viernes, 15 de marzo de 2024

Momias o esqueletos humanos en Museos: ¿se puede exhibirlos, o no?. Problemática disyuntiva planteada hoy a los Museos del mundo.

 En  recientes artículos nuestros en defensa de la actividad arqueológica del jesuita padre Gustavo le Paige en San Pedro de Atacama, en este mismo Blog, nos hemos planteado  la siguiente inquietud: "es lícito exponer en los Museos momias o restos humanos del pasado"?.  Las etnias indígenas reconocidas en Chile han estado poniendo hoy  en tela de juicio esta práctica habitual, muy en boga en el siglo pasado en gran parte de los museos del mundo.  Por cierto, también en Chile (1). 

 El caso tal vez más bullado en nuestro país, -que ha desencadenado una verdadera persecución a su autor-  ha sido el del Museo arqueológico construido por el padre Gustavo le Paige en el poblado atacameño de San Pedro de Atacama,  en la región de Antofagasta en 1962. Es bien conocido el hecho de que uno de los mayores atractivos de dicho Museo donde confluía un numeroso público extranjero curioso, era la exhibición de momias atacameñas perfectamente conservadas, junto a su rico ajuar mortuorio con el que fueron enterradas. No pocas de ellas, a lo que sabemos,  con fechados de C14 cercanos a  los  1.000 a  2.000 años atrás.  

Fig. 1.  Momias atacameñas expuestas en el Museo Arqueológico de San Pedro de Atacama por el padre le Paige (Antigua foto nuestra en blanco y negro del 8 de  diciembre 1964).

Fig. 2.  La primera sala de exposición del Museo de San Pedro de Atacama. Observe las momias dispuestas a ambos lados de la sala. No se expone en vitrinas aún....todo está a la vista. (Foto H. Larrain, 8 diciembre 1964). 

Fig. 3   Fotos de momias y cráneos del Museo del P. Le Paige en San Pedro de Atacama. En reportaje del diario "El Mercurio" de Santiago de Chile del día 25 de Junio,1981.

Nunca, que sepamos, exhumó le Paige tumbas  o excavó cementerios indígenas recientes, posteriores a la conquista española. Mucho menos las tumbas adosadas a los costados de las iglesias antiguas, como en el caso de Chiuchíu (2). Pero sí cementerios o tumbas que, por cierto, no estaban visibles  en el paisaje y que el arqueólogo llegó a descubrir gracias a su "olfato" característico o -más frecuentemente- al "dato" suministrado por lugareños y que le hacían llegar muchas veces (3). 

Las momias  y los cráneos atacameños.

¿Qué tenían de particular estos antiguos restos humanos para le Paige?. ¿Por qué su afán, aparentemente desmedido, por colectar y estudiar varios  miles de cráneos humanos antiguos exhumados en la zona atacameña?.  Porque hay constancia de que en su Museo llegó a acumular una enorme cantidad de cráneos, más de 3.000 o 3.500 (4).

Fig. 4.  Momia expuesta en el antiguo Museo de San Pedro de Atacama. Motejada como "Miss Chile" por algún desaprensivo visitante, tal denominación prendió y siguió en uso. Lamentable falta de respeto  hacia una joven mujer atacameña del pasado. (Foto en reportaje citado de "El Mercurio", del 25 de junio 1981).

En nuestra opinión, tres muy poderosas razones impulsan al arqueólogo a buscar afanosamente y extraer,  estudiar y guardar  tales restos en su Museo:  

a)  Estudiar el tipo, forma y características  de algunos de estos cráneos  comparándolos con especímenes del tipo Neandertal descubiertos recientemente  en  Europa, obsesionado con la idea de hallar rastros del período paleolítico y del hombre de Neandertal en  la zona atacameña (tarea propia de la antropología física), 

b) analizar y describir las características de cada cultura representada por el conjunto de elementos característicos de su ajuar  funerario,  vestimentas: objetos, cerámica,   utensilios varios u ofrendas asociados al  entierro (tarea propia de la arqueología).

c)  Verificar, por fin.  la secuencia cultural observable  desde un punto de vista cronológico para llegar a concluir la existencia de una continuidad de la cultura atacameña  in situ. Para ello necesitará  le Paige y obtendrá algunos fechados de C14 que le permitan afirmarla  (tarea propia de la arqueología). (5). 

En el primer caso, le interesaba  descubrir posibles  relaciones de los más antiguos habitantes de Atacama  con  grupos marginales (o finales)  del paleolítico europeo. Concretamente, llega a sospechar la existencia de un contacto con grupos Neandertales llegados a América desde Siberia a través del estrecho de Behring en Alaska. Por ello, nos explicamos su interés casi enfermizo por hallar posibles relaciones genéticas, perceptibles a través de la forma externa del cráneo  (análisis de la calota craneana). Curiosamente, no se interesaba mayormente por los maxilares inferiores (mandíbulas), como se puede apreciar a través de  sus escritos.

En este contexto, podemos comprender su marcado interés por estudiar los que él denomina "cráneos chatos",  que a él le recuerdan vivamente formas neandertales. Tal preocupación es claramente perceptible en  varios de sus artículos de índole antropológico-física. Véase, a título de ejemplo, las siguientes citas que señala en su trabajo "Cráneos atacameños, evolución, ritos", editado en los Anales de la Universidad del Norte Nº 5,  año 1966:

"El caso  tan extraño y especial de San Pedro de Atacama, mostrando en su material lítico y agro-alfarero una secuencia tan perfecta, esta vez no artificial, ¿tendría también su comprobante en los rasgos antropológicos?. La arqueología no, puede contestar (esta pregunta) y lo importante (aquí) es la antropologia física"  (le Paige, 1966: 7).

"El grupo de cráneos de "tipo chato" nos había llevado a decir que no podríamos afirmar  si la mezcla de Neandertaloide y de Sapiens se había realizado antes del paso por Bering, o en América misma. El cráneo de Tambillo inclina la cuestión en favor de la segunda hipótesis" (Le Paige 1966: Lám. 4). (6).

"Ahora bien, ¿en qué consiste  el grupo de Tipo Chato?. Tiene tres características :  1)  arcada supraciliar (7)  pronunciada;  2) frente huyente, 3) occipital bajo y alargado, además de la altura Bregma-Basion (ABB) muy reducida. 

También hay que insistir sobre el hecho de que el cráneo del "Tipo Chato" se encuentra en los cementerios más antiguos de San Pedro de Atacama, para desaparecer totalmente en los más recientes". (le Paige, 1966: 8-9, énfasis nuestro).

El lenguaje usado por le Paige en estas citas es a veces tan parco y sintético, que cuesta no poco entenderlo...Por eso nuestra adición en el texto de palabras aclaratorias puestas entre paréntesis. 

Fig. 5.  El padre le Paige estudiando los cráneos de su colección craneológica. Imagen tomada de su propio trabajo: "Antiguas culturas atacameñas en la cordillera chilena",  Anales de la Universidad Católica de Valparaíso,  Nº 4-5,  1957/58, pág. 123.

En síntesis, le Paige nos viene a decir

 Así como se puede comprobar en la zona atacameña una clara secuencia cultural tanto en la  evolución de la cerámica como en la lítica, podríamos preguntarnos si, a la vez, será posible observar una evolución temporal en los caracteres físicos de la calota humana desde el tipo Neandertal al tipo de Cráneo Chato, exhumado en San Pedro, tipo éste último que,  de acuerdo a le  Paige,  termina por desaparecer del todo en tiempos más recientes.

A le Paige se le objetó en su tiempo que en sus análisis confunde  la deformación  tipo "Tabular oblicua" -frecuente en la zona- con un imaginado "Tipo Chato". Le  Paige arguye con argumentos, sin embargo,  decididamente  en contra de dicha posible confusión (ver 1966: 9); (8). 

En suma, aún cuando los conocimientos de le Paige en materia de antropología física fueran frágiles (pues no existe la menor constancia de estudios suyos en esta especialidad) (9), podríamos concluir que  él tenía el "presentimiento" de que su secuencia craneométrica apuntaba a la probable persistencia  de rasgos neandertaloides en su zona de San Pedro.  Muchos de sus cráneos, como los que rotula de "tipo chato", en su opinión, le parecen comprobar su hipótesis (10).

Tal búsqueda le incentivaba  a exhumar y reunir la mayor cantidad posible de cráneos con el objeto de  corroborar sus audaces hipótesis. Lo cual nos permite explicarnos hoy, de inmediato, la enorme cantidad de cráneos que llegó a reunir en su Museo arqueológico. 

Lo que más le apena -lo confiesa abiertamente- es no haber podido hallar tumbas comprobadas  correspondientes a las culturas líticas más antiguas de cazadores-recolectores: según él, las de Ghatchi o Tulán (11). Lo señala explícitamente , con una cita parcial en francés, al inicio de su trabajo "Cráneos atacameños" (1966: 5):

"En abril de 1966 el arqueólogo francés  que descubrió en enero de 1953 el  tesoro de Vix, decía: "mais ce qu`il me faut, voyez vous, c´est la nécropole de guerriers de Vix. Où est elle? sacrebleu!.." (traducción: "lo que me falta, véanlo, es la necrópolis de los guerreros de Vix...¿donde está, ¡maldición! ?...(1966:  7).

Citas semejantes se puede espigar en su trabajo: "Estudio craneométrico de la colección del museo de San Pedro de Atacama", Anales de la Unversidad del Norte, Antofagasta,  Nº 1, 12-35 del  año 1961 o en su artículo: "Cráneos atacameños: evolución, ritos", publicado por  Anales de la Universidad del Norte, Antofagasta, Nº 5, 7-10, año 1966.

Este tema (posible influencia temprana Neandertal en América) le intriga y apasiona enormemente. En buena medida, -sospechamos- sería el fruto de sus frecuentes lecturas de reportes franceses aparecidos en revistas de Francia o Bélgica, que recibe regularmente y/o de las lecturas de las obras de su correligionario, el jesuita y paleontólogo francés Pierre Teilhard de Chardin  (1881-1955). (12).

En nuestras frecuentes visitas a San Pedro de Atacama (1963-65) para ayudar a le Paige en sus tareas apostólicas, tuvimos la grata oportunidad de conversar y discutir más de una vez este tema con el propio le Paige que estaba por entonces obsesionado con  esta posibilidad. 

Momias atacameñas.

¿Qué pensaba le Paige sobre la exposición de sus momias en el Museo de San Pedro?.  Hay que considerar, para comenzar,  que, en esos años, era frecuente y normal exponer cuerpos humanos con su respectivo ajuar funerario procedentes de excavaciones, en nuestros museos arqueológicos. Nadie lo objetaba. Por el contrario, ello constituía una prueba más de la fidelidad del científico al mostrar el fruto de  sus excavaciones y sus resultados concretos. 

Recuerdo bien que nosotros mismos, en nuestro pequeño museo de la Universidad del Norte en calle Prat, teníamos en exposición varias momias desenterradas por Bernardo Tolosa en Quillagua (1964). En particular, recuerdo muy bien aquella de un pescador que presentaba, colgada a su cuello, una talega decorada. En su interior, hallamos numerosos pececillos  pequeños, disecados. como "alimento" para la vida en el más allá. 

Otro recuerdo personal.

Me atrevo a aportar aquí otra escena en que me tocó ser protagonista. Extracto de mi Diario de Campo Nº 1-A la fecha aproximada del hecho: 24/09/1964.   Invitado por el arqueólogo Percy Dauelsberg del grupo de Arica, fui desde Antofagasta con el joven estudiante de biología Agustín Llagostera a ayudar a Percy y su equipo a desenterrar tumbas halladas en un montículo funerario, en la parcela  19 del valle de Azapa.  Los dueños de dicha parcela, la familia Ramos Coddou querían, a toda costa,  eliminar un gran túmulo,  a unos 30 m. de su vivienda, que según ellos les estorbaba. Sondeos previos hechos por la propia familia (en realidad, huaqueos), señalaban claramente la presencia de gran número de tumbas apiladas unas encima de otras. Por ello recurrieron al arqueólogo Dauelsberg, por entonces el experto de la zona. Dos o tres días, en efecto, estuvimos allí ayudando y tomando notas de los hallazgos (13). La totalidad del material funerario entonces recolectado pasó a integrar las colecciones del Museo arqueológico de Percy que a la sazón se encontraba en calle Sotomayor en la ciudad de Arica. Pero Percy, a pedido mío, nos obsequió algunas momias y cerámicas decoradas para formar parte de la colección de nuestro museo de la Universidad en Antofagasta. 

Como el jesuíta Alfonso Salas nos había pedido que de vuelta a Antofagasta trajésemos dos vehículos nuevos (citronetas), recién compradas en Arica, aproveché la oportunidad de llevar conmigo 3 momias procedentes del citado túmulo funerario (14), obsequio de Dauelsberg para nuestro flamante Museo universitario. No pensé para nada en las posibles  consecuencias. Al llegar a la aduana de Cuya, sitio de control policial obligado,  me presenté en la oficina. A la pregunta del carabinero por el número de pasajeros que yo portaba, señalé que en mi vehículo venían otros tres pasajeros que estaban imposibilitados de bajar. El funcionario se acercó al vehículo a verificar y ahí se da cuenta de la calidad de los presuntos viajeros. Al ver mi aspecto de sacerdote y al escuchar mis explicaciones, el funcionario policial sonrió y nos dijo: "aquí en Cuya cuando levantaron el cuartel policial, aparecieron también varios entierros". Por suerte para nosotros, no dio mayor importancia al hecho que e  otra época pudo habernos costado caro (15).

Este pintoresco episodio demuestra con qué facilidad, en aquellos años, se podía traficar en el país  con restos humanos arqueológicos y objetos  funerarios.


En Santiago, la momia del cerro El Plomo.


La arqueóloga austríaca Grete Mostny, directora del Museo de Historia Natural de Santiago, mantenía en exposición, como notable adquisición,  la famosa momia de la niña del cerro El Plomo, hallada en el año 1954, notable expresión de un  sacrificio humano denominado "capacocha" dedicado  al sol y a las divinidades  de las alturas en  el Tawantinsuyo de los Incas. (16). Esta exposición ha atraído, por muchos años, numerosísimos visitantes. Nadie objetó nunca -que sepamos- su exhibición en el Museo.

Le Paige por lo tanto, en este tema -como en  otros similares-  solo continuaba una tradición general existente en todos los museos del mundo, costumbre  iniciada, tal vez, en el Museo de El Cairo con la exposición pública de las famosas momias de los faraones egipcios  que han sido  exhumadas hasta hoy, en los cementerios de Saqqara, Lisht, Tebas y otro sitios más en Egipto y Nubia  (17).

Es cierto que Le Paige -a diferencia de  todos los otros arqueólogos en Chile- exhuma muchos más cuerpos y cráneos que todos sus colegas chilenos juntos (18). Ya hemos abundado en su explicación, a nuestro entender,  por las poderosas razones que le mueven e impulsan en  este afán aparentemente exagerado.


¿Ahora bien, existe algún "parentesco" real de las momias atacameñas con los actuales habitantes de la zona?. 

Los pueblos indígenas en Chile, en particular los del Norte (aimaras, quechuas, lickan antai, collas o diaguitas) arguyen hoy que la exposición  museológica de los restos de sus "antepasados", máxime en el estado de momias,  les resulta particularmente denigrante y vergonzosa, Atenta -señalan- contra su dignidad  y  sus más caras convicciones religiosas y éticas. Consta, en efecto, el profundo respeto que  sienten por sus antepasados ("los abuelos") a los que visitan y honran invariablemente en sus cementerios  y camposantos hoy día.  Y basta acudir a sus cementerios, especialmente los días 1 y 2 de noviembre de cada año (19), para constatar cómo las familias indígenas honran la memoria y el recuerdo de sus antepasados. 

¿Son estas momias realmente sus verdaderos antepasados?.

Ahora bien, nos podemos preguntar seriamente sobre el parentesco real de los actuales habitantes de Atacama y los cuerpos momificados que se exponía a la vista del público  en el Museo arqueológico del padre le Paige en San Pedro de Atacama.   En otras palabras, ¿son los actuales Atacameños en sus diferentes poblados los descendientes directos de esos difuntos momificados expuestos en el Museo?. Porque si no lo fueran y tuviesen un probado origen diferente, estarían reclamando sin fundamento alguno.  

Si, ex hypothesi, el cuerpo momificado corresponde a un individuo que vivió hace 1.500 años digamos en el ayllo de Coyo, Tchécar,  Túlor o Quitor, habría transcurrido entretanto la friolera de 80 generaciones (si consideramos un promedio de 25 años por generación) hasta alcanzar la generación actual. ¿Será posible constatar un parentesco real de un actual residente de Coyo con su lejano antepasado prehistórico, transcurridas entretanto 80 generaciones?.

 En sentido estricto, sí sería posible. Pero para ello se requiere, de necesidad,  el cumplimiento de varias premisas básicas. Una,  que los miembros de dicha familia no se hubiesen movido de su lugar de origen durante todo ese extensísimo período de tiempo; y dos, que no hubiese existido interferencia en su árbol familiar por el aporte genético de otros individuos (hombres o mujeres), venidos de otras zonas geográficas, otras tribus y otras culturas. En otras palabras, que no hubiese existido mezcla alguna racial con otros grupos. 

 ¿Es posible que tal cosa haya podido ocurrir en Atacama?  ¿Es posible la conservación  en el ADN de un actual residente de Coyo o Tchecar de genes de hace unas 80 generaciones atrás?. En principio, como decíamos,  sí es posible.  

Tenemos hoy en el mundo algunos notables casos ilustrativos al respecto. Así, por ejemplo, estudios genéticos recientes han podido comprobar, sin género de duda, que en el ADN de no pocos actuales habitantes del Ötztal, en los Alpes italianos, persisten  genes ya presentes en el ADN del famoso Ötzi, el cazador alpino también conocido como "el hombre de  Hauslabjoch" que vivió hace alrededor de 5.300 años en la misma zona alpina. Fue hallado en el año 1991 casualmente,  intacto, con sus armas de caza, por montañistas alemanes, entero y congelado, entre los hielos de los Alpes  a 3.200 m de altitud. ¡En este caso, se estaría probando que subsiste tal lejano parentesco tras el transcurso de  212 generaciones!.

Otros casos de exposición de cuerpos humanos momificados.

Además del cercano caso del "hombre verde" o "momia de cobre" , cuerpo naturalmente momificado de un antiguo minero atacameño, hallado en el año 1881 en una antigua mina cercana a Chuquicamata, intacto, con sus herramientas de trabajo y vestimenta (20), hay en el mundo muchos casos de hallazgos de momias semejantes, muy antiguas y  bien conservadas, sea en las arenas del desierto egipcio, sea en las turberas escandinavas o inglesas. 

En el Museo de Arica de la Universidad de Tarapacá, en el valle de Azapa se expone hasta hoy, sin prejuicio ni reclamo alguno,  un conjunto de  momias del tipo "Chinchorro",  fechadas entre los 6.000  y 7.000 A.P (antes del presente).  

En el año 1950 fue hallado en Tollund, Dinamarca, el cuerpo momificado y perfectamente conservado, en la turba de un pantano de un hombre de unos 40 años de edad que se especula habría sido sacrificado a los dioses en la Edad del Hierro.  Su data es de unos 2.400 años. Los daneses lo exponen hoy  al público sin ruborizarse.  

Estos casos como muchos otros semejantes que podríamos citar, son hoy conservados y mostrados con naturalidad  y sin escándalo en varios museos de Estados Unidos o de los países nórdicos.   Nadie ha objetado hasta hoy su exhibición al público.


¿Qué ocurre en el caso atacameño? El caso particular del área atacameña desde el punto de vista demográfico.


En nuestra opinión, la premisa requerida: existencia de un  total aislamiento geográfico) no se dio, ciertamente,  en el caso atacameño. A pesar de su aparente soledad y lejanía, el área de Atacama y sus poblados ha sido objeto de un tráfico intenso e incesante de personas a lo largo de la historia antigua y reciente.  Pruebas al canto. 

En primer término, recordemos la presencia del camino del Inca  o Qhapaq Ñan, ruta incaica que cruzaba de norte a sur el territorio atacameño y que, aún hoy, conserva algunas de sus antiguas huellas en la zona de Peine  y al sur de Tilopozo (21). Durante el período incaico, esta ruta era, para el imperio Inca, la única forma de comunicación con el extremo sur andino del Tawantinsuyo, próxima al océano Pacífico. Por aquí traficaron -según las crónicas- los ejércitos del Inca desde Pachacuti hasta Huayna Cápac y, posteriormente, las huestes de los conquistadores españoles Diego de Almagro  (1535), Pedro Sánchez de la Hoz y Pedro de Valdivia (1540) y otros grupos posteriores  de refuerzo solicitados a Lima por este último.  Movimientos de tropas que, invariablemente, involucraban un contacto (forzado o amistoso) con los pobladores cercanos para recabar su indispensable apoyo y asistencia.  Así, podemos estar seguros que se reclutaba siempre a los pobladores cercanos  en calidad de  cargadores  o auxiliares. 

Se sabe bien hoy, además,  por las fuentes de la arqueología histórica y la historia colonial temprana, que el río Loa fue una habitual senda de comunicación de los grupos altiplánicos con los grupos de pescadores changos y camanchacas de la costa pacífica. Durante el trayecto, disponían del  agua fresca del río y alimento  vegetal seguro para sus llamas de carga.  Al llegar a la costa, en la desembocadura del Loa,  intercambiaban sus producciones: textiles, coca, quínoa y variedades de papas por pescado seco ("charquecillo"), algas secas y mariscos con los changos pescadores allí residentes.  En efecto, existió un tráfico incesante en ambos sentidos, ya que también los pescadores solían  internarse en el territorio árido y alcanzaban los poblados atacameños o aimaras para realizar un activo intercambio comercial o trueque (22). 

Esta incesante movilidad entre las tierras altas de Bolivia actual y la costa del Pacífico -bien comprobada por el arqueólogo John Murra (1972) para el sur peruano (23), debió existir desde una remota antigûedad  y nos consta se dio al menos desde la época de influencia de la cultura altiplánica de Tiahuanaco (24). Tal frecuente intercambio mutuo de productos, sin duda alguna, trajo también consigo un incesante intercambio de genes, fruto del maridaje o cruce eventual con mujeres atacameñas.

Esta movilidad trans-andina (en ambos sentidos)  experimentó su máximo desarrollo -a lo que creemos- en la época salitrera  (entre los años 1840 y 1925), cuando desde Jujuy, Catamarca, La Rioja o Tucumán numerosos arrieros argentinos viajaban continuamente, conduciendo recuas de ganado bovino en pie hasta las Oficinas Salitreras  sitas en la pampa, para aportar carne fresca a sus pulperías. No pocos de entre ellos, solteros, terminaron radicándose definitivamente  en poblados atacameños donde formaron familia.

La consulta de archivos parroquiales: un  hallazgo.

Hace años, tuve la oportunidad de revisar someramente los archivos antiguos de bautismo y matrimonio de la parroquia católica de Calama. Recorriendo las partidas fechadas aproximadamente entre los años 1880-1925 me sorprendió mucho en la información  referente al lugar de origen y actividad  del padre  (del bautizado o casado)  la gran cantidad de anotaciones que señalaban como actividad "arriero", y como procedencia,  pueblos de Bolivia  y/o Argentina.  Asentados ya en pueblos atacameños pertenecientes a la parroquia católica de Calama, estos antiguos arrieros terminaron casándose con atacameñas, formando allí sus nuevas  familias. Varios de los actuales apellidos de la zona, tales como Cruz, González, Reyes, Tejerina, Ramos, Zuleta, Escalante, Mondaca, Lobera, etc.... tendrían -según mis sospechas-  este probable (¿o posible?) origen. Los antiguos y venerables apellidos atacameños  son hoy sumamente escasos allí y más bien se les podría hallar en los pueblos más alejados como Caspana, Toconce, Ayquina o Cupo. Los arrieros argentinos o bolivianos que se  afincaron en la zona -tal como lo hemos explicado- prefirieron instalarse en las prósperas tierras agrícolas, entre los ayllos de San Pedro y/o  Toconao. 


Comentario final.


Gustavo le Paige es un hombre de su tiempo. Es decir, en muchos aspectos y decisiones, actúa como todos sus coterráneos. Pero hay algo más en él que lo diferencia profundamente  de sus colegas chilenos de su época:   está imbuido de ciertas hipótesis fijas que procura, por todos los medios posibles, comprobar. Ya lo hemos señalado. Son éstas: 1) probar la enorme antigûedad del hombre atacameño y su relación genética con el Neandertal de Europa, y 2)  dejar en evidencia y comprobar la "continuidad de la cultura atacameña"  en la zona a pesar de los evidentes cambios en sus estilos  cerámicos. Y como corolario final: 3) dar a conocer al mundo culto la extraordinaria riqueza cultural de la zona de Atacama. 

Como instrumento práctico para ello, toma la audaz decisión de montar  un Museo arqueológico donde puede mostrar a los sabios del mundo sus descubrimientos. Por eso convoca allí mismo, en el recinto de su naciente museo, dos importantes Congresos:  el primer Congreso Internacional de Arqueología en  el año 1963  y -posteriormente-   el Congreso Panamericano de Arqueología, el  que tuvo también lugar en San Pedro, en el mes de diciembre del año 1969.


¿Le faltó,  tal vez,  hacer algo al padre le Paige para dar a conocer sus audaces hipótesis?.


Reflexionando serenamente sobre este tema, hemos llegado a la convicción de que más de algo le faltó a le Paige hacer en relación con su actividad museológica en San Pedro de Atacama. Algo que le habría evitado - así lo creemos- la ola de críticas actuales  a su labor. Algo que, por lo demás, también hemos echado de menos entre los actuales arqueólogos del Museo  de San Pedro de Atacama y que ha provocado ese distanciamiento (por no decir alejamiento)  de los atacameños de las actividades del Museo y de los arqueólogos en general .  ¿Qué  es?. 

Le Paige se apoyó solamente en sus jóvenes y fieles ayudantes a los que enseñó a excavar.  A ellos los educó, formó y corrió siempre con  los gastos de su educación y sus necesidades personales. A ellos les explicaba algunas cosas acerca de la importancia del trabajo científico que se hacía en el Museo.  

Pero, que sepamos, nunca intentó  dar a conocer y explicar a los adultos atacameños de su pueblo, y especialmente a los  jefes de familia más capaces y despiertos, acerca de las profundas razones de su labor y de los objetivos concretos que él perseguía en sus búsquedas.  En suma, no supo dar a conocer  y explicar su trabajo a sus propios feligreses de su Parroquia.

  ¿Qué debió hacer a mi entender? El padre pudo formar  a su alrededor, un grupo de apoyo de hombres, jefes de familia, a los que explicara en detalle su trabajo y sus motivaciones más caras. Debió formar una especie de "círculo de estudios antropológicos" con ellos y para ellos. A ellos pudo y debió explicar la enorme importancia  de su labor para el futuro de su pueblo. ¿Por qué no lo hizo?. ¿Por falta de tiempo?...Ciertamente no habría sido tarea fácil reunir periódicamente un grupo de hombres y mujeres del pueblo con dicho fin,  cuando disponían de escaso tiempo para ello, ocupados como estaban en sus urgentes  labores agrícolas.

 ¿Tal vez  pensó que ellos no llegarían a  comprenderlo?. ¿Resabio éste de una "mentalidad colonialista" fruto insospechado, tal vez, de su actividad entre las tribus del Congo Belga?. Impronta que ha sido sugerida por un investigador reciente  de su labor, a nuestro entender sin fundamentos serios (25).  

Lo cierto es que no lo hizo, o no supo hacerlo. En cambio, sí lo hizo y con un éxito descomunal, ante el mundo científico internacional a través de sus Congresos en San Pedro. A los científicos del mundo, sí supo presentar sus descubrimientos y sus audaces razonamientos.

Lo cierto es que le Paige nunca imaginó -a lo que sospechamos-, la reacción negativa futura de algunos atacameños ante su trabajo,  reacción negativa que se iba incubando e incrementando con los años. ¿Supuso, tal vez, que solo se trataba de un cierto vago temor a la "venganza" de los  difuntos por  violar su descanso eterno  y que éste se desvanecería con el paso del tiempo?. Si  llegó a darse cuenta de ello, ciertamente no le confirió mayor importancia. Máxime cuando veía que muchos de ellos o sus mujeres, le suministraban con frecuencia datos de hallazgos de cuerpos o le traían de obsequio los cántaros u objetos hallados en sus chacras. Yo fui, varias veces,  personalmente, testigo de tales donativos (1963-64).  ¿Vió le Paige en ello una suerte de aprobación tácita a la labor desarrollada en el Museo?.

Resulta bastante difícil hoy, saber con certeza qué opinaba le Paige al respecto. ¿Subestimó, tal vez, la capacidad intelectual de los atacameños para comprender la enorme importancia de su labor?.  ¿Resabio inconsciente de su labor misional en el Congo entre sus negros iletrados...?. ¿ O fue causado por  su  convicción de que, en definitiva,  terminarían finalmente por aceptar y comprender su labor confiando en él tal como ocurriera en tantas otras ocasiones?  Recordemos a este propósito, que el padre fue un líder indiscutido en muchas actividades del pueblo, incluso en sus justas y competencias deportivas. 

Preguntas que resulta muy fácil hacerse ahora y que no podemos responder con certeza. Por ejemplo: ¿se percató le Paige de la reacción normal general de sus visitantes atacameños al contemplar las momias expuestas de sus presuntos "abuelos"?. ¿Analizó las posibles consecuencias de este temor reverencial a los difuntos?.

 Consideremos, a este propósito, que la actividad museológica y excavatoria del padre le Paige coincide con un período previo al reconocimiento de los atacameños como "pueblo indígena" en la legislación nacional.  Es decir, le Paige actúa como investigador del pasado remoto atacameño bastante antes de que los pueblos atacameños se auto-definieran  y fueran reconocidos como "pueblo" indígena, autóctono de Chile.  Le Paige muere en mayo del año 1980; La Ley indígena en Chile que por fin los reconoce como pueblo autóctono, data, en cambio,  del mes de  octubre del  año  1993.

Nos consta a los investigadores que tal reconocimiento legal acarrearía,  muy pronto, gran número de cambios en la propia visión de los pueblos indígenas (auto-percepción étnica) y en sus demandas específicas al Estado chileno.

Le Paige, finalmente, fue un destacado hombre de ciencia de su tiempo en nuestro país. Los valiosos reconocimientos nacionales e internacionales recibidos  en vida,  así lo atestiguan. Negarles hoy su validez,  equivaldría a  pretender borrar el pasado, por el hecho de ser pasado. Tal proceder sería contrario al más elemental examen histórico. En consecuencia, el proceder de le Paige debe ser juzgado con  los criterios  y juicios éticos propios de su época, de ningún modo en base a concepciones,  modelos,  juicios o parámetros  actuales. Esto, de acuerdo a las reglas de  la más estricta justicia. 

Colofón.

En cuanto a la persistencia de un posible y remoto "parentesco" entre los actuales habitantes del salar de Atacama y las márgenes del río Loa, y las momias excavadas por le Paige, valga la abundante argumentación arriba expuesta. Tal posibilidad ciertamente podría darse (26), pero creemos que en el caso presente es sumamente remota y/o muy dudosa, siendo muchísimo más probable que se detecte -mediante el cotejo de muestras de ADN- el parentesco mucho mayor  de los atacameños actuales con los pobladores quechuas del extremo sur boliviano (Lipes) y/o con algunos grupos étnicos del Noroeste argentino por las poderosas razones aducidas más arriba. Valdría ciertamente la pena que algún investigador avezado realizara un día tal prolijo cotejo para esclarecer bien este punto y salir, una vez por todas,  de dudas (27). 

Estampamos en el capítulo de nuestro blog titulado: "El arqueólogo Mario Orellana y Gustavo le Paige: un testimonio elocuente", editado el día 30/08/2011 las frases que siguen, tomadas ad litteram del arqueólogo Orellana y que hoy reafirmamos con pleno conocimiento de causa:

"Hoy por hoy, digan lo que digan algunos sobre la "impiedad" de Le Paige para con los ancestros de los atacameños al sacarlos de sus tumbas, no puede dudarse de que la llegada de este humilde y servicial sacerdote de sotana gris, cambió el rumbo de la sociedad y de la cultura lickan antai, orientándola decidadamente hacia la presente toma de conciencia y reetnificación de su pueblo, el pueblo atacameño".


Notas al texto.   


(1)  En tiempos del P. le Paige no existía aún esta exigencia de los actuales pueblos indígenas en relación al cuidado y respeto hacia sus antepasados. En enero del año 1960, residiendo yo durante dos meses en el poblado, observé atónito en los alrededores de Chiuchíu y Lasana decenas de momias expuestas al sol y a la curiosidad de los turistas. Lo vi con mis propios ojos. A nadie parecía importarle tal proceder. Por entonces, en todos o casi todos los Museos de Chile se exhibía con orgullo algunas momias. Más aún, éstas eran consideradas parte integrante obligada de un registro arqueológico cuidadoso, tras las excavaciones practicadas por  los arqueólogos.


(2)  A los costados de la iglesia colonial de Chíuchiu, la más antigua de Chile, se adosan  filas de  túmulos de barro, semejando  sarcófagos, algunos de los cuales aún portan los nombres del difunto. Allí se enterró piadosamente hasta fines del siglo XIX. Durante la época colonial, en los muros de los templos más importantes de las ciudades, fueron inhumados personajes principales que así lo habían solicitado expresamente en sus testamentos. Algunos templos incluso poseían sendas criptas bajo la nave principal, para tal efecto. Es el caso que nos consta, por ejemplo, en la iglesia del pueblo de Tarapacá, también de época colonial. Cripta ésta que nunca ha sido examinada todavía desde un punto de vista demográfico  y que sabemos contiene numerosos entierros de la época colonial. (Información oral obtenida de Eduardo Muñoz hacia el año  1980).


(3)  Tengo la impresión -lo que tal vez fuera posible confirmar a través de las páginas del Diario de le Paige- que la mayoría de los cementerios excavados por el padre fueron fruto directo de un  aviso oportuno por parte de los propios lugareños agricultores que tropezaban con dichos cuerpos al labrar sus campos. Tal vez sus antiguos ayudantes del Museo, puedan aún hoy informarnos mejor al respecto. Si tal fuera el caso  -como sospechamos- la responsabilidad quedaría evidentemente compartida.


(4)  Véase nuestro artículo: "Gustavo le Paige: escudriñando los orígenes del pueblo atacameño", en este mismo blog de fecha 11/07/2010. 

El arqueólogo Agustín Llagostera M. en su obra Los antiguos habitantes del Salar de Atacama, Prehistoria atacameña,  (Biblioteca del Bicentenario, Pehuén editores, 2004): destaca lo siguiente sobre la inmensa labor arqueológica del padre le Paige en la zona: 

"El Padre le Paige, si no fue el primer investigador de estos lares, fue el que trabajó y vivió aquí  por más tiempo y, con justa razón, se autodefinió como  el "creador de los estudios atacameños". Reuió alrdedorde 375.000 objetos, descubrió más de 100 sitios arqueológicos y cerca de 40 pueblos en ruinas, excavó más de 3.000 sepulturas  en alrededor de medio centenar de cementerios" (2004: 13).  


(5) Le Paige consigue a través de sus contactos en Francia, varios fechados por C14 obtenidos del Institut Internationale de l´Énergie Nucléaire de Francia de muestras de las culturas que considera más representativas del desarrollo cultural en el área atacameña. Así envía, por ejemplo,  muestras de su famoso cráneo de Tambillo, espécimen  que considera de su "tipo Chato",  con evidente  influencia -según él- del ancestro Neandertal. Le Paige, en efecto, no desdeña recurrir a las más avanzadas técnicas de fechado de sus materiales arqueológicos, así como consulta constantemente sus dudas con los especialistas geólogos, antropólogos físicos  o  paleontólogos. 


(6)  Le Paige se pregunta, confuso,  sobre la época  precisa de un posible cruce genético entre el Neandertal y el tipo Sapiens. Y se inclina por creer que tal mezcla genética pudo producirse en territorio americano. Para él, sus cráneos del "Tipo Chato" lo estarían demostrando...Hoy sabemos, sin embargo,  por la arqueología, que los grupos Neandertal se extinguen totalmente y desaparecen en Europa y Asia hace unos 40.000 años atrás.  No conocemos aún con precisión las fechas más antiguas del posible tránsito de grupos humanos desde Siberia, a través del Estrecho de Behring, hacia América (Alaska). Los fechados más antiguos, probables,  que hoy manejan los arqueólogos americanos,  rondan los 25.000-30.000 años A.P. (antes del presente). Pero no más atrás por ahora...  Hubo, probablemente, varias oleadas sucesivas de tránsito, siendo los esquimales al parecer los últimos en poner pie en Alaska, varios  milenios más tarde,  procedentes de Asia. Pero hasta hoy, no se ha registrado dato alguno que confirme con certeza  la penetración de grupos Neandertales o Neandertaloides a América. El tema, sin embargo, como en la época de le Paige, sigue siendo  hoy de gran interés y actualidad.

(7)  Arco o arcada superciliar se denomina a "una eminencia ósea del cráneo que se encuentra  situada sobre las cavidades oculares, en la porción anterior del hueso frontal  a la altura de la ceja, por encima de la órbita". (cita tomada de Internet).

 

(8) No sabríamos si los argumentos esgrimidos aquí por le Paige en favor de su hipótesis poseen validez científica hoy día. Aquí tienen que opinar más bien los especialistas: es decir, los antropólogos físicos.


(9)  La única pista que hemos hallado sobre los conocimientos de le Paige en temas de antropología física son sus contactos con el médico forense (?) Carlos Larrain del Campo quien revisó algunos de sus trabajos sobre craneología de Atacama.

  

(10)  No hemos vuelto a leer nada sobre la existencia de "cráneos chatos" en la literatura científica chilena, de suerte que, a lo que parece, se trató aquí  solo de "un volador de luces" de le Paige, fruto de su entusiasmo por hallar evidencias de la existencia de un período Paleolítico  en América representado por tipos Neandertales. 


(11)  Si Ghatchi es en realidad una de las más antiguas culturas representadas en la zona atacameña  -como sospechaba le Paige- sus portadores habrían sido tan solo cazadores-recolectores nómades o semi-nómades. Tales bandas primitivas, ex hypothesi, muy anteriores a los grupos agrícolas aldeanos radicados en los aillos atacameños, debieron ser sumamente pequeñas, movedizas, siguiendo a diario a sus presas de caza, y seguramente estaban constituidas por muy pocos individuos. No tenían propiamente cementerios.  Al morir alguno de sus miembros, habría sido enterrado (o depositado) en cualquier parte. Tales grupos, al no poseer cementerios propiamente dichos, enterraron o dejaron a sus difuntos allí mismo donde fallecieron. No podría ser de otra manera dado su tipo de vida esencialmente movediza y migratoria. Hallar hoy sus cuerpos, parecería ser solo cuestión del azar. No habría, a lo que creemos,  ninguna pista segura para hallarlos.  Sin embargo, sospechamos que se albergaban de preferencia en cuevas naturales donde, posiblemente, fueron también depositados sus difuntos.


(12) Le Paige era  un ferviente admirador de las ideas del jesuíta y paleontólogo francés Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955). Leía apasionadamente sus obras póstumas, escritas en francés. y publicadas a partir del año 1955 en París. Durante mis últimas estancias en San Pedro de Atacama (fines de 1964)  le Paige me obsequió como recuerdo un ejemplar de la obra de Teilhard: Le groupe zoologique humain, publicado por Editions Albin Michel.  


(13) En mi Diario de Campo  rotulado como 1-A,  que conservo aún conmigo, he transcrito entre las páginas 1 y 72,  mis observaciones y notas personales tomadas en dicha excavación en el túmulo de la Parcela  nº 9  del valle de Azapa en el año 1964. Son anotaciones francamente rudimentarias, con dibujos muy primitivos de los hallazgos hechos en cada tumba. En aquellos primeros años de mi actividad arqueológica, no tenía yo todavía una noción clara de la enorme importancia de llevar un detallado y preciso Diario de las observaciones hechas en terreno. 


(14)  Estas tres momias más algunas hermosas piezas de cerámica decorada procedentes del túmulo de Azapa, obsequiadas por Percy Dauelsberg quedaron depositadas en septiembre del año 1964 en el Museo de la Universidad del Norte en Antofagasta. Su heredero, el museo regional de Antofagasta, podría, tal vez,  conservarlas aún hoy  en sus colecciones.


(15)  En aquellos años, no había ningún control  sobre tráfico de objetos  arqueológicos en el país, lo que recién en el año 1993,  con la puesta en vigencia de la nueva Ley indígena Nº 19.253 del presidente Patricio Aylwin, empieza a ser objeto de control  y castigo.  


(16).  Más de 20  cuerpos momificados  sacrificados a las divinidades de los cerros  han sido encontrados hasta hoy en las cumbres andinas del sur del Perú,  Norte de Chile y Argentina. Casi siempre se trata de individuos muy jóvenes, niños o niñas. Este elaborado rito funerario denominado "Capacocha" -al parecer de origen puquina- ha sido descrito prolijamente por varios cronistas españoles como Betanzos, (1551), Molina (1575) o Guamán Poma de Ayala (1615).


(17)   La BBC de Londres nos informó en el mes de febrero de 2024 acerca del notable descubrimiento de un conjunto de más de 200 sarcófagos y momias en la necrópolis de Saqqara, en un red de túneles bajo una antigua pirámide. Momias que serán exhibidas con orgullo en el novísimo y colosal  museo  egipcio de El Cairo.

(18)  El médico patólogo alemán, Dr  Otto Aichel, en su extenso trabajo "Ergebnisse einer Forschungsreise nach Chile-Bolivien", publicado  en la revista alemana Zeitschrift fur Morphologie und Anthropologie (Vol. 31, 1932: 1-166), afirma haber excavado  numerosas tumbas en busca de cráneos indígenas en nuestra zona atacameña y en la costa aledaña para sus estudios de craneología comparada. Su colega y coautor del trabajo, Gunnar Moeller-Horst en la sección intitulada: "Der äussere knöcherne Gehörgang  südamerikanischer Schädel"  apunta textualmente al respecto:

  "....los principales, lugares de hallazgo son: Taltal: 12; Santa María: (isla), 13; Calama, 20;  Chiuchiu:  26; Copaca: 31;   Chunchuri; 53;  y Quillagua: 156"  (ibid. 1932: 76). Lo que hace un total de 311 cráneos exhumados en otras tantas tumbas. Además de varias decenas de cráneos obtenidos de la franja costera entre Cobija y Taltal. Expresamente nos indica, además, que "aquellos cráneos son en parte deformados, en parte, sin señas de deformación. Los cráneos que tenían partes blandas momificadas o el timpanicum dañado, debieron ser, para los efectos de esta investigación, descartados". (ibidem, 1932: 76).  

En su "Einführende Bemerkungen" (Notas introductorias), Otto Aichel nos confidencia finalmente: "como resultado de mis excavaciones, pude yo incrementar gracias al aporte de esqueletos, cráneos y momias,  la colección del Instituto de Antropología de Kiel en alrededor de 400  piezas de su catálogo". (1932: 2; énfasis nuestro).

Era una época, por lo visto,  en que primaban en Europa (a través de Paul Broca) y en los Estados Unidos (por  Ales Hrdlicka y su equipo) los estudios de craneología comparada, tanto para un examen profundo de las diferencias observables  en las distintas razas humanas y sus orígenes, como para el examen de sus rutas de  propagación y difusión a través del planeta.  La expedición contó, según se nos informa,  con el pleno apoyo del gobierno del Presidente Carlos  Ibáñez del Campo  y las autoridades locales y  tuvo lugar en los años 1928-1929,   durando casi exactamente un año. En el museo de Santiago, contó con el irrestricto apoyo del antropólogo  chileno Dr. Aureliano Oyarzún, uno de los poquísimos chilenos que por entonces se interesaban  por este complejo tema: la paleo-antropología.  Gustavo le Paige, aunque 25 años más  tarde, es ciertamente partícipe de estas mismas inquietudes y objetivos de la ciencia antropológica de su tiempo. No es, por tanto, una excepción, una rara avis  o una gens perversa, como se nos quiere hacer creer aquí en Chile (Vide artículo de Pavez, 2012, infra).

(19)  El día 1º de noviembre la iglesia católica commemora el día de todos los Santos, y el 2 de noviembre, la commemoración de los Difuntos. En ambos días los fieles católicos visitan los cementerios llevando flores  a  sus deudos. En la sierra ecuatoriana, en Otavalo, nos tocó,  a fines de 1977, observar cómo los parientes llegaban al cementerio con alimentos y bebidas que consumían junto a las tumbas de sus deudos, acompañándoles por horas y horas,  brindando por ellos.


(20) Este interesante y curiosísimo caso ha sido bien estudiado por el arqueólogo norteamericano  Junius B. Bird en su artículo titulado:  "The copper man a prehistoric miner as his tools from Northern Chile",  y fue editado por la Dunbarton Oaks Conference on Precolumbian Metallurgy at South America, Trustees for Harvard University, Washington, D.C. 1975: 105-132. No sabemos si ha sido sometido a  examen de su ADN y si éste sea hoy compartido por descendientes atacameños.  


(21)  Los  arqueólogos  que exploraron en detalle  este tramo del Qhapaq Ñan señalan explícitamente la existencia de varios tambos y tambillos incas a lo largo de la extensa y desolada ruta entre el poblado atacameño de Peine y el pueblo de Copiapó. (Cfr. Hans Niemeyer y Mario Rivera: "El camino del Inca en el despoblado de Atacama", Boletín de Prehistoria de Chile   Nº 9, 1983: 91-123).


(22) Véase especialmente una de sus más representativas  obras:  "El control vertical  de un máximo de pisos ecológicos  en la economía de las sociedades andinas",  Universidad Nacional Hermilio  Valdizán, Huánuco, Peru, 1972.  

 

(23) La continua movilidad sierra-costa, propia del control vertical de varios pisos ecológicos, exigía un continuo movimiento de recuas de llamas de carga entre las comunidades alteñas y los grupos de pescadores changos  o camanchacas de la costa.  Cada viaje solía o podía durar varios meses y recorría numerosos pueblos.


(24)  El arqueólogo Lautaro Núñez señala en uno de sus trabajos la presencia de entierros de pescadores costeros en cementerios antiguos de Pica. Dada la constante movilidad costa-sierra ya aludida, esto no tendría nada de extraño. Nosotros también hallamos y estudiamos un lugar de descanso de pescadores costeros en plena  pampa del Tamarugal, muy cerca del Cerro Unita, camino al pueblo de Tarapacá, con presencia de instrumental de pesca, puntas de proyectil y alimentos varios. Consulte en este nuestro blog el artículo  titulado: "Un campamento de pescadores en plena Pampa del Tamarugal, ¿qué hacen  aquí en pleno desierto?. (Fechado el  10-01-2015).

De  paso, señalemos aquí que nosotros siempre utilizamos la grafía tradicional "Tiahuanaco" y no la de "Tiwanaku" -impuesta  por los arqueólogos norteamericanos-, por razones de índole lingüística, según la recomendación que  nos hiciera hace años el gran lingüista peruano Rodolfo Cerrón Palomino.


(25). Véase el artículo de J. Pavez publicado en la propia revista creada por el padre le Paige, "Estudios Atacameños",  Nº 44,  año 2012, con el título de: "Fetiches Congo, momias atacameñas  y soberanía colonial. Trayectoria de Gustavo le Paige, S.J. (1903-1980)".     

(26)   Los estudios comparativos del ADN mitocondrial, son hoy día muy frecuentes -aunque caros- para dilucidar esto temas tan espinudos. Sospechamos que si se llegara a detectar tal  "parentesco", éste vendría a ser  -a lo que creemos- sumamente lejano y débil  y no habría ya razón de peso para considerarles  como "sus abuelos".  

(27) En las  arteras y a veces  solapadas acusaciones actuales contra le Paige y su Museo, constatamos hoy mucho más que sólidos y potentes argumentos científicos, la expresión de un "purismo" indigenista exacerbado y desbordado que, tras el intenso y sostenido mestizaje  comprobado tras siglos de contacto con los conquistadores blancos y varios  otros grupos indígenas vecinos,  pasaría a ser, a nuestro juicio,  inconsecuente  e incluso francamente errado. El atacameño de hoy es  un ser muy mestizado tanto biológica como culturalmente, fruto de un  intenso y continuo entrecruzamiento genético con otros pueblos y culturas y esto desde hace milenios. Aquí, la pureza racial o cultural, (lo "atacameño") que parecerían preconizar y pregonar algunos, no es más que un mito. Lo que no significa, en modo alguno, que algunos elementos típicos de su cultura no pudieran ser  creaciones hechas in situ, como por ejemplo, la famosa cerámica rotulada por le Paige como "negro pulido atacameño".

Se ha de tener siempre muy presente, en este tipo de estudios,  el hecho comprobado de que, desde un punto de vista demográfico, los atacameños o Likan antai hablantes de la lengua kunza fueron siempre un grupo  muy pequeño en número, frente a las decenas de miles de componentes de las tribus vecinas (aymaras, quechuas, lipes, calchaquíes, diaguitas etc.) con las que mantenían asiduo contacto comercial desde tiempos inmemoriales. 










2 comentarios:

Dr. Horacio Larrain Barros dijo...

Nos escribe el arqueólogo chileno Agustín Llagostera M. desde Antofagasta a quien enviáramos el borrador de este artículo para su revisión y análisis:

"Estimado Horacio:

Hemos leído atentamente tu artículo y nos parece muy bien. Es un buen aporte para hacer justicia con el padre Le Paige.

Ordenando papeles, encontré un artículo de la revista Ercilla en el que
se hace referencia a la obra de Le Paige. Te lo adjunto por si te sirve.

Un abrazo

Agustín".


Dr. Horacio Larrain Barros dijo...

Apreciado amigo: Te agradezco tu breve comentario sobre nuestro trabajo que pretende hacer justicia sobre los notables aportes del padre Gustavo le Paige a la arqueología del Norte de Chile.
Al afirmar esto, no pretendemos ignorar o pasar por alto las deficiencias metodológicas de la actividad investigativa de le Paige. Estas fueron muy obvias y ya fueron notadas por Mario Orellana y sus colegas en sus primeros viajes a Atacama. Pero, malgré tout, el resultado final es francamente positivo. Le Paige dio a conocer la continuidad de la cultura atacameña desde sus primeras y más antiguas fases, gracias a sus notables descubrimientos. Y, tal como ha sido señalado, puso a San Pedro y su zona en el mapa de la arqueología mundial. Mérito éste que nadie podrá nunca quitarle.
Frente a los recientes intentos de algunos por empequeñecer su obra, so pretexto de una sospechosa "actitud colonialista", por su pasado como agente de evangelización cristiana, su obra se yergue impávida, tal como lo representa la figura que tan bien lo representa en la magnífica estatua del escultor Harold Krusell. Estatua hoy lamentablemente ignorada y abandonada a su suerte.