jueves, 10 de octubre de 2019

El relato del químico inglés William Bollaert en 1851 sobre la costa de Tarapacá: sus aportes sobre el ecosistema costero y sus antiguos pobladores los changos.


Fig. 1.   Copia del título del artículo de William Bollaert sobre la geografía de Tarapacá. Fue publicado en el  Journal of the Royal Geographical Society of London, en 1851.       

Sobre las actividades de este incansable y erudito inglés en Tarapacá hemos escrito en otro lugar, en este mismo Blog. Nacido en 1807, llega muy joven  aún al Perú  en 1825 y es destinado a Iquique en 1826 -según el mismo lo relata-  donde fue contratado en las cercanas minas Huantajaya  como "ensayista de metales", algo así como un químico laboratorista de nuestros días. Junto con su amigo el minero inglés George Smith, fue comisionado, a pesar de su juventud  por el Mariscal Castilla, gobernante del Perú de la época, para recorrer concienzudamente la región con el objeto de entregar a las autoridades antecedentes de tipo mineralógico, geográfico, físico y geológico de esta región, por entonces muy poco conocida. Junto a sus aportes de interés propiamente minero, Bollaert, hombre de mente curiosa  y un verdadero "naturalista" innato, nos regala multitud de observaciones de tipo etnográfico, arqueológico y aún paleontológico como resultado de sus frecuentes viajes  de estudio.

¿Quién era este personaje?.

Sobre este notable personaje y su biografía, puede consultarse con mucho fruto el artículo:  "Biographical Sketch of Mr. W. Bollaert", aparecido en  el Journal of the Anthropological Institute (London), vol. VI, May 1877: 511-513.  Un gran estudioso en Chile de este personaje, el historiador chileno Oscar Bermúdez Miral, publicó en la Revista Norte Grande (Instituto de Geografía, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile), 1975: Vol I, Nº 3-4, 313-318, un artículo con el mismo título: "Esbozo biográfico de William Bollaert", utilizando en gran parte las fuentes británicas. Nosotros mismos hemos publicado en el mismo número de la  revista de geografía "Norte Grande", una traducción, con notas, de su famosa "Descripción de la Provincia de Tarapacá", obra de considerable gran valor geográfico y antropológico.  (Ibid.  1975: 459-479).

Bollaert fue autor de numerosos trabajos que publicó en diversas revistas inglesas de la época, particularmente en  el citado Journal of the Anthropological Institute de Londres, entre los años  1830 y 1870 (por lo menos). Fallece en Inglaterra en 1876,  agobiado por sus frecuentes enfermedades (probablemente había contraído la malaria en el Perú)  y serias dificultades económicas.

Fig.2. A esta especie de cactus, exactamente, se refiere William Bollaert en su detallada descripción. (Vea más abajo).  Este viejo ejemplar, seguramente pluricentenario, del cactus Eulychnia iquiquensis, fue avistado por nosotros hacia los 800 de altitud en el cerro Tarapacá, muy cerca y al sur de la ciudad de Iquique.  Aunque maltrecho, el ejemplar está vivo tiene unos 6 m. de altura y muestra  pequeño brotes recientes. Aquí, se alimenta casi únicamente de la humedad de la camanchaca costera  y de esporádicas lluvias. (Recuerdo de nuestra penosa ascensión al cerro Tarapacá desde Punta Gruesa con alumnos de la Escuela de Educación de la Universidad Arturo Prat de Iquique  el día 10 de septiembre, 1995).  En este mismo  paraje, en un amplio circuito,  apenas restan 2-4 ejemplares de esta especie, que antaño fuera intensamente buscado como combustible por las poblaciones aborígenes. Es muy raro ver hoy, ejemplares jóvenes de esta especie, la que por desgracia ya no se reproduce in situ. Los ejemplares que aquí y acullá pueden observarse todavía en la comarca costera, pertenecen a una época mucho más húmeda,  y nacieron seguramente hace al menos 200-300 años.

Fig. 2.  Un descanso en la ruta de ascenso utilizando una antigua paskana de antigua factura. En dicha ocasión  hallamos signos de antigua presencia indígena en la forma de varias pequeñas cuentas de collar, hechas en malaquita. Signos inequívocos del trabajo de talla de este material por antiguos indígenas, hallamos en dicha ocasión hacia los 900 m. de altitud.

 Fig. 3. El autor de este blog junto a la alumna de Educación Intercultural Noly Reyes Berna, atacameña, descansando al abrigo de un antiguo refugio o paskana, en plena subida.

Referencias al ecosistema costero.

La obra principal de  William. Bollaert:  "Antiquarian, Ethnological and Other Researches in New Granada Perú and Chile, with Observations on the  Pre-incarial, Incarial and Other Monuments of Peruvian  Nations", publicada en Londres  en 1860 por  Trübner and Co., es bien conocida en  nuestro medio antropológico. Nosotros la hemos analizado  en diversas ocasiones y medios.  No es éste el caso de este artículo del mismo autor, muy poco citado,  que aquí analizaremos, editado casi diez años antes, y  que encierra -como veremos-  valiosos antecedentes muy poco conocidos.
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Hemos hurgado, así,  en su artículo titulado: "Observations on the Geography of Southern Peru, including  Survey of the Province Tarapaca, and Route to Chile by the coast of the Atacama Desert" (Journal of the Royal Geographical Society of London, 1851, vol. 21, 99-129). Allí  hemos espigado y logrado reunir algunas referencias que, aunque breves, nos parecen de gran importancia para  el estudio del ecosistema costero de Tarapacá, su flora y sus habitantes pescadores-recolectores changos. La temprana fecha de las observaciones de este autor en Tarapacá, a partir de 1826,  cuando la explotación del salitre en la comarca se hallaba aún en la etapa temprana de las salitreras llamadas "de Paradas", es para nosotros de especial interés.  Casi desconocido en nuestro medio antropológico, este artículo de Bollaert es uno de los más extensos de su rica y abundante bibliografía.

No pretendemos aquí hacer una traducción completa del trabajo (bastante extenso), sino tan solo presentar  aquellos aspectos que aquí  nos interesan  especialmente, y que quedan señalados en el título de este capítulo. Presentamos las citas textuales, traducidas por nosotros directamente del inglés. Más abajo, acotaremos nuestros comentarios de corte eco-antropológico. Incluimos algunas imágenes nuestras, que ayudarán a  ilustrar alguno de los tópicos reseñados por el autor.

Sobre el valor de sus observaciones en la región:

"Una residencia de algunos años  en el Bajo Peru, en la provincia de Tarapaca [sic!], comenzando en 1826, durante lo cuales yo estuve  empeñado en operaciones mineras en las celebradas minas de plata de Guantajaya,  me ofreció la oportunidad de estudiar la geografía física, etc., de esta pequeña pero  poco frecuentada porción del Sur del Peru". (1851: 99-100).

Sobre las neblinas o camanchacas:

"En invierno, es decir desde Mayo a Julio,  los vientos soplan desde el N. y el aire está cargado de mucho vapor (garua) [sic! en español] cubriendo las cimas de las montañas de la costa donde algún cactus ocasional y unas pocas plantas de bulbo [bulbous plants] aparecen. Este período del año es conocido  como Tiempo de Flores  [sic! en español] cuando igualmente  unos pocos guanacos pueden ser vistos  vagando [roaming] entre esos elevados manchones de flores del desierto [about these elevated flower-spots...]. (1851:100).


 Fig. 4.  Un ejemplo reciente del "desierto florido" en Tarapacá, provocado por un episodio  del Fenómeno de "El Niño". Así lucían las lomas bajas, hacia los 220 m de altitud  s.n.m, en la zona de laderas frente al sector costero llamado Palo Buque, levemente al N. de caleta Los Verdes, a unos 20 km al Sur de Iquique. Predominan  aquí los ejemplares de plantas de Nolana,  Zephyra y Leucocoryne  (Expedición  nuestra a la zona el día 20 de septiembre 2014). Un recolector avezado pudo perfectamente aquí colectar centenares de bulbos en un par de horas de trabajo. Aunque pequeños, son comestibles, y sazonados con sal y aceite o vinagre, tienen excelente sabor, tal como lo pudimos apreciar personalmente.   Este soberbio espectáculo, que se repite tan solo con ocasión de potentes eventos del "Fenómeno del Niño",  que se presentan cada 7, 10 y aún 15 años en nuestra costa norte desértica, debió ser referido a  Bollaert por testigos durante sus tres años de estadía en Iquique, pero de su relato resulta evidente que él mismo no fue testigo presencial del hecho, el que habría causado en él una profunda impresión y habría quedado sin duda reflejado en su relato.

Fig.  5.  Ejemplar en flor de  Fortunatia biflora  (Ruiz et Pav.) Mc. Bride, planta de bulbo de la familia  de las Liliáceas, abundante en este mismo ecosistema. Los bulbos de esta especie se hallan a escasa profundidad (5-8 cm). (foto H. Larrain, septiembre  2014). Hemos podido observar al zorro chilla  (Lycalopex griseus domeykoanus) en esta costa desértica, rascando la tierra y extrayendo hábilmente sus bulbos para comerlos.

Clima.

"Como raramente llueve en estas latitudes,  y no existe allí vegetación,  la superficie del país  ha permanecido y permanecerá así por siglos, en el mismo estado, salvo que sea perturbada por temblores u otros eventos volcánicos".  (1851:100).

Terremotos y erupciones volcánicas.

"Arequipa ha sido frecuentemente visitada por temblores [earthquakes]; aquellos ocurridos en los años 1582, 1604, 1660, 1667, 1715, 1725, 1784, pueden ser señalados en forma particular por sus ruinosos efectos. Los terribles temblores [incluye aquí en paréntesis, la palabra "terremotos", en español] que han conmovido casi la totalidad del Perú tuvieron lugar  en 1687 y 1746..."  (siguen en el texto valiosas referencias a erupciones volcánicas seguidas de temblores (1851: 101).

Escasa vegetación costera.

"Las montañas de la costa de Arica a Islay, al igual que aquellas situadas  hacia el norte,  no poseen la elevación de aquellas ubicadas al sur de Arica ni se hallan tan bien definidas.  Se componen  de  areniscas [sandstone] y rocas porfiríticas y presentan una suficiente elevación como para recibir  humedad de la espesa niebla (garua) en los meses invernales, lo que da vida a  algunos cactus, un poco de pasto [pasture]  y algunas flores en las lomas o cimas."  (1851:102).

Descripción de Iquique y su comarca inmediata: composición de su población.

Después de ofrecernos pruebas de su explicación geológica sobre el levantamiento de esta costa [gradual upheaving] en tiempos no tan antiguos, agrega:

"La Provincia de Tarapaca ...se divide en cuatro Curatos, a saber: Tarapaca, Pica, Sibaya y Camiña, con una población mezclada de alrededor de 11.000 almas, y consiste en descendientes de Españoles, Españoles, e Indígenas y unos pocos negros, siendo la mayor proporción los Indios cuya lengua es el Aymará. Los indios que poseen tierras deben pagar un  tributo anual o impuesto de alrededor de una libra esterlina; otros indios sin tierras, pagan 16 chelines y la población blanca 12 chelines; estos últimos pagan  un impuesto a la propiedad. El ingreso anual de la provincia  es inferior a  las 3.000 libras esterlinas". " (1851: 104).

El sustento de la población de Iquique.

"No hay [aquí] leña, ni agua o vegetación; la mayor parte  del agua es traída  desde Pisagua, situada a 45 millas hacia el Norte, y es por lo general salobre; las provisiones provienen del interior y de Chile. Su población se emplea en el carguío de nitrato de soda [salitre] y en la pesca, particularmente del congrio, (de la familia del conger): existen otras pocas especies de peces los que con  los bivalvos [mussels], limpets [?] y sea-eggs [?] y unas pocas especies de jaibas [crabs] es el el único alimento accesible. El sitio es sano y no existen las fiebres intermitentes [ague]. Durante mis tres años de permanencia en Iquique yo solo pude ver una vez una débil llovizna, apenas suficiente para cubrir el polvo...." (1851: ibid.). [Nota, he preferido mantener el nombre  de algunas especies en su orginal inglés, al dudar acerca de su mejor traducción exacta].

Alusión  a las balsas de cueros de lobos marinos.

"Iquique es la única aldea situada en la costa de la provincia; los otros lugares señalados en las cartas son apenas unos promontorios, playas, islas, etc., que son visitadas por los pescadores  desde Iquique en busca del congrio, lobos marinos, o focas en sus balsas [sic! en español] , ingeniosamente construidas de la piel de foca [seal skins] o flotadores [floats], inflados con aire. Durante su estadía en tales lugares ellos viven en cavernas  [caves] o en chozas [cabins]  miserables  construidas de  costillas de ballenas y cubiertas con pieles de focas y subsisten  con agua, maíz  y pescado que cogen con ayuda de estas balsas.  Un viejo pescador al ser preguntado  cómo se entretenía él cuando no estaba en su trabajo, contestó:  "Por qué?. Yo fumo y como yo he consumido 40 papelillos de cigarro al día por espacio de los últimos 50 años, habiéndome costado cada uno un real, ¿tendría Ud. a amabilidad de calcular cuántos cigarrillos he fumado y cuánto he gastado en tabaco?.  La respuesta fue 730.000 papelillos de cigarro con un valor de 470 libras esterlinas!. Y éste era un pobre pescador." (1851: 106).

Notas nuestras de corte eco-antropológico.

1.  Bollaert en ningún momento  denomina  "changos" a los pescadores de los alrededores de Iquique cuyas embarcaciones  hechas de cuero de lobos marinos inflados, le llamaron la atención  y las describe con precisión. ¿Por qué?. Es probable que la razón no sea otra sino el haberlos considerado - como la mayoría de la población residente en la costa- como representantes genuinos de la población trabajadora pobre del puerto; es decir, sencillos pescadores. A pesar de señalar claramente sus características culturales propias, perceptibles en su modo de vida, alimentación, transhumancia costera y forma característica de sus viviendas, para él no son solo otra cosa que pescadores pobres. No les asigna, tampoco, lengua propia alguna, como lo hace, en cambio, explícitamente  con los aymaras. Porque con certeza por entonces ya solo hablaban  un castellano mezclado con algunas expresiones muy  propias de la jerga pescadora. ¡Si es que ellos, históricamente alguna vez, llegaron a poseer una lengua propia en esta región!.

2. El texto sugiere que  estos grupos de pescadores vivían en las proximidades del puerto de Iquique. ¿Dónde, precisamente?. Nos inclinamos a creer que fuera en lo que hoy es la península de Bajo Molle, lugar donde existe hasta hoy una mala aguada,  bastante salobre, que brota de una pequeña caverna a escasa distancia del mar. En el año 1972 tuvimos  la oportunidad, de reconocerla, ingresando a ella en la bajamar por el sector que queda al frente de la antigua ballenera. No lejos de aquí, en  la península de Cavancha,  parecen haber sobrevivido algunos descendientes que hasta hoy  retienen allí  derechos de pesca, recalada y administran  locales de venta de pescado y productos del mar.

3. La superficie de la península de Bajo Molle -hoy edificada en gran parte por un complejo urbanístico de propiedad de la Minera Cerro Colorado  y  una instalación de  recreo de la Armada de Chile- estaba totalmente  vacía en los años 1971-72, fecha de nuestra permanencia en Iquique a cargo del Museo Regional de la ciudad. Muchas veces recorrimos esta planicie a pie, observando la presencia de numerosos trozos de  cerámica, fragmentos textiles y artefactos líticos de los pescadores. En una ocasión -lo recuerdo bien- hallamos un fragmento de  cuero de lobo marino  (de unos 25 cm de largo) mostrando los agujeros y  la forma típica de  costura con tendones, empleada para coser los flotadores de la balsa de cueros de lobos marinos.  Es bastante probable que fuera aquí donde Bollaert pudo observar dichas balsas y sus tripulantes, en la pequeña ensenada protegida, en el extremo sur de la península. Existe hasta hoy en este lugar una exigua playa pedregosa, de cantos rodados, donde  fácilmente pudieron aparcar sus curiosas embarcaciones, resguardándolas del oleaje.

4.  La escasa y esporádica vegetación típica de esta parte de la costa desértica queda bien ejemplificada  por Bollaert por la presencia del gran cactus  Eulychnia iquiquesis (Schumann Britton et Rouse) y de especies de  plantas de  bulbo (Liliáceas)pertenecientes a los géneros Leucocoryne, Zephyra y Fortunatia. Estas especies de bulbo hasta hoy aparecen profusamente en los cerros  al sur de Iquique con motivo de los eventos lluviosos de El Niño, en algunos lugares privilegiados  desde los 250 m de altitud hacia arriba, hasta los 750,  800  o 900 m de altitud s.n.m.  (Vea Figs.  4 y 5).

5. Tal cosa ocurrió - y fuimos testigos presenciales de ello- en los años 1997, 2002 y 2014-2015, período de nuestras investigaciones sobre la camanchaca costera en el paraje denominado Alto Patache.   Este fenómeno ha sido llamado con sobrada razón como "el desierto florido" de Tarapacá. El texto de Bollaert ya recoge esta versión  al nombrarlo  expresamente como "tiempo de flores". Que esta floración de los cerros con presencia de flores azules, blancas o amarillas,  se haya verificado antaño también en la zona detrás de la actual Zofri (Zona Franca Industrial de Iquique), en la llamada quebrada de Huantaca, es evidente por el testimonio acorde  de antiguos iquiqueños. Sin embargo, en los últimos episodios intensos de lluvia en el área, no se registró, que sepamos,  aparición de plantas en  las laderas de cerros de la quebrada de Huantaca. Es muy probable que el tráfico humano a pie, sumamente intenso en esa zona por la proximidad de las poblaciones y la presencia de chozas de vagabundos que hoy pueblan la ladera,  haya definitivamente destruido para siempre ese tan frágil y delicado ecosistema.

 6. A este respecto, aportamos el testimonio de la iquiqueña, Sra. Cristina Delgado Mardorf,  nacida en el año 1929, quien comentó al autor de esta nota que siendo ella niña y con otros niños iban a recoger flores a los cerros cercanos, regresando a casa  con atados de ellas, de diversos colores. (testimonio recogido en su casa en Iquique, en agosto 2017). Lo mismo nos había confirmado muchos años antes, su esposo,  Jorge Checura Jeria  -mi compañero de labores en el Museo Regional de Iquique-  en el año 1993, cuando regresé a Iquique  tras 21 años de ausencia. 

7.  La presencia de estos cercanos "campos de flores", aunque de tan corta existencia, fue sin duda  un apoyo a la dieta alimenticia de los pescadores, consistente primariamente en productos del mar (peces,  mariscos  y algas). Los envoltorios de los bulbos  (cormos) de las citadas Liliáceas aparecen, de hecho, frecuentemente en los entierros y en los pisos de sus viviendas, tal como lo han comprobado con frecuencia los arqueólogos en yacimientos de esta costa.  Sospechamos fundadamente que no solo consumían sus bulbos vivos, sino también  sus hojas y flores.

8.  El crítico estado actual de supervivencia de la cactácea Eulychnia iquiquensis (Schumann, Britton et Rose), en esta costa puede apreciarse muy bien en el artículo de la botánica Raquel Pinto: "Estado de conservación de Eulychnia iquiquensis (Schumann), Britton et Rose (Cactaceae) en el extremo norte de Chile", publicado Gayana Botanica, 64 (1), 2007: 98-109.

9. Este artículo, por fin, pretende ser un pequeño aporte al conocimiento histórico de los grupos indígenas conocidos como changos y cuyos descendientes buscan hoy un reconocimiento étnico oficial.

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