Resumen de nuestras experiencias en camanchaca.
El día primero de Mayo del año 2000, esto es hace ya más de dieciséis años, redactamos en equipo un resumen de nuestras experiencias durante veinte años en la investigación de la camanchaca costera en el norte de Chile. El documento, cuyo texto ofrecemos a continuación, constituye una buena síntesis de lo logrado durante ese lapso de tiempo. La redacción es nuestra (Horacio Larrain). Creemos que este documento, que ha quedado inédito hasta ahora, no debe desaparecer pues constituye un testimonio vivo de los esfuerzos desplegados por un grupo de personas durante dicho período para desentrañar los misterios de la niebla costera en beneficio de las comunidades aledañas a la costa. A la vez, es un testigo fiel de los anhelos e ideales que los pioneros acariciaban por esos años. Esperamos confiadamente que dichos ideales sustenten, apoyen y alienten, igualmente, el espíritu de empresa de nuevas generaciones de jóvenes especialistas que lleven por fin a la práctica muchos de nuestros audaces sueños de antaño.
Hemos creído pertinente agregar notas nuestras a este documento con la finalidad de destacar ciertas iniciativas, aclarar conceptos o plantear nuevas ideas que surgen de nuestra experiencia de campo de más de treinta años. Acompañamos el documento con algunas fotografías de época que ilustran bien la epopeya emprendida con tanto entusiasmo
Texto del documento.
Primeros pasos en la investigación sistemática de la neblina costera en Chile.
Hacia 1958, los físicos Germán
Saa S.J., Raúl Muñoz y Carlos Espinosa
A. (1) y el matemático Aníbal Gálvez, investigadores del
Departamento de Física de la incipiente
Universidad del Norte (Antofagasta) (2) fabricaron y probaron
los primeros instrumentos
para captar el agua de la neblina en el Norte de Chile (3) .
Pronto se les agregó el físico Ricardo Zuleta, de la misma Universidad.
Distintos lugares de la costa de Antofagasta (Mina Andrómeda, Cerro Moreno, Los
Nidos) ofrecieron lugares aptos para
estudiar el potencial de agua contenido en
la nube. Eran los años pioneros,
llenos de ilusiones y esperanzas; no importaban los fracasos. Diversos diseños
de extrañas estructuras (macrodiamante) poblaron los acantilados de los cerros
costeros. La arpillera absorbía por entonces el agua condensada (4).
Los pioneros de
la Universidad Católica.
En Enero de 1980, el antropólogo de la U. C. Horacio Larrain Barros descubre, en las alturas de El Tofo,
un lugar aparentemente apto para hacer experiencias de captación de agua de
niebla (5). Situado a 900 m. de altitud, proximidad al mar y a la caleta de pescadores de
Chungungo, y dotado de óptima exposición
al SW, presagiaba un éxito casi seguro.
Un día primero de Mayo de 1980, Pilar
Cereceda (6), Horacio Larrain (7), Joaquín Sánchez (8) y Nazareno Carvajal (9), con un grupo de
alumnos de Geografía de la U.C., acampan en Playa Temblador, a 90 km. al N. de
La Serena. Gracias a los consejos del físico Carlos Espinosa A., que generosamente nos ofrece su valiosa experiencia anterior, Nazareno
Carvajal confecciona nuestro primer atrapanieblas: el tipo 111115, un cilindro de
2.0 m. de alto, repleto de centenares de finos hilos verticales de polietileno, montado sobre un
pequeño bidón metálico de 100 litros.
Instalado dicho día en una ladera, a los 550 m. de altitud, ofrecía, al día
siguiente, ante nuestros ojos atónitos, 4.75 litros de pura agua de la nube (10). El
milagro esperado se había consumado: la
neblina contenía agua en abundancia.
Las
experiencias en “El Tofo”.
Entre 1980 y 1983, el pequeño equipo del Instituto de Geografía de la Universidad Católica y el Instituto de
Estudios y Publicaciones Juan Ignacio Molina de Santiago (11), aúnan esfuerzos y
ganan pequeños Proyectos ante la SERPLAC de la IV Región. Su ambicioso objetivo,
era nada menos, que probar la factibilidad
de captar agua de la niebla, en las alturas de El Tofo (900 m.), para dotar de
agua potable a los habitantes pescadores
de la caleta Chungungo (12). Hacia 1982, la CONAF se
incorpora al Proyecto, y uno de
nosotros (H. Larrain), contratado
por la CONAF (13), prueba diversos aparatos y
estructuras, de las más bizarras formas, y se
experimenta con toda la gama
existente de mallas que ofrecía el
mercado (14). A la vez, se instala varias parcelas forestales de
experimentación (15). Hacia mediados de 1984
ya habíamos colocado, en la cima de El Tofo, un gigantesco atrapanieblas de 90 m2 de superficie de captación (16), provisto
de malla raschel, la mejor de cuantas habíamos ensayado durante un año. Se había
comprobado en terreno la alta
eficiencia de esta malla, de
peculiar diseño romboidal (17). Este aparato, un día del mes de agosto de 1984, fue capaz de entregarnos, en
una sola noche, 2.700 litros de agua. Para surtir de agua nuestra
propia Estación de Campo, que nos fuera cedida por la Cía. de Acero del
Pacífico (CAP) (18) se instaló un tambor
metálico con capacidad de 5.000
litros. Ochenta metros de manguera de PVC
lo unían al captador, situado 30
metros más alto. En adelante, el agua de la niebla satisfaría
por completo las necesidades de la Estación y sus moradores.
La CONAF y el
Environmental Service del Canadá.
La Corporación Nacional Forestal (CONAF) continuó la tarea de proseguir las mediciones
sistemáticas del agua captada e instaló varias parcelas forestales de
experimentación en las alturas, cerca de
los aparatos. Horacio Larrain, ahora contratado por CONAF (19), se hace cargo de la Estación de
“El Tofo” durante dos años. En 1983, las
tres instituciones, la Universidad Católica, la CONAF y el
Atmospheric Environmental Service del
Canadá (19), presentan un proyecto de
envergadura para dotar de agua potable a Chungungo. La Universidad de Chile
instala in situ una micro-estación
meteorológica (20). El año 1985 se da la
aprobación al Proyecto con la
asesoría técnica del Dr. Robert Schemenauer (21). Las investigaciones
en marcha culminarán, en solemne
ceremonia, con la entrega oficial del
agua potable, por parte del Ministro de Agricultura y la Embajada del Canadá, a la
comunidad de Chungungo, un día del mes de mayo del año
1992. ¡Se hacía por fin realidad el sueño de los primeros
pioneros de la Universidad Católica!.(22) Actualmente, 100 captadores, cada uno de 40 y 48 y m2 de superficie de captación,
grandes estanques y una extensa
aducción que salva los 600 m. de desnivel y los casi
seis km. de distancia, surten de
agua potable al poblado de 550
pescadores. Chungungo podía darse ahora
el lujo de beber el agua de la
nube, regar sus huertos y jardines y lavar sus redes de pesca. Era la
primera experiencia exitosa de este tipo en Chile (23).
El impacto nacional e internacional
A partir del año 1990,
igualmente, Pilar Cereceda, Robert Schemenauer, Pablo Osses y otros, establecieron contactos con agencias
internacionales las que financiaron
proyectos similares de captación en áreas alejadas
como el Sultanato de Omán en Arabia,
Nepal, Namidia y Sudáfrica (24). En América
Latina, hemos tenido presencia en México, República Dominicana, Perú y
Ecuador. En Chile, tenemos en la actualidad aparatos de
medición en cerro Talinay, Chañaral,
Fundo Canchones (Pampa del Tamarugal), en las cercanías de Iquique, en Cerro Guatalaya y Alto Patache, de suerte que
ya podemos establecer mediciones
comparativas del potencial de la niebla, según zonas geográficas (25). El ideal es
incrementar esta red de aparatos de medición, con el objeto de establecer un catastro de zonas susceptibles
de ser utilizadas para la producción de
agua potable.
Inicios de la
investigación en la costa de Iquique
(1996).
A mediados de 1996, Pilar Cereceda y
Pablo Osses se contactan con Horacio Larrain, ahora profesor en la Universidad
Arturo Prat de Iquique, para reiniciar
las investigaciones sobre neblinas en la costa de Iquique. Este último
había detectado (26) dos posibles lugares de captación de agua de niebla: uno en
Alto Patache, a 850 m. de altitud, en
los acantilados costeros a 65 km. al sur de Iquique, y el otro, en Cerro Guatalaya, a 15 km. en
línea recta al E. de las ciudad de Iquique, en el trayecto entre
Alto Hospicio y Humberstone, a 1050 m de altitud. La presencia de vegetación y
de una rica fauna entomológica asociada (27) , fue
el mejor detector del área sometida a
la neblina. Los primitivos
habitantes de la costa (28) , habían visitado el lugar desde algunos milenios antes, y dejado allí abundantes
vestigios de su actividad de caza y
recolección terrestre (29). Con la visita realizada
a los sitios señalados, se
decidió presentar un Proyecto Fondecyt (Nº 1471248) el que se inició formalmente en Julio de 1997.
Su objetivo: medir comparativamente, a distintas distancias de la costa, varios
parámetros físicos (colecta de agua,
temperatura, vientos), de sitios
ubicados en la costa (farallón costero)
y Pampa del Tamarugal. Para ello se realizaron varias campañas de terreno, de
semanas de duración (30).
Estudio de los
ecosistemas de niebla.
Iniciadas las mediciones en el sitio Alto Patache en julio de 1997, los miembros del
equipo (31), deciden sacar partido de las visitas semanales obligadas, para iniciar
colectas sistemáticas de la entomofauna y observaciones sobre la flora y fauna
local (32). Se ha logrado obtener así, tras
33 meses de observaciones, un cuadro muy detallado de lo ocurrido
en el ecosistema local, durante el período de influencia de la corriente
de “El Niño” (1997 - 1998) y los
episodios climáticos subsiguientes (“La Niña”: 1999 - 2000). Se ha podido
constatar, de este modo, la presencia de una rica flora y fauna, asociada tanto
a los episodios anuales de lloviznas
(producto de la camanchaca), como a lluvias ocasionales locales que provocan in situ el fenómeno del “desierto florido” (33). Por esta
razón, los científicos del equipo han
decidido conservar este sector como una auténtica
“área de protección ecológica”,
cuyo objetivo sea salvaguardar el
ecosistema local para las futuras generaciones
de científicos, evitando en lo posible
la intervención humana (34). Para ello se va a instalar una barrera
que impide el tránsito de vehículos,
y se ha colocado letreros alusivos
al área protegida. Es nuestro
anhelo que esta zona, tan peculiar y
notable en sus especies florales y fauna asociada, sea solo un campo de estudio para los especialistas de todo tipo, aislando el
lugar de las miradas de terceros
(turistas) (35). Con esta finalidad, el
equipo recurrió a la Cía. Minera Sal de Lobos, situada en el vecino puerto de Patillos, la cual ha apoyado esta
iniciativa construyendo para nosotros in situ una pequeña Estación de Campo (36) la que hemos bautizado con el nombre de uno de los más
connotados pioneros del estudio de la camanchaca en Chile: Carlos Espinosa
Arancibia (37). La Compañía, además,
financia buena parte del
combustible que se necesita semanalmente
en las visitas de inspección y estudio (38).
Mirando hacia
el futuro
El objetivo de mediano plazo
es lograr convertir este lugar en el primer sitio de estudio sistemático
y global de los oasis de niebla en Chile (39). Aspiramos a
realizar experiencias de tipo físico en captación de la energía eólica y solar, para surtir a la Estación de
energía eléctrica no contaminante (40). El
sueño del agua propia se ha cumplido;
nos falta contar con energía
propia. Está por instalarse un gran captador, de 80 m2 de superficie de malla,
el que servirá para realizar distintas
experiencias de riegos simulados, para
investigar la respuesta del ambiente y de las distintas especies de plantas y
animales (41). De este modo, estamos demostrando a Chile y al mundo que es posible
habitar sin contaminar; investigar sin
destruir; visitar sin interferir
en el desarrollo de la vida local. Es parte de la
tarea que nos depara el futuro. Con el desarrollo de la etapa actual, hemos cumplido exitosamente 20 años de
estudio de la camanchaca costera. Esperamos que el futuro nos brinde nuevas
posibilidades de desarrollo de esta tecnología limpia para beneficio humano (42).
Pontificia Universidad Católica de Chile, Instituto de Geografía; Instituto para el Estudio de la Cultura y Tecnología Andina (IECTA).
Firman el documento los miembros del equipo: Dr. Horacio Larrain B., Pilar
Cereceda T., Pablo Osses M., Raquel Pinto B., Pedro Lázaro
B., A. Ugarte P. y Flavia Velásquez G.
Notas nuestras al documento.
(1) Carlos Espinosa Arancibia, nacido en el puerto de Taltal el año 1924, llegó muy joven, como profesor de física, a la naciente Universidad del Norte, fundada en la ciudad de Antofagasta el año 1955 por el sacerdote jesuita Gerardo Claps Gallo. Contó, desde sus inicios, con el apoyo y respaldo de su orden, la Compañía de Jesús en Chile.
(2) La Universidad del Norte, fundada y regentada por los jesuítas, tuvo desde sus inicios la misión de servir con un espíritu profundamente cristiano a las familias del extremo norte del país, fomentando el desarrollo de las potencialidades del desierto nortino y sirviendo a sus necesidades básicas.
(3) La iniciativa en estos estudios partió de Carlos Espinosa. De espíritu entusiasta y mente abierta, Espinosa supo conquistar a algunos de sus colegas de departamento, entusiasmándolos con este proyecto del estudio de las nieblas, típicas de la costa de Antofagasta. Muy luego se le sumó un sismólogo uruguayo, el jesuíta Germán Sáa S.J., del mismo departamento. El aporte decidido de Germán Sáa es uno de los capítulos casi del todo olvidados en esta epopeya del desarrollo del estudio de las neblinas costeras en Chile.
(4) Espinosa comenzó probando instrumentos cilíndricos, repletos de hilos finos perpendiculares de polietileno, imitando el modelo patentado por el climatólogo alemán Grunow. Posteriormente, diseñó y patentó una gran estructura compleja que calificó de "macro-diamante" cuyas múltiples caras cubría con arpillera. La estructura, de un armado complicado y lento, se mostró a la larga, muy difícil para transportar y armar, y de difícil anclaje y medición en el terreno. Una de estas enormes estructuras, fue probada por nosotros en lo alto de los cerros de El Tofo en el invierno del año 1983. Si bien producía grandes cantidades de agua, su monto era difícil de calcular y la arpillera absorbía agua en exceso que luego en gran parte se evaporaba y perdía. Tras un par de semanas de exitosa prueba en El Tofo, sobrevino un ventarrón violento que lo arrancó de raíz de sus amarras y lo destruyó por completo, arrojándolo contra los árboles vecinos. El aparato presentaba superficies demasiado grandes expuestas al fuerte viento adveniente, lo que produjo su desprendimiento y posterior destrucción.
(5) El relato circunstanciado de nuestro descubrimiento casual del sitio de niebla de "El Tofo", situado en el Cordón Sarcos, IV Región de Chile, a unos 75 km al norte de la ciudad de la Serena se describe en un capítulo de este mismo blog. Esto ocurrió en el mes de Enero del año 1980 con ocasión de una visita de vacaciones de verano con mi familia. A nuestro regreso a Santiago, comunicamos el hallazgo del lugar a Pilar Cereceda, geógrafa de la Universidad Católica, quien se entusiasmó de inmediato con la potencialidad que el lugar parecía ofrecer para experiencias de captación de agua de la niebla.
(6) Pilar Cereceda era por entonces (1980) una joven geógrafa del Instituto de Geografía de la U.C., vivamente interesada en temas de geografía física y climatología. Aquí se inició en sus estudios de niebla, especialidad que con tanto éxito ha practicado durante toda su carrera profesional.
(7) Horacio Larrain, antropólogo cultural y arqueólogo, con estudios de postgrado en México y Estados Unidos, había ingresado al Instituto de Geografía de la Universidad Católica en Marzo del año 1973 como profesor del ramo de Antropología. Invitado por el entonces director del Instituto, el geógrafo humano Hugo Bodini Cruz Carrera a formar parte del "Taller del Norte Grande" era, desde el año 1974, director de la revista del Instituto, llamada "Norte Grande".
(8) Joaquín Sánchez era geólogo, especializado en hidrogeología y aguas subterráneas. Era profesor por hora de la cátedra de geología en el Instituto de Geografìa de la Universidad Católica.
(9) Nazareno Carvajal era un estudiante avanzado de geografía del Instituto de la U.C. y aprovechó las primeras experiencias de captación de niebla en la zona de El Tofo y Caleta Temblador (1980-81) para hacer su tesis profesional como geógrafo.
(10) La altitud elegida para instalar el aparato de prueba construido por Nazareno (550 m.) distaba mucho de ser la ideal. Cuando transportábamos dificultosamente el enorme aparato que el había construido con sus propias manos desde la playa de caleta Temblador cerro arriba, la creciente frondosidad de la vegetación arbustiva existente en la ladera que mira directamente hacia el mar, nos impidió esa tarde subir más alto, como hubiese sido lo ideal. Meses tarde, todos aprenderíamos que la altitud ideal de captación se encontraba en la cima misma de esos cerros, esto es a los ca. 900 m de altitud s.n.m. Sin embargo, el monto de agua captada durante esa noche de otoño medido, con una probeta, esto es 4,5, lts., nos convenció de inmediato sobre la excelencia del lugar. Meses después. instalaríamos con Pilar y Nazareno pequeños aparatos a diversas altitudes y en diversas exposiciones (al W, NW, SW, S) de cuya experiencia aprenderíamos a elegir el o los lugares más propicios para la obtención de agua condensada. Fue un lento y prolijo aprendizaje de tres años, mediante la aplicación del método de "ensayo y error" ( "trial and error method").
(11) El "Instituto de Estudios Juan Ignacio Molina" fue una notable creación científica ideada por el entomólogo chileno Luis Peña Guzmán y el ingeniero Alberto Vial Armstrong, creadores ambos y cerebros de la revista de difusión científica "Expedición a Chile", que apareciera en fascículos semanales entre los años 1975 y 1978. Tanto Luis Peña como Alberto Vial apoyaron decididamente nuestros humildes comienzos de investigación en los cerros de El Tofo, dándonos generoso apoyo y cobijo en su institución. Reconocemos hoy, agradecidos, el inmenso favor que ambos en su momento nos hicieron.
(12) Desde un comienzo (1980), intuíamos nosotros que la cantidad de agua captada por condensación en nuestros aparatos, podría llegar a satisfacer un día las necesidades de agua de una pequeña caleta de pescadores. Teníamos a nuestro favor el valioso antecedente de las experiencias del grupo de físicos de la Universidad del Norte, en los cerros que miran a la ciudad de Antofagasta. Yo había sido testigo presencial de dichas experiencias en Antofagasta, observadas entre los años 1963 y 1965. No eran, pues, simples ensoñaciones de novatos, como podrìa sospecharse. Recuerdo bien mi porfiada insistencia en dar a este proyecto, desde sus inicios, una finalidad social, esto es, el procurar tener siempre in mente, el beneficio social en pro de comunidades costeras del desierto nortino, sedientas de agua. Algunos de mis colegas dudaban del éxito del proyecto. El tiempo nos dio, sin embargo, toda la razón.
(13) El día 31 julio del año 1981 fui exonerado de la Universidad Católica junto a otros 600 funcionarios de la entidad, situación que me obligó a buscar trabajo para mantener a mi familia. Corrían tiempos muy difíciles para las Universidades, las que debieron recortar drásticamente sus presupuestos y su dotación de personal. Los contactos previos que yo había mantenido con el ingeniero forestal Guido Soto, director de la oficina de la Corporación Nacional Forestal (CONAF) en la ciudad de La Serena, me abrieron la posibilidad de integrar la planta de CONAF, y se me confió el puesto de "Encargado del Predio de El Tofo". Este nombramiento providencial, que me permitió sobrevivir por espacio de unos tres años, fue para mí la maravillosa ocasión para pasar muchos días en las cimas de los cerros de El Tofo, viviendo en carpa e investigando la flora y fauna del área, e intimando con los botánicos e ingenieros forestales de la ciudad de La Serena. Época de mi vida que recuerdo con singular afecto, por el gran apoyo recibido de mis colegas en esa época difícil de mi vida.
(14) Una de nuestras primeras actividades en lo alto de los cerros de El Tofo a partir del año 1982, fue probar, en pequeños aparatos idénticos, puestos uno al lado del otro y exactamente a la misma altura desde el suelo, diversos tipos de mallas finas, todas las que pudimos obtener en el mercado. Probamos así no menos de seis tipos diferentes, entre ellas, la malla negra del tipo raschel. No solo importaba la productividad lograda, sino también la durabilidad en el tiempo. Algunas, como la malla "tipo mosquitero", muy finas, eran excelentes condensadoras de la niebla, pero duraban muy poco a causa de la intensa corrosión por efecto de la gran humedad reinante, debiendo soportar en ese medio, durante muchas horas al día, humedades relativas cercanas al 100%. Tras un año de prolijas mediciones comparativas, optamos decididamente por un tipo especial de malla raschel empleada en sombreaderos y de un tipo peculiar que, por su diseño, facilitaba el escurrimiento rápido de las pequeñísimas partículas de agua recién condensada proveniente de la nube arrastrada por los vientos alisios. En mis cuadernos de campo de dicho período se puede hallar escrito el detalle de todo lo aquí señalado.
(15) Instalamos pequeñas parcelas de forestación, asesorados por el ecólogo vegetal Rodolfo Gajardo, de la Universidad de Chile. Gajardo visitó el sitio y nos dio especiales recomendaciones. La primera de ellas, cerrar cuidadosamente con alambre de púas, para evitar el acceso de las temidas cabras, de las majadas que existen en la zona. Los árboles recomendados por él eran los propios del ecosistema de niebla de Fray Jorge (olivillos, arrayanes y canelos), los que por desgracia no fue posible adquirir en el mercado regional, de modo que nos contentamos con especies de eucaliptus y pinos además de boldo, quillay y peumo. El desarrollo de esta especies fue muy desigual, notándose que en corto tiempo sus troncos y ramas se cubrían de abundantes líquenes que terminaban por ahogar casi del todo las plantas, entorpeciendo su crecimiento.
(16) Aprovechamos como postes para instalar esta enorme cortina, dos grandes antenas de la antigua mina de hierro, distantes diez metros una de otra que se hallaban, justamente, en la parte más elevada del cerro, a 900 m de altitud snm. Circunstancia que alivió notablemente nuestra tarea.
(17) Hemos señalado más arriba que el diseño de este tipo de malla raschel formaba rombos alargados, figuras que facilitaban grandemente el rápido escurrimiento de las minúsculas gútulas de aguas.
(18) La Mina de El Tofo pertenecía a la Compañía de Aceros del Pacífico (CAP). Como la mina estaba de para hacía varios años por cierre de la explotación, todo el antiguo campamento estaba en rápido proceso de demolición. Logramos convencer a las autoridades que nos facilitaran una casa en préstamo, mientras duraran nuestras investigaciones. Lo que nos permitió contar con un excelente alojamiento y oficina. Asistimos esos años (1982-85) con dolor a la implacable destrucción de suntuosas casas de directivos, de la iglesia y del hospital, así como de centenares de viviendas de obreros del antiguo mineral.
(19) Pilar Cereceda había trabado contacto con el Dr. Robert Schemenauer, canadiense, físico de nubes, quien se interesó mucho por nuestro proyecto y nos brindó un generoso y cálido apoyo a través de su institución "Fogquest".
(20) Durante mi estadía en El Tofo, fui instruido en el manejo del instrumental y en la toma de datos de la Estación Meteorológica, información que transmitíamos directamente a Santiago. Contábamos para ello con el apoyo de un asistente contratado en La Serena, el señor Roberto Ossandón, excelente compañero de labores.
(21) El Dr. Robert Schemenauer creó en el Canadá la institución llamada "Fogquest", la que ha financiado, con el aporte de instituciones y personas del Canadá, numerosos proyectos de captación de agua de niebla en todo el mundo, en particular en países del tercer Mundo, en beneficio directo de pequeñas poblaciones rurales carentes de agua potable.
(22) Tuvimos el privilegio de ser especialmente invitados a este ceremonia de la llegada de agua potable al pueblo pescador de Chungungo. Pudimos apreciar personalmente cómo en cada uno de los hogares había grifos que suministraban agua potable proveniente de la nube. Para la bajada y distribución del agua, se utilizó los estanques de la antigua minera, situados a los 900 m. snm. y en parte las cañerías de descenso antiguas. Tan solo se cloró el agua, por exigencia directa de la Dirección General de Aguas, para evitar la proliferación de microorganismos. El agua de la nube es en sí perfectamente potable pues proviene de la condensación directa del agua de mar, en la superficie del océano y no contiene elementos minerales dañinos.
(23) La población de la caleta subió rápidamente con la llegada del agua. De menos de 500 habitantes en 1980, ascendió pronto a los 660 después del año 1994. Sus habitantes invitaron a su parentela del Norte Chico a asentarse en el lugar, ahora dotado de agua potable. El milagro duró poco tiempo: unos 3 años. Tan pronto la Corporación Nacional Forestal (CONAF) se desligó del Proyecto, dejando a los pobladores el cuidado y mantención del ya complejo sistema de captación, el sistema fue cayendo en desuso por falta de mantención. Fuertes vientos que derribaron y destruyeron captadores hechos con postes de eucaliptus, causaron el impacto inicial y no se creó una organización comunitaria sólida capacitada para reponer rápidamente los daños. La Municipalidad de la Higuera, tampoco fue capaz de asumir una responsabilidad directa en este ambicioso e inédito proyecto, por oscuras ambiciones personales que no es del caso referir aquí. Hoy la comunidad ha vuelto al pasado, dependiendo totalmente del suministro de agua a través de un camión cisterna que les transporta, cada 15 días (si no hay un percance) el agua desde pozos situados a una distancia de unos 40 km, cayendo de esta suerte en una dependencia total de las autoridades de turno. Pérdida total de autonomía que los pobladores hoy lamentan y lloran. El sistema de control y mantención del instrumental requería de una organización comunitaria fuerte, del tipo Cooperativa, capaz de reaccionar de inmediato ante cualquier catástrofe natural producida por vientos de fuerza inusitada. Mientras la CONAF se hizo cargo, el sistema se mantuvo intacto; al retirarse esta entidad estatal del proyecto, muy pronto se inició el desastre: los propios pobladores se robaron postes, alambre y mallas de los aparatos derribados por el viento. Experiencia lamentable que nos deja, sin embargo, una moraleja clara: hay que crear en las comunidades una capacidad de auto-gestión y auto-desarrollo, incompatible con un fácil asistencialismo que crea insana dependencia.
(24) La organización sin fines de lucro "Fogquest" creada por el Dr. Schemenhauer en Canadá llevó exitosamente esta experiencia chilena de captación de agua de niebla a muchos países del mundo, tanto en América Latina (Perú, Ecuador, Colombia, México, República Dominicana y Nicaragua) como en el Viejo Mundo (Omán, Namidia, Sudáfrica). De esta suerte, fueron jóvenes geógrafos chilenos los que llevaron, durante varios años, junto con el instrumental ad hoc, el entusiasmo y la mística por utilizar las nieblas para el alivio de comunidades costeras pobres, carentes de agua. (consulte en Internet www.fogquest.org/f-a-q/).
(25) Debemos al biólogo chileno Walter Sielfeld, por entonces profesor e investigador en el Departamento de Ciencias del Mar, de la Universidad Arturo Prat de Iquique, la referencia concreta a lugares de niebla en las proximidades de Iquique. Walter trabajaba en ese entonces (1995) en el estudio de la fauna marina, especialmente del lobo marino. Pero años antes había conocido al entomólogo chileno Luis Peña Guzmán y se había también interesado por la entomología, o sea, por el estudio de los insectos. Sabiendo de mi interés particular por tal especialidad, fomentada por mi amistad personal con Luis Peña, Walter tuvo la gentileza de indicarme dos lugares próximos a Iquique los que, a su juicio, debían contener una fauna entomológica endémica interesante. Uno, las alturas de Alto Patache a los ca. 80 m. snm. a unos 65 km al sur de Iquique; el otro, los tillandsiales (formaciones de la plantas bromeliáceas Tillandsia spp.) que adornan los cerros situados al oriente en el hinterland de Iquique, entre los 900-1.100 m de altitud s.nm. Amablemente, me trazó un croquis de la ruta para acceder a tales lugares. No tardé en visitarlos y corroborar sus asertos. Aquí se halla el inicio de nuestra exitosa investigación, conducida por casi 15 años, en Alto Patache, Cerro Guatalaya, cerro Guanaco y Cerro Oyarbide (1996-2012).
(26) Nuestra primera visita a la zona del oasis de niebla de Alto Patache, ocurrió en el mes de diciembre de 1996, motivada, como se señaló más arriba, por las referencias entregadas por el biólogo Sielfeld. Aquel día inolvidable subimos con nuestro automóvil marca Ford Escort a los altos de Patache, salvando con dificultad la empinada cuesta que conduce al oasis, por una huella recientemente construida por la empresa encargada de llevar la transmisión eléctrica desde la Central Patache a las minas del altiplano chileno (Collahuasi). Dicho día, con mi esposa Marta Peña, tuvimos la fortuna tanto de reconocer y apreciar la fuerza de la camanchaca costera, como de descubrir las primeras trazas de una antigua ocupación humana del sitio, por obra de pescadores-recolectores costeros. Estas consistieron en lascas de sílex, de variados colores, y de instrumentos de caza rotos (cuchillos y puntas de proyectil). La antigua presencia humana en el sector, era inobjetable. En una visita posterior, unas semanas después, hallamos los primeros insectos (Tenebrionidae), ocultos bajo el escaso follaje de Nolanas, Cristarias y Frankenias. El sitio se veía muy promisorio desde el punto de vista de varias disciplinas: geografía, climatología, biología y arqueología: especialidades que me encandilaban y cuya interrelación pronto me condujo a gestar y elaborar el concepto de "eco-antropología", enfoque particular que resulta perceptible en todos los capítulos del presente blog, cuyo nombre en consecuencia, porta.
(27) Durante los años siguientes, apoyado primero por estudiantes de Sociología y luego de Antropología de las universidades Arturo Prat y Bolivariana de Iquique, donde yo era profesor, realizamos numerosas colectas de insectos, llegando a encontrar varias especies que resultaron nuevas para la ciencia. Entre los años 1999 y 2014 fueron clasificadas como especies nuevas, desconocidas, seis especies de Coleoptera (de los Géneros Psammetichus, Scotobius, Philoria), una especie de mariposa nocturna (Noctuidae), y varias especies de abejas silvestres de pequeñísimo tamaño (Apidae, especie ) que aparecen con ocasión de la extraordinaria floración en años del fenómeno de el Niño". Además, se halló ejemplares de un pequeño reptil (Phrynosaura darwini) que se consideraba extinguido y que no había sido colectado en el desierto chileno desde la década del 1860. El estudio detallado de la flora local, emprendido por la botánica Raquel Pinto, con ocasión de la presencia de "El Niño" entre 1997 y 1998, dio como fruto el hallazgo de una especie nueva de alstroemeria, la Alstroemeria lutea y la cactácea endémica Eryosice caligophila representada aquí por muy escasos ejemplares. En el estudio y clasificación de la flora local nos ha colaborado activamente, además de Raquel Pinto, Mélica Muñoz-Schick, destacada botánica del Museo Nacional de Historia Natural.
(29) Se conoce históricamente a los antiguos habitantes de la costa como "changos" o "camanchacas". Su existencia en nuestra costa desértica norte, data de muy antiguo. En nuestra zona, se ha hallado varios enterramientos que han sido adjudicados al período de la cultura funeraria llamada "Chinchorro", con fechas de más de 6.000 A.C. (antes de Cristo). Agustín Llagostera en la quebrada de "Las Conchas", en Antofagasta, encuentra niveles ocupacionales datados en 9.700 A.P, (antes del presente). No sería del todo extraño que las cifras de poblamiento temprano ya detectadas en la Pampa del Tamarugal (desembocadura de la quebrada de Maní) con fechas de 14.000 A.P, puedan extenderse igualmente, a la zona costera. Sería lo lógico y natural, considerando el constante flujo sierra-costa que se observa en yacimientos tempranos de la pampa, donde hemos detectado instrumentos de pesca (pesas de red) muy cerca de la desembocadura de la quebrada de Tarapacá en plena pampa. En el sector de Bajo Patache, a 65 km al sur de Iquique y a unos 40 m. snm., inmediatamente bajo el oasis de niebla de Alto Patache, hemos hallado en enero del año 2004, en el sitio que denominamos entonces como BP-2 (Bajo Patache-2) un enterramiento del tipo chinchorroide (vea descripción y fotos en artículo nuestro: "Un yacimiento de cazadores-recolectores marinos en la terraza litoral de Bajo Patache, sur de Iquique", revista POLIS, Universidad Bolivariana, Santiago de Chile, vol.3, N° 7: 361-396.
(30) Como parte de un Proyecto Fondecyt, los miembros del equipo dirigidos por los geógrafos Pilar Cereceda y Flavia Velásquez, instalaron en pleno invierno mini-atrapanieblas en distintos sectores de la pampa del Tamarugal, desde el Salar de Llamara, por el sur, hasta lugares cerca de Pozo Almonte o la Tirana o aún en el sector norte del Tamarugal, frente a Zapiga. Se dejó, en carpas, a pequeños grupos de expedicionarios (dos personas por lugar) para medir cada cuatro horas y por espacio de dos semanas consecutivas todos los parámetros ambientales de especial interés (colecta de agua atmosférica, velocidad y dirección del viento, humedad relativa del aire, etc.). Así se obtuvo medidas simultáneas en ocho lugares diferentes de la pampa. Un gigantesco esfuerzo humano y organizativo que fue coronado por el éxito.
(31) Nuestro pequeño equipo estaba entonces conformado por Pilar Cereceda (jefe del grupo), Horacio Larrain (Coordinador, residente en Iquique), Pablo Osses, Pedro Lázaro, arquitecto, Raquel Pinto, botánica y alumnos universitarios que se iban turnando.
(32) Entre los años 1999 y 2003 los especialistas realizaron diferentes recorridos y colectas de flora y fauna para poder apreciar y entender cabalmente los componentes del ecosistema local. Solo se exceptuó la colecta de líquenes, por tratarse de un componente difícil de examinar por falta de especialistas idóneos. Los líquenes han sido posteriormente estudiados por dos liquenólogos de la Universidad de Princeton (USA). Fruto de tales colectas sistemáticas fueron los trabajos publicados en la revista científica Atmospheric Research y los trabajos presentados a las Conferencias de Niebla (Fog Conference) de Toronto, Saint John´s (Canadá) y La Serena (Chile) en los años 1998, 2002 y 2006, respectivamente.
(33) Hemos asistido a la eclosión de un "desierto florido" en nuestra región de Iquique en los años 1997-98 (fuerte), 2002 (débil) y 2015 (muy intenso). En este último episodio, la lluvia caída en el lapso de solo 6 horas del día 8 de Agosto del año 2015, fue de 56 mm, enorme cantidad para un desierto, la que provocó potentes aluviones muy localizados, y la aparición de gigantescas cárcavas de erosión, en toda la zona. A causa de la gran intensidad de este evento pluvial, el desarrollo de la flora endémica que se presentó en los meses siguientes en la zona de Alto Patache, fue el más intenso que hallamos visto en 16 años de visitas ininterrumpidas a este lugar. En efecto, aparecieron en este episodio especies botánicas en flor que no habían sido observadas con anterioridad. Suponemos, sin tener pruebas categóricas al respecto, que este ha sido el evento más intenso ocurrido en los últimos 100 o tal vez 150 años, a juzgar por la potencia de las cárcavas que se formaron en el lugar.
(Nota del editor: este capítulo está incompleto. En los próximos días le agregaré, Dios mediante, fotos alusivas a los lugares señalados en el texto y terminaré de redactar las notas faltantes).
Notas nuestras al documento.
(1) Carlos Espinosa Arancibia, nacido en el puerto de Taltal el año 1924, llegó muy joven, como profesor de física, a la naciente Universidad del Norte, fundada en la ciudad de Antofagasta el año 1955 por el sacerdote jesuita Gerardo Claps Gallo. Contó, desde sus inicios, con el apoyo y respaldo de su orden, la Compañía de Jesús en Chile.
(2) La Universidad del Norte, fundada y regentada por los jesuítas, tuvo desde sus inicios la misión de servir con un espíritu profundamente cristiano a las familias del extremo norte del país, fomentando el desarrollo de las potencialidades del desierto nortino y sirviendo a sus necesidades básicas.
(3) La iniciativa en estos estudios partió de Carlos Espinosa. De espíritu entusiasta y mente abierta, Espinosa supo conquistar a algunos de sus colegas de departamento, entusiasmándolos con este proyecto del estudio de las nieblas, típicas de la costa de Antofagasta. Muy luego se le sumó un sismólogo uruguayo, el jesuíta Germán Sáa S.J., del mismo departamento. El aporte decidido de Germán Sáa es uno de los capítulos casi del todo olvidados en esta epopeya del desarrollo del estudio de las neblinas costeras en Chile.
(4) Espinosa comenzó probando instrumentos cilíndricos, repletos de hilos finos perpendiculares de polietileno, imitando el modelo patentado por el climatólogo alemán Grunow. Posteriormente, diseñó y patentó una gran estructura compleja que calificó de "macro-diamante" cuyas múltiples caras cubría con arpillera. La estructura, de un armado complicado y lento, se mostró a la larga, muy difícil para transportar y armar, y de difícil anclaje y medición en el terreno. Una de estas enormes estructuras, fue probada por nosotros en lo alto de los cerros de El Tofo en el invierno del año 1983. Si bien producía grandes cantidades de agua, su monto era difícil de calcular y la arpillera absorbía agua en exceso que luego en gran parte se evaporaba y perdía. Tras un par de semanas de exitosa prueba en El Tofo, sobrevino un ventarrón violento que lo arrancó de raíz de sus amarras y lo destruyó por completo, arrojándolo contra los árboles vecinos. El aparato presentaba superficies demasiado grandes expuestas al fuerte viento adveniente, lo que produjo su desprendimiento y posterior destrucción.
(5) El relato circunstanciado de nuestro descubrimiento casual del sitio de niebla de "El Tofo", situado en el Cordón Sarcos, IV Región de Chile, a unos 75 km al norte de la ciudad de la Serena se describe en un capítulo de este mismo blog. Esto ocurrió en el mes de Enero del año 1980 con ocasión de una visita de vacaciones de verano con mi familia. A nuestro regreso a Santiago, comunicamos el hallazgo del lugar a Pilar Cereceda, geógrafa de la Universidad Católica, quien se entusiasmó de inmediato con la potencialidad que el lugar parecía ofrecer para experiencias de captación de agua de la niebla.
(6) Pilar Cereceda era por entonces (1980) una joven geógrafa del Instituto de Geografía de la U.C., vivamente interesada en temas de geografía física y climatología. Aquí se inició en sus estudios de niebla, especialidad que con tanto éxito ha practicado durante toda su carrera profesional.
(7) Horacio Larrain, antropólogo cultural y arqueólogo, con estudios de postgrado en México y Estados Unidos, había ingresado al Instituto de Geografía de la Universidad Católica en Marzo del año 1973 como profesor del ramo de Antropología. Invitado por el entonces director del Instituto, el geógrafo humano Hugo Bodini Cruz Carrera a formar parte del "Taller del Norte Grande" era, desde el año 1974, director de la revista del Instituto, llamada "Norte Grande".
(8) Joaquín Sánchez era geólogo, especializado en hidrogeología y aguas subterráneas. Era profesor por hora de la cátedra de geología en el Instituto de Geografìa de la Universidad Católica.
(9) Nazareno Carvajal era un estudiante avanzado de geografía del Instituto de la U.C. y aprovechó las primeras experiencias de captación de niebla en la zona de El Tofo y Caleta Temblador (1980-81) para hacer su tesis profesional como geógrafo.
(10) La altitud elegida para instalar el aparato de prueba construido por Nazareno (550 m.) distaba mucho de ser la ideal. Cuando transportábamos dificultosamente el enorme aparato que el había construido con sus propias manos desde la playa de caleta Temblador cerro arriba, la creciente frondosidad de la vegetación arbustiva existente en la ladera que mira directamente hacia el mar, nos impidió esa tarde subir más alto, como hubiese sido lo ideal. Meses tarde, todos aprenderíamos que la altitud ideal de captación se encontraba en la cima misma de esos cerros, esto es a los ca. 900 m de altitud s.n.m. Sin embargo, el monto de agua captada durante esa noche de otoño medido, con una probeta, esto es 4,5, lts., nos convenció de inmediato sobre la excelencia del lugar. Meses después. instalaríamos con Pilar y Nazareno pequeños aparatos a diversas altitudes y en diversas exposiciones (al W, NW, SW, S) de cuya experiencia aprenderíamos a elegir el o los lugares más propicios para la obtención de agua condensada. Fue un lento y prolijo aprendizaje de tres años, mediante la aplicación del método de "ensayo y error" ( "trial and error method").
(11) El "Instituto de Estudios Juan Ignacio Molina" fue una notable creación científica ideada por el entomólogo chileno Luis Peña Guzmán y el ingeniero Alberto Vial Armstrong, creadores ambos y cerebros de la revista de difusión científica "Expedición a Chile", que apareciera en fascículos semanales entre los años 1975 y 1978. Tanto Luis Peña como Alberto Vial apoyaron decididamente nuestros humildes comienzos de investigación en los cerros de El Tofo, dándonos generoso apoyo y cobijo en su institución. Reconocemos hoy, agradecidos, el inmenso favor que ambos en su momento nos hicieron.
(12) Desde un comienzo (1980), intuíamos nosotros que la cantidad de agua captada por condensación en nuestros aparatos, podría llegar a satisfacer un día las necesidades de agua de una pequeña caleta de pescadores. Teníamos a nuestro favor el valioso antecedente de las experiencias del grupo de físicos de la Universidad del Norte, en los cerros que miran a la ciudad de Antofagasta. Yo había sido testigo presencial de dichas experiencias en Antofagasta, observadas entre los años 1963 y 1965. No eran, pues, simples ensoñaciones de novatos, como podrìa sospecharse. Recuerdo bien mi porfiada insistencia en dar a este proyecto, desde sus inicios, una finalidad social, esto es, el procurar tener siempre in mente, el beneficio social en pro de comunidades costeras del desierto nortino, sedientas de agua. Algunos de mis colegas dudaban del éxito del proyecto. El tiempo nos dio, sin embargo, toda la razón.
(13) El día 31 julio del año 1981 fui exonerado de la Universidad Católica junto a otros 600 funcionarios de la entidad, situación que me obligó a buscar trabajo para mantener a mi familia. Corrían tiempos muy difíciles para las Universidades, las que debieron recortar drásticamente sus presupuestos y su dotación de personal. Los contactos previos que yo había mantenido con el ingeniero forestal Guido Soto, director de la oficina de la Corporación Nacional Forestal (CONAF) en la ciudad de La Serena, me abrieron la posibilidad de integrar la planta de CONAF, y se me confió el puesto de "Encargado del Predio de El Tofo". Este nombramiento providencial, que me permitió sobrevivir por espacio de unos tres años, fue para mí la maravillosa ocasión para pasar muchos días en las cimas de los cerros de El Tofo, viviendo en carpa e investigando la flora y fauna del área, e intimando con los botánicos e ingenieros forestales de la ciudad de La Serena. Época de mi vida que recuerdo con singular afecto, por el gran apoyo recibido de mis colegas en esa época difícil de mi vida.
(14) Una de nuestras primeras actividades en lo alto de los cerros de El Tofo a partir del año 1982, fue probar, en pequeños aparatos idénticos, puestos uno al lado del otro y exactamente a la misma altura desde el suelo, diversos tipos de mallas finas, todas las que pudimos obtener en el mercado. Probamos así no menos de seis tipos diferentes, entre ellas, la malla negra del tipo raschel. No solo importaba la productividad lograda, sino también la durabilidad en el tiempo. Algunas, como la malla "tipo mosquitero", muy finas, eran excelentes condensadoras de la niebla, pero duraban muy poco a causa de la intensa corrosión por efecto de la gran humedad reinante, debiendo soportar en ese medio, durante muchas horas al día, humedades relativas cercanas al 100%. Tras un año de prolijas mediciones comparativas, optamos decididamente por un tipo especial de malla raschel empleada en sombreaderos y de un tipo peculiar que, por su diseño, facilitaba el escurrimiento rápido de las pequeñísimas partículas de agua recién condensada proveniente de la nube arrastrada por los vientos alisios. En mis cuadernos de campo de dicho período se puede hallar escrito el detalle de todo lo aquí señalado.
(15) Instalamos pequeñas parcelas de forestación, asesorados por el ecólogo vegetal Rodolfo Gajardo, de la Universidad de Chile. Gajardo visitó el sitio y nos dio especiales recomendaciones. La primera de ellas, cerrar cuidadosamente con alambre de púas, para evitar el acceso de las temidas cabras, de las majadas que existen en la zona. Los árboles recomendados por él eran los propios del ecosistema de niebla de Fray Jorge (olivillos, arrayanes y canelos), los que por desgracia no fue posible adquirir en el mercado regional, de modo que nos contentamos con especies de eucaliptus y pinos además de boldo, quillay y peumo. El desarrollo de esta especies fue muy desigual, notándose que en corto tiempo sus troncos y ramas se cubrían de abundantes líquenes que terminaban por ahogar casi del todo las plantas, entorpeciendo su crecimiento.
(16) Aprovechamos como postes para instalar esta enorme cortina, dos grandes antenas de la antigua mina de hierro, distantes diez metros una de otra que se hallaban, justamente, en la parte más elevada del cerro, a 900 m de altitud snm. Circunstancia que alivió notablemente nuestra tarea.
(17) Hemos señalado más arriba que el diseño de este tipo de malla raschel formaba rombos alargados, figuras que facilitaban grandemente el rápido escurrimiento de las minúsculas gútulas de aguas.
(18) La Mina de El Tofo pertenecía a la Compañía de Aceros del Pacífico (CAP). Como la mina estaba de para hacía varios años por cierre de la explotación, todo el antiguo campamento estaba en rápido proceso de demolición. Logramos convencer a las autoridades que nos facilitaran una casa en préstamo, mientras duraran nuestras investigaciones. Lo que nos permitió contar con un excelente alojamiento y oficina. Asistimos esos años (1982-85) con dolor a la implacable destrucción de suntuosas casas de directivos, de la iglesia y del hospital, así como de centenares de viviendas de obreros del antiguo mineral.
(19) Pilar Cereceda había trabado contacto con el Dr. Robert Schemenauer, canadiense, físico de nubes, quien se interesó mucho por nuestro proyecto y nos brindó un generoso y cálido apoyo a través de su institución "Fogquest".
(20) Durante mi estadía en El Tofo, fui instruido en el manejo del instrumental y en la toma de datos de la Estación Meteorológica, información que transmitíamos directamente a Santiago. Contábamos para ello con el apoyo de un asistente contratado en La Serena, el señor Roberto Ossandón, excelente compañero de labores.
(21) El Dr. Robert Schemenauer creó en el Canadá la institución llamada "Fogquest", la que ha financiado, con el aporte de instituciones y personas del Canadá, numerosos proyectos de captación de agua de niebla en todo el mundo, en particular en países del tercer Mundo, en beneficio directo de pequeñas poblaciones rurales carentes de agua potable.
(22) Tuvimos el privilegio de ser especialmente invitados a este ceremonia de la llegada de agua potable al pueblo pescador de Chungungo. Pudimos apreciar personalmente cómo en cada uno de los hogares había grifos que suministraban agua potable proveniente de la nube. Para la bajada y distribución del agua, se utilizó los estanques de la antigua minera, situados a los 900 m. snm. y en parte las cañerías de descenso antiguas. Tan solo se cloró el agua, por exigencia directa de la Dirección General de Aguas, para evitar la proliferación de microorganismos. El agua de la nube es en sí perfectamente potable pues proviene de la condensación directa del agua de mar, en la superficie del océano y no contiene elementos minerales dañinos.
(23) La población de la caleta subió rápidamente con la llegada del agua. De menos de 500 habitantes en 1980, ascendió pronto a los 660 después del año 1994. Sus habitantes invitaron a su parentela del Norte Chico a asentarse en el lugar, ahora dotado de agua potable. El milagro duró poco tiempo: unos 3 años. Tan pronto la Corporación Nacional Forestal (CONAF) se desligó del Proyecto, dejando a los pobladores el cuidado y mantención del ya complejo sistema de captación, el sistema fue cayendo en desuso por falta de mantención. Fuertes vientos que derribaron y destruyeron captadores hechos con postes de eucaliptus, causaron el impacto inicial y no se creó una organización comunitaria sólida capacitada para reponer rápidamente los daños. La Municipalidad de la Higuera, tampoco fue capaz de asumir una responsabilidad directa en este ambicioso e inédito proyecto, por oscuras ambiciones personales que no es del caso referir aquí. Hoy la comunidad ha vuelto al pasado, dependiendo totalmente del suministro de agua a través de un camión cisterna que les transporta, cada 15 días (si no hay un percance) el agua desde pozos situados a una distancia de unos 40 km, cayendo de esta suerte en una dependencia total de las autoridades de turno. Pérdida total de autonomía que los pobladores hoy lamentan y lloran. El sistema de control y mantención del instrumental requería de una organización comunitaria fuerte, del tipo Cooperativa, capaz de reaccionar de inmediato ante cualquier catástrofe natural producida por vientos de fuerza inusitada. Mientras la CONAF se hizo cargo, el sistema se mantuvo intacto; al retirarse esta entidad estatal del proyecto, muy pronto se inició el desastre: los propios pobladores se robaron postes, alambre y mallas de los aparatos derribados por el viento. Experiencia lamentable que nos deja, sin embargo, una moraleja clara: hay que crear en las comunidades una capacidad de auto-gestión y auto-desarrollo, incompatible con un fácil asistencialismo que crea insana dependencia.
(24) La organización sin fines de lucro "Fogquest" creada por el Dr. Schemenhauer en Canadá llevó exitosamente esta experiencia chilena de captación de agua de niebla a muchos países del mundo, tanto en América Latina (Perú, Ecuador, Colombia, México, República Dominicana y Nicaragua) como en el Viejo Mundo (Omán, Namidia, Sudáfrica). De esta suerte, fueron jóvenes geógrafos chilenos los que llevaron, durante varios años, junto con el instrumental ad hoc, el entusiasmo y la mística por utilizar las nieblas para el alivio de comunidades costeras pobres, carentes de agua. (consulte en Internet www.fogquest.org/f-a-q/).
(25) Debemos al biólogo chileno Walter Sielfeld, por entonces profesor e investigador en el Departamento de Ciencias del Mar, de la Universidad Arturo Prat de Iquique, la referencia concreta a lugares de niebla en las proximidades de Iquique. Walter trabajaba en ese entonces (1995) en el estudio de la fauna marina, especialmente del lobo marino. Pero años antes había conocido al entomólogo chileno Luis Peña Guzmán y se había también interesado por la entomología, o sea, por el estudio de los insectos. Sabiendo de mi interés particular por tal especialidad, fomentada por mi amistad personal con Luis Peña, Walter tuvo la gentileza de indicarme dos lugares próximos a Iquique los que, a su juicio, debían contener una fauna entomológica endémica interesante. Uno, las alturas de Alto Patache a los ca. 80 m. snm. a unos 65 km al sur de Iquique; el otro, los tillandsiales (formaciones de la plantas bromeliáceas Tillandsia spp.) que adornan los cerros situados al oriente en el hinterland de Iquique, entre los 900-1.100 m de altitud s.nm. Amablemente, me trazó un croquis de la ruta para acceder a tales lugares. No tardé en visitarlos y corroborar sus asertos. Aquí se halla el inicio de nuestra exitosa investigación, conducida por casi 15 años, en Alto Patache, Cerro Guatalaya, cerro Guanaco y Cerro Oyarbide (1996-2012).
(26) Nuestra primera visita a la zona del oasis de niebla de Alto Patache, ocurrió en el mes de diciembre de 1996, motivada, como se señaló más arriba, por las referencias entregadas por el biólogo Sielfeld. Aquel día inolvidable subimos con nuestro automóvil marca Ford Escort a los altos de Patache, salvando con dificultad la empinada cuesta que conduce al oasis, por una huella recientemente construida por la empresa encargada de llevar la transmisión eléctrica desde la Central Patache a las minas del altiplano chileno (Collahuasi). Dicho día, con mi esposa Marta Peña, tuvimos la fortuna tanto de reconocer y apreciar la fuerza de la camanchaca costera, como de descubrir las primeras trazas de una antigua ocupación humana del sitio, por obra de pescadores-recolectores costeros. Estas consistieron en lascas de sílex, de variados colores, y de instrumentos de caza rotos (cuchillos y puntas de proyectil). La antigua presencia humana en el sector, era inobjetable. En una visita posterior, unas semanas después, hallamos los primeros insectos (Tenebrionidae), ocultos bajo el escaso follaje de Nolanas, Cristarias y Frankenias. El sitio se veía muy promisorio desde el punto de vista de varias disciplinas: geografía, climatología, biología y arqueología: especialidades que me encandilaban y cuya interrelación pronto me condujo a gestar y elaborar el concepto de "eco-antropología", enfoque particular que resulta perceptible en todos los capítulos del presente blog, cuyo nombre en consecuencia, porta.
(27) Durante los años siguientes, apoyado primero por estudiantes de Sociología y luego de Antropología de las universidades Arturo Prat y Bolivariana de Iquique, donde yo era profesor, realizamos numerosas colectas de insectos, llegando a encontrar varias especies que resultaron nuevas para la ciencia. Entre los años 1999 y 2014 fueron clasificadas como especies nuevas, desconocidas, seis especies de Coleoptera (de los Géneros Psammetichus, Scotobius, Philoria), una especie de mariposa nocturna (Noctuidae), y varias especies de abejas silvestres de pequeñísimo tamaño (Apidae, especie ) que aparecen con ocasión de la extraordinaria floración en años del fenómeno de el Niño". Además, se halló ejemplares de un pequeño reptil (Phrynosaura darwini) que se consideraba extinguido y que no había sido colectado en el desierto chileno desde la década del 1860. El estudio detallado de la flora local, emprendido por la botánica Raquel Pinto, con ocasión de la presencia de "El Niño" entre 1997 y 1998, dio como fruto el hallazgo de una especie nueva de alstroemeria, la Alstroemeria lutea y la cactácea endémica Eryosice caligophila representada aquí por muy escasos ejemplares. En el estudio y clasificación de la flora local nos ha colaborado activamente, además de Raquel Pinto, Mélica Muñoz-Schick, destacada botánica del Museo Nacional de Historia Natural.
(29) Se conoce históricamente a los antiguos habitantes de la costa como "changos" o "camanchacas". Su existencia en nuestra costa desértica norte, data de muy antiguo. En nuestra zona, se ha hallado varios enterramientos que han sido adjudicados al período de la cultura funeraria llamada "Chinchorro", con fechas de más de 6.000 A.C. (antes de Cristo). Agustín Llagostera en la quebrada de "Las Conchas", en Antofagasta, encuentra niveles ocupacionales datados en 9.700 A.P, (antes del presente). No sería del todo extraño que las cifras de poblamiento temprano ya detectadas en la Pampa del Tamarugal (desembocadura de la quebrada de Maní) con fechas de 14.000 A.P, puedan extenderse igualmente, a la zona costera. Sería lo lógico y natural, considerando el constante flujo sierra-costa que se observa en yacimientos tempranos de la pampa, donde hemos detectado instrumentos de pesca (pesas de red) muy cerca de la desembocadura de la quebrada de Tarapacá en plena pampa. En el sector de Bajo Patache, a 65 km al sur de Iquique y a unos 40 m. snm., inmediatamente bajo el oasis de niebla de Alto Patache, hemos hallado en enero del año 2004, en el sitio que denominamos entonces como BP-2 (Bajo Patache-2) un enterramiento del tipo chinchorroide (vea descripción y fotos en artículo nuestro: "Un yacimiento de cazadores-recolectores marinos en la terraza litoral de Bajo Patache, sur de Iquique", revista POLIS, Universidad Bolivariana, Santiago de Chile, vol.3, N° 7: 361-396.
(30) Como parte de un Proyecto Fondecyt, los miembros del equipo dirigidos por los geógrafos Pilar Cereceda y Flavia Velásquez, instalaron en pleno invierno mini-atrapanieblas en distintos sectores de la pampa del Tamarugal, desde el Salar de Llamara, por el sur, hasta lugares cerca de Pozo Almonte o la Tirana o aún en el sector norte del Tamarugal, frente a Zapiga. Se dejó, en carpas, a pequeños grupos de expedicionarios (dos personas por lugar) para medir cada cuatro horas y por espacio de dos semanas consecutivas todos los parámetros ambientales de especial interés (colecta de agua atmosférica, velocidad y dirección del viento, humedad relativa del aire, etc.). Así se obtuvo medidas simultáneas en ocho lugares diferentes de la pampa. Un gigantesco esfuerzo humano y organizativo que fue coronado por el éxito.
(31) Nuestro pequeño equipo estaba entonces conformado por Pilar Cereceda (jefe del grupo), Horacio Larrain (Coordinador, residente en Iquique), Pablo Osses, Pedro Lázaro, arquitecto, Raquel Pinto, botánica y alumnos universitarios que se iban turnando.
(32) Entre los años 1999 y 2003 los especialistas realizaron diferentes recorridos y colectas de flora y fauna para poder apreciar y entender cabalmente los componentes del ecosistema local. Solo se exceptuó la colecta de líquenes, por tratarse de un componente difícil de examinar por falta de especialistas idóneos. Los líquenes han sido posteriormente estudiados por dos liquenólogos de la Universidad de Princeton (USA). Fruto de tales colectas sistemáticas fueron los trabajos publicados en la revista científica Atmospheric Research y los trabajos presentados a las Conferencias de Niebla (Fog Conference) de Toronto, Saint John´s (Canadá) y La Serena (Chile) en los años 1998, 2002 y 2006, respectivamente.
(33) Hemos asistido a la eclosión de un "desierto florido" en nuestra región de Iquique en los años 1997-98 (fuerte), 2002 (débil) y 2015 (muy intenso). En este último episodio, la lluvia caída en el lapso de solo 6 horas del día 8 de Agosto del año 2015, fue de 56 mm, enorme cantidad para un desierto, la que provocó potentes aluviones muy localizados, y la aparición de gigantescas cárcavas de erosión, en toda la zona. A causa de la gran intensidad de este evento pluvial, el desarrollo de la flora endémica que se presentó en los meses siguientes en la zona de Alto Patache, fue el más intenso que hallamos visto en 16 años de visitas ininterrumpidas a este lugar. En efecto, aparecieron en este episodio especies botánicas en flor que no habían sido observadas con anterioridad. Suponemos, sin tener pruebas categóricas al respecto, que este ha sido el evento más intenso ocurrido en los últimos 100 o tal vez 150 años, a juzgar por la potencia de las cárcavas que se formaron en el lugar.
(Nota del editor: este capítulo está incompleto. En los próximos días le agregaré, Dios mediante, fotos alusivas a los lugares señalados en el texto y terminaré de redactar las notas faltantes).