miércoles, 11 de julio de 2012

Curiosidades botánicas observadas en la quebrada de Quipisca: efectos del reciente aluvión de Febrero y Marzo 2012.


Observando las plantas surgidas del aluvión.

Las fotografías que a continuación se exponen, son fruto de dos expediciones nuestras realizadas a las áreas por donde bajó el reciente aluvión a la zona alta de la pampa del Tamarugal. El 11 de Febrero de este año 2012 se precipitó violentamente la avenida de agua como consecuencia inmediata de intensas lluvias ocurridas en el sector altiplánico, por efecto del llamado "invierno altiplánico" o "invierno boliviano". Las fechas exactas de nuestras visitas recientes fueron, respectivamente, el 30 de junio y el 7 de julio recién pasado.

Un escenario geográfico de desierto absoluto.

Mostraremos aquí el escenario geográfico físico, notablemente desértico e hiperárido, por donde bajó la torrentada de agua de enormes proporciones exactamente el día 11 de Febrero, fecha en que los pobladores del valle de Quipisca celebraban su Fiesta Patronal, la Virgen de Lourdes, en el sector de Puquios, donde se alza la actual Capilla católica. La repentina bajada del aluvión fue advertida telefónicamente a los moradores desde la vecina aldea de Parca. El agua tardó tan sólo una hora desde Parca al sector de Puquios, tanto fue el ímpetu y volumen que bajó, arrasando todo: vegetación natural, huertas, algunas casas de moradores, eras de cultivo y canales de regadío construidos en años de esfuerzo y trabajo.

Mientras el exceso y violencia de las aguas destruía todo a su paso por el fondo del lecho del río Quipisca, habitualmente seco, al llegar ya amansado y más quieto a los sectores mas bajos, produjo una floración de especies botánicas de gran interés. Estos son las paisajes y especies que mostramos en este capítulo. En uno nuestro anterior, publicado el 28 de junio, dimos cuenta del "jardín de plantas autóctonas" que se había formado más al sur, a unos 8-10 km al Oeste del poblado de Matilla, por las mismas causas. Curiosamente, a pesar de la relativa cercanía geográfica entre ambas quebradas (Quipisca al N. y Quisma, al Sur) las especies botánicas que aparecieron repentinamente fueron bastante diferentes, tanto en su número como en su especie. Lo que sería una prueba de que sus ecosistemas son de alguna manera, igualmente diferentes. Varias de las especies aparecidas en el curso inferior del río Quipisca no aparecen en Quisma y viceversa. ¿Por qué?. Son enigmas de la madre Naturaleza difíciles de interpretar.

Fig. 1. Llegada del río de Quipisca a la pampa. Se observa aquí numerosas huellas troperas antiguas que atraviesan el curso del río Quipisca hacia los 1.350 m. de altitud sobre el nivel del mar en dirección al Norte. Dichas huellas, aún perfectamente visibles, nos relatan el agitado tráfico que otrora tuvo esta ruta N-S por parte de caravanas de arrieros y comerciantes de los valles. En la parte superior derecha de la foto, destacan las últimas estribaciones bajas de la Cordillera de los Andes. El lecho visible de la quebrada de Quipisca posee aquí unos 670 m. de ancho medio medio, con escarpes a ambos costados del cauce. El escarpe del costado sur es muchísimo más elevado que el del lado Norte de la quebrada. ¿Por qué?. No nos queda claro. (Foto H. Larrain, 7/07/2012).

Fig. 2. Cruzando el lecho seco, imperturbable después de siglos, el Qhapaqñan incaico o "Camino del Inca" se muestra aquí en una extensión de más de 350 m. Impresiona seguirlo a pié, único modo de hacerlo, observando las hiladas de piedras bien alineadas a sus costados y con un ancho de 3.5 a 4.0 m de ancho medio. Esta vía troncal inca unía las localidades de las quebradas, en su parte terminal, más baja. Ramales laterales se internaban quebrada adentro, hasta alcanzar los asentamientos humanos sitos aguas arriba. En capítulos siguientes, explicaremos, con lujo de detalles, por qué estamos tan seguros de que se trata realmente del Qhapaqñan inca y no de una huella tropera corriente, de época más reciente. (Foto H. Larrain, 7/07/2012).

Fig. 3. Vista desde la terraza fluvial Norte de la quebrada de Quipisca hacia el Oeste, esto es, hacia la zona de su desembocadura en la Pampa del Tamarugal. Con excepción de algunos escasos arbustos de chilcas (Baccharis sp.) y escasos molles (Schinus molle) en estado casi moribundo, la aridez es flagrante, total. Cuesta imaginarse en tal inhóspito paisaje, la bajada súbita y la incontenible corriente de un río que se interna vehemente en plena pampa, para allí infiltrarse en los estratos profundos. (Foto H. Larrain, 7/07/2012).

Fig. 4. Vista de detalle de una escasa y rara especie de arbusto que había logrado sobrevivir después del aluvión anterior, acaecido tal vez hace 10 ó 15, o más años aún. ¿Cómo logró sobrevivir tan largo tiempo sin agua?. Parece tratarse según me comunica mi buen amigo el botánico Sebastián Teillier, eximio conocedor de las plantas del desierto, de Trixis cacalioides (fam. Asteraceae o Compositae). Arbusto muy escaso en esta zona tarapaqueña; es mucho más frecuente en la precordillera de Arica, en la zona de las cactáceas columnares, de Zapahuira hacia Putre (com. pers. Dr. Laurence Packer).

La única explicación plausible para su presencia en este lugar tan seco, es que el agua sigue escurriendo en forma subterránea, a pocos metros de profundidad, originada en vertientes y aguadas vivas situadas en el interior de la quebrada. La capacidad de sobrevivencia de estas especies nos asombra y nos admira profundamente hoy. Este es uno de los aspectos que más nos cautiva en este desierto (Foto H. Larrain 7/07/2012).


Fig. 5. Arbusto denominado Trixis cacalioides (Fam. Asteraceae), que ha logrado sobrevivir por años en el lecho seco del río Quipisca. Con actual llegada de abundante agua que ya por varios meses baja por el cauce, ahora florece dichosa, ostentando ya por más de un mes sus diminutas y frágiles flores de un color amarillo pálido, las que observamos en la fotografía siguiente. (Foto H. Larrain, 7/07/2012).


Fig.6. Close up a las flores y hojas de la planta anterior. (Foto H. Larrain, 7/07/2012).

Fig.7. Ejemplar de Tiquilia atacamensis de flores color blanco, diminutas. Planta rastrera extremadamente abundante que crece sobre la arena mojada dejada por el escurrimiento reciente de las aguas de avenida. Vimos centenares de plantas de esta especie en distintos tamaños. Es una planta perenne. Esta planta, según hemos podido observarlo en los alrededores de Matilla posee infinidad de pequeños pelillos, en tallos y hojitas, los que le permiten captar y condensar el agua producida por el frecuente rocío matutino. Esta es, entre las plantas de pequeña talla la única que hemos observado viva en sitios totalmente secos y aún en arenales y pequeñas dunas donde ciertamente no tiene posibilidad alguna de succionar agua del subsuelo. Porque no la hay. Escala de la moneda de $100: 2.6 cm. (Foto H. Larrain, 7/07/2012).


Fig. 8. El río de Quipisca. Corriente de agua cristalina, de excelente sabor al paladar, que baja desde hace ya meses por el valle de Quipisca rumbo a la dilatada pampa. Se inició la bajada del agua el 11 de Febrero y seguía todavía bajando en nuestra reciente visita del 7/07/2012. ¿Por cuánto tiempo más seguirá descendiendo agua por este valle hosco y reseco?. No creo equivocarme al señalar que posiblemente llegará al menos hasta el mes de Septiembre próximo. Lo constataremos. Para este desierto hiperárido, el más árido del planeta según los geógrafos, este es, tal vez, el milagro más elocuente. (Foto H. Larrain 30/06/2012).

Fig. 9. El autor y cronista de la expedición cruzando el lecho de más de 1,30 metros de ancho en este punto.(Foto C. Riffo, 30 Junio 2012).

Fig. 10. Cristian Riffo, nuestro ayudante antropólogo, probando el agua del río. A pesar de observarse pequeñas concentraciones salinas sobre las arenas blanquecinas a sus costados, el agua de este arroyo que probamos hoy nos pareció totalmente dulce y potable. (Foto H. Larrain, 30 Junio 2012).


Fig. 11. El autor y cronista arrodillado al costado del lecho del arroyo actual de Quipisca. No observamos en esta ocasión la presencia de pequeños coleópteros acuáticos (Gyrinidae) que suelen poblar estas aguas y hemos visto en visitas anteriores. (Foto C. Riffo, 30 de Junio 2012).


Fig.12. El curso del arroyo en nuestra visita del 7/07/2012, Nuestro acompañante y ex alumno Nicolás Prado Blei. Observe los arbustos de chilcas, secos, al fondo, originados y nacidos en eventos anteriores. (Foto H Larrain 7/07/2012).

Fig. 13. Foto muy elocuente. Atrás, un ejemplar muerto del árbol llamado molle o pimiento (Schinus molle). Sólo logró alcanzar esa talla. Adelante, recién nacido tras el aluvión reciente, un ejemplar de la misma especie. ¿Cuántos meses o años logrará vivir?. Le espera, lamentablemente, el mismo destino fatal del anterior: la muerte inexorable (Foto H. Larrain 7/07/2012).

Fig. 14. Curiosa planta llamada Reyezia juniperoides. Ostenta flores de un color azul intenso casi añil. Es el único ejemplar que pudimos encontrar de esta extraña especie, creciendo en la arena húmeda junto al agua corriente aunque la buscamos intensamente por los alrededores. Es muy probable que la semilla llegó hasta aquí desde muy lejos aguas arriba, arrastrada por el agua de aluvión. No tiene hojas propiamente tales o mejor dicho, éstas están transformadas en delgados filamentos como se observa en la fotografía. (Foto H. Larrain, 7/07/2012).

Fig. 15. Close up a Reyezia juniperoides, mostrada en de foto anterior. (Foto H. Larrain, 7/07/2012).


Fig. 16. Máxima aproximación que nos fue posible a la flor de Reyezia juniperoides. Nótese las extrañas hojas convertidas en gruesos filamentos como tallos. Recientemente, por comunicación escrita del botánico Sebastián Teillier, hemos podido disponer del nombre científico de esta extraña planta de desierto que nunca habíamos observado antes. (Foto H. Larrain 7/07/2012).


Fig. 17. Ejemplar juvenil de Cistanthe amaranthoides (antiguamente llamda Philippiamra pachyphylla). Esta especie era muy escasa en este paraje del valle de Quipisca, siendo, en cambio, relativamente abundante en la pampa adyacente al valle de Quisma, inundada por el reciente aluvión, en estas mismas fechas. (Fot H. Larrain, 7/07/2012).


Fig. 18. Extraño arbusto, cuyo nombre científico según nos acaba de informar nuestro amigo, el botánico Sebastián Teillier, es Huidobria fruticosa Phil. El ejemplar visto por nosotros era una planta totalmente aislada solitaria en el paraje, en el lecho del río Quipisca y junto al Camino del Inca. Sólo hallamos un solo ejemplar en el lugar. Vimos un hermoso ejemplar de abeja nativa, negra con tonos amarillos, revoloteando en torno a sus flores. Esta planta logra sobrevivir a numerosos años secos durante los cuales no corrió por aquí una sola gota de agua. Sin duda, se alimenta de napas subterráneas, poco profundas, que deben afluir desde las vertientes situadas aguas arriba, además del rocío matutino que logra condensar y captar en sus numerosos pelillos en hojas y tallos tiernos. La planta, en efecto, es sumamente velluda observada a la lupa. Esta rara especie de la familia Loasaceae vive tan solo en sectores del desierto extremo chileno, en las regiones de Tarapacá y Antofagasta. Esta rara y muy escasa especie fue descrita por primera vez, sobre la base de ejemplares descubiertos en las alturas de Paposo por don Rodulfo Amando Philippi en la revista "Anales de la Universidad de Chile", Nueva Serie, 1855, páginas 218-221, con el título de "Observaciones sobre la Huidobria fruticosa, especie de planta de la familia de las Loáceas", en Sesión del día 23 de mayo 1855. (Foto H. Larrain 7/07/2012).

Fig. 20. Hojas aserradas en su borde y botón floral de la misma especie anterior: Huidobria fruticosa fam. Loasaceae. La planta entera (hojas y tallos) está cubierta de infinidad de minúsculos pelillos con los que seguramente logra capta la humedad proveniente del rocío de las madrugadas. (Foto H. Larrain, 7/07/2012).

Fig. 21. Flores abiertas y cabezuelas ya secas de esta misma especie de arbusto, llamado Huidobria fruticosa Phil , planta extremadamente escasa en ambientes del desierto de Atacama. Parecen otear el horizonte infinitamente árido de este paisaje (Foto H. Larrain, 7/07/2012).


Un comentario ecológico.

Para los botánicos y ecólogos vegetales estas fotos revisten un particular interés, por cuanto demuestran la vitalidad y capacidad de la madre Naturaleza para brotar, revivir y semillar, gracias a la presencia benéfica del agua. En efecto, algunos de lo arbustos perennes mostrados, como Trixis cacalioides, y la rara especie de Huidobria fruticosa Phil mostrada en las Figuras 19 a 21, logran sobrevivir, a duras penas por cierto, captando aguas subterráneas. Pero en su mayoría, las plantas vistas por nosotros son plantas anuales que viven corto tiempo: nacen, se desarrollan rápidamente, semillan y luego fatalmente mueren, dejando en herencia sus semillas ocultas bajo la arena, en latencia. Llegará el próximo aluvión un día y volverán a brotar con su humedad. Y el ciclo continuará así por siglos, dando persistencia y longevidad a las distintas especies, en estos parajes extremadamente desérticos.

Hemos solicitado a amigos botánicos nos ayuden a identificar algunas de las raras especies aquí presentadas. Gracias a sus informes, que por cierto reconoceremos en el texto, hemos podido enriquecer notoriamente este capítulo.

La floración del desierto: un milagro viviente.

Al contemplar tramos aún desconocidos del Qhapaqñan o "Camino del Inca" nos preguntábamos cómo pudo pasar por aquí Tupaq Yupanqui o Huayna Qhapaq con sus ejércitos a pie, en pos de la conquista de Chile. Nos preguntábamos qué recursos pudo hallar aquí el viajero en un ambiente tan hostil para la vida. ¿Era en aquellos tiempos el paisaje igual al actual? ¿Era algo más clemente?. ¿Había más vegetación que hoy día?. Creemos que sí.

Sospechamos fundadamente que en aquellos tiempos del Inca o del paso temprano de las huestes de Diego de Almagro, primero y Pedro de Valdivia después, el paisaje pudo ser en parte diferente. Árido, ciertamente, pero seguramente menos árido que hoy. Es bastante probable que haya habido algo más vegetación que hoy, y, tal vez, corriera el agua por estos cursos esporádicos con mayor frecuencia que en la actualidad. El hecho de que vertientes otrora potentes del valle de Quipisca como Munujna, La Palma y otras se hallan secado en los decenios recientes (en los últimos 50-60 años) y que hallan sido capaces de dar vida por centurias a las eras de cultivo hoy abandonadas, es- así lo creemos- un argumento válido para pensar que dichas vertientes fueron también capaces antaño de entregar una mayor cantidad de agua al curso del río Quipisca. También tenemos el derecho a imaginar, al observar las antiguas eras de cultivo abandonadas no lejos del sitio que hemos visitado, que esas zonas casi con seguridad debieron hallarse bajo intenso cultivo en tiempos incaicos e hispánicos muy tempranos.

Los indios, conocedores de la ruta, sabían donde obtener el agua cavando pozos.

Cuando las crónicas de la conquista nos relatan que el Inca antes de trasponer este Despoblado, hizo cavar pozos para obtener el agua que manaba de poca profundidad, imaginamos que esto pudo ocurrir, precisamente, en el lecho más profundo del río, donde hoy subsisten estos arbustos que porfiadamente se aferran a la vida. Si las raíces de estos arbustos llegan hoy al agua subterránea, ¿por qué no se puede obtener la misma cavando un pozo de unos 3-5 m de profundidad?. Esta simple experiencia nos podría dar tal vez la clave para comprender la sobrevivencia de estos viejos ejemplares hasta hoy.


Ya lo sugieren los crónicas.

Hay un texto del cronista Garcilaso de la Vega quien sabemos supo informarse de testigos fidedignos del regreso de Almagro al Perú, que creemos viene hoy muy a cuento para entender mejor el modo de cruzar este desierto despoblado y utilizar la escasísima agua existente:

"Don Diego de Almagro habiendo determinado volverse al Perú ....dio cuenta a Paullu Inca de su intención y le pidió su parecer.. El Inca Paullu. habiendo consultado con sus indios los caminos dio cuenta a Don Diego del camino que había por la costa y dijo que después de las guerras que sus hermanos los Incas Huáscar y Atahualpa tuvieron se habían cerrado y que los pozos o fuentes que por él había de donde bebían los caminantes por no haberse usado en tanto tiempo, estaban ciegos con el arena que el viento les echaba encima y no tenía agua sino muy poca, y ésa hedionda, que no se podía beber. Empero, que le enviaría indios delante que los fuesen limpiando y sacando el agua sucia y que con el aviso que estos enviasen de la cantidad del agua que los manantiales tenían, así enviaría su ejército en cuadrillas, aumentado el número de gente conforme a la cantidad del agua; porque aquellas fuentes, cuanto más las usaban, tanto más agua daban de sí..." (Garcilaso de la Vega, extracto de su relato en la IIª Parte de "Los Comentarios Reales del Perú", Cap. XXII, publicado en el Boletín de la Academia Chilena de la Historia, Año IV, Nº 7, 1936: 168-169)


Pozos y fuentes: dos procedimientos diferentes.

Pensamos que Garcilaso alude en este texto a dos tipos diferentes de depósitos de agua disponibles a los viajeros a lo largo del camino del Despoblado de Atacama en el segmento del Qhapaqñan:

a) los "pozos" ( esto es, excavados ad hoc), y

b) las "fuentes" (puquios o o manantiales).

Por "pozos", entendemos una excavación prolija, de cierta profundidad, en los sitios más adecuados que solía ser, precisamente, el fondo de los lechos de ríos secos, pero con presencia de vegetación arbustiva. Por "fuentes" , puquios o manantiales, entendemos las aguadas o vertientes que daban el agua de por sí en superficie, sin necesidad de excavar profundamente. Creemos fundadamente que en sitios como los lechos secos de quebradas tarapaqueñas, el procedimiento más usual fue abrir pozos de cierta profundidad en los sitios de mayor hondura en los cauces mismos. Debieron los indios del Cuzco, conocedores de este trayecto, tener ya perfecto conocimiento previo sobre los lugares más aptos para cavar los pozos. El cauce del río Quipisca, allí donde hoy subsiste aún vegetación perenne, parece el sitio más adecuado para cavar pozos y acceder al agua a poca profundidad. Comprobar esta hipótesis nuestra, mediante la confección de pozos en sitios como éstos, podría arrojar potente luz sobre los lugares elegidos para instalar su tambos o tambillos a la vera del Qhapaqñan.

Parece lógico pensar que sus recintos habitacionales (sus chasquihuasi o tambos) tuvieran acceso al agua en sus proximidades. Necesitaban imperiosamente , en efecto, surtir de agua estos recintos para el auxilio rápido y oportuno de los caminantes. Creemos que no sería difícil hacer la experiencia de cavar pozos en estos lugares y comprobar así esta nuestra hipótesis.


Lo que es palmariamente evidente es que el desecamiento del desierto se ha ido agudizando de siglo en siglo y que hoy estamos en un momento de máxima aridez, tal vez como nunca antes en la historia humana de esta comarca. Pero, a la vez, disponemos hoy de una tecnología exploratoria y excavatoria muchísimo más rápida y eficaz que en el pasado remoto. Usémosla para beneficio de las sufridas comunidades aldeanas del desierto.


Reconocimiento:

Todas las denominaciones científicas de las plantas raras mostradas en este capítulo del Blog las debemos a la excelente voluntad de mi buen amigo el botánico chileno Sebastián Teillier, autor de varias obras ilustradas sobre la flora nativa del Norte de Chile. A él, pues nuestro más profundo agradecimiento.

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