domingo, 11 de julio de 2010

Gustavo Le Paige: escrutando los orígenes del pueblo atacameño.

Fig. 1. Le Paige en 1957 estudiando algunos de los centenares de cráneos que exhumó de tumbas en el área de Atacama. Esta foto suya se encuentra en su trabajo: "Antiguas culturas atacameñas en la cordillera chilena, IIª Parte " Anales de la Universidad Católica de Valparaíso, Nºs 4-5, 1957/58. Probablemente, sea ésta la primera foto que conocemos del sacerdote-arqueólogo ya trabajando en Arqueología en tierras chilenas.

Fig. 2. Una de las nuevas alas del Museo Arqueológico de San Pedro de Atacama, recién abiertas. Foto de Gerardo Melcher, hacia fines de 1963 o inicios 1964. (En su obra: El Norte de Chile, su gente, desiertos y volcanes, Editorial Universitaria, 2004, foto 114, frente pag. 121)

Fotos 3 y 4 : Momias características de enterramientos en la zona de Atacama. La forma de momificación es enteramente natural, y consecuencia del clima extremadamente seco del desierto. Estas momias, desenterradas por Gustavo le Paige, a lo largo de más de 25 años de trabajo en la zona, estuvieron en exposición por varios decenios en el Museo, pero ya no se exhiben hoy (2010), por reclamos surgidos en el seno de la comunidad sanpedrina contra los arqueólogos del Museo de San Pedro. La comunidad se sintió ofendida por la exposición de los cuerpos de sus presuntos antepasados, y pidió que éstos fueran retirados de las salas de exposición. Hoy se guardan celosamente para su estudio en las bóvedas del Museo. Extrañamente, la comunidad atacameña jamás reclamó de esta situación en tiempos de Le Paige, tal vez por el respeto que les inspiraba el sacerdote. Hoy, apoyándose en la Ley Indígena 19.253 y en el Convenio Nº 169 de la OIT, la etnia atacameña ha ido tomando creciente conciencia de su identidad y tradiciones, y las ha hecho valer con valentía ante las autoridades del Museo. (Fotos Gerardo Melcher, op.cit., 204; fotos 15 y 116, frente pg. 128).


Foto 5. El sacerdote belga Gustavo Le Paige S.J., frente a su flamante Museo, vestido con su típica sotana gris, junto a la familia de Gerardo Melcher y el entomólogo Luis Peña Guzmán, hacia 1965-66. Le Paige luchó arduamente por la construcción del Museo, su obra culmen. Para él, este Museo debía ser el símbolo viviente del despertar del pueblo atacameño y un valioso exponente del interés mundial por esta zona del desierto. Asi, lejos de ser el Museo un elemento perturbador en el desarrollo cultural de esta etnia, Le Paige, lo veía como una "esplendorosa ventana para la zona atacameña", abierta a todo el mundo. Durante decenios, tras la muerte de le Paige en 1980, el Museo fue visto por los atacameños como algo ajeno a ellos mismos, cosa que durante la vida de le Paige nunca ocurrió. La razón es simple. Le Paige, a diferencia de la mayoría de los arqueólogos sus sucesores en el Museo, era , a la vez, el alma y vida de toda la comunidad atacameña y todo lo que ocurría a los atacameños, para él era igualmente algo propio.

Le Paige, de esta suerte, hacía totalmente suyo el conocido lema romano de Publius Terentius (Terencio): "Homo sum, et nihil humani a me alienum puto" ("soy hombre, y nada de lo humano me es ajeno".


Foto 6. La iglesia colonial de San Pedro de Atacama hacia 1963. Foto Gerardo Melcher, en la obra citada más arriba.(foto 109).

La escultura en el frontis del Museo de San Pedro de Atacama.

El escultor Harold Krusell, fue quien talló magistralmente la actual estatua que se puede observar en el jardín de acceso, a la izquierda de la puerta del Museo Gustavo Le Paige, en San Pedro de Atacama. Krusell era por entonces artista del Departamento de Arte de la Universidad del Norte y conoció muy de cerca la obra del sacerdote de quien llegó a ser amigo. La poderosa escultura en metal que hoy nos asombra y casi intimida, caracteriza muy bien la recia personalidad del jesuíta belga, Rescata bien esta imagen la tenacidad y el vigor del sacerdote belga, y capta sagazmente el ímpetu indomable del investigador que trataba de escrutar, a través del estudio de los cráneos atacameños, los remotos orígenes biológicos de este pueblo enigmático, anclado desde muy lejanos tiempos en las cercanías del Salar de Atacama. La expresión de Le Paige en esta efigie es notablemente reveladora de su interés por la craneología. En efecto, coleccionó para su Museo muchos centenares de cráneos en la esperanza de poder trazar, mediante su estudio, una evolución de varios milenios de la antiquísima cultura atacameña.

Su entusiasmo casi obsesivo por la antropología física y la craneología humana.

La antropología física fue uno de sus más fervientes hobbies arqueológicos, al menos durante sus primeros 10 años en San Pedro de Atacama. Desde sus primeras visitas a San Pedro y Toconao y antes aún, cuando estuvo en la parroquia de Chuquicamata, en su primer viaje a Chíuchiu, tropezó con cráneos humanos fruto de huaqueos y empezó a coleccionarlos. Se vanagloriaba después, y con razón, de poseer la mayor colección en Chile de cráneos humanos de antigua data, para su estudio y análisis.

Escribió, en efecto, un estudio sobre los mismos, que rotuló: "cráneos atacameños" y que editó en el año 1966 en la revista "Anales de la Universidad del Norte", Nº 6: 1-91. Pero ya casi diez años antes, había dedicado más de 10 densas páginas al análisis de los índices craneales de su colección de 283 cráneos obtenidos hasta ese año 1957/58, apenas tres años después de su arribo como párroco a San Pedro de Atacama.

Al parecer, habría sido el médico-antropólogo Carlos Larrain del Campo quien le instruye sobre el modo preciso de obtención de tales índices, dotándolo del instrumental respectivo. Porque, que sepamos, Le Paige, no poseía dicha especialización antropológica con anterioridad a su llegada a Chile. En el ex Congo Belga (hoy Zaire), hizo muchas y valiosas observaciones de tipo etnográfico las que, extrañamente, aún se conservan inéditas. Recuerdo bien que en su sencillo escritorio, en la parroquia de San Pedro, mantenía como trofeo un cráneo humano, el que impresionaba de inmediato a sus visitantes y, según el decía, "le recordaba el fin de nuestra vida". Y a sus visitantes mostraba siempre orgullosamente su colección de cráneos atacameños, conservados precariamente en el patio interior de la parroquia, en sendas y polvorientas estanterías de tablas de madera.

¿Por qué este afán por coleccionar y estudiar los cráneos atacameños?.

A la verdad, Le Paige llega al convencimiento, tras 5 años de trabajos de campo y múltiples hallazgos, ya hacia 1960-61, de que la zona atacameña y los bordes del antiguo Salar le pueden mostrar - y demostrar- un larguísimo recorrido cultural de muchos milenios de duración. Piensa primeramente que en el Salar de Atacama y su zona se da una "continuidad cultural", de varias decenas de miles de años de duración. Según él, al principio, este lejano origen podría remontarse hasta unos 70.000 años atrás. Se lo escuché así decir personalmente en 1963. Luego matizará algún tanto la cronología -seguramente aleccionado por sus pares arqueólogos- pero siempre sospechará que los orígenes del hombre cazador-recolector en Atacama, en sitios agrestes como Ghatchi, Loma Negra, Tulán, podría remontarse a fechas muy antiguas, entre los 60.000 y 30.000 años, por lo menos.

No tiene todavía sostén alguno ni apoyo científico para fijar una tan alta antigüedad, pero su intuición lo lleva a esta estimación, basada en su conocimiento de los diferentes habitats que estudia y en las diferentes tipologías líticas que encuentra, desde las más primitivas a las más elaboradas. La notable semejanza que cree ver en estas técnicas con las propias del Paleolítico europeo (desde el Abbevillense al Musteriense), las  que le eran familiares en su Europa natal, le impulsan a retrotraer la cronología de Atacama a períodos en que en Francia o Alemania todavía circulaban las últimas bandas nómadas de Neandertales. Por eso su afán de tratar de descubrir, a través de los cráneos encontrados por él, la presencia de cráneos "chatos" (como los denominó Le Paige), los que para él eran indicios probables de una evolución antropológica verificada in situ, esto es, en Atacama misma. A Le Paige le traicionan, sin duda, sus frecuentes lecturas sobre el Paleolítico europeo, entre otras que aparentemente lee, como la obra de Marcellin Boule y Henri Vallois (Les Hommes fossiles, Éléments de Paléntologie Humaine, Masson et Cie. Paris, (1946), o el trabajo de L´abbé Henri Breuil, sacerdote como él, autor de "Quatre cents siécles d´art parietal " (1952). donde naturalmente cree ver en la tipología observable en el utillaje lítico, paralelismos sorprendentes. A Augusto Capdeville, en Taltal le ocurrirá otro tanto, hasta que Max Uhle hacia 1915 le desencantará y le hará aterrizar a una realidad americana, muy distinta en su cronología a la del Paleolítico europeo. La similitud tipológica no asegura, en modo alguno, la identidad cronológica. Le Paige aprenderá esta lección.

Le Paige ve en el aislamiento geográfico y ecológico de la zona atacameña, en el lento e implacable desecamiento del área de antiguos lagos someros a partir del Holoceno , y en las pujantes señas de vida que allí muestran un locus ideal para un larguísimo desarrollo humano in situ. Lo dice abiertamante, sin rodeos:

"La zona de San Pedro de Atacama nos ha revelado los vestigios de una cultura que por su pasado se une a los orígenes del hombre americano y, en su presente, se confunde con sus descendientes que lucharon y lucha aún por sobrevivir en el desierto más terrible de la tierra".

Escuchemos sus expresiones:

"El trabajo que presentamos [ dirá en 1964] describe las diferentes fases del hombre cordillerano, desde su remota llegada a las márgenes de una inmensa laguna primitiva, hasta la misma conquista española..." y más adelante:

"El ajuar de innúmeras tumbas, el plano de los pueblos en ruinas, la geología de la zona en sus detalles, la antropologìa y en especial la craneología, nos han permitido corroborar nuestra tesis acerca de la continuidad de la cultura atacameña..." (en su artículo: "El Precerámico en la Cordillera atacameña y los cementerios del período agro-alfarero de San Pedro de Atacama", Anales de la Universidad del Norte, Antofagasta, Nº 3: 1964: 6-275.

Orígenes de su inquietud arqueológica. Escuchémoslo en su relato:

"En abril de 1955, recorriendo por primera vez a caballo los ayllos de mi nueva parroquia, pasando por el Callejón de Larrache, mi compañero y guía Luis Barbosa me dijo: "Padre aqui en la arena del sendero se encuentran perlitas de piedra de cobre de los abuelos". Nos detuvimos y en realidad recogimos algunos tubitos y redondelas de malaquita...; ¿por qué en este lugar?" .(Le Paige, 1961: 19). Son los inicios mismos, las primeras impresiones del trabajo arqueológico de Le Paige: el choque inicial con la cultura atacameña.

En este lugar, recogería 19 cráneos, pertenecientes a una cultura que Le Paige después reconocerá como tiwanacoide, por su rico ajuar, sus objetos de oro y sus características expresiones cerámicas. De estos cráneos, se apresura Le Paige a dar sus indices cefálicos y características, en el mismo artículo de 1961. El tema evidentemente le apasiona. Para él, se trata de una cultura diferente de la propia y tradicional de San Pedro, sin duda un grupo humano foráneo, dotado de una rica cultura, que se avecina en el Salar por esos remotos tiempos por razones que se desconocen.

Al publicar su primer trabajo sobre craneologia atacameña, Le Paige ya disponía de una colección de   286 cráneos atacameños, de los cuales el 83% son hiperbraquicráneos y braquicráneos, es decir. cráneos anchos. (Le Paige, 1961: 28).

¿Por qué este afán preciso por el estudio de la craneología?. ¿De dónde le pudo venir este interés?

¿Por qué este creciente interés por coleccionar y estudiar los cráneos de los antiguos atacameños? La respuesta no es simple. No he visto que nadie se la haya siquiera planteado. El solo hecho de poseer muchos cráneos no es la explicación, sino muy al revés, su secuela. inmediata. Trataré de insinuar una explicación , tras haber leído detenidamente casi todos sus trabajos tempranos, a partir del año 1956. Creo que este énfasis se explicaría, en parte, por sus ávidas lecturas de algunos de los grandes maestros de lengua francesa de la antropología física y la paleontología humana. Y sospechamos que su inquietud por encontrar trazas del proceso de la "evolución humana" en el desierto chileno ("transformismo", prefieren decir los autores de lengua francesa con justa razón) , es fruto natural y directo de tales lecturas.

En su época Henri Vallois, Pierre Grassé, Jean Pivetau, A. Delattre y R. Fenart, Nicole Heintz, l´abbé Henri Breuil, C. Arambourg, entre varios otros científicos de lengua francesa, discuten sobre estos temas acaloradamente, por los mismos años en que Le Paige regresa a Bélgica después de dar por terminada su misión en el Congo Belga (hoy Zaire), en el año 1951. El Congo Belga había sido también, precisamente, cuna de numerosos descubrimentos antropológicos. Se examina por entonces con lupa las manifestaciones biológicas y las posibles causales (o detonantes) del "proceso de hominización", adoptando este término del paleontólogo jesuíta Perre Teilhard de Chardin quien lo acuñara en sus primeras obras.

Le Paige se movía en Europa y en Africa -su tierra de misión- en un ambiente de aprecio por la ciencia.

Le Paige se mueve en Europa en este ambiente científico. No olvidemos que su padre y su abuelo habían sido Rectores de la Universidad de Lieja en su patria, Bélgica. Por tanto, el ambiente científico no le es en absoluto ajeno. Por esas fechas, la revista "Etudes" de los jesuítas franceses no eludía tratar problemas relacionados con el evolucionismo, la paleontología humana y su enigmas y la respectiva problemática bíblica. Los jesuítas alemanes hacían otro tanto, a través de las páginas de su revista "Stimmen der Zeit". Pero Le Paige no leía en alemán. No importaba mucho, a la verdad, pues los jesuítas franceses rápidamente traducían a su lengua lo mejor de la producción cientifico-filosófica alemana de la época. Máxime en los campos atingentes con la problemática bíblica, la sociología o la antropología social y cultural.

Con el correr de los años, y con el decurso de sus propios descubrimientos, Le Paige se sentirá atraído por otras manifestaciones culturales, propias de la época del desarrollo agro-ganadero de San Pedro. Pero siempre, en el fondo de su espíritu, rondará inquieto el posible hallazgo de rastros físicos de los primeros antiquísimos cazadores recolectores, que se asentaron en las orillas de antiguos lagos pleistócenicos y cuyos restos no ha sido posible hallar aún. Le Paige no se resignará fácilmente a echar al olvido sus antiguas especulaciones de hallazgos de "cráneos neandertaloides", tal como lo sugiere claramente en la Lámina 1, de su trabajo "Cráneos atacameños", en 1966.

1 comentario:

Dr. Horacio Larrain Barros dijo...

Comentario adicional de Horacio Larrain el 18-06-2014:

La colección craneológica de San Pedro de Atacama contenía, en la fecha de su muerte (1980), no menos de 3.500 ó 4.000 cráneos, en su gran mayoría excavados por Le Paige para su estudio.
¿Qué fue de esa colección?.

Personalmente, me tocó asistir en 1964 al hallazgo de un cráneo humano (al que le faltaba el maxilar inferior) , en al zona de Tambillo, no lejos de la orilla del Salar. Recorríamos -recuerdo bien-la orilla del Salar donde abundaban fragmentos de cerámica y lascas líticas. De pronto vi una piedra que sobresalía unos 25-30 cm. por sobre el piso de arena salina. me costó convencerlo de que se cavara allí, bajo la, piedra. Intuí que podría haber algo debajo. Esa piedra era, por su tamaño, algo llamativo en ese contexto de planicie casi totalmente desprovista de rocas. Accedió tras un rato y su ayudante del Museo, que nos acompañaba trajo de la camioneta una pala y empezó a cavar. Ahora bien, exactamente bajo la piedra indicada había un cráneo casi intacto, desprovisto del maxilar inferior. No había otros huesos o partes de cuerpo humano. Tampoco otros restos culturales asociados. Era evidentemente una suerte de ofrenda funeraria, un rito fúnebre. Le Paige estaba extasiado y lo examinaba por todos lados. Muchos años después, en mi visita de Noviembre del año 1979, se lo recordé en francés ¿Vous souvenez vous du crâne que nous avons trouvé dans ce temps-là a Tambillo sous une pierre?.

No se sabe bien qué ocurrió con la copiosa colección de cráneos acumulada por Le Paige en las bodegas del Museo de San Pedro. Lo cierto es que, luego de su fallecimiento en Mayo de 1980, alguno de sus sucesores en el Museo ¿o algún empleado?), tuvo la pésima ocurrencia de separar los cráneos de las respectivas mandíbulas, sin percatarse de que éstas no portaban numeración (¿so pretexto de ordenamiento o limpieza del material?), con lo cual provocó una verdadera catástrofe. ¿Quién dio la orden?, ¿Por qué lo hizo?, Es un enigma que nadie ha tratado ni trató por entonces de dilucidar. Tal vez el presunto responsable ya no esté en el mundo de los vivos y tal vez nunca se sepa. ¿El resultado?. Quedaron miles de cráneos con número y miles de maxilares inferiores sin numeración alguna. Atinar a hacer encajar correctamente maxilar con sus cóndilos y cráneo respectivo, es tarea ciclópea, por no decir imposible. Habría que hacer exámenes de ADN en cada caso. Lo que es virtualmente imposible hoy por el elevadísimo costo y aún así, quedaría un manto de duda en el caso de parientes cercanos.

¿Qué sucesor de Le Paige, poco después de su muerte, fue el responsable de esta brutalidad científica, de este crimen sin nombre?. Tal vez nunca se sepa. Tal vez alguien dio la orden... Porque los empleados atacameños del Museo sabían bien el cuidado que le Paige ponía en este tema, de tan vital importancia para él. Ciertamente no fueron ellos...