domingo, 31 de agosto de 2008

La re-etnificación del pueblo atacameño: luchas y avatares

Las fotos que siguen, que hoy adquieren un valor histórico singular, fueron tomadas por Branko Marinov y Guillermo Soublette, miembros por entonces de la Corporación Cultural Likan Kunza y se han conservado en el archivo fotográfico de Branko Marinov Martinic en Antofagasta. A pedido del suscrito, este último ha tenido la gentileza de enviárnoslas, a fin de ilustrar la actividad de nuestra Corporación en beneficio de las comunidades atacameñas, entre los años 1989-90.

En una parada, camino a San Pedro de Atacama a tomar noticia in situ del problema de las aguas. De izquierda a derecha, Gianinna Stagno, Alicia Vidal, N.N., Horacio Larrain y Branko Marinov M. (1989). Todos miembros activos de la Corporación Likan Kunza.

En el mismo viaje, otros participantes de Likan Kunza, rumbo a San Pedro de Atacama. De izquierda a derecha, Gianinna Stagno, Horacio Larrain, Branko Marinov, Omar Villegas y Alicia Vidal.

Reunión del grupo Likan Kunza en la ciudad de Antofagasta (1989). Arriba, de izquierda derecha: Reinaldo Lagos, Alicia Vidal, Gianinna Stagno, Juan Pablo Reyes, Horacio Larrain. Abajo, en el mismo orden, Guillermo Soublette, Hugo Alonso y Jaime Salazar (q.e.p.d.) (1989).

Esta foto, tomada en una playa de la ciudad de Antofagasta (Julio 1989), muestra a un grupo de líderes, representantes de los 14 pueblos de la zona atacameña, con la sola excepción de Machuca. Likan Kunza durante dos días, les entregó charlas formativas, destinadas a profundizar en el conocimiento de sus raíces étnicas y culturales. Se dió nociones avanzadas de geografía, etnografía, antropología y lingüística atacameña. El objetivo fue profundizar en estos representantes su sentido de pertenencia étnica y cultural, así como crear vínculos entre ellos, en especial entre el sector norte del área atacameña (pueblos del Loa) y el sector sur (pueblos en torno al Salar de Atacama). Nótese que esta iniciativa de Likan Kunza ocurre anticipándose en más de cuatro años a la promulgación de la Ley Indígena 17.253, (5 de octubre de 1993). Les acompañan en la foto varios miembros de la Corporación Likan Kunza. (Gianina Stagno, Daglin Varela y Jaime Salazar).

El documento que se incluye a continuación in extenso, es la carta-respuesta que enviamos al antropólogo Hans Gundermann, el año 2000, a su expresa petición de información acerca de nuestra participación en el proceso de re-etnificación del pueblo y etnia atacameña, en la década de los años ochenta y comienzos de los 90. Como lo que se solicitaba de mí era exactamente lo que un par de años antes me había pedido la antropóloga Daglin Varela, desde el pueblo de Diaguitas (IV Región), incluí al antropólogo Gundermann mi respuesta al "Cuestionario" que me había planteado la Sra. Daglin Varela en 1998. No tengo en este momento a la mano el Cuestionario mismo, pero no es difícil inferir las preguntas por el tenor de nuestras respuestas.


El tema de las reivindicaciones de los pueblos indígenas en Chile, está hoy más que nunca sobre el tapete. Los problemas que la Ley quiso zanjar, no han desaparecido. Muchas de sus reivindicaciones de antaño, siguen hoy vigentes y palpitantes, máxime en la zona mapuche, donde las alteraciones al orden público en el medio rural –sobre todo en la zona de las Empresas Forestales instaladas en el corazón del territorio ancestral de la etnia mapuche – han provocado conflictos y graves enfrentamientos.

No se vislumbra una salida fácil al problema de las reclamaciones indígenas motivadas aquí por la pésima calidad de las tierras dejadas para el uso de los indígenas, y por el uso de pesticidas por parte de las Forestales para el control de plagas. El tema no presenta el mismo cariz en la zona atacameña o aymara, pero es claro que la legislación amparada en el Código de Aguas, en particular, ha lesionado gravemente los derechos ancestrales de las comunidades indígenas tanto en Atacama como en Tarapacá.


Dado que muy pocos conocen los entretelones de lo ocurrido en Atacama, antes y durante la gestación de la Ley Indígena 17.253, del 5 de Octubre de 1993, durante la Presidencia de don Patricio Aylwin, coincidente con nuestra actuación en Atacama como antropólogo y etnógrafo, nos hemos decidido a contar nuestra versión de lo ocurrido, sobre la base de los diez años de nuestra permanencia en la zona atacameña (1984-1993). Durante esos casi diez años, recorrimos incesantemente todos los pueblos atacameños, estudiando su artesanía tradicional y realizando estudios folklóricos y etnográficos.

En este contacto asiduo con las comunidades y sus líderes, surgió la imperiosa necesidad de formar dirigentes imbuidos en un profundo sentido étnico, mediante el estudio a fondo de su cultura tradicional, transmitido a los miembros de la comunidad. Las charlas hechas generalmente en las escuelas o sedes sociales e ilustradas con diapositivas, fueron en esa fecha, el instrumento usado por nosotros para demostrar a los habitantes de los pueblos su profunda raigambre indígena. Estaban, por tanto, orientadas a profundizar en su auto-estima como indígenas y en su conocimiento y respeto de la peculiaridad de su cultura tradicional.

(incluir aqui  3 fotos  enviadas por Branko Marinov M).

He aquí la carta de referencia:

Iquique, 20 de agosto del 2000.

Señor

Hans Gundermann
Departamento de Ciencias Sociales
Universidad Arturo Prat
Iquique

Presente.

Estimado amigo Hans:

A tu expresa solicitud, gustoso te hago entrega de la copia de la carta enviada a Daglin Varela, chilena, estudiante avanzado de Antropología en la Universidad de Cochabamba, Bolivia, y buena amiga, a fines del 98. He introducido mínimos cambios al texto original, para perfeccionar su sentido. Con este documento-carta, ella elaboró un trabajo de clase en la especialidad. Por tanto, te autorizo para que hagas el uso que desees de esa información, tan solo haciendo mención a la fuente, ya que ella fue la destinataria original.

Debo agregar que me interesa mucho se sepa en detalle de estos humildes orígenes, los que se remontan a los años 84-86, del pasado siglo, años en que también publiqué los primeros artículos en periódicos de Antofagasta en relación al tema de la etnia atacameña. Por entonces, fuera de los trabajos pioneros de Le Paige y de trabajos muy serios en el área estrictamente arqueológica realizados por miembros del equipo de la Universidad de Chile (C. Aldunate, J. Berenguer, V. Castro y otros), predominaba un casi total desconocimiento al respecto en el ámbito etnográfico y etnológico o demográfico.

Siempre se partía de la base errada de que estos grupos aldeanos, aledaños al Salar de Atacama y a los afluentes superiores del río Loa, antiguos atacameños, eran simplemente “campesinos” de Atacama y no se les consideraba ya indígenas, por haber perdido su lengua, el kunsa. Excepción a esta regla es el caso de algunos beneméritos profesores de la Universidad de Antofagasta, como Roberto Lehnert S., Domingo Gómez P. y Jorge Peralta, los que, en diversos artículos publicados en la humilde revista de Estudios Filológicos de la Universidad de Antofagasta, entre los años 1975-80, aproximadamente, se esmeraron en probar las supervivencias de la cosmovisión atacameña, en sus relatos orales, sus mitos, sus fiestas y ceremonias ancestrales (como el Talatur y otras) y su lengua, la que intentaban rescatar en diversos trabajos.


Después de Gustavo Le Paige, S.J. quien sostenía claramente su ancestro étnico atacameño como algo aún vigente, la historia, estoy cierto, rescatará el mérito de estos pioneros, los que hicieron una muy valiosa recopilación de materiales etnográficos y lingüísticos de campo.


Mis trabajos son posteriores y se inician en Abril de 1985, año en que yo me inserté en la Universidad de Antofagasta. Por entonces, sólo Roberto Lehnert continuaba estudiando la lengua atacameña, fundamentalmente escrutando las fuentes antiguas, como el Glosario de la Lengua Atacameña, de Emilio Vaïsse y otros, más que a través de estudios en terreno (entrevistas).


Quiero, por último, informarte que entre los años 1985 y 1992 (años de mi permanencia en la Universidad de Antofagasta, en el Instituto de Investigaciones Antropológicas) recogimos una gran cantidad de informes orales, conservados en cassettes que obran aún en mi poder, en forma de entrevistas a ancianos. Allí se contiene gran cantidad de información sobre la lengua, ceremonias y ritos, costumbres, artesanías y demografía. Casi todos mis informantes de ese período ya han ya muerto. Creo sería de gran interés proceder a utilizar científicamente dicha información, ya que por entonces yo me interesé especialmente en el tema de las supervivencias de las hábitos ancestrales, sus ritos, ceremonia , sus costumbres agrícolas y ganaderas y su lengua en forma de topónimos y . Te sugiero hagamos un trabajo en común para aprovechar esos aproximadamente 80-100 cassettes que contienen valiosa información, tanto del sector sur (Salar de Atacama), como del sector norte (Loa y sus afluentes). Tema sobre el cual podremos conversar después. Tuve la suerte de entrevistar y grabar a atacameños de todos los pueblos del salar de Atacama y del área del Loa (unos 13 en total), con la sola excepción, creo, de Machuca.


Bueno, estimado Hans, esto parece que ya va adquiriendo el tono de un “testamento” académico. Mi intención, como seguramente ya sabes, es crear en la zona de Iquique una “Casa de la Cultura”, donde radicaría toda mi biblioteca, mis colecciones científicas y mis Colecciones de cassettes grabados y diapositivas sobre el mundo atacameño y aimara. En esa dirección he estado luchando en los últimos cuatro años. Pido a Dios me dé fuerzas para hacer realidad estos sueños, para que tanta información reunida por mí, no se pierda y quede al servicio de los investigadores del futuro y de las propias comunidades indígenas.

(Del texto original de esta carta, solo hemos omitido algunas referencias personales, que en nada ilustran sobre el tema principal).

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(Texto original)

Iquique, 12 de Noviembre de 1998.


Sra.
Daglin Varela
Antofagasta
Presente.


Estimada Daglin:


Aquí van las respuestas a tu Cuestionario. Ojalá te sean de verdadera utilidad. Fue un placer para mí escribir estos gratos recuerdos. Ojalá los hagas llegar, también, a Liliana [Cortés], Sandra [Berna] y Mirta [Solís], [actuales dirigentes atacameñas]. Ellas podrán completar el cuadro aquí esbozado o aclarar posibles dudas. Creo que les pueden ser útiles para no olvidar la historia en la que nos tocó ser partícipes.


At1. Antes de la dictación de la Ley Indígena de Octubre de 1993, regía la normativa incluída en la Ley Indígena 17. 729 de Noviembre de 1972, en la que se estipulaba la Creación del Instituto de Desarrollo Indígena (I.D.I.), dependiente del Ministerio de Agricultura. Este Instituto tenía, de acuerdo a dicha Ley de 1972, por misión propia estudiar y solucionar las reclamaciones de tierras de los indígenas mapuches de la zona centro-sur de Chile, asignar becas de estudio a los estudiantes de origen indígena (léase mapuches solamente), y atender problemas de las comunidades indígenas. Aunque en el encabezado de la Ley (artículo I) se estipulaba que en Chile existen varias agrupaciones indígenas y concretamente se hace referencia a pascuences, aymaras, quechuas, yaganes, alacalufes, la Ley misma en aquella época fue operativa tan solo para las comunidades mapuches. De hecho, hasta donde tengo conocimiento, no existían reclamaciones de las comunidades del Norte de Chile y los Decretos-Leyes de los gobiernos anteriores siempre se refirieron a la situación de los mapuche-huilliches, al menos casi en su totalidad. Muy poco se hace referencia a litigios o problemas en la Isla de Pascua.


a Hay un estudio muy interesante sobre la Legislación Indígena chilena, redactado por el historiador Jara hacia los años 1970 o antes, en la que se señala todos los Decretos que dicen relación con problemas indígenas. Pero esta jurisprudencia chilena respecto a sus comunidades indígenas, constituía un corpus inorgánico, desarticulado y no estructurado, por lo que se hizo necesario, en el gobierno del Presidente Salvador Allende, estructurar una Ley Indígena. Ya señalé que esta Ley solo se refería a problemas de tierras y educación indígena en las zonas mapuches y huilliches. Ligada al destino de la Unidad Popular del presidente Allende, tras el derrocamiento del mismo, esta Ley, que, a juicio de los entendidos, tuvo muy poco estudio previo, pasó, en la práctica, a ser “letra muerta” y podríamos decir que fue ignorada. Sin embargo, el Instituto de desarrollo Indígena (I.D.I.) siguió funcionando un buen tiempo, y recuerdo reuniones habidas en sus oficinas en Santiago, en los años 1973-75 a las que yo asistía como Delegado oficial de la Universidad Católica. Había también un delegado de la Universidad de Chile y un tercero, delegado de la Universidad Técnica del Estado. El tema de las becas a estudiantes indígenas era casi el único que se siguió debatiendo. Hasta donde tengo conocimiento, esta Ley Indígena de 1972 fue estudiada, discutida y promulgada entre cuatro paredes, por expertos del Ministerio de Agricultura y algunos antropólogos (?), con escasa o nula participación de los dirigentes indígenas. No tuve yo participación alguna en su gestión, por estar yo por esas fechas aún en el extranjero, hasta fines de 1971. Mi aparición en Santiago fue a partir del mes de Marzo de 1973, fecha en que me incorporé a la Universidad Católica, Departamento de Geografía.


D Durante mi corta presencia en Arica e Iquique (1971-72), mis actividades se centraron en torno a los Museos Arqueológicos de Azapa (Arica), e Iquique, con trabajos de campo, por entonces únicamente de carácter arqueológico y geográfico, con el apoyo de geógrafos de la Universidad Católica. (Hugo Bodini C, P. Cereceda T., Luis Veloso y otros). Mis publicaciones de la época se refirieron casi siempre a temas etnohistóricos de la región de Tarapacá, alentado por el historiador del Norte don Oscar Bermúdez Miral.


Recuerdo que a estas reuniones del Instituto de Desarrollo Indígena en Santiago asistía siempre, como representante de la U. de Chile, don Domingo Curaqueo, profesor de lengua y cultura mapuche en la Universidad de Chile por entonces, con quien mantuve gran amistad.


Poco antes de la entrada en vigencia de la nueva Ley de 1994, y por espacio de dos o tres de años, existió, como sabes, la CEPI, o Comisión Especial de Pueblos Indígenas, cuya misión especial fue la preparación del Borrador de la futura Ley y el contacto asiduo con las comunidades y líderes indígenas para auscultar su pensamiento en relación a la futura Ley. La CEPI dependía de la Secretaría General de Gobierno y ya no del Ministerio de Agricultura, como en el caso de la Ley anterior de 1972. En el marco de la CEPI me tocó hablar varias veces con José Bengoa, historiador del pueblo mapuche, por entonces su Director, quien asistía a reuniones de consulta en distintos puntos de Chile, con las comunidades, en relación a los tópicos que debería tocar la Ley futura. De estas reuniones, sostenidas por CEPI (Bengoa y sus asesores abogados, entre los cuales estaba por entonces José Aylwin, actual Director del Instituto de Estudios Indígenas de Temuco), fue surgiendo un renovado interés de las comunidades y líderes por poner sobre el tapete sus preocupaciones inmediatas y problemas. Recuerdo haber asistido en Arica y Antofagasta a reuniones de este tipo, con la CEPI y sus representantes, en las que se hablaba muy francamente de los problemas indígenas de la zona norte. Estamos hablando de los años 1985-88.


2. En la preparación del Proyecto de la Ley Indígena de 1993, participaron indígenas en gran número. La CEPI discutió con las agrupaciones indígenas el posible temario de un futuro Borrador de Ley, el que repartió a distintas instituciones, el que fue discutido en multitudinarias reuniones. Estas se verificaron primeramente en las propias comunidades de origen; luego en reuniones específicas de líderes en las ciudades cercanas a las comunidades, finalmente, en Temuco, donde me tocó también asistir a mí en 1990 (ó 1991?). Allí las discusiones se realizaron en secciones separadas (tema legal, social, económico, cultural, educacional etc.) de suerte que hubo unas 6 o más secciones, en cada una de las cuales participaban activamente hasta 30 ó 40 indígenas más muy contados blancos: antropólogos o sociólogos. En mi sección, donde se analizaba el tema cultura, yo era el único “blanco”. Tengo la impresión de que hubo muchísima participación, y supe que también había sido semejante en la zona mapuche y huilliche. En cada sección de análisis temático, se incluía a indígenas de todas las etnias asistentes. Hubo así en Temuco una nutrida participación indígena, abierta a todos los que quisieron participar. Yo ayudé a reclutar y entusiasmar a un buen número de atacameños, de distintos pueblos, y viajé con el grupo en bus desde Antofagasta hasta Temuco.


Destacaron, que yo recuerde, en forma especial don Alberto Hotus, de Isla de Pascua, don Domingo Curaqueo, Santos Millao (mapuches), y entre los aymaras, Militza Rocha, Silverio Viza, Antonio Mamani, Javier Vilca Ticuna, José Mamani, Gumersindo Mamani; entre los atacameños que nosotros mismos habíamos entusiasmado para participar en el evento, Liliana Cortés, Manuel Escalante, Mirta Solís, Honorio Ayavire, Rafael Cruz y otros más. Hubo entonces no menos de 40 ó 50 indígenas aymaras asistentes, y unos 15 ó 16 atacameños.

3. En cuando a las reivindicaciones pedidas, las que provocaron mayor discusión y polémica fueron: la defensa y recuperación de las tierras cultivables de buena calidad (mapuches y huilliches); el problema de la pérdida de la lengua indígena y su cultura; el problema de la territorialidad de las etnias; el problema de la pérdida de derechos de aguas (aimaras), el problema de la educación intercultural y la urgencia de disponer de escuelas especiales propias para la educación en el medio indígena, con enseñanza de la lengua indígena. Se insistió en la necesidad de otorgar muchas más becas de estudio y capacitación para los jóvenes indígenas. Se habló sobre la necesidad de profundizar en el estudio de la lengua, hecho por los propios indígenas y la recuperación de la misma (atacameños).


4. Que yo recuerde, las etnias originarias citadas en el Anteproyecto de la Ley de 1994 fueron: Aymaras, Mapuche-Huilliches, Pehuenches, Pascuences (o Rapa Nui), Qawashqar, Yaganes. Se agregaron posteriormente, por insistencia de algunas personas, entre ellas el suscrito, quienes aportaron con sólidos argumentos sobre su auténtica etnicidad, los Quechuas y Atacameños de la II Región, y los Collas de la III Región de Chile.


5. Yo creo que la etnia atacameña no había sido considerada en la legislación anterior porque para todos los organismos públicos y el Ministerio de Agricultura, los “atacameños” eran ya “mestizos” de larga data, y no tenían rasgos culturales propios que les diferenciaran de otros pueblos. Esto a pesar de que para R. Latcham, G. Mostny y G. Le Paige (por citar solo a los pioneros) los atacameños eran claramente indígenas y mantenían muchos rasgos de su cultura, con la sola excepción de su lengua, en franco proceso de extinción. Tal vez, creo yo , la carencia de lengua propia en uso, por la muerte de los últimos hablantes de la misma en el caso atacameño, (lo que ocurre hacia la década 1945-57), fue el argumento decisivo para creer que ya habían desaparecido, considerándoseles, de hecho, como integrantes del mundo mestizo chileno, al igual que el campesinado de la zona central chilena. El mismo argumento, creo, valió para no incluir inicialmente al minúsculo mundo colla, casi totalmente desconocido para el mundo ilustrado. Hasta los años 80 o aún 84, nadie mencionó en nuestro país, en trabajos especializados sobre Antropología o Lingüística (aunque sí en la Argentina), la existencia de los collas. El desconocimiento, en círculos científicos, del rico legado cultural colla o atacameño (ritual, festivo, folclórico social, económico), fue la principal causa de su no incorporación. “Hablan como nosotros, viven como nosotros, pueblan como nosotros, trabajan como nosotros”, parecen haber dicho los que ignoraron su singular presencia étnica y cultural.


6. Hacía ya años que algunos investigadores de la Universidad del Norte y de Antofagasta habían venido señalando la peculiaridad cultural de los atacameños, a partir de los años 1968 o 1970. Después del sacerdote jesuíta Gustavo Le Paige, que a partir del año 1958 detectara y dejara en evidencia no solo sus características arqueológicas sino también etnológicas y lingüísticas, y que, a nuestro juicio, debe ser considerado pieza fundamental en este proceso de reconocimiento del ethos cultural atacameño, intervinieron el Profesor Domingo Gómez Parra, quien escribiera varios artículos sobre aspectos culturales atacameños en la Revista especializada del Instituto de Investigaciones Lingüísticas de la Universidad de Antofagasta. El Profesor Roberto Lehnert Santander, por su parte, ha dedicado hasta el presente sus esfuerzos al estudio y análisis de la lengua Kunza de los atacameños. Con la llegada a Antofagasta del que escribe estas líneas, en Abril de 1985, se inició un nuevo período de estudio y análisis de realidades culturales y demográficas de las comunidades atacameñas. Un recorrido sistemático por los quince pueblos atacameños, registrando sus singularidades folklóricas, me impuso de la realidad atacameña que había ya conocido entre los años 1963-65, cuando fui ayudante de campo y colaborador del P. Gustavo Le Paige en San Pedro de Atacama.


A través de varios periódicos de Antofagasta, en particular “El Pampino”, Larrain publicó alrededor de 30 artículos de prensa dedicados a probar la singularidad cultural de los actuales atacameños, tratando de atraer la atención de los propios atacameños y de los científicos antropólogos, sobre la real supervivencia de su cultura. Diversos estudios suyos versan sobre el folklore atacameño, la demografía de sus pueblos, el ritual y festividades propias. Este material era enviado a la CEPI y en particular a José Bengoa su Director, con el objeto de incentivar su reconocimiento oficial. La CEPI inicialmente no había considerado ni a los quechuas, ni a los collas o atacameños como parte del patrimonio cultural indígena nacional. Bengoa hizo viajes especiales a la zona de Antofagasta y allí pudimos hablar largo sobre este tema, que a mí me parecía tan importante. Creo que mis argumentos y sus visitas a terreno y conversaciones con nacientes líderes atacameños, lo convencieron de que la etnia atacameña verdaderamente existía como entidad cultural propia, a pesar de la fatal extinción de su antigua lengua Kunza como lengua de comunicación habitual. Este afán por lograr el reconocimiento oficial de la etnia atacameña (por entonces no hablábamos de “etnia” sino de “pueblo ”atacameño), nos indujo a la creación de la Corporación Likan Kunza (“Nuestro Pueblo”), realizada por iniciativa del suscrito con el apoyo de profesores de la Universidad de Antofagasta, como Branko Marinov y Jaime Salazar, a los que se agregaron poco después Reinaldo Lagos, estudioso de la realidad atacameña, Daglin Varela, Gianinna Stagno , Guillermo Soublette, agente de la Mercedes Benz en Antofagasta, Juan Pablo Reyes de CONAF, Alex Valenzuela, María Antonieta Costa, antropóloga física, y, por fin, la señorita abogado Alicia Vidal. Gracias al concurso de esta última, fue posible a Likan Kunza realizar una serie de oposiciones a las peticiones de agua de las Compañías Mineras, en el sector atacameño, que demandaban ingentes cantidades de agua para sus propias faenas mineras.


Tales oposiciones nuestras permitieron a varias comunidades atacameñas preservar y conservar, para su agricultura y ganadería de altura, sus derechos de agua ancestrales, lo que desgraciadamente nunca se hizo antes con motivo de la construcción de las aducciones de aguas del río Toconce o del río Loa, para las faenas de Chuquicamata o para el abastecimiento de agua de la ciudad de Antofagasta. A través de Likan Kunza y su pequeño núcleo de investigadores que lo mantenían vivo y activo, fue posible ir motivando a los primeros líderes atacameños de los diferentes pueblos, a luchar no solo por la supervivencia de su cultura ancestral, sino principalmente para el reconocimiento de su singularidad cultural y etnológica. De esta suerte, pudimos concretar tres reuniones de líderes de 15 comunidades atacameñas, en la ciudad de Antofagasta, con jornadas de trabajo de 2-3 días en la ciudad, período en que a través de charlas, discusiones y diálogos procurábamos incentivar a los líderes nacientes en su lucha por el reconocimiento de su dignidad cultural. Esta tarea no solo fue muy gratificante para aquellos que participamos activamente, durante tres años, en esta obra de “concientización étnico-cultural”, como me atrevo a designarla, sino que logró plenamente sus objetivos al alertar a no pocos de sus asistentes a emprender una lucha por el reconocimiento de la calidad y singularidad étnica, propia de los atacameños. Los líderes pioneros Honorio Ayavire, primero, y Liliana Cortés, después, que ocuparon altos cargos en la CEPI y en la naciente CONADI atacameña, al igual que Sandra Berna, Mirta Solís, y Manuel Escalante, todos de S. Pedro de Atacama, o Rafael Cruz de Lasana, o Aldo Plaza de Socaire, fueron fogueándose en aquellas ocasiones como dirigentes en estas reuniones convocadas por nosotros para su formación, junto a sus hermanos atacameños.


Estas reuniones realizadas en Antofagasta, con el apoyo irrestricto de Likan Kunza, fueron, a mi entender, decisivas para el mutuo conocimiento entre los líderes representantes de sus pueblos, que antes, evidentemente, a causa de su dispersión geográfica, no se conocían. Con anterioridad a nuestros esfuerzos, los atacameños del norte y los del sur prácticamente o no se conocían o solo se conocían de vista, pero ahora se congregaban para sentirse parte de una gran cruzada etnográfica común.

Podemos señalar, no sin orgullo, que fue nuestro pequeño grupo Likan Kunza, nacido a fines del año 1989 en la ciudad de Antofagasta, el gran motor de la movilización reciente del pueblo o etnia atacameña. Las actividades y viajes al interior que Likan Kunza realizaba para observar in situ los problemas de las comunidades, (S. Pedro de Atacama. Toconao, Solor, son algunos ejemplos), a pedido de las propias comunidades, fueron adiestrando, sin duda alguna, a sus líderes actuales para las tareas que vendrían más tarde, luego de la puesta en práctica de la nueva Ley Indígena.


Los atacameños, antes de nuestra intervención cultural, no estaban organizados. Por el contrario, la imposición por parte del Gobierno Militar de Alcaldes foráneos, sin conocimiento del ethos y cultura indígenas y con evidente anhelo de chilenizar todas las instituciones y formas culturales, fue la causa de la creciente y despiadada pérdida valórica que se percibió entre los años 1980 y 1985.

La muerte del párroco jesuíta, Padre Gustavo Le Paige, acaecida en Mayo de 1980, marca un hito importante en el proceso de la deculturación atacameña. Le Paige, en su calidad de cura párroco, fue el gran defensor no solo de sus costumbres y tradiciones, basadas en su conocimiento profundo de su rico legado arqueológico sino, además, el gran opositor a la llegada de elementos foráneos perturbadores de la unidad étnica y religiosa. Los atacameños sabían que tenían en su cura párroco un defensor ante cualquier intento por perturbar su convivencia y destruir su identidad cultural. Conocemos decenas de anécdotas que confirman esta férrea acción ejercida por el sacerdote belga, en defensa de su identidad.


Será la acción decidida de Likan Kunza en favor de la auto-identificación atacameña, la que logrará años más tarde, la elección del primer alcalde atacameño, en la persona de la atacameña Sandra Berna, valiente mujer originaria de S. Pedro de Atacama. Y la elección de Liliana Cortés, como representante de CONADI en Calama (II Región).


7. La Ley Indígena logró la incorporación de la etnia atacameña gracias al movimiento cultural y étnico promovido por nosotros, a través de Likan Kunza, entre los años 1986 y 1992, sin perjuicio de otras acciones realizadas por muchos otros investigadores, al dar a conocer a los medios científicos, la peculiar cultura y lengua atacameñas. Los artículos sobre cultura y etnia atacameña aparecidos en los periódicos de Antofagasta entre 1885 y 1992, promovidos por Likan Kunza, fueron, a nuestro entender, decisivos para lograr dos objetivos: a) la plena y consciente autoidentificación de los atacameños, como pueblo indígena autóctono del norte chileno, y b) la aceptación, por parte de los legisladores, de los argumentos esgrimidos en pro de la etnia atacameña, como portadora de una tradición cultural singular, original y de muy antigua data.


El argumento de mayor peso, a nuestro juicio, fue el señalar que aun cuando una lengua haya desaparecido, dejando tras sí aparentemente pocos rastros, perduran, sin embargo, en el pueblo una serie de elementos culturales, máxime en el campo de la cosmovisión, de la economía, de la manera de hablar y celebrar (ritos) y aún de su organización social tradicional, que, en su conjunto, merecen plenamente el calificativo de “cultura”. En este aspecto, los antropólogos diferimos del sentir de algunos sociólogos. Pero creemos es un tema de “afinar el olfato” hacia el modo de vida indígena, muy distinto del que tiene su raíz en el largo mestizaje español, propio del campesino de la zona central de Chile.


8. El último capítulo de nuestra lucha por la identidad atacameña, ocurrió con motivo de los debates, en la Cámara Alta del Parlamento, cuando se discutía si los grupos indígenas chilenos, entre ellos el atacameño, constituían un “pueblo” o solo “ una forma cultural”. El Borrador de la Ley Indígena, aprobado por la Cámara de Diputados, mantuvo el término corporativo “pueblo” para designarlos, pero éste fue suprimido por el Senado. En sesión especial e invitado por los representantes del Senado, sostuvimos que el término de “culturas” dado a las agrupaciones indígenas era demasiado débil y frágil, y le privaba enteramente de su connotación social, territorial y étnica. Propusimos, en cambio, ya que el término “pueblo” era tenazmente resistido por algunos Senadores de la República, el término “etnia (ethnos, en griego) que en sentido estricto es casi del todo equivalente al de “pueblo y carece de la problemática legal, propia de su uso habitual en el país: en el sentido de que Chile constituye un pueblo, una nación. Artículos especiales escritos por el suscrito en ese sentido, publicados en Iquique en 1992 y 93 aclaraban este sentido y confirmaban la necesidad de tener un término corporativo propio, que diese consistencia a la agrupación indígena y no meramente el término “cultura” que puede aplicarse a cualquier grupo mixto, aunque proceda de distintos troncos étnicos o lingüísticos.


Querida amiga Daglin: me ha entusiasmado el tema que me has propuesto a mi reflexión. Al menos en las páginas que te entrego quedará –así lo espero - un testimonio para el futuro de lo que fue nuestra modesta acción en apoyo de la identidad de un pueblo, el atacameño, que, por fin, ha sido reconocido y consagrado en la legislación chilena, como una de las etnias presentes hoy día en el territorio nacional con cultura, historia cosmovisión, territorio e identidad propias.


Con mucho afecto para tí, atentamente


Dr. Horacio Larrain Barros (Ph. D.)

Antropólogo Cultural y Arqueólogo
Ex-Presidente de la Agrupación Likan Kunza
para la Protección y Defensa de la Etnia Atacameña
.


(redactado en las fechas que se indica y adaptado para este Blog con fecha 31/08/2008, Iquique, con adición de fotografías de los miembros de Likan Kunza , el día 29/10/2008.


Con posterioridad a la publicación de este Blog, nos envía nuestro amigo Branko Marinov un trabajo reciente del antiguo socio de Likan Kunza, Reinaldo Lagos, titulado: "La Limpia de Canales y Acequias de Santiago de Río Grande: Un complejo cultural ancestral", Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Fondart, Santiago de Chile, Junio 2008, 109 p.

3 comentarios:

Héctor dijo...

Un blog muy currado y muy interesante. Te felicito por la actualización.

Decirte que me pasaré por aquí y que te animo a que sigas escribiendo. Aunque mi especialidad es la sociología, la antropología es una disciplina que me apasiona.

Un saludo.

Dr. Horacio Larrain Barros dijo...

Gracias, Héctor, y nos alegra que nuestro Blog chileno sea leìdo en las lejanas tierras de la Madre Patria. Aquí, Héctor, nos tocó vivir (entre 1984 y 1993) un momento muy trascendental para el futuro cultural de nuestras comunidades indígenas, especialmente aymaras y atacameñas. Hoy día, algo retirado de las lides académicas y de las actuales discusiones de política indígena, creo mi deber dejar para el futuro un legado de lo que nos tocó vivir en esos años aciagos de la dictadura; mis ex-alumnos me han instado a escribir mis recuerdos, lo que no les reprocho, pues es ara mì una ocasión muy propicia para seguir haciendo docencia universitariaa la vez qure tertulia entre amigos.

Anónimo dijo...

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- Thomas