lunes, 7 de marzo de 2016

Referencias tempranas a las ruinas atacameñas de Lasana y Chiuchíu: un trabajo nuestro del año 1972.

Presentamos aquí a los estudiosos de la cultura atacameña un trabajo descriptivo nuestro sobre dos pukaras atacameños, estudio casi del todo desconocido en el mundo científico chileno, y  que fuera editado por nosotros en Iquique,  en el año 1972.

Hemos pensado que este pequeño trabajo no debe quedar o pasar desapercibido. Por eso lo reeditamos aquí en nuestro Blog  en beneficio de nuestros lectores, en especial, como un pequeño obsequio a mis ex-alumnos atacameños  de la Escuela de Pedagogía Intercultural Bilingue de la Universidad Arturo Prat de Iquique (1993-1996).

Nota introductoria: todas las imágenes aquí presentadas  nos han sido facilitadas, a pedido  nuestro, por don Osvaldo Rojas Mondaca, director del Museo de Calama.  La fotógrafa es la Srta. Jennyfer Rojas, de la misma  ciudad. Agradecemos vivamente a ambos este valioso aporte iconográfico que enriquece el trabajo.

En primer lugar, mostraremos algunas imágenes actuales  del pukará de Lasana, para luego reeditar y  comentar el artículo.  En un capítulo posterior de este blog, nos referiremos a los comentarios que en su momento (1972)  nos enviaron tres investigadores de la época: el geógrafo e historiador don Carlos Keller, don Alfredo Hoppe investigador en estética y  el sacerdote arqueólogo, Gustavo le Paige  S.J.

El pukará de Lasana hoy día.

Fig.1. El pukará  presenta lo que queda de sus muros  en su sección que mira al Este.

Fig. 2.  El pukará estaba rodeado de murallas protectoras, asentadas sobre la roca original para facilitar su defensa.

Fig. 3.  La gran destrucción observable aquí, que contrasta con las primeras descripciones de este sitio, se debe  a  la búsqueda incansable de "tesoros" por parte de  huaqueros, y  no pocas veces con finalidades museológicas  (obtención de momias para los museos europeos).  El pukará se alza a la  izquierda del cauce actual del río sobre un  peñón rocoso que cae en forma abrupta al lecho del río.  Arriba, a la derecha, árboles de pimiento (Schinus molle).

Fig. 4.  Pasillos interiores estrechos conducen a los distintos recintos.


                                                       
Fig. 5.   Vano de puerta que conserva aún el dintel  intacto en su  parte superior.


Fig. 6. Algunas habitaciones conservan todavía su alto original,. En general,  todas ellas eran muy bajas, con su techumbre confeccionada de  palos de algarrobo y  ramas.
Fig. 7.  Toda la albañilería observable aquí consiste en piedra natural, seleccionada  a propósito. No  hay, por lo general, trabajo especial de canteado.

Fig. 8.  Otra vista de un ángulo de mismo pukará. La argamasa aquí utilizada para fijar las piedras elegidas  fue simplemente  barro, tal como lo atestiguan los primeros relatos aquí estudiados.
Fig. 9.  Aspecto que ofrece la fortaleza desde el  poniente. Al pie del pukará se distinguen aún las melgas de  terrenos de cultivo antiguas.

Fig. 10.   La destrucción interior, en busca de posible "tesoros" escondidos, ha sido tan grande, que  el restaurador optó por  acumular la piedra  esparcida en el suelo en sectores específicos, formando montones (cúmulos) aquí visibles.

Fig.  11.  Sección del pukará vista desde el  Este.

Mostramos, a continuación, algunas páginas del trabajo original de 1972.

Fig. 12.  Portada de la revista  "Cuadernos de Investigaciones Históricas y Antropológicas" de la Universidad del Norte, Sede Iquique, publicado en Julio de 1972


Fig. 13.   Primera página original del artículo. Se lee hoy con dificultad su texto, bastante borrado por el paso del tiempo.

Antecedentes de este trabajo.

En julio del año  1972, esto es hace ya casi 44 años,  publicamos este breve trabajo  de corte etnohistórico, examinando y dando cuenta de referencias tempranas de viajeros  a las fortalezas o pukaras atacameños, en la cuenca del río Loa, Norte de Chile. En este trabajo, se analizan con lupa las descripciones  hechas por los viajeros más tempranos de que se tenga noticia, mucho  antes del estudio realizado por arqueólogos de formación universitaria como Ricardo  Latcham  (1938)  o Grete Mostny (1948). Se trata aquí de las descripciones de  viajeros, que por diversas circunstancias o por motivos de trabajo, visitaron el sitio y lo describieron. Vincent Bauver (1707), Aquinas Ried (1851), Samuel Valdés (1886), H. W. Nichols (1929). Estas descripciones fueron publicadas por nosotros y analizadas desde un ángulo ecológico-cultural en una pequeña e inconspicua revista, impresa pobremente a mimeógrafo, por el naciente Instituto de Investigaciones Históricas y Antropológicas de la Universidad del Norte, en su sede de la ciudad de  Iquique (Año I. Nº 1, 5 de julio 1972).

Reedición comentada del trabajo de 1972.

Como este trabajo nuestro del año 1972 ha quedado  ignorado en el ámbito arqueológico y etnohistórico nacional -dada, tal vez,  la insignificancia y escasez de la citada publicación universitaria  hecha a mimeógrafo-, nos hemos visto en la necesidad de reeditarlo aquí, darlo a conocer, comentarlo y presentar algunas opiniones que en su tiempo recibió de connotados investigadores. De otro modo, su existencia quedaría en una total penumbra. El trabajo incluye en apéndices ad hoc, el texto de las descripciones hechas por Bauver y Ried, en su idioma original de publicación (respectivamente, francés e inglés).

No se reproduce el texto íntegro del trabajo original en su formato original por  ser éste muy poco nítido y estar escrito, además,  en letras mayúsculas, lo que dificulta no poco  su lectura, pero se  incluirá, como prueba, la fotocopia de algunas de sus páginas. En el original, las notas van al pie de cada página; en esta transcripción auténtica, las notas van, numeradas, al final de trabajo para no entorpecer su lectura.

Texto del estudio.

Título: "Noticias etnohistóricas acerca de las ruinas atacameñas de Chiuchíu y Lasana, Provincia de Antofagasta".

"1. Objetivo del trabajo.

La meta de este estudio es dar a conocer y comentar desde el ángulo antropológico, varias referencias históricas antiguas, referentes a las construcciones prehispánicas situadas en Chíuchiu (ca. 22º 20´S y 68º 40´W) y Lasana (22º 17´S y 68º 39´W), localidades ambas sitas en las márgenes del río Loa, Provincia de Antofagasta. Algunas de ellas han sido citadas en la literatura arqueológica chilena; raras veces, sin embargo, han sido reproducidas in extenso. Las citas, por lo demás, no suelen ser transcripciones directas del original, sino tienen un carácter indirecto, es decir, son citas de citas. Tras diligente análisis de los originales, nos hemos percatado en ocasiones de ciertos errores de traducción y de la existencia de omisiones o aún  adiciones al texto. Este hecho involucra una ligera modificación  en el alcance antropológico de las referencias, acrecentándose, con la nueva traducción, el valor histórico de los documentos que se citan. 
Los documentos relativos a las ruinas indígenas de Chiuchíu y Lasana  se basan en descripciones de testigos presenciales, y abarcan  desde el año 1707 hasta el año 1886. los expondremos  y comentaremos  siguiendo un estricto orden cronológico, presentando al fin algunas conclusiones que brotan del análisis de los mismos. 

2. Texto de las referencias acerca de Chiuchíu y examen de las mismas. [Las notas originales del trabajo van en tono diferente].

En 1942, Régine Pernaud, bibliófila encargada del examen de la biblioteca del Sr. Jean Lebaudy, descubrió una relación inédita de un viaje realizado por el comerciante francés Vincent Bauver  (o Berbau) a las costas de Chile y Perú, en los años 1706-1707 y la dio a luz. Ha sido traducida al español y presentada por el historiador don Eugenio Pereira Salas en el Boletín de la Academia de la Historia (Nota 1).  Al cotejar minuciosamente el original francés con su traducción, pudimos observar cierta libertad de traducción y la omisión -no señalada en el texto-  de 19 líneas del original en la sección descriptiva referente a Chiuchíu. Presentaremos la traducción literal del texto francés y pondremos en el apéndice I el texto en su idioma original. de esta suerte, el lector podrá juzgar por sí mismo. Nuestro objetivo no es llevar a cabo crítica histórica sino mostrar el valor antropológico de los textos.

Las referencias etnológico-históricas del comerciante francés, hechas  en una época muy temprana, cuando las colonias españolas acababan de abrirse al comercio de los navíos franceses, bajo Felipe V, representan, a lo que sabemos, la primera descripción detallada del pukará o fortaleza indígena de Chiuchíu, cuando se encontraba en excelente estado de conservación. Aquí reside su extraordinario valor. El material  aprovechable para el antropólogo es riquísimo, y no se restringe al ámbito estrictamente arqueológico, como veremos. 

He aquí el texto (Nota 2):
  
Yo me dirigí aquel día a una aldea denominada Calama, habitada por 10 a 12 indios; el lugar es agradable, por el pasan varios arroyos bordeados por árboles, pero la tierra no está cultivada; almorcé con mis provisiones, pues los indios no me podían suministrar gran  cosa; de allí partí avanzando ocho leguas más allá, llegando a un gran poblado indígena llamado Chiuchíu, lugar cabecera de la parroquia que tiene 60 leguas de longitud....
Yo me paseé por espacio de tres días por este poblado y sus  alrededores; pasa por él un arroyo que viene de las montañas [el río Loa] en el cual no hay peces, por cuanto se congela todas las noches". [a continuación, viene el párrafo de  19 líneas, omitido en la citada traducción [de Eugenio Pereira Salas] y que introduce ciertas disquisiciones sobre el frío en las cordilleras de América. 

El texto continúa así: 

El torrente de Chiuchíu  está cubierto de patos y de otras aves  a las que no se da caza y que suelen posarse sobre el hielo por las mañanas; remontando un cuarto de legua se conserva a sus orillas una antigua población de indios, que puede tener medias legua de circuito. Las casas están enteras, son muy bajas y mal distribuidas y forman calles [sinuosas]  provistas de esquinas y recovecos, de 4 a 6 pies de anchura. Fue necesaria la presencia  de una gran población   en este poblado, que se encuentra ceñido por murallas dobles, construidas de tierra con troneras próximas las unas a las otras [aptas]  para arrojar flechas, ya que estas murallas no podían servir de defensa sino contra tal tipo de armas, las únicas conocidas por los antiguos indios.  Lo que  sorprendió más que todo el resto, fue que los muros de este poblado están [construidos] de manera tal que no hay lugar alguno que  no pueda ser dominado por otro. Aun cuando no hemos aprendido de los indios esta manera de fortificar, es un hecho que ellos  la poseían antes que nosotros. Alrededor de estas murallas dobles, existen pequeños fosos, no sé si sería para tornar más difícil el acceso a las mismas, o para hacer derivar agua del río, que va cayendo en cascadas y que, [a la distancia de] 20 toesas más arriba, tiene un nivel más elevado que el poblado, a fin de  regar sus tierras que no producen sino maíz, su única alimentación" (Pernaud, 1942: 33-34; las palabras o frases agregadas entre corchetes, son  nuestras). 

Nichols describe a su paso  por el lugar en el invierno de  1926, en su calidad de miembro de la Sección Geológica de la "Captain Marshall Field Brazilian Expedition" estas ruinas (1929:133), a las que fuera conducido por el ingeniero de minas Hermann Eggers. Su descripción, aunque sucinta, corrobora con precisión muchos de los datos aportados por Bauver en  1707,  más de dos siglos antes. He aquí su observaciones: 

"Pucara es otra aldea abandonada, que se encuentra casi adyacente a Chiuchíu. Se asienta en la pampa plana sel desierto de Atacama, en un lugar donde la conformación de la región permite algún regadío mediante las aguas del río Loa,  y hay campos regados en sus cercanías. Es mucho más extensa que Lasana y, al igual que esta última, se supone habría sido abandonada al tiempo de la conquista. Algunos de los mejores edificios han sido techados nuevamente y están en la actualidad habitados por agricultores quechuas (Nota 3).   
Se encuentra en un estado más ruinoso que Lasana. en muchos de los muros, solo se encuentran en su lugar los últimos dos o tres pies de la [obra de ] albañilería. no posee la capacidad defensiva de Lasana por cuanto se alzaba en la pampa abierta y sus sistemas defensivos no eran tan elaborados. Sus defensas consistían en dos murallas, provistas de troneras, cada una dotada de un foso profundo". (Nichols, 1929: 133; (Nota   4).    

Si comparamos ambas descripciones, la de Bauver en 1707 y la de Nicholls en 1929, podemos observar lo siguiente:

A. Se trata, con toda certeza, del mismo sitio arqueológico, si bien Bauver es más preciso para señalar su localización exacta (media legua, esto es poco más de un kilómetro al N del poblado habitado). (Nota 5). 

B. Bauver es, igualmente, más detallado y preciso que el geólogo Nichols, al indicar su superficie: "media legua de circuito"; ofrece, igualmente, más información sobre el sistema defensivo del poblado.

C. El comerciante francés es más explícito respecto a  los materiales constructivos empleados ("baties de terre") (Nota 6)

D.  Con el interés de un geógrafo, o de un arqueólogo, Bauver se pregunta sobre  la utilización exacta de los fosos a lo largo de los muros; duda si serían para robustecer  los sistemas defensivos, o, simplemente, para su aprovechamiento como canales, ene el regadío agrícola. Observa la diferencia  de nivel del río, aguas arriba, respecto del sitio del poblado notando que era perfectamente posible conducir, por simple derivación, agua en canales hasta su emplazamiento. 

E.  En descargo de Nichols, habría que señalar primeramente que la visita de este último fue muy rápida, mientras que Bouver permaneció tres días en la aldea, esperando la visita del Gobernador que venía a su encuentro desde San Pedro de Atacama. Por otra parte, Bauver encuentra el poblado casi intacto ("les maisons en sont entières"), y, en consecuencia, era más fácil observar los detalles.

F. Bauver demuestra notable ojo clínico para captar aspectos de las costumbres de los nativos. Así, descubre la importancia vital del maíz en su alimentación y se extiende  en la explicación del modo de preparación de las "palomitas" de maíz y su harina, que tan frecuentemente se encuentran en las tumbas del área del Loa.

G. Muestra, además, el viajero, francés dotes eximias de observación del medio ambiente y, sin darse cuenta, nos brinda interesantes elementos de juicio. Así sabemos, por ejemplo, que los arroyos que el río loa formaba a la altura de Calama están flanqueados por árboles (Nota 7)   y que abundaban los patos y otras aves en sus aguas, en los aledaños de Chiuchíu. Curiosamente advierte que no se les cazaba por entonces. (Nota 8). 

"Tanto la descripción de Nicholls (1929) como la de Latcham (1936a, 1936b y 1938: 87-89) y la posterior de Mostny (1948), señalan el avanzado grado de destrucción del poblado. A pesar de ello, la descripción de Latcham (1938) ofrece un sinnúmero de detalles, propios de su notable genio arqueológico. En todo caso, es evidente que entre 1707 y 1929, es decir en un lapso de 222 años, se consumó la obra de destrucción del pukará de Chiuchíu, seguramente por obra de los buscadores de tesoros.

"Poseemos, sin embargo, un breve testimonio que nos sirve en alguna medida para salvar esa distancia cronológica e intercalar un nuevo hito en el análisis de estas ruinas. En efecto, es un ingeniero de minas, Samuel Valdés, el que, al visitar la región  a poco de asentarse el dominio chileno de esa zona tras la guerra del Pacífico, nos ofrece algunas observaciones sobre los "pueblos jentiles"  del área de Chiuchíu. No nos cabe  la menor duda de que se trata de  una porción del antiguo poblado,ya descrito por Bauver en 1707. He aquí el texto:

 "Pero lo que llama  mui especialmente la atención de los viajeros, son los restos, que existen en aquellos lugares, de antiguas poblaciones indíjenas, a las cuales se da da hoi el nombre de "pueblos jentiles". Dos fueron los que tuvimos  ocasión de visitar. El primero, de pequeñas dimensiones, se haya situado sobre una colina, en medio de la pampa, a  540 m al norte de la plaza de  Chiuchíu...". (la descripción sigue, refiriéndose al pukará de Lasana, que presentaremos más arriba). (Valdés,  1886: 284-185).

 primera vista, parecería que se tratara aquí de un sitio diferente del descrito por Bauver, Nichols y Latcham. Sin embargo, no nos parece así. creemos que la porción descrita por Valdés, es solo eso, eas decir, una pequeñísima parte del antiguo poblado, y correspondería, nos parece, al recinto fortificado que describe Latcham, situado al S. de esta población prehispánica y muy notoria por su sistema defensivo. Reproducimos el texto de Latcham:

Al extremo Sur de esta población existía un recinto fortificado al cual se debe el nombre de pucará [Latcham se refiere, pues, al sector S. del gran poblado antiguo]. Algunos  de los muros de dicha construcción   están todavía en pie. Tiene un largo de más de  veinte metros, y parece haber tenido  unas división al centro. Su anchura es más o menos ocho m. Los muros en pie tienen una altura de más de tres metros en la parte menos ruinosa, y un espesor de 40 cm. Están perforados de trecho en trecho por troneras, como pequeñas ventanillas de unos 25 cm  en cuadro. Tales troneras están situadas a la altura del pecho del hombre, e indudablemente servían para disparar flechas desde el interior. los restos de numerosas acequias en la vecindad demuestra que la llanura as los contornos del pucará fue regada y cultivada, aunque hoy está completamente seca y sin cultivo". (Latcham, 1938: 88-89).
Conforta observar la notable similitud entre la descripción del regadío en los aledaños, del pukará hecha por  Bauver y -tanto tiempo después-,  por Latcham. El argumento fundamental que nos induce a identificar como uno solo ambos sitios,  es la posición y la distancia respecto al pueblo de Chiuchíu. Según Valdés, el "pueblo gentil" está a  540 m. al Norte de la plaza del pueblo actual. Según Latcham, el poblado (en su conjunto) está a medio kilómetro al N de Chiuchíu y en una llanura situada al oriente del Loa. Es casi del todo seguro que Valdés vio solo un sector, el mejor conservado, del conjunto. Tal vez lo que el denomina "colina", no sea otra cosa más que el montón de ruinas del antiguo gran poblado. Como quiera que sea, nos parece esto una indicación de que por las fechas de la visita de Valdés, "el gran poblado" no era prácticamente perceptible para el ojo no educado arqueológicamente, y solo se veían con claridad las ruinas del recinto S. del mismo, por su mejor estado de conservación.

3. Referencias al pukará de Lasana y examen de las mismas. 

Con mucha frecuencia ha sido citado en la literatura arqueológica chilena un documento de mediados del siglo pasado, escrito por un viajero, médico escocés, y publicado en Londres en 1951. La referencia común procede de la cita que [de] él hace William Bollaert, famoso ingeniero británico de notables dotes de observación etnográfica, que recorrió la provincia de Tarapacá a partir del 1825 (Bollaert, 1860:173). Tuve la fortuna de obtener una copia del  mismo, publicada por el Chambers´s Edinburgh Journal, el 8 de marzo de 1851, y reproducido nuevamente en una  revista editada en Boston, el mismo año  (Nota  9).

No conocemos el nombre de pila de este médico escocés. Se le señala tan solo como el  Dr. Ried (Nota 10).  Sabemos que por entonces el Dr. Ried era inspector general de los hospitales militares de Bolivia y que escribe a un amigo de Ratisbona, donde  se había educado, al enviarle para el museo de la Sociedad Zoológica de dicha ciudad, una pequeña colección de momias extraídas del cementerio de Chiuchíu. (Ried,  1851a: 159). El texto, en lo que concierne a Lasana, es el siguiente:

 "Al extremo noreste de la costa (sic!) arribé a Lasana, una fortaleza de los antiguos peruanos. Se halla construida sobre una lengua de tierra  entre dos brazos de un pequeño río, y parece haber sido el último lugar de refugio a donde se replegaron los peruanos al ser perseguidos por todas partes por los es`pañoles. El estilo de edificación es exactamente similar al de las antiguas  fortalezas medievales alemanas: siendo los muros de  una albañilería rústica [coarse], con infinitas habitaciones pequeñas, orificios y sitios de escondite. Ningún cuarto mide más de ocho pies cuadrados; muchos,  apenas cinco. las puertas tienen una altura de dos pies; las ventanas son pocas  no más anchas que un puño. Toda la ciudad (en ella pudo haber vivido una cantidad de cien a ciento cincuenta familias), está construida como una casa en la cual la gran mayoría [de los pobladores] tenía que atravesar de diez  a quince habitaciones para lograr llegar al propio cuarto. Todo esto, junto con lo agreste del lugar  y las altas terrazas del río que encierran este castillo de los Incas en forma tal, que desde el nivel del desierto uno no se percata de su existencia. [Todo esto, repito] conforma un espectáculo notable. un negro anciano que ha vivido allí abajo desde hace cuarenta años, en las mismas márgenes del río, me dijo que era yo el primer hombre blanco que había  estado allí, durante todo ese tiempo. Los habitantes deben haber  muerto de hambre, por cuanto nosotros  caminábamos por encima de cráneos y huesos. Todos los orificios y rincones están repletos de ellos. La lengua de este distrito 
[se refiere a la lengua autóctona] es en la actualidad desconocida" (Ried, 1851a: 159;  id. 1851b: 83).

No se nos puede escapar la inmensa importancia de este documento. Solo lamentamos de veras que el comerciante francés Bauver no hubiera advertido la presencia . tan próxima a la aldea de Chiuchíu- de este poblado fortificado, para que nos hubiera ofrecido una exacta y sustanciosa descripción, llena de elementos antropológicos. Que sepamos, es ésta la primera descripción que existe del pucará de Lasana. De este relato, brotan  algunas observaciones:

A.   No escapa  a Ried el carácter de fortaleza del recinto amurallado. con notable precisión describe sus cuartos, y la suma estrechez de las comunicaciones internas. Es científico en sus mediciones. Con toda razón, presume se trata de un lugar de refugio para casos de ataque. Alude a la gran cantidad de huesos, visibles por todas partes. Es probable que esto  signifique el saqueo y la destrucción de silos y paredes, en busca de enterramientos, que -según Latcham y Mostny (a938; 1948)-  con frecuencia eran depositados en tales sitios. la Búsqueda de tesoros, tan practicada desde los tempranos tiempos de la conquista,   debió inducir a los españoles  a registrar cada escondite en busca de metales preciosos. 
B. La atención del médico Ried se concentra, además, en aspectos geomorfológicos del sitio, sus características arquitectónicas  y, por cierto,  los detalles biológicos, particularmente el fenómeno de la mamificación natural de los cuerpos humanos.

William Bollaert no visitó personalmente el sitio. En su referencia as lasana, se contenta con retomar expresiones vertidas por Ried, abreviando algún tanto el texto (Bollaert, 1860: 173).  También Bruhl  
(18705-1887) utiliza  las referencias anteriores, sin aumentar su aporte con observaciones personales.  

Nuevas noticias, propias de un testigo importante, nos aporta la vista efectuada por Samuel Valdés, en su estudio Minero-Agrícola presentado al Ministerio del Interior (Valdés, 1886:  184-185). En la sección destinada al análisis  de la agricultura en el área, nos ofrece las siguientes notas sobre el pukará de Lasana:

El segundo  pueblo jentil se encuentra en medio  de la quebrada a 9 kilómetros de distancia de la boca de ésta (11) en una pequeña eminencia o falda de cerro, de forma angular, i sobre pura roca,se nota allí un hacinamiento de escombros en medio de los cuales se ve algunos restos de antiguas habitaciones. Las murallas  son bastante sólidas i trabajadas de piedra y barro; los umbrales  son todos de lajas de granito; i los techos, que ya no existen, fueron hechas de madera de algarrobo, en un tiempo mui abundante en la rejión (12). No hay calles; las habitaciones eran reducidas; i estaban separadas unas de otras, por sinuosas y angostas avenidas. Las murallas de circunvalación  se hallan provistas de gran número  de hendiduras, especies de troneras, formada cada una con cuatro piedras dispuestas en cuadro: parecen destinadas a dar aso a las flechas en caso de defensa. La disposición general de aquellas ciudades i otras circunstancias, revelan la perfecta armonía y estrecha unión  que debió existir entre sus pobladores, pudiendo decirse que todos ellos vivían bajo un mismo techo y constituyendo  casi una familia. Estas presunciones tuvimos ocasión de verlas confirmadas más tarde, al visitar algunos pueblos indíjenas.

Los cementerios de los pueblos citados  se refiere al de Chiuchíu y Lasana, han suministrado siempre  para los distintos museos de Europa y de Estados Unidos, muchos restos humanos y una multitud de objetos i tejidos diversos, propios  para los estudios de raza, de usos i de costumbres de dichos pueblos"  (Valdés, capítulo XXII, párrafo VII, 1886: 184-185).

El mapa que acompaña el libro (Valdés, s/f) señala como "pueblo jentil"   a lam margen izquierda del Loa, el lugar que corresponde al pukará de La sana. Creemos que este mapa es uno de los primeros que registra la ubicación geográfica de este sitio arqueológico.

La lectura atenta del relato de Ried, que corresponde a su visita de 1851, no deja, en modo alguno, la impresión de gran destrucción del sitio. Señala con gran precisión  medias de cuartos, vanos, ventanas y pasillos internos. Valdés, a escasos 33-34 años de distancia, señala la gran profusión de escombros entre los cuales distingue "algunas habitaciones". En ese lapso, evidentemente, aumentó el número de visitantes saqueadores. Convendría cotejar estos datos con las fechas de los primeros asentamientos mineros importantes en el área, particularmente Chuquicamata.

Valdés destaca con precisión los elementos constructivos de las murallas: piedra y barro, la disposición de los umbrales y de las troneras en los muros exteriores. Lo que más parece llamarle la atención, sin embargo,es la extraordinaria concentración humana, en una superficie tan estrecha, la falta de calle auténticas - no meros pasillos- y de adecuados sistemas de comunicación interna. Lo atribuye a una acendrada vida comunitaria, casi del tipo familiar, que habría estructurado su organización social. Constata que aún en aldeas indígenas actuales, no amuralladas,  persiste la misma organización básica.  no podría, pues, atribuirse tal sistema constructivo únicamente  a las exigencias de una vida de campamento militar transitorio, durante los momentos de apremio o asedio. Valdés con mucha razón, a nuestro juicio, ve en ellos  una expresión arquitectónica de la notable trabazón  organizativa de tales comunidades. No tengo presente trabajos antropológicos que intenten relacionar la expresión arquitectónica y urbanística, con los tipos de organización y estructura social. Aquí parecerían darse los elementos  para un análisis del tipo indicado.

4. Conclusiones.

En el presente estudio se ha querido aportar luces para un análisis profundo de la arquitectura y urbanismo de los antiguos poblados atacameños. Nos parece que tal estudio no puede hacerse sin tomar en consideración las características estructurales de la sociedad atacameña (organización y estructura social). Los informes dados a conocer aquí no son  inéditos, pero sí casi del todo desconocidos en el  ámbito sudamericano.   En todo caso, no han sido aprovechados en su vena antropológica, lo que ha sido nuestro principal objetivo. 

Nos hemos concentrado en aportar las descripciones antiguos. Hemos omitido, por eso,  los trabajos más modernos, por cierto más detallados y científicos. Remitimos al lector a los estudios de Latcham (1936a, 1936b, 1938), Rydén  (1944), Mostny (1948), Montandon (1950) y Spahni (1964). Sería tal vez útil una comprobación detallada del aprovechamiento de las fuentes por parte de estos autores modernos y el cotejo con los elementos nuevos aportados por los  relatos no conocidos por ellos.

Creemos que las descripciones y comentarios hechos, pueden contribuir a un mejor conocimiento del modo de vida de los antiguos atacameños, y señalan posibles vetas de investigación
 (urbanística, arquitectónica, reconstructiva, agrícola,  etc.) a los futuros antropólogos.

Si  cotejamos las descripciones entre  sí, la más interesante nos parece ser la de Vincent Bauver. No sólo señala  la importancias de Chiuchíu frente al pequeño caserío de Calama, sino que afirma que la ciudad arqueológica era muy grande. Para las dimensiones normales de los poblados atacameños, un circuito calculado en media legua (aproximadamente 2,3 km.) ha de considerarse de gran importancia. Tanto Nichols (1929)  y Latcham  (1938), como Mostny (1948), concuerdan en afirmar que el pukará de Chiuchíu fue evidentemente mucho más grande que el de Lasana. Y no resulta esto sorprendente, si tomamos en consideración el hecho de que en el tiempo de la visita de Bauver, Chiuchíu (la aldea actual) estaba ocupado por numerosos descendientes  de los antiguos atacameños. Hoy Chiuchíu tendrá escasamente unos 100  pobladores  o menos que practican una agricultura muy precaria en el lecho del valle, y un pastoreo más o menos transhumante de ovejunos, de escasa consideración. Este hecho nos plantea con  fuerza el problema derivado del aprovechamiento de los recursos del río Loa, mucho más intenso en el pasado que en la actualidad. Imaginemos una población aproximada de  750 habitantes, morando en el pukará de Lasana, si aceptamos los cálculos de Rydén y Montandon, curiosamente coincidentes con los del viajero Ried en 1851. De acuerdo a todas las informaciones, una población bastante superior debió vivir en el pukará de Chiuchíu (13). Si modestamente suponemos una población cercana a los 1000 habitantes para el pukará de Chiuchíu (14)  podemos imaginarnos el grado de utilización agrícola y la importancia del pastoreo de auquénidos en dicha área. Testimonio de lo cual, por otra parte, es la afirmación de Bauver y demás viajeros, respecto a los campos de cultivo totalmente estériles y abandonados en las proximidades del pukará, en plena llanura, que habrían sido regados por canales desviados del lecho del Loa. Con estas cifras en la mano, podemos comprender mejor por qué podían los indios de Atacama ser considerados, a fines del siglo XVI, capaces de ofrecer enconada resistencia a los encomenderos españoles, y ser tildados de "muy belicosos" por Lizárraga (Cfr. Lizárraga, Libro I, Capítulo 68, edición 1968:50). Su número por entonces  debió ser aún importante.
  
Si los antiguos  fueron capaces, con medios rudimentarios y casi sin el empleo del metal en las herramientas de trabajo, de explotar al máximum los estrechos sitios planos próximos al río Loa y sus afluentes, esto querría decir que la aplicación de la tecnología moderna en dichas áreas debería ser capaz de  superar ampliamente las cifras  de población  o densidad demográfica, permitiendo, máxime cuando existen en las cercanías importantes centros mineros o industriales, una explotación intensiva de los recursos naturales  y u   suministro fácil de excedentes. Desde el punto de vista ecológico, son también significativos los datos que nos aporta Bauver.  Ellos nos hablan del equilibrio que el hombre prehispánico supo mantener ( o renovar) con la naturaleza. Aunque populosas (en términos de vida en el desierto), sus aldeas sabían mantener la vegetación arbórea y renovarla con frecuencia, de acuerdo a sus necesidades básicas de combustible y materias primas constructivas o domésticas. Nada queda hoy de los árboles que, al decir de Bauver, flanqueaban los arroyuelos junto a Calama de los cuales fue también testigo Frézier (15) poco antes de llegar a Calama. 

La actividad minera en la zona destruyó rápidamente toda la riqueza forestal (consistente principalmente en molles o pimientos, algarrobos y chañares). Tan solo los pobres habitantes de Chiuchíu aún defienden, con dientes y uñas, los poquísimos molles (Schinus molle), algunus seguramente centenarios, que se yerguen a la vera  de sus desiertas calles.

Creemos que los datos de las fuentes citadas, junto con las investigaciones científicas posteriores al año 1930, pueden reconstruir los elementos básicos de la arquitectura y urbanismo atacameños. Más aún, si se hacen excavaciones destinadas a acrecentar  muestro conocimiento en este terreno y a reconstruir, con fines turísticos y científicos, los poblados del pasado.

Desde el punto de vista histórico, creemos que la narración de Bauver puede modificar algunos aspectos del relato de Frézier. Frézier no estuvo en Chiuchíu  y yerra claramente cuando le asigna una población idéntica a la de Calama (8 o 10 indios). (Frézier, 1732:131). Bauver es explícito  al afirmar que Chiuchíu era un gran pueblo (un grand bourg) y se refiere, por cierto, al poblado actual.

Finalmente, los relatos estudiados nos aportan información fehaciente acerca de los destrozos y saqueos verificados con el correr del tiempo, dándonos así datos para una historia de las explotaciones arqueológicas en el Norte de Chile, uno de cuyos capítulos, el más doloroso por cierto, es el de los saqueos.


 Horacio Larraín Barros
Director del Instituto de Investigaciones Antropológicas 
Universidad del Norte, Iquique. 

(El trabajo trae dos apéndices, con las descripciones en su lengua original, los que reproducimos aquí).

Apéndice  I.

Texto de Vincent Bauver  (1707).

Je me rendis ce jour dans un village nommé Calama,  habité par 10 a 12 indiens; le lieu est três agréable, il y passe plusieurs ruisseaux bordés d´arbres, mais la terre  n´y est pas cultivé; j' y dinai avec mes provisions car les Indiens ne pouvoient pas me fournir grand chose;  J´en  partis pour aller 8 lieues plus loin, dans un gros bourg d' Indiens nommé Chiuchiu, chef lieu de la paroisse qui a 60 lieus de long...

"...Je me promenays pendant trois jours dans ce bourg et aux environs; il y passe un  torrent qui vient des montagnes  dans lequel il n´ a de poisson, parce que la glace toutes les nuits...

"Le torrent de Chiuchiu est couvert de canards et autres oiseaux qu´on ne chasse point et qui sont sur la glace au matin; en remontant un quart de lieue, on voit au bord, une ancienne ville d'  Indiens qui peut avoir demie lieu de circuit, les maisons en sont entiéres, il n´ y manque que la couverture, toutes basses, mais arrangées ce qui forme de rues en coins et recoins, de 4 a  5 piez de large;  il falloit qu' il  y eut un trés  grand  peuple  en cette ville, qui est  enceinte des doubles mourailles baties de terre avec meurtriéres proches les unes  des autres por tirer des fléches, ces murs ne pouvant servir a d'autres défenses que contre ces armes, celles connues des anciens Indiens. Ce qui me surprit plus que tout le rest, c'est que ses murs de ville sont tous de maniére qu' il n'y a pas  un seul endroit qui ne puisse etre battu par un autre; si nous n' avons pas appris des Indiens cette maniére de fortifier, il est certain qu' ils l' avoient  avant nous; il y a autour de ces doubles murailles de petits fossés, je  ne scay si c' etoit por en rendre l' approche plus difficile, ou si ce n' etoit point our saigner la riviére qui tombe per sauts  et qui á  20 toises au dessus, est bien plus  haute que la ville  afin d' arroser leur terres qui ne produisent que du mais,  dont seulement ils se nourrisssent." (1942. 33-34).

(Pernaud, ed.,  1942: 33-34).


Texto del médico Dr. Ried (1851).

 
At the   north-east end of the coast  I reached Lasana, a fortress of the old Peruvians. It is built  on a tongue of land between the two arms of a small river, and appears to have been the last place of refuge whither the Peruvians withdraw when pursued by the Spaniards. The style of building is exactly similar to that of our old german marauder fortresses -the walls being of coarse masonry, and the small rooms, holes, and hiding places  endless and indescribable.  No room is more than eight feet square, many scarcely five; doors two feet in height; windows few in number, and those not larger than one' s  fist and  with the whole town (a hundred or a hundred and fifty families perhaps may have dwelt there) built like one house, in which the greater part had to pass through from ten to fifteen rooms to get to their own appartment. 
All this, together with the wildness of the site, the high river-banks, which so cover this castle of the Incas, that from the level of the desert one is not aware of its existance-  form a remarkable spectacle. An old negro, who has lived down by the river for upwords of forty years,  told me I was the first white man who had been seen there in that time. The inhabitants must have died of hunger, for we literally stand and walk on skulls and bones. Every hole and corner is full of them. I was unable to find out the meaning of the word Lasana. The language of this district is now unknown".

(Ried, 1851a: 159).


Notas originales del texto:

 1. Año XXVII, Nº 62, 1960. 

2. La traducción es nuestra.

3. En  1929 era frecuente atribuir  todas las ruinas del norte chileno a la influencia quechua. Ahora sabemos que sus constructores fueron atacameños.

4. La traducción es nuestra.

5. Latcham (1938: 87-88) señala su ubicación: a medio kilómetro al N del actual pueblo de Chiuchíu... construido en una llanura al lado oriente del río Loa", y agrega, que  "ha ocupado un espacio  de varias hectáreas".

6.  Según Latcham, que conoce estas ruinas hacia  1935, a más tardar, "las construcciones eran de piedra en lajas, bien ajustadas y cementadas con argamasa de barro" (Latcham, 1938: 88). Queda la posibilidad, no muy plausible  mi juicio, que las murallas hayan estado enlucidas en barro, por encima de la piedra) , y mucho más minucioso en la descripción de sus angostas callejuelas de circulación interna, que forman recovecos  y un verdadero laberinto de esquinas. 

7.  Debieron ser, muy probablemente, pimientos o molles (Schinus molle) y algarrobos (Prosopis sp.) y aún chañares (Gourliaea decorticans). 

8. Este dato es interesante, por cuanto las excavaciones arqueológicas realizadas en el cementerio de Chiuchíu arrojan con frecuencia  puntad de proyectiles muy pequeñas, probablemente utilizadas en la caza de aves ribereñas o pequeños mamíferos (Cfr. Rydén, 1944). 

9. Publicada por Littel and Son. La reproducción es una copia exacta del artículo del Chamber´s Edinbourgh Journal (Ried, 1851b). 

10. No pocas veces o siempre, ha sido citado por error como Reid. El error ya se deslizó  en la cita del mismo Bollaert, en texto referente a Lasana, en el que reproduce casi textualmente, la descripción de que es autor el escocés (Cfr. Bollaert, 1860: 173).
  
11. Se refiere a la confluencia de los ríos Loa y Salado.

12. Es notable el interés de Baldés por los detalles arquitectónicos. Por vez primera, la descripción de Lasana adquiere ribetes que podríamos calificar de científicos.

13. Prescindimos en este momento del problema de si estos pukarás eran sitos  transitorios o permanentes de habitación. para nuestro propósito, da lo mismo, pues no cambian las cifras de población.

14.  Llegamos a este cálculo aceptando  la apreciación de que en Lasana había capacidad  para unas 150 familias. Esta cifra ser multiplica por cinco para obtener el total de miembros. Los autores, por otra parte,  están acordes en conceder que Chiuchíu era mucho más grande que Lasana (Cfr. Rydén, 1944; Montandon, 1950).

15. "Deux lieües avant que d´y arriver [a Calama], on passe dans un bois d´algarrovos, espèce  de Tamaris". (En español: "dos leguas antes de llegar allí [a Calama], se pasa por un bosque de algarrobos, especie de tamarindos"  (Frézier, 1732: 131).

Bibliografía usada en el texto (tomada del texto original).

Fig 14:  bibliografía pág. 1.


Fig. 15. Bibliografía  pág. 2.


Fig.16.   Texto de la referencia hecha por Gustavo le Paige sobre el pukará de Chiuchíu. Copiado a mano por nosotros de su trabajo:  "Antiguas culturas atacameñas en la cordillera chilena", Anales de la Universidad Católica de Valparaíso, N°  4-5,  1957/58.   Este texto, agregado nuestro posterior,   nos lo señaló el propio le Paige, al acusar recibo de nuestro trabajo a mediados del año 1972. Nos parece muy valioso como complemento del artículo nuestro.

Colofón.

Hemos querido presentar a nuestros lectores, amantes de las culturas indígenas americanas, este texto nuestro antiguo, redactado hace 44 años, en el que ya se insinúa  nuestra  preocupación y énfasis por la ecología  cultural,  perspectiva que hemos conservado hasta el día de hoy y perceptible en numerosos capítulos de nuestro blog.


2 comentarios:

Daniel Sepulveda Voullieme dijo...

Muy interesante articulo. Muchas gracias profesor por la valiosa información. Solo quisiera agregarle que el médico, supuestamente escoces, que escribe sobre Lasana con toda seguridad, no se trata de un viajero escocés sino del inmigrante alemán Aquinas Ried, residente en Valparaíso, médico y músico, autor de la primera ópera chilena Telésfora. Entre 1847 y 1848, el Dr.Ried fue profesor de química, patología y obstetricia de la Escuela de Medicina de Chuquisaca (Sucre), para lo cual debió trasladarse de ida y regreso en mula con su familia cruzando el desierto de Atacama. Después de dicho viaje le escribe a un amigo de Ratisbona, Baviera, cercana a su castillo natal de Strahlfeld, al enviarle para el museo de la Sociedad Zoológica de dicha ciudad, una pequeña colección de momias extraídas del cementerio de Chiuchíu, el siguiente texto, conciernente a Lasana

Dr. Horacio Larrain Barros dijo...

Daniel: Le agradezco mucho su valioso aporte sobre la identidad real del Dr. Aquinas Ried. Sería de especial interés saber si en algún museo en Ratisbona se conservan aún hoy las momias enviadas por el médico Ried en dicha ocasión y si han sido sometidas a algún estudio allí. Hoy está muy de moda el estudio acucioso de momias antiguas con finalidades diversas (patológicas, raciales,alimentarias, epidemiológicas, etc.). Es mucho lo que ellas pueden aportar hoy al conocimiento científico tal como se ha hecho en el norte de Italia con el cuerpo congelado del cazador alpino Ötzi, hallado intacto al deshielarse el sector de su deceso en los Alpes, junto a la frontera con Austria. ¿Sabe Ud algo a respecto?.
Atentamente y especialmente agradecido de su aporte,

Dr. Horacio Larrain B., (Ph.D.)