Ilustramos aquí este capítulo con algunas imágenes de la flora referida en él por el viajero alemán Rodulfo Amando Philippi en su obra: Viage al Desierto de Atacama (Halle, Sajonia, 1860).
Fig. 1. Ejemplar en flor de Tetragonia sp. fotografíado en el oasis de niebla de Alto Patache, en el mes de octubre 2015 (Foto H. Larrain). Según Philippi, sus hojas carnosas habrían sido, igualmente, consumidas por los habitantes de la zona.
Fig. 2. El suelo arenoso en los faldeos bajos de la zona de Palo Buque (junto a Los Verdes, sur de Iquique), cubierto de ejemplares de Nolana jaffueli y de Fortunatia biflora con ocasión de las fuertes lluvias del día 8 del mes de agosto del año 2015. Visitamos dicha zona en octubre del mismo año. A esta misma área, precisamente, se refiere el artículo del arqueólogo Julio Sanhueza, citado más abajo (altitud: 150 m. snm). Sospechamos que la especie nombrada por el sabio Philippi como Cumingia campanulata pudiera corresponder hoy a esta especie: Fortunatia biflora.
Fig. 3. Ejemplar de la Liliácea Fortunatia biflora, entre plantas de Nolana jaffueli en el mismo lugar. Los pequeños bulbos de esta especie se hallan tan solo a unos 12-18 cm de profundidad (no más), según pudimos verificarlo en el terreno y son comestibles. (Foto H. Larrain, octubre 2015).
Referencias etnográficas.
En nuestro afán por descubrir aportes eco-antropológicos en antiguas descripciones de viajeros en el territorio patrio, hemos tropezado con algunos textos del naturalista alemán Rodulfo Amando Philippi, avecindado ya en Chile, que nos permiten ilustrar mejor el modo de vida y cultura de los lickan antai o atacameños. Aquí y allá, dispersos en una maraña intrincada de explicaciones descriptivas de especímenes de la flora nativa, Philippi, nos entrega retazos de información etnográfica, al parecer muy poco conocidos. Éstos los hemos espigado pacientemente en el capítulo denominado "Florula atacamensis" en el que se enumera, una por una, las especies de plantas que el viajero observó durante el transcurso de su homérico viaje por el desierto de Atacama. Al estar este capítulo redactado en latín, idioma hoy prácticamente desconocido entre los científicos de nuestro país, esta información ha quedado fatalmente en la penumbra, por no decir en total desconocimiento de nuestros investigadores antropólogos. Por tal razón, nos ha parecido oportuno darlo a conocer a nuestros público culto pues nos da nuevas luces acerca del uso que los naturales de Atacama hacían, a mediados del siglo XIX, de su flora autóctona.
Donde encontrar esta información.
Fig. 1. Ejemplar en flor de Tetragonia sp. fotografíado en el oasis de niebla de Alto Patache, en el mes de octubre 2015 (Foto H. Larrain). Según Philippi, sus hojas carnosas habrían sido, igualmente, consumidas por los habitantes de la zona.
Referencias etnográficas.
En nuestro afán por descubrir aportes eco-antropológicos en antiguas descripciones de viajeros en el territorio patrio, hemos tropezado con algunos textos del naturalista alemán Rodulfo Amando Philippi, avecindado ya en Chile, que nos permiten ilustrar mejor el modo de vida y cultura de los lickan antai o atacameños. Aquí y allá, dispersos en una maraña intrincada de explicaciones descriptivas de especímenes de la flora nativa, Philippi, nos entrega retazos de información etnográfica, al parecer muy poco conocidos. Éstos los hemos espigado pacientemente en el capítulo denominado "Florula atacamensis" en el que se enumera, una por una, las especies de plantas que el viajero observó durante el transcurso de su homérico viaje por el desierto de Atacama. Al estar este capítulo redactado en latín, idioma hoy prácticamente desconocido entre los científicos de nuestro país, esta información ha quedado fatalmente en la penumbra, por no decir en total desconocimiento de nuestros investigadores antropólogos. Por tal razón, nos ha parecido oportuno darlo a conocer a nuestros público culto pues nos da nuevas luces acerca del uso que los naturales de Atacama hacían, a mediados del siglo XIX, de su flora autóctona.
Donde encontrar esta información.
La información la hemos recabado de la conocida obra del naturalista Philippi: Viage al desierto de Atacama, publicada en Halle, Sajonia, en el año 1860. ( Edición original, Librería de Eduardo Anton, Halle (Sajonia), 1860 :180 y passim); reedición en Santiago de Chile, Eds. Augusto Bruna y Andrea Larroucau, 2004: 231 y passim).
Empleo de la flora nativa.
El hecho no nos ha de sorprender, pues todos los pueblos de la tierra, en tiempos antiguos, se han servido abundantemente de su flora nativa tanto para su alimentación como para su cobijo, aseo, medicina o para alimento de sus animales. Lo interesante del caso presente es que el descriptor Philippi se dio el trabajo de preguntar a sus entrevistados y/o a sus baquianos sobre el uso particular de cada especie. Lo cual revela ciertamente una constante preocupación etnográfica y antropológica bastante poco común. Ya hemos señalado en un capítulo anterior de este mismo blog, la preocupación de Philippi por las lingüística atacameña, y el valioso rescate que hace de expresiones y términos en esa lengua que aprende de sus guías atacameños y de algunos pobladores ancianos que casualmente topa en su trayecto.
Análisis eco-antropológico de un valioso texto.
Mostraremos primero el texto latino de la edición de 1860, nuestra traducción y agregaremos notas de nuestra cosecha para mejor ilustrar al lector acerca de la importancia de la referencia.
El texto latino principal respecta a la utilidad de la flora nativa para el hombre.
"Nullam plantam vidi, qua homo vesci possit, si bulbos papita del campo dictos Cumingiae campanulatae excipis, nam fructus Ephedrae istius supra dictae et Lycii humilis, Jume ab incolis vocati, etsi edules, parvi momenti sunt. Sed fortasse tetragoniae annuae partis litoralis, uti spinaciae coctae aequeo modo ac tetragonia expansa comedi possunt. Medullam quoque caulis Pitcairniae cujusdam, Chagual dictae, incolae comedunt, quam ob rem nullam locis accesibilibus florentem vidi. Etiam a mulis animalibus qui alimentum rudissimum haud spernunt, pabulum parcissimum in deserto; gramina, ubi sunt, praeferunt sed libenter fame coacti etiam juncos, cyperos, scirpos comedunt, necnon atriplices et ephedram. In annis siccioribus ob deficientem vegetationen vita caprarun et asinorum, de quibus existentia incolarum litoralium pendet, periclitatur; tunc hominibus, admotis ad cactos et pitcairnias ramulis foliisque siccis ignem accendere necesse est, quo facto spinae harum plantarum comburuntur, ita ut caprae asinique eas depascere possint.". (Philippi, op. cit., 1860: 180).
Notas adicionales nuestras.
Dada la extrema parsimonia del latín, en la descripción hecha por Philippi, nos ha parece necesario agregar notas nuestras al pie, para explicitar su pensamiento y ampliar nuestros conocimientos,sobre el tema.
Dada la extrema parsimonia del latín, en la descripción hecha por Philippi, nos ha parece necesario agregar notas nuestras al pie, para explicitar su pensamiento y ampliar nuestros conocimientos,sobre el tema.
Nuestra traducción del latín.
No vi (1) planta alguna de la que el hombre pueda alimentarse, a excepción de los bulbos ya indicados de la papita del campo, Cumingia campanulata (2), pues el fruto de la Ephedra ya dicha (3) y del Lycium humilis (4), denominado Jume (5) por los habitantes, aún cuando son comestibles, son de poca importancia (6). Pero tal vez las plantas anuales de tetragonia, cocidas al modo de las espinacas, del mismo modo que la tetragonia expansa de la porción costera, puedan servir de alimento (7). Igualmente, los habitantes comen la médula de los tallos de cierta Pitcairnia, conocida como Chagual (8), razón por la cual no vi ningún ejemplar en flor en los lugares accesibles. Hay escasísimo forraje en el desierto incluso para animales que, como las mulas, no desdeñan el alimento más rudo; donde encuentran gramíneas, las prefieren (9), pero cuando están apretados por el hambre, con gusto comen variedades de juncos (10), totoras (11), y aún ephedras (12) y atriplex (13). En los años más secos, por causa de la falta de vegetación, peligra la vida de las cabras y burros de los que depende la existencia de los habitantes del litoral (14); en tales casos, se ven obligados a acercar al fuego las ramas y hojas de cactus y pitcairnias secas, con lo cual se queman las espinas de estas plantas, de tal modo que las puedan así comer las cabras y burros (15)". (Philippi, op. cit., 1860: 180).
Nuestras notas.
(1) Las finas observaciones hechas por Philippi incluyen un extenso tramo de la costa desértica entre Taltal y caleta El Cobre, además del extenso y agotador recorrido por el interior de la región, rumbo a San Pedro de Atacama. Philippi fue siempre acompañado del baquiano y buen conocedor de la zona el minero Diego de Almeyda y por arrieros atacameños, de quienes, sin duda, recabó buena parte de la valiosa información ecológica que aquí presentamos al lector, máxime de la flora presente en la franja costera.
(2) Cuando Philippi describe minuciosamente esta especie en el capítulo noveno de su obra titulado "Flora Deserti", anota textualmente: "frequens prope Paposo occurrit; incolis papita del campo dicta et inter esculentas habitus. Ipse bulbos edi et recentes bonos inveni in posterum diem servati aliquantulum adstringentes et amaruli fiunt..." (edición 1860: 226). Traducido al español: "se presenta con frecuencia cerca de Paposo; es denominada como papita del campo por los residentes y es considerada como comestible. Yo mismo comí estos bulbos y los hallé buenos estando frescos, pues guardados para el día siguiente se vuelven algo astringentes y amargos".
¿Qué especies anota Philippi?.
Philippi, por lo visto, quiso comprobar personalmente lo que sus informantes le señalaron sobre la palatabilidad de esta especie. Nos queda ahora por averiguar de qué especie botánica se trataba realmente. Seguramente, de una liliácea o tecofilácea, sin duda, pero, ¿cuál?. La denominación científica Cumingia campanulata no aparece hoy en la gran obra del botánico chileno Carlos Muñoz Pizarro: Sinopsis de la flora Chilena (Santiago, Ediciones de la Universidad de Chile, 1966). Tampoco bajo la denominación "papita del campo", en la obra reciente Ciencia Indígena de los Andes del Norte de Chile, de Carolina Villagrán y Victoria Castro, (Editorial Universitaria, S.A., 2004). Tal vez aquel nombre de Cumingia campanulata, dado por Philippi pasó ya a la sinonimia botánica y hoy se la reconozca con otro nombre, diferente. Esto es casi seguro. Sospechamos fundadamente, en consecuencia, que se trataría de alguna especie de los géneros Fortunatia, Leucocoryne o aún Zephyra que prosperan en nuestra costa desértica y hemos visto crecer en Paposo como también en varios oasis de niebla al sur de Iquique (Chipana, Punta de Lobos, Alto Patache y Punta Gruesa).
En Alto Patache, a los 770 m.s.n.m., hemos colectado hace ya algunos unos años (entre 1997 y 2002), bulbos de Leucocoryne ixioides y de Fortunatia biflora y los hemos preparado crudos, como ensalada, con algo de aceite y sal. Tienen buen sabor. Bulbos secos de Liliáceas y Tecophilaceas han sido hallados, además, en tumbas antiguas en el sector de Caleta Cáñamo y Patillos, a muy corta distancia del oasis de Alto Patache, confirmando así su uso en la alimentación humana por los antiguos pescadores del sector. De hecho, el arqueólogo Julio Sanhueza en un estudio relativo a las poblaciones costeras prehispánicas de la costa de Iquique señala textualmente: "en los basurales y las tumbas los registros de densos bolsones del bulbo clasificado como Zephyra elegans D. Don nos siguen planteando la hipótesis que pudo ser un recurrente alimenticio complementario que crece en faldeos de la Cordillera de la Costa" (en "Poblaciones tardías en playa "Los Verdes" costa sur de Iquique, I° Región de Chile", (en Revista Chungará, N° 14, 1985: 45-60; subrayado nuestro). La expresión "densos bolsones..." apunta, indudablemente al enorme empleo de esta especie por parte de los antiguos pescadores.
Nuestra experiencia en el terreno.
En un capítulo reciente de nuestro blog: http://eco-antropologia.blogspot.com hemos señalado, con despliegue de imágenes alusivas, la presencia de una nutrida vegetación temporal que apareció exactamente en esta misma zona descrita por Sanhueza, debido a las fuertes lluvias del 8 de agosto del año 2015. Entre esta flora autóctona, aparecieron numerosos ejemplares de la liliácea Fortunatia biflora en los faldeos que caen del macizo de Punta Gruesa hacia la localidad de Los Verdes. Curiosamente, ningún ejemplar de la referida Zephyra elegans y, muy raros, de Leucocoryne ixioides. Los bulbos de estas especies son extraordinariamente semejantes entre sí, del mismo tamaño y muy fáciles de confundir. Nos parece, pues, que considerar estos bulbos arqueológicos como pertenecientes únicamente a la especie Zephyra elegans -como suelen señalar los arqueólogos- sería poco fundada y tal vez pudiera atribuirse a la falta de material comparativo de parte de los clasificadores. Si no, ¿cómo explicar la total desaparición de Zephyra elegans de estos faldeos en la actualidad, tan próximos a Los Verdes?. El dato concreto de Sanhueza a nuestro entender, se explicaría tal vez mejor mediante el consumo por parte del hombre, de las tres citadas especies, todas ellas igualmente comestibles. Consulte el capítulo de nuestro blog: "Insólita floración en la quebrada de La Chimba, Antofagasta: desierto florido en el Trópico de Capricornio", 18 de septiembre de 2015 y otros capítulos alusivos al oasis de niebla de Alto Patache, Sur de Iquique.
(3) Ephedra breana existe hoy en relativa abundancia en toda la costa norte desértica, en la parte más alta de los oasis de niebla y en mucho mayor abundancia aún, en la zona de Paposo. Produce unas minúsculas brácteas color rojo cuando maduras y éstas son dulces y agradables al gusto. Las hemos degustado varias veces. Pero su aporte alimenticio es ciertamente muy escaso. (Cfr. Nota 11, abajo).
(4) La planta del género Lycium produce unos frutitos muy pequeños de color blanco, dulzones, que son comestibles. En la zona litoral de Iquique, en los oasis de niebla, se encuentra hoy en cierta abundancia Lycium leiostemum, planta leñosa que debió constituir un alimento ocasional pero, sobre todo, un excelente combustible para los antiguos habitantes pescadores de la costa.
(5) Esta voz "jume" parecería ser atacameña (lickan antai). No consta, sin embargo, en el "Glosario de la Lengua Atacameña" de Emilio Vaïsse y otros (1896), ni en la obra de Ludovico Bertonio "Vocabulario de la Lengua Aymara", 1612. Tampoco en el Anónimo de 1586 en lengua quechua.
(1) Las finas observaciones hechas por Philippi incluyen un extenso tramo de la costa desértica entre Taltal y caleta El Cobre, además del extenso y agotador recorrido por el interior de la región, rumbo a San Pedro de Atacama. Philippi fue siempre acompañado del baquiano y buen conocedor de la zona el minero Diego de Almeyda y por arrieros atacameños, de quienes, sin duda, recabó buena parte de la valiosa información ecológica que aquí presentamos al lector, máxime de la flora presente en la franja costera.
(2) Cuando Philippi describe minuciosamente esta especie en el capítulo noveno de su obra titulado "Flora Deserti", anota textualmente: "frequens prope Paposo occurrit; incolis papita del campo dicta et inter esculentas habitus. Ipse bulbos edi et recentes bonos inveni in posterum diem servati aliquantulum adstringentes et amaruli fiunt..." (edición 1860: 226). Traducido al español: "se presenta con frecuencia cerca de Paposo; es denominada como papita del campo por los residentes y es considerada como comestible. Yo mismo comí estos bulbos y los hallé buenos estando frescos, pues guardados para el día siguiente se vuelven algo astringentes y amargos".
¿Qué especies anota Philippi?.
Philippi, por lo visto, quiso comprobar personalmente lo que sus informantes le señalaron sobre la palatabilidad de esta especie. Nos queda ahora por averiguar de qué especie botánica se trataba realmente. Seguramente, de una liliácea o tecofilácea, sin duda, pero, ¿cuál?. La denominación científica Cumingia campanulata no aparece hoy en la gran obra del botánico chileno Carlos Muñoz Pizarro: Sinopsis de la flora Chilena (Santiago, Ediciones de la Universidad de Chile, 1966). Tampoco bajo la denominación "papita del campo", en la obra reciente Ciencia Indígena de los Andes del Norte de Chile, de Carolina Villagrán y Victoria Castro, (Editorial Universitaria, S.A., 2004). Tal vez aquel nombre de Cumingia campanulata, dado por Philippi pasó ya a la sinonimia botánica y hoy se la reconozca con otro nombre, diferente. Esto es casi seguro. Sospechamos fundadamente, en consecuencia, que se trataría de alguna especie de los géneros Fortunatia, Leucocoryne o aún Zephyra que prosperan en nuestra costa desértica y hemos visto crecer en Paposo como también en varios oasis de niebla al sur de Iquique (Chipana, Punta de Lobos, Alto Patache y Punta Gruesa).
Nuestra propia experiencia.
En Alto Patache, a los 770 m.s.n.m., hemos colectado hace ya algunos unos años (entre 1997 y 2002), bulbos de Leucocoryne ixioides y de Fortunatia biflora y los hemos preparado crudos, como ensalada, con algo de aceite y sal. Tienen buen sabor. Bulbos secos de Liliáceas y Tecophilaceas han sido hallados, además, en tumbas antiguas en el sector de Caleta Cáñamo y Patillos, a muy corta distancia del oasis de Alto Patache, confirmando así su uso en la alimentación humana por los antiguos pescadores del sector. De hecho, el arqueólogo Julio Sanhueza en un estudio relativo a las poblaciones costeras prehispánicas de la costa de Iquique señala textualmente: "en los basurales y las tumbas los registros de densos bolsones del bulbo clasificado como Zephyra elegans D. Don nos siguen planteando la hipótesis que pudo ser un recurrente alimenticio complementario que crece en faldeos de la Cordillera de la Costa" (en "Poblaciones tardías en playa "Los Verdes" costa sur de Iquique, I° Región de Chile", (en Revista Chungará, N° 14, 1985: 45-60; subrayado nuestro). La expresión "densos bolsones..." apunta, indudablemente al enorme empleo de esta especie por parte de los antiguos pescadores.
Nuestra experiencia en el terreno.
En un capítulo reciente de nuestro blog: http://eco-antropologia.blogspot.com hemos señalado, con despliegue de imágenes alusivas, la presencia de una nutrida vegetación temporal que apareció exactamente en esta misma zona descrita por Sanhueza, debido a las fuertes lluvias del 8 de agosto del año 2015. Entre esta flora autóctona, aparecieron numerosos ejemplares de la liliácea Fortunatia biflora en los faldeos que caen del macizo de Punta Gruesa hacia la localidad de Los Verdes. Curiosamente, ningún ejemplar de la referida Zephyra elegans y, muy raros, de Leucocoryne ixioides. Los bulbos de estas especies son extraordinariamente semejantes entre sí, del mismo tamaño y muy fáciles de confundir. Nos parece, pues, que considerar estos bulbos arqueológicos como pertenecientes únicamente a la especie Zephyra elegans -como suelen señalar los arqueólogos- sería poco fundada y tal vez pudiera atribuirse a la falta de material comparativo de parte de los clasificadores. Si no, ¿cómo explicar la total desaparición de Zephyra elegans de estos faldeos en la actualidad, tan próximos a Los Verdes?. El dato concreto de Sanhueza a nuestro entender, se explicaría tal vez mejor mediante el consumo por parte del hombre, de las tres citadas especies, todas ellas igualmente comestibles. Consulte el capítulo de nuestro blog: "Insólita floración en la quebrada de La Chimba, Antofagasta: desierto florido en el Trópico de Capricornio", 18 de septiembre de 2015 y otros capítulos alusivos al oasis de niebla de Alto Patache, Sur de Iquique.
(3) Ephedra breana existe hoy en relativa abundancia en toda la costa norte desértica, en la parte más alta de los oasis de niebla y en mucho mayor abundancia aún, en la zona de Paposo. Produce unas minúsculas brácteas color rojo cuando maduras y éstas son dulces y agradables al gusto. Las hemos degustado varias veces. Pero su aporte alimenticio es ciertamente muy escaso. (Cfr. Nota 11, abajo).
(4) La planta del género Lycium produce unos frutitos muy pequeños de color blanco, dulzones, que son comestibles. En la zona litoral de Iquique, en los oasis de niebla, se encuentra hoy en cierta abundancia Lycium leiostemum, planta leñosa que debió constituir un alimento ocasional pero, sobre todo, un excelente combustible para los antiguos habitantes pescadores de la costa.
(5) Esta voz "jume" parecería ser atacameña (lickan antai). No consta, sin embargo, en el "Glosario de la Lengua Atacameña" de Emilio Vaïsse y otros (1896), ni en la obra de Ludovico Bertonio "Vocabulario de la Lengua Aymara", 1612. Tampoco en el Anónimo de 1586 en lengua quechua.
(6) "De poca importancia", sin duda por su minúsculo tamaño. De acuerdo a nuestra experiencia de terreno, tanto Ephedra como Lycium no florecen todos los años en esta costa desértica. Sólo en los años más húmedos, sujetos a la intensa influencia húmeda del Fenómeno de "El Niño".
(7) Tetragonia es abundante y presenta gran desarrollo en años lluviosos o de "El Niño" en nuestra zona costera norte. Adquiere un buen porte y sus hojas suculentas, de tamaño muy superior a la de otras especies costeras, nos parecen comestibles. En efecto, las hemos probado varias veces y aunque son bastante saladas, son comestibles. Con toda probabilidad, fue un alimento adicional recogido por los habitantes de la costa, en épocas de lluvias o lloviznas eventuales, entre los meses de agosto a diciembre, época en que adquieren su mayor desarrollo. (Vea la Fig. 1 de este capítulo).
(8) Esta "Pitcairnia", sin duda, parece ser un nombre antiguo por Deuterocohnia chrysanta (Phil) o tal vez por Puya berteroniana o alguna otra Puya. No aparece registrada como Pitcairnia en los catálogos actuales de botánica. Era conocida por los pobladores como "chagual", voz que viene de -chawar- o -cchahuara-; expresión bien conocida tanto en la lengua quechua como aymara (Cfr. Ludovico Bertonio, Vocabulario de la Lengua Aymara, Juli, Perú, reimpresión facsimilar agosto 1984:161: 74). Su significado es "planta para hacer sogas, o cabuya"; (Vea también Rafael Aguilar, Gramática Quechua y Vocabularios, (adaptación de la obra de Antonio Ricardo, 1586) , 1970: 148).
(9) Numerosas gramíneas se hallan en el desierto y el propio Philippi reconoce y colecta alrededor de 20 géneros diferentes. Las especies preferidas por los animales (mulas y burros) eran las que se desarrollaban en torno a las escasas aguadas dulces del desierto. (Vea Fig. 6).
(10) Género Juncus spp.
(11) Con el nombre genérico quechua de totora, -t´utura- , los antiguos reconocían a las especies actuales de los géneros Typha y Scirpus. Ambos géneros se hallan en manchones en torno a las aguadas o riachuelos perennes sea de la costa, sea del interior.
(12) Ephedra breana es la más común de las especies de este género que se halla tanto en la costa, como en el interior del desierto. Phillippi la nombra como Ephedra andina (Philippi, 1860: 223). El autor le dedica, luego de su descripción botánica, el siguiente comentario, muy a propósito para nuestro enfoque eco-antropológico: "Frecuens in locis mediterraneis deserti..; Incolis pingo pingo: mulis ramulis vescuntur, homines fructum, i. e. bracteas demum carnosas, rubras, satis insipidae comedunt (Philippi, 1860: 50). Traducido por nosotros al español: "Es frecuente en sitios en medio del desierto...; los habitantes del lugar la llaman pingo-pingo; las mulas se alimentan de sus ramas; los hombres comen su fruto, esto es, sus brácteas, que son precisamente carnosas, y de un color rojo, bastante insípidas".
(14) La crianza de hatos de cabras y burros en la zona costera desértica, solo fue posible en sitios de presencia de aguadas costaneras permanentes, de aguas potables. Tal cosa ocurría en la zona de Paposo, y Caleta el Cobre y aún en los altos de Cobija , en la costa de la región de Antofagasta. Esta crianza, de evidente origen hispánico, permitió a los pescadores changos, que antiguamente vivían, en gran parte, de los productos del mar (pesca y recolección marina), ampliar bastante su base de sustentación económica. Cabras y burros les suministraban, además de su carne y leche, productos fundamentales para su alimentación, cueros para hacer cuerdas, y hasta sus camas. Tanto cabras como burros son animales muy rústicos que se alimentan de gran parte de la vegetación costera, incluyendo los cactus, tilandsias y puyas, y no requieren de forraje importado; lo que no ocurre ciertamente con la oveja. Por esta razón, ni ovejas ni caballos ni bovinos fueron utilizados por el hombre en estas zonas de desierto.
(15) Esta práctica de chamuscar y quemar superficialmente las espinas de cactus y puyas, para hacerlos más fácilmente comestibles para su ganado caprino, pudimos presenciarla personalmente en años secos en las alturas de El Tofo y junto a la playa Temblador, entre los años 1980 y 1985. Las escasas familias de cabreros allí residentes, recurrían a este procedimiento brutal, tan dañino y desastroso para la vegetación natural, para salvar su ganado, ante la imposibilidad de importar un costoso forraje foráneo.
Fig. 4. Ejemplar de Atriplex atacamensis localmente llamado aún hoy pillalla en Tarapacá y cachiyuyo, en el salar de Atacama. Imagen captada en la pampa del Tamarugal (Región de Tarapacá) a unos pocos kilómetros al oeste del poblado de Matilla (foto H. Larrain, octubre 2015; escala de 1 metro).
Fig. 5. Planta de Oxalis sp. en flor, creciendo entre las oquedades de las rocas en el oasis de niebla de Alto Patache. Conocido en la zona como "vinagrillo", sus hojas y aún flores también son comestibles por el hombre aunque Philippi no lo nombra en esta referencia. La incluimos aquí por constituir, igualmente, un alimento ocasional en tiempos prehispánicos, para los cazadores indígenas que subían del área litoral a cazar guanacos en los oasis de niebla. (Foto H. Larrain, octubre 2015).
Fig. 6. Ejemplar de la gramínea Stipa ichu, alimento preferido por mulares y asnos durante la expedición de Philippi. Fue, igualmente, alimento preferido por los guanacos que llegaban antaño hasta estos oasis costeros. Especie muy escasa hoy en los oasis costeros de la costa de Iquique, es mucho más abundante en los faldeos de Paposo. Es la misma especie que se halla en enorme abundancia por sobre los 3.500 m de altitud snm. y que los residentes aymaras utilizan hasta hoy en manojos para cubrir las techumbres de sus viviendas. (Foto H. Larrain en Alto Patache, octubre 2015).
Estimado doctor,
ResponderEliminarMe refiero a la nota (2) de esta entrada que se refiere a "Cumingia campanulata".
En realidad en la obra de R. A. Philippi de 1860 (viaje al desierto de Atacama), por error propio o de tipografia, desaparecio una m en el nombre del género.
El nombre original es (o mejor dicho era) "Cummingia campanulata" D. Don. Hoy dia es "Conanthera campanulata" Lindl. y la familia es Tecophilaeaceae.
Puede consultar en Tropicos:
[http://www.tropicos.org/Name/1201312]
Esperando volver a encontrarlo en Pica, reciba junto a nuestras calurosas felictaciones por su incansable trabajo, un atento saludo.
Jose Luis Pizarro Theiler
Estimado amigo José Luis: Mucho le agradezco su comentario botánico a mi texto. Así se enriquece en beneficio de nuestros lectores. ¡Si otros hicieran lo que Ud ha hecho al comentar mi entrada, estos capítulos se convertirían pronto en una auténtica enciclopedia!. Quiero aprovechar de señalarle que hemos decidido con mi esposa Marta, regresar definitivamente a la región Metropolitana, área de Colina, por razones familiares, tras 34 años de residencia en este querido norte desértico. Creo que voy a echar mucho de menos mis frecuentes exploraciones por el desierto. Ojalá nos mantengamos en contacto.
ResponderEliminarDr. Horacio Larrain