La obra de Orellana del año 1996.
Orellana en dicho libro sintetiza del siguiente modo el aporte científico de Le Paige, el jesuíta belga de sotana gris:
Fig. 1. Carátula del libro de Mario Orellana sobre el desarrollo de la ciencia arqueológica en Chile donde se encuentra estos párrafos referentes a la obra de Le Paige (pp. 184-188; 205).
Le Paige es claramente ignorado en un principio por la "Academia".
Reacción posterior y cambio de actitud de Mario Orellana.
Orellana modificó, por fortuna, su propia posición crítica anterior y por eso, valientemente, le dedicará un largo párrafo especial en su nuevo Ensayo sobre la historia de la arqueología chilena, escrito en 1996, reconociendo ahora los aportes de Le Paige como un hito muy importante en la historia de la arqueología del Norte del país.
La nueva percepción de Mario Orellana sobre los aportes científicos de Le Paige.
He aquí el texto completo de Orellana, en un párrafo especial dedicado al análisis del aporte científico de los grandes maestros de la arqueología chilena (páginas 184-188 y 204) de la obra recién citada:
Fig. 2. Primera página del texto alusivo a la obra de Gustavo le Paige, S.J.
Fig. 2. Segunda página del texto.
Fig. 3. La página siguiente del trabajo.
Fig. 4. última página de este apartado en la obra citada de Mario Orellana (1996).
Las páginas que acabamos de presentar arriba, nos muestran al rojo vivo el pensamiento de un arqueólogo chileno sobre la valía del legado cultural del jesuíta belga Gustave Le Paige S.J. Muerto Le Paige en Mayo del año 1980, su legado no ha concluído, su obra está aún inconclusa. Las generaciones futuras -lo esperamos- le darán el crédito y la importancia que se merece en el contexto de la arqueología atacameña y, en general, de todo el Norte de Chile. Así lo señalábamos en un artículo nuestro publicado a fines del año 2010 y que hemos reproducido en este Blog (buscar allí etiquetas tales como "Gustavo Le Paige", "Cultura atacameña" o "Atacameños").
Lectores nuestros nos han pedido insistentemente aportar más antecedentes y datos sobre la obra del sacerdote jesuíta, hoy casi olvidado por su especialidad, la arqueología, salvo en San Pedro de Atacama, "su patria chica", lugar que fuera testigo fiel de 25 años de incansable tarea, tanto arqueológica como pastoral religiosa, y donde yace sepultado en humilde tumba, uno más entre sus pobres lickan antai o atacameños.
La opinión definitiva de un arqueólogo del Norte chileno: Mario Orellana.
Para satisfacer estos requerimientos, nada nos pareció mejor que incluir, comentadas aquí, algunas páginas escritas en 1996, por un arqueólogo chileno, experto en el área atacameña y que para fortuna nuestra, conociera muy de cerca y apreciara en su debido mérito, la obra del sabio jesuíta. Se trata de Mario Orellana Rodríguez, Premio Nacional de Historia (1994) en su obra Historia de la Arqueología en Chile, Colección Ciencias Sociales Universidad de Chile, Bravo y Allende Editores, Santiago, 217 pp. Tal como se indicara más arriba, Orellana ignoró completamente al principio (1982) los aportes evidentes de Le Paige, y ciertamente no por desconocimiento de su obra. Orellana conoció y leyó ávidamente todos los trabajos de Le Paige, desde sus inicios (1957) . Más aún, consta que los discutió acaloradamente con él mismo. Simplemente, Mario Orellana tuvo la hidalguía com el paso del tiempo de reconocer tácitamente su error inicial y supo plasmar, en su última obra general de 1996, su verdadera opinión sobre el significativo trabajo científico de Le Piage, imposible de ignorar o soslayar.
Nuestro comentario final.
Como se puede leer a través de las páginas de Mario Orellana en 1996, el aporte de Le Paige para todo el estudio del territorio atacameño es inmenso. Lo que sabíamos de este territorio por los estudios dispersos de Ricardo Latcham y su esbozo de síntesis en 1936, carecía de profundidad temporal. Latcham, conforme a la costumbre de su tiempo, nos ofrece en los capítulos de su obra un muestrario de corte etnográfico de los diferentes tipos de artefactos culturales (hoy denominados por los arqueólogos "materialidades") , a través de las cuales se intenta trazar paralelismos o sincronismos culturales con otras regiones aledañas.
Mucho más allá que Ricardo Latcham, su predecesor en estos estudios.
Le Paige fue mucho más allá, pues intentó con un éxito que podría tal vez discutirse en detalles, fechas o apreciaciones, demostrar lo que el gustaba de llamar "la continuidad de la cultura atacameña", es decir el desarrollo progresivo in situ de grupos humanos nómades o sedentarios, que se adaptan a la vida del desierto y sobreviven en ese mismo durísimo ecosistema a lo largo de muchos milenios. ¿Exageró las fechas de los inicios de la cultura de los cazadores-recolectores andinos?. Probablemente sí. ¿Se dejó llevar por hipótesis precipitadas?. Probablemente. Pero eso no nos quita el hecho de haber destacado y puesto de relieve el rol de este estadio cultural tan temprano (el que llamamos hoy el "Período Arcaico") el que por entonces prácticamente no se conocía en Chile salvo en cuevas del extremo austral (Punta Arenas) por obra del arqueólogo americano Junius B. Bird, en la Cueva del Milodonte. Además, Le Paige escribía con un lenguaje fácilmente accesible para el gran público culto, tratando de utilizar el mínimo posible de terminología críptica, demasiado erudita o academicista - de la que frecuentemente hacen gala hoy los arqueólogos- , con el fin de lograr la rápida difusión de sus ideas.
Le Paige "el recreador de la cultura atacameña".
Le Paige fue un gran sintonizador con el esfuerzo hoy desplegado por el pueblo lickan antai por erigirse en "cultura atacameña", más aún en "pueblo atacameño" orgulloso de su milenaria cultura, su folklore y tradiciones. Y parafraseando las propias palabras de Mario Orellana le proclamamos sin miedo como: el "recreador de la cultura atacameña en el día de hoy".
¿Qué habría hoy en Atacama si abstraemos de la obra de este humilde sacerdote?.
Si abstraemos por unos instantes de la obra de Le Paige, casi nada de lo que hoy vemos surgir en los vetustos oasis atacameños existiría probablemente: ni un gran Museo arqueológico, ni un acendrado orgullo ancestral, ni educación atacameña, ni profesores atacameños, ni búsqueda vibrante de su identidad, ni brillantes publicaciones sobre Atacama. Hoy por hoy, digan lo que digan algunos sobre la "impiedad" de Le Paige para con los ancestros de los atacameños al sacarlos de sus tumbas, no puede dudarse de que la llegada de este humilde y servicial sacerdote de sotana gris, cambió el rumbo de la sociedad y de la cultura lickan antai, orientándola decidadamente hacia la presente toma de conciencia y reetnificación de su pueblo, el pueblo atacameño.
El gran legado de Le Paige será un día no lejano plenamente reivindicado.
Un día no lejano -lo podríamos apostar- lo reconocerán hidalgamente los propios atacameños, cuando estudien a fondo y sin prejuicios ideológicos y/o religiosos, los escritos de Le Paige, su párroco y lleguen a apreciar sus verdaderas y más caras intenciones. Hoy sujetos al fragor de su lucha por su re-etnificación y su pleno reconocimiento cultural - aún poco visible por desgracia - no parecen estar dadas las condiciones para aceptar y reconocer lealmente el legado que Le Paige les dejó: "el amor sin límites a su pueblo y a su cultura milenaria".
4 comentarios:
Don Horacio. ¡Muy buen artículo! Lo que usted dice es muy cierto. Todos aquellos que nos dedicamos a la investigación etnohistórica y/o arqueológica tenemos la misión de rescatar su obra y situarla en el lugar que merece. Y sobre todo, continuar su legado.
¡Lo felicito por su blog. Siga adelante!
Carola.
Carola: Gracias por su reciente comentario. Estoy convencido de que el aporte de Gustavo Le Paige a la arqueología atacameña (y chilena, en general) no ha sido aún plenamente reconocido, a pesar de los dichos altamente positivos tanto de Mario Orellana como de Agustín Llagostera, quienes han entrevisto certeramente, en sus trabajos recientes, su gigantesco impacto cultural y la profundidad de muchas de sus "hipótesis de trabajo". Creo que Lautaro Núñez, en su hermoso libro titulado. "Vida y Cultura en el Oasis de San Pedro de Atacama" (Editorial Universitaris, 2007, 300 pp.) perdió una valiosa oportunidad de reconocer hidalgamente los aportes antropológicos y arqueológicos de este menudo cura párroco, de origen belga. En dicha obra se cita muy de paso al sacerdote, a pesar de que en su bibliografia apunta nada menos que 30 títulos de obras arqueológicas le Paige. Lo que nos resulta a lo menos incomprensible, máxime sabiendo como Le Paige le acogió fraternalmente en su querido Museo de San Pedro, cuando la dictadura militar estuvo a punto de segar su propia vida, como nos consta. Avatares del destino de la ciencia y sus protagonistas, que el futuro, libre ya de prejuicios ideológicos o religiosos, sabrá aquilatar como corresponde.
Señor Larrain, sin duda alguna que las distintas investigaciones y excavaciones que realizó el padre Le Paige, son fundamental para los estudios arqueológicos.
Sin embargo, los conflictos entre distintos estudiosos e investigadores, han sido una tónica recurrente en la bibliografía chilena. Mario Orellana, fue ayudante del padre Le Paige, por distintos motivos se distanciaron, ocurrió lo mismo con Lautaro Núñez, quien también fue ayudante del señor Orellana...quizás esta espiral no virtuosa, se logrará disolver con el tiempo, pero sobretodo apreciando la enseñanza que legaron los distintos mentores en la formación de los estuidosos.
Saludos cordiales.
Miguel Lecaros.
Dr. Larrarin, excelente su blog, lo felicito por su obra y aportes a la antropologia y arqueologia del norte grande y en particular de la region de Antofagasta.
Un saludo fraternal, America Valenzuela
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