jueves, 14 de mayo de 2015

¿Cómo llegamos a localizar el sitio de un campamento de cazadores-recolectores?: antecedentes de una excavación de un sitio arqueológico datado en 2.500 A.C. en La Leonera, Graneros.

Nuestro descubrimiento en la quebrada de "Las Ñipas", Graneros   (VI Región).

En  dos capítulos anteriores, nos hemos referido in extenso, a un  descubrimiento arqueológico  nuestro, de tipo enteramente casual, hecho  junto al estero "Las Ñipas", ( Comuna de Graneros, VI Región de Chile), de un campamento de cazadores-recolectores fechado por el C14  en unos 2.500 B.P (antes del presente). Hemos mostrado allí, en detalle, fotografías del proceso de excavación, y, también, del protocolo de la excavación entregado al Consejo de  Monumentos Nacionales en su época. A través de estos documentos, queda claro qué se descubrió allí y qué  características culturales poseía  el grupo humano que  habría sido el ocupante ocasional del lugar. El lugar del hallazgo corresponde  al matorral de secano  de la zona central de Chile, y desde el punto de vista botánico, al bosque esclerófilo chileno, formado por boldos, peumos, litres y quillayes, árboles autóctonos muy comunes que pueblan  las quebradas y laderas bajas de las primeras estribaciones de la Cordillera de los Andes. Las coordenadas  UTM  del yacimiento son:  357714 E y 6232620 S.

¿A través de qué signos llegamos a dar con este  asentamiento humano?.

Creemos que puede ser de interés para los especialistas  y también para los jóvenes estudiantes interesados en la arqueología como ciencia,   reseñar aquí y explicar  cómo  llegamos a este descubrimiento. En otras palabras, qué signos  nos condujeron al lugar, y qué elementos  del paisaje   nos fueron encaminando poco a poco hasta descubrir  el lugar exacto  del campamento. Lo que  al inicio pareció ser un descubrimiento aislado y solitario   (en 1979),  pronto, a medida que aumentaban los indicios (1980),  nos  llevó a configurar la  hipótesis de la existencia in situ de un campamento de cazadores, hipótesis que fue plenamente confirmada más tarde (1983).

Un antecedente fundamental.

Para ello, debo señalar antes un antecedente importante. Mi padre, Horacio Larrain Cotapos  (1899-1984) luego de la venta  de su  parcela  "Santa Inés del Arrayán",  parte del antiguo fundo de La Leonera, en diciembre de 1979,  había levantado  al pie de la porción cordillerana restante de su propiedad, junto a la pequeña quebrada de  Las Ñipas, una casita  sencilla  y austera de madera,   muy cerca de la vivienda de su inquilino Pedro Gómez  y  a  unas decenas de metros de la cabrería que éste cuidaba en el lugar. Amante apasionado de la naturaleza, de los animales y de las plantas, mi padre gustaba de volver, cuantas veces podía,  a las tierras que con tanta dedicación y empeño había trabajado por cuarenta años, a partir de su compra en el año 1939. Así, se escapaba de Santiago, cuyo ambiente le aburría, y ocupaba esta pequeña casa  para recorrer  con su empleado Gómez, su cabrería, sus colmenas de abejas y los hornos de explotación de carbón en los cerros de  su propiedad. Esto ocurría  al lado poniente de la quebradilla  "Las Ñipas", pequeño afluente del río Codegua que le llegaba por el Sur y muy cerca de éste.  Aquí, en los primeros contrafuertes  de la precordillera, el terreno agrícola aprovechable era casi inexistente  y solo se podía cultivar un pequeño huerto labrado con esfuerzo  en la caja del río, repleta de piedras de acarreo fluvial.


Fig.1.  El primer croquis nuestro,  luego del descubrimiento de las primeras piezas líticas, el 19/11/1980.
En este sencillo croquis,  se puede ver la posición relativa de las casas de Pedro Gómez, nuestro cuidador, (Número 1) y de mi padre ( Número 2),   el sitio ocupado por los corrales  y la cabrería (Número 3) y el sitio exacto donde  fueron hallados los primeros artefactos arqueológicos, muy pequeños:  dos puntas de proyectil y  un raspador.  En el sector denominado aquí "plano inclinado" se halla la terraza fluvial bien provista de árboles  del tipo esclerófilo, donde  posteriormente  pudimos ubicar con exactitud  el lugar de mayor concentración de artefactos y el campamento antiguo.

Un mes de vacaciones durante varios años. Diario de Campo

Sabiendo de nuestro entrañable gusto por la naturaleza y la vida campesina, mi padre nos facilitaba su casia de madera durante  una temporada  en los veranos. Así,  durante varios años (1977-1984)  tuve la oportunidad de llevar a mi familia a veranear  al lado del río Codegua. Durante un mes, que se nos hacía siempre corto, disfrutábamos del lugar. Mi padre, eventualmente,  nos facilitaba allí caballos para las excursiones. Mi innata inclinación por el estudio de la naturaleza, heredado de mi padre, me llevaba a realizar, con mis pequeños  hijos María Cristina y Carlos, largas expediciones a pie por los cerros cercanos, de donde volvíamos con cosecha de moras, flores del campo,  ramas de culén o manojos de berros que recogíamos en las aguadas. Ahí les iba dando yo a mis hijos  los nombres vernáculos y científicos de arbustos y árboles que poblaban  los cerros.

La vegetación  natural del sector precordillerano  de Chile central.

En el sector había mucha vegetación arbustiva  nativa que se arrimaba sobre todo al fondo de la quebrada. En las laderas de los cerros, se podía ver quiscos, puyas,  quillayes, espinos,  quilo,  cardos, palquis,  y manchones de quilas, cuyas utilidades o propiedades  procuraba yo enseñar a mis hijos. En el capítulo anterior, señalamos nosotros la gran variedad de especies vegetales que poblaban el sector, todas ellas características del matorral de secano del centro de Chile. Una de mis actividades predilectas, durante estas vacaciones, era la colecta de insectos. Premunidos, pues, de redes, frascos ad hoc  y "chupete", colectábamos mariposas, abejas silvestres, avispas,  coleópteros, chicharras y otros insectos   en las corolas de las flores del campo, en el pasto o en las ramas de árboles y arbustos. Centenares de insectos capturados en esos años se hallan hoy en la colección entomológica de  mi propiedad. Mis dos hijos, invariablemente,  me acompañaban  dichosos en tales paseos. ¡Hasta les enseñé a  preparar, en un extensor,   las mariposas, con sus alitas extendidas!.
He aquí, pues,  el trasfondo, el escenario geográfico-ecológico y humano de nuestro hallazgo: realizado gracias a nuestros paseos diarios por los alrededores, tratando de escudriñar la naturaleza y sus secretos.

Anotaciones en mis Diarios de Campo.

Para reproducir con toda fidelidad  las circunstancias que rodearon  los descubrimientos, nada más oportuno que recurrir a mis notas de campo de aquellas fechas.

Referencias en mis Diarios de Campo de la época   8Vols.  XII y XIII).

La primera mención a este tema, que encuentro ojeando  mis viejos Diarios de Campo, trae la  fecha
19/09/1979.

Dice así:    "hallazgo en La  Leonera, de 2 puntas de flechas de cuarzo, muy pequeñas, y un raspador. Ubicación (sigue croquis del hallazgo que ocupa casi toda la página. Se reproduce aquí en  la Fig. 1 de este capítulo, arriba)."  Después del croquis,   sigue la siguiente reflexión mía,  que copio  ad litteram:

"(....) son indicio cierto de presencia de cazadores de la zona. Las flechas son muy pequeñas y fueron utilizadas para aves. Hay  [en la zona]  muchas tórtolas, perdices, y codornices, turcas, tencas, etc. Pueden ser también agricultores del valle que complementaban su dieta con caza de aves. La presencia de la Quebrada Las Ñipas y su vertiente y del río Codegua, favorecen la presencia de aves en el lugar.
Sospecho que junto a la vertiente "Las Ñipas" debe existir algún posible asentamiento humano o, al menos, signos de campamento. El área jamás ha sido trabajada, sino es en la corta de árboles  para obtención de carbón, de lo que hay trazas de unos 5  [hornos] en el área inmediata"-(Diario de Campo  Horacio Larrain, tomo  XII: 80-81;  énfasis nuestro).

Certeros atisbos iniciales.

Tal fue mi primera reacción ante este  pequeño  hallazgo. Como se puede ver,  el atisbo inicial resultó ser de verdad, profético. El único error en nuestra primera percepción fue  que  no  se halló, terminada ya  la excavación, evidencia alguna de  actividad agrícola; todo apuntaba a la caza-recolección como actividad económica primaria de los antiguos pobladores. Si hubiesen sido agricultores, habrían traído consigo su cerámica; lo que aquí no ocurrió.  

 Segunda referencia  en mis Diarios de Campo.

La segunda referencia, muchísimo más  extensa,   la encuentro  en mi Diario  de Campo del día  26 de Febrero de 1980, seis meses después  (Vol. XIII:   213-142).  Tras los primeros descubrimientos de septiembre del  año 1979 que me dieron la primera  valiosa pista,  en una nueva permanencia en Las Ñipas con mi familia, se sucedieron, uno tras otro,  numerosos descubrimientos de lascas o esquirlas (fruto del retoque en la fabricación de  artefactos líticos) y de instrumentos varios,  muy típicos  del cazador-recolector.  Fue tal mi entusiasmo por el hallazgo, que me propuse  buscar  el yacimiento principal, esto es, el campamento mismo de los antiguos moradores. De seguro no estaría muy  lejos. Hasta dos veces al día recorrimos incansablemente los alrededores, haciendo numerosos hallazgos  Mis dos hijos me acompañaban  siempre,  en forma entusiasta, colaborando activamente en los hallazgos. Para ellos, era algo nuevo, casi increíble: ser testigos de la presencia, ante sus ojos,   de más de 2.500 años de historia!. Al hallar nuevas lascas de obsidiana, estampé en mi Diario el siguiente comentario que habla por sí solo:

"Empezó entonces una  búsqueda afanosa con Carlitos, hallando en una hora y media de búsqueda, unos 50 fragmentos de obsidiana, algunos grandes de hasta 4.5 cm  de longitud; unos  60 fragmentos de sílex rojo granate, ...; muy pocos de sílex blanco, o casi transparente y muy pocos veteados de tonos rojo y blando. No puedo dudar ya de que dí con un lugar de campamento de indígenas cazadores de pajarillos (por lo pequeño de las puntas [líticas]  en general), con fácil acceso al río y con agua de la quebrada "Las Ñipas"..." (Diario H. Larrain, Vol. XIII: 215; énfasis nuestro). 

Búsqueda ansiosa de evidencias arqueológicas.

A partir de ese momento,  dejé casi de lado la búsqueda de insectos, y  todo mi interés se  concentró en hallar más evidencias y en  circunscribir la zona de los hallazgos arqueológicos, en procura de atinar con el centro del campamento antiguo.   Al entomólogo aficionado de los primeros días, sucedió  rápidamente el arqueólogo  de campo, formado en México.

Al cabo de esos pocos  días de frenética búsqueda de evidencias, entre los tres,   se pudo obtener un total de  530 lascas, entre obsidiana, sílex blanco y  jaspe ( rojo-marrón) y un total de 21 instrumentos o trozos de éstos),  entre ellos:  puntas de proyectil,  raspadores, percutores,  bifaces y  raederas. (Diario H. Larrain, Vol. XIII: 232). Más abajo,  se muestra  el dibujo hecho entonces  en el Diario de Campo, de las piezas halladas en esta temporada de trabajo.

Recuerdo que buscamos  evidencias   dejadas por los antiguos cazadores hasta el último momento, antes de partir a Santiago el día  1 de Marzo de 1980, fecha del término de nuestras vacaciones.  Nos fuimos felices, seguros de haber hallado la zona de campamento antiguo, atestiguada por el área de máxima concentración de  lascas y artefactos (enteros o rotos).

Nuestra propia síntesis en ese momento ( 29/02/1980).

Nada mejor que copiar de nuestro propio Diario de Campo (Vol. XIII: 233-235) las reflexiones que  dejé estampadas  sobre este descubrimiento

"La impresión del conjunto es que:

a)  el sitio fue ocupado solo esporádicamente,
b)  por un grupo [humano] muy pequeño  (horda),  o una sola familia de cazadores,
c)  que no conocieron - o emplearon- la cerámica;
d) que no hay trazas de sitios habitacionales aquí, pues las rocas son muy pequeñas y no ofrecen abrigo alguno adecuado;
e) que se dedicaron a fabricar sus instrumentos  talleres in situ);
f)  que la materia prima pudo provenir del lecho del río Codegua, con excepción de la obsidiana:
g) que los abrigos rocosos de las cercanías podrían  dar la clave para buscar los sitios habitacionales; 
h)  que el instrumental [hallado] revela caza menor, trabajo en cueros y huesos, para extraer la carne y el cuero, cazando en consecuencia roedores, conejos, aves de quebrada ( tórtolas, torcazas, diucas, codornices, perdices  y  [aves] de río;
i) que la ocupación del yacimiento es probablemente de verano, para aprovechar los frutos del quilo, boldo, peumo, maqui y quiscos (su fruto llamado "copao"),  y para la caza de aves y pequeños animales;
j) que la capa ocupacional siendo tan tenue, no revela ocupación periódica por el mismo grupo, sino más bien casual; es por antonomasia un sitio que podríamos definir como campamento esporádico y taller lítico;

El  área arqueológica  según croquis de la  época. 


Fig. 2.  Se señala  aquí  el área arqueológica donde se halló la  mayor concentración de  lascas y artefactos líticos (centro del croquis, lugar de los puntos negros). La vista es una perspectiva  tomada de Weste a Este. Esta área corresponde a una pequeña terraza fluvial  labrada por la quebrada a lo largo del tiempo, y  se halla a los pies de un pequeño cerro que se yergue hacia el Este. Los puntos  en negro intenso denotan la presencia de pequeños afloramientos de roca. Del sitio, por efecto de las precipitaciones y pequeños deslizamientos de tierra, fueron cayendo, a lo largo del tiempo, hacia el Norte  lascas e instrumentos abandonados,  hacia  la huella  que conduce a los "Corrales de Piedra", razón por la cual los hallamos también  allí.  (Croquis fechado 28/02/1980;  Diario de Campo H. Larrain, Vol. XIII: 220).

  Se señala en el croquis, igualmente, la presencia de varios ejemplares de  árboles  y arbustos de espinos, litres y peumos que ocupan la terraza entre la base del cerro y   el borde del estero o quebrada. Allí, en  su parte media arriba,  se hizo,  a manera de prueba, en febrero de 1980 un pequeño sondeo de   20 cm x 20 cm., constatándose la presencia de  lascas tanto en superficie como en profundidad. De esta constatación, surgió la idea de poner por obra una excavación metódica,  mediante pozos de sondeo de  1m  x  1m,   labor que hicimos exactamente tres años más tarde.
                                                                                                                                                                  
Dibujo de los instrumentos líticos hallados in situ.  (tomados del Diario de Campo, Vol. XIII : 228-231).  

Los  instrumentos  mostrados aquí, han sido tomados directamente de los originales de nuestro Diario de Campo   (Vol. XIII: 228-231), y  son parte de un  total de  23 instrumentos  y trozos de instrumentos,  hallados en el asentamiento de los antiguos cazadores de la quebrada de Las Ñipas, junto al río Codegua. Todos, fueron hallados en superficie, en numerosos recorridos nuestros   Salvo el raspador  en piedra andesita (Fig. 3), todos los demás son  muy pequeños,  tal como se puede comprobar por la escala gráfica que se acompaña.

Fig. 3.   Raspador  hecho en piedra del lugar (¿andesita?).

                           
Fig. 4.  Dos pequeñas  puntas de proyectil en sílex:  arriba,  en color blanco;  abajo, color marrón.


Fig. 5.   Otros artefactos líticos; pequeños raspadores y raederas y fragmentos de puntas de proyectil. Las tres representadas abajo, son en obsidiana volcánica, color negro brillante.

                                            Fig. 6.  Pequeños raspadores o raederas  en jaspe.                                       

Conclusiones eco-antropológicas.

1.  Todos los instrumentos  aquí mostrados  aparecieron en superficie. En la excavación que se realizó tres años más tarde,  en Enero-Febrero 1983 (Vea  capítulo anterior de este mismo Blog), se rescató otros materiales tal como consta por el protocolo e Informe  enviado al Consejo de Monumentos Nacionales.  Se ha de tomar en cuenta que según nos había comunicado Pedro Gómez, el cuidador de mi padre, había llovido bastante fuerte, con muchos relámpagos y truenos, unos cuantos días antes. Esto significó que el suelo había sido lavado y la lluvia había dejado al descubierto  no pocos elementos, antes invisibles. En sitios arqueológicos, se suele recomendar el recorrer detenidamente el área, inmediatamente  después de las lluvias, pues éstas dejan al descubierto objetos y elementos antes ocultos o semi-enterrados. Lección que aprendiera yo en las ruinas de Teotihuacán,  en México, durante mis estudios de arqueología  en la década del 60.

2.  Salvo el gran raspador en andesita, todos los instrumentos encontrados son muy pequeños. Las puntas de proyectil  son aptas para la caza menor: tal vez solamente  para aves y roedores. Llama la atención, también la pequeñez de los raspadores y raederas tanto en obsidiana como en  sílex y jaspe.  Todo  estos artefactos son parte del utillaje de caza menor de los cazadores-recolectores.

3. Lascas e instrumentos   han sido arrastrados por las lluvias desde la terraza fluvial hacia  el camino en forma natural. Su posición actual es un indicio importante para ubicar la localización del campamento mayor.

4. Con este capítulo del Blog, se da término al examen de este sitio arqueológico. Los tres capítulos que hemos dedicado a este lugar arqueológico, forman una unidad indisoluble.  Luego de las excavaciones practicadas en enero-febrero del año 1983,  no volvimos nunca más al lugar, pues la propiedad  de mi padre, lamentablemente, se vendió  muy poco después. No puedo negar, al rememorar hoy estos hechos del pasado, la intensa  nostalgia  que hoy  me embarga  al  escribir estas líneas. 


4 comentarios:

Dr. Horacio Larrain Barros dijo...


Nos escribe el arqueólogo Ruben Stehberg Landsberger del Museo Nacional de Historia Natural al recibir noticia de estos capítulos del Blog:

"Grande Horacio!!! Muchísimas gracias por estos valiosos informes, en una zona de Chile poco estudiada.

Saludos,

Rubén

Dr. Horacio Larrain Barros dijo...

Estimado amigo: Agradezco tu valioso comentario. He creído necesario que esa experiencia del hallazgo de un campamento de cazadores-recolectores en la quebrada de Las Ñipas, La Leonera, entre 1979 y 1983, no se pierda para la ciencia. Una dolorosa situación familiar me impidió, en esos momentos, publicar este descubrimiento en alguna revista especializada del área de Arqueología. No se dieron entonces las condiciones y poco después, partí al Norte del país en forma definitiva (1984). Siempre pensé, sin embargo, que no podía dejar ese descubrimiento "en el canasto de la basura", razón por la cual hoy gustosamente lo doy a conocer. Mi ética profesional me lo exigía. Creo haber cumplido ,con mi deber como investigador. Ojalá estos informes sean de utilidad para otros investigadores de la zona de Rancagua-Graneros.

Horacio Larrain

Dr. Horacio Larrain Barros dijo...

Me escribe mi querida hermana Carolina, testigo de La Leonera y la casita del papá en Las Ñipas:

Horacio:

¡Qué interesante! He leído todo lo que has escrito (hasta ayer!) sobre el encuentro de antiguos rastros de habitantes en La Leonera y alrededores. He visto tus mapas y me ha emocionado ver numerados para su ubicación la casa (del "paraderito", como le llamaba el papá), la casa de Pedro y la cabrería. A mí me encantaba esa casa, tan sencilla, pero -al mismo tiempo- tan llena de encanto por el paisaje agreste que la rodeaba. El bosque y el río, junto a las quebradas y el cerro, parecía una casita encantada "in the middle of nowhere", como dirían los gringos. Mi hijo Patricio fue una vez con varios compañeros del colegio en un fin de semana largo. El papá, tan generoso como siempre, se la prestó, para gran espanto de la mamá. Puros cabros chicos, decía ella, van a arruinar la casa! Pero, total, tú conocías al papá, él terminaba haciendo lo que quería y a la mamá, en el fondo, no le importaba nada esa casa en el medio del cerro. Nunca quería ir, salvo en una oportunidad cuando le celebraron los 60? años de matrimonio, con una misa en la casa de piedra de los Jesuitas celebraba por Poncho Vergara, y un almuerzo campestre en el paraderito, a cargo de Pedro Gómez y Sra.. A la mamá no le quedó otra que ir, a pesar de toda la resistencia que opuso al proyecto.
Un gran abrazo y felicitaciones,
Tengo que irme. Después te hago más comentario.

Tu hermana

Nina

Dr. Horacio Larrain Barros dijo...

Muy querida Nina.

Mucho te agradezco tu emotivo comentario a estos recuerdos de La Leonera. Fueron para nosotros, lo mismo que para tí y los tuyos, vivencias maravillosas: el contacto con la naturaleza virgen, el río y sus cascadas, los "Corrales de Piedra", El potrero del "Peumal", "Las Marcas", "La Melchora", y los paseos a caballo... En fin, cuántos recuerdos de nuestros padres en tiempos idos, que han dejado una huella maravillosa en nuestro carácter y modo de ser. De eso estoy seguro.

Un abrazo apretado, tu hermano,

Horacio