lunes, 29 de junio de 2020

La elaboración de carbón de leña en los cerros de la zona central de Chile: Observaciones hechas en 1983 junto al río Codegua (precordillera de Graneros).

                     
Fig. 1.  El área de elaboración del carbón de leña indicada en este artículo. El río Codegua cruza la imagen de este a oeste, escenario donde se solía realizar la corta de leña y producción de carbón en la década del 1980. (Tomado de Google Earth; los títulos son un agregado nuestro). Coordenadas geográficas aproximadas: 34º 02` L. S.  y 70º 32`L.W.   

                     
Fig. 2.   El ambiente  geográfico-ecológico del lugar. El área circundante estaba poblada de espinos (Acacia caven), quillay (Quillaja saponaria)  y litres  (Lithraea caustica), especies  que ocupan la pequeña terraza fluvial. Son especies muy  representativas del matorral de secano de la zona central de Chile.  En el primer plano de la foto, se observa, además,  algunos ejemplares del  cactus (Trichocereus chilensis), quila (Chusquea quila),   quillayes (Quillaja saponaria) y  la bromelia Puya chilensis que  ascienden por las laderas más soleadas y secas. Los árboles más grandes de atrás son fresnos (Fraxinus excelsior), árbol  de origen europeo que ocupa  el fondo más húmedo de esta quebradilla de  "Las Ñipas" pues es muy ávido de agua.  Especie que sospechamos fue traída  por los jesuitas desde Europa  a su antigua hacienda y que  se ha  reproducido y prosperado muy bien  en estas quebradas, donde ha encontrado un clima semejante al de Europa.  

El horno de barro.

Las imágenes que siguen, muestran muy bien el aspecto del horno y el apresto para la quema. Las tres fotografías (Fotos 3, 4 y 5) nos han sido gentilmente enviadas por nuestro sobrino Cristián Larrain Arnolds, y corresponden a la zona de Cuncumén, Sector "El Asilo" (Vª Región de Chile, parte de la cordillera de la costa). La vegetación aquí es bastante similar a la que señala en la Figura 2.

Fig. 3. Dos hornos de barro y una pila de leña ya cortada, a punto de ser introducida en su interior. (Foto Cristián Larrain Arnolds, 02-07-2020).

Fig. 4. El horno ya está lleno de leña. Falta solo instalar la "puerta", es decir el trozo de latón que la cubrirá. El toque final, consiste en embadurnar con barro  las junturas, para  cerrar por completo la entrada de aire, una vez encendido.  (Foto Cristián Larrain A., 03-07-2020).

Fig. 5. Estos troncos sostienen  el trozo de latón que conforma la "puerta" de acceso. Solo falta sellar totalmente  la entrada. (Foto Cristián Larrain A., 02-07-2020).
                                 
                      
Fig. 6.  Horno de leña ya abandonado. Fotografia enviada por el arqueólogo Ulises  Cárdernas, en visita inspectiva a la zona de  La Punta, (Comuna de Codegua), Sitio llamado "quebrada Portón de Varas, Planicie Rodelillo", ubicado a los 836 m de altitud s.n.m. Otro testigo de la explotación del carbón de leña de  especies nativas  hace unos 20-30 años, o tal vez más, en una zona muy próxima, al Norte del río Codegua. Algo distinto en su forma  a los anteriores,  refleja sin duda pequeñas diferencias locales de estilo. (Ulises Cárdenas, septiembre  2020).

La explotación del carbón de leña.

La tarea de hacer carbón de leña es de muy antigua data colonial. Ciertamente no es -como podría sospechar alguien- una reminiscencia cultural  indígena, sino claramente hispana. Revisando la obra del abate Juan Ignacio Molina (Molina, 1810), al hablar del espino (Caven en lengua mapuche), árbol preferido para la obtención del carbón,  no se hace referencia alguna a la elaboración de  su carbón  por parte de los naturales o de los españoles de su tiempo.
En cambio, se alaba la dureza de su madera:  "los artesanos lo emplean para hacer los mangos de sus instrumentos"  (Molina,  1986 [1810]: 186). La obra:  Flora arbórea de Chile de los autores Roberto Rodríguez, Oscar Matthei y Max Quesada  (1983), en cambio,  nos señala: "su madera...es muy buscada para la fabricación de carbón vegetal de excelente calidad, lo que ha llevado a una rápida explotación de los otrora extensos espinales"  (1983: 53).

Una referencia  del año 1820.

Sobre el este tema, creemos sería de intéres aportar aquí el testimonio de un  marino inglés que recorrió las costas de Pacífico Sur y luchó a las órdenes del Lord Cochrane  en las guerras de la Independencia. Se trata del oficial naval Richard Longeville Vowell quen escribó una notable y detallada reseña de sus viajes y de su  participación en acciones navales en la costa de Pacífico. Al recorrer Chile, nos ofrece  una magnífica descripción de sus ciudades, sus habitantes y sus costumbres. Tambien nos ofrece  una muy valiosa descripción de sus paisajes  naturales, y de su flora, fauna y aún de su mitología.  Al pasar por la cuesta de Lo Prado rumbo a Valparaíso, hace especial referencia al árbol del  espino (Acacia caven) y su utilización en el país:

"El terreno montañoso que se extiende entre Bustamante y el pie de la Cuesta, está cubierto principalmenrte de espino, árbol espinoso, rojizo, que crece hasta un grueso considerable....Como los troncos de estos árboles son  bastante altos y lo suficientemente derechos, producen una madera excelente para horcones, especie de vigas biterminales de las granjas para sostener el techo de fagina...Son útiles también para guardacantones, puentes y para toda obra expuesta forzosamente a mojarse pues su madera es notablemente duradera y muy resistente a la humedad. Se vende con facilidad y  a un alto precio, cortada en trozos para el fuego, pues arde bien con poco humo y deja cenizas fuertes. Es también la madera  más adecuada para hacer carbón,  por lo cual se la busca con preferencia, pues no se puede obtener carbón mineral sino en las cercanías de Penco, en la bahía de Concepción,  que contiene tanto azufre y es tan pizarreño que no sirve para los menesteres domésticos, quizá ni aún para fundir el hierro." (Longeville Vowell, 1968: 88-89; cap. IV;  énfasis nuestro).

La normativa actual del Ministerio de agricultura de Chile, ha prohibido el empleo de ciertas especies arbóreas para hacer carbón. Es el caso del espino (Acacia caven), del boldo (Peumus boldus)  del quillay (Quillaja saponaria), del canelo  Drymis winteri), del  ciprés de la cordillera (Austrocedrus chilensis), el lun (Escalonia revoluta), y otras más, escasas. (Cfr. Decreto Nº 366, del 30-03-1944 del Ministerio de Tierras y Colonización) Este Decreto rige la explotación del  quillay y otras especies forestales).

Releyendo viejas notas de campo.

Revisando mis viejos Diarios de Campo, (Diario Nº 23, 1982-1984),  dí con unas notas mías referidas a la explotación del carbón de leña en las estribaciones bajas de la  precordillera de Graneros, parte del antigua hacienda de "La Leonera" (Fig 1). La referencia nos pareció digna de ser conservada, por provenir directamente de un carbonero experimentado. Exactamente sobre esta misma zona, hemos escrito un par de artículos en este mismo Blog, con ocasión de nuestros descubrimientos arqueológicos realizados en el estero de "Las Ñipas", pequeño afluente del río Codegua.  (Ver bibliografía, al fin de este trabajo). El área de nuestros descubrimientos arqueológicos distaba no más de 300 metros de los primeros hornos de carbón, ya abandonados, construidos entre  1945 y 1980, a los que se alude en  la cita siguiente.
 Justamente,  la entrevista al carbonero  que más abajo reproducimos,  se realizó  en los días en que iniciábamos con mi familia y alumnos de historia de la Universidad de Santiago, las excavaciones arqueológicas (Ver bibliografía, abajo) en las proximidades de los hornos de leña derruidos. La presencia de varios hornos antiguos, atrajo nuestra atención  y nos indujo a realizar  la presente entrevista. 

Breve historial de la zona  referida.

La zona de La Leonera formó parte de la extensa hacienda "La Compañía"  uno de cuyos últimos dueños (antes de su parcelación) fue don Ventura Blanco Viel  (1846-1930). La antigua hacienda perteneció a los antiguos jesuítas, y fue adquirida, tras el destierro de la Orden jesuíta (en 1769) por Orden del rey de España  Carlos III,  por don Mateo Toro y Zambrano en 1778  por la suma de 100.000 pesos de la época.  
En recuerdo de sus antiguos dueños, los jesuítas,  ha quedado hasta el día de hoy en pie la antigua iglesia en el lugar que lleva por nombre "La Compañía",  rica en imágenes y ornamentación colonial. El área próxima a la cordillera de esta hacienda fue comprada  por mi padre, Horacio Larrain Cotapos  hacia  1940, quien vendió algunas parcelas a algunos de mis tíos Barros Casanueva, fruto de la partición de la antigua hacienda a la muerte de don Ventura Blanco Viel, el último propietario de la antigua hacienda. La parte cordillerana (sobre los 950 m de altitud)  ascendía a un total aproximado de  10.000 há.,  colindando hacia el Este en su parte más alta con la Compañía Minera "El Teniente",  sociedad explotara del mineral de cobre, cerca de Caletones. La parte  agrícola más importante de la antigua hacienda, próxima a Graneros, fue comprada con el nombre de "La Blanquina" por don Luis Alberto Fernández Larrain,  al mismo tiempo que mi padre (1940).

Ârboles preferidos para hacer el carbón.

 El área precordillerana baja donde se desarrolla esta vegetación de bosque esclerófilo no presentaba otra fuente de ingreso para el agricultor sino la producción de carbón de leña y alguna eventual crianza de cabras. La ausencia de sectores planos impedía por completo la práctica de la agricultura, salvo en algunos muy escasos planos. Los árboles y arbustos más frecuentemente preferidos para la quema del carbón  eran,  además del espino  (Acacia caven), el boldo (Peumus boldus), el litre (Lithraea caustica),  el  peumo (Cryptocarya alba)  y, eventualmente, por ser más escaso, el lingue (Persea lingue). En la zona que estudiamos, la explotación del carbón de leña se venía realizando probablemente al menos desde la década del 1920,  pero se intensifica  y se hace más común, a lo que creemos, entre los años 1935-45 por la creciente demanda de carbón vegetal para uso en los braseros, tipo de calefacción en boga.  (Cf. Pacheco Marín, 2005, en bibliografía abajo).

Hornos abandonados.

En nuestras excursiones veraniegas desde el refugio de mi padre junto al estero las Ñipas entre los años 1982-85, acompañado de mis hijos María Cristina y Carlos, topé frecuentemente con hornos ya abandonados, (despues de ser usados por varios años) en las laderas bajas, cerca de arroyos invernales, testigos mudos de la antigua presencia de una mayor vegetación arbórea.  Alguno que otro se hallaba casi intacto, testigo de muchas quemas.
Esta actividad, tan común en los cerros de la cordillera de los Andes en la zona central de Chile,  practicada por años, sin duda, ha contribuido, junto con la mantención de hatos de cabras (cabrerías), a la disminución del tamaño y diversidad de la vegetación arbórea en dicha área.  Algunas especies de árboles autóctonos, sin duda, se han visto más afectadas por esta  industria local, hoy casi totalmente abandonada.

Texto de la entrevista.

Presentamos aquí a nuestros lectores el texto completo de nuestra entrevista hecha in situ a un carbonero, don José Maldonado, el día 19-06-1983 en el sector de La Leonera (Diario de Campo Nº 23: 222-225). Las Notas en negro, encerradas en un pequeño círculo, son adiciones  nuestras actuales (Junio  2020), y  tienen por objetivo esclarecer ciertos conceptos.


Fig. 7.    Primera página de la entrevista hecha el  19-06-1983, hace exactamente 37 años.

Fig. 8. Segunda página de la entrevista.

 Fig. 9. Tercera página de la entrevista

 Fig. 10.  Cuarta página y final de nuestra entrevista.

Fig. 11.  Detalle ampliado de la forma en que el carbonero va disponiendo los trozos de  leña, previamente cortados aproximadamente a la misma medida. Van alternándose en su posición  para facilitar al máximo la dispersión de calor interior del horno. Si el horno está intacto, el llenado del mismo se realiza desde la parte superior. La forma curvada final del horno  (cúspide)  la da el operario agregando gruesas capas de barro fresco, arcilloso, tomado del mismo lugar,  encerrando así  y cubriendo por completo las sucesivas capas de leña que ha dispuesto ordenada y alternadamente en su interior. La tarea final, una vez terminado el horno, es hacer una cierta cantidad de perforaciones u hoyitos desde el exterior, en todo el contorno del horno, (pueden ser decenas), a  una distancia de  20-30 cm. uno de otro,  con el objeto de crear vías de escape al humo mientras se realiza la combustión interior en forma muy lenta (en atmósfera reductora, sin llama). (Cf. Pacheco Marín, 2005, en bibliografía abajo).

Notas nuestras al texto  de la entrevista  (entre paréntesis redondos):
  
1.  La fecha de esta entrevista fue el 19-06-1983. Fue grabada durante un viaje a Codegua.

2.  El carbonero José Maldonado trabajaba por cuenta de Pedro Gómez, quien a su vez era capataz de mi padre en La Leonera; éste trabajó desde niño en esta labor que había aprendido,  a su vez, de su padre.

3.  "Ruco" es la expresión que usa el carbonero para designar a la sencilla cabaña  o choza donde aloja durante el trabajo  de la quema de la leña. Voz que deriva de la ruca mapuche o vivienda familiar típica de la zona de la Araucanía.  Más abajo, en el texto de la entrevista, se indica su forma  de factura, con empleo de la quincha para levantar los muros.  (Vea Nota 12).

4.  La pequeñez e incomodidad de la choza  o "ruco" impide al hombre casado  tener consigo a su familia, la que permanece en el pueblo más cercano (en este caso, Codegua). Esta vivienda rústica y transitoria es apenas un simple refugio para  guarecerse durante la noche o cuando arrecia la lluvia.  El carbonero, por lo general, vive allí solo, durante  largas temporadas, mientras  hace la quema en el horno, allí junto.

5.  El horno pequeño, (que es el más común),   hace unas 13-14 cargas de leña y cada carga representa unos 350 kg de leña. La carga total, por lo tanto, significa unos 4.900-5.000 kg de leña.  El carbonero emplea tanto leña seca como verde para cargar el horno. Nuestro carbonero José Maldonado prefiere la verde, porque según  él, rinde más.  Cuando la leña usada para la  quema  no es de espino sino de otro tipo de árbol, el producto final obtenido se llama "carbón blanco".

6.  Hago recuerdo al carbonero de la existencia de una ruina de un enorme horno, en la quebrada de Las Ñipas. El también la  ha visto.  El tamaño o el número de hornos próximos entre sí,  nos da una idea aproximada de la presumible riqueza de leña en derredor. El  horno siempre se construye en la proximidad de una apreciable cantidad de árboles para facilitar al máximo  su carga y así ahorrar energía.  El carbonero, antes de construir el horno, realiza una inspección  previa, precisa, de la potencialidad del lugar.  Varios hornos cercanos, delatarían la presencia de  una masa boscosa mayor.

7.  Cuando se fabrica por primera vez el horno, después de reunir las cargas necesarias de leña para llenarlo, la primera tarea es hacer una excavación circular de un mínimo de 40 a 60 cm de profundidad para darle mayor capacidad. Dispuesta la carga  y apilada en ese lugar elegido, se procede a levantar las paredes del horno  dándole la forma final en su cúpula, mediante el aditivo de gruesas capas de barro. La altura final del horno es variable y depende de la cantidad de leña, pero  fluctúa por lo general entre  1.40 m y 1.70 m.

8.  Si  en cambio el horno está previamente intacto (completo), la carga del horno se verifica a través de la puerta lateral, desde la parte baja,  introduciendo los palos cortados uno a uno y disponiéndolos de manera tal de ocupar todo el espacio interior disponible, en la forma que indica la figura  Nº 7.  Si, como es más frecuente,  la parte superior (o techo) del horno se ha caido parcialmente y falta, se carga por arriba. Terminada la carga de la leña, se procede, en este caso, a completar toda la parte superior o de la cúpula del horno, echando una gruesa capa de barro hasta darle su forma curva definitiva. 
Al barro agregado, de aspecto gredoso,  se  quita toda la piedrecilla de mayor tamaño y así, mediante la alta temperatura obtenida por la combustión interior, las paredes del horno finalmente se cuecen, presentando una coloración rojiza pálida y una dureza, características de  la cerámica.

9. En el caso presente, se da al horno la forma final de cúpula, para facilitar el escurrimiento del agua de lluvia  en el invierno. La capa de barro (o greda) debe ser muy gruesa, sobre todo en a parte superior, para ser capaz de resistir y soportar lluvias intensas.  En la Pampa del Tamarugal, en Tarapacá, donde nunca llueve, las cargas de leña no se introducen a un horno, sino que la postura ordenada de los leños cortados, se realiza en una especie de trinchera alargada (o foso), de varios metros de longitud la que, una vez llena de troncos  de la leña  elegida (que aquí es tamarugo),  es tapada con abundante tierra.

10.  Interesante nos resulta hoy la referencia al tipo de saco usado. Todavía se empleaba en 1983 el saco hecho de arpillera (de cáñamo), pero ya entonces se empieza a utilizar con fuerza el plástico,  que sustituirá muy pronto totalmente el empleo del cáñamo.

11.  Ya hemos insinuado más arriba que tanto el horno como el "ruco" se procuraba ubicar en las cercanías de un arroyo, por la necesidad de agua para su construcción.

12. Los muros del "ruco" o choza rústica,  son formados de "quincha", tipo de material compuesto de ramas y embadurnados con abundante barro, en lo posible rico en greda  (arcilla). El interior se calefacciona con un brasero. La leña para alimentarlo, sobra allí.

Notas adicionales.

1. El encendido del horno, se verifica  por la "puerta" (generalmente hecha de latón), situada en la parte inferior,  la que es luego tapada y bien sellada con barro un vez encendido.  Previamente, se  hace una  cantidad de perforaciones  a  20-30 cm de distancia una de otra, por donde el horno "respira" y humea, durante la combustión lenta (sin llama) que puede durar dos a tres días como mínimo.

2.  Para la elaboración de este capítulo, he recibido valiosa información de mis hermanos Andrés y Cristián Larrain Barros,  así como de mi sobrino, Cristián Larrain Arnolds. Aporte que agradecemos  en forma especial.

Bibliografía sucinta. 


Galaz Montero, Inés de las Mercedes,  2004, "Caracterización del sistema de producción de carbón de espino (Acacia caven, Mol) en la Comuna de Pumanque, VI Región",  Memoria de Título, Universidad de Chile,  Escuela de Ciencias Forestales,  Santiago de Chile.

Larrain, Horacio, 2015. "Cazadores-recolectores montañeses hace 2.500 años atrás: Excavación en La Leonera, Quebrada de Las Ñipas,  Comuna de Graneros (Chile Central)", Capítulo en su Blog científico: https://eco-antropologia.blogspot.com  de fecha  30-04-2015.

Longeville Vowell, Richard, 1968 [1831], Campañas y Cruceros en el Océano Pacífico, Editorial Francisco de Aguirre, Buenos Aires, Santiago de Chile, (Prólogo y traducción de José Toribio Medina. Traducción de la parte de la obra original de 1831 publicada en Londres referente a Chile,  en tres tomos.

Pacheco Marín, Germán Enrique, 2005, "Evaluación del proceso de carbonización y calidad del carbón de Acacia caven (Mol)   producido en hornos de barro", Memoria de Título, Universidad de Chile, Facultad de Ciencias Forestales, Departamento de ingeniería de la madera,  Santiago, Chile,

Rodriguez, Roberto, Matthei, Oscar,  Quesada, Max, 1983. "Flora arbórea  de Chile", Editorial de la Universidad de Concepción, Chile.

3 comentarios:

Laura dijo...

Conocí del padre Le Paige, los entusiastas comentarios de un antiguo amigo, el pintor Ricardo Florsheim, durante sus viajes por el norte. ¡Cuánto pasión y tremenda vitalidad de quienes se dedican a los asuntos que aman!
Muy agradecida.

Laura Frías

Dr. Horacio Larrain Barros dijo...

Estimada Laura; su comentario corresponde, a lo que veo, a uno de los articulos que yo he dedicado en este mismo Blog a la obra del jesuita Gustavo le Paige, S.J, que fuera párroco de San Pedro de Atacama entre 1957 y 1979. Tal como Ud, muy bien señala, la pasión y el entusiasmo por una obra es fundamental para su éxito. Dice un elocuente proverbio nuestro: "el que la sigue, la consigue". La genial obra de le Paige en San Pedro de Atacama fue fruto de su porfía y tenacidad. Contra viento y marea, y a pesar de las reticencias iniciales de sus superiores jesuítas de la ciudad de Antofagasta, le Paige completó su obra y convirtió su Museo en un potente centro de atracción para el turismo internacional. Su deseo siempre fue -tal como lo repetía-: "dar a conocer al mundo a San Pedro". Y lo logró. Museo que lamentablemente fue destruido por manos iconoclastas, cuando lo lógico y sensato era repararlo y mantenerlo como reliquia del poblado atacameño, y como expresión de una época determinada de expresión museológica. Destrucción que no dejaremos de lamentar y de la cual habrá que arrepentirse un día, cuando se aquieten las aguas hoy agitadas por un exacerbado revisionismo etnocéntrico, cuyas consecuencias aún no conocemos.

David Sánchez Yáñez dijo...

Hola, di a parar a su blog buscando información sobre el carbón vegetal -de espino en específico- y me voy muy agradecido por la calidad y rigurosidad de las observaciones descritas en su texto. Muchas gracias, esto me será de ayuda para mi proyecto de título de Diseño, sobre el espino chileno (Acacia caven) y las comunidades humanas que lo manejan.