Con motivo de nuestra preparación para las siguientes expediciones de la revista “Expedición a Chile” me tocó intervenir como antropólogo y arqueólogo en el reconocimiento del área vecina a la Laguna del Peral, propiedad de los padres agustinos, junto al balneario de Las Cruces (Comuna de El Tabo, Región de Valparaíso). Buscando reunir antecedentes sobre las más antiguas familias del área, como parte de mi trabajo científico, tuve conocimiento de la existencia de una anciana, considerada la más antigua de la región. Se trataba de doña Doralisa Alvarez y Alvarez, por entonces de unos 90 años. Me recibió amablemente en su casa y me dio valiosas referencias sobre el lugar y sus antiguos habitantes. Copio ad litteram de mi Diario de Campo Nº 6 A (pp. 70-74) mis notas tomadas en ese momento. Me ha parecido de gran interés reproducirlas aquí pues representan bien su visión del modo de vida de los pescadores desde los comienzos del siglo XX. Las Notas al texto, son adiciones mías.
“Visita a la Sra. Doralisa Alvarez y Alvarez de unos 91 años, la más vieja de Las Cruces. Conoció a mi abuelo, don Alfredo Barros Errázuriz [[1]] antes del 1900, cuando llegaba a Cartagena, a una casa arrendada. Cree que la casa del abuelo, comprada a don Santos Pérez en 1902 (–dato de mi mamá-), fue la primera casa de veraneo de Las Cruces. Por entonces, Las Cruces no tendría más de unas diez casitas de pescadores y agricultores-pastores. Siempre había algunos botes en el varadero de la playa los Pescadores, la única playa donde llegaban los botes. Ella comerciaba con leña, pescado, etc. que iba a negociar a Cartagena con su cesto sobre la cabeza. También iba al Tabo [[2]] con animales. Amasa pan desde hace sesenta años. Se pescaba entonces lo corvina, pues tollo y pejegallo se botaban. [Ella] se acuerda del terremoto de l906 que destruyó a San Antonio. Dice que gemían los animales y gritaban las aves. Se acuerda que en las casas de los ricos había cinco a seis empleadas: -cocinera, lavandera, de las piezas, del comedor, niñera-…No recuerda haber visto balsas de cuero de lobo marino, pero oyó a su padre mentarlas [[3]]. Los apellidos típicos de Las Cruces: Alvarez, Silva, González, Moya, Aguilera. Comerciantes venían en carretas a Cartagena a comerciar. Llegaban a “Las Posadas”.
[Había]
acarreadores de agua desde el manantial de La Gruta. El caño producía muy poca
agua. Los aguadores se amanecían
llenando los chuicos. La Gruta de la Virgen tiene más de 50 años”[4].
Mi segunda entrevista fue con doña María Silva de Codoceo. De mis notas de campo, casi telegráficas, copio ad litteram lo que sigue. Tratándose de la esposa de un pescador lugareño, sus precisas indicaciones nos son hoy de particular interés ecológico y etnohistórico.
“Visita casa de don Humberto Codoceo y señora Maria Silva de Codoceo. Es pescador y mariscador. Aquí, junto a su casa, hay un antiguo conchal indígena: hay cerámica culinaria y un fragmento decorado. Se encontró [aquí], hace un año y medio, a un metro de profundidad, al excavar para hacer el cimiento de la casita (de un hijo del pescador), una piedra horadada [5] . Detrás de la casa (ver fotos), [se alza] un bloque granítico plano, con once tacitas la cual [sic!] es empleada hoy para “apalear locos” [6]…. La llaman aquí “piedra de los indios”. Tomé la entrevista, y hablamos con la señora María y con Humberto…(fotos y explicación de sus labores de pesca). María Eugenia Góngora anotó la entrevista.
Fig. 1. La casita de madera de la famiia Codoceo en la Playa Grande de Las Cruces. En la parte superior de la gran roca, al frente de la casa, hay grabadas once "tacitas" antiguas para la molienda. (Enero 1975. (foto H. Larrain).
La señora María Silva describe el ulte.
El ulte es el tallo bajo del cochayuyo (son la champa o disco fijador). Se cuece en olla y se le pone vinagrillo (Oxalis sp) [sus] hojas, tallos y flores, pero sin raíz. Este se pone al fondo luego se alternan capas de ulte cortado y capas de vinagrillo. Hasta tres o cuatro capas. Se hierve al menos 1½ horas si los tallos son nuevos, y hasta tres horas, si son viejos. El vinagrillo suelta el cuero del ulte…queda amarillito...Se le raspa con el filo de un cuchillo para soltar el cuero que sale muy fácilmente. Cocido, se guisa. Se pica igual que [la] cebolla para pino. Se echa en olla con ají. Se vacia un tarro de Pomarola[7] y dos huevos revueltos para dos kilos de ulte. Se cuecen aparte papas, se doran en sartén y se sirven para acompañarlo.
Ella
nos contó que en 1955 por algunos meses vinieron a llevar camionadas llenas de
huiros que –según decían- ocupaban para
hacer jabón. Pronto cesó esto, no saben porqué.[8]
Humberto
me cuenta que durante el invierno se ocupan en “quebrar piedra”, granito, que
abunda allí junto en el arenal. Han encontrado entre las rocas fragmentos de
ollitas. La roca se ocupa para muros y heridos de las casas en construcción. La
casita de Humberto fue construida allí el 3-X-1963.
El crustáceo del erizo, al decir de la señora Doralisa Alvarez, se llama “caramón” (¿deformación por camarón?...seguro que sí)[9].
(Hasta aquí el texto de la segunda entrevista).
Fig. 2. Roca que muestra cuatro tacitas, en el sector "El Molle", Playa Grande, Las Cruces, a poca distancia de la casa de la familia Codoceo. El lápiz (aprox. 11 cm) sirve aquí de escala gráfica. (Foto H. Larrain, enero 1975).
En el mismo volumen de ese mi antiguo Diario 6-A (1975), entre las páginas 84 y 92, apunté, por fortuna, otros aspectos de mi conversación con estos pescadores, hombres y mujeres, de Las Cruces. Por su interés etnográfico y ecológico, lo reproduzco también aquí, porque pienso que su comparación con la situación actual en los mismos parajes, nos ilustrará sobre los cambios ecológicos ocurridos en estos casi 50 años (enero 1975 vs. Abril 2023). He aquí el texto copiado ad litteram :
“ Decidimos entrevistar a la señora más anciana del pueblo doña Doralisa Alvarez y Alvarez, de unos 88-90 años (no lo sabe exactamente). Ella nos da datos de los pescadores del lugar. Nos nombró a Humberto Codoceo, (pescador) y Eliseo Silva (mariscador). No fue difícil hallar la casa del primero. Ubicada en la playa Grande, junto al comienzo del bosquecillo de pinos donde se inicia el fundo “La Aldea” de los Padres Agustinos. Allí estaba la casita construida en 1938 por el pescador, junto a la cual, se adosaron posteriormente otras dos casitas para sus dos hijos casados. Esta casa y sus dependencias se halla exactamente encima de un antiguo conchal y asentamiento indígena, como consta por las piedras tacitas del lugar, casi al lado de su casa.
El
relato que tomó por escrito María Eugenia Góngora mientras yo hacía la
entrevista, revela bien el género de vida duro y precario del pescador-mariscador
actual de Las Cruces. Allí alternan las labores de pesca de alta mar, de pesca
con espinel desde la playa, la extracción de mariscos, la extracción de cochayuyo por las mujeres al sistema de
comercialización de sus productos. Don Humberto Codoceo nació en San Francisco
de El Monte y llegó en 1944 a trabajar
como pescador a Las Cruces. Aprendió el oficio con Leonardo Mellado y Evaristo
Silva. Este último, era tío de María Herminia Silva con quien se casó en 1950. La
señora María –que estaba allí presente en la conversación- ayuda en la pesca, pasando a veces las noches
en el varadero; por la mañana se dedica a vender erizos, ulte, locos y pescado
por las casas particulares de los veraneantes de Las Cruces. Además, atiende sus ocupaciones
como dueña de casa y cuidado de sus cinco hijos, ahora y grandes y casados.
Escribe también versos acerca de personalidades y sucesos locales. Don Humberto
nos muestra sus redes (“reses”, dice él); hay una colgada al lado de la casa
que está siendo reparada. Es una red “corvinera”, ”caladora”, de unos 50 metros
de largo por 8 metros de ancho u hondura. Nos muestra los diversos implementos
de la red: el “cabo”, un cable verde que bordea la red a todo su largo; las
“pesas” de plomo; la aguja de madera para reparar la red. Esta red presenta un
gran boquete hecho por un lobo de mar. Dice y acota la señora María: “los lobos
andan mirando a los pescadores los siguen y hacen correr los pescados hacia la
red; luego la rompen para comerlos”.
Antes
de tener una camioneta, los Codoceo cargaban la red al hombro hasta el varadero
que queda al otro lado de Las Cruces. Allí tienen actualmente sus botes: El “Pingüino”
y El “Rafael”. El primero tiene 6.85 m de largo; el segundo, 5,40 m. (Los medí
yo mismo en la playa Los Pescadores, poco más allá del sitio de la casa de las
monjitas argentinas, casa que fue de mi abuelo Alfredo Barros Errázuriz)
Aunque
ellos viven muy cerca de la playa, en zona de dunas, tienen que embarcar y
desembarcar en el varadero lejos de la casa, porque en la Playa Grande, “el
tumbo de la ola” es demasiado fuerte. También el varadero puede ser peligroso
para entrar o salir, y, a veces, -nos cuenta-
“volamos como avión a chorro contra las rocas del varadero”. Pregunto
cómo es un día normal de trabajo para él. Su esposa y dos de los hijos
presentes ayudan en la relación que hace.
Salimos en la tarde como a las seis (P.M.) a llevar la red al varadero.
La ordenan junto al bote que está colocado sobre tres “polines” o varas de
eucaliptus que luego servirán para hacerlo deslizar fácilmente hacia el mar.
Van tres hombres en el bote: uno al timón y dos al remo; se alejan generalmente
hasta 1-2 millas de la costa. Si fueran a motor, irían más lejos. Cuando han
encontrado indicios de pescado de acuerdo a las corrientes, echan o “calan” el
ancla o “arpeo” que va amarrado con un cable a un banderín que flota con una boya
que ha quedado fija con el banderín. El
“arpeo” o ancla pesa unos doce kilos y ésta hace que la red baje unas 18
“brazadas” (24 metros). Se tira dos “arpeos”, uno a cada lado de la red.
Qué pescan con esta red caladora.
Pescan generalmente tollo, pejegallo, jurel, merluza, pejezorro, pejevaca y corvina (la que se enreda en la red por sus agallas). El pepo medio de la corvina es de seis a diez kilos, y las más grandes que ha cogido han pesado hasta 14 kg. Dejan la red toda la noche, y a las seis y media o siete de la mañana siguiente se va a recoger, antes de que lleguen los lobos de mar “que, a lo mejor, han dormido en los roqueríos”. La señora Marìa cuenta: hay algunos lobos grandes cm bueyes; no atacan a la gente, pero una vez a mi tío Evaristo Silva lo persiguió un lobo cuando estaba en la mar; él lo entretenía tirándole unos mariscos, pero el lobo lo tuvo toda la tarde en uno roquerío, tiritando, desnudo.. A veces se deja la rd más de una onoche; dos días como máximo. Entonces se echa la red arriba del bote y se va sacando el pescado. La buena época para pescar es de setiembre a marzo. En la época mala, de abril a agosto, cuando no entra el pescado a la red, los Codoceo trabajan al buceo desde el bote. Mariscan “a pulmón”, sin compresor hasta 8 y aún 12 metros de profundidad, y recogen locos, erizos, y jaibas más a la orilla, en las partes más peligrosas. Yendo en barco, se pueden sacar hasta mil erizos por día; ahora, en enero, sacan 300 a 500 locos al día en cada embarcación, pero, febrero y marzo son los mejores meses para mariscar locos. Uno de los hijos de don Humberto nos muestra un loco que tienen en la casa para la venta: mide 12 cm x 9 cm.
Don
Humberto y su señora nos explican cómo se hace
la pesca con “espinel” en la Playa Grande: se cala un chuzz a los bancos
o zonas parejas de arena, bajo el agua.
El pescador en la playa, sujeta el otro extremod el chuzo que es un
cable que lleva 100-150 anzuelos. De carnada usan el camarón entero. Se recorre el chuzova
mano, durante toda la noche, cada una hora se coge la pesca y se van renovando
las carnadas. De este modo han logrado pescar corvinas de hasta 15 kg. Los
lobos de mar -explican- no llegan al
espinel…
Nos
explican también cómo sacan el tollo. Don Humberto lo llama “charqui” (Curiosamente,
“charquecillo” llamaban al tollo seco que se pescaba en caletas del Norte (Cobija,
Mejillones, etc.) y era exportado en grandes cantidades al altiplano
perú-boliviano[10]
Cómo se sala el tollo (“charqui”).
Se corta el tollo en dos partes, se amarra, se limpia, se sala con sal gruesa o fina y se pone a secar amarrado a unos cordeles, guardándose durante la noche. Enero y Febrero son los mejores meses para secar el tollo. La familia Codoceo guarda unos cuarenta kilos de tollo para su propio consumo (hay unos doce tollos en el kilo). También resulta el secado de la merluza, pero don Humberto nunca ha podido aprender el secreto del secado de mariscos”.
(hasta aquí el texto de esta entrevista).
Comentario etno-histórico y eco-antropológico.
1. Muchas de las técnicas de pesca referidas por nuestros entrevistados probablemente se remonten al período de los indígenas Changos. Se sabe, en efecto, que estos grupos costeros habitaron muy probablemente desde el sur del Perú al menos hasta la latitud de Valparaíso (33º 05´ LS) en tiempos prehistóricos e históricos tempranos.
2. Tal como lo hemos comentado en el texto, la denominación “charqui” para designar al tollo alude a su antiquísimo empleo como alimento cárneo seco, de frecuente trueque comercial entre la costa pacífica y el altiplano perú-boliviano. Durante la época colonialera denominado "charquecillo". La voz “charqui” es de origen quechua.
3. El cronista-sacerdote Antonio Vásquez de Espinosa (1570-1630), fino observador de las costumbres nativas así describe este activo comercio de la costa con el interior: “Los indios de esta costa se visten de cueros de lobos marinos y de ellos hacen sus barcas o balsas sobre dos cueros llenos de viento en que salen la mar afuera a pescar, porque en aquella costa se hace grandísima pesca de congrios, tollos, lisas, dorados, armados, bagres, jureles, atunes, pulpos y otros muchos géneros de pescados que salpresan y de él se llevan grandes recuas de carneros a Potosí, Chuquisaca, Lipes y a todas aquellas provincias de la tierra de arriba, porque es el trato principal de aquella tierra, con que han enriquecido muchos”. (1969 (1630) :438, ver aquí en bibliografía final, énfasis nuestro).
4. Casi siglo y medio después del cronista Vásquez de Espinosa, el cosmógrafo y médico español Cosme Bueno (1711-1798) hace también referencia a este pez y a su empleo como apetecido alimento en las provincias de la sierra. En su obra del año 1765 apunta a este propósito:
“Tiene esta provincia varios puertos. El de Loa que es por donde confina con la de Atacama, está en 21º 30`. El de Iquique, a cosa de dos leguas de Huantajaya y en donde hay pesquería de tollo, que es el bacalao de América y de congrio que se llevan a las provincias de la sierra, está 20º 20´. (1765: 92; énfasis nuestro).
[1] Alfredo Barros Errázuriz [1875-1968], mi
abuelo materno, nuestro Tata, tenía la
costumbre de invitar, por un par de semanas, a sus hijos y su respectiva prole
a pasar vacaciones de verano en su casona en Las Cruces. Para ello, disponía de
dos departamentos en su amplia vivienda de dos pisos que destinaba al efecto. La casa tenía
instalado un sistema muy arcaico de iluminación mediante luz de carburo y teníamos que usar palmatorias con velas en
nuestro dormitorio. Recuerdo con cariño mis años de vacaciones allí entre los años 1937-1944
[2] La localidad de El Tabo distaba unos 9 kilómetros y por entonces los pescadores
viajaban en burro.
[3] Esta afirmación de doña Doralisa responde a
mi pregunta sobre su posible existencia en esa costa por aquellos lejanos años.
En ese tiempo, yo estaba muy interesado en recabar noticias sobre esta etnia
indígena costera sobre la que había escrito mi Memoria de título para mi
Magister en Antropología. Recuerdo que mi tío materno Mario Errázuriz Larrain
(1908-2000) me comentó un día, que los
pescadores changos que por entonces existían en ese sector de la costa
habían sido enganchados en tiempos de la Guerra del Pacífico y ya no
regresaron. Dato muy interesante que
habría que cotejar con otras fuentes.
[4] Yo mismo recuerdo perfectamente haber visitado
varias veces dicha gruta en busca de
agua fresca que trasladábamos en pesados chuicos acompañados de nuestra nana Rosa Hernández Martel. Era éste un paseo obligado para todos nosotros, niños entonces.
[5] Las piedras horadadas son instrumentos arqueológicos de uso muy discutido por los
especialistas. Se las encuentra con frecuencia en los campos hoy cultivados, a
muy poca profundidad. Dada la gran cantidad de tamaños que se observa en ellas,
(las hay desde los 6 cm de diámetro
hasta más de 20 cm), se ha señalado que
tal vez podrían tener una finalidad
ritual, además de alguna propiamente
utilitaria.
[6] El loco (Concholepas
concholepas) es un molusco gastrópodo comestible, muy apreciado a lo largo
de la costa chilena y peruana. Vive adherido a los roqueríos poco profundos de
la zona litoral donde convive con varias especies de algas de las que se
alimenta. Su carne es dura, razón por la cual es preciso golpearlos repetidamente
contra una superficie dura para ablandarlos.
Las “tacitas” hechas intencionalmente por los antiguos habitantes, son horadaciones circulares, hechas en las superficies planas o semiplanas de rocas graníticas, mediante el movimiento rotatorio de una piedra
circular (“mano”), más dura. Servían
para triturar y moler toda clase de substancias mediante el empleo de una
“mano”, igualmente de piedra.
[7]
“Pomarola" es una marca de salsa de
tomates, de origen italiano, que aún hoy se expende con el mismo nombre en el
mercado nacional.
[8] Sabemos que el alga parda de nombre
científico Lessonia nigrescens ha
sido hasta hoy muy buscada durante años, para extraer de ella los
alginatos, substancia que se emplea en la fabricación de shampoo, cremas, gel, jaleas y hasta cervezas. China y
Japón han sido durante mucho tiempo grandes importadores de esta alga marina lo
que ha producido un fuerte incremento en nuestra costa de la explotación ilegal del alga mediante el método
del “barreteo”.
[9] Un pequeñoy extraño camarón se aloja normalmente en el interior del erizo rojo como su comensal habitual. Este parásito, cuyo nombre científico no hemos logrado obtener aún, es habitualmente consumido por los pescadores, quienes echándoselo a la boca vivo, lo mastican, y lo aprecian mucho. Observamos muchas veces esta conducta pero nunca nos atrevimos a probarlo nosotros mismos.
[10] Son muy numerosas las referencias de cronistas y viajeros acerca del comercio local del charquecillo de tollo. El tollo (Mustelus mento Cope 1877) es un pez cartilaginoso que habita en el litoral del Pacífico desde el norte del Perú hasta el extremo austral de Chile. Semejante al tiburón por su forma, puede alcanzar longitudes cercanas al metro cincuenta. Ha sido muy perseguido en la costa pacífica, de suerte que su población ha disminuido mucho, así como el tamaño de las capturas.
Bibliografía útil de complemento.
Bueno, Cosme, 1951 (1765). “Descripción de las Provincias pertenecientes al Obispado de Arequipa”, en El Conocimiento de los Tiempos Año 1765 editado por Daniel Valcárcel, en Geografía del Perú Virreinal, siglo XVIII, Lima.
Larrain, Horacio, 2014.“Los inicios de Expedición a Chile: una entrevista en Las Cruces (zona central de Chile) en 1975: pescadores y mariscadores de la Playa Grande”, capítulo del blog de H. Larrain en https://eco-antropologia.blogspot.com editado el 31 de julio 2014.
Larrain, Horacio, 2015.“Piedras tacitas en la localidad de Las Cruces. Fotos inéditas del año 1975”, capítulo del blog de H. Larrain en https://eco-antropologia.blogspot.com editado el 11 de mayo 2015.
Merino Zamorano, Luis, 2007. Las Cruces, barrio El Vaticano, Ril Editores, Santiago de Chile.
Vásquez de Espinoza, Antonio, 1969 (1630). Compendio y Descripción de las Indias Occidentales, Biblioteca de Autores Españoles, vol. 231. Edición y estudio preliminar de B. Velasco Bayón, Madrid, Ediciones Atlas.
Recibo el siguiente comentario de mi amigo el historiador Rodrigo Cornejo Irigoyen:
ResponderEliminarRodrigo Cornejo Irigoyen
14:11 (hace 8 horas)
para mí
Mi querido amigo:
Muchas gracias por su nuevo aporte del blog. Es muy interesante, como todo lo que ha escrito. Y me resulta muy especial para mí su último escrito, puesto que precisamente muchos veraneos de mi niñez -años '80- los pasé junto a mi familia y abuela materna en Las Cruces, en unas casonas pertenecientes al Círculo de Carabineros en Retiro (Villa Circar). Mi abuela era viuda de un suboficial de la policía y tenía acceso a un cupo de una semana en cualquiera de las tres casas de la Circar.
Me resultan muy familiares algunos de los lugares que usted nombra (laguna El Peral, la playa Grande y la casa que perteneció a su abuelo don Alfredo, que destacaba a la distancia desde la playa Chica), pues siempre los visitábamos y veíamos. Eso sí, por la época de mis vacaciones infantiles no recuerdo haber visto pescadores en Las Cruces, sólo veraneantes.
Recibo el siguiente comentario de un lwecor:
ResponderEliminarMi madre varios años antes de nacer yo, coleccionó la serie completa, hasta intentó encuadernar el primer libro. Así que cuando tuve diez u once años no tuve que esperar las quincenas y me bebí la obra completa, borrachera de naturaleza y aventura expedicionaria que aún no se me pasa completamente. Espero un día poder expedicionar un poquito así, no sólo en mi imaginación sino también en la realidad.
¡Cuantas veces no soñé con comprarme una "micro" vieja y reacondicionarla como la que disfrutaron ustedes!
Ojalá pueda encontrar la obra completa en PDF...
Saludos a los audaces viajeros!!