
sábado, 31 de diciembre de 2011
Una mirada espacial a la historia: el aporte científico de Patricio Advis Vitaglic, arquitecto.

Un arquitecto sui generis.
Patricio Advis fue un gran arquitecto, esto es un  estudioso, un experto  de la  comprensión y "ordenamiento del espacio". Un ordenamiento, por cierto, al servicio del hombre y de su actividad concreta.  Como arquitecto,  deja una huella imborrable en su Iquique natal.  Edificios y libros especializados en que estudia con diligencia  el desarrollo arquitectónico de su ciudad,  ahí han quedado en pie para la posteridad.  
No es éste, sin embargo, el objetivo de esta nuestra semblanza. Analizaremos al arquitecto convertido en historiador y en geógrafo. Casi desaparece el arquitecto y aparece ante nuestros ojos el nuevo "cronista" de una expedición al desierto. Nuestro enfoque al analizar su aporte a la Historia y a la Antropología será el propio de un eco-antropólogo. De alguien interesado en estudiar  el hombre y su actividad enraizado profundamente en su propio  medio ambiente. No podría ser de otra manera. Analizaremos, pues, aquí el aporte cientifico de un hombre que busca historiar el acontecer humano en su paisaje concreto: el desierto de Atacama y sus pueblos dispersos en quebradas aisladas  y distantes, aparentemente inconexas pero en realidad inteligentemente conectadas por el sistema vial incaico.
Un historiador singular, diferente.
Historiadores  de la hazaña del  cruce del desierto de Atacama, ha habido muchos.  Barros Arana (1884-1902), Vicuña Mackenna (1868), Thayer Ojeda (1908), Amunátegui (1913), Encina (1949), De Ramón (1953), Villalobos (1954).   Todos ellos, han escrito y descrito los acontecimientos desde el cómodo sillón de sus gabinetes, poblados éstos de enjambres de libros, archivos  y documentos. Pocos, muy pocos son los que han sentido la necesidad de ir a cotejar la información libresca con la realidad para tratar de entender, in situ, lo ocurrido en el pasado. Porque pretender estampar y dar a la luz "lo que ocurrió tal como ocurrió en el pasado- como lo preconizara el gran historiador alemán Leopold  Ranke como algo  esencial a  la labor de "historiar" o hacer historia [historein]-  supone conocer primero y  a fondo, los paisajes descritos, los parajes recorridos, los recursos existentes empleados, los climas extremos soportados, las penurias  o cansancios sufridos.  Tal premisa nos parecería hoy algo absolutamente evidente, y, sin embargo, la casi totalidad de los hombres que hacen la historia - nuestra historia-  no se han calzado los pesados  bototos del explorador  ni se han atrevido a soportar,  impertérritos, las temperaturas extremas del desierto, expuestos a la intemperie de día y de noche.
Hay escasas excepciones y, precisamente, Patricio Advis es una de ellas.  Aquí radica el supremo valor intrínseco de los "cronistas" de las expediciones, de aquellos integrantes que, día a día, consignan pacientemente en su diario de campo, los sucesos acaecidos,  a lo mejor  "al tenue resplandor de una candela" en su carpa de campaña, como ya nos lo enseñara  Pedro Cieza de León, el gran cronista de la Conquista del Perú.
Un recordatorio  necesario.
Si el insigne historiador don Diego Barros Arana hubiera recorrido personalmente miles de kilómetros de la Patagonia  al sur del Rio Negro en compañía de expertos  naturalistas de la época (los geógrafos de hoy) al estilo de un Philippi, (padre o hijo)   y hubiese  conocido de visu  sus extensas praderas,  su  rica biogeografia y sus recursos,  no hubiese jamás pronunciado  aquellas frases desdeñosas sobre la valía e importancia  de dichos territorios. Creyó a pie juntillas  que la opinión  de Darwin  -basada en escasas observaciones hechas en torno a Carmen de Patagones- ya era suficiente. Increíblemente, al gran maestro  le bastó el "Magister dixit"  del gran biólogo inglés.  Desdeñó, por consiguiente y consideró inútil  cerciorarse directamente del paisaje y su rica geografía. Muy diferente fue el proceder de Guillermo Cox, el gran explorador de la Patagonia, porque  supo recorrer sus sendas y caminar, comer y dormir entre  sus indios, los tehuelches. Barros Arana creyó saberlo todo en y desde el papel.  Pecado capital  para un historiador de su trayectoria. Y sabemos bien los chilenos  la consecuencias de dicha opinión desdichada, tenida por la sociedad chilena de entonces como infalible: la pérdida irreparable de la Patagonia.
Un historiador de terreno.
Patricio Advis, arquitecto iquiqueño, nacido   en 1930 en la ciudad de Iquique   (hermano del conocido autor de la Cantata Santa María, Luis Advis),  fue un historiador  de bluejeans, sombrero de explorador, casaca gruesa   y pesados bototos; un hombre de terreno a la par que un escudriñador  de archivos y  bibliotecas. No se contentó con el dato escueto, dado por  el cronista o informante de antaño: quiso ir a verificarlo- en lo posible- al lugar mismo de los hechos. Y este afán casi frenético por conocer y visitar  y escudriñar "el lugar de los hechos",  y en lo posible, sentir lo que los antiguos caminantes sintieron, experimentaron y  vivieron, hace de Patricio Advis un tipo de  historiador absolutamente exótico, muy diferente  al que  nos ha habituado la Academia.  
Labor de "historiar" la geografía viva del paisaje.
Porque Advis hace a la vez labor de historiador y labor de geógrafo y cartógrafo;  a  veces,  de geomorfólogo e incluso hasta de topógrafo. El necesita revisar minuciosamente el lugar  descrito,  escudriñar sus recursos, su  flora y fauna, observar y medir, constatar en terreno el dato escueto del  informante colonial. Advis convierte el espacio en un componente esencial del relato histórico. Para él los croquis y los mapas de ruta son esenciales, no son simples adornos o  "grecas" decorativas de un  trabajo, como para la  mayoría de los historiadores, que no suelen hacer gala  en sus escritos de un mayor prolijidad o creatividad en sus planos o  mapas. Advis  nos enseña, en su modo de historiar,  que  la geografía (sea la geografía física, la humana o la geografía económica)  y la cartografía son componentes tan esenciales para un auténtico historiador  como el  rastreo y manejo habilidoso o el cotejo sagaz e inteligente de la documentación histórica.  
¿Historiador, geógrafo o geo-historiador?.  ¿Cómo denominarlo?
Así, le vemos en sus escritos convertido súbitamente en una extraña simbiosis de  historiador y geógrafo, comparando distancias brújula en mano y cotejando  itinerarios, revisando horarios y calendarios, corrigiendo valientemente dichos tanto de cronistas como de venerables historiadores, o dibujando prolijos planos y croquis de rutas y derroteros,  sin temor alguno, confiado en su excelente  olfato de "especialista del espacio". Y,  - lo que es algo muy importante en un investigador serio- ,  sin temor a contradecir, cuando es preciso,  con  argumentos irrefutables,  a las "vacas sagradas" de la historia patria (que las hay, y muchas!). Porque en no pocas ocasiones pudo verificar, sin género de duda,  patentes errores que se deslizaron en el relato de algunos preclaros historiadores  del suceso. El método de Advis, de comprobar en terreno - allí donde las huellas han quedado casi intactas en el suelo desértico, después de varios siglos-  los datos aportados por  cronistas y viajeros , arrojó resultados inesperados.
"El desierto conmovido". 
En su obra más importante de tipo histórico: El desierto conmovido.  Paso de la hueste de Almagro por el Norte de Chile, (Universidad Arturo Prat, Iquique, 2008), Advis advierte las razones de su elección  y muestra muy a las claras su objetivo concreto:
"En este estudio ...se enfocará  la parcialidad de la travesía por los desiertos del norte de Chile. La elección geográfica responde a dos motivos simples y enlazados:  el primero, es el natural interés por conocer la historia  de la tierra a la cual pertenecemos, y, el segundo, es por tratarse,  justamente,  del episodio  de toda la jornada chilena de Almagro, [a la ] que menos atención  han prestado sus historiadores..." (2008: 14, subrayado nuestro).
¿De qué modo enfrenta  Advis este tremendo desafío?.
El mismo  nos lo explica en las páginas 14-15 de su estudio sobre el paso de Almagro a traves del desierto:
"Esta ausencia de información, nuestro interés por el tema y nuestras frustradas lecturas [al no  encontrar allí las respuestas],  nos fueron internando, sin darnos cuenta, en el silencio de una tierra y de un tiempo que aún guardaba el secreto de una descomunal travesía realizada hace 468 años atrás por el desierto más  extremo del planeta....Para informarnos, no tuvimos [otra]  alternativa que no fuera investigarlo nosotros mismos"  (2008: 14; subrayado nuestro).
Y,  ¿cómo decide estudiar personalmente esta travesía?.  ¿Qué metodología  decide usar?.
a) consultando y cotejando toda la información de las crónicas que se refieren al hecho;
b) examinando todos  los antecedentes cartográficos antiguos (planos,  rutas, croquis, esquicios, mapas);
c) revisando concienzudamente los antecedentes arqueológicos referentes a  dicha área y discutiendo las dudas  con los propios arqueólogos, sus amigos.
Pero todo esto, que probablemente habría  satisfecho de sobra los requerimientos de un historiador normal, a Patricio Advis no le resulta suficiente. Lo dice paladinamente:
"Existía tambien  otro antecedente que era imprescindible para nuestro propósito;  nos referimos al conocimiento directo de la naturaleza y del paisaje donde ocurrieron los hechos, sin cuya referencia vivencial y científica resulta problemático , si no imposible, dimensionar sucesos como éste. Tal interés nos llevó a pesquisar y recorrer por tierra el camino cumplido por la hueste en su travesía cordillerana de Argentina a Chile, como asimismo los 1.400 kilometros de desiertos recorridos desde  el valle de Copiapó hasta el puerto de Arica, siguiendo el camino inca". (Advis, 2008: 15; subrayado nuestro). 
A diferencia de otros historiadores de gabinete...
Aqui yace la abismal diferencia de este historiador  con otros que le antecedieron; también con algunos contemporáneos, de la misma escuela y enfoque.  Advis considera imprescidible "el conocimiento directo de la naturaleza y del paisaje donde ocurrieron los hechos". Ahora bien, este es exactamente el propósito y el objetivo  que se traza todo geógrafo, máxime un geógrafo humano. O, si se prefiere, el objetivo de un eco-antropólogo  que busca en el paisaje circundante, en el clima reinante, en el ecosistema dominante la explicación a muchas incógnitas  del texto o del relato,  o a muchas conductas, a veces enigmáticas,  del ser humano.  En otras palabras, la "coordenada espacial" es para él   tan importante como la temporal. Una sin la otra, no logra, en sus propias palabras, "dimensionar sucesos como éste".
El recorrido del Camino del inka.
Advis hace primero todo lo que debe hacer cualquier  historiador serio: leer todo lo  ya historiado relativo al hecho (publicado o inédito). Advis era un devorador de textos  tanto históricos como geográficos.  Pero  esto a Advis  - como hombre avezado a leer e interpretar por sí mismo el paisaje- no le basta.   Y por tal razón nos habla de sus "lecturas frustradas", porque éstas no le dan las respuestas que busca. Y por eso, a manera de ejemplo, para poder entender  el Camino del Inca o Khapaqñan y  la expansión del Tawantinsuyo, recorre  1.400 km. en  tres memorables expediciones. A través de sus "lecturas frustradas",  es capaz de descubrir los tramos del Khapaqñan  no historiados  o sólo muy débilmente iluminados por la Historia.  El decide iluminarlos con su propia luz. Con la luz de su propio caminar por el desierto bajo el sol. Y lo logra en gran medida.
Tras las señas del Camino del inka.
Nos ha tocado muy recientemente transitar por la misma senda de Advis, es decir, recorrer segmentos del  Khapaqñan  situados entre la desembocadura  de la quebrada de Quipisca y  el río Tarapacá. (noviembre-diciembre 2011). Muy pronto relataremos con  vívidas imágenes  y lujo de detalles, parte de este recorrido y sus  increíbles hallazgos de tipo arqueológico que nos remontan, no ya a Almagro, sino a sus antecesores,  los chasquis inkas  o incanizados, portadores de una cerámica rojo sobre negro  y tipos aribaloides tempranos. 
Cuando hicimos hace poco, en dos ocasiones, este recorrido parcial - pues no lo hicimos sino en segmento cortos para verificar ciertas hipótesis nuestras-  teníamos todo el tiempo en la memoria el recuerdo del explorador Advis, de pesados bototos, sombrero alón y aire displicente. El aire ambiente nos traía con el viento la sensación siempre presente de husmear presencias extrañas, salidas de la inmensidad de ultratumba, con las enhiestas figuras de Almagro o Valdivia, bebiendo en cuclillas en charcos  semiputrefactos,  o intentando encender un tímido fuego con  ramillas de chilcas o soronas. Eso presentíamos, casi veíamos,  en cada recodo  del Khapaqñan de los inkas.
Nuestro sentido reconocimiento.
Esta nota tiene la humilde pretensión de hacerle un homenaje póstumo, no sólo como hijo ilustre de esta tierra iquiqueña, sino  como un prolijo y esmerado estudioso del paisaje y del habitar humano de la antigüedad. Sus obras, por fortuna, nos acompañarán por siglos  y nos  aliviarán algún tanto de su ausencia. Unos cinco días antes de su intempestiva muerte, llamé por teléfono a su secretaria. Porque deseaba hacerle algunas consultas sobre un temprano trabajo suyo,  inédito, dedicado al análisis  de las chacras de los antiguos  que el Teniente de Gobernador Antonio O´Brien había dibujado a mano y personalmente, en maravillosos planos a mediados del siglo XVIII (1765). Me mandó decir que lo fuera a ver en cualquier momento, que estaría feliz de recibirme. Lamentablemente, perdí  la ocasión de estar con quien había yo departido infinidad de veces en su oficina, en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Arturo Prat en calle Baquedano, cuando escribía su magna obra sobre la travesía de Almagro por el desierto.  Así es el destino cruel: partió antes de que  yo pudiera verle por última vez.
En unas semanas más - si Dios lo quiere- presentaré  en este mismo Blog un listado comentado  de sus trabajos de corte histórico-antropológico y, más concretamente, un desconocido trabajo primerizo, cuando se empezaba  a "rayar" por  el desierto, sus sendas   y sus antiguos moradores. Vaya, por ahora, este breve y sentido homenaje a un hombre singular que supo  aunar, como muy pocos, la arquitectura, la historia, la arqueología  y la ciencia del espacio, la geografía. Ciencias que deben ir  de la mano para poder interpretar correcta  y profundamente  los asentamientos humanos del presente y del pasado.
Que Dios le tenga en gloria.
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