Nuestro descubrimiento en la quebrada de "Las Ñipas", Graneros (VI Región).
En dos capítulos anteriores, nos hemos referido in extenso, a un descubrimiento arqueológico nuestro, de tipo enteramente casual, hecho junto al estero "Las Ñipas", ( Comuna de Graneros, VI Región de Chile), de un campamento de cazadores-recolectores fechado por el C14 en unos 2.500 B.P (antes del presente). Hemos mostrado allí, en detalle, fotografías del proceso de excavación, y, también, del protocolo de la excavación entregado al Consejo de Monumentos Nacionales en su época. A través de estos documentos, queda claro qué se descubrió allí y qué características culturales poseía el grupo humano que habría sido el ocupante ocasional del lugar. El lugar del hallazgo corresponde al matorral de secano de la zona central de Chile, y desde el punto de vista botánico, al bosque esclerófilo chileno, formado por boldos, peumos, litres y quillayes, árboles autóctonos muy comunes que pueblan las quebradas y laderas bajas de las primeras estribaciones de la Cordillera de los Andes. Las coordenadas UTM del yacimiento son: 357714 E y 6232620 S.
En dos capítulos anteriores, nos hemos referido in extenso, a un descubrimiento arqueológico nuestro, de tipo enteramente casual, hecho junto al estero "Las Ñipas", ( Comuna de Graneros, VI Región de Chile), de un campamento de cazadores-recolectores fechado por el C14 en unos 2.500 B.P (antes del presente). Hemos mostrado allí, en detalle, fotografías del proceso de excavación, y, también, del protocolo de la excavación entregado al Consejo de Monumentos Nacionales en su época. A través de estos documentos, queda claro qué se descubrió allí y qué características culturales poseía el grupo humano que habría sido el ocupante ocasional del lugar. El lugar del hallazgo corresponde al matorral de secano de la zona central de Chile, y desde el punto de vista botánico, al bosque esclerófilo chileno, formado por boldos, peumos, litres y quillayes, árboles autóctonos muy comunes que pueblan las quebradas y laderas bajas de las primeras estribaciones de la Cordillera de los Andes. Las coordenadas UTM del yacimiento son: 357714 E y 6232620 S.
¿A través de qué signos llegamos a dar con este asentamiento humano?.
Creemos que puede ser de interés para los especialistas y también para los jóvenes estudiantes interesados en la arqueología como ciencia, reseñar aquí y explicar cómo llegamos a este descubrimiento. En otras palabras, qué signos nos condujeron al lugar, y qué elementos del paisaje nos fueron encaminando poco a poco hasta descubrir el lugar exacto del campamento. Lo que al inicio pareció ser un descubrimiento aislado y solitario (en 1979), pronto, a medida que aumentaban los indicios (1980), nos llevó a configurar la hipótesis de la existencia in situ de un campamento de cazadores, hipótesis que fue plenamente confirmada más tarde (1983).
Un antecedente fundamental.
Para ello, debo señalar antes un antecedente importante. Mi padre, Horacio Larrain Cotapos (1899-1984) luego de la venta de su parcela "Santa Inés del Arrayán", parte del antiguo fundo de La Leonera, en diciembre de 1979, había levantado al pie de la porción cordillerana restante de su propiedad, junto a la pequeña quebrada de Las Ñipas, una casita sencilla y austera de madera, muy cerca de la vivienda de su inquilino Pedro Gómez y a unas decenas de metros de la cabrería que éste cuidaba en el lugar. Amante apasionado de la naturaleza, de los animales y de las plantas, mi padre gustaba de volver, cuantas veces podía, a las tierras que con tanta dedicación y empeño había trabajado por cuarenta años, a partir de su compra en el año 1939. Así, se escapaba de Santiago, cuyo ambiente le aburría, y ocupaba esta pequeña casa para recorrer con su empleado Gómez, su cabrería, sus colmenas de abejas y los hornos de explotación de carbón en los cerros de su propiedad. Esto ocurría al lado poniente de la quebradilla "Las Ñipas", pequeño afluente del río Codegua que le llegaba por el Sur y muy cerca de éste. Aquí, en los primeros contrafuertes de la precordillera, el terreno agrícola aprovechable era casi inexistente y solo se podía cultivar un pequeño huerto labrado con esfuerzo en la caja del río, repleta de piedras de acarreo fluvial.
En este sencillo croquis, se puede ver la posición relativa de las casas de Pedro Gómez, nuestro cuidador, (Número 1) y de mi padre ( Número 2), el sitio ocupado por los corrales y la cabrería (Número 3) y el sitio exacto donde fueron hallados los primeros artefactos arqueológicos, muy pequeños: dos puntas de proyectil y un raspador. En el sector denominado aquí "plano inclinado" se halla la terraza fluvial bien provista de árboles del tipo esclerófilo, donde posteriormente pudimos ubicar con exactitud el lugar de mayor concentración de artefactos y el campamento antiguo.
Sabiendo de nuestro entrañable gusto por la naturaleza y la vida campesina, mi padre nos facilitaba su casia de madera durante una temporada en los veranos. Así, durante varios años (1977-1984) tuve la oportunidad de llevar a mi familia a veranear al lado del río Codegua. Durante un mes, que se nos hacía siempre corto, disfrutábamos del lugar. Mi padre, eventualmente, nos facilitaba allí caballos para las excursiones. Mi innata inclinación por el estudio de la naturaleza, heredado de mi padre, me llevaba a realizar, con mis pequeños hijos María Cristina y Carlos, largas expediciones a pie por los cerros cercanos, de donde volvíamos con cosecha de moras, flores del campo, ramas de culén o manojos de berros que recogíamos en las aguadas. Ahí les iba dando yo a mis hijos los nombres vernáculos y científicos de arbustos y árboles que poblaban los cerros.
La vegetación natural del sector precordillerano de Chile central.
En el sector había mucha vegetación arbustiva nativa que se arrimaba sobre todo al fondo de la quebrada. En las laderas de los cerros, se podía ver quiscos, puyas, quillayes, espinos, quilo, cardos, palquis, y manchones de quilas, cuyas utilidades o propiedades procuraba yo enseñar a mis hijos. En el capítulo anterior, señalamos nosotros la gran variedad de especies vegetales que poblaban el sector, todas ellas características del matorral de secano del centro de Chile. Una de mis actividades predilectas, durante estas vacaciones, era la colecta de insectos. Premunidos, pues, de redes, frascos ad hoc y "chupete", colectábamos mariposas, abejas silvestres, avispas, coleópteros, chicharras y otros insectos en las corolas de las flores del campo, en el pasto o en las ramas de árboles y arbustos. Centenares de insectos capturados en esos años se hallan hoy en la colección entomológica de mi propiedad. Mis dos hijos, invariablemente, me acompañaban dichosos en tales paseos. ¡Hasta les enseñé a preparar, en un extensor, las mariposas, con sus alitas extendidas!.
He aquí, pues, el trasfondo, el escenario geográfico-ecológico y humano de nuestro hallazgo: realizado gracias a nuestros paseos diarios por los alrededores, tratando de escudriñar la naturaleza y sus secretos.
Anotaciones en mis Diarios de Campo.
Para reproducir con toda fidelidad las circunstancias que rodearon los descubrimientos, nada más oportuno que recurrir a mis notas de campo de aquellas fechas.
Referencias en mis Diarios de Campo de la época 8Vols. XII y XIII).
La primera mención a este tema, que encuentro ojeando mis viejos Diarios de Campo, trae la fecha
19/09/1979.
Dice así: "hallazgo en La Leonera, de 2 puntas de flechas de cuarzo, muy pequeñas, y un raspador. Ubicación (sigue croquis del hallazgo que ocupa casi toda la página. Se reproduce aquí en la Fig. 1 de este capítulo, arriba)." Después del croquis, sigue la siguiente reflexión mía, que copio ad litteram:
"(....) son indicio cierto de presencia de cazadores de la zona. Las flechas son muy pequeñas y fueron utilizadas para aves. Hay [en la zona] muchas tórtolas, perdices, y codornices, turcas, tencas, etc. Pueden ser también agricultores del valle que complementaban su dieta con caza de aves. La presencia de la Quebrada Las Ñipas y su vertiente y del río Codegua, favorecen la presencia de aves en el lugar.
Sospecho que junto a la vertiente "Las Ñipas" debe existir algún posible asentamiento humano o, al menos, signos de campamento. El área jamás ha sido trabajada, sino es en la corta de árboles para obtención de carbón, de lo que hay trazas de unos 5 [hornos] en el área inmediata"-(Diario de Campo Horacio Larrain, tomo XII: 80-81; énfasis nuestro).
Certeros atisbos iniciales.
Tal fue mi primera reacción ante este pequeño hallazgo. Como se puede ver, el atisbo inicial resultó ser de verdad, profético. El único error en nuestra primera percepción fue que no se halló, terminada ya la excavación, evidencia alguna de actividad agrícola; todo apuntaba a la caza-recolección como actividad económica primaria de los antiguos pobladores. Si hubiesen sido agricultores, habrían traído consigo su cerámica; lo que aquí no ocurrió.
Segunda referencia en mis Diarios de Campo.
La segunda referencia, muchísimo más extensa, la encuentro en mi Diario de Campo del día 26 de Febrero de 1980, seis meses después (Vol. XIII: 213-142). Tras los primeros descubrimientos de septiembre del año 1979 que me dieron la primera valiosa pista, en una nueva permanencia en Las Ñipas con mi familia, se sucedieron, uno tras otro, numerosos descubrimientos de lascas o esquirlas (fruto del retoque en la fabricación de artefactos líticos) y de instrumentos varios, muy típicos del cazador-recolector. Fue tal mi entusiasmo por el hallazgo, que me propuse buscar el yacimiento principal, esto es, el campamento mismo de los antiguos moradores. De seguro no estaría muy lejos. Hasta dos veces al día recorrimos incansablemente los alrededores, haciendo numerosos hallazgos Mis dos hijos me acompañaban siempre, en forma entusiasta, colaborando activamente en los hallazgos. Para ellos, era algo nuevo, casi increíble: ser testigos de la presencia, ante sus ojos, de más de 2.500 años de historia!. Al hallar nuevas lascas de obsidiana, estampé en mi Diario el siguiente comentario que habla por sí solo:
"Empezó entonces una búsqueda afanosa con Carlitos, hallando en una hora y media de búsqueda, unos 50 fragmentos de obsidiana, algunos grandes de hasta 4.5 cm de longitud; unos 60 fragmentos de sílex rojo granate, ...; muy pocos de sílex blanco, o casi transparente y muy pocos veteados de tonos rojo y blando. No puedo dudar ya de que dí con un lugar de campamento de indígenas cazadores de pajarillos (por lo pequeño de las puntas [líticas] en general), con fácil acceso al río y con agua de la quebrada "Las Ñipas"..." (Diario H. Larrain, Vol. XIII: 215; énfasis nuestro).
Búsqueda ansiosa de evidencias arqueológicas.
A partir de ese momento, dejé casi de lado la búsqueda de insectos, y todo mi interés se concentró en hallar más evidencias y en circunscribir la zona de los hallazgos arqueológicos, en procura de atinar con el centro del campamento antiguo. Al entomólogo aficionado de los primeros días, sucedió rápidamente el arqueólogo de campo, formado en México.
Al cabo de esos pocos días de frenética búsqueda de evidencias, entre los tres, se pudo obtener un total de 530 lascas, entre obsidiana, sílex blanco y jaspe ( rojo-marrón) y un total de 21 instrumentos o trozos de éstos), entre ellos: puntas de proyectil, raspadores, percutores, bifaces y raederas. (Diario H. Larrain, Vol. XIII: 232). Más abajo, se muestra el dibujo hecho entonces en el Diario de Campo, de las piezas halladas en esta temporada de trabajo.
Recuerdo que buscamos evidencias dejadas por los antiguos cazadores hasta el último momento, antes de partir a Santiago el día 1 de Marzo de 1980, fecha del término de nuestras vacaciones. Nos fuimos felices, seguros de haber hallado la zona de campamento antiguo, atestiguada por el área de máxima concentración de lascas y artefactos (enteros o rotos).
Nuestra propia síntesis en ese momento ( 29/02/1980).
Nada mejor que copiar de nuestro propio Diario de Campo (Vol. XIII: 233-235) las reflexiones que dejé estampadas sobre este descubrimiento
"La impresión del conjunto es que:
a) el sitio fue ocupado solo esporádicamente,
b) por un grupo [humano] muy pequeño (horda), o una sola familia de cazadores,
c) que no conocieron - o emplearon- la cerámica;
d) que no hay trazas de sitios habitacionales aquí, pues las rocas son muy pequeñas y no ofrecen abrigo alguno adecuado;
e) que se dedicaron a fabricar sus instrumentos talleres in situ);
f) que la materia prima pudo provenir del lecho del río Codegua, con excepción de la obsidiana:
g) que los abrigos rocosos de las cercanías podrían dar la clave para buscar los sitios habitacionales;
h) que el instrumental [hallado] revela caza menor, trabajo en cueros y huesos, para extraer la carne y el cuero, cazando en consecuencia roedores, conejos, aves de quebrada ( tórtolas, torcazas, diucas, codornices, perdices y [aves] de río;
i) que la ocupación del yacimiento es probablemente de verano, para aprovechar los frutos del quilo, boldo, peumo, maqui y quiscos (su fruto llamado "copao"), y para la caza de aves y pequeños animales;
j) que la capa ocupacional siendo tan tenue, no revela ocupación periódica por el mismo grupo, sino más bien casual; es por antonomasia un sitio que podríamos definir como campamento esporádico y taller lítico;
El área arqueológica según croquis de la época.
Fig. 2. Se señala aquí el área arqueológica donde se halló la mayor concentración de lascas y artefactos líticos (centro del croquis, lugar de los puntos negros). La vista es una perspectiva tomada de Weste a Este. Esta área corresponde a una pequeña terraza fluvial labrada por la quebrada a lo largo del tiempo, y se halla a los pies de un pequeño cerro que se yergue hacia el Este. Los puntos en negro intenso denotan la presencia de pequeños afloramientos de roca. Del sitio, por efecto de las precipitaciones y pequeños deslizamientos de tierra, fueron cayendo, a lo largo del tiempo, hacia el Norte lascas e instrumentos abandonados, hacia la huella que conduce a los "Corrales de Piedra", razón por la cual los hallamos también allí. (Croquis fechado 28/02/1980; Diario de Campo H. Larrain, Vol. XIII: 220).
Se señala en el croquis, igualmente, la presencia de varios ejemplares de árboles y arbustos de espinos, litres y peumos que ocupan la terraza entre la base del cerro y el borde del estero o quebrada. Allí, en su parte media arriba, se hizo, a manera de prueba, en febrero de 1980 un pequeño sondeo de 20 cm x 20 cm., constatándose la presencia de lascas tanto en superficie como en profundidad. De esta constatación, surgió la idea de poner por obra una excavación metódica, mediante pozos de sondeo de 1m x 1m, labor que hicimos exactamente tres años más tarde.
Los instrumentos mostrados aquí, han sido tomados directamente de los originales de nuestro Diario de Campo (Vol. XIII: 228-231), y son parte de un total de 23 instrumentos y trozos de instrumentos, hallados en el asentamiento de los antiguos cazadores de la quebrada de Las Ñipas, junto al río Codegua. Todos, fueron hallados en superficie, en numerosos recorridos nuestros Salvo el raspador en piedra andesita (Fig. 3), todos los demás son muy pequeños, tal como se puede comprobar por la escala gráfica que se acompaña.
Fig. 3. Raspador hecho en piedra del lugar (¿andesita?).
Fig. 4. Dos pequeñas puntas de proyectil en sílex: arriba, en color blanco; abajo, color marrón.
Fig. 5. Otros artefactos líticos; pequeños raspadores y raederas y fragmentos de puntas de proyectil. Las tres representadas abajo, son en obsidiana volcánica, color negro brillante.
Conclusiones eco-antropológicas.
1. Todos los instrumentos aquí mostrados aparecieron en superficie. En la excavación que se realizó tres años más tarde, en Enero-Febrero 1983 (Vea capítulo anterior de este mismo Blog), se rescató otros materiales tal como consta por el protocolo e Informe enviado al Consejo de Monumentos Nacionales. Se ha de tomar en cuenta que según nos había comunicado Pedro Gómez, el cuidador de mi padre, había llovido bastante fuerte, con muchos relámpagos y truenos, unos cuantos días antes. Esto significó que el suelo había sido lavado y la lluvia había dejado al descubierto no pocos elementos, antes invisibles. En sitios arqueológicos, se suele recomendar el recorrer detenidamente el área, inmediatamente después de las lluvias, pues éstas dejan al descubierto objetos y elementos antes ocultos o semi-enterrados. Lección que aprendiera yo en las ruinas de Teotihuacán, en México, durante mis estudios de arqueología en la década del 60.
2. Salvo el gran raspador en andesita, todos los instrumentos encontrados son muy pequeños. Las puntas de proyectil son aptas para la caza menor: tal vez solamente para aves y roedores. Llama la atención, también la pequeñez de los raspadores y raederas tanto en obsidiana como en sílex y jaspe. Todo estos artefactos son parte del utillaje de caza menor de los cazadores-recolectores.
3. Lascas e instrumentos han sido arrastrados por las lluvias desde la terraza fluvial hacia el camino en forma natural. Su posición actual es un indicio importante para ubicar la localización del campamento mayor.
4. Con este capítulo del Blog, se da término al examen de este sitio arqueológico. Los tres capítulos que hemos dedicado a este lugar arqueológico, forman una unidad indisoluble. Luego de las excavaciones practicadas en enero-febrero del año 1983, no volvimos nunca más al lugar, pues la propiedad de mi padre, lamentablemente, se vendió muy poco después. No puedo negar, al rememorar hoy estos hechos del pasado, la intensa nostalgia que hoy me embarga al escribir estas líneas.
ResponderEliminarNos escribe el arqueólogo Ruben Stehberg Landsberger del Museo Nacional de Historia Natural al recibir noticia de estos capítulos del Blog:
"Grande Horacio!!! Muchísimas gracias por estos valiosos informes, en una zona de Chile poco estudiada.
Saludos,
Rubén
Estimado amigo: Agradezco tu valioso comentario. He creído necesario que esa experiencia del hallazgo de un campamento de cazadores-recolectores en la quebrada de Las Ñipas, La Leonera, entre 1979 y 1983, no se pierda para la ciencia. Una dolorosa situación familiar me impidió, en esos momentos, publicar este descubrimiento en alguna revista especializada del área de Arqueología. No se dieron entonces las condiciones y poco después, partí al Norte del país en forma definitiva (1984). Siempre pensé, sin embargo, que no podía dejar ese descubrimiento "en el canasto de la basura", razón por la cual hoy gustosamente lo doy a conocer. Mi ética profesional me lo exigía. Creo haber cumplido ,con mi deber como investigador. Ojalá estos informes sean de utilidad para otros investigadores de la zona de Rancagua-Graneros.
ResponderEliminarHoracio Larrain
Me escribe mi querida hermana Carolina, testigo de La Leonera y la casita del papá en Las Ñipas:
ResponderEliminarHoracio:
¡Qué interesante! He leído todo lo que has escrito (hasta ayer!) sobre el encuentro de antiguos rastros de habitantes en La Leonera y alrededores. He visto tus mapas y me ha emocionado ver numerados para su ubicación la casa (del "paraderito", como le llamaba el papá), la casa de Pedro y la cabrería. A mí me encantaba esa casa, tan sencilla, pero -al mismo tiempo- tan llena de encanto por el paisaje agreste que la rodeaba. El bosque y el río, junto a las quebradas y el cerro, parecía una casita encantada "in the middle of nowhere", como dirían los gringos. Mi hijo Patricio fue una vez con varios compañeros del colegio en un fin de semana largo. El papá, tan generoso como siempre, se la prestó, para gran espanto de la mamá. Puros cabros chicos, decía ella, van a arruinar la casa! Pero, total, tú conocías al papá, él terminaba haciendo lo que quería y a la mamá, en el fondo, no le importaba nada esa casa en el medio del cerro. Nunca quería ir, salvo en una oportunidad cuando le celebraron los 60? años de matrimonio, con una misa en la casa de piedra de los Jesuitas celebraba por Poncho Vergara, y un almuerzo campestre en el paraderito, a cargo de Pedro Gómez y Sra.. A la mamá no le quedó otra que ir, a pesar de toda la resistencia que opuso al proyecto.
Un gran abrazo y felicitaciones,
Tengo que irme. Después te hago más comentario.
Tu hermana
Nina
Muy querida Nina.
ResponderEliminarMucho te agradezco tu emotivo comentario a estos recuerdos de La Leonera. Fueron para nosotros, lo mismo que para tí y los tuyos, vivencias maravillosas: el contacto con la naturaleza virgen, el río y sus cascadas, los "Corrales de Piedra", El potrero del "Peumal", "Las Marcas", "La Melchora", y los paseos a caballo... En fin, cuántos recuerdos de nuestros padres en tiempos idos, que han dejado una huella maravillosa en nuestro carácter y modo de ser. De eso estoy seguro.
Un abrazo apretado, tu hermano,
Horacio