Un aluvión previsible: lección para el futuro.Rara vez tenemos la ocasión de presenciar, de cerca, los efectos desastrosos de una gran avenida de agua. Las dolorosas fotografías que siguen, muestran bien los efectos que tuvo en el valle y quebrada de Quisma, junto al poblado de Matilla, en la Región de Tarapacá, el aluvión que se desató con fuerza el día 11 de Marzo de este año 2012, hacia las 11 de la noche. Perduró hasta el amanecer del día 12 arrasando con casi toda la vegetación del fondo del valle y numerosas parcelas de cultivos de cítricos y mangos. Algunos vecinos afectados, consultados por nosotros, cuentan del ruido ensordecedor que se sintió durante toda la noche. No hay registros fotográficos del momento exacto del evento, que sepamos, por cuanto el evento ocurrió de noche. Sus efectos, que describiremos en detalle, constan parcialmente en este registro. El set de fotografías que hoy exponemos, da cuenta de la situación observada directamente por nosotros varios días después, en la mañana del día 20 del mismo mes de Marzo. La empresa del agua potable (Aguas del Altiplano), dueña de los derechos de agua en el sector de Chintaguay, se vio obligada a reparar diversos destrozos causados a algunas de sus instalaciones y, por lo tanto, dejó correr por un par de días, el agua río abajo siguiendo el curso exacto del aluvión reciente, tal como se observa en estas fotos. Normalmente, como todos sabemos en esta región, casi nunca corre hoy agua por el fondo de este valle. Fue secado arbitrariamente por las autoridades chilenas ya en la década del 20 del pasado siglo, para dar agua a Iquique. En su época, numerosas familias del valle de Quisma fueron privadas de sus aguas de riego, y obligadas, por tanto, a abandonar el valle definitivamente. Jamás se les resarció económicamente de esta terrible pérdida. Hasta hoy, reclaman porfiada e inútilmente por el daño inferido. Detalles de este vil despojo y sus consecuencias para los "vallesteros" (como se autodenominaban sus pobladores) , nos refería el ya fallecido líder matillano don José Contreras entrevistado por nosotros en febrero del año 1986, siendo de edad de más de 90 años. Esperamos publicar luego, en este mismo Blog, dicha entrevista in extenso. Es ciertamente conmovedora pero a la vez, airada y acusadora. El agua termal que aflora en forma natural (surgente) en el sector de Chintaguay es captada por bombeo y por medio de gruesas cañerías es enviada a la localidad de Pica y Matilla, y en buena proporción, abastece también de agua potable a la ciudad de Iquique. A la entrada del valle de Quisma, en una gran piedra que ha sido erigida junto a la capilla de Santa Rosa de Lima (patrona del valle), se ha tallado, para perpetua memoria, los nombre de todas las familias vallesteras afectadas. El arqueólogo Lautaro Núñez Atencio, en un sentido artículo publicado en la revista de Antropología chilena "Chungará" (de la Universidad de Tarapacá), nos hace sentir los ecos de esta tragedia y nos transmite fielmente los sucesos. Su familia, fue una de las afectadas por el despojo. El artículo se titula: "Recuérdalo, aquí estaba el lagar: la expropiación de las aguas del valle de Quisma (Iª Región)", (Revista Chungará, Nº 14, 1985: 157-167 en pdf : http://146.83.108.153/Vols/1985/Vol14/Recuerdalo_aqui_estaba_el_lagar.pdf).
Un aluvión de proporciones. Probablemente, se trata del aluvión más grande ocurrido en la zona en los últimos cien años. Tal vez semejante o superior al del año 1884. No existe recuerdo en la memoria humana de esta región de otro anterior tan intenso y devastador como éste. Veamos primero las impresionantes fotos que acompañan este capítulo del Blog, para luego sacar nuestras propias conclusiones- fuertemente acusadoras- de carácter histórico y eco-antropológico. Fig. 1. Aquí se puede apreciar la profundidad que alcanzó el labrado subsiguiente al aluvión inicial que llenó de arena el cauce y dejó como testigo esta terraza fluvial. En su base, se puede ver la maraña de arbustos y plantas sepultadas por la fuerza inicial del fenómeno. (Foto H. Larrain) Fig. 2. Foto tomada en el área de ingreso a la pampa desierta, tras haber atravesado las huertas de Matilla. Al fondo, las últimas arboledas del oasis de Matilla (Foto H. Larrain).
Fig. 3. Semejante a la anterior. Obsérvese la potencia del cauce en su primera y feroz arremetida (Foto H. Larrain). Fig. 4. En la misma zona anterior, a un par de kilómetros de las últimas huertas matillanas (Foto H. Larrain). Fig. 5. A ambos costados, se puede ver la superficie anterior que alcanzó a ser inundada por el evento antes de abrirse un cauce más profundo. (Foto H. Larrain). Fig. 6. Al fondo, las arboledas de Matilla. En esta forma penetró el incontenible aluvión en la superficie de la pampa. (Foto H. Larrain).
Fig. 7. A 1 km al Oeste de Chintaguay. Paredón rocoso de unos 30 m de alto que fue perforado en el Holoceno para crear la actual quebrada profunda (Foto H. Larrain).
Fig. 8. Vista de Este a Oeste, a medio camino entre Chintaguay y el área actual de la capilla de Santa Rosa. Se yerguen, impávidos, hermosos ejemplares del sauce chileno Salix humboldtiana. En la parte alta, ejemplares de chañares. (Foto H. Larrain).
Fig. 9. Las antiguas terrazas fluviales, como aquí se ven en primer plano, más alejadas del centro de la quebrada y que corresponden a las más antiguas, no fueron afectadas por el evento del aluvión (Foto H. Larrain).
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Fig. 10. En este profundo corte labrado por las aguas a través de los milenios, es posible ver la notable superposición de estratos geológicos depositados por efecto de coladas volcánicas. Abajo, el labrado más reciente efectuado en pocas horas por la bajada incontenible de las aguas durante unas 6-8 horas consecutivas entre los días 10 y 11 de Marzo recién pasado. (Foto H. Larrain).
Fig. 11. Aquí, el agua perforó varios metros de su antiguo lecho, dejando un grueso manto de arena estéril. Los cultivos en altura, al fondo, se salvaron del desastre. (Foto H. Larrain).
Fig. 12. El profundo cauce labrado por la avenida desnudó la antigua superficie de su vegetación anterior. Esta o fue arrastrada o ha quedado cubierta por metros de arena. (Foto H. Larrain)
Fig. 13. Aqui se puede apreciar como el torrente de aluvion cubrió de arenas, en su primera arremetida, casi todo el piso de la quebrada, sepultando árboles y arbustos y dejando a la vista restos informes de ramas y troncos (Foto H. Larrain).
Fig. 14. Sector próximo (al weste) al área de Chintaguay. Encajonamiento del río entre las altas paredes rocosas. Nótese el extraño efecto óptico a la derecha del cuadro. No es un OVNI, por cierto (Foto H. Larrain).
Fig. 15. Vista de Oeste a Este. Macizos rocosos antiguos perforados durante el Holoceno temprano, (Foto H. Larrain).
Fig. 16. Antigua construcción colonial, hecha de adobes, testigo de la temprana ocupación del valle por los españoles. Situada a unos 15-20 m por sobre el lecho de la quebrada, no sufrió los efectos de la avenida. (Foto H. Larrain).
Fig. 17. Esta foto permite apreciar el labrado reciente del fondo del lecho. Una inmensa cubierta de arena fue perforada varios metros dejando a este solitario ejemplar de chañar (
Gourliaea decorticans) apenas aferrado a sus márgenes. Atrás, la gigantesca duna avanza sobre la superficie de la quebrada. (Foto H. Larrain).
Fig. 18. Lo que quedó en el fondo de la quebrada: Macizos de cañaveral (
Phragmites communis) parcialmente arrancados o sepultados por la fuerza de la avenida. (Foto H. Larrain ).
Fig. 19. Vista que muestra el lecho de la quebrada seca otrora cultivada. Todo ha quedado cubierto de mantos de lodo y arena estéril. (Foto H. Larrain).
Foto 20. Estos dos ejemplares del hermoso sauce chileno, de unos 15-18 m. de altura, se salvaron del desastre. No tuvieron la misma suerte los cerca de 80 pozos profundos, excavados por los parceleros en el lecho mismo de la quebrada. Hacía más de 40 ó 50 años que no bajaba, impetuosa e incontenible, el agua por este cauce y muchos parceleros, en su mayoría recientes inmigrantes aymaras ignorantes del pasado local y su historia, habían instalado sus pozos de riego en el antiguo cauce. Lo perdieron todo. La autoridad comunal de Pica debió prever esta situación y prohibir estos cultivos de fondo de valle, que aunque muy de tarde en tarde ocurre y puede seguir ocurriendo en el futuro próximo. Pero, ¿tenía la autoridad regional los técnicos capacitados para saber reconocer las lecciones del pasado?. Obviamente, no.
Moraleja: más allá del desastre natural se impone una profunda y severa reflexión.
Lo que hemos mostrado aquí para lección de las generaciones jóvenes, era algo algo perfectamente previsible para los que manejamos la vieja historia regional y su geografía. Cualquiera que haya leido la obra de don Guillermo Billinghurst, el gran geógrafo peruano titulada La Geografía de Tarapacá (Santiago de Chile, Imprenta de "El Progreso", 1886) sabría de la periódica existencia de estas avenidas o aluviones que, a su juicio, fueron la causa de la presencia soterrada de enormes troncos de tamarugos en plena pampa. Troncos que los buscadores de leña explotaban para leña y carbón en los trapiches mineros de la plata de Huantajaya en La Tirana y otros lugares donde se asentaban los "buitrones" o lugares de refinación del precioso metal.
Advertencias de la historia regional.
Billinghurst, excelente conocedor de la realidad tarapaqueña, reseña la presencia de fuertes avenidas en la pampa, las que en más de una ocasión amenazaron con destruir los establecimientos salitreros de entonces (Cala Cala, Mapocho, San Jorge, Flor de Huara). Nos dice en su obra:
"las últimas lluvias y las últimas inundaciones se experimentaron, en la Pampa del Tamarugal, a mediados del siglo pasado [esto es, a mediados del siglo XVIII]. En los años 19 y 23 del presente siglo [esto es 1819 y 1823], hubo, sin embargo fuertes avenidas.Desde aquella fecha hasta el presente [esto es, 1886] los únicos fenómenos hidrográficos de que hay sido teatro la pampa son las avenidas de 1852, 1859, 1868, 1878 y Enero y Febrero de 1884" (1886: 36).
Poco o nada sabemos sobre las fluctuaciones climáticas en la zona del Tamarugal a lo largo de los siglos y menos aún acerca de sus causas más profundas. Sólo sabemos que lo que ocurre en el Tamarugal depende directa e inmediatamente de la intensidad y frecuencia de las lluvias en el Altiplano. Estas se precipitan, incontenibles, por todas las quebradas. Y este año el fenómeno ha sido particularmente intenso en el extremo norte chileno desde las quebradas de Arica hasta la misma zona del Salar de Atacama ( inundaciones y destrozos ocurridos en San Pedro de Atacama y Toconao). El fenómeno del aluvión reciente, que acabamos de describir, podría marcar -¿quién podría saberlo?- el inicio de un período de mayor humedad, como fruto de un incremento significativo en las lluvias altiplánicas. Acabamos de recibir carta del zoólogo y entomólogo Alfredo Ugarte Peña. Viene de recorrer San Pedro de Atacama y su zona. Nos relata que los baños de Puritama, bien conocidos desde la época del viajero Rodulfo Amando Philippi, ya no existen; que la quebrada de Kheri o Jeri en Toconao (no "Jerez" como erróneamente suele llamársele) carece hoy prácticamente de vegetación: fue totalmente arrasada por le reciente aluvión. Las especies raras de insectos halladas otrora aquí por Luis Peña Guzmán, pasan ahora a ser especies francamente "relictas" o, tal vez, definitivamente extinctas.
Motivo de seria y profunda reflexión.
La constatación de los terribles efectos que este aluvión ha traido consigo nos debe hacer reflexionar profundamente. Tanto a las autoridades como a los científicos y técnicos de diversas disciplinas. Porque nos plantea terribles y complejos interrogantes.
a) en primer término, nos enseña que los especialistas en el estudio y análisis del espacio y de la superficie terrestre, los geólogos y sobre todo los geógrafos, son los especialistas indispensables para la planificación concreta de obras de desarrollo en cualquier lugar del planeta. Porque ellos saben interpretar los "signos" de la evolución del paisaje y del clima a lo largo del tiempo. Pero esta especialidad es hoy día una muy rara avis en las Municipalidades y aún en los Gobiernos Regionales y, generalmente, está ausente. Son los geógrafos, mucho más que los arquitectos, o los ingenieros, los que saben escrutar, en la "historia larga", las causales de la evolución del paisaje, porque han sido preparados para ello, en especial los geógrafos físicos, geomorfólogos, geólogos y climatólogos. Estos especialistas son los que están advirtiendo en Aysén, en este preciso instante, acerca del inminente peligro de construir enormes represas en sitios de fallas geológicas bien conocidas. Geógrafos y geólogos conocen de la "historia larga" - en el sentido de Braudel-, porque es parte vital de su oficio: el estudio profundo de la conformación de la tierra y sus cambios a lo largo del tiempo;
b) Hasta ahora, a través de los registros pluviométricos tenemos la clara evidencia del desarrollo de un largo período notablemente seco, el que se ha ya extendido por muchos decenios. Este inusual evento de este año 2012 podría constituir una primera señal de alerta de que el ciclo tan seco empieza a revertirse, tal vez, y podría hipotéticamente estar llegando a su fin. No lo sabemos con certeza pero debemos estar alertas y vigilantes.
c) Las autoridades municipales debe quedar advertidas de la fragilidad y incertidumbre respecto al clima y deben prohibir- mediante decreto municipal- todo tipo de construcciones definitivas que pretendan erigirse al alcance de las eventuales aguas. Todos los plantíos de frutales y todos los pozos de agua deben quedar muy por encima del fondo de los valles, cuya conformación el aluvión - tal como aquí lo hemos visto- se encarga de modificar a su antojo. Podría, a lo más, ejecutarse trabajos de plantación de verduras y hortalizas anuales en terrenos amenazados, porque su inversión es notablemente menor, pero siempre advirtiéndose a los usuarios acerca del peligro latente.
d) Los pueblos antiguos, en época incaica, eran sin excepción instalados lejos de los cursos de las aguas por esta misma causa. Por eso han subsistido hasta el día de hoy. Sabia medida precautoria que hoy, cuando pretendemos saberlo todo, se hace más necesaria que nunca, a medida que se incrementa la población en nuestros valles tarapaqueños con la llegada, sobre todo, de legiones de familias aymaras procedentes de Bolivia, las que ocupan, sin que nadie, les diga nada, esos espacios, aparentemente "abandonados". Hoy sabemos que por algo estaban "abandonados".
Una vez más, constatamos que la historia es -como decían ya los romanos.- "magistra vitae", esto es, "la maestra de la vida" y de ella deberíamos aprender continuamente, en cada toma de decisiones importante. Lamentablemente, tal como se quejaba amargamente el filósofo español Ortega y Gasset, ni los economistas ni los sociólogos (los supuestos "maestros" consagrados, los grandes "gurús" consultados en el presente) suelen ser expertos en la historia nacional, regional o local. Generalmente la desconocen o sólo la conocen en períodos muy cercanos al nuestro (en la llamada "historia corta") . No han escrutado ni analizado -como señala agudamente el historiador francés Fernand Braudel- sus ciclos más largos: los siglos y los milenios. A través de ellos es posible entender o al menos entrever, el futuro. La prueba más evidente de lo dicho está en el tema objeto de este análisis: el descuido o el menosprecio (seguramente no pretendido) por la "memoria de los viejos", por los "recuerdos del pasado".
Epílogo.
El viejo refrán castellano una vez más nos da toda la razón: "más sabe el diablo por viejo que por diablo".
Si hubiésemos tenido en cuenta la "historia regional" y las lecciones evidentes de la geografía regional en los actuales planes de desarrollo, todo habría sido ciertamente diferente. ¿Cuánto dinero habrá que invertir hoy en la absurda corrección de errores evidentes hechos sin criterio en un pasado reciente?
"Historia, magistra vitae". Recordemos, si no, los tarapaqueños lo que ocurrió con la compañía minera japonesa que se instaló en la quebrada de Sagasca. Sus instalaciones fueron literalmente "barridas" hace unos 25-30 años atrás.
"La historia es - verdaderamente- maestra de la vida".
El desierto, aunque parece tal, a veces nos juega muy malas pasadas y se convierte en un increíble e inmanejable potencial hidráulico. No creo que nadie halla tratado de calcular la cantidad de kilómetros cúbicos de agua que se precipitaron sobre la Pampa del Tamarugal. Aguas que en un pequeño porcentaje (tal vez menos de un 20%) contribuirán a enriquecer y reabastecer los ya escuálidos y sobreexplotados niveles freáticos de las napas subterráneas. En una sola quebrada, Quipisca, se ha calculado en más de 60 m3 por segundo el volumen de agua que por horas asoló dicha quebrada. Si algún día nuestros ingenieros pudiesen diseñar allí mismo inmensas fosas subterráneas para represar esta cantidad de agua, podríamos, tal vez, abastecer por décadas todo el norte chileno. El agua bajó en esta ocasión incontenible por todas las quebradas (activas o secas) que dan al Tamarugal, desde Camiña hasta la quebrada de Guatacondo.
Ojalá que en el futuro los planificadores incluyan en sus planes de desarrollo (minero, eléctrico, vial, urbano, rural) a estos expertos del espacio que son quienes conocen por oficio la evolución del paisaje y sus recursos. Ojalá.!
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