jueves, 15 de agosto de 2013

Un tesoro para la arqueología histórica de Tarapacá: hallazgo de un plato salteño con fecha de 1863, en pleno desierto de Atacama.

Detalles de un descubrimiento singular en el desierto de Atacama.


El relato que sigue, acompañado de fotos, muestra  cómo se realizó el descubrimiento. Igualmente, señala cómo se encontró evidencias que creemos decisivas, de la  presencia de arrieros argentinos en Tarapacá.

Fig. 1.    Así se presentaron a la vista  de su descubridora los fragmentos de un hermoso plato republicano, abandonado aquí por su dueño, al aparecer un arriero argentino, que nos imaginamos  viajaba  conduciendo un arreo de animales vacunos a las Oficinas Salitreras de Tarapacá. La flecha nos indica el Norte. (Foto María José Capetillo).
Fig. 1.  Fragmentos unidos por nosotros  del mismo  plato republicano,  hermosamente decorado,  hallado en el trayecto del Camino del Inca, al Sur de la quebrada de Chacarilla el día 2 de Julio del 2013  por la  arqueóloga María José Capetillo, integrante del equipo de investigación  (Foto H. Larrain).
Una  historia para no creer.

La   historia casi increíble de este hallazgo casual, hecho en medio de la antigua ruta inca,  es la que ha motivado este artículo nuestro y esta reflexión. Porque hallar  trozos de cerámicas antiguas, en antiguos asentamientos, es muy común, máxime en zonas  solitarias de nuestro desierto tarapaqueño. Hallar cerámica decorada con hermosos, diseños, es algo un poco más raro; hallar un grupo de diez fragmentos que calzan perfectamente, sin que sobre ninguno, es más raro aún. Ahora bien, hallar un plato con decoración  imitada de cerámicas francesas del siglo XVII, en una ruta antigua en el Norte de Chile, es mucho más raro aún. Hallar un plato que porte en su base externa, una inscripción con fecha y  datos legibles, es algo rarísimo y -que sepamos- nunca visto en nuestra región. Pero hallar un plato provisto de una inscripción en negativo, hecha con una cuña en positivo, como en el caso presente, es algo sencillamente único. Es lo que nos ha indicado el experto argentino Dr. Daniel Schávelzon. Y eso  es, precisamente, lo que hemos encontrado en medio de la soledad total y el silencio  sepulcral del desierto, hace unos  pocos días atrás.

Pero antes de entrar en materia, nos ha parecido necesario, en beneficio de nuestros  asiduos lectores de todo el mundo, hacer algunas reflexiones sobre la arqueología histórica y su importancia para nosotros. Porque de eso nos puede hablar, precisamente,   este extraño hallazgo.  

 La arqueología histórica: ¿arqueología o historia?.

La "arqueología histórica" no es propiamente "historia"; es más bien  una tipo o variedad especial de arqueología aplicada a tiempos relativamente recientes. Y sin embargo, nos entrega  parte interesante y valiosa de la historia de una región. Esta ciencia, ya antigua en Europa y los Estados Unidos,  es relativamente reciente en Chile. Muy pocos arqueólogos se han atrevido en nuestra patria  a transitar por esta senda, novedosa, sin duda,  pero  escabrosa,   compleja y llena de escollos. Entre ellos, han destacado en el pasado Bente Bittmann, para el Norte Grande de Chile y Rubén Stehberg, para  el Centro-Sur de nuestro país.  ¿Por qué la consideramos tan compleja?.  Porque  tiene que usar y combinar dos metodologías la: metodología propia de la arqueología, para  examinar materiales de tiempos históricos.  Es decir, tiene que reconstruir  la actividad y cultura desplegada en el  "pasado" por las comunidades humanas,  sobre la base de las evidencias que han quedado enterradas o abandonadas in situ. Pero, a la vez, tiene  que cotejar estas evidencias con los datos e informaciones que arrojan los documentos escritos de la misma época. En otras palabras, un buen arqueólogo histórico debe ser, a la vez, arqueólogo (por  el manejo expedito de la metodología y técnicas propias de esta disciplina)  e historiador, es decir muy buen conocedor de las fuentes históricas y de la hermenéutica necesaria para su correcta interpretación.

Enigmas de la arqueología histórica.

Esta disciplina - que los historiadores  rara vez reconocen como válida-  sin embargo,  nos plantea enigmas o problemáticas nuevas que la historia tradicional generalmente no enfoca o ilumina, pues trabaja con documentos escritos de la época (que debe conocer a fondo)  y, de preferencia, con los objetos, herramientas, armas o cerámica, etc. que exhuma de los yacimientos que portan las  huellas  de un  pasado relativamente reciente.  Justamente, la arqueología histórica trabaja a menudo sobre ese  mismo pasado del cual ya existen bibliotecas completas y/o una  inmensa documentación de archivo, aún parcialmente desconocida o desaprovechada   (v.gr. en nuestro caso, la  época de la explotación salitrera, o la época colonial) .  Más aún, la historia tradicional (la de los historiadores de escritorio) suele mirar con recelo y cierta velada suspicacia sus hipótesis y afirmaciones, carentes  para ellos de verdadero  sustento documental.

La "Cenicienta" de la arqueología nacional.

La arqueología histórica es, por ahora  al menos, en nuestra patria, Chile, la  "Cenicienta" de la Arqueología. Muy poco  se ha escrito  de ella en Chile. ¿Por qué?   Si analizamos el Curriculum Vitae de los arqueólogos chilenos,  nos daremos cuenta que, en su inmensa  mayoría, han sido atraídos por el espejismo del pasado remoto, o muy remoto. El Período Arcaico, ha sido como un poderoso imán para ellos: conocer y estudiar y  arrojar potente luz  sobre el modo de vida de los más antiguos pobladores del territorio patrio. Aquellos que vivieron entre los 12.000 - 14.000 A.C. y los 3.000 ó  2.500 A.C.  Mucho antes de la práctica de la agricultura, mucho antes de la  existencia de la cerámica. 

El atractivo del pasado más remoto: la frenética  búsqueda de los orígenes.

Y esta preferencia tiene a las verdad su explicación lógica. Es un inmenso y atrayente desafío el escrutar  el modo de vida, cultura  y organización social de  aquellas hordas o bandas primitivas que vivieron en la puna andina, en la precordillera o en el litoral desértico y que supieron sacar partido de  los recursos de su paisaje, dotados de escasísimas y primitivas  herramientas e implementos, y soportando su clima,  riguroso e inclemente. Es un inmenso desafío el pretender descubrir cómo vivían y qué hacían aquellos "primeros pobladores" del territorio patrio: aquellos que formaron parte de las "primeras oleadas"  de población de este Continente las que fueron bajando lentamente, de milenio en milenio, de Norte a Sur, desde las costas de  Alaska  hasta llegar a poblar  los canales magallánicos.

Los grandes estudiosos del pasado remoto.

Para el Norte de Chile, las figuras egregias de Max Uhle, Augusto Capdeville, Junius Bird,  Gustavo Le Paige, Jorge Iribarren, Grete Mostny, Mario Orellana, Hans Niemeyer, Percy Dauelsberg  y toda una pléyade posterior de brillantes arqueólogos jóvenes emanados de  Universidades nacionales con posterioridad al año 1970,  casi sin excepción se han sentido poderosamente atraídos por ese pasado lejano, incógnito y desafiante. La existencia de fidedignos métodos de datación cada día más eficientes  y exactos (C 14, Termoluminiscencia, Potasio-Argón, etc) ,  ha suministrado a los arqueólogos una poderosísima  herramienta heurística, supliendo con ello  la aptitud natural del documento escrito para entregar cronologías valederas. Un ejemplo elocuente es el reciente descubrimiento   (Julio 2013) de un campamento de cazadores, en la quebrada de Maní (sur de Tarapacá),  con fechas de los 12.700 A.C.

La arqueología histórica,  ciencia de un  pasado relativamente reciente. 

Hacer arqueología de los  tiempos coloniales o republicanos, mucho más próximos a nosotros, parecería, a primera vista,  una tarea perfectamente inútil. ¿Para qué, si ya  todo se sabe y se conoce  a través de  los documentos escritos?.  ¿Acaso  hubo  temas sobre los que nunca se escribió nada en el pasado?.  ¿Acaso existieron temas tabús en el pasado, o temas ocultos, o temas banales sobre los que se ha callado sistemáticamente?. ¿Acaso los ilustres  historiadores del pasado, un Barros Arana, un José Toribio Medina, los hermanos Amunátegui, Gonzalo Bulnes  o Francisco Antonio Encina no nos han ilustrado profusamente sobre  todos los temas que iluminaban el modo de vida de las sociedades  pasadas en nuestro país?. ¿Qué podría faltar en este cuadro representantivo de la  vida en el  pasado?. 

El peligroso sesgo de  la historia.

Hay una realidad innegable. La historia escrita y todos  los historiadores tienen, cada uno de ellos, un muy marcado sesgo: social, político, económico o  cultural. Este dependerá de su condición social, su cultura y formación, sus preferencias ideológicas y políticas,  sus creencias, su honorabilidad, su libertad de espíritu.   Sesgo prácticamente insoslayable. Más que una sola historia: aquella que debería describir y relatar  fielmente lo ocurrido en el pasado  "tal y como sucedió" -como pretendía idealmente el gran historiador alemán Leopold Ranke-  hay muchas y diferentes  historias. Incluso historias que relatan exactamente un mismo hecho.  Una misma realidad  ha sido interpretada y pretendidamente demostrada, por diversos autores, de diferente formación y estilo.


Historias diferentes  relatan el mismo hecho de modo bastante diferente.

Veamos algunos  ejemplos. Nada más diferente  que una historia social de Chile  escrita por Gonzalo Vial o por Gabriel Salazar. O una historia colonial  escrita por el chileno Sergio Villalobos   o  el peruano Efraín Trelles. Y mejor ni hablemos aquí de la historia militar. Cada país tiene la suya. Y pretender que dos países vecinos, que han tenido conflictos y guerras entre sí lleguen a elaborar una historia común, compartida, única, es francamente "pedir peras al olmo",  es decir, pedir un imposible. Al menos en la historia corta:  aquella que relata los sucesos  acaecidos en los últimos  100 ó 150 años.  Existe suficiente documentación a la mano para probar casi cualquier cosa. Y manipular la documentación  para probar una determinada tesis, ha sido, desgraciadamente  hecho frecuente a lo largo de la historia. Y si no, ¡pregunten a los historiadores del Tercer Reich en Alemania!.

Las pruebas contundentes de la arqueología histórica. 

La arqueología histórica busca reconstruir  el pasado de un grupo humano sobre la base de las evidencias dejadas abandonadas, descartadas in situ, por las comunidades del pasado. La reflexión histórica (acerca de "lo que realmente sucedió" en el sentido preciso de Ranke)  del arqueólogo de campo que excava un sitio histórico (esto es, posterior al contacto español en nuestras tierras), se basa en la cantidad, calidad  y características  culturales y eco-culturales de sus descubrimientos.  Si yo hallo un vasija  estilo "San Miguel de Azapa" (Arica)  en un contexto  lejano, digamos en San Pedro de Atacama (región de Antofagasta), tengo derecho a pensar en alguna forma de contacto pretérito entre ambas localidades. Si hallo mucha evidencia de este tipo, tengo derecho a sostener que en fechas lejanas  hubo intensa comunicación. Pero si hallo un cementerio entero con muchas tumbas que contengan similar estilo cerámico, tengo perfecto derecho a postular la posible presencia de un asentamiento local o enclave de los portadores de  dicha cultura lejana. Así reflexionan,  deducen  e interpretan los hechos normalmente los arqueólogos. Y tienen razón.  Porque se trata de un hecho irredargüible, basado en realidades indesmentibles.

¿Sobre qué tópicos nos  puede  informar la arqueología histórica?.

No podríamos, en efecto,  pedir a esta ciencia que nos diera pistas muy  concretas sobre  las creencias de un pueblo,   o su tipo de música, o sobre sus rituales, sus leyendas o  mitos. O sobre  litigios,  pleitos o  rivalidades, rencillas o guerras entre comunidades. O sobre sus características demográficas  y/ o poblacionales. O sobre su lengua.  Es obvio que la literatura escrita (legajos, escrituras, descripciones, cartas, planos, mapas, crónicas, etc.)  puede  darnos una información muchísimo mayor al respecto. Y éste es el  material normal  con el cual y sobre el cual trabaja el historiador de gabinete.  Un solo documento colonial que describe un pueblo o una zona geográfica  basta al historiador para elaborar un sesudo trabajo sobre dicha zona o grupo humano. Ejemplos hay miles. Uno muy cercano a nosotros: la "Descripción de Tarapacá" del sevillano  don  Antonio O´Brien, que data de 1765.

Temas que no enfoca casi nunca  la historia tradicional.

Pero hay numerosos temas sobre los cuales nunca o muy rara vez, o en forma  más  bien  casual  se ha escrito;  o aún, sobre los cuales  sistemáticamente se ha hecho silencio, sea por tabús religiosos o sociales, sea por  respeto, sea por considerárseles simplemente intrascendentes,  vulgares o grotescos. Sobre estos temas de la vida cuotidiana,  suele haber muy poca documentación escrita. ¿Qué comían o cómo cocinaban nuestros ancestros?, ¿que tipo de vajilla usaban?,  ¿con qué tipo de ropa se vestían?. ¿Cuánto caminaban?. ¿Qué tipo de elementos fumaban o qué  alucinógenos o estupefacientes empleaban?.¿ Cuál era  la forma empleada en su aseo personal, o su conducta  doméstica o sexual?. ¿Qué síntomas de enfermedad experimentaban más frecuentemente?. ¿Qué medicinas, remedios, esencias, utilizaban?. Sobre estos y similares temas nos informa muy rara vez o nunca la historia documental tradicional. Pero sí nos puede informar,  y muchísimo, la arqueología histórica. Porque los restos dejados abandonados, nos hablan,  muy frecuentemente,  de esas cosas  baladíes o caseras.
    
Teniendo como base estas  reflexiones in mente, podemos sumergirnos ahora en el análisis de un notable descubrimiento reciente.

El descubrimiento:  fecha y circunstancias.

El día 2 de julio 2013, con motivo del estudio sobre el Camino del Inca o Qhapaqñan en la región de Tarapacá por parte de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad Arturo Prat de Iquique, nos correspondió liderar un pequeño equipo formado por  arqueólogos y geógrafos. Seguimos por días y días las trazas o huellas  de tráfico de caravanas de animales desde la quebrada de Quisma (muy cerca de la localidad de Pica), hacia el sur.  Las numerosas huellas, en forma de rastrillo, que a ratos alcanzan  30-50 o más metros de ancho, se orientan  directamente hacia el sur y cruzan la quebrada de Chacarilla, normalmente seca, pero que  en estas fechas (Julio 2013) lleva aún algo de agua desde el gran aluvión ocurrido en febrero-marzo del 2012.  En el área de Chacarilla, las huellas deben atravesar  un sector  muy pedregoso, resultado de antiguos y potentes  arrastres aluviales, formados por infinidad de  cantos rodados o bolones, algunos de gran tamaño. En la zona, nuestro experto guía, el profesor Luis Briones Morales, arqueólogo piqueño, nos muestra numerosos diseños o petroglifos,  incisos en  bloques rocosos, representando en su mayor parte círculos  pequeños, llamas  o elementos geométricos varios. Estos bloques se hallan íntimamente vinculados, de manera inconfundible,  al  camino tropero que transitara también  el  inca. A lo largo de esta ruta,  que recorrimos a pie en muchos tramos, se observa aún hoy numerosos elementos culturales (fragmentos de botellas de cerveza o vino, trozos de cerámica, huesos, herraduras, etc), descartados por los viajeros, tanto de la  época indígena como de la  época de explotación del salitre  (1840-1930).

Fue en esa zona  pedregosa, cuando, de pronto María José Capetillo,  arqueóloga, descubre la presencia de unos cuantos fragmentos de cerámica  rotos, de buen tamaño, y  al parecer pertenecientes a una sola vasija.

 Fig. 3.  Comprobamos inmediatamente, in situ, que los fragmentos del plato hallados calzaban perfectamente entre sí. (Foto H. Larrain).

 Fig. 4.  En sus cercanías,  este conjunto abigarrado de grandes  bloques señala el lugar de descanso de los caravaneros. Aquí, en primer plano, un pequeño reparo circular para protegerse del viento  y pasar, tal vez, la noche (foto H. Larrain).


Fig. 5. Observe el hermoso bloque con grabados incisos  (petrpogilfos): un diseño de llamita, un personaje humano  y  chakanas en forma de cruz. Al lado, el rastro dejado por la profunda huella, efecto del tráfico animal  ininterrumpido, por centurias (foto H. Larrain).


Fig.  6. Las profundas huellas, labradas  tras siglos de intenso movimiento de animales y personas se pierden en lontananza hacia el Sur. La aridez del paisaje es absoluta. Ni una brizna de vegetación existe en muchos kilómetros  a la redonda. (Foto H. Larrain).


Fig.  7. Un verdadero rastrillo de huellas  cruza este enorme pedregal, de varios kilómetros de ancho (Foto H. Larrain).
Fig. 8.  Un  gran bloque  ha  sido transformado, a lo largo del tiempo, en un hito señalizador de la ruta, al adosársele gran cantidad de  cantos rodados en su derredor. A pesar de su semejanza, no constituye, a nuestro juicio, propiamente una apacheta, pues  su objeto no es propiamente ritual sino  muy práctico: indicar la ruta precisa  a seguir. (Foto H. Larrain).

Fig. 9.  El inicio del  extenso pedregal de la quebrada de Chacarilla. Detrás del vehículo, en los lomajes, se puede apreciar el corte efectuado, por el intenso tráfico,   por el trazado del Qhapaqñan.  En primer plano, las huellas nítidas de Camino. Vista tomada de Sur a Norte. (Foto H. Larrain).


Fig. 10. El plato  armado, constituido por los diez fragmentos hallados, muestra sus hermosos diseños color rojo vivo y negro, sobre el engobe color rojizo fuerte. Para el efecto de hacer destacar los  hermosos diseños de origen francés para la fotografía, se humedeció previamente la superficie del  plato  (Foto H. Larrain).

Fig. 11.  La base externa del plato porta una  muy curiosa inscripción. Nos costó mucho poder descifrarla, pues está en negativo e incisa con caracteres (letras) difíciles de identificar. Después de consultar al experto argentino en arqueología histórica  Dr.  Daniel Schávelzon, del Museo de  la ciudad de Buenos Aires,  cuya ayuda nos ha sido de inmenso valor, el resultado de su lectura resulta ser  el siguiente:

 ROMIPPAMPA

JULIO 11 DE 1863 ANO

..0VIA DE MARIN

La citada inscripción señala el  lugar der manufactura, fecha exacta (11 de julio del año 1863)  y el nombre probable de  la  mandante de la pieza. 

En  nuestro próximo capítulo de este Blog, presentaremos los detalles finos de la investigación que  hemos podido desarrollar con la ayuda  insustituible tanto del Dr. Shávelzon de Buenos Aires, como de la Dra. Mirta Santoni,  Directora  del Museo Antropológico de la ciudad de Salta,  República Argentina. A ellos y a la Dra. Marta Crivos, del Museo de la ciudad de La Plata, República Argentina, quien nos facilitara los contactos, nuestros más sinceros agradecimientos por el apoyo prestado con tanta generosidad  y prontitud para dilucidar aspectos  relativos al  lugar exacto de procedencia de este singularísimo ceramio. Tema sobre el cual abundaremos, si Dios quiere,  en el próximo capítulo.










1 comentario:

Dr. Horacio Larrain Barros dijo...

Estimado Sr. Larrain

Mi nombre es Luis Apablaza, y junto a mi familia soy un entusiasta de los viajes por la región. Vivo en Iquique hace 5 años y cada vez que nos es posible viajamos al interior a conocer y descubrir lugares. Como me considero un padre de familia responsable (tengo 2 niños pequeños a quienes he contagiado esta actividad), investigo todo lo posible acerca de nuestro destino programado; caminos, antecedentes historicos, turisticos, botanicas, paleontologicas, flora y fauna, arqueologicas, antropologicas y culturales. Aunque la mayoria de lo que leo va mas allá de mi especialidad (ya que soy ingeniero), he podido hacerme una idea global del valor de cada lugar al que vamos. Así es como en este tiempo he disfrutado de muchos lugares y momentos, como ver la fascinación de mi hijo de siete años al tocar las huellas de dinosaurios en Huatacondo, la admiración de mi esposa con las flores de las quebradas y sus colores al atardecer, el asombro de mi hija de cuatro años ante cada pequeña ave, insecto o cualquier cosa que vuele o se arrastre, y maravillarnos con los petroglifos de Tamentica, Ariquilda o Chaiza, y ni hablar de Tiliviche o Pintados (hace un par de meses fuimos con 6 niños a este último lugar y fue increíble ver lo maravillado que estaban, tanto con los geoglifos como con el salar, no podían creer que estaban parados en un mar de sal! ). En esta búsqueda de información ha sido normal toparme con su blog de eco-antropología, que se ha convertido en una fuente recurrente de conocimiento y guia, tanto para informarme como para evitar la destrucción accidental de patrimonio tan común en nuestro país . Deseo expresarle mis felicitaciones, admiración y agradecimiento por su trabajo. También en esta búsqueda me encontré con su trabajo en el CDA, proyecto absolutamente desconocido para mi, estando tan cerca y espero poder visitarlo prontamente con mi familia.

Reiterando mis felicitaciones me despido atentamente,

Luis Apablaza Cisternas
Iquique.