En nuestro capítulo anterior, hemos relatado las conversaciones sostenidas con la
señora Vicenta Ticuna, pastora aymara, en la estancia pastoril de Mosquito de
Oro (altiplano de Tarapacá) en el mes de
julio de 1973. De ella hemos aprendido muchísimo sobre el cuidado del ganado
andino de llamas y alpacas, sobre la obtención de su lana así como sobre los
resguardos que ellos toman para asegurar su propagación y defensa contra sus
enemigos naturales.
Fig. 1. Hato de llamos en un paisaje altiplánico con presencia de ichu o paja brava (Stipa ichu). (foto tomada de Internet).
Hoy nos ocuparemos, siguiendo fielmente el texto de nuestro Diario de Campo 6-A (pp. 17-22), de la descripción del sacrificio de un llamo, ofrendado por Eleuterio Vilca por la salud de uno de sus hijos, con ocasión de la fiesta de San Santiago, en la localidad de Cultane, santuario religioso de esta comunidad. Estamos en la pequeña estancia pastoril de Mosquito de Oro. Queda situada a una altitud de unos 3.680 m sobre el nvel del mar. Tuve la gran oportunidad de tomar nota exacta del procedimiento que transcribí en mi Diario de Campo y que reproducimos aquí después de cincuenta años.
(Las notas entre paréntesis son nuestras; las que van en cursiva como parte del texto, son las propias del original; el estilo de redacción es casi telegráfico: pues son notas de campo).
Fig. 2. Llamos y alpacas pastando en un bofedal andino (Foto tomada de Internet).
El texto de nuestro relato ad litteram:
“Se
arrearon unos cien llamos hasta junto a la casa, para elegir a la víctima…(Se
prepara el) carneo de la llama color blanco
y con cabecita color café claro. Se lacea, se le agarra por las dos orejas y
se le amarra con lazo por las patas traseras y patas delanteras. Quedó echada e
imposibilitada de moverse y le taparon los ojos con una tela.
Se
agarró a otro (laceado de una pata) de color negro para hacerle remedio contra
el mal de orina. Mientras Enrique lo sostiene agarrado de las dos orejas, la
señora Vicenta le ponía en el ano grasa de camión como remedio
(1).
Una
pareja de llamos blancos están haciendo el coito. La hembra está echada,
hincada y el macho encima. El macho es el reproductor del rebaño.
Colorido
del rebaño.
Aproximadamente
el 80% es de color blanco. Algunos tienen partes de otro color, (café). 10 %
café, 10% negro. (Esto) se debe a que el macho reproductor es (enteramente) blanco. Me dice Enrique que la víctima
elegida es macho. No matan la hembra, a no ser que tenga más de doce años (cuando ya no pueden tener crías).
Carneo.
Se
acerca el llamo que tiene 18 meses a la casa. Eleuterio trae una piedra plana.
La señora Vicenta trae una fuente cuadrada de lata. Corta Enrique directamente
detrás de las mandíbulas: por abajo, entierra (el) cuchillo y sigue cortando
bastante. Se pone la fuente debajo, y la sangre, en chorritos, va cayendo a la
fuente. De esta sangre hacen prietas y sopaipillas. (El animal) echó un par de
corcovos antes de morir.
Marcas (del ganado
lanar).
Enrique
marca con dos medialunas, una a cada lado del lado derecho. Otros (como) Fernando Ticuna, primo de Enrique, marca
igual en la oreja derecha, más una marca en la punta de la oreja izquierda (2).
Este llamo sacrificado (hoy) era de Fernando, quien lo aporta para la fiesta. Se ofreció para ser
alférez de esta fiesta de San Santiago (3). Hizo esta ofrenda al señor San
Santiago por sus hijos, ya que se le morían.
Ahora la hija que le nació está en buena salud.
Sacado
del cuero.
(Este
ejemplar pesa 40-45 kg.; uno grande, pesa entre 60-80 kg). (La) primera incisión (se hace) entre las manos y se sigue cortando hasta
el ano. Este (animal) es capón (4);
crían así los machos para que den más grasa y gordura, grasa que usan para
hacer pan, sopaipillas, etc. (La)
segunda incisión, se hace del pecho a la mano izquierda; (en) la tercera, Eleuterio empieza en (la) pata izquierda desde unos 20 cm de la
pezuña (hacia ) arriba, hasta poco
arriba del ano. Enrique va desprendiendo
(el) cuero de la mano izquierda, y
sigue desprendiendo hacia atrás, por el lado izquierdo mientras Eleuterio ayuda
por la parte izquierda del mismo lado izquierdo. Acumulan más grasa entre las
manos, en (la) panza y en (la) base de las manos. (Las) llamas grandes, llegan a tener 3-4 cm de
grasa entre las manos (parte baja del cuello). Los compradores tantean ahí para
apreciar la cantidad de grasa que tiene (el animal). No se saca el cuero de la parte baja de las patas.
La
vichuña (5) sale del
hueso de las extremidades inferiores (patas).
Se sigue descuerando por el lado derecho… Antes, cuando no había camión,
usaban los llamos machos para carga: soportan hasta 30 arrobas (6).
La
coca es cara hoy: llega de Bolivia (7); es buena para la puna (8),
resfríos, fiebre”.
(Sigue el relato del
carneo del llamo):
“Antes
de descuerar la parte superior y cuello, le abren a panza por el costado
derecho, haciendo una incisión de unos 15 cm por donde se sacan las “tripas”.
Estas, en parte, van pegadas a la grasa. A las tripas se les saca el contenido (caca), y
se aprovecha para fritos y se hace guiso
con cebollas, grasa, guatitas, etc. Entre las tripas, también sale grasa útil.
La parte inferior de las patas, de las que no se ha sacado el cuero, se pone al
fuego quemándose la lanita, y se come la carne así asada, sacando el cuerito.
El
animal victimado conservaba una “flor (“aretes”) en la oreja. Las flores son
las chicas; los aretes son varias flores unidas en sarta (9). El cuero después de sacada la lana, se ocupa
para (hacer) bombo y para hacer amarras para las casas (cañas y viguetas del
techo).
Se
abrió (el animal) por las costillas, dejando los pulmones (bofes) al
descubierto. Se separó la panza, el contenido de la panza se vacía. Lo de
dentro, se aprovecha a veces para dejarlo cerca de las trampas de los zorros,
para atraerlos.
Se
comen bofes, hígado, corazón y tripas (sacando con cuidado a estas últimas su
contenido).
Sacados
la panza y órganos interiores, se junta el residuo de sangre que se recoge con
el cuenco de las dos manos, en un puco grande de plástico (10). Corta Enrique un pedazo de cuero con lana,
y con él, a manera de trapo, limpia el interior de la sangre.
Han
ido sacando, por partes, la carne: costillar derecho y pata derecha; costillar izquierdo
y para (mano) izquierda. Ocho kg.
calcula Enrique para cada pieza (medio costillar y una mano).
Por
(la) zona del ano, corta longitudinalmente para
separar las patas traseras (mientras tanto, los perros lamen la sangre que cae
al piso de la terracita, ante la casa). Separó la pata derecha (de unos siete
kg). Sacó la vejiga de orina, unida a (las) tripas y se pone con los testículos (”chinchulines”(11). Este conjunto se
llama achura (12). Se separa el lomo (8 kg). Se abre el cuero
del cuello hasta la parte de la cabeza, ya parcialmente cortada, para separar
el “cogote. (Los) llamos grandes,
botan hasta 12 kg de grasa. Este (ejemplar) tenía muy poco…El cogote se lleva junto con
la cabeza”. (Hasta aquí el texto nuestro, 1973: 4-22).
Fig. 3. Habitantes del pueblo aymara de Cultane celebrando la fiesta de La Candelaria (foto tomada de Internet).
Notas.
(1). El mal de orina aquí citado probablemente corresponde a algún tipo de cistitis. Esta enfermedad era bien conocida por los aymaras. En efecto, ya Ludovico Bertonio en su Vocabulario trae, refiriéndose a la enfermedad: “mal de vrina: Yacca ttacca vssu” (Bertonio, 1984 (1612): 304).
(2) Muchas culturas agrícolas tienen la costumbre de marcar a sus animales, como expresión de propiedad. En la zona central de Chile, desde tiempos coloniales, ha existido la costumbre de marcar el ganado (caballar o vacuno) mediante la aplicación en las ancas de un instrumento de hierro, calentado al rojo. Este utensilio porta, en su extremo, las iniciales del nombre del propietario, en negativo. Al aplicarlo al rojo vivo en el anca del animal, quedan grabadas para siempre. Me tocó ver en varias ocasiones, siendo yo niño, esta cruel operación, en los "Corrales de Piedra", en el fundo "La Leonera" (cordillera de Graneros) entre 1941 y 1944. Ahí, al reunir el ganado después de bajarlo (por arreo) de la cordillera donde estuvo pastando por meses, el dueño podía comprobar exactamente el número y estado de sus animales. En el ganado lanar (ovejas, cabras, llamas o alpacas) no es posible usar este método debido al denso pelaje, y por eso se recurre a hacer pequeños cortes en las orejas, creando distintas figuras.
(3). En la época
colonial, y hasta hoy en las comunidades andinas tradicionales el alférez era
el patrono o encargado por la comunidad para la realización de la fiesta. Este
tenía que preocuparse de todos sus detalles y asumir de su bolsillo los gastos, de comida y bebida durante
todo el desarrollo de la fiesta. Si la comunidad era numerosa, esto podía
suponer ingentes gastos. El día final de
la fiesta, se buscaba de viva voz a la persona (hombre o mujer) que asumiera
este compromiso para el año siguiente. Este compromiso era considerado algo
sagrado. En la mentalidad andina se verifica aquí una cierta forma de
transacción o contrato con la divinidad: una especie de “ do ut des”, (“yo doy para que tú me des”) es decir, el alférez asume la fiesta en el bien entendido de que Dios o el santo patrono respectivo escucharán su petición. Sobre este cargo su importancia social y alcances en el mundo colonial, véase Alberto Díaz et al, 2014, en bibligrafía final (infra).
(4). “Capón” en lengua
castellana es equivalente a “capado”, esto es, castrado. Viene del latín: capo-caponis (castrado). Sobre las indudables ventajas de la carne de llamo por sobre otro tipo de carnes, véase
(5) Vichuña. La vichuña es una especie de punzón confeccionado
en hueso, herramienta indispensable para el trabajo del artesano textil indígena, tanto
quechua como aymara. Se trata de un instrumento destinado a apretar la trama del
tejido en construcción en el telar (también es llamado "apretador de trama"). Se
elabora, tal como se describe en el texto, a partir de un hueso de la pata de
llamo o alpaca. A falta de vichuña,
el artesano usa sus propios dedos. Ludovico Bertonio, en su afamado
Vocabulario de la Lengua Aymara (1612) trae los siguientes términos
al respecto: "Vicchutha: apretar bien los hilos de la
trama cuando texen las indias" y poco después: "Vicchuña. el
instrumento con que esto hazen que es un hueso de la pierna del
carnero". Vicchucata: una vara del telar que suelen meterla
entre el urdiembre para apretar mejor los hilos". (Bertonio, 1984 (1612): 384-385; énfasis nuestro).
(6)
Arroba: antigua medida española de peso,
equivalente a 11,5 kg. Esta voz proviene del árabe y significa “la cuarta
parte”. Este término se conserva vivo hasta hoy en comunidades humanas
aisladas. Ha quedado hoy en desuso en las ciudades, al menos en Chile.
(7) La coca (Erythroxylum coca) es un
arbusto que se produce naturalmente en las tierras yungas cálidas de Bolivia, entre los
1.000 y 2.000 metros de altitud, y cuyas hojas son seleccionadas y secadas, Se
usa desde tiempo inmemerial en la medicina tradicional andina para combatir el soroche o “puna”, y también se usa llevarla por
horas en la boca ("acullico"), mascando sus hojas para exprimir el zumo, lo que les permite recorrer largas
distancias, sin cansarse. Su efecto es inhibir el cansancio además de otorgar energías adicionales.
(8) Puna.
Es equivalente a soroche y designa el súbito agotamiento que
sobreviene en las alturas, por efecto de la escasez de oxígeno (hipoxia).
(9) "Aretes". No hemos hallado ninguna voz aymara (o quechua) correspondiente. O tal vez no hemos sabido buscarlas. en los diccionarios correspondientes. Por ahora, no sabemos si este término existió alguna vez, o si la costumbre del floreo (o enfloramiento) del ganado sea más bien (como parece) de origen tardío, colonial hispánico. Tema a investigar más a fondo. Si alguno de mis lectores nos aporta información confiable al respecto, será ciertamente bienvenida.
(10) Puco: Bertonio trae en su Vocabulario:
“phuku una escudilla en
que comen locros o algún regalo semejante” (Bertonio, 1984 (1612: 270). Con esta
palabra (phuku, castellanizado en puco)
se designa a un tipo de escudilla abierta, extendida, hecha de arcilla cocida. Es una forma cerámica común a diversas culturas peruanas y chilenas (inca, aymara, diaguita).
(11) "Chinchulines". la palara deriva ciertamente del quechua, no del aymara. En efecto, aparece en el "Arte y Vocabulario de la Lengua General del Perú llamada Quichua" de autor Anónimo (1586). (Cfr. Cerrón-Palomino, ed, 2014: 90). Aquí aparece como "Chunchulli (Ch´unchulli), tripas".
(12). Achura: No encuentro esta voz en el riquísimo “Vocabulario” de Bertonio (1612) que yo estimé por error sería de origen aymara. Esta voz, en cambio, pertenece de la lengua quechua. Por eso aparece en el Arte y Vocabulario en la lengua general del Perú llamada Quichua, y en la lengua española (Anónimo, Lima, 1586), bajo la voz: achurani: dar porciones de carne (cf. Aguilar Páez, 1970: 141 y Cerrón-Palomino, 2014, editor, p. 46). En efecto, achuray en quechua es compartir. De modo que, como en otros casos constatados por nosotros, se trataría aquí de un probable préstamo de la lengua quechua al aymara hablado en el sector altiplánico de Tarapacá.
Dato reciente, complementario.
De paso, queremos dejar constancia de que hoy se sabe con certeza que la obra citada como "Arte y Vocabulario en la lengua general del Perú llamada quichua", fue obra del jesuita mestizo peruano Blas Valera, como lo prueba el linguista peruano Cerrón-Palomino en su erudito Prólogo (Ver infra, en la bibliografía). Fue redactado por dicho jesuita a petición expresa del III Concilio Limense (1563-1591). Durante mucho tiempo, fue presentado, en calidad de presunto autor, el piamontés Antonio Ricardo, quien, en realidad, actuó solamente como editor e impresor de un documento de autor anónimo.
Un comentario nuestro.
¿Cómo explicar el uso de no pocos vocablos de origen quechua por parte de los aymaras chilenos en tiempos recientes?. Posibles hipótesis:
a) por el asiduo contacto anterior a la conquista española con comunidades de habla quechua en Tarapacá, encargadas del cuidado del Qapaq`ñan o Camino del Inca que cruza de N a S a través del desierto tarapaqueño (Pampa de Tamarugal).
b) Por el comercio de larga distancia con comunidades de habla quechua del altiplano en Bolivia actual;
y c) mediante el posible contacto con grupos de habla puquina (como los Callaguayas o médicos ambulantes andinos), conocedores del quechua y del aymara, además del puquina. Les herbolarios Callaguayas de la provincia Bautista Saavedra del Departamento de La Paz (Bolivia), recorrían invariablemente extensas zonas entre el altiplano boliviano y la costa chilena, llevando a las comunidades indígenas toda una completa farmacia de sus medicinas caseras, además de charqui y productos agrícolas altoandinos.
Esta última hipótesis no es tan peregrina como parecería a primera vista, pues sabemos que en esta misma zona se habló el puquina, tal como lo atestigua la toponimia. Lamentablemente, no podemos consultar hoy el Diccionario de esta lengua, atribuido al jesuita Alonso de Bárcena (1531-1597). Por fuentes coloniales, tenemos noticia de que éste existió ciertamente, pero aún no ha sido hallado.
Comentario final.
En la nomenclatura que aparece en esta descripción, hecha por aymaras, del carneo de un llamo -tema de este artículo-, finalmente observamos una mescolanza curiosa de términos quechuas y aymaras, en amigable consorcio. Son términos de origen quechua las voces: achura, chinchulines; mientras que las voces puco, vichuña, son aymaras. En el rubro textil, (tal como lo hemos visto en otro capitulo reciente de este blog) el huso es denomindo pushka (quechua) y la tortera, en cambio, es aimara (piraro). Podríamos entonces concluir que, al menos en el lenguaje pastoril de nuestra región, se mezclan indistintamente términos de origen quechua y aymara. Lenguas de dos pueblos vecinos geográficamente que se influenciaron mutuamente en la práctica debido al incesante intercambio de productos, ideas y, seguramente, creencias religiosas.
Bibliografía básica de referencia.
Aguilar Páez, Rafael, 1970, Gramática Quechua y Vocabularios. Adaptación de la primera edición de la obra de Antonio Ricardo (1586): Arte y Vocabulario en la Lengua General del Perú, llamada Quichua y en la Lengua Española, Lima., 238 p.
Bertonio, Ludovico, 1984 (1612). Vocabulario de la Lengua Aymara, Reimpresión. CERES, Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social, IFEA, Instituto Francés de Estudios, Ediciones Gráficos “El Buitre”, Cochabamba, Bolivia, 398 pp.
Cerrón-Palomino, Rodolfo (ed.) 2014. Arte y vocabulario en la lengua general del Perú / Anónimo; edición interpretada y normalizada de Rodolfo Cerrón-Palomino, con la colaboración de Raúl Bendezú Araujo y Jorge Acurio Palma. 1ª ed. Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, Instituto Riva-Agüero, 445 p.
Díaz Alberto, A., Martínez S., P., & Ponce, C. (2014). Cofradías de Arica y Tarapacá en los siglos XVIII y XIX. Indígenas andinos, sistema de cargos religiosos y festividades. Revista de Indias, 74 (260), 101–128. (https://doi.org/10.3989/revindias.2014.004).
Mamani-Linares, Lindon W., Cayo, Faustina, Gallo, Carmen, 2014, "Características de canal, calidad de carne y composición química de carne de llama: una revisión", Revista de Investigaciones Veterinarias del Perú, vol. 25, Nº 2, Lima.
ResponderEliminarRecibo el siguiente comentario de un arqueólogo que trabaja en la zona de Iquique:
Estimado Horacio: Qué bueno saber que sigue compartiendo información en su blog. ¡Encomiable!
Pablo Mendez-Quiros Aranda
mar, 23 may, 21:58
Estimado amigo: te agradezco tus expresiones de aprecio respecto al nuevo capítulo de mi blog. Como por mi edad ya no me es posible hacer expediciones como antaño, he recurrido a mis apuntes hechos en mis Diarios de Campo, donde he anotado cuidadosamente todo lo que me llamaba la atención. De ahí han brotado los artículos recientes, con mis anotaciones manuscritas de índole lingüística y etnográfica, de hace ya 50 años. Si Dios quiere, seguiré escribiendo mientras mi vista me lo permita. ´Te agradeceré difundas mi Blog entre tus amistades científicas y tus alumnos.
ResponderEliminarAtentamente,
Horacio Larrain
Nos escribe el historiador Rodrigo Cornejo:
ResponderEliminarMuchas gracias por sus nuevos capítulos del blog (leí los dos referidos a sus incursiones por la cordillera de Tarapacá). Ambos fueron muy buenos, didácticos y entretenidos, como todos los capítulos que ha escrito.
Leyendo sobre las llamas, me hizo acordarme mucho de una tía que tenía en Arica y que siempre a las llamas les denominaba "llamos", lo cual me llamaba mucho la atención. Por su crónica, ahora percibo que ella no estaba tan errada.
Por otra parte, se necesita harta sangre fría para ver el sacrificio de un animal y más todavía describirlo por escrito. Pienso que yo no sería capaz, pues me causaría mucha tristeza. Mis saludos,
Rodrigo
ResponderEliminarNuevo mensaje del historiador Rodrigo Cornejo hoy:
Muchas gracias por su nuevo mensaje y de nada por mi modesto aliento. Desde que empecé a leerlos, siempre he dicho que sus textos aportan mucho al conocimiento y por eso disfruto una enormidad cada vez que usted elabora un nuevo capítulo de su blog. De todas maneras, difundiré sus textos entre mis otros amigos y cercanos.
Saludos,
Rodrigo Cornejo