Ha sido nuestra constante inquietud, como algo inherente y propio de nuestro enfoque eco-antropológico de la Antropología cultural, el investigar sobre las antiguas fuentes de agua en el desierto y su uso por las comunidades humanas. ¿De dónde y cómo se las arreglaban los antiguos caminantes para abastecerse de agua en el cruce del desierto más árido de la tierra?. Era un enigma que había que resolver si se quería sobrevivir y, mucho más, si se quería cruzar, en interminables días de travesía, una extensa zona desértica, despoblada y aparentemente carente de recursos.
Fig. 1. En el lecho seco actual de la quebrada de Sipuca (Coordenadas UTM 486183 E y 7654322 N) , al Norte del río Loa, los antiguos caminantes supieron aprovechar el agua de los torrentosos aluviones (huaycos) para hacer pozos y así poder conservar, por espacio de varios meses, el agua fresca tanto para su propio uso como para bebida de sus animales de carga. (Foto H. Larrain, 20/10/2013, tomada de Este a Weste).
En pos del agua escasa.
En este capítulo del Blog exploramos este tema, de vital importancia para el habitante del desierto: la búsqueda de agua para beber. Aquí, aprovechando el hallazgo fortuito de un pozo, aprovecharemos para reflexionar sobre las maneras cómo los antiguos habitantes del desierto discurrían a fin de obtener el agua mezquina o esquiva, desde el subsuelo de sus quebradas.
Las quebradas secas y los cursos esporádicos de agua.
Los geógrafos físicos y geomorfólogos distinguen alrededor 25 quebradas, de diversa potencia y tamaño, que desde la cadena montañosa de Los Andes caen a la gran depresión intermedia o "pampa del Tamarugal" (Börgel, 1975). La mayor parte de éstas, están siempre generalmente secas a lo largo de todo el año y sólo muy rara vez transportan agua, y tan sólo con motivo de la esporádica aparición de potentes "inviernos altiplánicos", en años de inusitada pluviosidad en la altiplanicie andina. Es lo que ocurrió recientemente en el año 2012. Al decir de los habitantes de las quebradas, en ese año 2012 ocurrió uno de los más potentes aluviones de que se tuviera noticia en los últimos cincuenta o sesenta años
Algunos indicios, sin embargo, nos hacen sospechar que este reciente aluvión sería el más grande recordado desde aquellos ocurridos en el año del fortísimo "Fenómeno del Niño", en el verano del año 1925, esto es hace casi noventa años.
Fig. 2. El lecho seco de la quebrada de Maní. Como se observa, la colada de barro, que se distingue por el reticulado arcilloso impreso en el piso, fue arrastrada por la embestida inicial del aluvión, y llegó a cubrir todo el lecho de la quebrada, hasta alcanzar a las bases mismas de las antiguas viviendas, hoy en ruinas (costado Norte de la quebrada). (Foto H. Larrain, octubre 2013.)
¿Cómo podríamos saber que el último aluvión ha sido de los más intensos de la historia reciente?
Primer argumento: la existencia de chasquihuasis o tambillos del Inca destruidos por el aluvión.
¿Qué argumentos de peso tenemos en tal sentido?. En nuestra opinión, hay por lo menos dos. 1) El primero, muy concreto y elocuente, es la reciente destrucción operada, en el lecho de la quebrada de Chacarilla, del tambillo o chasquihuasi del "Camino del Inca" que allí existía en el costado sur de dicha quebrada y que fue literalmente arrasado y borrado por el último aluvión (meses de febrero-marzo 2012). Hoy se observa en dicho lugar solo un montón informe de grandes bolones de río, sin rastro alguno de construcción o muro. Este chasquihuasi pudo mantenerse incólume e intacto desde los tiempos del Inca, por hallarse varios metros por sobre el lecho mismo de la quebrada. La información acerca de su existencia, hasta tiempos muy recientes (2011), nos fue suministrada por nuestro colega el arqueólogo y artista Luis Briones Morales, experto conocedor del área tarapaqueña y su arte rupestre, de la veracidad de cuyo testimonio no dudamos. Por desgracia para la ciencia arqueológica, este precioso testigo del paso del Inca por Tarapacá, desapareció para siempre. Si contuvo -como suponemos al igual que otros tambillos- restos culturales o cerámicos, éstos deben yacer hoy, algunos metros bajo tierra, sepultados por toneladas de barro y limo arrastradas por los aluviones.
Segundo argumento: el alcance de las avenidas de agua.
2) El segundo argumento deriva del alcance real alcanzado en la pampa por las coladas de barros y limos, arrastrados por este último gigantesco aluvión hasta alcanzar la carretera panamericana N-S actual (Ruta 5), invadiendo y cegando un antiguo pozo salitrero en el sector del Pozo Londres (Salar de Pintados, frente a Estación Pintados) y amenazando seriamente la población actual y los cultivos agrícolas y hortícolas de Colonia Pintados. Este mismo aluvión causó destrozos de gran consideración en las quebradas de Camiña, Aroma, Tarapacá, Quipisca, Quisma (Matilla), y Huatacondo, y sería, según las personas mayores de edad el más devastador y potente conservado en la memoria de esta generación. Esta memoria histórica no es, sin embargo, de muy larga duración, y rara vez logra sobrepasar los 100 años; esto es, no suele superar la barrera de las cuatro generaciones de transmisión oral ininterrumpida de padres a hijos. En viajes recientes, hemos podido comprobar cómo el primer embate del aluvión del año 2012 -generalmente el más terrible y devastador- cubrió zonas amplias de quebradas y, en algunas más pequeñas, bajó en forma impetuosa, compacta, cubriendo todo el fondo del lecho de la misma, de lado a lado, borrando en consecuencia todo rasgo de vida cultural anterior. Lo hemos detectado en la quebrada de Maní y en las de Piscala y Sipuca y otras más, al sur de Huatacondo. Ellas, aunque corren profundamente encajonadas, muestran un magro desarrollo espacial que alcanza apenas los 200 m. de ancho.
En las imágenes que siguen, analizaremos este tema tratando de examinar cómo se han ingeniado los antiguos pobladores para obtener y retener el agua para su propio consumo y el de sus animales.
Estas imágenes fueron captadas por nosotros recientemente en la quebrada de Sipuca, con motivo de nuestras investigaciones sobre el trazado del Camino del Inca. Esta quebrada, totalmente seca hoy, es una de las más australes entre las que derraman sus aguas en la depresión intermedia o Pampa del Tamarugal. Casi exactamente en el medio de la quebrada, en un paisaje desolador, absolutamente estéril, descubrimos gracias a nuestro cartógrafo, este pozo, quien lo creyera, investigando a través del Google Earth,.como un posible recinto antiguo, en el piso de la quebrada Llegar a este punto, maniobrando peligrosamente el vehículo por entre el cauce pedregoso del lecho seco, fue toda una proeza de nuestro conductor. La antigua huella de vehículos existente, fue totalmente borrada por el último aluvión. Reconocer el resto de la quebrada, aguas arriba, sólo resulta hoy posible realizar a pie, en fatigosas y extenuantes caminatas.
Fig. 3. El pozo practicado en el piso de la quebrada mide exactamente 4.40 m de largo por un ancho de 2,60 m. Su profundidad actual es de 1,50 m. pero sin duda fue más hondo, ya que su fondo se halla hoy cubierto por numerosas capas de fino limo, procedente de las turbias aguas del aluvión. Sus muros fueron excavados a través del material de arrastre aluvional del cauce (arenas y arcillas) y, en su parte superior, se puede ver en nuestras figuras hiladas de "ladrillos" o "adobes" cortados del mismo material, a fin de darle más altura. Los imponentes muros de roca viva de la quebrada se alzan a unos 60-80 metros por sobre el lecho seco, testigos de un antiguo labrado, seguramente de hace más de 200.000 ó 300.000 años.
Fig. 4. En el muro opuesto a la regla gráfica, y a los pies del observador, se observa el hábil dispositivo empleado por sus constructores, para recoger y hacer penetrar, desde el exterior, el agua del aluvión al fondo del pozo para llenarlo. El pozo muestra señas de haber sido usado por arrieros con anterioridad al evento del último aluvión y fue protegido por un muro de tierra alzada, evitándose así que se cegara y colmatara.
Fig. 5. Fíjese en la sección de ingreso del agua de aluvión a pozo, donde se halla nuestra pequeña regla de 15 cm de largo. Por medio de piedras planas dispuestas en cuadro, se confeccionó hábilmente una abertura de acceso del agua, la que podía ser tapada a discreción cuando se necesitara.
Fig.6. La abertura o "boca" para el ingreso del agua de aluvión, en el proceso del llenado del pozo.
Fig. 6. Las foto permite observar las hiladas de "adobones" superpuestos, cortados de las capas de lodo de procesos aluvionales anteriores. Atrás, una gran roca solitaria, cual "piedra cansada", seguramente desprendida hace mucho tiempo del acantilado próximo, quedó aquí hundida en el fango de una antigua colada. Esta sección inferior de la quebrada, como lo ilustra la fotografía, es absolutamente estéril y carente de toda vegetación.
Fig. 7. El pie del muro del acantilado rocoso, se halla cubierto, en su parte media baja, por el derrubio causado por la erosión eólica y pluvial y allí se han formado pequeños conos de deyección de aspecto triangular, en los puntos de descenso de las aguas de lluvia eventuales.
Fig. 8. El pozo fue construido en la parte más baja del lecho de la quebrada, donde presumiblemente se podría hallar, aún hoy, cavando, agua subterránea a poca profundidad. Sospechamos que el agua pueda estar a menos de 4-5 m de profundidad.
Fig. 9. Las imponentes paredes de aspecto columnar de la quebrada ostentan hoy el labrado y pulido hecho por el agua y el viento a lo largo del tiempo. Estas paredes desnudas pueden relatar, para el que sepa "leerlas", un pasado geológico que se remonta seguramente a muchos milenios.
Fig. 10. El cauce final de la quebrada, reducido a su mínima expresión, dejó a sus costados imponentes masas de arcillas y gravas como testigo de la potencia inicial de la embestida del aluvión. Por el hecho de que éste cubrió, de lado a lado, la pequeña quebrada de Sipuca, cualquier rastro de cultura u ocupación humana que allí hubiere sobrevivido, fue barrido por el aluvión. Si hubo -como sospechamos- algunas rutas antiguas o senderos humanos que conducían aguas arriba, en procura del altiplano, por el lecho seco de este cauce, obviamente no queda hoy rastro alguno y sería bien difícil verificarlo.
Fig. 11. Una verdadera "chimenea" ha quedado abierta en el paredón rocoso por efecto de la caída de un eventual riachuelo, en forma de cascada, desde lo alto.
Nuestro comentario eco-antropológico:
1. Tenemos la vehemente sospecha de que este tipo de pozos, excavados en el lecho seco de quebradas en las cercanías de los chasquihuasis o tambillos, fue el lugar habitual de abastecimiento de agua para los antiguos caminantes o caravaneros que surcaron las rutas o caminos incaicos. Su supervivencia hasta la actualidad, y su sencillo modo de factura, mediante herramientas muy simples, nos habla de una tecnología muy añeja que debió ser ampliamente practicada en esta región desértica. El pozo que hemos hallado en el lecho de la quebrada de Sipuca (ver fotos supra), debió tener, recién excavado, al menos unos 2 metros de profundidad. Pudo llegar a contener varios miles de litros de agua. Pozos semejantes o más hondos, debieron ser algo habitual en estos parajes en la antigüedad.
2. La ubicación de los tambillos o chasquihuasis que hemos reconocido en numerosos tramos del Qhapaqñan inca, sea en el fondo del lecho, en sitios algo levantados, o en el borde mismo de la quebrada, estaría sugiriendo el acceso rápido a fuentes de agua, mediante pozos excavados, semejantes a éste.
3. Algunos de los cronistas, como es el caso de Gerónimo de Bibar, afirman que los conquistadores, en su paso por este despoblado, no solo "limpiaron" las fuentes de agua, sino que las "abrieron", aludiendo con ello evidentemente a una excavación o profundización de pozos preexistentes. Es evidente que estos recintos donde debían permanecer alertas los chasquis mensajeros del Inca, tenían que poseer fuentes de agua próximas, y cuanto más próximas, tanto mejor.
4. Citas textuales de cronistas que viene a nuestro propósito. Dice, por ejemplo, Garcilaso de la Vega: "hay por el camino
algunos manaderos de agua que no corre...". También señala: Y como los delanteros iban limpiando los
pozos,
acudía más agua,que
los pozos o fuentes que por él había de donde bebían los caminantes, por no
haberse usado en tanto tiempo, estaba ciegos, con el arena que el viento les
echaba encima...".
Y Gerónimo de Bibar agrega: "en estos caminos hay, porque en el compás que hay fuera de los valles no hay sino unos jagüeyes que son como unos pozuelos o charcos. En estos pozuelos de agua no hay tanta que treinta hombres no la agoten y después torna poco a poco a henchirse. Son algunos de éstos, salobres..."
4. “Limpiar los pozos” a nuestro entender, no solo involucraba sacar del fondo el agua sucia, estancada,
sino profundizarlos lo suficiente hasta
que brotase el agua subterránea nueva, extrayendo para ello tanto el agua sucia y maloliente, como gran
cantidad de arena, arcillas y polvo acumulados tanto por el viento como por los eventuales
aluviones que periódicamente los cegaban por completo.
5. Garcilaso dice explícitamente refiriéndose a estos lugares del desierto, que los caminantes hallan "pozos o fuentes". Por "pozo", se da a entender, en nuestra opinión, una excavación ad hoc, incluso bastante profunda (varios metros); las expresiones "fuente" o "jagüey", aluden más probablemente a vertientes donde el agua brota y surge naturalmente a la superficie, formando auténticos "charcos".
6. El "llenado" de tales pozos debió efectuarse al menos de dos maneras: o echándoles agua de los aluviones cuando éstos estaban aún corriendo (como en el caso del pozo aquí fotografiado) o, más generalmente, perforando algunos metros hasta alcanzar la napa o "río" subterráneo, de donde brotara lentamente el agua, subiendo algo de nivel.
7. Hemos visto varias veces, en antiguas explotaciones de bórax de mediados del siglo XIX en el Salar de Pintados, (Pampa del Tamarugal, y no lejos de la antigua estación de ferrocarril de Pintados) pozos en cierto modo semejantes, dotados de una escala de descenso, labrada mediante escalones en el mismo subsuelo arenoso-arcilloso y salino, hasta alcanzar el nivel freático. Bajando por estos escalones, de unos 50-60 cm de ancho, se accedía fácilmente hasta aproximarse al nivel freático del agua subterránea. Hemos medido algunos que tenían más de cuatro metros de profundidad. Hoy están casi todos ciegos y secos, pues la napa subterránea ha descendido considerablemente a causa de la desmedida extracción de agua de los acuíferos subterráneos.
7. Hemos visto varias veces, en antiguas explotaciones de bórax de mediados del siglo XIX en el Salar de Pintados, (Pampa del Tamarugal, y no lejos de la antigua estación de ferrocarril de Pintados) pozos en cierto modo semejantes, dotados de una escala de descenso, labrada mediante escalones en el mismo subsuelo arenoso-arcilloso y salino, hasta alcanzar el nivel freático. Bajando por estos escalones, de unos 50-60 cm de ancho, se accedía fácilmente hasta aproximarse al nivel freático del agua subterránea. Hemos medido algunos que tenían más de cuatro metros de profundidad. Hoy están casi todos ciegos y secos, pues la napa subterránea ha descendido considerablemente a causa de la desmedida extracción de agua de los acuíferos subterráneos.
Saludos cordiales, desde Iberoamérica Social, nos gustaría contactar con usted vía e-mail, le dejo nuestro contaco; fgorez@iberoamericasocial.com
ResponderEliminarMuchas gracias por su atención.
Estimado amigo de "Iberoamérica Social": Quedo atento a sus comentarios, ideas, sugerencias o peticiones. La idea de este Blog es, precisamente, hacer contactos o comentar y traspasar conocimientos o hallazgos, en temáticas que no son frecuentes o quedan relegadas a artículos muy especializados, en revistas de élite, que pocos no "iniciados" pueden llegar a leer (y entender). Y esto si es que logran trasponer la "barrera" de la nomenclatura especializada -a veces críptica- que algunos de nuestros científicos gustan de utilizar para entenderse entre ellos.
ResponderEliminarQuedamos, pues, en contacto.
Dr. Horacio Larrain (Ph.D.)
arqueólogo y antropólogo cultural