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El artículo que aquí reproducimos, fue escrito en forma de Conferencia en el año 1986, esto es hace casi 26 años. Sin embargo, sus conceptos, sus ideas, resuenan todavía hoy como modernos, contemporáneos. Porque si en los tiempos de Cousteau el problema acuciaba, hoy día es mucho más apremiante y angustiante aún. Todavía no vemos que los gobiernos de los países más industrializados, y por ende (extrañamente) más contaminantes del mundo, "se pongan las pilas" y se atrevan a atacar el mal de raíz. La última "Cumbre sobre medio ambiente", en diciembre 2011 en Durban (Sudáfrica) nos dejó un pésimo sabor de boca. Estados Unidos aún no se suma al acuerdo de Kyoto y sus lógicas exigencias de bajar considerablemente las emisiones. Los principales países contaminantes del mundo: USA, Rusia, y China pospusieron las exigencias ambientales acordadas en el Acuerdo de Kyoto, hasta el año 2017. Canadá, con toda razón, ha reclamado con indignación que estos países deben sumarse y formar parte del Acuerdo de Kyoto, justamente por ser los mayores contaminantes del globo. Pero éstos- contrariando el sentir universal, usan la ignominiosa política del avestruz de esconder la cabeza bajo tierra, e ignorar el problema. o como decimos en Chile, de "chutearlo" (lanzarlo) para un análisis en el futuro. Claro!, esto es mucho más cómodo! El lobby y el poderío de las grandes empresas extractivas de petróleo de estos países es simplemente arrollador y decisivo a la hora de tomar las grandes decisiones de carácter planetario. Estos enormes consorcios internacionales son "ciegos" a esta realidad ecológica, por añadidura, "sordos" al clamor de sus pueblos. Sólo piensan en hacer jugosas ganancias hoy. El futuro, ¿qué les importa? Sospecho que un buen día pagarán por ello, y serán sus propios pueblos, "indignados" y agobiados, los que les asestarán un formidable golpe de gracia.
Así, igualmente, nos engatusan aquí en Chile, día a día, en los famosos "Estudios de Impacto Ambiental" (EIA) de los mega-proyectos. Nos hablan con palabras dulces de su "excelente disposición" a "mitigar" los efectos de los daños, los cuales se nos trata de presentar como absolutamente ineludibles, "inherentes al progreso". O sea, en buenas cuentas, nos quieren hacer "comulgar con esta rueda de carreta" de que el progreso estará siempre y necesariamente acompañado de contaminación, toxicidad y destrucción ambiental. Escuchamos esta estupidez en todos los foros cuando sus abogados defienden la posición empresarial. Porque eso es: una soberana estulticia que no resiste el menor análisis científico serio. Sabemos que siempre existen soluciones limpias; lo que ocurre es que son más caras. Y las empresas no están por adoptarlas, salvo que los Estados las obligaran a ello por Ley. Y a eso tendremos que llegar un día si queremos salvar algunos elementos de nuestra cultura histórica.
Reflexionemos sobre algunas de las frases más elocuentes del artículo de Cousteau.
1. "La vitalidad de un ecosistema no es tan fácil de medir como la presión arterial de un enfermo o la intensidad de la corriente eléctrica". Es muy cierto. Sin embargo, podemos comparar el presente con el pasado inmediato, y a veces, con el pasado remoto. Y ahi percibiremos que hay cambios bruscos, algunos muy graves. Los ríos de Europa hace 40 años estaban fuertemente contaminados. Gracias a las medidas adoptadas y al castigo impuesto a las empresas que echaban sus productos químicos impunemente a su cauce, las cosas cambiaron. El Lago Constanza, en Suiza, estuvo un tiempo totalmente desprovisto de peces y de vida acuática, por efecto de la contaminación. Medidas drásticas cambiaron la situación y hoy se puede practicar la pesca deportiva en el lago. Hoy el lago luce limpio y sus aguas, cristalinas. Sobre este particular, recomiendo la lectura del excelente libro de dos eminentes científicos franceses: Guy Jacques (ecólogo marino, director del Centre Nationale de la Recherche Scientiphique de Francia) y Hervé Le Treut ( climatólogo, director del Centre Nationale de la Recherche Cientiphique de Francia). La obra se titula: Le Changement climatique, en castellano: El Cambio Climático, publicado por la UNESCO, Paris 2005, 164 págs.. Los ejemplos concreto que aduce, frutos de su trabajo en terreno sobre todo el Sahara, son impresionantes.
Otro ejemplo doloroso, muy nuestro.
El actual Proyecto hidroeléctrico Hidroaysén, en la Patagonia chilena, pretende construir gigantescas centrales hidroeléctricas y embalsar enormes ríos patagónicos, los más grandes del país. A ello se oponen casi todos los sectores sociales de la Región y del país, que prevén - con argumentos muy bien fundados- la inminencia de desastres ecológicos de gran consideración en una zona de potentes fallas geológicas y conocida inestabilidad sísmica. Lo mínimo y obvio sería, en este caso,comenzar por obligar a la Empresa, como medida previa necesaria a estudiar en detalle la vitalidad y vigor de los ecosistemas actuales allí presente (lagos, ríos, bosques, praderas naturales, aguas, aire, etc) y la sismicidad del lugar. Esto nunca se hace. Sólo se hace estudios - y muy parciales- en el área exacta del lugar de su intervención directa. Pero a veces los efectos se sienten mucho más lejos. Sobre todo si es el clima el que puede cambiar en toda la región por efecto directo de esas enormes masas de agua represadas, como sospechan los científicos sea éste el caso.
Además, ¿quién podría confiar en estudios que -de acuerdo a la Ley ambiental chilena- son financiados por los propios interesados en que la obra se realice?. Sólo una persona miope. Increíblemente, así lo estipula, sin embargo, nuestra Ley. Es este uno de los múltiples "talones de Aquiles" de nuestra vergonzosa legislación ambiental. Por desgracia, tiene muchos más.
Cuando se planifica una actividad de enorme envergadura, como en el caso que estudiamos, que contempla efectos previsibles sobre muchos miles de kilómetros cuadrados de territorio patrio, debe realizarse un estudio mucho más prolijo y cuidadoso de la vitalidad y capacidad de regeneración de los ecosistemas y de la sismicidad de la zona. Estudios que, evidentemente, deberían ser hechos por entidades científicas serias, absolutamente ajenas al Proyecto.
2. "Las necesidades o las meras tentaciones del momento tienen lamentablemente mayor influencia en el comportamiento ecológico de los seres humanos que la preocupación de preservar nuestro patrimonio".
Hablamos de "necesidades". Necesidades energéticas, necesidades de comunicación, necesidades comerciales. Nos preguntamos: ¿son efectivamente "necesidades" reales, o son sólo ficticias, impuestas por el comercio que con ello medra, esto es, lo que Cousteau denomina "tentaciones"? ¿Es "necesidad" hacer gigantescos hoyos -tipo Chuquicamata- para explotar el cobre a tajo abierto, o es porque resulta más fácil y barato?. ¿Es "necesidad" acumular ingentes cantidades de basura, mucha de la cual se podría reparar o reciclar?. ¿Es "necesidad" el cambiar de auto todos los años para adquirir uno nuevo?. Con cuánta razón Cousteau se pregunta si no serán mas bien "tentaciones", es decir, fáciles pretextos para satisfacer la sed de novedad, la ganancia fácil, a "cualquier" costo. La complicidad del comercio en estos negocios es francamente alarmante. Comercio no de "necesidades" propiamente tales, sino de lujos y tentaciones, absolutamente prescindibles.
"¿Nos interesa realmente preservar nuestro patrimonio (ecológico, histórico, cultural, social, arqueológico) para las generaciones futuras, o nos comportamos como niños porfiados que se empecinan en lograr su objetivo hoy sin pensar para nada en el mañana?. ¿Es ético dilapidar un recurso escaso hoy, con el único argumento de que tenemos la capacidad técnica para explotarlo?. ¿Nos perdonarán, acaso, las futuras generaciones por el uso consumptivo que hemos hecho de tantos recursos, hoy ya casi inexistentes?.
3. "Los llamados pueblos en desarrollo tienden a considerar la protección del ambiente como un asunto que no los afecta...". ¡Qué cierto es esto!. Por el hecho de que los países más desarrollados contaminan mucho más que nosotros, nosotros, los tercermundistas, creemos que estamos exentos de esta obligación que por definición debe afectarnos a todos o igual. Lo que ocurre es que los países más pobres, como el caso que Cousteau aqui analiza de Haití, el hambre y la desesperación por llenar el estómago con lo que sea, no deja tiempo alguno para pensar en otra cosa que no sea comer. Razón tenía Santo Tomás de Aquino cuando señalaba que "no se puede predicar el Evangelio a los estómagos vacíos". Lo primero es comer; después viene el pensar, en reflexionar sobre las consecuencias de nuestros actos (sociales, ecológicas). Los pueblos piensan y filosofan o hacen historia arte e investigación, cuando han ya satisfecho sus necesidades primarias. La filosofía, el arte y la ciencia aparecen en Atenas en un período de gran florecimiento económico (siglo de Pericles). No antes. Es entonces grave responsabilidad de los países más ricos el elevar el nivel de vida de los más pobres, precisamente para que éstos lleguen a comprender la necesidad de cuidar y proteger los ecosistemas en peligro. Porque son precisamente los países más ricos de Europa los que nos han mal enseñado a botar y dilapidar nuestros recursos, a destruir el medio ambiente (bosques, ríos, lagos, estepas) por siglos, a partir de la dichosa "revolución industrial" que fuera su maravilloso invento y su legado.
¿ "Ignorancia de las consecuencias de nuestros actos" : ¿Sólo en el primer siglo industrial se pecó por ello, como dice Cousteau? Ahí están por desgracia Chernobyl (Rusia, 1984) y Fukushima (Japón, 2011) para desmentirlo.
La búsqueda de un beneficio inmediato, ojalá en brevísimo tiempo, es la tónica del mundo de los negocios de hoy. La prueba está en la acciones que a diario se transan en la Bolsa de Comercio. ¿Qué industrial hoy haría lo que hizo don Patricio Larrain Gandarillas, mi ilustre bisabuelo paterno, cuando invirtió una fortuna, vendiendo varias de sus propiedades, en la construcción del túnel de Mallarauco (de veinte cuadras de longitud) y un canal de 40 km de largo para llevar las aguas del río Mapocho para regar extensas superficies resecas, sin saber a ciencia cierta si le resultaría el experimento?. ¿Quién esperaría hoy, como Larrain, 20 largos años (1873-1893) para ver coronados sus esfuerzos con el éxito?. Cuando don Patricio inicia esta gesta, que en su tiempo fue tildada de loca y temeraria, tiene ya más de 56 años de edad. Para la época, era ya un viejo. Con razón se ha dicho que en el Chile de hoy, el de las transacciones bursátiles fáciles, hechas desde el computador, ya no se ve lamentablemente el "empuje realizador" de antaño, el que nos vio nacer como país, el de los Urmeneta, los Menéndez, los Ossa, los Gallo, los Cousiño, los Larrain o los Subercaseaux. ¿Se concibe hoy que un Patricio Larrain viaje a Europa en 1840 con su amigo Rafael Correa y Toro como parte de la legación chilena en Londres, renunciando hidalgamente a su sueldo en beneficio del naciente y escuálido Estado nacional?.
7. "Economistas, ecologistas y tecnólogos debe trabajar juntos para proponer soluciones constructivas y duraderas [al problema ecológico actual]. Habría que comenzar por instalar en la Universidad , en forma de cátedras triples, esa doctrina a la que damos el. nombre de "ecotecnia". Para que la ecoconservación tenga éxito, es necesario que el proceso de decisión , tanto en el nivel político como en el de las grandes empresas, tome en cuenta prioritariamente, las conclusiones de estudios realizados por ecotécnicos formados en esas cátedras universitarias".
Propone con razón Cousteau que sean los "ecotécnicos" los que realicen los estudios que hoy llamamos en Chile "Estudios de Impacto Ambiental". Estos ecotécnicos - en el sentido y misión que les otorga Cousteau- aún no existen en el país. Lo que más parece acercarse a este concepto es la carrera de "ingeniería en medioambiente". Pero esta carrera, a lo que sabemos, no tiene ningún sesgo de carácter antropológico o sociológico, sesgo que nos parece de vital importancia tratándose de una actividad que influye de inmediato en la vida y cultura humana. Por lo que nos atrevemos a sugerir que dicha "ecotecnia" debe también tener un sólido fundamento antropológico y sociológico, por la sencilla razón de que lo que se hace o se deja de hacer repercute inmediatamente en beneficio o perjuicio directo o indirecto de la comunidad humana ocupante del espacio geográfico. Es ésta la que debemos proteger primariamente. No podríamos concordar, en consecuencia con el enfoque de la "deep ecology" (ecología profunda) que considera al ser humano un ser más en la Naturaleza, igual a todos los demás, sin que éste tenga ninguna suerte de preeminencia sobre los demás seres vivos, enfoque que consideramos filosóficamente inconsistente y metafísicamente desviado. El fundamento antropológico que aporta el sentido y finalidad de la cultura humana como realización plena de la persona humana y como culmen de la evolución orgánica, nos parece fundamental para guiar el destino futuro del desarrollo y del progreso de la Humanidad. Progreso (en el sentido de un "paso adelante": pro-gressus), no de un desarrollo ilimitado e infinito, como parecen buscar algunos. El desarrollo va a estar siempre limitado por la cantidad y calidad de recursos disponibles: y ésto son, lo sabemos bien, finitos y agotables.
Como podemos observar, Cousteau nos da, en su conferencia, alimento sabroso para reflexionar en grupos y contribuir a crear conciencia a nuestro alrededor. Escuchemos su ferviente y casi desesperado llamado a cuidar nuestro frágil habitat terraqueo.
2 comentarios:
Hola, mi nombre es Pablo Antonaccio, también soy admirador de Cousteau y estaba buscando un artículo publicado por él en el que predice el deshielo de los polos y el crecimiento del nivel del mar. Sus palabras que leí hace casi 30 años hoy me parecen proféticas. Me gustó mucho su página, trataré de leerla más detenidamente en otro momento.
Saludos desde Uruguay.
Estimado amigo del Uruguay: Veo con cierta sorpresa y regocijo que mis humildes páginas han llegado también a la República Oriental de Uruguay. Me alegro que, juntos, podamos compartir estas admirables y proféticas páginas. Y también meditarlas profundamente. Es necesario hoy día, más que nunca, darlas a conocer a otros, sobre todo a los jóvenes, para que podamos ir creado una tremenda "marea conceptual" en torno a este problema que lamentablemente aún no hace despertar a los colosos económicos del mundo: USA, China,
India, Japón, países que siguen creyendo en la teoría desarrollista, olvidando la fragilidad de nuestro planeta. Son ellos,los máximos contaminadores del planeta y no quieren reconocerlo. Un día tendrá que lamentarlo, tal vez llorando...
Gracias por alentar y difundir nuestra denuncia.
Dr. Horacio Larrain (Ph.D.)
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