¿Colonias de guanacos en el desierto costero del norte chileno?.
Fig. 1. Guanaco, (Lama guanicoe L). Foto tomada de Internet.
En el año 1953 el zoólogo Guillermo Mann publicó un pequeño trabajo sobre la existencia de guanacos en la zona desértica costera de Tarapacá y Antofagasta. Apareció en la revista Investigaciones Zoológicas Chilenas, (Vol. 1: 10), con el nombre de "Colonias de guanacos -Lama guanicoe- en el desierto septentrional de Chile". Tras su atenta lectura, siempre me quedó dando vueltas en la cabeza la idea de hallar algún día rastros de tales colonias, que habrían sobrevivido en sectores costeros especialmente favorecidos por la presencia de la camanchaca (1).
Nuestras inquietudes.
Nuestra pregunta era, a mediados de la década de los sesenta del pasado siglo: a) ¿existirán todavía guanacos en la franja costera de las primeras tres regiones septentrionales de Chile (Arica, Tarapacá y Antofagasta)?. b) ¿Cómo poder tener plena certeza de su presencia?. c) ¿Podríamos hallar signos inequívocos de su existencia (o sobrevivencia) en lo alto de los cerros?. Y, por fin, ¿por qué y cuándo dejaron de visitar estos lugares?
Nuestro avistamiento de guanacos en Cerro Moreno, en agosto del año 1964.
En el año 1953 el zoólogo Guillermo Mann publicó un pequeño trabajo sobre la existencia de guanacos en la zona desértica costera de Tarapacá y Antofagasta. Apareció en la revista Investigaciones Zoológicas Chilenas, (Vol. 1: 10), con el nombre de "Colonias de guanacos -Lama guanicoe- en el desierto septentrional de Chile". Tras su atenta lectura, siempre me quedó dando vueltas en la cabeza la idea de hallar algún día rastros de tales colonias, que habrían sobrevivido en sectores costeros especialmente favorecidos por la presencia de la camanchaca (1).
Nuestras inquietudes.
Nuestra pregunta era, a mediados de la década de los sesenta del pasado siglo: a) ¿existirán todavía guanacos en la franja costera de las primeras tres regiones septentrionales de Chile (Arica, Tarapacá y Antofagasta)?. b) ¿Cómo poder tener plena certeza de su presencia?. c) ¿Podríamos hallar signos inequívocos de su existencia (o sobrevivencia) en lo alto de los cerros?. Y, por fin, ¿por qué y cuándo dejaron de visitar estos lugares?
Nuestro avistamiento de guanacos en Cerro Moreno, en agosto del año 1964.
Tuvimos, como respuesta a la primera interrogante nuestra, nuestra primera experiencia previa trepando a los altos de Cerro Moreno (Antofagasta), donde habíamos avistado (en agosto del año 1964) cuatro ejemplares de guanaco (tres adultos y una cría juvenil) hacia los 800 m de altitud, en la zona poblada de grandes cactáceas (del género Eulychnia sp.), literalmente cubiertas por masas de líquenes del tipo "barbas de viejo" (¿Ramalina sp.?). Este primer y único avistamiento ya nos sugería claramente una valiosa pista de investigación. Allí también, en las alturas de Cerro Moreno, habíamos ido aprendiendo, por experiencia directa, a distinguir los senderos antiguos, dejados por el guanaco, y a observar sus defecaderos y sus revolcaderos. Más aún, cuando en una de nuestras ascensiones, habíamos hallado varias puntas de proyectil hechas en sílex, justamente muy cerca o junto a tales senderos. Era evidente, pues, que el antiguo habitante de la costa de Antofagasta, el antecesor de los changos históricos, había tenido por costumbre de encaramarse a lo alto persiguiendo al guanaco, para aprovechar su carne y así diversificar su dieta alimenticia preferentemente marina, con proteínas procedentes de animales terrestres. De hecho, no podía interpretarse de otra manera la presencia de puntas de proyectil hechas en sílex, fragmentadas o enteras, que hallamos junto a los senderos que trepaban hacia lo alto por sobre los 400 m de altitud.
De aquel primer contacto personal con ejemplares de guanaco avistados en los altos de Cerro Moreno, hemos dejado constancia escrita en nuestra obra "Etnogeografía de Chile" (Colección Geografía de Chile, Instituto Geográfico Militar):
"En Cerro Moreno, Antofagasta, hubo un familia de guanacos hasta 1975. Nosotros mismos vimos 4 ejemplares hacia los 600-800 m de altitud, en laderas que miran al W - SW y donde los cactus del género Eulychnia mantienen una frondosa maraña de líquenes ("barbas de viejo") de las que bebían el agua y se alimentaban" (1987: 69, Nota 11).
Nuestra experiencia en los cerros del sur de Iquique (2).
Fig. 2. Panorámica desde el área del oasis de niebla de Alto Patache hacia el sur. Se divisa a lo lejos (arriba, a la derecha), el macizo denominado "Pabellón de Pica". (foto H. Larrain, 1997).
Desde nuestra primera visita al Oasis de Niebla de Alto Patache (diciembre de 1996), lugar situado a unos 65 km al Sur de Iquique y a unos 775 m.snm., la idea de investigar la antigua presencia del guanaco (Lama guanicoe L) en esta área surgió potente y avasalladora casi desde el primer día. Habiendo llegado originalmente allí inicialmente con el objetivo concreto de descubrir e investigar el universo entomológico (es decir, el mundo de los insectos) allí presente, por consejo de nuestro amigo biólogo Walter Sielfeld de la Universidad Arturo Prat, pronto nos dimos cuenta que había otros temas de investigación, tanto o más atrayentes que la entomología. La presencia de abundante camanchaca o neblina costera en el área, y las posibilidades de captarla, y el hallazgo inmediato de piezas líticas, prueba evidente de la práctica de caza animal por parte de los habitantes prehistóricos de la costa, realizado ya en nuestra primera visita, nos llevó rápidamente a interesarnos por estudiar la antigua presencia y actividad humana de caza en ese sector alto, muy próximo a la costa.
Tras las huellas de los guanacos.
Por eso, al visitar por primera vez el Oasis de Niebla de Alto Patache (diciembre 1996) y al hallar las primeras pistas patentes de la presencia de guanacos, quedamos gratamente sorprendidos; más bien diría yo, encandilados con el tema. Los rastros dejados por estos camélidos no nos eran en absoluto desconocidos; más bien, nos eran ya bastante familiares desde nuestros primeros años de eterno "caminante" por los cerros que se alzan detrás de la ciudad de Antofagasta (1963-65). Los habíamos encontrado en los altos de los cerros costeros que miran a la ciudad, en zona de cactáceas columnares del género Eulychnia. Allí mismo, junto o muy cerca de tales senderos, habíamos tenido la fortuna de hallar, igualmente, alguno que otro ejemplar de punta de proyectil, abandonada por los antiguos cazadores in situ. Pronto comprendimos que guanacos, camanchaca mojadora y flora y fauna autóctona, constituían una valiosa tríada, inseparable, merecedora de mucho más investigación y estudio. Y por espacio de varios años, nos hemos dedicado a reunir antecedentes in situ sobre la cacería de guanacos por parte del pescador-recolector marino, convertido ahora también en avezado cazador terrestre.
Observaciones anotadas en el "Diario de Campo".
Nuestro Diario o Bitácora de Campo -herramienta insustituible del verdadero explorador- ha ido sumando en sus páginas numerosas experiencias y observaciones, muchas de las cuales queremos recoger aquí en beneficio de nuestros lectores, sobre todo de los jóvenes exploradores o "caminantes" que, de alguna manera, se interesan por enfoques nuevos en la ecología o arqueología, mucho más centrados en el análisis de la "morada humana" en su totalidad. "Morada" en un sentido amplio, que incluye no solo sus asentamientos propiamente dichos (conchales), sino también sus territorios habituales de caza y pesca, su territorio de movilidad estacional, su territorio cúltico o de veneración a sus deidades, su territorio de obtención de materias primas, etc. Forma de enfoque que nosotros hemos denominado como una eco-antropología. (3).
Observaciones anotadas en el "Diario de Campo".
Nuestro Diario o Bitácora de Campo -herramienta insustituible del verdadero explorador- ha ido sumando en sus páginas numerosas experiencias y observaciones, muchas de las cuales queremos recoger aquí en beneficio de nuestros lectores, sobre todo de los jóvenes exploradores o "caminantes" que, de alguna manera, se interesan por enfoques nuevos en la ecología o arqueología, mucho más centrados en el análisis de la "morada humana" en su totalidad. "Morada" en un sentido amplio, que incluye no solo sus asentamientos propiamente dichos (conchales), sino también sus territorios habituales de caza y pesca, su territorio de movilidad estacional, su territorio cúltico o de veneración a sus deidades, su territorio de obtención de materias primas, etc. Forma de enfoque que nosotros hemos denominado como una eco-antropología. (3).
Las primeras pistas de guanacos en Alto Patache: 1997.
Fig. 3. Descubrimiento, junto a la huella de vehículos, del primer revolcadero de guanacos en el sitio de Alto Patache. Aquí con mis alumnos de sociología José Bustamante y Johanna Chaparro (11/09/1997). En el contorno de esta "depresión" artificial, hallamos los primeros instrumentos líticos, fragmentados, y numerosas lascas (Vea Fig. 5, más abajo. La escala gráfica de 1 m permite apreciar el diámetro del revolcadero).
Cuando subimos por segunda vez en vehículo hasta la parte alta del oasis de Alto Patache, no tardamos en tropezar, a la orilla de la huella, con un típico revolcadero, depresión característica de aproximadamente 1.5 m de diámetro y no más de 18-20 cm de profundidad (ver Fig. 3), perfectamente circular, que usa el guanaco para revolcarse y librarse así de sus parásitos. En seguida, descubrimos en su derredor, numerosas lascas de sílex dispersas, de variados colores, y tres o cuatro instrumentos tallados que reconocimos de inmediato como toscos cuchillos hechos en sílex de diversos colores. A muy corta distancia del revolcadero, pasaba un sendero de guanacos, bien delineado, que se perdía en lontananza, hacia el norte y hacia el sur. Esa notable experiencia en un lugar nunca visitado antes por arqueólogos, nos dejó fascinados. En visitas posteriores, junto a la colecta obligada de interesantes especímenes entomológicos, máxime de coleópteros tenebriónidos que muy pronto aprendimos a buscar bajo el follaje casi seco de plantas de Nolana, Ephedra, Lycium o Solanum, o bajo piedras y pedruzcos, fuimos afinando los ojos en busca de pistas que nos ayudaran a desentrañar el misterio de estos guanacos de antaño y su esquiva presencia en el lugar. Hoy, al parecer y desde hace muchísimos años, han abandonado definitivamente el lugar. ¿Por qué? Era la incógnita que deseábamos a toda costa desentrañar.
Cuando subimos por segunda vez en vehículo hasta la parte alta del oasis de Alto Patache, no tardamos en tropezar, a la orilla de la huella, con un típico revolcadero, depresión característica de aproximadamente 1.5 m de diámetro y no más de 18-20 cm de profundidad (ver Fig. 3), perfectamente circular, que usa el guanaco para revolcarse y librarse así de sus parásitos. En seguida, descubrimos en su derredor, numerosas lascas de sílex dispersas, de variados colores, y tres o cuatro instrumentos tallados que reconocimos de inmediato como toscos cuchillos hechos en sílex de diversos colores. A muy corta distancia del revolcadero, pasaba un sendero de guanacos, bien delineado, que se perdía en lontananza, hacia el norte y hacia el sur. Esa notable experiencia en un lugar nunca visitado antes por arqueólogos, nos dejó fascinados. En visitas posteriores, junto a la colecta obligada de interesantes especímenes entomológicos, máxime de coleópteros tenebriónidos que muy pronto aprendimos a buscar bajo el follaje casi seco de plantas de Nolana, Ephedra, Lycium o Solanum, o bajo piedras y pedruzcos, fuimos afinando los ojos en busca de pistas que nos ayudaran a desentrañar el misterio de estos guanacos de antaño y su esquiva presencia en el lugar. Hoy, al parecer y desde hace muchísimos años, han abandonado definitivamente el lugar. ¿Por qué? Era la incógnita que deseábamos a toda costa desentrañar.
Quince años de prolijas observaciones.
En los quince años de constante y fatigoso ascenso al lugar del oasis de niebla (1996-2012), hemos reunido gran cantidad de observaciones, objetos arqueológicos y fotografías probativas de la presencia del guanaco en este oasis de niebla. Con paciencia, íbamos describiendo minuciosamente en nuestro Diario de Campo cada una de nuestras observaciones, procurando no omitir detalle. Este material lo expondremos a continuación en beneficio de nuestros lectores y, a propósito de él, aprovecharemos para insertar nuestras propias reflexiones eco-antropológicas.
Trataremos de responder a las siguientes preguntas: ¿por qué ya no visitan los guanacos este oasis?. ¡Qué esperaban comer allí, cuando venían?. ¿Cuál era el lugar de origen de estas tropillas?. Y, finalmente, ¿en qué momento dejaron de llegar aquí? , ¿Por qué?. O, lo que es lo mismo, ¿en qué fechas, aproximadamente, llegaron hasta aquí las últimas tropillas de guanacos?.
Las pruebas inequívocas de la presencia del guanaco en el oasis de niebla.
Si bien nunca tuvimos, durante esos primeros quince años de investigación del lugar (1997-2012), la inmensa suerte de observar aquí un animal vivo en este paraje, las evidencias de su antigua presencia y actividad en la zona, abundaban. ¿Cuáles eran éstas?
Las pruebas inequívocas de la presencia del guanaco en el oasis de niebla.
Si bien nunca tuvimos, durante esos primeros quince años de investigación del lugar (1997-2012), la inmensa suerte de observar aquí un animal vivo en este paraje, las evidencias de su antigua presencia y actividad en la zona, abundaban. ¿Cuáles eran éstas?
Las enumeramos una a una:
A. Los senderos (guanaco trails) trazados en las lomajes y en en la pampa interior. Estas huellas han quedado indeleblemente grabadas en la superficie. Observe las fotos que siguen:
A. Los senderos (guanaco trails) trazados en las lomajes y en en la pampa interior. Estas huellas han quedado indeleblemente grabadas en la superficie. Observe las fotos que siguen:
Fig. 4. Retícula formada por numerosos senderos de guanacos que se cruzan (Foto H. Larrain, 10/01/2010).
Fig. 5. Composición fotográfica de Luis Pérez Reyes (2009) en los cerros cercanos a Alto Patache. Observe la increíble malla de senderos entrecruzados en las laderas.
Los senderos típicos de guanaco son muy angostos y nunca miden más de unos 20-25 cm de ancho. Es imposible confundirlos con un sendero hecho por seres humanos; éstos son mucho más anchos. El paso frecuente y repetido, exactamente por los mismos lugares, ha hecho profundizar la huella. Estas recorren toda el área formando una confusa red de senderos a veces paralelos o casi paralelos, que descienden cerro abajo hasta los 300-350 m de altitud sobre el nivel del mar. Seguramente bajaban hasta la misma terraza marina, pero la presencia aquí de arenas movedizas y dunas costeras termina por cubrir y tapar sus huellas aquí abajo. En lomajes más abruptos, los hemos encontrado muchas veces en líneas casi paralelas, formando un auténtico mosaico de rejillas; de seguro, dos o tres animales transitaban muy juntos, uno detrás del otro, dirigidos por un macho guía. Estas huellas, debido a las escasas y muy esporádicas precipitaciones en el área, perduran aquí por siglos, decorando el paisaje.
B. Los defecaderos (o "bosteaderos", como prefieren decir los zoólogos). Son lugares situados inmediatamente al lado de los senderos, donde dejaron, acumuladas, sus fecas. Es costumbre conocida de estos camélidos americanos (compartida por llamas, alpacas y vicuñas), la de defecar siempre exactamente en los mismos sitios. Lo que va produciendo, con el correr del tiempo, pequeñas acumulaciones. Las fecas que hemos hallado aquí en Alto Patache denotan claramente un largo período de abandono. En efecto, las fecas recién depositadas aglutinan muchas "bolitas" formando pequeños glomérulos o cúmulos. En los bosteaderos abandonados hace mucho tiempo (como en nuestro caso), se ha producido tanto la disgregación de las "bolitas", como igualmente su paulatina e inexorable disminución de tamaño (diámetro). Sospechamos que aquí se produjo el abandono definitivo del área por parte de las tropillas de guanacos visitantes, hace unos 100 ó más años. Probablemente, no mucho más.(....). No pocos de los bosteaderos examinados por nosotros son muy pequeños y las "bolitas" (fecas) que lo componían, han sido ya en parte o desmenuzadas o arrastradas por el viento ladera abajo. La pequeñez de estos bosteaderos (nunca hallamos uno con más de 1.5 m2 de superficie), apunta, igualmente, a la presencia in situ de tropillas muy pequeñas de animales, los que tal vez no superaban los 3-4 ejemplares. En nuestro estudio, detectamos la presencia de más de 30 defecaderos, algunos tan pequeños como una superficie de apenas 30 cm2. Los mayores, apenas superaban el m2 de superficie. Los hemos hallado en planicies, hondonadas y también en laderas suaves. Un bosteadero muy antiguo se detecta de inmediato por el tamaño muy pequeño de sus "bolitas", apenas perceptibles. Éstas, con el paso inexorable del tiempo, el efecto del viento y las eventuales lluvias in situ, van perdiendo peso y tamaño pero conservan su forma esférica característica.
B. Los defecaderos (o "bosteaderos", como prefieren decir los zoólogos). Son lugares situados inmediatamente al lado de los senderos, donde dejaron, acumuladas, sus fecas. Es costumbre conocida de estos camélidos americanos (compartida por llamas, alpacas y vicuñas), la de defecar siempre exactamente en los mismos sitios. Lo que va produciendo, con el correr del tiempo, pequeñas acumulaciones. Las fecas que hemos hallado aquí en Alto Patache denotan claramente un largo período de abandono. En efecto, las fecas recién depositadas aglutinan muchas "bolitas" formando pequeños glomérulos o cúmulos. En los bosteaderos abandonados hace mucho tiempo (como en nuestro caso), se ha producido tanto la disgregación de las "bolitas", como igualmente su paulatina e inexorable disminución de tamaño (diámetro). Sospechamos que aquí se produjo el abandono definitivo del área por parte de las tropillas de guanacos visitantes, hace unos 100 ó más años. Probablemente, no mucho más.(....). No pocos de los bosteaderos examinados por nosotros son muy pequeños y las "bolitas" (fecas) que lo componían, han sido ya en parte o desmenuzadas o arrastradas por el viento ladera abajo. La pequeñez de estos bosteaderos (nunca hallamos uno con más de 1.5 m2 de superficie), apunta, igualmente, a la presencia in situ de tropillas muy pequeñas de animales, los que tal vez no superaban los 3-4 ejemplares. En nuestro estudio, detectamos la presencia de más de 30 defecaderos, algunos tan pequeños como una superficie de apenas 30 cm2. Los mayores, apenas superaban el m2 de superficie. Los hemos hallado en planicies, hondonadas y también en laderas suaves. Un bosteadero muy antiguo se detecta de inmediato por el tamaño muy pequeño de sus "bolitas", apenas perceptibles. Éstas, con el paso inexorable del tiempo, el efecto del viento y las eventuales lluvias in situ, van perdiendo peso y tamaño pero conservan su forma esférica característica.
Fig. 6. Imagen de un bosteadero o defecadero ("dung piles", en inglés) cercano al taller lítico en el oasis de niebla de Alto Patache. El tamaño del cuaderno y el lápiz de referencia dan una idea de la pequeñez del sitio. (Foto H. Larrain, 2012).
C. Los revolcaderos. Son los sitios preferidos para echarse y revolcarse. Prefieren para ello sitios planos, en terrenos más bien
blandos, arenosos, donde no hay piedras que estorben. Su forma y aspecto es característico: presentan pequeñas depresiones de 1.40 - 1.60 m. de diámetro, son casi perfectamente circulares, y tienen una profundidad variable, del orden de los 20-25 cm dependiendo de las características y dureza del subsuelo. Invariablemente, se hallan a un costado y muy cerca de sus senderos. En varios de estos revolcaderos (como se observa en nuestra figura Nº 3, más arriba), hemos hallado signos típicos de actividad humana: como lascas de sílex y aún instrumentos toscos, como cuchillos o raspadores. Los guanacos, por lo que se sabe, necesitan refregarse contra el suelo arenoso. Se lee en la literatura zoológica que esto sería para librarse de parásitos; tal vez sea, también, por otra razones biológicas que hoy se nos escapan.
D. La presencia de artefactos líticos en sus inmediaciones. Frecuentemente hemos hallado puntas de proyectil, generalmente rotas, rara vez intactas, junto a estos senderos. Seguir por largo trecho uno de esto senderos, es casi con certeza la oportunidad para hallar alguna herramienta en sílex o al menos lascas de este material. Lo hemos comprobado a menudo personalmente. Lo que vendría a ser un indicio seguro de que el animal herido fue perseguido por sus cazadores, a lo largo de sus sendas; lo que nos parece obvio. Es sabido que, una vez alcanzado por un proyectil del cazador indígena, el guanaco se va desangrando lentamente, pero puede caminar algunos kilómetros hasta caer finalmente exhausto o muerto. El cazador que sabe que acertó el disparo de su flecha, lo siguió imperturbablemente, tal vez por horas y horas, hasta encontrarlo postrado, desangrado.
D. La presencia de artefactos líticos en sus inmediaciones. Frecuentemente hemos hallado puntas de proyectil, generalmente rotas, rara vez intactas, junto a estos senderos. Seguir por largo trecho uno de esto senderos, es casi con certeza la oportunidad para hallar alguna herramienta en sílex o al menos lascas de este material. Lo hemos comprobado a menudo personalmente. Lo que vendría a ser un indicio seguro de que el animal herido fue perseguido por sus cazadores, a lo largo de sus sendas; lo que nos parece obvio. Es sabido que, una vez alcanzado por un proyectil del cazador indígena, el guanaco se va desangrando lentamente, pero puede caminar algunos kilómetros hasta caer finalmente exhausto o muerto. El cazador que sabe que acertó el disparo de su flecha, lo siguió imperturbablemente, tal vez por horas y horas, hasta encontrarlo postrado, desangrado.
Fig. 7. Estos tres instrumentos fueron hallados a los costados del revolcadero señalado en nuestra Figura Nº 3. Expedición a Alto Patache del día 04/04/1997. (Referencia en nuestro Diario de campo Nº 58, pág. 22).
E. La presencia de parapetos de caza. En varios puntos, de preferencia en los filos de los cerros, hemos hallado unas extrañas acumulaciones de piedras, desordenadas, pero que claramente no parecen ser un producto natural de la geomorfología y/o de la litología del lugar. Alguien las acumuló allí con una finalidad específica. Sospechamos fundadamente que éstos eran pequeños apostaderos donde el indígena cazador se agazapaba y ocultaba, cubierto tal vez por una piel de guanaco, con su arco listo para disparar, a la espera del paso de su presa. Estos parapetos -como los hemos llamado- se ubican estratégicamente junto a cruces de senderos donde la visibilidad era mayor en varias direcciones. El cazador debió aprender a conocer, por una larga experiencia, exactamente la hora preferida de paso de los animales, así como los puntos estratégicos de desplazamiento habitual. La presencia de cruces de senderos ya sugería qué lugares eran los más promisorios para una caza efectiva. En alguno de estos parapetos, hemos hallado restos de conchas marinas o fragmentos pequeños de sílex, frutos éstos del desbaste de las rocas para obtener instrumentos, y son señas inequívocas de la presencia humana. Un afloramiento natural de rocas, pudo ser aprovechado, también, como un parapeto ocasional, con fines de caza. Los restos allí dejados o descartados, pueden y deben constituir una evidencia palpable de su presencia.
Fig. 8. Típico parapeto de caza en una encrucijada de senderos antiguos. (Foto H. Larrain, 2016).
F. Otra posible seña, más reciente, de su presencia y de su persecución por el hombre, puede ser el hallazgo que hemos hecho, en un par de ocasiones, de un casquete de bala, como evidencia de caza in situ en el entorno del oasis de Alto Patache. Pudo tratarse, igualmente, de la caza del zorro chilla o de aún de algún ave. Es posible; pero la máxima probabilidad -en nuestra opinión- apunta a su interés por perseguir aquí guanacos, presas que por su tamaño valía la pena obtener.
G. Los huesos de guanaco. En la zona que hemos denominado "taller lítico", donde hallamos amplia evidencia de confección de artefactos líticos (lascas), hay sectores llenos de pequeños fragmentos de huesos, muy fragmentados, y no pocos de ellos con señas de quema. Su examen, hecho por el zoólogo chileno Benito González a petición nuestra, comprobó que se trataba únicamente de huesos de guanaco faenados in situ. He aquí el conjunto de fragmentos de huesos obtenidos al cernir cuidadosamente el material extraìdo del pozo de sondeo que practicamos en el lugar:
Fig. 9. Variedad de fragmentos de huesos de guanacos hallados en el pozo de sondeo del "taller lítico" el día 04/02/2006. Los huesos color oscuro, negruzco, fueron expuestos al fuego y quemados. Las astillas más finas, a lo que creemos, corresponden a la práctica de la extracción cuidadosa de la médula ósea como alimento. (Ver Dario H. Larrain, vol. 76: 112-116).
H. Las puntas de proyectil de sílex halladas en la zona del taller lítico, en el oasis de Alto Patache. Solo en el contorno del taller lítico, hallamos más de 50 puntas, enteras o fragmentadas.
Fig. 10. Algunas de las puntas de proyectil están provistas de pedúnculo, elemento que permite asir fuertemente la punta al astil de madera (Foto H. Larrain, 2012).
I. Los fragmentos de sílex desechados (lascas), fruto del desbaste de un núcleo para la obtención de las puntas de proyectil (flechas) o raspadores.
No hemos detectado otras evidencias seguras de su presencia.
Respondiendo las preguntas iniciales.
Al parecer, no se ha vuelto a avistar ejemplares de guanacos en los cerros cercanos a Iquique en los últimos cien años (Vea, sin embargo, nuestra Nota 1). Existe la valiosa información histórica que recoge Lautaro Núñez en uno de sus trabajos antiguos, de que los salitreros ingleses, entre los años 1880-1890, hacían todavía eventuales partidas de caza del guanaco en los altos de Chucumata (Vea Nota Nº 4).
Si no nos equivocamos, el químico y ensayista de metales inglés William Bollaert confirma esta misma versión, en su obra editada en el año 1860 en Londres. La permanencia de guanacos en minúsculas tropillas en tales sectores era un indicio cierto de una mayor presencia o durabilidad de la vegetación in situ. Y ésta, de la existencia de mayor humedad en el área. ¿Lluvias tal vez más frecuentes o una camanchaca más densa y persistente?. No lo sabemos.
¿Cómo podríamos tener plena certeza de su presencia actual?.
¿Cómo podríamos tener plena certeza de su presencia actual?.
A mi juicio, la única manera sería verlo deambular aún en alguno de los oasis de niebla de la costa o, al menos hallar alguna vez sus fecas frescas en sus bosteaderos o defecaderos. No existe otro posible modo, que sepamos. De presentarse en estos lugares, solo podría ser con ocasión de la presencia de un año muy anómalo del fenómeno de "El Niño", con la aparición de abundantes lluvias en la costa que permitieran el desarrollo de un verdadero "desierto florido" en sus contornos por espacio de varios meses (julio-diciembre). De darse tal situación, tendría allí este animal el alimento indispensable para subsistir allí por tres o cuatro meses. ¿Podría ocurrir esto?. Sí, pero es altamente improbable, pues la existencia de modernas rutas asfaltadas, muy concurridas, en la depresión intermedia o pampa del Tamarugal en dirección N-S, espantan y alejan definitivamente a estos animales, enemigos acérrimos del ruido y de la presencia humana.
Ya hemos respondido más arriba la segunda duda, sobre la existencia de signos inequívocos de su presencia eventual.
¿Por qué dejaron de visitar estos lugares costeros?.
Ya hemos respondido más arriba la segunda duda, sobre la existencia de signos inequívocos de su presencia eventual.
¿Por qué dejaron de visitar estos lugares costeros?.
Hay tres respuestas que nos parecen hoy más probables:
a) porque la presencia de las actuales rutas y carreteras los alejan y espantan y así no pueden cruzar de Este a Oeste desde su actual refugio en altitudes entre los 3.800 y los 2.500 m. de altitud ni siquiera de noche;
b) porque en todos los oasis de niebla de la zona norte ha disminuido tan notoriamente la vegetación, que su escasez haría hoy prácticamente imposible su permanencia;
c) Porque, además, el número de guanacos en la zona precordillerana -su presumible lugar de origen- también ha disminuido ostensiblemente.
Para que algún día en el futuro, volviesen los guanacos a visitar estos parajes costeros donde existen oasis de niebla, se requeriría al menos de dos factores, prácticamente imposibles de reproducir hoy:
Para que algún día en el futuro, volviesen los guanacos a visitar estos parajes costeros donde existen oasis de niebla, se requeriría al menos de dos factores, prácticamente imposibles de reproducir hoy:
a) un período notorio de varios años consecutivos de aumento en las lluvias en la costa, capaces de revitalizar y regenerar la vegetación propia del ecosistema de oasis;
y b) la creación de protegidos y bien diseñados "corredores biológicos" que permitieran a esta especie transitar hacia las costa, sin ser perturbados. Esta última idea es difícilmente practicable hoy día, dado el tráfico vehicular incesante, de día y de noche, que circula por las carreteras y la presencia y actividad humana creciente en torno a ella. El guanaco es un animal sumamente tímido y desconfiado, y rehuye sistemáticamente la presencia humana. La creciente ocupación humana de la pampa, es pues, el primer elemento que a nuestro juicio, ha ahuyentado de inmediato su presencia.
Notas aclaratorias.
1. El biólogo Walter Sielfeld de las Universidad Arturo Prat de Iquique nos informó que la última observación segura de guanacos en los altos de Chipana (oasis de niebla) fue realizada en el año 1996 (Com. personal al autor en el año 2006).
2. Este artículo se nos había quedado en borrador entre nuestros capitulos del Blog desde el año 2012. El trabajo estaba entonces virtualmente completo. Dado su interés, hemos considerado necesario insertarlo hoy. Solo hemos añadido al trabajo original las fotografías alusivas, y algunos comentarios nuestros en notas ad hoc. El tema es apasionante.
Sobre este mismo tópico, hemos publicado otro capítulo de nuestro blog con el título de: "Cómo se cazaba el guanaco en tiempos prehispánicos: argumentos tomados del oasis de niebla de Alto Patache", editado el 24/12/2009.
Para entender mejor las estrategias de caza de los primitivos habitantes de la costa en estos oasis de niebla, véase la valiosa tesis del arqueólogo Luis Pérez Reyes: "Parapetos en la camanchaca: estrategias de caza del guanaco en los oasis de niebla, área de Alto Patache, Región de Tarapacá", Universidad Bolivariana de Iquique, Marzo 2012, 297 p.
3. Vea in extenso qué entendemos nosotros por "eco-antropología" en nuestro Blog https://eco-antropologia.blogspot.com .
4. En la obra “Riquezas Peruanas”, Colección de artículos descriptivos escritos para “La Tribuna”, Lima, Junio 28, 1883, se estampa la siguiente nota: “En los mismos Altos de Iquique, en las faldas del cerro Ayarbide [se trata del cerro conocido hoy como Oyarbide!], en las alturas de Choquemata [Chucumata actual, sector aeropuerto], crecen algunas yerbas en los meses de mayo a octubre, producidas por las constantes neblinas, ahí llamadas camanchacas, que humedecen de noche de modo notable estos terrenos. En esos campos no escasea el guanaco, perseguido muchas veces por vecinos extranjeros [léase ingleses de las Oficinas Salitreras] de Iquique. En las cumbres de Choquemata ha sido labradas las superficies de algunas rocas areniscas, en figuras de estanques, donde se depositan las aguas de esos copiosos rocíos de que he hablado. ¿Por quién y cuándo se hicieron esas obras?”. (cit. en artículo de Núñez Lautaro y Juan Varela:“Sobre los recursos de agua y el poblamiento prehispánico de la costa del Norte Grande de Chile”, Estudios Arqueológicos, Universidad de Chile, Antofagasta, Vol. 3-4, 1967/68, Antofagasta, pág. 13; paréntesis cuadrados nuestros).
5. Raro hallazgo de un esqueleto de guanaco en área de Patache.
Fig. 12. Lugar exacto del hallazgo de un esqueleto de guanaco por nuestro ayudante el joven arqueólogo don Luis Pérez Reyes. Que yo recuerde, es éste el único hallazgo de esta naturaleza (esqueleto semi completo) realizado en los contornos del oasis de niebla de Alto Patache durante nuestros extensos recorridos por el sector (1997-2016).
6. Referencias recientes. De una carta del zoólogo Benito González al suscrito, fechada el 20/10/2006:
"...además, te mando una foto de una hembra de guanaco comiendo la flor de un cactus rastrero (no recuerdo su nombre) y,además, me tocó ver cómo un animal pateaba fuertemente una Copiapoa columba-alba y consumía su contenido. Los líquenes, además de consumirlos, sirven como pantallas que retienen el agua para ser bebida. Esto me tocó verlo con la gente de la BBC en un documental donde yo colaboré....".
Excelente aporte, como siempre, don Horacio. De verdad, cuesta imaginar animales en medio de un paisaje desértico, aunque sea la costa. Para mí fue toda una novedad, más allá que actualmente se conozca en la zona la presencia de llamas y alpacas.
ResponderEliminarLo felicito nuevamente, querido amigo, por su gran erudición y minuciosidad en su trabajo.
Valgan similares conceptos para su anterior texto sobre las momias y el padre Le Paige. Muchas gracias una vez más por compartir sus valiosos conocimientos.
Estimado amigo Rodrigo: Aprecio tus conceptos sobre mi reciente contribución sobre manadas de guanacos en la costa norte de Chile. Solo me cabe sugerir que los futuros arqueólogos que trabajen en estas zonas, busquen posibles enterramientos de pescadores en el radio mismo de los oasis de niebla costeros. Así como hemos hallado fogones con restos de huesos quemados de guanacos en el oasis de Alto Patache a los 775 m de altitud, parecería obvio hallar un día, también, sus enterramientos en los altos de los cerros costeros.¿A partir de cuándo?. Tal vez, desde las épocas tempranas de la cultura Chinchorro. Tarea pendiente para los arqueólogos del futuro en estas zonas.
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