viernes, 21 de octubre de 2016

Referencias al Camino del Inca en la obra del naturalista Rodolfo Amando Philippi: Ojeando su obra: "Viage al desierto de Atacama" (1860).

Nos hemos deleitado recientemente releyendo, por  enésima vez,  la obra magistral del científico y naturalista alemán R. A. Philippi "Viage al desierto de Atacama", publicada en edición  simultánea en castellano y alemán, en Halle (Sajonia)  en 1860. Hurgando entre sus densas páginas uno encuentra, cada vez, nuevos tesoros semiocultos entre una verdadera jungla de descripciones científicas de plantas y animales halladas por él en el desierto. Asombra, a la verdad,  la notable capacidad de observación del sabio y su increíble memoria para retener tanta y tan variada información. Sabemos que tomaba breves notas en terreno a la vez que hacía  mediciones y cálculos de altitudes, mientras colectaba celosamente especímenes de plantas y animales para su Museo de Santiago. Así y todo, conociendo las terribles penurias de su viaje  en mula y  a veces a pie  y las privaciones propias de un lento transitar por regiones sujetas a bajas temperaturas, terrenos pedregosos y vientos heladísimos, nos impresiona vivamente  su capacidad de retención y su demostrado  interés por las más variadas expresiones  de la Naturaleza y del hombre, su ocupante. Casi nada escapa a su atención.  Con el mismo interés y disciplinado  ejercicio todo lo observa y anota,  y todo lo pregunta incansablemente. Sus arrieros -como el mismo varias veces lo indica en su texto-  son para él fuente decisiva de información tanto geográfica y económica,  como ecológica y antropológica. De ellos aprenderá ciertamente los nombres de parajes recorridos y topónimos de cerros y fuentes de agua. Los nombres de lugares (topónimos) y los nombres de plantas y animales, asì como sus virtudes, utilidad y  modo de empleo, ilustrarán tanto su cartografía final (dibujada prolijamente por su compañero de viaje  el ingeniero Guillermo Döll), como sus capìtulos descriptivos redactados en castellano y en latín.


 El  viaje transcurre entre el 30 de noviembre  de 1853 (Caldera)  y el 27 del  mes de  febrero del año 1854 (Copiapó), esto es un total de  91 días de recorrido ininterrumpido, de acuerdo a las observaciones astronómicas y geográficas anotadas prolijamente por Philippi (Cfr. Philippi, reedición 2008:  163-171).  Philippi no era por entonces un hombre  joven. Tenía ya 45 de edad bien cumplidos cuando inicia su agotador viaje por tierra desde el puerto de Taltal. 

Referencias al camino del Inca.

En varias secciones de su obra, Philippi hace referencia al "Camino del Inca". Analizaremos   las citas una por una para descubrir aspectos que  para él son importantes. Para  él, esta huella especial posee ciertas características  que claramente la diferencian de otras rutas del desierto que a eél le toca seguir a menudo. Veámoslo.

Primera referencia. La primera mención la hallamos en su relato del 19 de Enero del año 1854 en el trayecto de  Imilac a los Altos de Pingopingo:

"El lugar más alto del camino que alcanzamos a la una de la tarde tendrá  sus  3.672 metros de elevación. Desde este punto se presentan  muy bien los altos cerros al oriente, el Púlar, Péltur, Socompas, etc. El camino del  Inca atravesaba el nuestro viniendo del norte por un pequeño vallecito, pero lo cruzamos sin verlo: Don Diego no se acordó de mostrárnoslo y ese camino es un trabajo tan insignificante que  no salta a la vista. Desde  esa altura el camino baja insensiblemente, siendo la loma ancha casi horizontal y formada casi solamente de ripio como lo demás del desierto". (Philippi, edic  2008:60-61).

Comentario nuestro:

a) El camino Inca  tiene un evidente rumbo norte-sur,
b) Se le cruza casi sin verlo porque  apenas es reconocible a la vista.
c) Presenta un trabajo insignificante.
c) Solo supo  Philippi de su existencia porque su guía don Diego de Almeyda lo recordó poco después.

Segunda referencia:  al sur del pueblo de Toconao. Fecha:  22 de Enero del año 1854:

"Casi en la mitad del camino (del Agua de Carvajal a Atacama) hay una aguada llamada agua de Chile, chilipuri en idioma atacameño, y luego el tambillo inmediato al camino y a unos charcos de agua llenos de chara  (chara, nombre atacameño dado a un alga muy abundante en los charcos y  pequeñas vertientes andinas)).  Es una de las casas levantadas en los caminos de Bolivia para alivio de los viajeros, institución benéfica que data de los tiempos de los Incas.  estas casas se llaman propiamente tambo (tambillo es el diminutivo). Es un solo cuarto, con paredes de barro, techo de lo mismo, sin otra abertura que la puerta y con un banco igualmente de barro a lo largo de las paredes. Desde el tambillo se divisa bien la arboleda del pueblecito de Toconao a la derecha, A tres legua y media de distancia,  y aún la grande (arboleda) de Atacama..."  (Ibid: 2008: 65).

Comentario nuestro:

a) el tambillo o chasquihuasi se hallaba  junto a unos charcos de agua. Donde esto fue posible,  estas casitas o recintos para los viajeros fueron construidos cerca del agua. Esto mismo lo hemos observado  nosotros  en Suca (Tarapacá)  en Tamentica,  (quebrada de Guatacondo) y en la quebrada de Maní,  junto al trazado del Camino Inca que  atraviesa toda la pampa del Tamarugal.
b)  Describe este tambillo como hecho de paredes y techo de barro con una sola puerta  y provisto de un banco lateral que servía  como cama, para  poner allí  los cueros y mantas de lana  para  dormir.
c) construidos  solamente para alivio y dormitorio de  los caminantes en sus viajes. No son casas de residentes.


¿Como supo Philippi de la existencia del Camino del Inca?

Nos preguntamos: ¿Cómo se enteró de que se trataba de  una vía incaica y no de otra huella cualquiera más reciente?. Somos de opinión de que esto se debe muy probablemente  a dos circunstancias:  a) Philippi había leído  detenidamente a  sus predecesores, en especial a Von Tschudi y D´Orbigny y, ademas, está familiarizado con  los relatos de los cronistas españoles  que describen el paso por el desierto de Atacama. Por tanto, ya sabe acerca de su existencia.  b) Parece entonces natural que preguntara por su trazado a sus guías atacameños y a Don Diego de Almeyda.  Lo dice expresamente. Este último también lo conoce por este mismo nombre y lo  ha seguido en alguna de sus secciones cuando buscaba afanosamente  minas. La existencia de esta vía norte-sur era, pues, bien conocida para los residentes  atacameños, pero no le daban importancia alguna, tan habituados estaban  a su  existencia.




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