Hace exactamente un año, con motivo de la horrenda matanza en la capital de Francia de miembros de la redacción del periódico satírico francés Charlie Hebdo por parte de fanáticos musulmanes, hemos expresado con firmeza nuestro punto de vista. El escrito nuestro, que ahora reproducimos en nuestro Blog, fue editado en el periódico digital de Iquique "Punto Cero", de audiencia muy limitada. Al cumplirse el pasado 7 de Enero un año exacto de esta tragedia que enlutó a Francia, podemos volver a meditar sobre el tema. El tiempo transcurrido, tal vez, puede ayudar a mejorar la perspectiva del suceso en su real dimensión, ética, social, política y antropológica. Pero ante todo, ética y moral. Nuestro escrito plantea que debe establecerse límites a esta "libertad de expresión", los que deben surgir de la imperiosa necesidad de respetarlos cuando ésta viola o transgrede el umbral de otros derechos humanos fundamentales de terceras personas: el derecho a pensar y sentir diferente, el derecho a tener y seguir una religión diferente, el derecho a creer en un Dios diferente, o simplemente, el "derecho a creer" en algo en medio de un ambiente hoy declaradamente a-teo y a-moral.
¿Libertad omnímoda, omnipotente y omnipresente?
En nuestra opinión, no existe ni puede existir en democracia una libertad omnímoda y total para zaherir, insultar y conculcar principios y valores de otro grupo humano so capa de libertad o so capa de expresión artística. En otras palabras, la libertad de expresión no puede ser ilimitada, tiene límites y son precisamente aquellos que le ha impuesto la necesaria convivencia humana en democracia. Si no se respetan éstos, empieza a reinar la "Ley de la Selva": cada uno hace y dice lo que quiere, cuando quiere y como quiere. O peor aún, la "Ley del Talión": "si me golpeas, yo golpeo más fuerte"; "si me hieres, yo te mato". "Ojo por ojo y diente por diente". Ley que Jesucristo vino a derogar en su Evangelio (como una "Nueva Noticia" para el mundo), cuando proclamó las Bienaventuranzas en el Sermón de la Montaña: "bienaventurados los pacíficos porque serán llamados Hijos de Dios". El odio reconcentrado entre pueblos y creencias, es lo que, con preocupación, empieza a cundir y a propagarse como reguero de pólvora en el Viejo Continente europeo, que hace ya tiempo dejó de lado (¿o se avergüenza?) de sus orígenes cristianos. Más aún, un continente que, por añadidura, se islamiza a nuestros ojos a toda velocidad. Más del 98% de todos los recientes refugiados acogidos en Europa (más de un millón de personas en el año 2015) provenientes del Africa o de Asia, son de religión musulmana y veneran a Alah y a su profeta, Mahoma. Este dato, no menor, debería ser tomado muy en cuenta por la vieja Francia, laica y libertaria, que ha olvidado que ella misma está perdiendo rápidamente - si es que no los ha perdido ya- los valores espirituales y los principios morales que un día le inculcara un San Remigio, obispo de Reims, a partir de la época de Clodoveo y la conversión de los francos (siglo VI D.C.).
¿Libertad omnímoda, omnipotente y omnipresente?
En nuestra opinión, no existe ni puede existir en democracia una libertad omnímoda y total para zaherir, insultar y conculcar principios y valores de otro grupo humano so capa de libertad o so capa de expresión artística. En otras palabras, la libertad de expresión no puede ser ilimitada, tiene límites y son precisamente aquellos que le ha impuesto la necesaria convivencia humana en democracia. Si no se respetan éstos, empieza a reinar la "Ley de la Selva": cada uno hace y dice lo que quiere, cuando quiere y como quiere. O peor aún, la "Ley del Talión": "si me golpeas, yo golpeo más fuerte"; "si me hieres, yo te mato". "Ojo por ojo y diente por diente". Ley que Jesucristo vino a derogar en su Evangelio (como una "Nueva Noticia" para el mundo), cuando proclamó las Bienaventuranzas en el Sermón de la Montaña: "bienaventurados los pacíficos porque serán llamados Hijos de Dios". El odio reconcentrado entre pueblos y creencias, es lo que, con preocupación, empieza a cundir y a propagarse como reguero de pólvora en el Viejo Continente europeo, que hace ya tiempo dejó de lado (¿o se avergüenza?) de sus orígenes cristianos. Más aún, un continente que, por añadidura, se islamiza a nuestros ojos a toda velocidad. Más del 98% de todos los recientes refugiados acogidos en Europa (más de un millón de personas en el año 2015) provenientes del Africa o de Asia, son de religión musulmana y veneran a Alah y a su profeta, Mahoma. Este dato, no menor, debería ser tomado muy en cuenta por la vieja Francia, laica y libertaria, que ha olvidado que ella misma está perdiendo rápidamente - si es que no los ha perdido ya- los valores espirituales y los principios morales que un día le inculcara un San Remigio, obispo de Reims, a partir de la época de Clodoveo y la conversión de los francos (siglo VI D.C.).
Je ne suis pas Charlie.
Hemos leído en Internet, a propósito del intercambio de ideas en la plataforma digital sobre este tema tan espinudo, el siguiente comentario de la lectora Barbara Bachman, que se declara no creyente, cuyas juiciosas y valientes expresiones compartimos en gran parte, porque creemos apuntan a la raíz misma del problema: la falta absoluta de de respeto, la ausencia (o la negación) de una auténtica fraternidad:
"Debo decir que con su última portada (en la que aparece la figura de la divinidad armada con un fusil al hombro), Uds [Charlie Hebdo] están probando que no son mejores que los mismos terroristas. ¿Qué pretenden Uds. conseguir burlándose de las creencias de otros pueblos?. Yo no adoro dios alguno, y no creo en la religión, pero yo respeto los valores de otros pueblos. Ninguna religión es superior a otra, y nadie tiene el derecho de criticar o mofarse de otros pueblos solo por el hecho de que crean o no en un dios. Los terroristas matan gente porque ellos no creen en su dios; Uds. ofenden a la gente porque creen en un dios. ¿Por qué razón?. ¿Publicidad barata?. Je ne suis pas Charlie".
(Texto inglés: "I have to say that with your last cover your are no better than terrorists. What do you want to achieve by mocking other people`s beliefs?. I don´t worship any god and I don´t believe in religion, but I respect other peoples´s values. No religion is better than other. And nobody has the right to critisize or mock other people just because they believe or not in god. Terrorists kill people because they don´t believe in their god; you offend people because they believe in a god. For what reason?. Cheap publicity?. Je ne suis pas Charlie").
Moi, je suis Charlie.
Contraste Ud., estimado lector, tal modo de pensar con el siguiente, pronunciado por Laurent Sourisseau (que se firma "Riss"), director actual de la revista "Charlie Hebdo", explicando el sentido último de la carátula de la aludida revista, al cumplirse un año de la masacre de París:
"...Es una carátula que representa la figura simbólica de Dios"- señaló- y agregó: "para nosotros es la idea misma de Dios la que dio muerte a nuestros amigos hace un año. Por eso, hemos querido ampliar nuestra visión de las cosas. La fe no es siempre pacífica. Tal vez nosotros deberíamos aprender a vivir con algo menos de Dios".
(original inglés: To us, it's the very idea of God that may have killed our friends a year ago. So we wanted to widen our vision of things. Faith is not always peaceful. Maybe we should learn to live with a little less of god".
Dos posiciones diametralmente distintas de personas que no profesan la fe en un Dios. ¿Dónde está, sin embargo, la gran diferencia de actitud?. Uno (Riss) da a entender que es mejor que la idea de Dios desaparezca de la escena porque propicia la guerra y el odio; la otra (Barbara Bachman) opina que la verdadera fraternidad se basa en el respeto mutuo, en el respeto irrestricto a la diferencia en materia de creencias o valores.
Queremos ahora compartir con Uds. el texto de nuestro escrito de hace exactamente un año.
“Je ne suis pas Charlie, non plus”
(Yo tampoco soy Charlie).
Dr. Horacio Larrain B. (M. A. y Ph.D.) Antropólogo cultural y arqueólogo.
Profesor emérito Universidad Bolivariana, Iquique, Chile, Decano (por edad)
de los antropólogos de Chile.
Los hechos.
El reciente e inicuo ataque de un puñado de
fanáticos musulmanes contra el
Semanario satírico “Charlie Hebdo”
de París, con un saldo trágico de 17
asesinados a mansalva, ha
hecho verter mucha tinta en todo
el mundo. ¿Su causa aparente? Recientes publicaciones del Semanario
francés en que se mofaban del profeta
Mahoma y sus creencias (concretamente del Corán, el libro sagrado del
Islam). Esta revista satírica francesa han hecho gala desde su fundación en 1970 de su
falta absoluta de respeto a todas las instituciones y personas,
cualquiera sean su rango y posición, alzándose- como dicen ellos- cual paladines de la “libertad de pensamiento”. Es
un eco lejano – pero sesgado- de aquel famoso
grito de independencia contra la monarquía absoluta de Luis XVI (1792) y que
aparecerá como lema de la República bajo el
grito de: “liberté, egalité, fraternité”
en 1848. Estas tres sencillas palabras, pasan a ser algo así como la quintaesencia del legado de Francia a la humanidad, el fin de l´ “Ancien Régime” y la
cuna y el germen del pensamiento democrático en Occidente: el ocaso
de la monarquías y el inicio de
la República. Para América española y portuguesa, el inicio y
símbolo de su independencia
definitiva de la Península iniciada
entre 1808 y 1810.
“Je suis Charlie”.
Al ser ametrallada la redacción completa de
la revista “Charlie Hebdo” el 7 de
Enero recién pasado, Francia y casi todos los líderes de Occidente (China
incluida) se reunieron el pasado Domingo
en París para expresar su más completo repudio a este acto
de barbarie, sin precedentes en la historia reciente de Europa. Decenas de miles de personas salieron a las calles de muchas ciudades
francesas portando carteles que decían “Je suis Charlie”,
auto-identificándose así y haciendo causa común con los columnistas de Charlie Hebdo, ahora alzados
como los “paladines” de la libertad de expresión.
¿ Sólo Libertad (Liberté) o también, y necesariamente, Fraternidad
(Fraternité) e Igualdad Egalité) ?.
Pero, por favor, hilemos algo más fino. Nos preguntamos: ¿hay entonces libertad
plena para mofarse y reírse de
todo y de todos?. ¿Es esto un prerrequisito sine
qua non de la Democracia plena?.
Porque para “Charlie Hebdo” no había títere que pudiera quedar con cabeza:
todos caían o podían caer bajo su
guadaña implacable: Reyes, Papas, Presidentes o Ministros; obispos, sacerdotes, ministros, popes o imanes; todos sin excepción alguna. ¿Cuál es, entonces, el límite exacto que se puede establecer
entre el mofarse mediante sátira y el injuriar gravemente, acto constitutivo de
delito?. ¿Entre el reírse del prójimo y
el abofetearlo en el rostro?. ¿Entre la sátira y
el sarcasmo y la burla?.
¿Entre la chacota y la broma pesada y el
desprecio o menosprecio?. ¿Conoce
Ud, el límite exacto?. O, lo que viene a
ser lo mismo, ¿cuál es la diferencia que
existe entre la libertad (bien pretendido) y el libertinaje ( mal a
evitar)?.
“Charlie Hebdo” ha olvidado lo esencial: no existe
libertad sin verdadera fraternidad e
igualdad.
Nos parece que “Charlie Hebdo” y sus redactores y dibujantes echaron al olvido algo tan esencial en el grito fundante, generador de la Revolución francesa: esto es, que la “libertad” - bien tan preciado y cacareado por los
franceses-, debía ir siempre a la par (y acompañada) con la “fraternidad” y la “igualdad”. Ahora bien,
nos preguntamos aquí si las víctimas
del Semanario francés (en el caso que nos ocupa, los musulmanes
[franceses o no] fieles a su libro
sagrado, el Corán) podían
considerarse tratados “como hermanos
(frères, fratres)” por el aludido Semanario. ¿No sería precisamente,
al revés, es decir, que han sido tratados siempre como bestias, como bárbaros o incivilizados?. Que el trato dado a través del dibujo y la
sátira concomitante era, a los ojos de todos, francamente
repulsivo y denigrante (un trato de bárbaros), es algo muy evidente para cualquiera. ¿Acaso
el dibujo mordaz y satírico no es
una forma velada de ofensa gratuita e inmerecida, una bofetada en pleno
rostro, ante la cual no hay defensa,
pues su autor se escudará siempre en la
impunidad o en el anonimato o en la tan manoseada “libertad de expresión” (“no fue mi intención zaherir”; “lo hice
como un juego inocente”, "con mi dibujo no he matado a nadie”; “solo se trata de un simple dibujo ”)?.
Se pasaron de la raya y conculcaron con frecuencia el respeto
que se debe a la persona humana y a sus creencias.
Pensamos que el comportamiento ético
y moral de Charlie Hebdo y sus redactores
se ha pasado hace ya rato de la raya, y de inocentes bromistas se han
convertido en críticos inmisericordes y sagaces injuriadores, a los que nadie
se atreve a decir: ¡basta ya!. Pensamos,
además, que estos franceses
sacrificados ayer fueron en verdad infieles al más preciado legado francés de la igualdad y, sobre todo, de la
fraternidad universal, proclamada como un dogma en la Revolución Francesa
y en el “Padre Nuestro” que nos enseñó Jesucristo como
base de nuestra igualdad y de nuestros derechos. Fueron infieles a la esencia
del legado de la Revolución francesa, pues
se han convertido –sin
pretenderlo tal vez obnubilados por el "arte" de su estilo- en los mejores excitadores al odio y la violencia, en los mejores
propagadores de la espiral de violencia racial y étnica que hoy cunde como
reguero de pólvora en Europa Occidental.
¿Se han dado ellos cuenta cabal de esta responsabilidad moral que les
atañe, y de la cual no podrán liberarse aduciendo un
infantil propósito de hacer reír con sus
crueles sátiras?.
La islamización de Europa es
algo real.
Hoy hay en Europa más de
48 millones de descendientes de
musulmanes, previéndose que en
2030 alcancen el 8 o 9 % de la población total.
El mayor porcentaje de ellos
reside en Francia. Los dardos de
Charlie Hebdo van, pues, dirigidos
a esos millones de habitantes que son o se
sienten musulmanes y visitan sus
mezquitas, adoran a Alah, leen el Corán y dirigen sus preces a La Meca. ¿Con qué objeto
reírse de lo que para esa comunidad musulmana tiene como su bien más preciado: El Corán y Mahoma su
profeta?. Para esos millones, tal cosa no es ni puede ser simple chanza, es bofetada al
rostro, escupo a la cara, estocada al
corazón. Pretender ignorar esto en un
país reconocidamente pluricultural como es Francia,
es desconocer que la esencia de la integración de un
país donde conviven tantas comunidades
humanas de distinto origen étnico y racial se basa en la tolerancia y el respeto mutuo. Tolerancia y respeto que, por supuesto, debe comenzar por su religión.
Empecemos
por casa, Charlie!.
Masacre injustificable.
No se puede justificar, sin
duda, esta despiadada
y estúpida masacre por parte de
tres hombres armados. Es un acto
a todas luces impúdico y vergonzoso que la justicia debe castigar en forma ejemplar. Porque ya no estamos en la época de la Ley del Talión: “Ojo por ojo
diente por diente”.
Jesucristo nos enseñó otra cosa muy distinta: la mansedumbre y el “ofrecer la otra mejilla” al que nos injuria. Y -no
lo olvidemos-, es al Cristianismo y sus
principios morales a quien debemos la puesta en
práctica de todos los derechos del hombre consagrados en las Naciones
Unidas.
Pero, por favor, que los seguidores de “Charlie Hebdo” no rasguen hoy vestiduras por la defensa de los
ideales de la Revolución Francesa y de
la libertad que ellos mismos han pisoteado
tan olímpicamente. Porque, al
menos en parte, son en cierto modo responsables
por su desvergüenza, su cinismo e
intolerancia, de la propagación
del odio inter-étnico y racial desatado en Europa y el mundo, y del surgimiento de nuevas ideologías neonazis.
Deberían ellos, también, hacer al
respecto, su propio y viril mea culpa. Si no lo hacen, querrá decir que no se responsabilizan de sus actos. Que no se
han percatado del potente influjo que ejercen a su alrededor. ¡No son unos simples niños ya!.
“El que siembra vientos, cosecha tempestades”.
“Charlie Hebdo” ha sembrado, desde sus inicios, desatados vientos de crítica,
de sátira, de burla, a toda autoridad, moral, religiosa política o
administrativa. Ha fustigado a
todas las instituciones, aún las más
sacras de la humanidad, siempre “so capa
de libertad”. Se ha burlado de todas las religiones y modos de vida de nuestros
pueblos. Se ha erigido a lo que parece (¿con qué derecho?), en el “árbitro único de la verdad”. Se ha sentido autorizada para
reírse, entre otras cosas, del activismo o fundamentalismo musulmán para sembrar dudas sobre todo y
todos, “no dejando títere con cabeza” . Pues bien, que se atenga ahora a las consecuencias de
sus actos. “El que siembra vientos, cosecha tempestades”, reza el sabio proverbio castellano que olvidamos
fácilmente pero que la experiencia nos trae a la memoria de vez en cuando. Y estas "tempestades" las hemos comenzado a ver en las capitales y grandes ciudades de la vieja Europa. Pienso que esto es solo el comienzo... hasta que aprendamos a convivir y tolerarnos, mediante una fraternidad vivida y sentida que debe partir por el respeto por los valores del otro.
Una severa advertencia:
dejémonos de hipocresías.
Por eso, aunque nos
duela y lamentemos profundamente lo ocurrido en París, creo que queda hecha una severa advertencia: no se puede criticar a todos y a todas: no se puede “disparar a
mansalva” (caiga quien caiga) sin esperar
posibles represalias de los ofendidos.
La sana crítica (tan propia de la “libertad”) tiene que estar matizada por el respeto auténtico a los demás (“fraternidad”). Si éste se pierde, se
desprecia o pisotea -como lo hace repetidamente Charlie Hebdo-, todo
puede ocurrir, hasta una nueva guerra
mundial; todo, a veces por la idiotez o
insensatez de algunas pocas “cabezas
calientes” que se ufanan de su "arte" provocativo.
Por eso, defendiendo una auténtica
libertad de expresión, pero respetuosa de la persona, sus creencias y sus
derechos, que tienen tanta validez como los míos, proclamamos hoy sin temor a
equivocarnos:
“Je ne suis pas Charlie non plus”: “yo tampoco soy Charlie”.
No puedo sentirme identificado por un
ente burlador de todo y todos, porque
así se termina por
socavar los fundamentos mismos de nuestra convivencia democrática, que aunque imperfecta,
es siempre perfectible. Hasta ahora,
no se ha inventado un sistema mejor de convivencia pacífica de los seres
humanos. No la destruyamos con nuestra necia pretensión de hablar en favor de la libertad.
Un mensaje a Charlie Hebdo (ojalá pueda escucharlo).
Charlie Hebdo: sin fraternidad verdadera e igualdad, no hay
verdadera y auténtica libertad. ¿Han
proclamado Uds. la fraternidad, la
igualdad entre los pueblos? ¿ O más bien
han hecho con frecuencia exactamente lo contrario con sus burlas y sus sátiras
implacables, verdaderos dardos cargados de ponzoña?. “El que siembra vientos, cosecha tempestades”. Y a una verdadera y peligrosa tempestad de odio étnico y racial (de ambos lados) estamos asistiendo hoy en Europa. ¿A qué, o a
quién se debe?. ¿Quién está socavando
las bases mismas de la convivencia entre
pueblos y creencias diferentes?. Juzgue
el lector por si mismo y saque sus propias conclusiones.
Iquique (Chile), escrito para "Punto Cero", 14/01/2015.
Epílogo.
Quiera Dios que no tengamos que asistir en un futuro próximo a acciones aún más violentas de parte de seguidores fieles del Estado islámico (El) o Al Qaeda que, según han declarado, se encuentran en "guerra santa" contra Occidente, acciones "de respuesta y represalia" -según ellos- a los ataques aéreos occidentales en Siria, Irak, Pakistán o Afganistán contra sus posiciones. La guerra está declarada. Si no se cambia radicalmente de actitud por ambas partes, se puede esperar cualquier cosa en el futuro, aún lo peor.
"Que Dios nos pille confesados", como decían piadosamente nuestros padres y abuelos. La actual respuesta de Occidente (mediante incesantes ataques aéreos) ha sido, a todas luces, incapaz de frenar la escalada de odio y virulencia que crece día a día. Política que es, a juicio de muchos, no solo errónea y fallida, sino además contraproducente: solo contribuye a encender aún más las hogueras ya caldeadas. El papa Francisco, preocupado por esta situación, nos ha llamado a la paz y a la serenidad, basada en un verdadero respeto mutuo y a un sincero y profundo diálogo interreligioso y día a día nos da señales de lo que debe ser nuestra actitud, basada en el precepto principal de Jesucristo, base y pilar del Cristianismo: "amaos los unos a los otros como yo os he amado".
Iquique (Chile), 23/01/2016.
Epílogo.
Quiera Dios que no tengamos que asistir en un futuro próximo a acciones aún más violentas de parte de seguidores fieles del Estado islámico (El) o Al Qaeda que, según han declarado, se encuentran en "guerra santa" contra Occidente, acciones "de respuesta y represalia" -según ellos- a los ataques aéreos occidentales en Siria, Irak, Pakistán o Afganistán contra sus posiciones. La guerra está declarada. Si no se cambia radicalmente de actitud por ambas partes, se puede esperar cualquier cosa en el futuro, aún lo peor.
"Que Dios nos pille confesados", como decían piadosamente nuestros padres y abuelos. La actual respuesta de Occidente (mediante incesantes ataques aéreos) ha sido, a todas luces, incapaz de frenar la escalada de odio y virulencia que crece día a día. Política que es, a juicio de muchos, no solo errónea y fallida, sino además contraproducente: solo contribuye a encender aún más las hogueras ya caldeadas. El papa Francisco, preocupado por esta situación, nos ha llamado a la paz y a la serenidad, basada en un verdadero respeto mutuo y a un sincero y profundo diálogo interreligioso y día a día nos da señales de lo que debe ser nuestra actitud, basada en el precepto principal de Jesucristo, base y pilar del Cristianismo: "amaos los unos a los otros como yo os he amado".
Iquique (Chile), 23/01/2016.
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