miércoles, 27 de febrero de 2008
¿Arqueología sin excavación?. ¿Es posible?, ¿Cuál es su necesidad?.
Parece un contrasentido evidente. ¿Cómo se podría hacer "arqueología", que por definición es llegar obtener una "ciencia o conocimiento acerca de las antiguas culturas", sin excavar previamente?. ¿Habría podido el alemán Schliemann saber algo de las ciudades superpuestas en Troya, sin excavar? ¿Habría podido Junius Bird en el año 1940, en Quiani (Arica), llegar a conocer algo de las primitivas culturas de pescadores de la costa, sin excavar los conchales, llegando hasta la primera ocupación del sitio, a unos 6 m. de profundidad?. En realidad, parece algo imposible. Porque en el correr de los milenios, se van sucediendo ocupaciones y éstas van dejando acumulados restos, desechos de cocina, basuras, y restos de construcciones que van elevando el área, de suerte que lo más antiguo necesariamente tendría que estar en lo más hondo.
Los arqueólogos de las grandes civilizaciones han sido grandes excavadores.
Pero si no excavamos, ¿qué podríamos llegar a conocer?. Los grandes arqueólogos del pasado, han sido grandes excavadores. Pensemos lo que ocurrió en Egipto, Creta, Grecia antigua o Chipre. En Egipto se han movido miles o millones de toneladas de material hasta dar con las antiguas tumbas de los faraones. Pensemos en México o Guatemala (cultura maya). Los "tells" del Oriente Medio han sido literalmente masacrados, removiendo cerros de materiales.
En la imagen, Caleta Cáñamo, importante lugar de investigaciones arqueológicas trabajado por L. Núñez y C. Moragas en la década del 1970-1980. Hoy día, excepto un pequeño sector provisto de rejas protectoras, la mayoría de los sitios adyacentes ha quedado sepultada por una torta de ripios, y el resto se halla contaminado en superficie por emisiones de hollín de petcoke, producto utilizado hoy por la Central Termoeléctrica de Patache. Este hollín está contaminando desde hace años todo el entorno de la caleta de pescadores de Cáñamo, situada al lado de la planta, afectando seriamente el modo de vida y la salud de los pescadores y sus familias. Tema muy delicado que la autoridad regional aún no considera seriamente en sus planes de desarrollo costero.
(sigue el texto)
Acotemos el problema.
A nuestro entender, los problemas son otros. No es que neguemos per se al arqueólogo el derecho a excavar, bajo ciertas premisas mucho más concretas y en circunstancias y límites mucho mejor definidos que hoy. El problema que nos preocupa, a este respecto, es múltiple. Tratemos de acotarlo.
primer problema: la autorización al arqueólogo es demasiado amplia; no le acota su intervención.
A). Por una parte, la experiencia nos indica que el investigador, al obtener el permiso de excavación de la Agencia estatal correspondiente, frecuentemente cree obtener con ello "patente de corso" para remover todo cuanto se le antoje y hacer trincheras, zanjas o pozos, a discreción, tantos cuantos quiera. La autorización para intervenir el sitio, no le fija con exactitud la metodología de trabajo, ni sus límites, ni la superficie a excavar, ni tampoco el tiempo de excavación. Puede ampliarse cuanto se le antoje. Ydemorarse años en dar término a una intervención. Esto al menos en Chile. Y con ello, el investigador se siente libre para intervenir impunemente el sitio. No hay controles, no hay límites, no hay tampoco -y esto es bastante delicado- fiscalización posterior alguna. Todo queda librado al arbitrio y al buen criterio del arqueólogo. Y esto es, a nuestro entender, peligroso.
¿Qué ocurre si el arqueólogo se equivoca?.
Si el arqueólogo "mete las patas" y se equivoca (como ha pasado algunas veces), o destruye muy a su pesar evidencias valiosas, o utiliza métodos o técnicas poco ortodoxas o rudimentarias, a nadie parece importarle mayormente, pues no hay forma alguna de controlar sus errores. Al menos entre nosotros. Es muy raro por no decir insólito y francamente peregrino, que algún arqueólogo reconozca lealmente y abiertamente sus errores, omisiones o sus fallas. No recordamos ahora a nadie que lo haya hecho. Simplemente todo el que se equivoca, calla. Y en las publicaciones sólo quedan registrados los éxitos y logros; jamás los fracasos. ¿Es esta una actitud verdaderamente ética?.
Segundo problema: la legislación chilena impide que otros investigador ratifique lo hecho por otro, en el mismo sitio.
B). Por otra parte, la legislación chilena en materia de excavaciones arqueológicas, al conceder un determinado sitio en exclusividad a un arqueólogo o equipo de arqueólogos, prácticamente no permite que otro investigador llegue al mismo sitio a excavar, para corroborar y/o modificar las conclusiones obtenidas en el primer estudio. Al no existir, de acuerdo a nuestra legislación, posibilidad alguna de cotejo o control por terceros de la información, no queda más remedio que creerle (haciendo una especie de "acto de fe") al primero que hizo la intervención. ¿Y si éste se equivocó, y si sus muestras de C14 estaban inficionadas y son erróneas, o si las conclusiones obtenidas son erradas o claramente sesgadas por las hipótesis previas planteadas por el investigador?. ¿Qué pasa si no se excavó en el lugar correcto? ¿Y si hubo destrucción de material valioso por manos inexpertas?. ¿Y si hubo manipulación posterior de la información?. ¿Quién podría saberlo?. ¡Nadie!.
Tercer problema. no existe acceso fácil a las pruebas obtenidas por el primer investigador, pues éstas quedan en sus manos. No hay forma de corroborar o rectificar lo realizado, salvo tras muchos años y luego de la muerte del primer excavador.
C). Tampoco, por desgracia, es posible, generalmente, acceder fácilmente a las pruebas físicas que cada investigador dice haber recogido del terreno, pues no pocas veces éstas quedan en el Museo donde trabaja el mismo arqueólogo. y éstas quedan, en la práctica, bajo su propio control. Si un tercero quisiera hacerlo, no sería bien visto. Es decir, hay demasiados elementos que apuntan a la "fe" y "confianza" en la seriedad o "infalibilidad" del investigador, y muy pocos o nulos que permitan el control, el chequeo o la rectificación posterior. Y creemos que esta situación desde el ángulo científico no es sana. Más bien me atrevería a decir que es aberrante, pues impide acceder fácilmente a la verdad. Y lo que a fin de cuentas nos interesa, es acceder a la "verdad de los hechos".
Cuarto problema: urgencia de modificaciones a la ley que rige las excavaciones arqueológicas.
D). Estas reflexiones nos hacen pensar que la legislación arqueológica chilena debe modificarse en varios aspectos; hoy día, a nuestro juicio, ella claramente deficitaria. Y no somos los únicos que así pensamos. Un determinado sitio de excavación debería concederse sólo por un corto período de tiempo (no más de 5 años, por dar sólo alguna fecha). Y luego debe permitirse a otros que verifiquen o corrijan o enriquezcan los resultados obtenidos. Hay que evitar que los sitios se conviertan en "feudos" personales, intangibles para siempre. Más aún, si el sitio es considerado muy importante, debería exigirse que otros, con posterioridad, pudiesen dar su opinión fundada al respecto. Así, al menos, se contaría con más de una opinión.
E). Esta reflexión nos sugiere que sitios arqueológicos antiguos, de gran importancia sea por su alta cronología, sea por su tamaño y vistosidad (v.gr. aldeas o grandes cementerios), deban ser "revisados" de tanto en tanto por nuevos investigadores, para afinar, mejorar o modificar las conclusiones. Porque lo que nos importa, en último término, es acceder a la "verdad", esto a es, acercarnos - porque sólo eso es posible- a la máxima objetividad que esté a nuestro alcance. Y ésta solo puede obtenerse cotejando varias opiniones. Ocurre aquí como en el caso de una cirugía médica. Es mucho mejor tener varias opiniones que solo una. Y una excavación, máxime si ésta es en área, (el caso de un cementerio o de una aldea), viene a ser una verdadera "cirugía a mayor".
Quinto problema. estado deplorable y de total abandono en que quedan lo sitios ya excavados.
F). Otro aspecto candente que preocupa es el "estado" en que quedan los sitios, después de excavados. La legislación nada dice al respecto. ¿Quién protege a perpetuidad un sitio excavado?. Nadie. En el mejor de los casos, queda bajo la tuición genérica de alguna entidad (que puede ser CONAF u otra estatal). Pero cuidado efectivo o protección real, cero. Ni siquiera el investigador que tuvo a cargo la investigación, hace algo por proteger "su" sitio. Veamos, si no, el estado físico en que se encuentran hoy sitios como Quereo, Tarapacá Viejo, Caserones, Tagua-Tagua, Quiani, Punta Pichalo, Punta Teatinos, Taltal, y muchos otros sitios más, excavado a partir de los años 40 del pasado siglo. Solo se ve ruinas informes, remociones o trincheras, en franca destrucción por efecto de "huaqueos" posteriores.
Salvo en el caso de operaciones de urgencia, propias de una arqueología de salvamento, por la exigencia de futuras construcciones in situ (caminos, edificaciones, etc.), creemos que esos sitios deben quedar protegidos de alguna manera efectiva; precisamente para que se pueda hacer algún día un nuevo estudio sea para confirmar, sea para rectificar las conclusiones obtenidas en el primer estudio. No hay arqueólogo infalible. Y las nuevas técnicas que cambian con el correr del tiempo, puedan y deben ser aplicadas a sitios antiguos. Solo se salvan, de la destrucción o intromisión de terceros (huaqueros) en alguna medida, aquellos sitios que se encuentran en terrenos controlados directamente por alguna Compañía Minera, donde han quedado señalizados y de alguna manera protegidos al efecto, después de efectuado el Estudio de Impacto Ambiental (EIA).
Conclusiones
a) Las excavaciones deben limitarse al área estrictamente necesaria. No se debe dar "patente de corso" al arqueólogo para intervenir impunemente los sitios;
b) Se debe siempre dejar un buen número de "testigos" importantes (es decir, áreas totalmente intocadas) para excavaciones futuras, hechas con mejor tecnología que la actual; no somos perfectos.
c) Debe pensarse en alguna forma de control o fiscalización posterior de las excavaciones, aún cuando éstas cuenten con el permiso respectivo. Habría que diseñar al efecto un sistema eficiente. Tarea nada fácil. Debe fiscalizarse los métodos empleados, el tiempo empleado, los resultados y la protección posterior del sitio. También el estado físico en que se ha dejado el sitio después de la intervención. Es decir, debe hacerse una suerte de "auditoría" del permiso inicialmente otorgado, casi "a ciegas", solo basado en la confianza que se deposita en la experiencia del excavador arqueólogo.
d) Los materiales físicos obtenidos de la excavación deben quedar siempre disponibles al análisis de terceros, en lugares neutros (no controlados ) y fácilmente accesibles. Debe exigirse un catálogo detallado, una copia de la libreta de campo o Bitácora y/o una Base de datos respectiva.
e) Debe tomarse conciencia de que la técnica excavatoria en nuestro país aunque ha mejorado ostensiblemente, es aún poco desarrollada; y todavía en no pocos casos, algo rudimentaria. Hemos visto, no hace mucho tiempo, a arqueólogos profesionales utilizar la barra metálica, típica del "huaquero" del norte, para sondear posibles enterramientos. Y así, poco o nada nos diferenciamos del accionar del farmacéutico Anker Nielsen en la costa de Iquique en la década de los años 30-40 del pasado siglo.
f) Debe exigirse al arqueólogo el llevar un detallado "Diario o Bitácora de Campo" de la excavación y permitirse a otros, en circunstancias dadas, el acceso a dichos "Diarios" de los arqueólogos, cuando se desee revisar sus materiales. Estos deberían cuenta detallada de la técnica y de los métodos utilizados.
g) Debe, a juicio nuestro, anteceder a toda excavación un análisis exhaustivo de tipo geográfico,
biogeográfico, geomorfológico, biológico y pedológico del sitio y sus alrededores. Este proceso de escrutinio, previo a la excavación - cuando ésta se juzgue indispensable-, debe quedar plasmado en sets de fotografías del área antes de la intervención, y análisis de los materiales hallados en superficie, con sus coordenadas exactas. El ideal es realizar un video con audio, muy detallado y fino, de todos los sectores del sitio, que muestre al desnudo "la morada" del grupo antiguo, es decir, el hábitat y su ecosistema (flora y fauna presente) y la forma cómo uno imagina (ya antes de excavar) que actuó el grupo humano respectivo. Debería indicarse, previamente a la excavación, las posibles hipótesis que el investigador manejará y procurará controlar en terreno. Sobre este particular, quisiéramos extendernos en un capítulo especial.
Una eco-arqueología anterior a la excavación.
Este capítulo se referiría a lo que podríamos llamar "arqueología antes de la excavación". Aquí entregaremos los elementos que juzgamos esenciales para una "pre-intervención" del sitio. Etapa que hoy poco se considera y que normalmente se pasa por alto o sólo se ataca muy a la rápida. Creemos, por el contrario, que esta etapa es esencial, requiere de análisis previos y reflexiones de tipo conductual humano y etnológico comparativo. No puede quedar ajeno a este análisis, un estudio detallado de las fuentes de recursos actuales presentes en las cercanías del sitio en estudio y sus formas de utilización en el presente, por parte de las comunidades aledañas, sobre todo cuando éstas siguen surtiéndose de los mismos o parecidos recursos para la vida.
sábado, 23 de febrero de 2008
Luis E. Peña Guzmán: entomólogo, sabio educador de juventudes
POR LOS CAMINOS DE AMERICA: EN POS DE LUIS PEÑA GUZMÁN
Dr. Horacio Larrain B. (Ph.D.)
Universidad Arturo Prat y IECTA.
Un 27 de Septiembre de 1995 se apagó, en "el Portezuelo" de Colina, la vida de un sabio: Luis E. Peña Guzmán (1921-1995). La ciencia americana, en particular
Los senderos y las huellas apenas transitadas de América lo vieron una y otra vez recorriendo sus rincones más recónditos.
Se ha dicho que Lucho mucho más vivió como sabio vagabundo a bordo de su camper, que en tierra firme, en su querida Colina, lugar donde construyó su hogar científico. Porque le obsesionaba hacer expediciones. Conocer a fondo cada rincón de América, explorarlo y colectar sus extraños habitantes, era casi una necesidad para el hombre que buscaba las grandes respuestas: por qué se diferencian las especies entre sí; por qué y cómo migran los insectos; cómo logran adaptarse a situaciones extremas de aislamiento o clima. Y recorría incansable los desiertos o los páramos del Perú, del Ecuador, de
Le fascinaron los Tenebriónidos, coleópteros oscuros, de aspecto muy poco llamativo, que pueblan los desiertos y que muestran una tan notable adaptación a las condiciones más extremas. No hubo rincón de Chile que no explorara; hasta llegó un día y desembarcó a colectar en la isla de Cabo de Hornos. El primero que lo hacía.
No hubo ave, insecto, araña, batracio o reptil que no colectara para los diversos Museos del mundo que le encargaban las especies más escasas o raras. Volvió a reencontrar especies que no habían sido vistas desde los lejanos días de don Claudio Gay o de don Rodulfo A. Philippi, y que se creían desaparecidas para siempre. Porque nada escapaba al ojo observador de Lucho. Podía estar horas, arrodillado, al pie de un quisco o de un matorral, observando la vida que allí se agitaba. Pasaba horas en su laboratorio de Colina cribando material orgánico recogido al pie de determinadas especies arbustivas, para atisbar especies diminutas de coleópteros u observando cómo nacían las mariposas, cuyas pupas había colectado con especial esmero.
Lucho fue un maestro nato. Le encantaba enseñar y mostrar a los demás sus resultados, sus observaciones. En particular a los niños y jóvenes. Y por esa generosidad intelectual, se le acercó siempre tanta gente, especialmente jóvenes, ansiosos de saber acerca de
Su máxima realización en materia de educación ambiental fue
A tres años de su partida definitiva a
Variabilidad de la neblina y formación de oasis de niebla
Dos artículos recientes sobre características del clima de la zona nubosa del desierto de Atacama.
P. Cereceda, H. Larrain, P. Osses, M. Farías, I. Egaña, 2008. “The Spatial and temporal variability of fog and its relation to fog oases in the Atacama Desert,
P. Cereceda, H. Larrain, P.Osses, M. Farías and I. Egaña, 2008 “The Climate of the Coast and Fog Zone in the Tarapacá Region, Atacama Desert, Chile”, Atmospheric Research Vol. 87 (2008) issues 3-4 pp. 301-313, www.elsevier.com/locate/atmos
Se pudo así constatar fehacientemente que la mayor extensión espacial de las masas nubosas que entran desde el mar ocurre en invierno y durante la noche. En el sector de Alto Patache (65 km al sur de Iquique), los captadores instalados por el Equipo han entregado una media de 7.0 litros/m2/día, en cerca de 10 años de mediciones consecutivas. La colecta de agua tierra adentro, a unos 12 km en línea recta desde la playa, (Sector Cº Guatalaya), baja considerablemente a menos de 1.0 litros/m2/día. La altitud sobre el nivel del mar es, igualmente, decisiva. La mayor captación se verifica a altitudes entre los 750 m y 850 m. El grado de desarrollo y el espesor de la nube es muy importante. Las informaciones del satélite GOES permiten verificar, con bastante precisión, la altura de las nubes bajas, factor decisivo en este análisis.
Se describe , por fin, los oasis de niebla en relación a cómo la respectiva ubicación geográfica determina el crecimiento de un determinado tipo de vegetación.
Los artículos acaban de ser publicados por la revista especializada en estudios de Clima, Atmospheric Research 87 (2008) por ELSEVIER (www.elsevier.com/locate/atmos) donde Ud. podrá encontrar los textos completos de estos trabajos recientes. Son sus autores P. Cereceda, H. Larrain, P. Osses, M. Farías e Isolina Egaña. Estos trabajos contribuyen a explicar parte de los numerosos enigmas que plantea la existencia, en el desierto más árido de la Tierra (Desierto de Atacama) , de los "oasis de niebla" ("Nebeloasen" ó "Fogoases").
Ambos trabajos, mutuamente complementarios, nos permiten entender este tipo de clima, muy claramente diferente de todos los tipos climáticos hasta ahora reconocidos para el extremo Norte de Chile.
viernes, 22 de febrero de 2008
El "Diario de Campo " o Bitácora: el instrumento número 1 del científico investigador.
Introducción.
Antes de entrar en materia, nos ha parecido conveniente explicar, por medio de fotografías reales de páginas de mis "Diarios de Campo", qué es aconsejable hacer para enriquecer el "Diario" y aprovechar al máximum sus enormes posibilidades de registro. Me ha motivado a dar esta explicación el constatar que no pocas de las visitas a mi Blog son de estudiantes del área de la Geografía, de la Antropología y Arqueología, cuyos comentarios favorables agradezco. Este tema tal cual ha estado en este Blog desde hace varios años, es algo árido e insípido, si no muestra imágenes explicativas. Es lo que pretendo hacer ahora. Las dos primeras figuras corresponden al registro de observaciones hechas en el municipio de Conkal, (Yucatán, México), bajo la dirección del geógrafo norteamericano John M. Ball en septiembre-octubre de 1968. Inconvenientes notorios: tamaño demasiado pequeño y falta de márgenes que permitan agregar información posterior. Este tipo de libreta pequeña es más apto para una toma rápida de datos en terreno, los que después (ojalá esa misma noche) pasarán al "Diario" definitivo, de mayor tamaño.
Fig.3. Página completa destinada a herborizar una planta del desierto, en este caso se trata de Tiquilia atacamensis, observada en el cauce seco del río Quipisca (Región de Tarapacá, Chile) a fines de diciembre del año 2012. Se usó cinta ancha, transparente (tipo scotch) luego de haber disecado por unos 4-5 días el ejemplar entre hojas de papel de periódico. El tamaño de la hoja de este cuaderno es de 25 cm de alto por 21 cm de ancho y posee anillado.
¿Para qué se escribe o se lleva un "Diario"?.
Es probable que algunas de las situaciones o hechos no vuelvan a presentarse nuevamente. Al menos, ciertamente no de la misma manera. De ahí su importancia para el investigador de campo. Pero no sólo para él. También para el mundo científico en general, sobre todo en ciertas disciplinas como la Antropología cultural, Etnografía, Arqueología o Biología (Zoología o Botánica), donde las situaciones no tienden a repetirse y pueden, por consiguiente, ser únicas e irrepetibles.
Otro tanto ocurrió con el “Diario de Campo” del arqueólogo jesuita Gustavo Le Paige S.J. en 1980. Los jesuitas, miembros de su Orden, lo reclamaron por tratarse de una pertenencia personal del sacerdote. Los arqueólogos del Museo de San Pedro de Atacama, en cambio, arguían con toda razón que se trataba de un documento científico, y por ende, de uso general, pero de vital importancia para el Museo. Se transó, finalmente, fotocopiando el referido Diario. Algunos pocos "Diarios de Campo", como los del arqueólogo chileno Augusto Capdeville de Taltal tuvieron la suerte de ser parcialmente editados, con notas y comentarios científicos, por la Dra. Grete Mostny, como parte de su correspondencia. Y hasta hoy continúan suministrando rica información a los arqueólogos que han publicado la revista "Taltalia", del Museo arqueológico de Taltal. Los Diarios de Campo del sacerdote y etnólogo Martin Gusinde S.V.D., famoso estudioso de nuestros grupos étnicos canoeros del extremo sur, han sido vitales para la interpretación correcta de muchos de las afirmaciones del autor en su libro: Die Feuerland Indianer (sobre la vida y cultura de Los indígenas de Tierra del Fuego).
Objetivos generales del “Diario de Campo”.
e) revisar y corregir las propias hipótesis gracias a los nuevos datos recabados.
Otros Objetivos específicos.
3) Acumular un material de observaciones in situ que permitan con posterioridad elegir los materiales que puedan ser utilizados en un trabajo científico o investigación;
4) Comparar hechos o percepciones del momento con otros u otras ocurridas con anterioridad e igualmente reseñadas en el Diario de Campo;
6) Aportar numerosos elementos para la construcción de una base de datos acerca de todo lo observado en un lugar dado o en una Región estudiada, a lo largo del tiempo;
7) Incluir observaciones, referencias o datos aportados por otros investigadores que nos acompañan en la visita o exploración, en referencia al sitio de estudio. Estas observaciones o referencias pueden ser anotadas en el Diario de la propia mano o por otro investigador, constituyéndose así en un testimonio histórico que puede llegar a ser valioso en el futuro;
8) Incluir en el mismo "Diario" recortes de periódicos alusivos, cartas, fotografías de objetos o situaciones, croquis o mapas del área de nuestro interés;
9) Incorporar las propias reflexiones, percepciones, discusiones y/o cambios de opinión que el mismo investigador va experimentando a través del tiempo;
10) Presentar o mostrar discusiones de equipo en torno a un tema de controversia;
11) Anotar nombres científicos, nombres o designaciones locales de elementos, objetos o animales, o nombres de personas o lugares que dicen relación directa con el lugar o fenómeno estudiado.
Cómo buscar referencias en el Diario de Campo.
Por ello no ceso de agradecer hoy a mi maestro en Entomología, el sabio entomólogo chileno Luis Peña Guzmán, (QEPD) por haberme prácticamente "forzado" a llevar apuntes personales de viaje, en aquella memorable expedición de Noviembre-Diciembre 1972 al Norte de Chile. Recién "expulsado" de la Universidad del Norte (Sede Iquique) por expresar abiertamente mis opiniones (Julio 1972), hallé en estos dos meses de viaje y en la entrañable amistad y camaradería de Lucho y sus ayudantes, el más sabroso y exquisito solaz en momentos de zozobras económicas y de enorme angustia familiar. ¿Cómo podría hoy olvidarlo?.
¡ Jóvenes: escriban sus "Memorias": nunca se arrepentirán de ello!.
Por eso queremos animar aquí a los jóvenes estudiantes que hoy nos leen, a decidirse a poner por escrito y en forma ordenada y legible, sus "hallazgos", sus reflexiones y sus "encuentros"; en particular sus discusiones o conversaciones con sus profesores. También sus hipótesis de trabajo. Como también sus discusiones en equipo, sus dudas y sus sospechas. Que nunca sea para ellos un obstáculo o una excusa el "estilo" que se ha de emplear: éste surgirá y se irá puliendo poco a poco gracias a la práctica de escribir. No olviden que "el escritor no nace; se hace". Y se hace, mediante una práctica continua del escribiente: paciente, metódica y asidua. La "materia" sobre la cual escribir, es simplemente todo aquello que me parece interesante de recordar o que puede un día servir a otros. Si algún día servirá a otros o no, eso se sabrá después; eso lo dirá un día la Historia. Mientras tanto, hemos cumplido con nuestro deber hacia la Humanidad y, como las hormigas, debemos acopiar, recoger y guardar celosamente en nuestro "Diario" toda la información que nos sea posible digerir y que Dios ha puesto a nuestro alcance.