Fig. 1. Heinrich Froehlich de edad de
unos 30 años, época de la llegada de su esposa Martha desde Alemania (hacia 1932).
El 8 de octubre de 1966, esto es hace exactamente hace 50 años,
moría en Santiago de Chile víctima de una insuficiencia cardíaca el
notable genio creador de la
primera viña plantada en la Pampa del Tamarugal en el año 1929.
Heinrich Froehlich Ludowieg
(llamado familiarmente “Don Enrique” por
sus operarios) había nacido en la ciudad
alemana de Eisenach en 1902, y
poco después del término de la primera guerra Mundial, en
1922, partía al lejano Chile dejando atrás un país asolado y destruido por el fragor de
la contienda. Soltero audaz y con algunos conocimientos de química y agricultura,
huía del desconcierto, del dolor de tantas familias cercanas a él y del caos
producido por la postguerra, buscando nuevos horizontes donde instaurar una
nueva vida y formar una familia. Llega directamente a Iquique. Alguien le ha aconsejado venir a asentarse en Tarapacá, tierra de promisión, la tierra del salitre y del guano.
Seguramente, Heinrich había oído hablar
en Alemania de este notable abono natural (el nitrato de sodio o NaNO3) que por
decenios inundó profusamente de propaganda los mercados alemanes y europeos. Chile era allá
mucho más conocido por su nitrato ( Chile Salpeter en alemán) que
por otras bondades como su agradable clima, sus lagos o sus impenetrables
bosques sureños.
Una vez en Iquique, traba
relación de negocios y amistad con otro alemán, Peter Müffeler quien por
entonces regentaba una casa comercial
dedicada a la importación de automóviles y repuestos. Estamos en el año 1923. Müffeler viaja en su flamante automóvil con alguna
frecuencia a Pica, donde conocerá pronto a su futura
esposa, Nora, la hija del único médico
del pueblo el Dr. Juan Márquez. A su paso obligado por la zona de la Huayca, por
caminos de tierra que hoy consideraríamos intransitables, ambos toman
conocimiento directo del sistema
agrícola de los “canchones”, que por entonces florecían a orilla de
carretera y producían verduras, forraje
y frutos como sandías y melones. Aquí,
sin duda alguna, es cuando Froehlich vislumbra la posibilidad de instalarse e
iniciar experiencias agrícolas. Según el
escritor Domingo Santa María que lo entrevista allí a mediados del año 1953,
su interés primerizo en esta zona fue
criar gallinas, aprovechando la posibilidad de cultivar
pasto (alfalfa) y otras semillas
a muy bajo costo, utilizando el alto nivel freático del agua subterránea que
por entonces se hallaba a muy escasa
profundidad.
Las “chacras sin riego” de la pampa, venían siendo conocidas desde tempranos tiempos españoles –y tal vez desde mucho antes -, pues los indígenas de costa peruana las conocían con el nombre de “mahamaes”. Estas “chacras” lucían a su paso como verdaderos vergeles en medio de las ardientes y sedientas arenas del Tamarugal. Si las viñas se daban tan bien en la cercana localidad de Pica, desde tempranos tiempos coloniales, ¿por qué no podrían también darse con éxito en un clima de temperaturas más cambiantes entre el día y la noche, con elevadas temperaturas diurnas?. Había que probar. Y Froehlich – no me queda duda alguna- convence a Müffeler para formar una sociedad en la que él (Froehlich) pondría su trabajo y su tenacidad y Müffeler, el comerciante, el dinero para comprar la primeras cuatro hectáreas en el sitio llamado “Los Puquios”, donde ya existían pozos y plantíos de vegetales en “canchones”.
Las “chacras sin riego” de la pampa, venían siendo conocidas desde tempranos tiempos españoles –y tal vez desde mucho antes -, pues los indígenas de costa peruana las conocían con el nombre de “mahamaes”. Estas “chacras” lucían a su paso como verdaderos vergeles en medio de las ardientes y sedientas arenas del Tamarugal. Si las viñas se daban tan bien en la cercana localidad de Pica, desde tempranos tiempos coloniales, ¿por qué no podrían también darse con éxito en un clima de temperaturas más cambiantes entre el día y la noche, con elevadas temperaturas diurnas?. Había que probar. Y Froehlich – no me queda duda alguna- convence a Müffeler para formar una sociedad en la que él (Froehlich) pondría su trabajo y su tenacidad y Müffeler, el comerciante, el dinero para comprar la primeras cuatro hectáreas en el sitio llamado “Los Puquios”, donde ya existían pozos y plantíos de vegetales en “canchones”.
¿A quién compraron?. No nos
consta. ¿Cuánto les costó?, tampoco sabemos. Pero a los pocos años, tras exitosas experiencias con gallinas, gansos y chiqueros de cerdos, deciden plantar las primeras vides. Las cepas –según Eleonor Froehlich, hija
única de Heinrich, consultada por nosotros al efecto en 1995, habrían sido traídas desde la zona de La
Serena. En los inicios del año 1929
–cuando el que esto escribe hacía sus primeros balbuceos-, Froehlich
empieza a plantar su viña la que
bautizará significativamente como “Froehliches Weinberg”, expresión que en
lengua alemana significa a la vez “Viña Feliz”
y “Viña Froehlich”.
La tapa del álbum fotográfico
que muestra el desarrollo de sus
experiencias agrícolas, a partir de febrero 1929 dice textualmente:
“El nacimiento y desarrollo de la Viña Froehlich a partir de febrero
1929”. F y M son iniciales por Froehlich y Müffeler.
Siguen años de intensa y
frenética actividad agrícola sobre la
cual Domingo Santa María, testigo presencial, comenta: “Bajo el cuidado cariñoso de este hombre, se
ven todos los cultivos debidamente controlados, con experimentación de abonos y
enmiendas. Se extienden allí las canchas variadas: alfalfa, algodón, tomates,
cebollas, lechugas, trigo, viña, palmas
datileras y tantas otras”. (Cf. El Diario “El Tarapacá” de Iquique, domingo
5 de julio de 1953).
Froehlich no solo planta en forma
entusiasta, también experimenta y lleva
controles meteorológicos estrictos, registros de fechas de siembra, de tipos de abonos y semillas, sobre todo cuando
la CORFO, hacia el año 1946, observando sus notables éxitos, le contratará en su
predio de Canchones, al frente de Los Puquios,
para hacerse cargo de una “Estación Experimental Agrícola”. Esta
será una de las cinco que esta
institución estatal abrirá con éxito a partir del año 1943 para la investigación
agrícola en diversos sectores de la pampa del Tamarugal. La CORFO, en esas
décadas, estudia y analiza las potencialidades agrícolas de la pampa, tarea lamentablemente dejada de lado hoy,
justo cuando ciudades como Iquique, Alto Hospicio, Pozo Almonte y Huara
alcanzan una población conjunta cercana ya a los
400.000 habitantes, constituyendo un poder comprador enorme que hoy tiene que abastecerse desde la
lejana Arica o La Serena.
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Hacia 1930,
Froehlich considera que su
situación económica se ha consolidado lo suficiente y piensa seriamente en contraer matrimonio. Ya no es tan joven. Cuando su futura esposa, Martha Bohm, llega por fin por la vía del
Cabo de Hornos desde Golzow, Alemania, en 1932 para constituir una familia, Heinrich ya tiene 30 años bien cumplidos. ¡Extrañamente, solo se
habían conocido previamente por
correspondencia!. Una única hija, Eleonor alegrará este matrimonio al llegar al hogar pampino de Los Puquios en el año 1935. Ella
disfrutará, en plena pampa reseca, de los
graznidos de gansos, gallinas o patos, o
del rebuznar de burros y mulas de
carga. Junto a los fieles peones de la Estación Experimental, y a su fiel burrito regalón, recorrerá muchas
veces las callejuelas angostas de La
Huayca, musitando sus canciones en alemán, enseñadas por su madre. Primero en casa aprenderá solo el alemán; más tarde, ya niña, será el castellano, que le enseñará su propia
madre, diccionario en mano. Hasta hoy, la pampa ejerce sobre ella una
fascinación indescriptible, unida a sus más lejanos recuerdos de niñez.
Fig. 3. La familia Froehlich-Bohm en el predio de Los Puquios hacia el año
1950.
Cuando la CORFO le confía la dirección de la Estación Experimental de Canchones,
Froehlich acumula ya una experiencia de más de 20 años en la zona. Ha probado
todo. Conoce como nadie las veleidades del clima pampino y de los vientos repentinos que levantan
nubes de polvo salino. Su rica experiencia induce a la CORFO a proponerle
en el año 1956,
partir a Antofagasta, a transformar
esta vez los áridos suelos arenosos de “La Chimba”, lugar donde
crea, al poco tiempo, con el apoyo de ingenieros agrícolas especializados, un vergel
que riega con novísimos sistemas de riego por aspersión. ¡Aquí no hay aguas subterráneas a escasa
profundidad, como en Canchones!. En el
invierno del año 1963, tuve yo mismo la gran
suerte de conocer esta experiencia en la zona de “La Chimba”, en mis recorridos por los sitios
arqueológicos vecinos a la ciudad. La quebrada de “La Chimba” era uno de ellos.
Aquí probará nuevas variedades de claveles y experimentará con el
aprovechamiento de la basura como abono: ¡todo un innovador tecnológico!. Aquí, igualmente,
ejercitará gustoso sus cualidades de músico al integrar como violinista la
orquesta sinfónica de la ciudad.
Fig. 4. Froehlich acariciando su burrita preferida, la cabalgadura de su hija Eleonor, en Los
Puquios, hacia 1937-38.
De las experiencias agrícolas de
Froehlich no quedan hoy sino los Informes presentados puntualmente a
CORFO, firmados por él y un par de
álbumes de fotografías de sus cultivos tanto en “Los Puquios” (Tarapacá) como en “La Chimba” (Antofagasta). Éstos, más otros
documentos relativos a sus experiencias agrícolas, podrán examinarse y
estudiarse, por fortuna, en el Archivo Regional de Tarapacá de la DIBAM, en las
dependencias de la biblioteca de la Universidad Arturo Prat de Iquique, donde han
sido recientemente entregados por expresa voluntad de su hija
Eleonor.
Fig. 5. Etiqueta original de los vinos “Canchones” de Froehlich y Müffeler.
Fig. 5. Etiqueta original de los vinos “Canchones” de Froehlich y Müffeler.
Heinrich Froehlich, el genio
creador de viñas pampinas, fallece el 8
de octubre del año 1966 en Santiago, donde fue llevado de urgencia desde
Antofagasta. Fue demasiado tarde. Nunca se preocupó de su salud, ya resentida por su afición desmedida al cigarrillo, tanto fue el amor que prodigó a manos
llenas a su nuevo terruño: el desierto
chileno que siempre consideró como su nueva patria. El gobierno de Chile le
concedió, por sus grandes méritos, la Orden al Mérito en 1939 y,
posteriormente, la ciudadanía
chilena por gracia y por sus notables
méritos estando ya en los campos de “La Chimba”, en Antofagasta.
La desaparición de este gigante,
ocurrió hace exactamente cincuenta años.
En estos mismos días, sin saberlo, la Universidad Arturo Prat en Canchones celebra y festeja la séptima vendimia de las parras, hijas y nietas de las mismas cepas plantadas
por Froehlich entre 1929 y 1930. Pero la figura de su genial autor, el
creador, el soñador, parecería estar ausente.
Al parecer, nadie aquí en Tarapacá se ha percatado de este aniversario, el que ha
transcurrido en un sepulcral y casi religioso silencio. En el predio universitario
de Canchones -su campo experimental por
tantos años- tampoco resonaron las
campanas del recuerdo. Los alumnos de agricultura del desierto, no lo supieron
ni lloraron por él… Tampoco en Iquique,
su ciudad adoptiva, ha tenido lugar alguna especial recordación en su homenaje. Es el destino de los grandes: “crear con su tenacidad e ingenio grandeza, para luego
desaparecer calladamente, dejando sin embargo una tenue estela visible”.
A la postre -lo sabemos- “la verdad termina por triunfar”.
La historia, fiel y respetuosa de las acciones del pasado, se
encargará de ello algún día. Es en parte el motivo y la justificación de esta
nota de recuerdo que entregamos con satisfacción hoy a nuestra olvidadiza y
desmemoriada Región de Tarapacá. Creemos
que esta Región no puede ni debe olvidar a sus próceres, a aquellos escogidos que la hicieron grande.
Éste fue -qué duda cabe- uno de ellos. Y uno de los grandes. Heinrich Froehlich
merecería tener, a juicio de los expertos, un monumento
digno e imponente, en el sitio mismo de sus audaces y exitosas experiencias:
en el corazón de la pampa del Tamarugal, en Canchones. Para recuerdo perpetuo y ejemplo de
las futuras generaciones. Tal vez esto ocurrirá
algún día… ¡Ojalá!.
Fig. 6. los padres de Heinrich en Eisenach, en imagen captada en 1919, según consta al reverso de esta fotografía.
Fig. 7. En su casa de Los Puquios, levantada por el esfuerzo de Froehlich hacia 1932. Aquí Eleonor, su hija, tiene unos seis años. Fecha probable de la fotografía 1940 o 1941.
Fig. 8. Pequeño recordatorio levantado en el fundo Canchones, propiedad actual de la Universidad Arturo Prat, en julio del año 2008. La lápida fue traída por su hija desde Santiago.
Fig 9. El entorno del pequeño monumento en el predio agrícola de Canchones, que hoy casi pasa totalmente desapercibido al visitante. Aquí mismo, junto a las antiguas construcciones de la CORFO, aún en pie, debería alzarse un digno monumento futuro a las figuras de estos dos alemanes por su titánica obra de crear una viña en el Tamarugal y un vino de sin igual calidad.
Epílogo.
Nos parece obra de elemental justicia destacar con un monumento digno las figuras de H. Froehlich y P. Müffeler quienes comprobaron experimentalmente las potencialidades agrícolas de esta pampa, otrora solo poblada de tamarugos y retamillas.
(Nota: más antecedentes personales e imágenes de H. Froehlich y su obra en el Tamarugal, podrá encontrarse en este blog http:/eco-antropologia.blogspot.com bajo las etiquetas o rótulos: Heinrich Froehlich, Martha Bohm, Los Puquios, Vitivinicultura, Pampa del Tamarugal).
Nos parece obra de elemental justicia destacar con un monumento digno las figuras de H. Froehlich y P. Müffeler quienes comprobaron experimentalmente las potencialidades agrícolas de esta pampa, otrora solo poblada de tamarugos y retamillas.
(Nota: más antecedentes personales e imágenes de H. Froehlich y su obra en el Tamarugal, podrá encontrarse en este blog http:/eco-antropologia.blogspot.com bajo las etiquetas o rótulos: Heinrich Froehlich, Martha Bohm, Los Puquios, Vitivinicultura, Pampa del Tamarugal).
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