jueves, 26 de noviembre de 2015

Muerte silenciosa de un ecosistema: imágenes de la agonía de un vergel en el desierto.

Nuevas observaciones  sobre la floración final de la zona alta del sector de  Palo Buque.

Presentamos aquí un conjunto de fotografías tomadas  hace pocos días en este ecosistema moribundo. Haremos algunos comentarios  eco-antropológicos, además de presentar evidencias poco frecuentes de mortandad vegetal.

                       
Fig. 1.  Paisaje  desde los 810 m de altitud  mirando hacia el océano, al  sector "Los Verdes". Pradera de nolanas  (Nolana jaffueli) ya fenecientes. Todas las imágenes de este capítulo son de H. Larrain, obtenidas en la expedición del día  12/11/2015.


Antecedentes.

En tres entradas anteriores recientes de este Blog,  hemos mostrado en imágenes el desarrollo de la floración costera, en los cerros que enfrentan a la  playa Palo Buque, a unos 22 km al sur de la ciudad de Iquique (Chile).  Fruto maduro de las copiosas lluvias caídas los días  8 y 9 de Agosto de este año 2015,  este "desierto florido"   constituye un ecosistema  efímero, cuya vitalidad y pujanza perdura  tan solo por unos 3 a 4 meses después de los aguaceros, para luego desaparecer por completo, por varios años. Ya hemos explicado allí mismo que tales lluvias abundantes y repentinas en este desierto, son fruto del fenómeno cíclico  llamado  "El Niño",   que ocurre en nuestras costas y en toda la costa peruana  cada cierto número de años, cuando se desplaza el centro de altas presiones del Pacífico. 

En nuestra expedición practicada el día 12 de noviembre de 2015,  nos acompañó nuestro ex alumno antropólogo  señor Cristian Riffo Torres. Agradecemos su apoyo  en terreno y  su notable  habilidad para hallar rarezas o singularidades tanto biológicas como arqueológicas. 

Objetivos de esta expedición.

El objetivo de la presente expedición fue comprobar los efectos de esta floración, pero ahora ya no en los sectores  bajos -como en las visitas nuestras  anteriores entre los  220-380 m snm.-,  sino en  los sectores más elevados  (770-830 m. snm). Es decir, queríamos constatar  si en las alturas se había también producido el mismo efecto del "desierto florido",  en qué grado e intensidad y  con qué participación de especies vegetales. Nos parecía probable que  las lluvias hubiesen penetrado con mayor profundidad  en los sectores más elevados,  creando, igualmente, allí vistosas praderas de flores. Igualmente esperable nos parecía que  sus efectos benéficos deberían estar aún visibles, a causa del efecto humectante de las neblinas costeras que  son más densas a mayor altitudes.

Descubriendo  el escenario desde las alturas.

Explorando con atención las imágenes de Google Earth de ese sector montañoso, situado inmediatamente al sur del macizo de Punta Gruesa, nos dimos cuenta que existía una ruta que conducía a la Minera "San Marco",  situada  a altitudes entre los  850 y 900 m sobre el nivel del mar y al borde mismo del acantilado costero, hasta donde habíamos llegado casualmente un par de años antes. Tomando la ruta desde la localidad de Alto Hospicio hacia el sur y surweste, rumbo al cerro Tarapacá y esquivando  varias huellas laterales, dimos finalmente con el lugar. A nuestra petición por ver el sitio de aparición de las flores,  el cuidador de la mina don Luis Bravo, amablemente nos acompañó hasta unos lomajes cercanos, donde aún se veía muchísimos restos color parduzco de la  floración reciente.

                         
Fig.  2.  A los  820 m sobre el nivel del mar, con espléndida vista  hacia el sur.   Un potente sistema de dunas se ha formado aquí recientemente como resultado del arrastre de arenas desde las playas vecinas por los vientos predominantes. La vegetación de Nolanas  y  Fortunatia  sp. se asienta sobre  dunas más antiguas.

                         
Fig. 3.   Vista hacia el  Weste y Surweste.  Estamos  a los 820 m. sobre el nivel del  mar. Aquí ya no se ve plantas vivas.


Un escenario de muerte y desolación.

Suaves lomajes de arenas, entremezclados con sistemas de dunas  se abrían ante nuestros ojos. Estábamos a los  820-830 m sobre el nivel del mar y con una espléndida vista hacia el oeste, esto es hacia el litoral costero, distante apenas  unos 2,5 km de nosotros, a vuelo de pájaro. Aquí  las nolanas (Nolana jaffueli) habían ya florecido y semillado y estaban ya moribundas. Sin embargo, algunas mariposas rojinegras de la familia de las  Nymphalidae  (Vanessa carye)   volaban todavía torpemente,  en pares, poniendo, tal vez, sus últimos huevos. Eran los últimos estertores de la agonía de un paisaje  novedoso que  por espacio de más de cincuenta días  cubrió de un verde pálido las laderas occidentales de esta cadena montañosa,  normalmente cargada de tristes tonos opacos o grises. La primera impresión  nuestra fue de decepción total: ¡habíamos llegado al parecer demasiado tarde!. Veníamos a ver y fotografíar flores y veíamos tan solo miles de esqueletos  de plantas, en total y franca decadencia ya.  ¡Ahora, a la verdad, más parecía un cementerio que un jardín!.

En las imágenes que siguen, sintetizaremos lo que vimos y  trataremos de sacar conclusiones sobre  el modo de vida y actividad de los hombres antiguos que poblaron este territorio desértico. Haremos referencia especial, igualmente, al grave problema del calentamiento global y el consiguiente desecamiento climático, observable hoy comprobable a través de imágenes como las nuestras. Imágenes que nos dejan  no solo  pensativos, sino  francamente desolados. El calentamiento global  ya está produciendo sus efectos letales en estos sistemas ecológicos,  extraordinariamente sensibles. ¡Las pruebas al canto!.


Fig. 2.
Fig. 4.  Las dunas recientes avanzan inconteniblemente hacia el interior, tratando de trasponer las cimas. Este avance dunario lo hemos observado en varios sectores de la costa al sur de Iquique, en Los Verdes y Alto  Patache, donde ha logrado sobrepasar sin dificultad la barrera de los  800 m, penetrando tierra adentro.

Fig.  5.  Observando detenidamente  los restos de vegetación de Nolanas, de pronto topamos con unos pequeños gránulos, como pequeñas esferas. ¿Qué son?, nos preguntamos. La respuesta fue casi inmediata: fecas sueltas de un animal; más precisamente, de un camélido por su aspecto y consistencia. ¿Qué camélido pudo venir a pastar  y defecar aquí?. Solo cabe una respuesta el guanaco (Lama guanicoe  Miller). Documentos de la década del 80 del siglo XIX hacen referencia a la presencia y caza del guanaco por cazadores venidos de Iquique a estos cerros, a la altura de Punta  Gruesa. ¡Aquí estaría, a lo que creemos,  la prueba evidente,  tangible!.

Fig. 6.  Escarbando alrededor en la arena blanda, pronto  aparecieron numerosas "bolitas" o fecas redondeadas, señalando  la presencia efectiva de un  antiguo defecadero de camélidos. Para su constancia, anotamos aquí  las coordenadas  UTM del sitio:  0382250 E y  7743981 N.

Fig. 7.  Planta  moribunda de Nolana jaffueli. La semillas negras, de aspecto  reniforme y gruesa cutícula,  ya se han esparcido por el suelo, caídas desde las cabezuelas florales. Una sola planta puede echar al suelo entre 100 y 300, o aún más semillas. Depende del tamaño que haya logrado alcanzar. Cabe imaginar, en consecuencia,   el número total  de semillas en una pradera sin fin, cubriendo centenares de hectáreas. Muchas no germinarán: pero otras muchas esperarán el momento propicio para brotar, cuando llegue la próxima lluvia, dentro de  5, 7, 12  ó 15 años. ¡Solo Dios sabe cuándo lloverá nuevamente!. Si bien la llegada del Fenómeno de "El Niño" de que ellas dependen  es cíclica, nadie puede predecir con certeza cuándo exactamente reaparecerá.

Fig. 8.   Aunque no en gran abundancia como en ciertos sectores del oasis de niebla de Alto Patache, a unos 45 km más al sur,  la presencia del caracol terrestre  Bostrix derelictus broderipi es   evidente y significativa:  hubo un tiempo, hace muchas décadas, en que proliferó en estos ecosistemas.  Aquí quedaron al aire  sus conchas vacías. ¡Hoy no nos ha sido posible encontrar ni uno solo vivo!.

Fig. 9.   Una aproximación al conjunto interminable de Nolanas en etapa final. Nacieron, se desarrollaron, florecieron y murieron: es su destino. Lo asombroso es que todas las plantas  alcanzaron a florecer y semillar, independientemente de su tamaño.

Fig. 10.    Una cubierta  o envoltura  (cocoon) de  crisálida, hecha  de   barro. Muy probablemente,  se trató  de la  pupa o crisálida de alguna especie de himenóptero.  Pero no lo encontramos en las flores.

Fig. 11.   "Torta" o acumulación de  material escogido de mineral de cobre.  Perteneció a la  pequeña explotación minera que  hubo anteriormente en este lugar y que por razones que ignoramos,   abandonó el área  hace un par de décadas.

Fig. 13.  Tubérculos o gruesas raíces ya secas de Argylia radiata,  (Fam. Bignoniaceae), planta    que, a lo que creemos,    desapareció  hace ya años de  este  lugar. No vimos ningún ejemplar  vivo de esta especie  en estas expediciones; solo restos inconfundibles de su antigua presencia. Vemos aquí una prueba más del desecamiento progresivo de los ecosistemas costeros que, en forma inexorable, va haciendo desaparecer especies.  Esta especie  es particularmente abundante en la zona del "desierto florido" entre Vallenar y Copiapó, y  se la conoce allí como  "Terciopelo" o "Flor del Jote".

Fig. 14.  Gruesa raíz  de la especie Argylia radiata,  desaparecida  ya de este  ecosistema.  Raíz bien conservada,  pero hueca en su interior. Hemos hallado en el lugar no menos de 10-15 tubérculos de este tipo, en lo que debió ser un  pequeño stock de esta planta. Extrañamente, solo se le vio en ese punto.  ¿Por qué solo allí ?.  Es un enigma más para nosotros.

Fig. 15. Vista posterior de la misma  raíz.

Fig. 16.  Grupo de Nolanas todavía vivas, sobre arena. Aquí hallamos todavía  múltiples signos de una bullente  vida animal: insectos adultos y  larvas. 

Fig. 17.  Larva de una mariposa diurna;  probablemente de  Vanessa carye (Fam. Nymphalidae).

Fig. 18.  Plantas de Nolana  jaffueli vivas que han alcanzado gran tamaño:  hasta  30-35 cm de alto.

Fig. 19. Contraste: arriba, plantas aún vivas; hacia abajo extensa pradera de plantas  ya secas de N. jaffueli y ejemplares en flor de Fortunatia biflora.


Fig. 20. En un pequeño promontorio rocoso, de tipo granítico,  un ejemplar de Fortunatia biflora con   la mariposa  Pyrgus boccheris libando su néctar.

Fig. 21.  En este  afloramiento rocoso, los ejemplares de Ephedra breana  o "pingo-pingo" están ya todos muertos. Decenas de plantas muertas. Ni uno solo  logró  sobrevivir aquí  por falta de humedad.

Fig. 22.  Ejemplar  muerto de Ephedra breana.

Fig. 23. Este ejemplar de Ephedra  logró desarrollar un pequeño tronco. Lo que significa que vivió  no menos de una década. Hoy yace allí muerta. Tal vez sea algún día  posible calcular la edad (fecha) de su muerte.

Fig. 24.  Vista desde  los  800 m hacia el Norweste, hacia el sector del "Promontorio de los Parapentes", visible en esta imagen.  El fuerte tono verde claro inicial   del colorido del paisaje en flor ya ha pasado a ser  de tonos débiles de  amarillo y café claro; la vegetación está muriendo.
.
Fig. 25.  Ejemplares muertos de Nolana jaffueli. 

Fig. 26. A los  804 m de altitud snm.,  se halla esta lápida recordatoria de la muerte, por despeñamiento, de un motorista, José Morales Soto,   ocurrida en el año  1995.  Sus amigos le levantaron piadosamente este monumento en su  recuerdo.

Fig. 27. Cactus  aún vivos  adornan esta "animita"  del explorador  fallecido. No nos consta que sea de alguna especie de la zona, pero es probable.


Detalles de la vegetación sobreviviente.

Fig. 28.  Ejemplar  de Nolana jaffueli creciendo en arena,  en un pequeño nicho de humedad.

Fig. 29.   La mariposas  Pyrgus boccheris  (Fa, Hesperiidae)   visitando  un ejemplar de N. jaffueli ya en decadencia; tal vez, está depositando sus últimos huevos.

Fig. 30.  Ejemplares dispersos de Fortunatia biflora, en flor. Las pequeñas mariposas  del género Pyrgus la visitan  en sus últimos días de vida.

Fig. 31. En primer plano, Fortunatia biflora ("huilli") . Atrás Nolana  jafueli

Fig. 32.   Plantas de Fortunatia  biflora.

Fig. 33. Escarbamos para  saber a qué profundidad se hallaban los bulbos de Fortunatia biflora. Aquí el sustrato consiste solo en capas de  cenizas volcánicas blancas, muy finas.  Uno de los bulbos se hallaba solo a  5 cm de profundidad; el otro, en cambio, a casi 20 cm. 

Fig. 34.  Bulbo de Fortunatia biflora. Mide  casi exactamente  1 cm de diámetro  máximo.



Fig. 35. La extensa pradera de Nolanas muertas. Hace un mes y medio  atrás, esto era un vergel en flor.

Fig. 36. Muy cerca del pequeño campamento minero antiguo,  aparecen estas lascas, fruto del desbaste de material lítico por los antiguos habitantes de la costa.  Es indicio cierto de un área recorrida por los antiguos cazadores-recolectores. Nos llamó la atención la  falta total de sílex blanco,  muy abundante en la zona  baja de Palo Buque, hacia los  220 m de altitud. De seguro, se trata aquí de otro grupo humano, tal vez mucho más antiguo. Las coordenadas UTM de este sitio son:  0382229 E y 7743954 N


Fig. 37.  En uno de nuestros recorridos por el sector, hallamos esta  hermosa punta lítica, de factura   muy antigua, tal vez asignable al período arcaico por sus formas. Fotografiada in situ.  Está trabajada en basalto y presenta un lasqueado algo burdo, por ambas caras, lográndose  un  excelente  filo. Nos ha recordado piezas líticas semejantes, del  período Arcaico, procedentes de San Pedro de Atacama  y del Salar del Huasco.  Lugar exacto  de este  hallazgo: Coordenadas UTM: 0381948 E y  7743872 N

                                         
Fig. 38.  La misma pieza.  El extremo  distal   (punta)  del artefacto presenta una fractura, tal vez producto de sus uso como perforador.            

                                             
Fig. 39.  Detalle de la punta lítica hecha en basalto. Por la escala gráfica,  podrá Ud. calcular su tamaño exacto.  Este artefacto  debió ser usado como un puñal o arma de  mano a la vez que como raspador y perforador, algo así como los famosos "coup de poing"  de uso múltiple del  período paleolítico francés.

Detalle de las mariposas  observadas  in situ.

Fig. 40.  Ejemplar de Pyrgus bocchoris en una flor de Fortunatia biflora. Observe las cabezuelas de los botones florales  aún cerrados.

Fig. 41.   Tres ejemplares de la misma mariposa, libando afanosamente en las flores de F. biflora.

Fig. 42.  Aspecto y colorido muy llamativo de la parte  inferior de las alas de Pyrgus bocchoris  (aquí se muestra con sus alas plegadas). Así, se asemeja mucho a ciertas  especies de la familia Lycaenidae, pero las supera bastante en  tamaño.

Hallazgo de coleópteros.

No esperábamos hallar en este ecosistema,   ya en situación de vida terminal, coleópteros. Sin embargo,   hallamos  tres especies, en el mismo sector  descrito en las fotos Nº   16 y 18.    Coordenadas UTM: 0381977 E y  7744017 N, a los 783 m. s.nm. Dos familias  quedan representadas  aquí :  a) Carabidae y  b) Meloidae.

Fig. 43.  Ejemplar posiblemente del género Meloe  sp.  (?)   (Fam. Meloidae),     caminando sobre la arena, huyendo del intenso sol. 


                            
Fig. 44.   A la derecha de la fotografía, una hembra, a la izquierda, dos machos. (Coleoptera, Fam. Meloidae). Los machos alcanzan una longitud de 0.45 cm, mientras las hembras alcanzan  casi los  0.70 cm.  Los élitros son de  color negro y el  tórax   color rojo vivo.


                            
Fig. 45. Ampliación de la misma fotografía.

                       
                           
Fig.  46.  Un coleóptero de la familia Carabidae,  gran depredador. (tamaño:  0.8 cm de longitud) Aquí de seguro se ha estado alimentando de pequeñas larvas de mariposas, o, más probablemente,  de ejemplares de pequeños hemípteros (Fam. Hemiptera) que   hallamos  ocultos en el follaje de grandes plantas de Nolana jaffueli.  (Vea Figs. Nº  16 y 18).   Constatamos,  aquí la  presencia de al menos dos especies de hemípteros, al parecer exactamente los mismos que hemos observado hace unos 3 años en la pampa interior,  en desembocadura de la quebrada de Quisma, cerca de Matilla, con motivo del gran aluvión del año 2012. Allí, los hallamos bajo enormes plantas de  Cistanthe  (Philippiamra) amaranthoides. No nos fue posible obtener aquí buenas imágenes de estas especies de Hemiptera, debido a su pequeñísimo tamaño.

Fig. 47.  El carábido  Calosoma rufipennis, poblador de todos estos ecosistemas de nieblas, también se hizo presente, en tan solo un ejemplar,  en  el sector donde las  plantas de Nolana jaffueli presentaban mayor desarrollo   (Vea Figs.  Nº 16 y 18 de este capítulo) .


Consideraciones eco-antropológicas.

1.  La presencia de guanacos en este ecosistema,  aunque efímero y ocasional, no nos debe sorprender. Hemos observado sus  senderos por todas partes en faldeos y lomajes de la cordillera costera.
En el sector del piedemonte del oasis de niebla de Alto Patache, se ven numerosos senderos que descienden hasta casi los 200 m de altitud s.n.m., muy cerca de la terraza litoral. En tiempos antiguos, ciertamente más húmedos, se le vio merodear  con mayor frecuencia por estos parajes, en busca de alimento fresco. Hace varios decenios que ya no se divisa ninguno por estos sitios.

2.  La presencia y el paso del  pescador-recolector costero por este lugar  tampoco nos puede sorprender pues se transforma  aquí en cazador de los guanacos que llegaban a pastar  en estas deliciosas praderas. Por eso, hemos encontrado  un instrumento de su uso y señas claras de su actividad instrumental hecha in situ, cuya evidencia queda patente  en  la presencia de numerosas lascas, fruto del desbaste del material de sílex. En un capítulo anterior de este mismo Blog   (29/10/2015)   nos hemos ya referido al hallazgo de varias piezas líticas (puntas de proyectil, raspadores y percutores)  en este mismo ecosistema, entre los 220  y 380 m.  snm.

3. De este modo, el habitante de la costa  árida aprovechó todos los ecosistemas a su alcance, en distintos períodos de tiempo.  Fue cazador de guanacos y ciervos, recolector  de frutos, hojas, flores, bulbos y raíces  y, por fin,  avezado mariscador de orilla  y pescador  de alta mar cuando pudo disponer de embarcaciones.

4. No se descarta, sin embargo, que   la pieza lítica confeccionada en basalto que aquí hemos mostrado (Figs.  37, 38 y 39) haya pertenecido a cazadores andinos  muy antiguos que, eventualmente, también descendían a la costa, cuando las condiciones climáticas del altiplano,  les eran demasiado adversas. Tal vez, llegaron hasta aquí persiguiendo a las manadas de guanacos que accedían a la costa por las mismas razones.

5. Finalmente, el hallazgo  hacia los 800m de altitud  de numerosas plantas de tronco leñoso totalmente secas (Ephedra sp.), nos parece un claro indicio de que asistimos hoy a un período de progresivo calentamiento climático muy potente y de imprevisibles resultados a la larga. La gran mortalidad observada aquí de plantas de Argylia radiata ("terciopelo")  y de Ephedra breana ("pingo-pingo"), es, a nuestro entender,  otro terrible indicador de  la persistencia e incremento de las condiciones de sequía  alarmantes por las que atravesamos hoy. Nada de raro  sería que  algunas especies  vegetales, más ávidas o necesitadas  de humedad, terminen por desaparecer para siempre  de estos ecosistemas. Argylia parecería  ser una de sus primeras víctimas.   El cambio climático ya ha comenzado hace décadas a dejar aquí sus pavorosas secuelas. Esta, sin duda, es una de ellas, observada en tan solo una generación (20-30 años).


.














5 comentarios:

  1. Recibimos el siguiente comentario del Director del Museo Regional de Iquique, don Pablo García Vásquez, el que agradecemos.

    "Gracias, acabo de terminar de leer el artículo y observar las fotografías. Gracias por el envío. No puedo dejar de reconocer tu inmensa voluntad y fuerza física para hacer campañas tan extenuantes. Gracias por tu pasión amigo. Con afecto, Pablo".

    ResponderEliminar
  2. Nos escribe el Dr. Mario Elgueta, entomólogo del Museo Nacional de Historia Natural de Santiago:

    "Querido Horacio,

    ¡Felicitaciones!

    Muchas gracias por compartir tus artículos conmigo, con esos contrastes fotográficos y esas reflexiones tan acertadas. Me es muy grato leer lo que escribes.

    El tema de los meloídeos es aparte, requerirá de estudio a futuro pues actualmente no existe capacidad de solucionar los problemas taxonómicos acá. Es importante guardar muestras en alcohol.

    Un abrazo,

    Mario

    ResponderEliminar
  3. Nos escribe y comenta Pilar Cereceda Troncoso, prestigiosa geógrafa de la Pontificia Universidad Católica de Chile, compañera de tantas andanzas por el desierto desde el año 1972:

    "Horacio!

    Que fantástico el artículo y que interesante todo lo que muestras, desde las nolanas, los restos de argilia y ephedra… increíble la cantidad de semillas, que fantásticas observaciones. Los insectos vivos y contentos…. Las mariposas…. Qué envidia sana, amigo mío, gracias por compartir con nosotros todos tus hallazgos… ¿Podrán volver un día los guanacos?. Fíjate que cuando trabajamos en El Tofo, no veíamos guanacos, hoy hay muchos en las cercanías de Los Choros. Y Sonia Montecinos me acaba de contar que vio una grupo en Sarcos hace unos días…. Interesante, ¿no?.

    Cariños,

    Pilar"

    ResponderEliminar
  4. A mis amigos que han hecho comentarios recientes a esta entrada del Blog (Pilar, Pablo, Mario....

    Les agradezco en forma especial los elogios que sé sinceros y sin tapujos. A la verdad, cada expedición es motivo para mí de largas reflexiones de tipo antropológico y geográfico y hasta filosófico. Porque la naturaleza nos regala, a cada instante, sorpresas nuevas. Lo importante, creo yo, es no solo gozar con estos hallazgos, sino interpretarlos sabiamente, viendo en cada uno de esos pequeños hallazgos u observaciones un motivo para profundizar en las relaciones hombre-ambiente y en la necesidad de ver más allá: el "fin" mismo de toda la creación. Esta búsqueda de los "fines" y de los "porqués" me acucia y acicatea siempre, tratando de ligar férreamente la ciencia con la fe en una deidad creadora y continuamente transformadora del universo, en el sentido dado por el sabio jesuíta Pierre Teilhard de Chardin. El interrogarse constantemente ¿por qué? o ¿para qué? o ¿cómo? no solo es propio de los filósofos, es también tarea de los científicos.

    Un abrazo a los tres,

    Horacio Larrain

    ResponderEliminar
  5. Estimado Dr. Horacio.

    Mi nombre es José Pemjean, soy artista visual y le escribo desde Valparaíso. Me encuentro editando un libro sobre procesos de arte contemporáneo independientes en Valparaíso y otras regiones de Chile. Este trabajo es parte del proceso editorial que estamos desarrollando desde el Circuito de Espacios Domésticos de Valparaíso (CED), agrupación que reúne a siete iniciativas autónomas de arte en la ciudad.

    Llego a usted por las fotografías de los atrapa nieblas que fueron parte de la dOCUMENTA. Dicho registro es mencionado por uno de los curadores que escribe para nuestro libro como un importante ejemplo de prácticas de la ciencia que entran en contextos internacionales de arte sin haber sido concebidos para dicho fin y como un nexo directo entre el norte de Chile (realidad regional) y el extranjero. Es por esto que quisiéramos publicar una de las fotografías mencionadas en nuestro libro el mismo que es financiado por FONDART y que no persigue fines de lucro ya que se distribuirá gratuitamente. Le escribo para solicitarle si pudiera facilitarnos algunas fotografías las que serían publicadas con sus respectivos créditos.

    Le he escrito por este medio ya que no conozco su correo electrónico.

    Espero le interese nuestro proyecto y pueda colaborarnos. Dejo mi teléfono y dirección de coreo electrónico, muchas gracias y hasta pronto.

    José Pemjean
    85341812

    josepemjean@gmail.com

    ResponderEliminar