jueves, 27 de mayo de 2010

¿Qué se entiende por "patrimonio cultural", ¿En qué consiste? y , ¿de qué nos puede servir?

Fig. 6. Iglesia de Matilla, Región de Tarapacá. Construida sobre los cimientos de otra anterior, a mediados del siglo XVIII con los aportes del rico minero tarapaqueño Basilio de la Fuente, propietario de estacas mineras en Huantajaya y San Rosa, es una de las joyas arquitectónicas de la región. Ha sufrido los embates de varios terremotos, el último de los cuales ocurrido en Junio del año 2005 , derribó gran parte de la techumbre y la fachada de la iglesia, así como una parte de la torre. Fue reconstruida con los aportes pecuniarios de una compañía minera de la región. (Foto H. Larrain, Abril 2010).

Fig. 5. Casa de la familia Morales, en la localidad de Pica. Esta casa -verdadera reliquia del pasado peruano en este lugar- perteneció al que fuera Presidente del Perú Remigio Morales Bermúdez (1890-1894), tarapaqueño. Fue muy dañada en el reciente terremoto de Junio del año 2005. La familia, que mantiene vìnculos estrechos con tarapaqueños peruanos que viven en el Puerto del Callao, lamentablemente no ha llegado aún a un acuerdo con la Municipalidad de de Pica para su urgente restauración y futura habilitación para fines turísticos.

Fig. 4. Lagar de Matilla. Monumento Nacional. Aqui se verificó en el año 1929, la última pisa de la uva proveniente de la viñas de la quebrada de Quisma. Este lagar, hoy semiderruido tras el terremoto de Junio del año 2005, no ha sido reconstruido aun. Es el testimonio viviente de una época de prosperidad para los cultivadores de la vid (Vitis vinifera), tanto en Pica como en Matilla. Hub aquí, en efecto, durante los siglos XVII al XIX centenares de chacras o predios dedicados a este cultivo preferente. Aquí se puede ver hoy as grandes tinajas del siglo XVIII donde se guardaba el vino hasta su fermentación. Estas muestran los nombres propios de las chacras de origen, todas con sugestivas denominaciones de santos de la lglesia: Santa Lucia, San Pedro, San Francisco, San Agustin, o advocaciones diversas de la Virgen María. Son testigos fieles de una época de profunda religiosidad. El lugar es un valioso hito patrimonial de visita obligada para el viajero que hoy llega a Matilla a husmear los "recuerdos del pasado". (Foto H. Larrain, Abril 2010).


NegritaFig.3. Foto del Salar del Huasco. Lugar de existencia de un notable santuario de la naturaleza, de carácter patrimonial . En este salar, al costado weste del mismo, se alzan las ruinas de un antiguo pukara inca, parcialmente ocupado por pastores aymaras en la actualidad. Este valioso sitio debiera ser estudiado por avezados arqueólogos, expertos en vialidad incaica, antes de que sea enteramente destruido por la intervención humana. (Foto H. Larrain, Marzo 1982).



Fig.2. Ruinas de la antigua fundición colonial de plata en el sitio Tilibilca, Quebrada de Tarapacá, a corta distancia al weste del pueblo de Tarapacá. Hasta esta fundición eran traidos en carretas los minerales de plata del Mineral de Huantajaya para su refinación, por existir aqui manantiales de aguaa abundante y de excelente calidad (Foto H. Larrain, 2008).

Fig. 1. Petroglifos de la Quebrada de Aroma. Genial obra de arte de nuestros antepasados. Una pequeñísima muestra de los centenares de grabados rupestres presentes en dicho sitio, uno de los mayores monumentos patrimoniales de nuestra Región. Hoy, lamentablemente, casi olvidados y descuidados, exigen un protección real y efectiva por parte de las autoritades turísticas de la región. Hasta letreros alusivos al sitio han sido arrancados por vándalos. Alguien debe velar efectivamente por su cuidado. Este hecho es una muestra del escaso sentido patrimonial que tenemos en la Región. No basta con "celebrar"el "día del Patrimonio": hay que actuar en consecuencia. (Foto H. Larrain, Marzo 2009).

Con estas fotografias como telón de fondo, nos abocaremos aquí a analizar el concepto de "patrimonio" y de "patrimonio cultural", tratando de desentrañar su profundo y enigmático significado para la identidad local y regional.

REFLEXIONES EN TORNO AL CONCEPTO DE PATRIMONIO CULTURAL


1. Origen y Motivación de esta reflexión nuestra.


Surgió esta reflexión sobre el concepto de "patrimonio" a comienzos del año 2001 ante la necesidad sentida por la División Chuquicamata de CODELCO-Chile de estructurar prontamente un Plan de Acción para la conservación o preservación de lo que se ha llamado “Barrio Histórico” de la antigua ciudad de Chuquicamata. En efecto, había sido anunciado por la Empresa cuprífera el inminente y fatal traslado del "Campamento antiguo" a la ciudad de Calama, integrándose a ésta con el nombre de “Nueva Calama”.

Encontradas eran las opiniones de diversos actores (Empresa, Sindicatos, Terceros) respecto a la conveniencia o inconveniencia de la conservación de elementos del patrimonio cultural inmueble y mueble acumulado en Chuquicamata con el correr del tiempo, desde su instauración como campamento minero en el año 1914. El Campamento minero inicial, muy pronto se constituyó en ciudad, dotada de todos los elementos propios de la vida citadina.

De suerte que a pocos años de su fundación (1917), ya señalaba el obispo de Antofagasta Monseñor Silva Lezaeta que su población sobrepasaría luego ampliamente la de su vecina, Calama, requiriendo imperiosamente el establecimiento, por parte de la Iglesia Católica, de una Parroquia. Lo que efectivamente se realizó muy pronto.

Existen algunas opiniones que señalan que nada en Chuquicamata merecía el calificativo de “patrimonial”, por tratarse de edificios y estructuras ligadas esencialmente a la extracción y procesamiento de minerales, sin que jamás existiese la intención de crear allí vida ciudadana, capaz de constituir memoria colectiva e historia local. Por lo cual el Campamento podría ser destruido por decisión de la Empresa, sin que nadie pudiera oponerse a ello, por ser tanto sus terrenos como sus edificaciones, propiedad de la misma Empresa.

Ya su nombre de “Campamento”, señalan algunos, alude a esta inestabilidad propia del lugar, el que en cualquier momento podría ser desmantelado y abandonado, al igual que cualquier campamento minero y tal como ya ha ocurrido en muchas empresas mineras en el Norte de Chile (v.gr. caso de las Salitreras). Otros piensan, por el contrario, que Chuquicamata, con la anuencia explícita y apoyo logístico de la Empresa Minera Chile Exploration Co., no solo se fue constituyendo en ciudad y centro importante de poblamiento en el Norte de Chile, sino que quiso, además, constituir un “modelo” típico de poblamiento humano en el medio desértico, siendo para ello dotado de todos los servicios básicos, cívicos y religiosos, de una excelente calidad constructiva, contrastando, su bien programada y cuidada factura, con el por entonces atrasado estado arquitectónico y organizacional de la vecina ciudad de Calama.

Detectar cuáles serían los factores que inducen a sostener la existencia de un auténtico “patrimonio histórico-cultural” , creado con el correr del tiempo, en esta ciudad-campamento, señalar cuáles serían las características de éste de acuerdo a la opinión de la población residente, y qué motivaciones científicas serias podrían aducirse para su protección y conservación, son parte importante de nuestra reflexión.


Para poder emitir una opinión fundada al respecto (o sea , si verdaderamente existe o existió en Chuquicamata un “patrimonio cultural” digno de preservarse), nos parece imprescindible profundizar en el concepto de “patrimonio” y, más explícitamente, en el de “patrimonio cultural”. Nos serviremos de ejemplos representativos presentes en nuestra Región de Tarapacá, de los que somos testigos directos.


2. Origen del término patrimonio.


“Patrimonio” viene de la voz latina patrimonium, el que, según el Diccionario Latino-Castellano de Valbuena (edición 1880), significa: “el conjunto de los bienes heredados de los padres”. Para el Diccionario de la Real Academia Española, edición 1992, tomo II, es la “hacienda que una persona ha heredado de sus ascendientes” .


Así, pues, dos conceptos aparecen en estas definiciones como fundamentales: el concepto de “bien” y el concepto de “herencia” . Puede haber bienes que no constituyan normalmente herencia, como por ejemplo, ciertos bienes muebles que se desgastan con el uso y no perduran. Los conceptos de “bien” y de “bien heredable” tienen que confluir necesariamente para constituir “patrimonio” . Patrimonio, en consecuencia, son cierto tipo de bienes heredados de los ascendientes. Los que se poseen para ser heredables, esto es, perdurables. Estos bienes heredables son los que se especifican en un Testamento; no otros tipos de bienes que no merecen testarse, sea por su insignificancia misma, sea por su escasa valoración, sea por que no son en sí mismos perdurables. Se testa en un testamento lo que se valora por parte del testador por considerarse valioso y perdurable en el tiempo. Nadie testa lo que se va a destruir en corto tiempo; nadie testa lo que no tiene importancia ( o valor) para nadie. Eso simplemente ni se nombra.


3. Reflexiones sobre patrimonio cultural


Si aplicamos ahora estas ideas al concepto de “patrimonio cultural”, nos estamos refiriendo a “bienes de la cultura” que son producto de una herencia. No a cualquier tipo de bienes. Si intentamos hacer un análisis más fino de este concepto de “patrimonio cultural”, veremos que surgen los siguientes elementos de juicio:


3.1 se deja en herencia “bienes” esto es especies, elementos u objetos valorables, que poseen un valor en sí. Este valor puede ser real (en términos económicos objetivos, o de mercado) o solamente sentimental (subjetivos). Este “valor” puede surgir de la antigüedad misma o del carácter histórico del bien (v.gr. un objeto arqueológico), del carácter sentimental (v.gr. una medalla de latón obtenida en una competencia deportiva), o del valor intrínseco del objeto (v. gr.una medalla de oro macizo). En consecuencia, todo lo que de alguna manera resulta valorable para el testador, puede ser objeto de herencia por parte de éste.


3.2. La herencia es “para los descendientes”. Porque constituyen objetos de valor también para éstos, o porque el testador estima que el descendiente tiene que llegar a descubrir el valor inherente (real o meramente subjetivo) al objeto o bien testado. Puede verificarse aquí todo un trabajo pedagógico de búsqueda por parte del heredero del sentido profundo del bien testado, el que tal vez no surge a primera vista y requiera de estudio y análisis. Pero tal valor (presente o futuro) está en la intención del testador.


Ejemplo de esto es cuando un científico, sabio o literato lega un bien precioso para él, v.gr. un libro preciado, a un nieto aún niño: llegará el momento en que éste entenderá el valor del legado recibido. Si es un bien heredado especialmente para los descendientes, es porque éstos tienen que recibirlo y valorarlo o llegar a valorarlo tal como la valoró el antiguo dueño. Lo que involucra todo un esfuerzo de apreciación (darle precio) y estima por parte del receptor.

Por parte de una comunidad, se dará, tal vez, un verdadero aprendizaje acerca del valor, lo que ocurre, por ejemplo, cuando se crea un Museo en y para una comunidad: la comunidad tiene que llegar a “aprender” a apreciar” lo que se muestra. Hay bienes que tienen un valor fácilmente perceptible, que surge de su mera presencia : v.gr. una hermosa escultura, una bella pintura. Hay otros que tienen que ser “enseñados” , por ejemplo , el valor de una fotografía antigua o de un objeto antiguo cuyo uso ignoramos. Apreciar la Venus de Milo, es fácil; pero llegar a apreciar las llamadas “Venus paleolíticas” de las cavernas del Hombre del Magdaleniense o Musteriense, es muchísimo más difícil y requiere asiduo aprendizaje. Aquí puede apreciarse, dicho sea de paso, la importancia pedagógica e instructiva de los buenos Museos, que deben ser capaces de mostrar en profundidad y al alcance de todos, incluso de los niños,el valor inherente a todo aquello que en ellos se exhibe.


3.3. La herencia propia de un “patrimonio cultural”, constituye, además, un todo indisoluble. Estamos ante la presencia de una “hacienda cultural”, esto es, de un numeroso conjunto de bienes heredados para ser apreciados, especialmente cuando constituyen “conjuntos” valorables. En el caso de un patrimonio físico o reducible a dinero sin perder su valor (v.gr. una casa, o un conjunto de maquinarias), éste es repartible entre varios herederos y puede ser fragmentado, dividido o vendido sin pérdida alguna del valor de las partes. No ocurre así, por desgracia, con el patrimonio cultural espiritual. El valor de este patrimonio consiste, precisamente, en su conjunto, en su totalidad, en el hecho de constituir un todo indivisible. El valor de una biblioteca especializada, por ejemplo, o de un barrio típico, o de una valiosa colección de insectos de un país o región, o de un pueblo en ruinas (v.gr. un pueblo de las misiones jesuíticas del Paraguay o de Bolivia o el pueblo arqueológico de Ramaditas o Guatacondo), o aún de una ciudad típica (v.gr. Nápoles) , no está en el número de ejemplares, o en el número de edificios, sino en su globalidad, en su carácter de un todo orgánico, de una riqueza organizada.


Repartir entre muchos los libros de una importante biblioteca especializada, es destruirla; separar o distinguir entre edificios de una ciudad típica, es no entender el contexto y el conjunto (“los árboles no dejan ver el bosque”). Una suma de dinero se puede repartir; una cantidad de vehículos o máquinas se puede vender uno a uno; pero no se puede actuar con este criterio en el caso de una calle típica, o de un pueblo típico, donde todos y cada uno de los elementos arquitectónicos tiene su valor tanto en sí, como en cuanto parte de un conjunto. Aquí el todo es mucho mayor que la suma de las partes. Aquí cada edificio tiene una función determinada. Una ciudad típica, pues, no es una simple sumatoria de edificios, es un todo indivisible, es un todo orgánico en el que cada edificio tiene o ha tenido en el pasado, una función y un rol específico: es un organismo vivo con múltiples funciones.


Una colección valiosa de una zona, en la que se incluye todos los seres vivos de un grupo, (v.gr. insectos del Amazonas) incluye especies conocidas y comunes, pero también especies típicas y únicas, de modo que, en este caso, se mostrará el conjunto (todas las especies) y su espectacular belleza, y las que son verdaderamente raras, escasísimas o únicas, de extraordinario interés para el entomólogo o el ecólogo. Todas tienen una función específica en el biome local y dan cuenta de la multiplicidad de interacciones entre el mundo vivo y su sustrato inerte. Lo mismo, mutatis mutandis, se puede decir de otros “conjuntos” que llegan a constituir “patrimonio”.


3.4. Cuando el “patrimonio cultural” se refiere a un pueblo o a una ciudad, estamos hablando de una totalidad que es mucho más que la suma del patrimonio cultural de determinadas personas, de muchas personas, aunque sean las más notables. Cuando hablamos de “patrimonio cultural “ de un pueblo, hablamos de un conjunto superior a la suma de los bienes culturales personales de sus habitantes. Este tipo de “patrimonio”, además, por ser la herencia de todo un pueblo, es algo múltiple y multifacético, es decir, se expresa en todas las esferas de la cultura. Porque el “patrimonio”, esto es el conjunto de bienes heredables, interesa a todo un pueblo, en cada una de las esferas del comportamiento humano social: desde lo arquitectónico, escultórico o pictórico, hasta lo literario, folklórico, o musical o gastronómico.

Es decir, ese “patrimonio” o herencia cultural resulta particularmente valioso para todos los miembros de ese pueblo, porque encuentra eco en cada una de las actividades en que éstos se desenvuelven. Los bienes personales, a lo más, resultan valiosos para una familia y sus miembros. Los “bienes” de todo un pueblo, en cambio, interesan a todos sus miembros.


3.5. Para que sean de valor o interés para todo un pueblo, tienen que poseer, intrínsecamente, una especial significación para todos. ¿Qué es lo que podría interesar a todos?. ¿Qué une a los miembros de toda una comunidad o pueblo? ¿Qué cosas defendería todo un pueblo contra un usurpador o un adversario?. Lo que todo un pueblo defendería como propio, eso precisamente constituye su “patrimonio”. ¿Y qué cosas son éstas?. Lo que preocupa e interesa a todos, lo que es común a todos y propio de cada uno. ¿Y qué cosas son ? La historia común, la lengua común, la religión, el arte, las costumbres, las ceremonias y ritos, las celebraciones; los lugares y edificios de uso común o de reunión, de celebración, de fiesta común. Y si nos fijamos bien, todos estos elementos son de un carácter espiritual, no meramente materiales o físicos. Todos estos elementos tienen una resonancia, un eco, en el corazón, en el espíritu de sus habitantes. Son elementos que no se transan fácilmente, no se cambian. Pertenecen, a lo que parecería, a la esencia de la propia identidad. No son los elementos físicos, de por sí, los que arraigan al espíritu humano a determinados lugares o escenarios: son las vivencias, los recuerdos, las emociones allí vividas o, mejor dicho, compartidas con otros. Es decir, el ser humano hace vivibles los lugares, los humaniza con su actuación, con el compartir, con el “sentido de comunidad” que les impregna, con el vivir con y para los demás. Los hace “habitables” y los hace, también, memorables o “recordables”. Les agrega historia y vivencia. Les agrega “recuerdos”.


Visitar la casa de Neruda en Isla Negra, es ya retrotraer el pasado al presente; leer y recitar a Neruda en su propia casa de Isla Negra, tiene aún más fuerza y vigor; su figura y su aliento vuelve, en alguna manera, a la existencia en cada ángulo de la casa; estudiar a Neruda o seguir un Curso sobre su obra, allí mismo, es sin duda, replicar experiencias que tal vez el propio Neruda tuvo allí, en contacto vital con la naturaleza que el compartía y gozaba día a día, hora a hora. Cuando se visita dichos lugares, con conocimiento de causa de lo que en ellos se vivió, gestó u ocurrió, se experimenta una emoción única, irrepetible; la historia, en cierto sentido, vuelve a recrearse, produciendo en el espíritu humano ilustrado sobre el sentido profundo de lo que ve o toca, un sentimiento de propiedad que enriquece al visitante. Es lo que se ha denominado “el peso de la historia”, el “legado del ayer”. Aquí, concretamente, uno llega a comprender el concepto de “legado cultural” y su influencia benéfica sobre el ser humano: lo vuelve “más hombre”, en la medida en que siente y vibra, de modo diferente, con las emociones o vivencias del “otro”.


3.6. Hemos llegado aquí a la conclusión provisional de que el auténtico “patrimonio cultural” - o sea, ese cúmulo de elementos que son objeto de herencia social- es un conjunto amplio y significante de valores adquiridos por un pueblo a lo largo de su historia. No es la sola lengua, ni el solo arte, ni la sola religión, ni la sola historia. Es la suma de todas estas cosas y muchas más; pues Lengua e Historia, son parte de un proceso de siglos o milenios; como Arte y Religión, o Lengua y Costumbres, o Lengua y Arte, o Religión y Costumbre. Aquí empezamos a vislumbrar que todos estos elementos, por separado, no valen lo que valen todos juntos, integrados, como partes significativas de un todo vital. Tal como se dan en la realidad social de un grupo humano. Jamás aisladas; siempre integradas, siempre mutuamente compenetradas, mutuamente auto-influenciadas.


3.7. Podríamos preguntarnos: ¿cuándo algo puede llegar a constituir “patrimonio cultural”.? ¿En qué condiciones y forma?. Creemos que esto ocurre cuando un conjunto de bienes, creados por personas individuales (albañiles, arquitectos, músicos, escultores, escritores, poetas, historiadores o técnicos), sobrepasa el estrecho mundo de lo privado e invade el mundo de lo público. Lo que se hace público, se hace propiedad del pueblo. Y al hacerse bien público, ya no puede ser reclamado como algo privado o particular. Cuando un Mecenas crea, con sus bienes personales, un Museo y lo lega a la comunidad o a una ciudad, lo hace inmediatamente público. Y por ese mismo hecho, deja ya de tener derecho sobre ese bien. Pasa a tener el mismo derecho que los demás, integrantes de ese pueblo. Fue por un tiempo privado, pero traspasó las fronteras de lo individual y se hizo bien colectivo, comunitario. De este modo y no de otro, han nacido los Museos y los Centros Culturales Comunitarios o las Casas de la Cultura, fruto de las donaciones de particulares insignes. Se ha sobrepasado el ámbito de lo individual y se pasa a pertenecer al ámbito de lo colectivo o social. La riqueza individual, pasa a ser riqueza y bien colectivo, bien de todo un pueblo, pasa a ser un bien “compartido”.


3.8. Pero podríamos preguntarnos ahora, ¿por qué llegan esos bienes a constituirse un día en patrimonio local, regional, nacional o internacional?. La respuesta a esta pregunta nos introduce bruscamente en el mundo de lo que constituye o forma la esencia de la cultura: el compartir valores. La clave, a nuestro juicio, de la importancia vital del “patrimonio cultural” es la capacidad de crear bienes que puedan ser compartidos, es decir, valorados corporativamente por muchas generaciones. Crear instancias de fomento y estímulo de patrimonio cultural es , pues, además de una gran responsabilidad en sí, una ocasión única para enriquecer culturalmente a nuestros semejantes, miembros de una misma comunidad o pueblo, de elevarlos culturalmente, de hacerlos más personas, más hombres. Hay, pues, cosas que son valorables a nivel local; otras a nivel regional o nacional. La ciudad de Valparaíso, por ejemplo, ha pasado a constituir un bien universal, patrimonio de la humanidad; Las salitreras Humberstone y Santa Laura, en las cercanías de Iquique, un patrimonio regional, valiosa expresión de un sistema de vida y explotación regional, con una arquitectura propia y representativa. Chuquicamata, por tanto, bien podría llegar a pertenecer a este tipo de patrimonio, si se cumplen adecuadamente las condiciones para ello.


3.9. ¿Cualquiera puede llegar a crear “patrimonio? La pregunta no es ociosa, y nos lleva a buscar quién es creador o artífice de “patrimonio”. Creemos que no cualquiera ciertamente. Creemos que son aquellos, muy pocos, que logran éxito social en sus creaciones, es decir, aquellos que son , de alguna manera “genios” en sus propias comunidades y logran crear estructuras de pensamiento y de acción traducidas en legado visible, perceptible, que logran pasar a la posteridad y evitar la muerte, por haber sido “aceptados”, “acogidos” y “reconocidos” como valiosos. Por eso es que logran sobrevivir, porque se convierten en un bien comunitario. Estos artífices – en el caso de ser conocidos- pasan a ser, en cierta medida, “héroes culturales” de los pueblos o comunidades. Estos pueden ser poetas, historiadores, arquitectos, artesanos o músicos que lograron exteriorizar, en su propio lenguaje artístico, lo propio o peculiar de su pueblo, o han querido plasmarlo en formas y figuras representativas del “alma popular”, o si preferimos, de la “conciencia popular”. Tal vez muchos podrán producir “bienes culturales” de variada especie, pero serán muy pocos aquellos que lleguen a diseñar productos culturales perdurables, apetecibles por la mayoría, degustables por todos o casi todos, y, más aún, a lo largo del tiempo. Estos son, creemos, verdaderos ”héroes culturales” capaces de crear y/o enriquecer el patrimonio cultural de un pueblo. Son, de hecho, los transmisores natos de la herencia cultural de los pueblos.


3.10. Concluimos con esto que, para que ciertos bienes culturales logren alcanzar el atributo de “patrimonio” de una comunidad, (y, por tanto, merezcan perpetuarse) necesitan imperiosamente cumplir con ciertos requisitos que consideramos fundamentales: es decir que:

a) que esos “bienes” hayan surgido del seno mismo o en el seno mismo de la comunidad, sea porque hayan sido producidos por ellos (en caso de invención propia), sea porque hayan sido aceptados y acogidos por ellos como propios (en el caso de integración o asimilación de elementos o estilos ajenos);


b) que tales “bienes” sean compartidos por todos o la mayor parte de la población;

c) que dichos “bienes”, por tanto, tengan especial significación para la mayoría de la población;

d) que dichos “bienes”, compartidos y significantes, sean altamente valorados por parte importante de la comunidad;


e) que esos “bienes”, por tanto, se convierten así en elementos irrepetibles, únicos en el mundo y, por fin,


f) y, Por que sean merecedores, por tanto, de perpetuarse en el tiempo.


3.11. ¿Qué ¿Por qué cuando hablamos de “patrimonio”, surge inevitablemente la idea inmediata de defensa o protección? ¿Por qué todo patrimonio es per se algo que debe ser protegido?. ¿Por qué dicho patrimonio resulta muchísimas veces vulnerable?. ¿Qué es lo que se defiende o protege en estos casos? ¿Contra quién, o contra quiénes, se defiende o protege?. Preguntas todas que apuntan hacia un aspecto de la dinámica cultural que es efecto del “progreso material”: la facilidad con que el ser humano olvida el pasado, o lo destruye, so pretexto de construir algo que cree ser mejor.


Se trata aquí de la conciencia anclada en un pueblo de que hay elementos que no deben destruirse, por su valor intrínseco, lleva, inevitablemente, a defender y proteger lo valioso para él que puede ser destruido o modificado; todo lo que puede sufrir daños. Y sobre todo, lo llevará a defender lo que es único e irrepetible, lo que no puede ser nuevamente producido o elaborado. Si concordamos con el pensamiento de que el hombre, a través de la historia, ha ido acumulando no solo conocimientos sino también “obras”, parece lógico pensar que aquellas consideradas “obras maestras”, fruto maduro de su invención, permanezcan en el tiempo para enseñanza de las futuras generaciones humanas. Para que queden como mudo testimonio de la manera como el hombre supo conquistar y domeñar la naturaleza, creando formas específicas y bellas de habitar, poblar y disfrutar, aún en los ambientes más difíciles y hoscos.


3.12. Por todo lo dicho hasta aquí, no nos ha de sorprender el que las mejores y más comprehensivas definiciones de “cultura”, encierran siempre la idea de “tradición“, de “traspaso” de riquezas acumuladas por el hombre, de “legado” transmitido de generación en generación. Porque la cultura es algo acumulativo, algo que se va creando, se va sumando a lo largo del tiempo, con el aporte de muchos individuos o grupos humanos. La cultura, además, es algo esencialmente “aprendido”, esto es, no es algo innato en el ser humano. Se aprende lo que sirve para mejor desempeñarse en el habitat. Lo que no nos sirve, simplemente lo desechamos y botamos a la basura. Pero desde el momento en que en todas las culturas existe el concepto de “patrimonio” como algo heredable y perpetuable, quiere decir que es algo esencial al ser humano, y por tanto, parte de su identidad misma.


C Cuando hablamos de “patrimonio cultural”, estamos hablando de un conjunto de conocimientos, vivencias, o expresiones creadas por el hombre para adaptarse al lugar físico donde le toca vivir, experiencias que son traspasadas, “heredadas” a los descendientes para su mejor desempeño en el medio físico donde debe vivir. El “patrimonio”, pues, es una herencia útil para los descendientes, es decir, representa un conjunto de elementos que le permiten “vivir mejor”, gracias a la experiencia probada, acumulada, del pasado.


3.13. Por fin, creemos que el concepto de “patrimonio cultural” es algo inseparable del concepto de identidad (local, regional, nacional). Ya lo hemos de alguna manera insinuado antes. Es decir, la identidad propia (como pueblo, como ciudad, como país), se va construyendo con el aporte de lo que es propio y constitutivo nuestro y nos diferencia de los demás. ¿Qué es lo que nos diferencia de los demás?. Creemos que es, precisamente, el conjunto de aquellos rasgos de la cultura que hemos heredado de nuestros antepasados, y que nos ha parecido especialmente valioso conservar, proteger y defender. Aquello que consideramos “nuestro” por antonomasia. Aquello que nos diferencia explícitamente de otros (pueblos, ciudades, regiones, países.


3.14. Al final de nuestra reflexión antropológica, hemos llegado a la idea-fuerza de que el patrimonio cultural propio es de tal valor y significancia, por constituir en sí mismo el pilar fundamental de la identidad propia. En otras palabras, no hay identidad posible, sin patrimonio cultural propio. Seríamos simplemente “copias” exactas de otras culturas o grupos humanos, simples “clones” de terceros. De donde se deduce con meridiana claridad que la única forma de constituir y afianzar la propia identidad, es afianzar, proteger y defender el propio patrimonio cultural. Sin la existencia, protección y fomento del propio patrimonio cultural, los pueblos simplemente verían su pronta desaparición como pueblos, se extinguirían para dar paso a una masa global idéntica, donde la creación individual ha sucumbido ante la masificación y una globalización mal entendida. Dicho de otra manera más expresiva: la mejor manera de destruir la identidad de un pueblo o país, es negar o destruir el propio patrimonio cultural. ¿Es esto lo que queremos para nuestras ciudades, pueblos o regiones?. Negar o destruir el propio patrimonio cultural, acumulado tras siglos de esfuerzo y creación compartida por las mentes más privilegiadas, es cavar la tumba del propio país donde se insertan tales pueblos, ciudades o regiones.


Conclusión. Patrimonio y Progreso: ¿contradicción, coincidencia o necesaria complementación?


Por eso sostenemos que el verdadero Progreso y Desarrollo de un pueblo o país radica, precisamente, en la preservación de la propia identidad mediante el respeto compartido por el propio patrimonio cultural. En síntesis, nos atrevemos a decir, con los más connotados antropólogos, que no solo la identidad propia se construye sobre la base del patrimonio cultural propio, conocido y profundizado, sino que es la base del auténtico progreso de los pueblos. Porque el término “progreso” (como lo indica su raíz latina pro-gressus) solo significa dar “un paso adelante” y no incluye para nada la idea de destrucción, olvido o negación del pasado. Las naciones europeas, en este sentido, nos dan ejemplo a diario del valor intrínseco que otorgan a su patrimonio cultural heredado de las culturas pasadas, sin perjuicio de buscar, por todos los medios, alianzas estratégicas y económicas que les conduzcan a un mejor estándar de vida. Y ellas nos han demostrado que ambas acciones no son contradictorias. En ninguna parte como en Europa se ha desarrollado una tan vívida conciencia del valor patrimonial del pasado como verdadera “escuela” para construir, mediante el verdadero respeto por su legado, el futuro de una nación que se precie de su historia y sus tradiciones.


(retocado del original de Marzo 2001, el día 27 de Mayo 2010).




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante el blog, gracias al autor por publicar esta información, para mi es muy valiosa, ya que estoy haciendo una investigación para mi proyecto de título sobre el patrimonio cultural y el folclor de nuestro país.

Dr. Horacio Larrain Barros dijo...

Estimado amigo anónimo. Aunque tarde, comento su contribución al Blog, en lo que respecta la concepto de "patrimonio".
Hoy en día solemos llenarnos la boca con el concepto de "patrimonio". Todos dicen apreciarlo y quieren conservarlo pero muy pocos hacen algo efectivo para que esto suceda. La preservación de nuestro patrimonio (histórico, arqueológico, etnológico, folklórico etc) está de moda. Pero qué ocurre en la realidad?. Los arqueólogos hacen una excavación en un sitio y lo dejan allí botado, lleno de escombros: nunca más vuelven a interesarse por el lugar o muy raras veces. Los arquitectos hacen sus Trabajos de titulación sobre un lugar, pero después se olvidan del mismo. Los antropólogos sociales o culturales realizan numerosas entrevistas a pobladores de una aldea, estrujan sus conocimientos al máximum, se titulan en la Universidad con ese trabajo, pero el grupo humano queda después abandonado a su suerte. Los elementos patrimoniales (arte rupestre, aldeas abandonadas, lagares, rutas prehispánicas, recintos antiguos) se cuentan por miles. Rara vez una comunidad llega a tomar conciencia de la valía de estas manifestaciones que tiene a metros de distancia. Porque nadie oles ha formado al respecto, nadie les ha enseñado a apreciarlas, amarlas, protegerlas como se merecen. Cuidar y defender el patrimonio requiere de conocimientos y destrezas especiales. No se nace con esa cualidad: hay que adquirirla. Este ramo, esta disciplina del cuidado del Patrimonio cultural no se enseña en ninguna Universidad. ¡Y caramba que es necesaria!.
Ojalá alguna Universidad tome cartas en este asunto y asuma el reto de formar profesionales y técnicos en la defensa patrimonial. Hace mucha falta. En cada Municipalidad debería existir un especialista en el cuidado, protección y defensa de su patrimonio local. No basta la buena voluntad de personas amables y sinceras; hay que formarse para ello con un enorme bagaje de conocimiento de la realidad arqueológica, histórica, etnográfica, folklórica o ecosistémica.

Estamos a años luz de lo que ya se practica en México y Perú en los sitios históricos o arqueológicos. Y a distancia sideral de lo que ya se practica en Europa donde el pasado y sus reliquias es cuidado "como la niña de sus ojos", pues es la fuente inspiradora de su turismo especializado.
Ojalá aprendamos la lección y "empecemos por casa", cada uno de nosotro esto es protegiendo lo que tenemos cerca y evitando su daño, destrucción o manoseo.
Y ahora que tenemos el famoso Rally Dakar ad portas nuevamente, en nuestro desierto chileno, ojalá hagamos conciencia del inmenso daño y del poquísimo provecho cultural que esta actividad nos reporta a nivel regional. Cuando los participantes poco edxpertos se pierden en la ruta y se salen de su recorrido, el daño puede ser incalculable. ¿Quién responde?. Y no hablemos de las regiones con cubierta vegetacional valiosa, que sólo se ve en el período del llamado "desierto florido" en la III y IV Región de nuestro país... Estimamos que se ha dado al famoso "deporte tuerca" un desmesurado e inadmisible timbre de gloria.

Atentamente,

Dr. Horacio Larrain B. (Ph.D.)