sábado, 21 de diciembre de 2013

Hace unos 5.000 años atrás: una mujer mariscadora de Caleta Temblador. Una meditación sobre el pasado arqueológico de la costa norte chilena.


Fig. 1. Caleta Temblador tal cual nos la ofrece  Google Earth. (Coord. UTM 276.054  E y  6.735.885 N). Se muestra aquí el lugar exacto del hallazgo del entierro en el extremo  SSW la terraza marina de Playa Temblador.


Fig.  2. La playa Temblador  en Mayo del año 1980, con motivo del descubrimiento. El hallazgo se produjo en el extremo derecho, abajo, de esta fotografía. (Foto Nazareno Carvajal).



Fig.3.  Observan el descubrimiento, de izquierda a derecha,  Fernando Gutiérrez y María Elena Meneses (estudiantes de geografía  U.C.) y Juan Carlos Valdivia. (Foto Nazareno Carvajal, tomada de Norte a Sur).

Fig. 4.  El cráneo de la joven  mariscadora  tal cual apareció a la vista  aquel día  2 de Mayo  1980. (Foto Nazareno Carvajal).   Observe la gran concha de loco (Concholepas concholepas)  puesta sobre la zona del pecho  de la difunta, probablemente en forma intencional. Pudo haber sido uno de sus utensilios personales. 


Fig. 5.   El cráneo femenino de nuestra mariscadora de Caleta Temblador, de costado   Observe la boca entreabierta.  (Foto Nazareno Carvajal, acercamento).

Antecedentes.

En el capítulo anterior de mi Blog  (8-11-2013) presentamos  los detalles de una excavación fortuita, casual, efectuada por nosotros en el año  1980 en  un conchal del Norte Chico de Chile, concretamente en Caleta Temblador, a unos 75 km. al Norte de la ciudad de La Serena.

De acuerdo al protocolo que  en esa época nos entregó  la antropóloga  física  Silvia Quevedo, del Museo Nacional de Historia Natural,  el entierro correspondía al de  una mujer de  unos 27-28 años de edad. No se nos especificó las posibles causas del deceso.

En esta ocasión, fieles a nuestra misión de dar cuenta detallada de estos hallazgos casuales,  presentaré diferentes vistas del cráneo de esta  antigua pescadora-recolectora marina, que vivió y murió allí, hace unos cuatro o cinco mil años. Las fotografías  fueron tomadas  precisamente para este capítulo.    Para los detalles del hallazgo y conocimiento más cabal de la terraza marina donde fue hallado, remito al lector a dicho capítulo  escrito el  8 de Noviembre del 2013  y que titulé:   Una excavación fortuita: hallazgo de un entierro humano en Playa Temblador en Mayo del año 1980".




Fig. 6.   Croquis de campo, conservado en nuestra bitácora,  de la terraza marina alta, donde  se produjo el hallazgo, en el extremo Weste del conchal arqueológico señalado en el croquis con un pequeño cuadrado.

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Fig. 7. Una de las pocas fotografías que se conserva del hallazgo del  2 de Mayo 1980  ( Diario de Campo H. Larrain Tomo  XV:   40-41);  (foto  tomada por Nazareno Carvajal).

Objetivo de este trabajo.

Al presentar hoy esta antigua evidencia arqueológica y osteológica, hallada casualmente por nosotros en 1980,   nos mueven tres razones poderosas:   a)  dejar constancia de este hallazgo en ese preciso lugar para futuras investigaciones  que tengan por misión estudiar el antiguo poblamiento costero desde un punto de vista arqueológico y biológico;  b)  reflexionar  sobre la misión concreta que esta joven mujer tenía en dicho lugar. Este intento, evidentemente, linda ya con la   literatura  de carácter etnográfico y arqueológico que ha estudiado el   modus vivendi de estos grupos  trashumantes de nuestra costa desértica, hace cuatro o cinco mil años atrás; pero también  de alguna manera, se codea  con la "ciencia ficción" y podría servir de base a escritores y  artistas  para  ahondar, con base científica,  en el modo de vida de los grupos antiguos y, por último, c)  dar cumplimiento a nuestro compromiso como  científico de dar a conocer a la posteridad los hallazgos en los que, de una u otra manera, nos ha tocado ser parte. Cada descubrimiento es único e irrepetible. Y, en este sentido, el científico no puede  eludir su responsabilidad de  dar a conocer aquello de lo que fue testigo presencial o, directamente,  como en este caso,  como  protagonista.  

Un pequeño aporte al conocimiento  del ethos  humano prehistórico.

Pequeños rasgos -como en nuestro caso el hallazgo del pendiente o pectoral hecho en  concha de loco o la ofrenda de machas en gran cantidad-  pueden ser, desde el punto de vista cultural, de enorme significación e importancia. Faltaría a su ética profesional - a nuestro juicio- el investigador que  no diera a conocer sus hallazgos, aún aquellos que nunca  alcanzaron la forma de un artículo especializado y que quedaron, por ende, en borrador. Lo que por casualidad nos ha sido dado  encontrar en Caleta Temblador en Mayo del año 1980,  aunque aparentemente insignificante,  debe pasar a ser parte del gran depósito del conocimiento universal. Es a no dudarlo, un elemento más  para  atisbar el modo de vida y creencias de estas hordas pescadoras y mariscadoras que recorrían incansablemente los ecosistemas de la costa, en busca de su sustento diario hace varios milenios atrás.  Nuestro hallazgo podría, así,  llegar  a ser  un "eslabón"  en la cadena de conocimientos sobre un grupo étnico cualquiera.   ¿Tendríamos entonces el derecho a ocultarlo,  ignorarlo o desecharlo?. Estimo que no. Por eso se estampa ahora y aquí.  A más de algún  investigador le podrá ser útil. Y ojalá así sea. 

Circunstancias del hallazgo.

Ocurrió  el día 2 de Mayo de 1980.  Estábamos estudiando la profundidad y extensión de los conchales arqueológicos. Era ésta  nuestra  viva preocupación en aquellos días. Los geógrafos del equipo, dirigidos por Pilar Cereceda Troncoso, del Instituto de Geografía de la Universidad Católica,   se preparaban para instalar el primer atrapanieblas, según el modelo de Grunow,  para  capturar el agua de la niebla  Fue el inicio experimental de una gran gesta de captura  de agua de niebla,  por parte del equipo de la Universidad Católica. Yo todavía no entraba de lleno en la investigación de la niebla, lo que sin embargo ocurriría  muy pronto. Con un joven geógrafo que me acompañaba como ayudante de campo,  Fernando Gutiérrez,    tomábamos  nota cuidadosa  de los conchales arqueológicos, visibles a simple vista.

Aparece un entierro humano.
  
En esta tarea  me encontraba  cuando, al  hacer un pequeño pozo de sondeo de  20   x 20 cm.  en el extremo del conchal donde me pareció se daba la mayor profundidad, y a una hondura  de  45 cm, tropecé con  un hueso. Resultó ser parte de un fémur humano. Esta circunstancia nos obligó a seguir la excavación,   dejando al descubierto el cuerpo completo (esqueleto) que resultó  estar  en posición extendida decúbito dorsal,  con  la cara  levemente levantada. (Figs. 3, 4  y 5 ). El cráneo - del que  abajo presentamos numerosas fotos- presentaba  algunas partes faltantes en su parietal, temporales  y  occipital. El resto del esqueleto estaba virtualmente íntegro. El cráneo y el cuerpo  miraban casi exactamente al Este, el lugar del nacimiento del sol, como lo acredita nuestra Figura 3. ¿Mera casualidad?,  ¿o, tal vez,  premeditada postura corporal?. 

 Ofrendas funerarias.

Al parecer, como únicas ofrendas se veían, junto al cuerpo,  un  instrumento primitivo  en lava volcánica  (del tipo chopper o percutor  muy primitivo), una gran concha de choro (Concholepas concholepas) y un pequeño pendiente, muy bien trabajado,  en concha de choro zapato (Choromytilus chorus). Este último apareció junto al húmero derecho. Otras pequeñas conchas halladas,  como un fragmento de apretador (Chiton sp.), y un ejemplar de gastrópodo pequeño del género Tegula sp., creemos formaban parte del material conchífero propio y natural del conchal y no fueron puestas  ad hoc en el entierro.. 

¿Alimento para el viaje al más allá?. 

Una observación más fina, sin embargo,  nos hizo descubrir, a unos 5 cm. sobre el cráneo y parte de la cara, un conjunto llamativo de pequeñas  valvas del bivalvo que en Chile denominamos  "macha" (Mesodesma donacium), puestas allí  evidentemente en forma intencional. No se las  halló en ningún otro lugar del enterramiento. Contando las valvas pequeñas de machas,  éstas sumaron  un total de  42 individuos, todos muy pequeños. Todos los ejemplares  ostentaban un color  café claro, como si hubiesen sido  cocidos, o, tal vez, sancochados.  El ejemplar de mayor tamaño solo medía   5.4 cm de largo. Tengamos presente que las machas   ya adultas, pueden llegar a medir   hasta 8 y 10 cm. de largo.¿Qué hacían estas  42  machas aquí? ¿Cuál podría ser  su sentido  y significado?.  El maxilar inferior de la difunta estaba entreabierto aproximadamente  unos  dos  centímetros  (Vea Fig. 5 ) y algunas de las  valvas se veían asomar desde el interior de la boca. ¿Qué podría significar esto?.  ¿Algo meramente casual o  algo enteramente premeditado?. 

Fig. 8.   Dibujo nuestro del pequeño pendiente o pectoral   que presentaba el entierro humano femenino.

Hagamos un poco de ciencia ficción.

A través de la etnografía comparada de los pescadores- recolectores de nuestras costas, sabemos que las mujeres eran extraordinarias mariscadoras y recolectoras y, sobre todo buzos, para la extracción de moluscos que viven a bajas profundidades. No solo los hombres. Cuando los hombres en sus piraguas de madera o balsas de cueros de lobos marinos (en el caso del Norte chileno), se hallaban ausentes  en caletas lejanas, pescando o preparando pescado seco o ahumado para  traer de vuelta a casa, las mujeres  eran las encargadas de sostener el hogar. Para ello debían  recorrer a diario las playas próximas  a sus  viviendas, recolectando algas marinas  (luche y cochayuyo) y recogiendo en la bajamar  machas  y otros bivalvos como choros, choros zapatos o almejas de diferentes especies. Era éste, con toda probabilidad,  su sustento diario hasta que llegaban los maridos ausentes y sus balsas,  con una nueva remesa alimenticia.

 La  contaminación marina  actual de Iquique, Tocopilla o Antofagasta. 

Nuestra costa es especialmente rica en este tipo de especies. O mejor dicho  -digámoslo sin miedo-  "era muy rica"  en dichas especies, las  que hoy   difícilmente se encuentran, sobre todo en las vecindades de las grandes ciudades costeras. La existencia de enormes  colectores de aguas servidas, arrojadas impunemente  al mar, a escasa distancia de la costa,  y la incesante  e incontrolada extracción  de especies marinas por buzos y mariscadores,  ha hecho prácticamente desaparecer para  siempre  estas especies de extensas zonas de nuestro litoral. Algunas como el  llamado "choro zapato" (Choromotylus chorus)   son hoy una  gran rareza en  la costa chilena. Están  hoy totalmente extinguidas en grandes segmentos de la costa.


Hoy son,  tristemente,  playas  "clínicamente muertas" desde el ángulo biológico.

Las playas de Cavancha  o  Playa Brava,  paraíso de turistas  en la costa de  Iquique, son playas técnicamente "muertas" desde el punto de vista de su productividad biológica marina primaria. Hallar  allí una concha completa  de almeja, chorito maico,  macha o cholga, es hoy casi un milagro.Ya no se ven, tampoco, talos de  algas marinas arrojadas a la playa.  No existe vida animal en esas playas. La ciudad  y sus desechos asquerosos,  han contaminado  toda la gran bahía, otrora  una  mina infinita  de recursos marinos. Relea, por favor, aquí abajo,  la entrevista que hice   en el año 1972, hace algo más de 40 años, a un pescador  de Iquique que nos relataba  lo que de estas mismas playas extraía como sustento diario  hacia  1912, esto es, hace unos cien años atrás.  Por esta razón,  se nos hace hoy  muy difícil concebir la posibilidad de vivir normalmente  del mar, como antaño. Hoy ya no sería posible, al menos en estas playas.

El relato del mariscador don Ruperto Ferreyra  en  Iquique, el año 1972.

Copio textualmente de  mi  Blog en su capítulo. " Los secretos de un mariscador iquiqueño...", texto escrito por nosotros  el  21-03-2012. Este texto, nos ofrece una excelente  mise-en- scène de lo que pudo ocurrir en Caleta  Temblador hace por lo menos  unos  5.000 años atrás. Probablemente mucho más. 

Escuchemos  el relato  de  don Ruperto en 1972:

"Me explica este anciano mariscador que cuando él era muy  joven (hacia  1903-1905) solían vararse en gran cantidad en la playa de Cavancha  (Iquique)  los choros grandes  (se refiere al "choro zapato"  (Choromytilus chorus). El venía tempranito a la playa y recogía  una o dos docenas de choros, de cerca de 20 cm de largo. Después - me acota- desaparecieron repentina y misteriosamente. Estos choros venían enredados en los huiros que arroja la mar (probablemente en los talos del "chascón",  Lessonia nigrescens). Procedían de los bancos arenosos y rocosos del fondo. El sospecha que  estos bancos de mariscos fueron  destruidos en la época en que se solía venir a pescar pejeperro (Semicosyphus darwini) y otros peces de orilla,  usando para ello tiros de dinamita.  "Hoy" -comentaba  yo en 1972-  sólo se encuentra cholga chica  (Aulacomya ater).  Hoy  ( anoto yo en 2013), no existe el menor rastro de estos mariscos en la playa de Cavancha o Playa Brava , en Iquique".

Pero volvamos a nuestra protagonista de antaño: la mariscadora de Caleta  Temblador.

Con estos antecedentes etnológicos in mente y  la infinidad de datos concretos que podemos extraer de las obras de investigadores etnólogos como  Martín Gusinde, "Die Feuerland Indianer",  (Anthropos Verlag 1931-1939)   Joseph Emperaire  en "Les Nomades de la Mer" (Gallimard, 1955) , o  Lucas Bridges  en "Uttermost  Part of the Earth" (Hodder & Stoughton, London, 1938),   queda de manifiesto que las mujeres -y no solo los varones- eran habilísimas  recolectoras de los productos del mar.  Probablemente, también,  pudo  esta a veces muy peligrosa  actividad,  ser  una de las principales causas de muerte en aquellos remotos tiempos. Tal vez ella misma murió cuando se dedicaba al  marisqueo de orilla. Nunca lo sabremos. De ella, solo nos quedan sus mudos restos óseos. Y de sus creencias y modo de vida, solo sabremos algo  a través de la reflexión y el examen minucioso  de sus ofrendas funerarias. 

Con estos antecedentes,  podemos confiadamente  proceder a la  presentación  del material  osteológico del hallazgo.

El cráneo de nuestra mariscadora primitiva.

Ofrecemos a nuestros lectores varias  vistas del cráneo femenino estudiado por Silvia Quevedo ese año 1980 y que hemos conservado en nuestra colección.. No somo antropólogos físicos  ni  tampoco odontólogos,  ni pretendemos serlo. Somos arqueólogos y  más que eso, etnohistoriadores. De modo que nuestra  presentación fotográfica y notas al pie de cada foto  pueden adolecer, seguramente,  de algunas fallas técnicas a ojo de los especialistas. Si constata Ud., apreciado lector,  algunas fallas evidentes, por favor  háganoslo saber. Se lo agradecemos desde ya. 

                                                   Fig. 9.   Vista de frente del cráneo   (fracturado)   y   restaurado.  Falta un incisivo  en el maxilar inferior.                                       .

Fig. 10.  Vista desde arriba: a la vista, los huesos  frontal  y parietales.
                                                                  
Fig.  11. Vista lateral izquierda. Una de las apófisis del maxilar inferior  ha perdido su cúspide y hemos  puesto una piedrecilla en su lugar,  para dar el alto requerido. Se  observa el trabajo de restauración con resinas hecho por Silvia Quevedo.

Fig. 12. En esta vista  falta un trozo del maxilar en su articulación con el temporal. En ambas figuras   (Figs. 11 y  12)  se puede ver el paciente trabajo de restauración hecho por la especialista,  antropóloga Silvia Quevedo.  Parecería observarse,  a lo que creemos, un  cierto prognatismo en este cráneo. Pero no somos especialistas en la materia.

Fig. 13. Vista lateral  derecha. Se ha restaurado con cuidado  las partes faltantes del cráneo  (parietal y temporal).

  Fig. 14. Observe  las  suturas craneanas, perfectamente visibles,  comprobando  así  la juventud de la persona fallecida  (calculada en 27-28 años).  


Fig  15.  Esta figura nos  permite apreciar el estado de la dentadura del maxilar superior. Faltan dos piezas dentales (molares). Pero  el desgaste  sumamente  parejo de todas las piezas dentarias,  sugiere  una alimentación frecuente  con presencia de arena  menuda, la que actuó aquí  como  potente abrasivo.  Este acentuado desgaste se observa también por lo general en la dentadura  de los agricultores tempranos   por  la costumbre de comer  maíz molido en   metate o  batán (piedra de moler hecha en piedra).  





Fig.  16.  En esta posición exacta se halló el cráneo en la excavación. El maxilar inferior estaba entreabierto y  parte de la ofrenda de machas,  fue introducida intencionalmente en el interior de la boca,  sugiriendo  obviamente  un don de alimento a la difunta  para su viaje a ultratumba. Observe los incisivos en forma de paleta y  el desgaste de éstos  por igual.

Fig. 17.   Note Ud. el enorme desgaste  por abrasión que han sufrido  todas las piezas dentarias, en forma bastante pareja.

Fig. 18.   El maxilar inferior.  Falta un trozo del hueso en su articulación  con el hueso temporal.

Fig. 19.  Maxilar inferior. visto de lado
Fig. 20. Vista anterior del maxilar inferior. Fuerte desgaste en sentido diagonal de piezas dentarias  molares.


Fig. 21.    Vista del maxilar inferior  por debajo. 

Fig. 22. Vista posterior del maxilar inferior  que muestra  rotura y pérdida de partes óseas en área de articulación.
 Fig. 23.  Vista anterior del mismo maxilar.  

Las ofrendas de este entierro apuntan a su especialización  como mariscadora.
  
Si tratamos ahora  de interpretar desde un ángulo eco-cultural las ofrendas funerarias que acompañan este entierro funerario, todas ellas se refieren, sin ninguna excepción,  a la labor de colecta de mariscos de orilla o de bajamar. El pectoral o pendiente  (Fig. 8)   fue tallado, casi seguramente por ella misma,  en concha de choro zapato;  la gran concha de loco  (Concholepas concholepas: véala en Fig. 4)  y la gran cantidad de conchas de machas aluden, sin duda alguna  a su labor como recolectora marina.   La gran abundancia de machas que se puso intencionalmente sobre su cabeza,  alude a su probable experticia en esta actividad extractiva. Son ofrendas tan solo simbólicas, evidentemente,  a juzgar por el tamaño  tan pequeño de las machas ofrendadas. Podríamos colegir entonces, sin  temor a equivocarnos, que esta mariscadora habitualmente colectaba mariscos,  entre ellos machas, a muy escasa profundidad, enterradas en las playas de arena bañadas por el  oleaje marino. ¡Cuántas veces nosotros mismos  las buscamos y las hallamos entre la arena húmeda y el oleaje,  moviendo ágilmente  nuestro  pies, hasta topar con ellas! . En 1971-72 todavía las encontrábamos en alguna abundancia  en algunas playas tranquilas al sur de Iquique. Hoy brillan, por desgracia,  por su ausencia.

¿Cuándo vivió?.

En cuando a su posible edad,   solo podemos lucubrar muy vagamente comparando este yacimiento con otros  hallados en Punta Teatinos y otros lugares costeros de la IV Región de Chile  por Hans Niemeyer, con fechas  tentativas situadas entre los  3.500 y  5.000 A.P. Tanto la posición del cuerpo y  su profundidad como el tipo de ofrendas,  coincide con otros enterramientos  de época similar. No podemos aproximar más. Durante la excavación no se halló cerámica alguna,  excepto algunos escasos fragmentos presentes en superficie,  lo cual con absoluta certeza nos sugiere una edad precerámica para este enterramiento.   El ajuar solo presenta  elementos  muy primitivos, por lo que creemos que la vida de esta mujer mariscadora de nuestras costas nortinas, transcurrió tal vez hace por lo menos  unos  5.000 años atrás. Si hubo originalmente algún elemento de cestería en el ajuar mortuorio - como podríamos razonablemente suponer-    de esto no quedaba ya traza alguna. En la  zona del hallazgo llueve, como promedio, unos  80-90 mm. al año. La escasa profundidad del entierro  (45 cm),  contribuyó, sin duda, a hacer desaparecer las evidencias de materia orgánica, si es que las hubo. 

Observación final.

Como epígrafe y comentario final a este capítulo de nuestro Blog, séanos permitido señalar que este enterramiento no solo fue claramente intencional por la posición dada al cuerpo (totalmente extendido), sino, además, se le prodigó especiales muestras de afecto y aprecio al darle como  alimento para su viaje al más allá  los mariscos que ella de seguro normalmente  recogía  y, tal vez, prefería como alimento para ella y para su familia. A esa edad, sin duda ya habría  ella tenido varios hijos, como era la costumbre. Recordemos que en esos lejanos tiempos del Arcaico Medio la expectativa de vida  para hombres y /o  mujeres no excedía de los 35-37 años  como máximo. 






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