Fig. 1. El autor de este Blog preparando la fotografía de una solitaria planta de Cristaria sp en el sector de densa población de la Nolanácea Nolana jaffueli en el sector de Palo Buque, a 22 km al Sur de Iquique, y a unos 250 m. s.n.m. (Foto M. Isabel Fuentes, octubre 2015).
Admirando el evento del "desierto florido" en los cerros al sur de Iquique.
El fenómeno del "desierto florido" en los cerros situados al sur de Iquique, no cesa de causar admiración. En varios capítulos anteriores, nos hemos referido a este insólito evento natural que en este desierto costero adquiere ribetes de milagro. En las imágenes que siguen, podrán ver nuestros lectores nuevos enfoques visuales de esta realidad que, por su magnitud, intensidad y superficie, probablemente ya no tengamos la posibilidad de contemplarlo nuevamente, tal vez hasta algunas décadas más. Nosotros ya no alcanzaremos a verlo, por cierto. No quisiéramos, por consiguiente, que tanta belleza quede tan solo oculta en "Papers" especializados de algunos pocos científicos, publicados en revistas rotuladas como "ISI", y no llegue, por consiguiente, al gran público, amante de la naturaleza, nuestro destinatario inmediato. Es, por desgracia, lo que suele ocurrir con muchos de los descubrimientos científicos: quedan guardados largo tiempo "bajo siete llaves", en recónditos y eruditos artículos de la especialidad, generalmente escritos en inglés y con un estilo críptico, reservado sólo para los expertos, y generalmente, fuera del alcance de la inmensa mayoría de los ciudadanos corrientes.
Colaboración fotográfica de colegas.
Quiero dejar expresa constancia de mi gratitud hacia tres personas que, habiendo visitado con nosotros este oasis efímero de Palo Buque con fines científicos -lugar que tanto nos extasiara con su belleza escénica-, nos han enviado sus fotografías autorizándonos a publicarlas en este Blog con su nombre. A ellos, nuestra particular gratitud. Cada foto va, por lo tanto, con el nombre de su autor.
Los estudiosos visitantes.
La arquitecta María Isabel Fuentes, nos acompañó en un par de expediciones al lugar durante el mes de octubre del 2015. Suyas son muchas de las fotos aquí mostradas. Su lente se enfocó a captar escenas de la flora presente en el sector arenoso del ecosistema, el mismo que recorriéramos detenidamente nosotros, y que expusiéramos en capítulos precedentes de este Blog. Igualmente, mostramos aquí imágenes captadas por el entomólogo canadiense Laurence Packer, experto internacional en abejas silvestres en su visita del día 26 de Noviembre, 2015. Nosotros le indicamos el lugar. Laurence lo visitó poco después en su sección más áspera y difícil: el sector rocoso más oriental, situado por sobre los 300-350 m de altitud. Esta sección compuesta por potentes rodados en fuerte pendiente, sumamente difícil de transitar, albergaba, sin embargo, una rica flora, en gran medida diferente de la que poblaba las laderas arenosas, más abajo. Este solo hecho: la existencia de una flora variada y diferente, merecía ser divulgado y dado a conocer a nuestro público culto. Por fin. Michael Dillon, el gran especialista norteamericano en plantas del desierto norte chileno y peruano, me ha dilucidado algunas dudas.
El área cubierta por el fenómeno.
Fig. 3. Ejemplar de la Cristaria aún no identificada. Observe sus dos tipos diferentes de hojas. (Foto M. Isabel Fuentes).
Fig. 4. Planta de la Malvácea Cristaria molinae. Las pequeñas cabezuelas florales, curiosamente, miran hacia tierra. A diferencia de la otra Cristaria sp que es una planta erguida, esta especie tiende más bien a achaparrarse y apegarse al suelo. (Foto M. Isabel Fuentes).
Fig. 5. Otra imagen de la misma Cristaria sp. Se alza sobre el suelo a un máximo de 20-25 cm, en los ejemplares observados por nosotros aquí y en el oasis de niebla de Alto Patache (75 km al sur de Iquique) , a los 775 m. de altitud s.nm. (Foto M. Isabel Fuentes).
Fig. 6. La misma especie anterior mostrando tres hermosas flores abiertas. La planta es erguida pero se alza en este lugar hasta unos 20 cm como máximo. En el oasis de niebla de Alto Patache en nuestra visita del 11/12/2015 encontramos un ejemplar de esta misma especie que tenía a la vista seis flores abiertas (como en esta fotografía); curiosamente, en cinco de ellas observé y pude capturar otras tantas abejitas nativas. Son éstas muy pequeñas y miden aproximadamente 6 a 7 mm. de longitud. (Foto M. Isabel Fuentes).
Fig. 7. Otras imagen de la misma especie. Observe sus diferentes tipos de hojas tan diferentes en su forma. (Foto M. Isabel Fuentes).
Fig. 8. Planta de Nolana jaffueli. El color de esta flor, más bien levemente morado, es notoriamente diferente a la coloración común de esta especie que es francamente azul marino intenso y, al parecer, de mayor tamaño. ¿Se tratará, tal vez, de otra especie de Nolana?. ¿O, tal vez, solo se trata de una variedad cromática de la misma especie Nolana jaffueli.?. Salvo por el color de la flor, el resto de la planta nos parece idéntico a Nolana jaffueli (Foto M. Isabel Fuentes).
Fig. 10. Uno de los senderos actuales que discurre lentamente cerro arriba, sospechamos sea una antigua huella de paso de los indígenas costeros (y tal vez también de los guanacos) que subían a los altos del acantilado (Foto M. Isabel Fuentes).
Fig. 11. El segundo sendero de dirección SSE, que aquí vemos recorrido por turistas y amantes de la naturaleza, es un sendero indígena, pues en su recorrido, en varias partes hemos hallado instrumentos arqueológicos y restos de sus comidas y basuras. (conchas de gastrópodos y bivalvos; vea las pruebas en nuestro capítulo anterior: "Presencia y actividad humana en el "desierto florido" al sur de Iquique: utilización del ecosistema de lomas por el hombre antiguo" 29/10/2015). ).
Fig. 12. La sección inferior de la foto muestra la zona vegetada por Nolana jaffueli intensamente pisoteada por los visitantes y curiosos que han venido a ver y disfrutar de este fenómeno inusual.
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Fig. 13. El área cubierta de flores durante este potente evento "El Niño" del año 2015, comprendió tres secciones de diferente estructura geomorfológica en el farallón costero: a) el área alta propiamente rocosa, formada por afloramientos graníticos fragmentados que derivan del macizo de Punta Gruesa; b) el área de rodados desprendidos de lo alto, con fuertes pendientes entre los 30º y 45º grados, y c) por fin, en su sección más baja, el área de planicies suaves tapizadas de arenas finas de arrastre eólico, que alcanza el límite oriental de la terraza marina hacia los 200-150 m. s.n.m.
Fig. 15. Primer plano, parte inferior de la fotografía: vegetación surgida entre los pedruzcos y bloques de roca en el sector de derrumbes y derrubio. Fragmentación de la roca en forma de rodados desde los sectores elevados por efecto de la meteorización y descomposición de la roca granítica. Esta vista fue tomada desde los aproximadamente 400-450 m de altitud, mirando hacia las playas litorales de "Palo Buque" y "Playa Lobito". (Foto Laurence Packer, Noviembre 2015).
Fig. 16. En este aparentemente tan inhóspito ambiente conformado por enormes bloques de roca, desprendidos de lo alto, crecen ahora muchísimas plantas de Loasa sp, y otras especies como Cleome chilensis DC y especies de malváceas como Cristaria spp., además de Polyachyrus sp, Perityle emoryi, Parietaria debilis y Calandrinia sp. Se observa un predominio de Loasa, de pequeñas flores color amarillo, planta que adquiere aquí gran tamaño extendiendo sus guías en varias direcciones, a veces de más de un metro de longitud de la raiz original. (Foto Laurence Packer, cerros de Palo Buque, Noviembre 2015).
Fig. 14. A mi derecha, de elevada estatura, Laurence Packer, entomólogo canadiense, experto internacional en el estudio de las abejas silvestres de Sudamérica. Sus estudios sobre el origen de los diferentes clados de Apidae y su filogenia a través del tiempo destacan a nivel mundial,
Fig. 15. Ejemplar de Loasa sp (Fam. Loasaceae) ) creciendo entre las piedras. Sus semillas se conservaron por años protegidas bajo las piedras y perdurarán nuevamente ahora por años hasta una nueva lluvia. (Foto L. Packer).
Fig. 16. Ejemplares de Cleome sp. mostrando sus flores color blanco. (Foto L. Packer).
Fig. 18. Cleome sp y Loasa sp. comparten el mismo habitat fuertemente rocoso. (Foto L. Packer).
Fig. 19. Una Malvácea, Cristaria sp. entre plantas de la Asterácea Polyachyrus sp. (Foto. L. Packer).
Fig. 20. Calandrinia sp. con sus gruesas hojas carnosas, típicas del género.
Fig. 21. Calandrinia sp. de pequeñas flores amarillas comparte su mismo nicho ecológico con Cristaria y Cleome sp. (Foto L.Packer).
Fig. 22. Los tallos florales de esta Calandrinia son rastreros y notablemente largos. Tal hecho parecería favorecer la dispersión de las semillas, las que caerán al suelo lejos de la planta madre, al secarse la flor. (Foto L. Packer).
Fig. 23.A la izquierda de la imagen, Polyachyrus annus, de flores blancas; a la derecha, la especie Parietaria debilis. Determinación taxonómica del botánico Michael Dillon, que mucho agradecemos. (Foto L. Packer).
Fig. 24. Ejemplar de Nolana jaffueli, con su característica flor de color lila suave. (Foto L. Packer). Compare Ud. esta imagen con el ejemplar mostrado más arriba en la Figura 8. ¿Serán especies diferentes, tal vez?.
Fig. 25. Pequeñísimos ejemplares de Cleome sp. en flor. (Foto L. Packer).
Fig. 26. Guía o brote característico de la planta Loasa sp que puede llegar a medir más de un metro y medio de largo. (Foto L. Packer).
Fig. 27. Abajo, Loasa sp; arriba. Cleome sp. (Foto L. Paqcker).
Fig. 28. La foto es excesivamente clara, por desgracia y no nos permite apreciar bien el ejemplar; pero esta planta que solo muestra su enorme corola blanquecina abierta, entre las piedras, nos deja desconcertados. ¿Qué es?. Trataremos de averiguarlo en beneficio de nuestros lectores.
Comentario ecológico:
1. Una vez más, nos llama la atención cómo todos los ejemplares observados, aunque muy pequeños algunos de ellos, llegaron a florecer y semillar.
2. Es evidente la enorme diferencia de especies que ha crecido entre los sitios de praderas arenosas y los lugares rocosos. Aunque bajo estas piedras también hay abundante arena, los fragmentos de roca han permitido la conservación y desarrollo de especies notoriamente diferentes del ambiente anterior. Es obvio que este ambiente rocoso protector favorece la conservación de las semillas, las que quedan mucho mejor protegidas del exceso de sol y calor. Nos preguntamos si las semillas de estas especies presentan diferencias significativas en su cutícula exterior que expliquen su diferente capacidad de regeneración.
3. Queda abierta la gran interrogante, que nadie por ahora ha sido, al parecer, capaz de explicar bien. ¿Cuántos años pueden soportar las semillas de estas especies bajo arena o piedras, sin que llueva, conservando su vitalidad y fertilidad?. ¿Existen diferencias entre las especies en este sentido?. Hemos observado una profunda diferencia externa entre las semillas, por ejemplo, de Nolanas y Cristarias, siendo las primeras de cutícula muy dura y resistente, mientras las segundas parecen mucho más frágiles. A primera vista, parecería que las primeras tienen muchas más probabilidades de sobrevivencia y conservación en el tiempo que las segundas. Pero la realidad parecería demostrar otra cosa. Ambas reaparecen, tras muchos años de sequía, exactamente en el mismo medio, una al lado de la otra, tal como lo hemos observado en las praderas bajas de Palo Buque (250-350 m s.n.m. ) No hay experiencias, que sepamos, que nos orienten hacia una respuesta realmente satisfactoria.
4. La cantidad de semillas que puede producir cada planta, es enorme. Esto depende del tamaño que haya alcanzado, y éste, de la cantidad de humedad que ha logrado al desarrollarse. Una gran planta de Nolana jaffueli puede llegar a producir más de 50-80 cabezuelas florales y, cada una de ellas contiene entre entre 15 y 20 semillas. ¿Son todas las semillas fértiles potencialmente, o solo una parte de ellas?. Asombra ver plantas moribundas de esta especie, a cuyo pie yacen varios centenares de semillas, de color negro azabache, esperando el milagro de una hipotética lluvia futura. El viento, compañero frecuente de estos parajes, se encargará de ir enterrándolas poco a poco, evitando así su deshidratación. Pero, al parecer, se entierran muy poco y quedan muy cerca de la superficie. ¿Será, tal vez, que las neblinas mojadoras o camanchacas, que bañan tan frecuentemente estos parajes contribuyen a mantener vivas estas semillas por largo tiempo, evitando su desecamiento y su muerte?. Francamente, no lo sabemos con absoluta certeza.
5. Agradecemos aquí el apoyo recibido en la determinación de especies, de los botánicos especialistas Michael Dillon, norteamericano y Sebastián Teillier, chileno, expertos conocedores del biome vegetal del desierto chileno.
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