miércoles, 7 de diciembre de 2016

Un singular mortero (piedra de moler), aparentemente del período Arcaico: un artefacto poco común en los antiguos campamentos de cazadores-recolectores.

Fieles a nuestra costumbre de dar a conocer  hechos y objetos de nuestros antepasados que   el azar (o mejor, para nosotros, Dios mismo)  ha puesto en nuestro camino, reproducimos aquí imágenes  y croquis de campo de una piedra  de moler  portátil, de singular aspecto, que  fue hallada por nosotros en la proximidades de un taller lítico en las orillas del Salar de Surire.   ("Surire", significa en idioma aymara, lugar de presencia  de  suris  o avestruces). En efecto, el avestruz tarapaqueña (Pterocnemia pennata  tarapacensis)  es un asiduo visitante de estos salares y bofedales de altura, compartiendo su hábitat con vicuñas, guanacos  y llamas domésticas).   

Fig. 1.  Vista a la zona de vegetación baja,  que se extiende por el borde poniente  del Salar de Surire. Aquí observamos la presencia de una vegetación achaparrada, rastrera, consistente principàlmente en ichu o paja brava (Stipa ichu),  y algunas variedades de tola  (Baccharis spp. ). Esta imagen fue tomada desde la terraza del refugio de la CONAF (Corporación Nacional Forestal de Chile) hacia el SSW. El fuerte viento que sopla casi a diario impide y frena el crecimiento de estos especímenes de arbustos y pastos de altura. En la parte central de esta imagen se  puede observar un área bastante desprovista de vegetación. Coincide  muy exactamente con el área que ocupò el taller lítico de los antiguos cazadores, donde encontramos todos los artefactos que describiremos detalladamente en este capítulo. No se observó cerámica alguna aquí, sino solo lascas y artefactos y desechos líticos, señas evidentes de una prolongada talla efectuada in situ en épocas pretéritas. Por el tipo de artefactos hallados, nos queda claro que se trata, obviamente, de  un campamento de cazadores-recolectores andinos  antiguos, de fecha indeterminada probablemente reocupado muchas veces a lo largo de su historia (Foto H. Larrain, 18 de Febrero 1998).

Circunstancias del hallazgo.

El hallazgo ocurrió durante una expedición al altiplano ariqueño que  emprendimos con familiares y hermanas  de mi esposa, Marta Peña Guzmán, en el mes de Enero del año  1998.  La idea era recorrer minuciosamente zonas  desconocidas para nosotros del altiplano chileno desde  Colchane (altiplano de Tarapacá) hasta el lago Chungará, en el altiplano de Arica. Partiendo de Iquique enfilamos al Este, hacia Colchane, pasando por Chusmiza y otros pueblos cercanos.  Fue una curiosa y sabrosa mezcla de paseo familiar, descanso e  investigación de campo. Alfredo Ugarte Peña, sobrino de la Marta, viajaba en un camper con su señora Luz María Silva, mientras yo pilotaba una camioneta Chevrolet Blazer, color café,  fiel compañera de expediciones en la pampa.

Alfredo portaba  -como en todos sus viajes-  todos los útiles propios para la captura entomológica (frascos,  algodón,  red de insectos, alcohol, etc.), mientras yo llevaba conmigo  reglas de medir, GPS,  cámara fotográfica, grabadora y huincha de medir para registrar posibles hallazgos. Infaltable era el "Cuaderno de campo", instrumento indispensable del antropólogo, donde  quedaban registrados con todo detalle tanto los incidentes del viaje, como las observaciones y registros de la presencia de flora autóctona, fauna o rastros indudables de la antigua presencia humana. Es precisamente este Cuaderno, cuyas páginas hoy reproducimos, el mejor testigo fiel de los hechos que la frágil memoria ha ya olvidado  en buena parte, conservando sólo lo más insólito, llamativo o cautivante. Cada día, al atardecer, armábamos nuestras carpas, provistas de colchón inflable y gruesos sacos de dormir, en sitios relativamente planos, aptos para pernoctar. Luz María y Marta  se preocupaban de las cocinillas a gas licuado y de  las vituallas  y  provisiones del campamento.


Fig. 2. Cara 1.   Esta notable pieza lítica, un singular mortero,  muestra por ambas caras, varias oquedades artificiales, especialmente excavadas por el hombre antiguo para moler allí substancias diversas tanto para su alimentación como tal vez para  untarse el cuerpo  con grasa mezclada con otros pigmentos colorantes.  A su lado derecho, vemos la piedra moleta  (o "mano de moler"),  del mismo material, que calza notablemente en las cavidades de la roca y que sospechamos  constituyó la respectiva "mano" de moler. (regla invertida de  30 cm. de longitud). Unos 80-100 metros de distancia separaban ambas piezas  al momento de su hallazgo (Foto H. Larrain,  Febrero 1998).

Circunstancias del hallazgo de estas piezas líticas.

Con Alfredo Ugarte, al igual que  en los días anteriores,  nos ocupábamos en buscar insectos caminantes, especialmente tenebriónidos,  que suelen esconderse bajo piedras durante el día, para salir en la noche a buscar su alimento. Estos parajes nos ofrecen interesantes especies de tenebriónidos, familia de  insectos ápteros,  de dura quitina  como exoesqueleto y de colores oscuros y brillantes: grises, pardos o negros. Ahí fue cuando tropezamos casualmente con el taller lítico, oculto en medio de la densa vegetación,  es decir, un área de antiguo basural o campamento primitivo,  lleno de  desperdicios de lascas o residuos de talla intencionada de herramientas líticas,  hechas especialmente en sílex y basalto. y otros tipos de rocas metamórficas. Resultaba obvio que aquí  fabricaron los  cazadores, hace algunos milenios atrás, las herramientas básicas para su supervivencia (cuchillos, raspadores)  y sus puntas de proyectil  para la caza.


 Hallazgo casual de un mortero antiquísimo.

La piedra de moler o mortero que mostramos en nuestra Fig. 1, no se encontraba  en el basural o campamento antiguo, sino la hallamos empotrada en un muro tosco contiguo al refugio,  donde los guardaparques de la CONAF solían dar de comer a las vizcachas. Es éste un roedor andino de gran tamaño, residente en la zona  y que se alimenta de  raíces y tallos de la vegetación circundante. Observando con cierta detención la pirca en cuestión, me llamó la atención la presencia de una "tacita" u oquedad artificial, perceptible en una de las piedras del muro. La extraje con cuidado y ahí me percaté de su  uso evidente como piedra de moler,  de tipo circular. Es decir, una "mano"  se usaba aquí  en este mortero mediante un ágil movimiento  de rotación, con lo cual eran capaces de  moler y triturar, con gran facilidad,  plantas, huesos, carne, nervios, o  frutos,  tallos u hojas para la confección de su alimento. Lo notabilísimo de esta piedra  de moler -lo que la hace algo único- era su pequeño tamaño, su fácil portabilidad de un lugar a otro y,  sobre todo, su posibilidad de empleo por ambas caras.  Rasgo este último sumamente raro de encontrar en un antiguo campamento de cazadores andinos.

La respectiva "mano" de moler.

En cambio, la "mano",  hecha en un canto rodado del mismo  material  que la piedra de moler (Obsérvese la foto de la Fig 1.), fue hallada también por nosotros  en el basural mismo, distante unos cuarenta o cincuenta  metros  del refugio. Presenta  señas inequívocas de  un intenso uso por continua frotación rotatoria, en particular en la zona de sus bordes, muy desgastados. Sorprendentemente, como pudimos comprobarlo in situ, calza maravillosamente bien  con el  diámetro de las "tacitas". No tenemos, claro está,  certeza absoluta, pero sospechamos fundadamente  que se trataba de la  "mano" faltante, el implemento y suplemento indispensable para poder realizar la tarea de  molienda. ¿Simple coincidencia?. Puede ser... En todo caso,   la respectiva "mano" debió tener similares características. El hecho que el material pétreo aquí usado sea exactamente el mismo en ambos instrumentos -como puede verse en la Figura 1- , nos induce a sospechar que estamos de verdad ante la "mano" faltante.

Alguien  recogió  este mortero  del antiguo basural del campamento de cazadores andinos y lo incorporó al muro,  cuando fue necesario levantarlo junto al refugio de la CONAF hace pocos años.

Fig.2.  Cara  dos (opuesta). Véase aquí la otra cara del mismo mortero mostrado en la Figura anterior. Presenta sólo una cavidad, más profunda que las tres presentes en la cara opuesta.  No resulta difícil imaginar  tanto el  perfecto calce  de la "mano"  como  su accionar rotatorio  en la cavidad de la piedra.  Esta "mano" de moler mide  unos  9 cm de diámetro máximo, pero su forma algo ovalada y gastada  le permite llegar perfectamente  hasta el fondo de la cavidad.

Necesidad de la molienda en tiempos antiguos.

El primitivo habitante nómade de estos ecosistemas de altura no conoció la agricultura. Estamos hablando de varios milenios atrás. Tal vez más de 3.000 A.C. Se alimentaba de la caza de animales y aves ribereñas. abundantes en este salar.  También de raíces, tallos  hojas y flores.  Para ellos, este artefacto de molienda  era algo imprescindible. Por tal razón, hallamos hoy a menudo este tipo de"morteros", abandonados y generalmente rotos, en los antiguos campamentos de cazadores-recolectores altiplánicos,  Su diferencia con las piedras de moler o "batanes" del período agrícola, es algo muy evidente. En el caso presente,  la molienda o trituración se efectuaba mediante  rotación de la  "mano", para la  cual ésta debe calzar perfectamente bien en  la concavidad. El tipo de roca elegida en este caso para  labrar un mortero, fue una  roca volcánica, probablemente  riolita,  roca muy abundante en el sector del salar.   En  el caso de los batanes o metates, la molienda  se efectúa  por un movimiento sostenido de  arrastre  de la "mano" hacia adelante y hacia atrás, acompasadamente, cogiendo y moliendo a la vez, en cada movimiento, semillas o frutos que se va depositando  y agregando. El resultado  final del proceso  (esto es, la  molienda), es el mismo que en un mortero, pero el proceso es mucho más rápido y eficiente y permite moler más semillas (de  maíz, quínoa u otras semillas silvestres) en cada pasada de la "mano" que el artesano debe  impulsar  con fuerza, con ambas manos, en un movimiento  de vaivén continuado de atrás hacia adelante.

La "mano" de moler.

La "mano de moler"  de un mortero es una pieza  pequeña, de caras planas, de forma más o menos circular, liviana,   fácil de sostener, que muestra en sus bordes  las huellas de  la incesante frotación y desgaste, causado por el proceso continuo de moler por rotación. La "mano", en este caso, se adaptaba  perfectamente al diámetro de la cavidad. El movimiento que se efectuaba puede ser  tanto de rotación como de vaivén (adelante y atrás).  El ejemplar que aquí presentamos (Figs. 1 y 2) y que cumple bien esta doble función,  es un canto rodado  de forma algo oval, cuyos bordes permiten penetrar hasta el fondo de la cavidad, para efectuar allí un proceso perfecto de molienda.




 Fig. 3,  Anverso de la "mano" de moler   Diámetro máximo:  8,9 cm  y mínimo: 7,40 cm. Presenta sus bordes, en toda su circunferencia, el  fuerte desgaste propio de la  rotación efectuada para la faena de molienda.

Fig. 4.  Reverso.  Esta "mano" es del mismo material  de roca que  el mortero que mostramos arriba en las Figs.  1 y 2.

 Fig. 5.   Vista del borde.

 Fig. 6. Vista del borde opuesto, en sección más ancha de la pieza.

Fig. 7.   Otra sección del borde de la "mano" de moler.

¿Cómo habrá sido inventado el "mortero" para moler?.

Nos hemos preguntado cómo el hombre antiguo llegó a inventar este artefacto tan útil. Tal vez halló piedras que ya tenían hendiduras o cavidades naturales, redondas y profundas, al estilo de los  taffonis que suelen presentarse en las rocas graníticas,  cavidades producidas por alteración química y disolución  de las partes más blandas de la superficie de la roca. El viento, mediante un lento proceso de erosión eólica, terminó por pulir perfectamente estas cavidades, haciéndolas aptas para la molienda mediante el empleo de una "mano". El proceso de redondeo progresivo  de la cavidad  se produce por el desgaste  de las paredes y del fondo por el roce rotatorio continuo provocado con otro material más duro o de la misma dureza,  que es usado como "mano". Se asemeja mucho este proceder del ser humano al lento proceso natural de formación de las "marmitas de gigante",  en ríos o en la costas, verdaderas ollas enormes de piedra, producidas por efecto del desgaste de la roca debido al incesante movimiento rotatorio de  piedras en el interior de sus cavidades producido por  el oleaje. Este efecto es logrado  al correr de largo tiempo, por el agua que  agita  y hace girar perpetuamente en su interior rocas redondas, pequeñas que quedaron allí atrapadas.

Comentario eco-cultural.

1. El hallazgo de este utensilio doble (mortero y "mano") en un mismo campamento antiguo es  una prueba de que sus habitantes practicaban la recolección de semillas y frutos. No cocían aún los alimentos, por falta de recipientes adecuados (cerámica). La cerámica aparece en el norte de Chile no antes del año 2.000 A.C.  Con anterioridad, en el período llamado el Arcaico, sólo contarán con la molienda hecha mediante  morteros como el que aquí hemos descrito. La ausencia absoluta de cerámica en el lugar, reforzaría  claramente a  la hipótesis nuestra de que aquí estamos ante un pequeño campamento de cazadores-recolectores del Período Arcaico.

2- En no pocos sectores  de nuestro país y de los países vecinos se ha hallado  morteros hechos en rocas enormes, que  denominamos "piedras tacitas".  Una "piedra tacita"  sirve exactamente al mismo propósito de molienda para una familia.  Un campamento antiguo pudo así instalarse donde había rocas provistas de cavidades que podían ser reutilizadas y transformadas en  "tacitas".  Conocido es el caso del Cerro Blanco, en Santiago de Chile  donde en una superficie  rocosa  se grabaron  decenas de concavidades o "tacitas", para  hacer molienda colectiva para los lugareños, en épocas pretéritas. Y también el caso del estero del Valle "El Encanto" (cerca de la ciudad de Ovalle) donde se da una valiosa conjunción de piedras tacitas y de notables petroglifos grabados en las rocas  que muestran personajes  con extraños tocados rituales. Pertenecen al complejo cultural  "El Molle" fechado en   200-700 D.C.

3. En un  capítulo de nuestro  blog dedicado a la localidad de Las Cruces, hemos mostrado  algunas piedras tacitas confeccionadas  en rocas enormes, al lado de una actual vivienda de pescadores.  (Ver capítulo de este mismo blog titulado: "Piedras tacitas en la localidad de Las Cruces,  verano del año 1984", editado  el  11 de mayo del año 2015)

4. No todas las rocas se prestan para confeccionar morteros o "piedras tacitas". Solo algunas,  más blandas, como  es el caso en Chile del granito que se muestra en la Figura 3 de este capítulo (abajo). Las piedras muy duras como el basalto, no lo permiten. Tampoco los  sílices,  cuarzos u obsidianas.

Fig. 3. Esta roca  provista de "piedras tacitas" se halla en la localidad de Las Cruces, Sector "El Molle", no lejos de la antigua  vivienda de los pescadores de apellido Codoceo, en la llamada Playa Grande. (Foto H. Larrain, verano del año 1974).

5. La presencia de piedras tacitas en un determinado sector, es indicio cierto de un campamento antiguo próximo o inmediato. También se ha hallado frecuentemente enterramientos humanos asociados a ellas. Lo que es algo normal y perfectamente esperable.  La zona de molienda, obviamente, debía estar situada, por razones prácticas, a escasa distancia de sus viviendas.

6.  En ellas se  molían toda clase de frutos, semillas, tallos  y, en el caso de Las Cruces, seguramente se machacaba en sus cavidades o "tacitas", algas marinas como el cochayuyo u otros productos del mar.

3 comentarios:

Dr. Horacio Larrain Barros dijo...

Localización actual de estas piezas. Con motivo de mi traslado a la zona central de Chile desde Iquique (diciembre 2017), quise dejar estas valiosas piezas en un Museo de la zona. Si bien las piezas arqueológicas que yo poseía habían sido donadas al Museo Regional de Antofagasta en el año 2016, ésta pieza apareció después, al preparar mi equipaje para el traslado a Santiago. Razón por la cual entregué en una caja especial este hallazgo, con su comentario ad hoc, al director subrogante del Museo, el antropólogo Sr. Pablo García. Expliqué en aquella ocasión (noviembre 2017) al personal del Museo, el valor e importancia que yo atribuía a esta pieza y se hizo una grabación y sesión fotográfica del acto de entrega.
La descripción completa de la zona de hallazgo de esta pieza, consta en mi Diario de Campo Nº 61, pp.54-65, especialmente p. 60. Las fotos y la descripción de ambos artefactos se muestran en pp. 91-94 del mismo volumen Nº 61. La fecha exacta del hallazgo: 03-02-1998. Escribo esta referencia para completar el registro de estas valiosas piezas, el 6 de Octubre del 2018, en Las Canteras, El Portezuelo.
Dada la importancia de este hallazgo y habiendo realizado otros hallazgos en la misma zona, estoy preparando un nuevo capítulo de mi blog, donde copiaré las páginas respectivas de mi Diario de Campo, dedicadas a esta visita al Salar de Surire y mostraré allí los diseños de las piezas arqueológicas halladas en la misma ocasión.

jardines que sanan dijo...

Excelente investigación, sin duda el mortero es muy peculiar, distinto de lo común de los morteros y manos de moler, ,,,felicitaciones...

Dr. Horacio Larrain Barros dijo...

Recibo el siguiente comentario:

Jardines que sanan comentó en "Un singular mortero (piedra de moler), aparentemente del período Arcaico: un artefacto poco común en los antiguos campamentos de cazadores-recolectores."
Ayer
Excelente investigación, sin duda el mortero es muy peculiar, distinto de lo común de los morteros y manos de moler...felicitaciones...