Fig. 1. El desconocido "cementerio peruano" del Mineral de plata de Huantajaya, junto a la localidad de Alto Hospicio, a unos 15 km al oeste de la ciudad de Iquique. en el extremo norte de Chile. Hace algunos años, al estudiar in situ este antiguo mineral de plata de época colonial, con nuestro ex alumno el arqueólogo Víctor Bugueño García, pudimos re-encontrar este cementerio, tras una fatigosa pesquisa, del cual casi nada era visible a simple vista: ni cruces, ni túmulos, ni menos aún los típicos ruedos en cuadro, hermosas protecciones hechas con tablas labradas en pino oregón. Nada subsistía, al parecer. Bases cortadas a ras de piso de postes, relicarios o cruces, pálidas señas de un aplanado artificial y de un muro de circunvalación en cuadro, nos dieron la pista para reconocer, sin género de duda, la planta del antiguo cementerio. William Bollaert, el químico inglés que trabajara en este mineral a su llegada de Inglaterra en el año 1925, en su grabado publicado en su obra del año 1860 (obra de su amigo George Smith), había dejado entrever vagamente su ubicación, en la parte baja del poblado minero, y al oriente del mismo. Esa pista nos guió finalmente hasta dar con él.
1 de Noviembre, día de "Todos los Santos": una romería al pasado de Alto Hospicio.
Ayer, 1 de Noviembre de 2013, día que que la comunidad normalmente visita los cementerios y recuerda a sus deudos ya idos, tuvimos el grato honor de ser invitados, por parte del "Programa Cultura local del Consejo Regional de la Cultura y las Artes de Tarapacá" y el "Departamento de Fomento Productivo, Turismo y Patrimonio" de la Municipalidad de Alto Hospicio, a tomar parte en una romería y Acto de homenaje a los ignorados sepulcros de los antiguos mineros y familiares, sepultados en el antiguo cementerio peruano y en el más reciente, chileno, ambos en las proximidades del mineral antiguo de plata de Huantajaya. El Acto contó con el apoyo táctico de varios buses de la Municipalidad de Alto Hospicio, que trajeron a unas ochenta o cien personas al Acto.
El público y las bandas de música.
Dos bandas musicales amenizaron el Acto religioso del responso fúnebre: una banda de laquitas y otra de bronces, que tras la ceremonia religiosa del responso a las ánimas de los muchos trabajadores desconocidos aquí enterrados, interpretaron sendos cantos fúnebres, que resonaron lúgubres y solemnes, al son de lacas, trompetas y bombos, en estas resecas y apartadas soledades pampinas. Toda la ceremonia revistió una gran solemnidad, silencio y profundo respeto. Algunos adultos, venían vestidos a la usanza de la época (comienzos del 1900) algunas damas, de luto riguroso. Después de hablar una de las encargadas de la "Brigada de Patrimonio Regional", se nos pidió tomar la palabra. Aludimos a la larga historia del Mineral, a los miles de obreros casi todos indígenas, que aquí trabajaron, sufrieron y murieron, a la riqueza extraída y al sufrimiento del pueblo trabajador, al respeto que merecen sus cuerpos momificados, aquí presentes. También se nos pidió rezar por las almas de estos difuntos, todos ellos cristianos y bautizados, que seguramente gozan ya de la vista de Dios.
Fig. 2. La banda de Bronces formada por jóvenes músicos de Alto Hospicio, contratada para el Acto. (Foto H. Larrain).
El público y las bandas de música.
Dos bandas musicales amenizaron el Acto religioso del responso fúnebre: una banda de laquitas y otra de bronces, que tras la ceremonia religiosa del responso a las ánimas de los muchos trabajadores desconocidos aquí enterrados, interpretaron sendos cantos fúnebres, que resonaron lúgubres y solemnes, al son de lacas, trompetas y bombos, en estas resecas y apartadas soledades pampinas. Toda la ceremonia revistió una gran solemnidad, silencio y profundo respeto. Algunos adultos, venían vestidos a la usanza de la época (comienzos del 1900) algunas damas, de luto riguroso. Después de hablar una de las encargadas de la "Brigada de Patrimonio Regional", se nos pidió tomar la palabra. Aludimos a la larga historia del Mineral, a los miles de obreros casi todos indígenas, que aquí trabajaron, sufrieron y murieron, a la riqueza extraída y al sufrimiento del pueblo trabajador, al respeto que merecen sus cuerpos momificados, aquí presentes. También se nos pidió rezar por las almas de estos difuntos, todos ellos cristianos y bautizados, que seguramente gozan ya de la vista de Dios.
Fig. 2. La banda de Bronces formada por jóvenes músicos de Alto Hospicio, contratada para el Acto. (Foto H. Larrain).
Fig. 3. Parte de la concurrencia al Acto conmemorativo. (Foto H. Larrain).
Fig. 4. La Banda de Bronces en plena ejecución, frente al cementerio peruano antiguo. (Foto H. Larrain).
Fig. 5. Depositando una ofrenda floral, en este caso una de las coronas de hojalata pintadas, confeccionadas para el efecto por la Brigada de Patrimonio (Foto H. Larrain).
Fig. 6. Participantes de la Brigada del Patrimonio, autoras de las hermosas coronas de hojalata y papel coloreado con las cuales vestirán hoy a cada una de las tumbas. (Foto H. Larrain).
Fig. 7. Escuchando respetuosamente el responso fúnebre pronunciado por el sacerdote, Vicario del Obispado de Iquique, Pbro. Guillermo Gajardo. (Foto H. Larrain).
Fig. 8. El conjunto de Laquitas ejecutando una melodía fúnebre. A la derecha, una pareja de visitantes, madre e hijo, vestidos de luto, a la usanza antigua. (Foto H. Larrain).
Fig. 9. A su llegada, los buses municipales que traían a los peregrinos. (Foto H. Larrain)
Fig. 10. La multitud y los brigadistas recorren el cementerio para engalanar, una a una, las tumbas aún reconocibles de este Camposanto. (Foto H. Larrain).
Fig. 11. Le gente empieza a hacer abandono del lugar. Las llamativas coronas quedan prendidas a las pocas cruces aún en pie. Ojalá se las respete por largo tiempo. (Foto H. Larrain).
Fig. 10. El cementerio cual lucía, minutos antes de ser engalanado. Quedará nuevamente desierto y solitario, a la espera, tal vez, de un nuevo día de Difuntos.
"Dios mío, Dios, mío: ¡qué solos se quedan los muertos"!.
Dolientes cementerios pampinos que el tiempo, la dejación humana y el olvido estaban a punto de ocultar para siempre entre las invasoras arenas del desierto. Muchas de sus antiguas cruces, hechas otrora en tablas de pino oregón, faltan ya, fueron robadas o yacían destrozadas en el suelo. Ya no quedan a la vista ni rótulos ni lápidas; sus nombres se los llevó el viento, el vandalismo o el efecto demoledor de la camanchaca nocturna que literalmente borró sus nombres de los maderos antiguos donde estaba inscritos. Del cementerio chileno, que igualmente hemos visitado en esta romería (donde hay cuerpos sepultados entre los años 1880 y 1930, aproximadamente), solo pudimos rescatar, en 1993, una sola lápida, hecha en un frágil material calizo blanco, semejante al mármol, que recuerda el nombre de doña Dolores O. de Campos, fallecida a los 51 años, el año 1900 (Vea en este mismo Blog nuestra etiqueta "Huantajaya" y el capítulo que lleva por título: "Cementerio colonial de Huantajaya: Visitas efectuadas en 1993/1994"; allí se puede ver la foto y descifrar la leyenda de la única lápida sepulcral que se ha podido salvar del olvido).
Rescatando el pasado y haciendo conciencia patrimonial.
La idea de hacer revivir este pasado glorioso del Mineral, de rescatar para la cultura nortina este lugar, otrora orgullo del patrimonio económico regional, reconquistando un espacio histórico-cultural perdido o ignorado de la Comuna, surgió hace algún tiempo en las mentes de Ignelia Patricia Fuentes, funcionaria de Turismo de la Municipalidad de Alto Hospicio y del arqueólogo iquiqueño Víctor Bugueño García, experto en arqueología colonial. Un sitio como Huantajaya, insigne joya minera del pasado colonial, no podía simplemente sucumbir al paso arrollador de la motoniveladora o del cargador frontal.
Mineros ávidos de lucro fácil y rápido se habían apropiado, desde fines del siglo XX, de este lugar histórico, cuyo repositorio documental archivístico entre los siglos XVI y XIX es mucho más rico y potente que el del propio Iquique o de Tarapacá, el asiento y capital antigua del Corregimiento español. En la década de los 90 del pasado siglo, compañías mineras extranjeras y / o nacionales habían literalmente masacrado la superficie de los cerros, arañándolo y descuartizándolo, dejándolo "herido de muerte", con maquinaria pesada, quedando convertido en un nuevo y fatídico campo minado, destruyendo de este modo gran parte de las evidencias superficiales del antiguo poblado minero, su asentamiento, su iglesia, sus calles y sus antiguos cementerios de época colonial. So pretexto de "explotación minera" y bajo el amparo de una Ley Minera permisiva, (que aún nos aflige), se quiso arrasar con el pasado, sus evidencias culturales y su magnífica historia de más de 500 años.
¿Hay responsables del abandono patrimonial de Huantajaya?
¿Hasta qué punto las autoridades, los historiadores y arqueólogos que nos precedieron fueron los responsables de haber abandonado Huantajaya a su suerte, entregándolo sin resistencia a la codicia minera, dejando este tesoro colonial en manos de SERNAGEOMIN y sus decisiones unilaterales, estrictamente económicas?. ¿No supieron (¿o no pudieron?) ellos levantar a tiempo su voz de protesta, o, equivocadamente - como se sospecha- juzgaron que nada de lo que allí aún subsistía, merecía ser conservado y protegido para la posteridad, como rica herencia de un pasado glorioso?. ¿Descuido, negligencia ograve responsabilidad?. Un día, qué duda cabe, la historia dará su veredicto. Y tal vez, caerán cabezas. Porque es evidente que aquí faltó decisión y valentía por parte de aquellos que conocían perfectamente de su rica historia, que se remonta claramente hasta el pasado incaico, y de la actividad extractiva minera de las primeras encomiendas de la zona en el siglo XVI. También, de su riquísima historia documental. aún oculta en archivos españoles. Historia y documentación que habían parcialmente estudiado y analizado, sin embargo, en sendos y doctos artículos de investigación.
Fig. 10. Poco o nada queda a la vista del antiguo Cementerio peruano del Mineral de Huantajaya. El tiempo y las acciones vandálicas, dieron cuenta de todo. Por fortuna, existe en el archivo episcopal de Iquique un documento inédito que nos entrega un recuento exacto de todos los difuntos ahí inhumados, con indicación de nombres, sexo y edad, y que fueron enterrados en este camposanto entre los años 1820 y 1880, aproximadamente. Documento histórico de altísimo valor que urge estudiar y analizar para comprender mejor quiénes eran los operarios de la Mina por esos años y de qué lugares procedían. (Foto H. Larrain).
Fig. 11. En el borde mismo del antiguo camposanto peruano, el sacerdote oficiante reza el responso por el descanso eterno de las almas de todos los cristianos aquí enterrados. La concurrencia observa y sigue el ritual en el más profundo silencio. (Foto H. Larrain).
Fig. 12. Así lucía, en Enero de 1994, hace casi veinte años, este abandonado cementerio chileno del Mineral de Huantajaya, cuando lo visitamos con el obispo de Iquique, Monseñor Enrique Troncoso (en la foto). Ni una raída corona, ni una sola descolorida guirnalda. ¡Nada, excepto unas cuantas cruces mal paradas!. Vista de S. a N. (Foto H. Larrain).
Fig. 13. En el cementerio peruano. Responso fúnebre pronunciado por el Vicario de la Diócesis de Iquique, Presbítero Guillermo Gajardo, revestido de estola morada, acompañado del joven arqueólogo Víctor Bugueño y el poeta iquiqueño, Guillermo Ross Murray que oficia de sacristán. (Foto H. Larrain).
Nuestros primeros contactos con Huantajaya .
Cuando a partir del año 1993, a nuestra llegada a esta Región, hicimos las primeras diligencias sobre el paradero de Huantajaya, visitamos el lugar, aún palpitante entre sus ruinas, y examinamos sus antiguos basurales, auténticos repositorios de bienes culturales del pasado colonial y republicano. Desde entonces, alertamos a nuestros alumnos de sociología y arqueología y a la Universidad sobre el valor incalculable de este centro minero antiguo, sus numerosos piques y socavones y sus antiguos emplazamientos aún perceptibles. Y nos dimos muy pronto cuenta que el lugar debía ser protegido por Ley de Monumentos Nacionales 17.288, a pesar del despojo y destrucción operado, durante décadas, a manos de mineros inescrupulosos y voraces huaqueros. Estos últimos, se ensañaron de manera cruel con los basurales más antiguos, hurgando entre ellos, con pico y pala, (tal como lo han hecho y siguen haciendo en los basuras de las antiguas Oficinas Salitreras), para extraer unos cuantos bagatelas del pasado (botellas, canecos, zapatos viejos, naipes, objetos de cuero o hierro) que vendían (y aún venden) a buen precio en la calle Tarapacá o en el Paseo Baquedano. Personalmente, rescatamos de esta desenfrenada codicia huaquera muchos objetos abandonados por ellos a la vista, como inservibles para ellos, los que esperamos dejar muy pronto en manos de algún Museo (ojalá en la zona misma), para su futuro estudio, protección y cuidado, para el fomento del respeto al patrimonio regional y para la formación de futuras generaciones de hospicianos más conscientes, amantes y responsables de su pasado y su valía.
¿Quiénes yacen enterrados (y seguramente momificados) bajo los costrones de sal de Huantajaya?.
No ciertamente los dueños de estacas mineras, los ricos mineros de Tarapacá Pica o tal vez Huatacondo, que yacen sepultados en las criptas de las iglesias de Tarapacá , Camiña o Pica. Aquí no encontraremos a los De la Fuente, los Loayza o los Morales. Los que aquí yacen, eran sus obreros, pallaqueros o empleados subalternos que aquí vivían, sufrían y aquí morían. Sólo ellos. Los patrones controlaban desde lejos sus pertenencias mineras viviendo cómodamente en su solares coloniales. Aquí venían los operarios indígenas, forzados por la m´ita minera a realizar sus tandas o turnos, que duraban años. Aquí recordaban con nostalgia a sus familias o sus parientes que quedaron en sus pueblos a cargo de la familia, del ganado y de las chacras. Sabemos por los datos que nos ofrecen algunos documentos tempranos cuánto ganaban según el oficio que realizaban en el Mineral. Sabemos, también, que habían obreros negros, mulatos y zambos y en su mayor parte , eran indígenas de ancestro aymara, quechua o puquina, que eran obligados a cumplir la m´ita minera. Estos son los cuerpos que tal vez un día serán estudiados para conocer su ADN y su origen étnico y racial. El historiador chileno Sergio Villalobos ha publicado un excelente artículo sobre las características de esta m´ita, sus operarios y sus pueblos de origen. ( Vea su artículo denominado: "La Mita de Tarapacá en el siglo XVIII", Revista Norte Grande, Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Vol. I, Nº 3-4, 1975: 301-312).
El pasado colonial de Huantajaya en una apretada síntesis.
No es del caso hoy traer a la memoria del lector la asombrosa riqueza de este mineral de plata, que asombró a cronistas y escritores coloniales los que motejaron el lugar como el "segundo Potosí de América". Tanta fue la fama de su riqueza. Desde Pedro Pizarro y Cieza de León, hasta Cosme Bueno y Alcedo y Herrera; desde El Virrey Toledo (hacia 1580) hasta don Pedro de Ureta y Peralta a fines del siglo XVIII; desde don Francisco Xavier de Mendizábal que nos regalara un maravilloso grabado a color que muestra el poblado colonial y sus dependencias y construcciones. (1804) hasta el químico inglés William Bollaert, (1856, 1860). Sobre lo que estos autores nos han transmitido de Huantajaya y sus riquezas, hemos escrito más de diez capítulos en este mismo Blog (bajo las etiquetas "Huantajaya", Mineros de Tarapacá", "Minería colonial", Antonio O´Brien, Pedro Ureta y Peralta, "Minería de la plata", "Francisco Javier de Mendizábal", etc.) .
Y quedaron, reluciendo al intenso sol de la pampa , las nuevas coronas en recuerdo y evocación cariñosa.
Y al dejar hoy con pena estos camposantos de otrora, silentes y desiertos, cubiertos de arena y de polvo, aunque engalanados hoy con las relucientes coronas de hojalata y de papel hechas con cariño por los miembros de la Brigada de Patrimonio Cultural de la Municipalidad de Alto Hospicio, nos atrevemos a musitar, respetuosa y quedamente, aquella estrofa magistral del gran poeta que fue Gustavo Adolfo Bécquer (Rima LXXIII):
¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es vil materia,
podredumbre y cieno?.
No sé; pero hay algo
que explicar no puedo,
que al par nos infunde
repugnancia y duelo,
al dejar tan tristes,
tan solos los muertos!.
Dios mío, Dios mío, ¡qué solos se quedan los muertos!.
No es del caso hoy traer a la memoria del lector la asombrosa riqueza de este mineral de plata, que asombró a cronistas y escritores coloniales los que motejaron el lugar como el "segundo Potosí de América". Tanta fue la fama de su riqueza. Desde Pedro Pizarro y Cieza de León, hasta Cosme Bueno y Alcedo y Herrera; desde El Virrey Toledo (hacia 1580) hasta don Pedro de Ureta y Peralta a fines del siglo XVIII; desde don Francisco Xavier de Mendizábal que nos regalara un maravilloso grabado a color que muestra el poblado colonial y sus dependencias y construcciones. (1804) hasta el químico inglés William Bollaert, (1856, 1860). Sobre lo que estos autores nos han transmitido de Huantajaya y sus riquezas, hemos escrito más de diez capítulos en este mismo Blog (bajo las etiquetas "Huantajaya", Mineros de Tarapacá", "Minería colonial", Antonio O´Brien, Pedro Ureta y Peralta, "Minería de la plata", "Francisco Javier de Mendizábal", etc.) .
Y quedaron, reluciendo al intenso sol de la pampa , las nuevas coronas en recuerdo y evocación cariñosa.
Y al dejar hoy con pena estos camposantos de otrora, silentes y desiertos, cubiertos de arena y de polvo, aunque engalanados hoy con las relucientes coronas de hojalata y de papel hechas con cariño por los miembros de la Brigada de Patrimonio Cultural de la Municipalidad de Alto Hospicio, nos atrevemos a musitar, respetuosa y quedamente, aquella estrofa magistral del gran poeta que fue Gustavo Adolfo Bécquer (Rima LXXIII):
¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es vil materia,
podredumbre y cieno?.
No sé; pero hay algo
que explicar no puedo,
que al par nos infunde
repugnancia y duelo,
al dejar tan tristes,
tan solos los muertos!.
Dios mío, Dios mío, ¡qué solos se quedan los muertos!.
Este sentido homenaje busca dejar constancia y testimonio de la existencia de estos lugares patrimoniales, los cementerios pampinos, que no debemos olvidar por ser ellos parte vital de nuestra historia viva, tanto o mucho más que los campos de batalla de una guerra fratricida. Porque aquí, en este mineral de plata de Huantajaya, miles de hombres, mujeres y niños, trabajaron, sufrieron durante siglos y, finalmente, ofrendaron sus vidas por obtener para sus patrones: los ricos mineros de Tarapacá o Pica: los Loayza, los De la Fuente, los Morales, el mineral codiciado que iría a llenar sus bolsillos y las arcas fiscales españolas para cubrir los gastos de sus guerras y rencillas europeas.
Historia viva, escrita con sangre.
Historia viva, escrita con sangre, sudor y lágrimas, en este desierto de Atacama, a lo largo de cinco siglos. Historia que no debe morir y que estos Camposantos y sus restos benditos, rememorados y homenajeados hoy, festividad de "Todos los Santos", nos ayuden a mantener vivo el aprecio y admiración por la gestas de nuestros antepasados "ad perpetuam rei memoriam" ("para recuerdo eterno de este acontecimiento").
Historia viva, escrita con sangre.
Historia viva, escrita con sangre, sudor y lágrimas, en este desierto de Atacama, a lo largo de cinco siglos. Historia que no debe morir y que estos Camposantos y sus restos benditos, rememorados y homenajeados hoy, festividad de "Todos los Santos", nos ayuden a mantener vivo el aprecio y admiración por la gestas de nuestros antepasados "ad perpetuam rei memoriam" ("para recuerdo eterno de este acontecimiento").
Querido Horacio, he leido tu entrada sobre los cementerios abandonados cercanos a Alto Hospicio ¡me ha encantado! y además me parece precioso todo el trabajo de recuperación y respeto por el pasado y los antepasados.
ResponderEliminarSaludos a Víctor, vemos que sigue progresando mucho
Un abrazo cariñoso de parte de toda la familia
Beatriz
Muy querida Beatriz:
ResponderEliminarMucho nos halaga tu saludo y felicitación, viniendo desde la querida España, atravesando la inmensidad del Atlántico. Tendré el inmenso placer de mostrarte ese lugar y departir contigo cuando nos vengas a ver en Enero próximo, como prometes. En realidad, muy poca gente comprende el valor intrínseco de ,los camposantos salitreros y mineros, la mayor parte de los cuales lucen hoy abandonados a su suerte, Tenemos aquí una ímproba tarea por delante: protegerlos, darlos a conocer y resguardar su valor cultural y patrimonial. Son una muestra fiel de la intensa actividad extractiva realizada aquí en la región de Tarapacá durante la época colonial y republicana. Centenares de Oficinas Salitreras y explotaciones de bórax, plata y cobre yacen hoy abandonadas a su suerte, luego de su cruel desmantelamiento y posterior saqueo. ¡Qué olímpico desprecio hemos exhibido por muchos decenios por las obras y estructuras del pasado!.
Ha llegado la hora ya de reflexionar sobre su altísimo valor patrimonial y educativo para las nuevas y jóvenes generaciones.
Recibe un caluroso abrazo de tu amigo chileno,
Dr. Horacio larrain
Saludos, ultimamente me he informado mucho con su blog, el cual ahora veo se mantiene actualizado, lo cual agradezco. Los temas que trata me son de gran interès, reitero mi agradecimiento y lo felicito por la dedicaciòn y el esfuerzo puesto en informarnos.
ResponderEliminarEste es el cem chino??
ResponderEliminarEstimado Enzo: Me preguntas por el "cementerio chino" de Huantajaya. Siento mucho contrariarte, pero, a la verdad, no hay tal "cementerio chino". Se trata de un cementerio colonial formado por los operarios indígenas aymaras o quechuas de las quebradas tarapaqueñas que acudían al mineral a aportar su fuerza laboral, obligados por el sistema de la "mita". Este sistema, heredado de los tiempos incaicos, consistía en el reclutamiento forzado de trabajadores de las zonas cercanas, y era impuesto como fuerza laboral en las explotaciones mineras y en las construcciones de caminos y edificios públicos. La llegada de operarios chinos al litoral tarapaqueño, en época peruana, se verifica tan solo a partir de los años 1850-60 en adelante, y preferentemente para las explotaciones de guano fósil de las aves marinas (covaderas de guano) en el litoral. Por tanto, denominar "chinos" a estos obreros del pasado colonial es un grave error histórico. Los obreros chinos de las covaderas peruanas fueron liberados por el general Patricio Lynch, al comienzo de la guerra del Pacífico, y no pocos se enrolaron en el ejército chileno.
ResponderEliminarAtentamente,
Dr. Horacio Larrain (Ph.D.)