Foto 17. Tres o cuatro representaciones humanas. (Foto H. Larrain, 05/08/2010).
Fig. 16. Bloque enteramente tapñzado de figuras algo borrosas, salvo el sol bien visible con rayos, situado a la izquierda, arriba. (Foto H. Larrain, 05/08/2010).
Foto 10. Bloque que nos muestra una hermosa y única representación solar, con 10 rayos axiales. Arriba, otras imágenes, al parecer humanas, poco claras. (Foto H. Larrain, 05708/2010).
Fig. 8. Personaje humano estilizado, posiblemente provisto de un amplio traje ceremonial (?). (Foto H. Larrain, 05/08/2010).
Las investigaciones arqueológicas en el lugar.
Esfuerzo por describir y sistematizar los bloques con figuras.
Este valioso trabajo científico nos muestra, con gran variedad de diseños y fotografías, un gran esfuerzo por recopilar, describir y organizar en tipos las representaciones, iconográficas incluyendo un esmerado recuento y sistematización y ordenamiento de los 417 bloques descubiertos con figuras. Trabajo largo y acucioso que nos asombra. Casi todo el esfuerzo ha sido puesto en un análisis descriptivo de las figuras, pero poco nos aporta hoy para el conocimiento profundo de la funcionalidad del sitio desde el punto de vista ritual y ceremonial. Y menos nos sugiere reflexiones desde el punto de vista de la ritualidad geográfica regional. No era ése, sin embargo, claramente, su objetivo central. y los autores así lo señalan. La primera y urgente tarea, ante un enorme y todavía desconocido sitio ceremonial como éste es, evientemente, el registro sistemático y metódico de las figuras, tarea que fue realizada con meritoria dedicación y empeño. Pero ese importante trabajo es casi imposible de leer y encontrar hoy, pues no ha sido todavía -que sepamos - incorporado a la red de Internet. Es decir, en otras palabras, sólo queda al servicio de un puñado de hombres seleccionados de la Academia. El público no lo conoce.
Lo que nos preocupa y nos ha animado a publicar esta nota.
Lo que nos preocupa hoy como antropólogos, igual que para el caso de la inmensa mayoría de los sitios arqueológicos de Tarapacá y Antofagasta, es el actual abandono total del sitio y la falta total de señalética científica que nos advierta acerca de la antigua funcionalidad del sitio y su notable valor arqueológico y cultural. No sólo no hay allí protección alguna, sino que tampoco se advierte, por desgracia, entre los habitantes residentes en el actual poblado de Tarapacá, un mayor interés por relevar, dar a conocer y mostrar con orgullo uno de los más interesantes lugares de petroglifos del extremo Norte de Chile, desde el punto de vista de su abundancia y notable diversidad iconográfica.
Casi total desconocimiento de la valía cultural y religiosa de este sitio ceremonial.
Nada en la localidad induce a sospechar la existencia de este interesante lugar ceremonial, tan cerca del pueblo. Ni un aviso, ningún recuento fotográfico, ningún afiche o relato alusivo, ninguna referencia. Para el Turismo regional, Tarapacá-47 -como lo bautizaron sus investigadores- simplemente no existe. Por otra parte, la existencia de "petroglifos" e incisos recientes, grabados hace poco por manos ignorantes pero criminales, hace todavía más urgente planificar su debida protección y cuidado. Si no lo hacemos, prontamente estaremos inundados de estos graffiti en un sitio tan importante como éste. Tarea impostergable para los arqueólogos jóvenes, procedentes de estas mismas comunidades.
Importancia de la quebrada de Tarapacá durante la Colonia.
El actual pueblo de Tarapacá, joya colonial que fue residencia habitual de los Corregidores y Tenientes de Gobernador de Tarapacá por mucho tiempo, durante lo siglos XVII al XVIII., recibe anualmente decenas de miles de peregrinos que acuden a su iglesia a venerar a su Santo Patrono, San Lorenzo. Estos se instalan por varios días, en improvisadas carpas, en cualquier sitio y algunos, más osados, dentro del perímetro de la antigua aldea colonial, inmediata al campo de petroglifos. Para ello han abierto recientemente huellas por el medio de las ruinas de la aldea colonial. Este extenso campo ceremonial prehispánico apenas dista unos 500-550 m. del cauce de la quebrada y unos 600 m. de las primeras casas del pueblo actual. Es decir, el lugar -como pudimos constatarlo ese día de nuestra visita - es recorrido por los peregrinos en sus horas ociosas, en busca de fotos interesantes, curiosidades o de fragmentos de cerámica u otros elementos del registro arqueológico que yacen hasta hoy lamentablemente desparramados por doquier.
Nuestro recorrido por los vericuetos del ignorado santuario prehispánico.
La quebrada y sus bloques, testigo de lejanos episodios geológicos.
Esos antiguos "torrentes" y deslizamientos, hoy secos, muestran un extraño paisaje tapizado de rocas hermosamente redondeadas, contorneadas, un día muy lejano desprendidas de lo alto de los cerros. En su violento arrastre aluvional cerro abajo, fueron quedando fuertemente erosionadas y limadas, dejando en ellas abundantes superficies brillantes y semiplanas. Se trataría de granitos y granodioritas, algunas de enorme talla, que en su trayecto descendente fueron quedando empotradas en el suelo, como rocas "cansadas". El transcurso del tiempo fue "meteorizando" las rocas, es decir, creando una costra oscura como pátina del tiempo. Por alguna razón, no evidente hoy para nosotros, el sitio fue antaño - no sabemos exactamente desde cuándo ni por cuánto tiempo- escogido por los lugareños para erigir un venerable allí santuario, no tan solo de y para los habitantes de la quebrada, sino de toda la Región, como veremos.
Características físicas del escenario natural del "santuario".
Recorrer el área nos impresiona hoy vivamente. Es muy grande y comprende varias hectáreas. Hay algo de fuerza sobrehumana, casi diríamos sobrenatural, en esos enormes bloques que parecen pulimentados y allí puestos por superhombres. ¿Creyeron ver los antiguos habitantes figuras allí representadas, al modo de imágenes, o simplemente vieron la posibilidad de tallar allí, en esas superficies tersas y limpias color oscuro, sus signos y dibujos para allí commemorar, recordar acontecimientos para ellos de significación y valía?. ¿Qué los indujo a consignar y fijar para siempre sus recuerdos, temores, sentimientos, deseos o anhelos en la piedra?. ¿Qué impetraban y suplicaban aquí?. ¿Cómo saberlo con precisión ?. Algo nos resulta claro: lo esculpido por sus manos, mediante un picoteo cuidadoso (picking) hecho con golpes de alguna piedra filuda, más dura (¿basalto?), no se borraba, esto es, persistía en el tiempo. Había al parecer, entonces, una intencionalidad de lograr y obtener su supervivencia en el tiempo. No era, como en ciertas tribus del trópico africano, simples dibujos de animales hechos rápidamente sobre la arena, antes de la inminente cacería, y que el oleaje del río borraba muy pronto. Aquí se buscó, ex professo, durabilidad de las figuras en el tiempo. Y, probablemente, por la presencia de cerámica en tan gran cantidad, la repetición periódica (tal vez anual) de las mismas ceremonias y ritos. ¿Sólo se trataría de rogativas ocasionales, en caso de calamidad, o sequías prolongadas?. ¿Cómo saberlo?.
¿Consumían bebida o alimentos durante la actividad ritual?
El segundo rasgo que nos impresiona como arqueólogos, es la presencia de abundancia de cerámica, en torno a las piedras con figuras. Cuencos, pucos, cántaros u ollas parecen ser los tipos habituales. Casi no quedan hoy -por obra de la colecta discriminadora de arqueólogos u aficionados- elementos diagnósticos como fragmentos de bocas o cuellos , que nos permitieran reconstituir sus formas más frecuentes. Sólo quedan partes de cuerpo o panza. ¿Por qué acumularon precisamente allí, con el correr del tiempo, tanta fragmentería cerámica?. La presencia de cerámica común de uso diario, nos habla de que allí consumieron alimentos, y/o tomaron ciertos brevajes, o realizaron ciertos ritos con la comida o bebida. Si llegaron a comer allí en pequeños grupos o a beber en torno a ciertas piedras con dibujos, previamente tallados por sus antepasados, tal vez practicaron ritos agrícolas o tareas especiales, tal vez ritos de caza o pesca, o peticiones por determinadas presas, o tal vez, invocaciones ignotas a sus deidades animales.
Los arqueologos detectaron la presencia in situ de alimentos.
Nuñez y Briones testifican, al respecto, que en la excavaciones que realizaron junto a uno de esos bloques con petroglifos, aparecen pruebas de comidas, pues se ha encontrado raspas y hojas de maiz , y otros restos inconfundibles de alimentos consumidos en el lugar. La "comida ritual" fue , pues, un hecho en el lugar, tal como se sigue hacinedo hoy en las festividades andinas. La persistencia de esta asociacion rito-comida , tal como se sigue realizando hoy, nos comprueba que en la antigüedad no fue algo muy diferente. Y , en este sentido, las cosas han variado poco. Solo ha cambiado el objeto de la veneración (el Dios cristiano, en lugar de sus divinidades tutelares) , pero no los ritos usados, o, tal vez, los elementos (alimento) usados en el rito mismo.
Lugar evidente de permanencia, no habitual, pero frecuente.
La presencia de comida y/o bebida, en cierta abundancia, (sugerida por la presencia de cerámica y restos comestibles) nos habla al parecer, de algún tiempo largo de permanencia en el lugar. Cualquier práctica ritual - si de rito se tratara- requiere de tiempo, de permanencia en el lugar. Muy diferente a la visita casual y de breve tiempo de nosotros, los meros visitantes. que sólo nos contentamos con una buena fotografía. Tal como ocurre hoy en las comunidades aymaras o atacameñas: los ritos ancestrales para pedir la lluvia, siempre realizados exactamente en los mismos lugares "de adoración", duran muchas horas, a veces, varios días. Tambièn hoy los participantes llevan consigo alimentos y bebida. Y esa larga espera comporta llevar alimentos para consumir y bebida para saciar la sed.
Pocas rocas dibujadas en el total, y nunca juntas. Esto nos está indicando algo. ¿qué cosa?
El tercer aspecto que nos impresiona es que, por lo general, son pocas las rocas elegidas para tallar sus figuras. De las decenas de miles de rocas, de buen tamaño alli presentes, ,sólo han elegido unos pocos centenares. Y, lo que más nos llama la atención, éstas generalmente están aisladas y no parecen constituir conjuntos armónicos. Muy raro es el sitio en que se pueda encontrar tres o cuatro rocas, en bastante cercanía. Ninguno hay en que todas las rocas circundantes o inmediatas, sin excepción, presenten figuras talladas.
¿Altares particulares de cada familia, o de cada pueblo peregrino?
¿Querrá esto decir, tal vez, que cada roca constituía de por sí un sitio de actividad ritual para una determinada familia? ¿Un sitio que poseía una "fuerza" especial, para determinada familia o grupo familiar, o tal vez un pueblo? . ¿Un sitio-altar comunitario o familiar?. ¿Un sitio de adoración grupal?. Es algo así -nos atrevemos a comparar- como las imágenes de los santos que se distribuyen en el recinto interior de una iglesia. Nunca están todos aglomerados, o mezclados, sino cada uno posee su "pequeño altar" o "capilla" propios, al pie del cual los fieles se agolpan a rezar o suplicar. Es su imagen familiar o grupal; a las otras, no le hacen mayor caso, pues no son "la suya". Los hay devotos de San Martín de Porres, o de Santa Teresita de Lisieux, o San Pedro, o, tal vez, del patrono San Lorenzo. Si esta hipótesis parece plausible, querría decir que muchas familias, simultáneamente, se pueden haber distribuido aquí por toda la quebrada, en tiempos especiales de rogativas, cada una en torno a la imágen o las imágenes de sus íconos venerados. Tal vez, una figuración de los propios totems o "íconos" de sus poblados.
Diferentes tipos de figuras
El cuarto aspecto que nos parece de interés es señalar que se observa relativamente pocos tipos diferentes de figuras. Hay figuras animales (zorro, serpientes, batracios, lagartos, tortugas marinas (?) , suris, ave, monos). Hay también muchísimas figuras geométricas: (circunferencias, soles, chacana, líneas) y, por fin, hay bastantes figuras humanas, de pequeño tamaño y muchas en actitud dinámica o de baile (balseros, enmascarados o personajes provistos de vistosos tocados). ¿Serían estos animales representados aquí sus totems o animales sagrados tribales?. Tal vez, no lo sabemos a ciencia cierta.
Altiplano, quebradas y valles estan aquí representados.
El quinto aspecto digno de reseñarse es que aparecen aqui no solo animales de las quebradas, es decir del propio lugar, Tarapacá, sino también de la costa y del altiplano (v. gr. tortugas marinas, suris y flamencos), Y aun del oriente boliviano. Esto puede significar varias cosas: a) que el lugar era visitado indiferentemente por los habitantes de los cuatro ecosistemas: oriente, altiplano, quebradas y costa. b) que una misma familia o grupo recorría, por diversas razones, los cuatro diversos ecosistemas y por ello "se encomendaba o "veneraba" a las deidades tutelares, las respectivas dueñas y señores de estos. Una de las posibles razones era el auto-abastecimiento de productos varios, de los tres ecosistemas, mediante largos trayectos y el otro, la práctica ya muy temprana de un activo comercio regional que comprendía el uso y aprovechamiento de todos sus ecosistemas y sus respectivas producciones. c) la interdependencia económica de alguna antigua aldea alli existente, de los cuatro ecosistemas.
Tal vez , tal como hoy en la festividad de San Lorenzo, los antiguos fieles prehistóricos llegaban aqui a suplicar y/o agradecer a sus deidades tutelares o totems.
Se sirven de bloques de dimensiones semejantes, y de escasa altura sobre el suelo.
El sexto aspecto que nos llama la atención es que todos los bloques elegidos son bajos, no elevándose del suelo más que un metro, a lo sumo. Hay unos pocos bloques enhiestos, elevados, en un recinto especial (Ver fotos Nº 24 y 25), pero no fueron usados al efecto. La comida ceremonial, en estos casos, debió efectuarse a muy corta distancia de sus íconos preferidos, sentados probablemente en cuclillas, en el suelo arenoso, allí mismo donde han quedado como recuerdo los fragmentos de la cerámica utilitaria usada en la ceremonia y comida ritual. Muy cerca de allí, en pequeñas cabañas hechas de ramas de sorona, cachiyuyo y carrizo de la quebrada, pasaron sin duda la noche bien envueltos en sus chuces y frazadas de lana de camélidos andinos.
La continuidad de la vida religiosa en un mismo lugar geográfico, Tarapacá.
Y eso nos lleva a una nueva y atrevida comparación que puede tal vez parecer provocativa o exagerada, con lo que hoy ocurre hoy mismo, en la celebración de la fiesta de San Lorenzo, en el pueblo de Tarapaca. Hoy llegan aquí a venerar al santo y pedirle sus favores o agradecer sus milagros, desde todos los ámbitos geográficos; el altiplano y la vecina Bolivia, las quebradas, la pampa y la costa del Pacífico, sin distinción de nacionalidad, etnia, nivel cultural u origen social. Todos, vengan de donde vengan, veneran en el mismo lugar y agradecen o suplican al Santo por muy distintas razones. Y todos traen sus conjuntos de bailes en honor del Santo, pero con sus atuendos y disfraces caracteristicos de cada pueblo. Todos concurren masivamente al mismo Santuario. Sin duda antaño como hoy, en períodos y fechas específicas. Antaño, probablemente en la proximidad del inicio de la actividad agrícola. La presencia de Tunupa representado por la cruz andina o chacana, así parecería sugerirlo.
En un mismo paisaje geográfico, se venera, con siglos de distancia cultural, a diversas deidades o santos tutelares.
El lugar geográfico-fisico es exactamente el mismo, las motivaciones espirituales y los atuendos de cada peregrino (en este caso, representados en sus bailes tipicos), diferentes. ¿Será tal vez que los españoles, quienes tempranamente ejecutan aquí en la zona intenso laboreo de minas, (piénsese en Paguanta, cercano a Tarapacá o en la azoguería colonial de Tilibilca, tan próxima) sustituyen inteligentemente la veneración andina de Tunupa por la cristiana, a través de la efigie de San Lorenzo, santo patrono de la minería?. El punto es digno de ser investigado más a fondo, por cuanto fue éste el proceder habitual de los conquistadores y frailes predicadores en sitios connotados de veneración indígena (huacas). Y que éste centro ceremonial era uno de ellos en el Norte Grande tarapaqueño, parece evidente.
A lo que creemos no nos parece ilegítimo trazar este paralelismo ritual-religioso en este mismo lugar de veneración, uniendo el ayer con el hoy, en un mismo hilo conductor religioso. Ayer se pidió aquí mismo a Tunupa y otras deidades andinas por cosechas abundantes y agua copiosa de regadío. Hoy, se hace otro tanto. Han cambiado las efigies de los santos protectores, pero la oración y el espíritu religioso del pueblo sigue siendo el mismo. Y sua bailes religiosos acompañan hoy tal como ayer la veneración del patrono San Lorenzo y de sus deidades tutelares andinas, Tunupa o Tarapaca.
(Capítulo en plena elaboración).
1 comentario:
Hola. Nuevamente agradecer que compartan esta valiosa información. Hoy les escribo, pues voy a la pesquiza de algo de información gráfica sobre el antiguo trasvase Vilasamanani- Socoroma, o bien el Aroma- Tilivire, que llegaron a alimentar, por la banda norte y sur, al valle de Socoroma. La verdad es que busco alguna fotografía de algun tramo. Si tuviesen algo, se los agradecería mucho si lo quieren compartir conmigo, o bien publicar algún artículo sobre estos sistemas hídricos prehispánicos.
Les dejo mi correo rchandiaj@gmail.com
Saludos cordiales,
Rosa Chandia
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