sábado, 1 de febrero de 2025

San Pedro de Atacama: qué representaba la obra del padre Gustavo le Paige y su Museo arqueológico para los jesuitas en el año 1986.

 Un jesuita nos describe  la zona atacameña en septiembre de 1989 nueve años despues de la muerte del padre Gustavo le Paige, S.J. 

El artículo que hoy re-editamos, fue publicado originalmente en el diario "El Mercurio" de Santiago de Chile,  el 10 de septiembre del año 1989,  hace casi exactamente 36 años (1) . Nos ha sido enviado por nuestro amigo Branko Marinov desde la República Argentina donde hoy reside.  Envío que agradecemos vivamente, pues nos permite profundizar  en la visión que los jesuitas y la Compañía de Jesús, que por entonces regentaba la Universidad del Norte (Antofagasta), tenían sobre la obra del padre le Paige en San Pedro. Por esa misma  época, nosotros   realizábamos investigaciones de tipo etnográfico y folklórico entre los diferentes poblados atacameños, a partir de la Universidad de Antofagasta.

En ese tiempo,  su autor, Guillermo Marshall Silva, jesuita, era el Rector del colegio San Luis de Antofagasta  y solía visitar San Pedro y sus pueblos con alumnos del colegio para apoyar la obra apostólica del padre Le Paige en su extensa parroquia (1).

A nuestro juicio,  examinando el presente artículo de periódico, es posible escudriñar  y descubrir el modo de pensar de la Compañía de Jesús sobre la obra de le Paige en aquellos años, antes de que  se iniciara una abierta oposición a la actividad del sacerdote,  tildado de "profanador de las tumbas de los antepasados".  Y mucho antes de que  se exigiera, por parte de algunos atacameños,  el retiro definitivo de los cuerpos momificados expuestos en las vitrinas del Museo (2).   

Texto original del artículo.

Fig. 1.    Primera parte. 


Fig. 2.  Segunda parte  del artículo.


Frases del artículo reveladoras de su pensamiento.

El texto ut iacet, está redactado en un estilo sumamente conciso  y  parco, a veces casi telegráfico,  y busca ilustrar al lector acerca del tema, pronunciándose abiertamente en favor de la obra científica  del jesuita arqueólogo. Hay algunas frases alusivas que  nos permiten escudriñar su pensamiento. He aquí un par de muestras:

1.  "El museo exhibe en forma muy didáctica  la historia de la cultura atacameña, pueblo de cazadores que vivió  10.000 A.C en esos lugares. Después fueron agricultores y pastores. Sufrieron los influjos de la cultura de Tiwanaku y de los aimaraes, comerciaron con los hombres de la costa. Tuvieron hermosas artesanias y objetos  con cobre, plata y  bronce....".  

Tal como se puede observar, no hay aquí atisbo alguno a críticas de tipo museológico. En ese tiempo, ¿no habían surgido aún?. Así nos parece.


2.  Después de referirse, escuetamente a sus principales fiestas religiosas  y su significado para los atacameños (Epifanía, La Candelaria, San Pedro y San Pablo),  agrega:

"Los sanpedrinos consideran al cura como parte de su existencia. Durante 39 años tuvieron de cura a don Domingo Atienza, quien iba en burro a Toconao (30 km) y a Socaire. El padre le Paige fue párroco durante 25 años. De modo que casi todos sus habitantes han sido casados y bautizados por uno de esos dos sacerdotes. Sendas calles  llevan los nombres de estos eclesiásticos". (énfasis nuestro)

Como se puede deducir de estas frases, no hay aún asomo alguno de crítica a su pastor.  Muy por el contrario, hay admiración y respeto.

3.  Visión del futuro de San Pedro. 

He aquí sus palabras:

"El futuro de san Pedro es sombrio. Lugar de cita de los turistss internacionales, sobre todo por su bien organizado Museo, con valiosos testimonios de la cultura atacameña, corre peligro de perder su identidad.... La mitad de los que terminan el octavo básico, van a un liceo de concentración en Calama donde están internos, pero donde los adolescentes ya pierden las costumbres campesinas de dar a comer a los chanchos y  los conejos, de ir a cortar alfalfa para el burro, o arriar la vaca para lecharla. Cuando vuelven a San Pedro, son ciudadanos vestidos con la onda thrasher, escuchando música heavy rock..." (3)  (énfasis nuestro). 

Con estas expresiones, Marshall deja entrever su gran preocupación por la creciente pérdida de la identidad  campesina de los habitantes  de Atacama que atribuye, en buena parte, a la instalación de la escuela de concentración fronteriza. ¿Se equivoca aquí el padre Marshall, o apunta claramente a un pavoroso problema actual y  futuro de la educación en estas  regiones? .....Que lo juzgue el propio lector (4) . 


Notas.

(1) Tal como me llegó, este artículo está lamentablemente incompleto. A lo que creemos, presentaba una tercera parte que hoy nos  falta. 


(2) Conocí personalmente y traté mucho con el  padre  Guillermo Marshall.   Habíamos sido amigos y compañeros de Noviciado en la Compañía de Jesús  a partir del año 1944, fecha de nuestro ingreso a la Orden.  Guillermo era uno o dos años mayor que yo. Era ex alumno del Liceo Alemán de los padres del Verbo Divino  (Societatis Verbi Divini  o SVD), mientras yo lo era del colegio San Ignacio,  de los padres jesuítas. Más tarde, en el año 1987,  cuando fui contratado por la universidad de Antofagasta como profesor e investigador, lo vi y traté muy a menudo en el colegio  San Luis, de los jesuitas, donde estudiaba por entonces mi hijo Carlos.  Con mi familia, solíamos asistir a la misa dominical en el colegio, oficiada casi siempre por  Guillermo.  Gustaba mucho su predicación:  breve, directa y  precisa: sin elegancias ni  adornos.  Aquí, solíamos topar semanalmente con el poeta antofagastino Andrés Sabella y su esposa, ambos feligreses infaltables al culto católico del día domingo. Con Sabella, habíamos sido colegas en la Universidad del Norte, entre 1963 y 1965.  Andrés, poeta insigne, era un distinguido y destacado ex alumno del colegio San Luis, fundado por los sacerdotes Florián Blümel y Albino Seeger en  el año 1916. 

(3)  La crítica al sistema de  la "escuela de concentración fronteriza" es aquí evidente y bien fundada. En efecto, los hijos de los campesinos indígenas de los pueblos más apartados eran forzados a reunirse en este tipo de escuela única, de talante casi militar, en las ciudades o pueblos mayores. En Atacama, las hubo en Caspana y Calama.  Fueron establecidas durante el gobierno militar del general Pinochet en el año 1979  mediante el Decreto 1.673. En el extremo Norte, las hubo en  los pueblos  de Tarapacá y Cariquima y,  posteriormente, en Ticnamar, Colchane y Visviri.  So pretexto de concentrar a toda  la población estudiantil en pocos lugares, bien abastecidos (en lugar de la proliferación de diminutas escuelas  unidocentes, sitas en los numerosos pueblos  apartados), se separaba y aislaba así a los niños, por largos períodos de tiempo, del influjo cultural directo de sus padres, sea en lo referido a la práctica de su vida agraria, como en lo relativo al uso de su lengua materna, el aimara.  Su  mayor crítica radicó en  la consiguiente e inescapable  desafección y alejamiento de los jóvenes  del modo de vida pueblerino de sus padres  y la adopción   de  costumbres  urbanas, muchas veces reñidas con su ethos campesino tradicional. 
En el  mundo aymara y atacameño,   los niños han sido desde siempre una apoyo inapreciable del trabajo de los adultos, sea en la chacra, sea en el cuidado del rebaño. La imagen de que  los niños no deben ser forzados a trabajar es un concepto muy citadino y choca violentamente con la concepción indígena tradicional de que los niños deben  estar familiarizados, desde pequeños, con todos los trabajos del adulto,  sea en el campo o la chacra,  sea en el telar  y/o el cuidado del ganado o  la casa, aprendiendo a realizar, de acuerdo a su edad y sus fuerzas, todas las actividades propias del campesino adulto o del pastor.  Así, el niño o la niña aprenderá, en forma experimental,  los gajes del oficio de sus padres, y será capaz de replicarlos y reproducirlos en el futuro en su propia vida adulta  ("Experientia docet"). 

Téngase presente, además, que este artículo fue publicado cuando aún el general Augusto Pinochet estaba en el poder. Su sucesor, Patricio Aylwin Azócar asumirá en el mes de marzo del año  siguiente, 1990. No se gozaba aún, por lo tanto,  de libertad de expresión. Lo que otorga especial mérito a la crítica esbozada por el padre Marshall al sistema educacional de las "Escuelas de Concentración Fronteriza"  


(4)  El  jesuíta  padre Le Paige y su Museo  arqueológico han sido muy criticados por ciertos círculos  académicos  seguidores de tendencias indigenistas o anti-colonialistas  a partir aproximadamente del año 2000 o poco antes.  Hasta el año 1989 -fecha de este documento-  su obra era, en cambio, generalmente admirada y reconocida como gigantesca, titánica, y digna de todo elogio y  admiración por el enorme despliegue y riqueza de objetos museológicos obtenidos en sus excavaciones por más de 25 años. Tanto la Universidad Católica del Norte como los investigadores que han estudiado  en profundidad la historia de este período han sabido reconocer los aportes insustituibles de Gustavo le Paige a  la arqueología  atacameña entre los años 1957 y 1979. Los testimonios de ilustres visitantes nacionales e  internacionales,  como de  académicos  estudiosos de este período (especialmente los arqueólogos Mario Orellana y Agustín Llagostera),  son irrecusables e indesmentibles.  
La acerba crítica actual en algunos círculos al trabajo arqueológico de le Paige,  basada en su postura  frente a  la exposición de  los restos momificados  y cráneos de antiguos pobladores de Atacama, ha sido expresamente discutida y analizada por nosotros en el siguiente artículo de nuestro blog https://eco-antropologia.blogspot.com: "¿Puede existir un trabajo arqueológico serio sin el rescate y estudio de restos humanos momificados o esqueléticos del pasado reciente o remoto?. Antecedentes  útiles o necesarios  para una discusión",   (editado el  20 de julio, 2024).

Agradecimientos.

A Branko Marinov Martinic por el envío del presente documento. Y a la señorita Magdalena Ugarte Silva, por su inapreciable ayuda técnica con el computador.