecimientos por el apoyo prestado con tanta generosidad  y prontitud para dilucidar aspectos  relativos al  lugar exacto de procedencia de este singularísimo ceramio. Tema sobre el cual abundaremos, si Dios quiere,  en el próximo capítulo.