Fig. 1. El sacerdote jesuíta belga Gustavo le Paige de Walque junto a una antigua collca atacameña. Fotografía tomada por el físico chileno Gerardo Melcher con motivo de una de sus visitas a San Pedro de Atacama. Es unas de las pocas imágenes que se conservan del arqueólogo en su trabajo de campo. Aquí le vemos con su sotana gris y gruesos bototos de excursión. Tiene en este momento unos 62 años bien cumplidos (Imagen captada hacia 1964. En obra de G. Melcher: "El Norte de Chile, su gente, sus desiertos y volcanes", Editorial Universitaria, 2004 frente pg. 121).
Fig. 2. El flamante Museo Arqueológico de San Pedro de Atacama, creado por el tesón y entusiasmo del sacerdote jesuíta, casi concluido a mediados del año 1963. Esta imagen se puede apreciar con mayor nitidez en la citada obra de Gerardo Melcher: "El Norte de Chile su gente, sus desiertos y volcanes", (Editorial Universitaria, Santiago, 2004). Le Paige se muestra a la extrema izquierda (de sotana gris) e Irma Melcher, esposa de Gerardo, a su extrema derecha. El cuarto personaje de izquierda a derecha, es el entomólogo Luis E. Peña Guzmán. A su derecha, el Dr. Reitböck. Imagen tomada probablemente en el año 1965).
Un nuevo recordatorio de la partida de le Paige.
No tenemos la certeza de que alguien haya recordado este aniversario Nº 36 de la partida del célebre jesuíta. No hay registro de que los periódicos o las radios locales se hayan hecho eco de este aniversario. Tampoco, al parecer, en el mundo académico. Pasó, una vez más, en profundo silencio. Gustavo le Paige, el misionero belga avecindado en Chile en 1955 quedaba sepultado en el olvido. Igual como en su humilde sepultura actual en el cementerio de San Pedro de Atacama. ¿Qué queda hoy (2016) -nos preguntamos- del legado cultural, social y religioso del misionero jesuíta que por espacio de 27 largos años (1957-1980), recorriera los polvorientos senderos de Atacama, adoctrinando en las fe cristiana a los atacameños, sus feligreses y reuniendo centenares de cráneos, momias y ajuares de tumbas de épocas pasadas para su Museo?. ¿Nos queda por ahora al menos su querido Museo, tal vez?. Si al menos existiera la voluntad de conservar en pie, como reliquia para la posteridad, su famoso Museo, el que atrajera a infinitos extranjeros y a cuatro presidentes de Chile (Jorge Alessandri, Eduardo Frei, Salvador Allende y Augusto Pinochet) e incluso al monarca (su Rey), de Bélgica, el rey Balduino, entre otras personalidades que lo visitaron y admiraron.
Fig. 3. En Enero del año 1963, Le Paige tuvo la osadía de convocar en su pueblo, el "Primer Congreso Internacional de Arqueología" al que asistieron connotados arqueólogos como Alberto Rex González (Argentina), Dick Edgar Ibarra Grasso (Bolivia), Luis Lumbreras (Perú), además de los arqueólogos nacionales Mario Orellana, Lautaro Núñez, Alberto Medina, Hans Niemeyer y varios otros más. En esta imagen, se les ve en sesión en dicho Congreso en un salón del recién inaugurado Museo. Le Paige muestra a los asistentes una pieza lítica del período Arcaico, tal vez obtenida en el sitio de Ghatchi, uno de sus sitios predilectos de búsqueda.
Mi regreso a San Pedro tras 31 años de ausencia.
Hace poco más de un año, a fines de Marzo del año 2015 tuve la grata oportunidad de regresar a San Pedro, para participar en un Congreso de Arqueología. Hacía unos 31 años que no pisaba las polvorientas callejuelas del poblado. Los estudiosos del Qhapaqñan o "Camino del Inca" se reunieron durante 4 días para compartir sus conocimientos sobre el diseño y recorrido de esta vía incaica que unía los más remotos rincones del Tahuantinsuyo con el Cuzco, la capital. Por esta vía regia circularon ejércitos de conquista, familias de transplantados a otras regiones como colonos (mitimaes o mitmaqkuna, en lengua quechua)) y toda suerte de bienes y productos alimenticios en interminables arreos de llamas cargadas.
Escenario del nuevo Congreso de Arqueología (2016).
Las reuniones de este Congreso no se realizaron -como en el Primer Congreso Internacional de San Pedro, convocado por Le Paige en Enero de 1963- al alero del Museo que porta su nombre, sino en un pomposo hotel cinco estrellas, sito al oriente del pucará de Quitor, en un paisaje agreste hoy domesticado, junto al río San Pedro, entre algarrobos, chañares, chilcas y cachiyuyos. ¡Otro escenario, ciertamente muy distinto al que hubiera deseado Le Paige si aún viviera!.. Ahora, ya no eran los descubrimientos de Le Paige el atractivo principal, sino las doctas disertaciones de los académicos. San Pedro y su rica historia plurimilenaria, pasaban ahora a un segundo o tercer plano!. ¡Le Paige de estar vivo, jamás lo hubiera permitido!.
Cuando pregunté por qué no sesionábamos nosotros en el antiguo Museo de Le Paige, junto a la casa parroquial del poblado, se nos dijo que éste estaba en vías de ser demolido. Por otra parte, tampoco tenía capacidad para albergar a más de 100 participantes.
¿La gran pregunta: ¿se justifica hoy la demolición total del antiguo Museo, ícono indiscutido del pueblo?.
Nadie se opone a la construcción de un nuevo y más moderno Museo en el poblado de San Pedro, si tal construcción se justificara plenamente por necesidades estrictamente científicas. Lo que no podemos aceptar y no acepta tampoco la comunidad atacameña (hemos consultado a numerosos líderes al efecto), es que esta construcción se haga destruyendo el anterior hasta sus cimientos; echando al olvido toda una larga historia anterior de esfuerzo, tesón y sacrificio tanto del sacerdote Le Paige como de sus ayudantes atacameños. En párrafo aparte, discutimos por qué este Museo ha pasado a ser, de facto, por el peso de la historia, un ícono indiscutido del pueblo, y por ello mismo, un edificio patrimonial de altísimo valor cultural que se debe proteger a toda costa.
.
Las fotos que siguen, fueron captadas hace unos pocos días (04/2016) por el lente de Justo Zuleta, valiente atacameño, admirador de Le Paige y su obra. Tienen el valor de ser un testimonio histórico valioso en un momento en que el Museo de Le Paige está siendo desmantelado -según se nos informa- para dar paso a uno nuevo, mucho más grande y moderno. La pregunta obvia para aquellos que trabajamos aquí mismo, por meses o años, con Le Paige es: ¿por qué se le demuele, desde sus cimientos?. ¿Se justifica su demolición completa (es decir su desaparición ad aeternum), u obedece más bien esta medida a ocultas razones (¿económicas?) so capa de "progreso"?. ¿A quién beneficia en realidad el nuevo Museo?. ¿Al pueblo atacameño -como fue siempre el objetivo del párroco Le Paige- o a terceros (Universidad, Municipio, arquitectos y constructores ejecutores)?. Tal pregunta nos parece muy pertinente en este caso, pues atañe a todo el pueblo. En su tiempo (1963) esta obra arquitectónica, construida con adobes hechos por los mismos obreros atacameños, y dirigida por el arquitecto Carlos Contreras Alvarez, autor de sus planos, fue considerada no solo un bellísimo edificio, sino una construcción de un novedoso diseño, aptísimo para su empleo como Museo y, además, dotado de un estilo en cierto modo semejante a las sencillas construcciones de un solo piso de la aldea. No se trataba de hacer un "elefante blanco", sino un sitio que mostrara, en todo su esplendor, las maravillas de la cultura atacameña tanto a los pobladores como a los visitantes, sin que desentonara del conjunto de la arquitectura tradicional del poblado.
En la mente de su creador, Le Paige, siempre estuvo muy presente la finalidad del Museo, que no era otra que el enriquecimiento cultural y social del pueblo lickan antay o atacameño. Nos preguntamos: ¿a lo largo de su historia, se ha cumplido ese su deseo formal, mantenido hasta su muerte de un Museo de y para los atacameños?
En los párrafos que siguen, luego de mostrar diversas imágenes del antiguo Museo moribundo, intentaremos probar la incongruencia de los argumentos esgrimidos por los "expertos" que decretaron su pena de muerte.
Fig. 3. En Enero del año 1963, Le Paige tuvo la osadía de convocar en su pueblo, el "Primer Congreso Internacional de Arqueología" al que asistieron connotados arqueólogos como Alberto Rex González (Argentina), Dick Edgar Ibarra Grasso (Bolivia), Luis Lumbreras (Perú), además de los arqueólogos nacionales Mario Orellana, Lautaro Núñez, Alberto Medina, Hans Niemeyer y varios otros más. En esta imagen, se les ve en sesión en dicho Congreso en un salón del recién inaugurado Museo. Le Paige muestra a los asistentes una pieza lítica del período Arcaico, tal vez obtenida en el sitio de Ghatchi, uno de sus sitios predilectos de búsqueda.
Mi regreso a San Pedro tras 31 años de ausencia.
Hace poco más de un año, a fines de Marzo del año 2015 tuve la grata oportunidad de regresar a San Pedro, para participar en un Congreso de Arqueología. Hacía unos 31 años que no pisaba las polvorientas callejuelas del poblado. Los estudiosos del Qhapaqñan o "Camino del Inca" se reunieron durante 4 días para compartir sus conocimientos sobre el diseño y recorrido de esta vía incaica que unía los más remotos rincones del Tahuantinsuyo con el Cuzco, la capital. Por esta vía regia circularon ejércitos de conquista, familias de transplantados a otras regiones como colonos (mitimaes o mitmaqkuna, en lengua quechua)) y toda suerte de bienes y productos alimenticios en interminables arreos de llamas cargadas.
Escenario del nuevo Congreso de Arqueología (2016).
Las reuniones de este Congreso no se realizaron -como en el Primer Congreso Internacional de San Pedro, convocado por Le Paige en Enero de 1963- al alero del Museo que porta su nombre, sino en un pomposo hotel cinco estrellas, sito al oriente del pucará de Quitor, en un paisaje agreste hoy domesticado, junto al río San Pedro, entre algarrobos, chañares, chilcas y cachiyuyos. ¡Otro escenario, ciertamente muy distinto al que hubiera deseado Le Paige si aún viviera!.. Ahora, ya no eran los descubrimientos de Le Paige el atractivo principal, sino las doctas disertaciones de los académicos. San Pedro y su rica historia plurimilenaria, pasaban ahora a un segundo o tercer plano!. ¡Le Paige de estar vivo, jamás lo hubiera permitido!.
Cuando pregunté por qué no sesionábamos nosotros en el antiguo Museo de Le Paige, junto a la casa parroquial del poblado, se nos dijo que éste estaba en vías de ser demolido. Por otra parte, tampoco tenía capacidad para albergar a más de 100 participantes.
¿La gran pregunta: ¿se justifica hoy la demolición total del antiguo Museo, ícono indiscutido del pueblo?.
Nadie se opone a la construcción de un nuevo y más moderno Museo en el poblado de San Pedro, si tal construcción se justificara plenamente por necesidades estrictamente científicas. Lo que no podemos aceptar y no acepta tampoco la comunidad atacameña (hemos consultado a numerosos líderes al efecto), es que esta construcción se haga destruyendo el anterior hasta sus cimientos; echando al olvido toda una larga historia anterior de esfuerzo, tesón y sacrificio tanto del sacerdote Le Paige como de sus ayudantes atacameños. En párrafo aparte, discutimos por qué este Museo ha pasado a ser, de facto, por el peso de la historia, un ícono indiscutido del pueblo, y por ello mismo, un edificio patrimonial de altísimo valor cultural que se debe proteger a toda costa.
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Las fotos que siguen, fueron captadas hace unos pocos días (04/2016) por el lente de Justo Zuleta, valiente atacameño, admirador de Le Paige y su obra. Tienen el valor de ser un testimonio histórico valioso en un momento en que el Museo de Le Paige está siendo desmantelado -según se nos informa- para dar paso a uno nuevo, mucho más grande y moderno. La pregunta obvia para aquellos que trabajamos aquí mismo, por meses o años, con Le Paige es: ¿por qué se le demuele, desde sus cimientos?. ¿Se justifica su demolición completa (es decir su desaparición ad aeternum), u obedece más bien esta medida a ocultas razones (¿económicas?) so capa de "progreso"?. ¿A quién beneficia en realidad el nuevo Museo?. ¿Al pueblo atacameño -como fue siempre el objetivo del párroco Le Paige- o a terceros (Universidad, Municipio, arquitectos y constructores ejecutores)?. Tal pregunta nos parece muy pertinente en este caso, pues atañe a todo el pueblo. En su tiempo (1963) esta obra arquitectónica, construida con adobes hechos por los mismos obreros atacameños, y dirigida por el arquitecto Carlos Contreras Alvarez, autor de sus planos, fue considerada no solo un bellísimo edificio, sino una construcción de un novedoso diseño, aptísimo para su empleo como Museo y, además, dotado de un estilo en cierto modo semejante a las sencillas construcciones de un solo piso de la aldea. No se trataba de hacer un "elefante blanco", sino un sitio que mostrara, en todo su esplendor, las maravillas de la cultura atacameña tanto a los pobladores como a los visitantes, sin que desentonara del conjunto de la arquitectura tradicional del poblado.
En la mente de su creador, Le Paige, siempre estuvo muy presente la finalidad del Museo, que no era otra que el enriquecimiento cultural y social del pueblo lickan antay o atacameño. Nos preguntamos: ¿a lo largo de su historia, se ha cumplido ese su deseo formal, mantenido hasta su muerte de un Museo de y para los atacameños?
En los párrafos que siguen, luego de mostrar diversas imágenes del antiguo Museo moribundo, intentaremos probar la incongruencia de los argumentos esgrimidos por los "expertos" que decretaron su pena de muerte.
Fig. 4. La imponente estatua del jesuíta belga, obra del artista y escultor de la Universidad del Norte don Harold Krusell. Su autor, supo captar maravillosamente en la mirada y en sus gestos, la visión esplendorosa de le Paige: su convencimiento de que San Pedro y su zona era una prueba palmaria de una ocupación ininterrumpida por el hombre desde la época de los cazadores-recolectores andinos del Holoceno temprano hasta la llegada del conquistador español, en sucesivas culturas.
Fig. 5. Obsérvese el entorno sencillo en que se desenvuelve el Museo, con utilización de ramas de sorona nativa como adorno del conjunto. Se buscó la sobriedad y la sencillez. La estatua vista por detrás. El autor supo captar muy bien el aspecto físico de Le Paige: un cráneo prominente, manos muy vigorosas y grandes orejas salientes.
Fig. 6. El frontis del Museo que porta su nombre: " Universidad Católica del Norte, Museo Arqueológico padre Gustavo Le Paige, S.J.". Obsérvese el uso de la hermosa piedra liparita (volcánica) tallada, originaria de las canteras del vecino pueblo atacameño de Toconao, en el umbral de entrada.
Un Museo: espejo de la cultura atacameña, abierto al mundo.
El viejo Museo, levantado al lado de la casa parroquial de época colonial, hermosamente construido en adobes y piedra liparita y con un notable diseño en forma de estrella, fue fruto maduro del esfuerzo y tesón del sabio jesuíta. Fue "su" idea, "su" obra. Allí se amontonaron, por miles, sus descubrimientos. Sus artefactos líticos del "Paleolítico americano"- como soñara Le Paige- y sus momias rodeadas de su rico y variado ajuar funerario. La Universidad del Norte lo hizo suyo en un famoso "Acuerdo" con Le Paige, su fundador, y pasó a ser, a partir del año 1963, uno de los más preciados íconos de la polvorienta localidad de San Pedro. El ícono silencioso pero indiscutido de la presencia y actividad científica del sabio jesuíta en la región atacameña. Allí junto, todavía hoy, se alza, imponente. la estatua en metal de su fundador, observando con curiosidad un cráneo humano, obra genial del escultor Harold Krusell.
Inminente destrucción del Museo levantado por Le Paige.
Hemos tenido conocimiento que el Museo muy pronto va a ser demolido; desde sus cimientos. No quedará "piedra sobre piedra". Los aires de "progreso" han invadido a San Pedro y se pretende levantar hoy (con planes ya aprobados), un Museo nuevo, de diseño y estructura muy diferente y de mayor tamaño, haciendo trizas el antiguo, su historia, sus tradiciones, sus recuerdos, en una palabra, su vida de largos sesenta años. El argumento que se esgrime: el antiguo Museo no ofrecía suficiente seguridad ante los sismos y aguaceros y, además, ya se había hecho muy pequeño. Para los arquitectos que asumen la tarea de levantar un nuevo Museo, el edificio de Le Paige y de Carlos Contreras (su arquitecto en 1962), "no tendría ningún valor patrimonial" (expresión textual). Porque si lo tuviera, ni siquiera hubiesen intentado postular a este suculento Proyecto de 20 millones de dólares (!). Lo más grave, a nuestro juicio, es que tal premisa errónea ha sido también respaldada por las autoridades municipales de San Pedro (las que aprobaron el nuevo Proyecto), investigadores del propio Museo y una pequeñísima parte del vecindario atacameño.
No estamos de acuerdo.
Discrepamos absolutamente de este veredicto injusto. Creemos que se ha pecado aquí de una total ignorancia del sentido, origen, visión, misión y destino del antiguo Museo por parte de su creador, Gustavo le Paige. A nuestro juicio, sólo se esgrime vanos pretextos, pues bien se pudo salvar la interesante estructura original ideada por Le Paige -ya parte de una larga historia local-, integrándola como parte de un conjunto más amplio y armonioso, uniendo así sutil y hábilmente el pasado y el futuro. Así, se habría salvado este ícono sanpedrino de unos 63 años de existencia, constituido ya en un edificio de valía científica e histórica internacional indiscutible, a pesar de su relativa juventud en términos cronológicos.
Destruir el Museo de Le Paige es destruir en parte su memoria, su legado.
La memoria y actividad investigativa de Gustavo le Paige estuvieron unidos indisolublemente a este "su Museo" y "su diseño", no a otro, su sucesor, por más que este último trate de recrear -como imaginamos lo hará- ambientes del pasado. "Destruir la memoria" de gestas admirables (aunque recientes) es hoy día prurito frecuente entre algunos audaces arquitectos o constructores, incapaces de valorar la historia reciente, sus hitos, personajes y epopeyas; su enorme y decisiva influencia en la historia e iconografía local. Para mí ellos son y lo serán siempre -y perdóneseme la expresión- "verdaderos iconoclastas". Tal vez sean muy versados en su arte arquitectónico, pero "iconoclastas" desde el ángulo cultural. Iconoclasta es- ad litteram, "el que destruye una imagen, un ícono, un hito histórico". La larga historia del Museo de San Pedro -que podemos seguir aún hoy gracias al "Diario" de Campo" del jesuíta arqueólogo-, presenta ribetes casi homéricos. Esto parece haberse olvidado enteramente. ¡Tanto fue el esfuerzo desplegado en esa época por Le Paige y la Universidad del Norte, por poner sobre el tapete internacional las culturas de San Pedro, su continuidad en el tiempo y su antiquísima cronología!. Leyendo el "Diario" de Le Paige, parco en palabras, pero elocuente, uno comprende y aquilata el costo de su epopeya, el tremendo esfuerzo desplegado. ¡Levantar un gran Museo, de varios miles de m2 de estructuras, en medio del polvoriento San Pedro de aquellos años, era no solo una osadía sino un logro indiscutido!. Y como tal fue ampliamente reconocido en su tiempo por chilenos y extranjeros.
¿Qué hay detrás de esta demolición?. ¿Secretas intenciones tal vez?.
. ¿Hasta qué punto, -nos preguntamos hoy algunos antropólogos- no habrá aquí, tras esta proyectada demolición, secretos designios de enriquecimiento por parte de personas ajenas a la región, su rica historia y tradiciones y/o, tal vez, el escondido anhelo de unos pocos inexpertos atacameños - infieles a su herencia cultural- de ir borrando, poco a poco, las huellas del "cura Le Paige" acusándolo desleal e injustamente de "profanador" de su pasado?. El tiempo y su implacable juicio, un día dirán cuánta ignorancia, cuánto desconocimiento, cuánta falsedad hubo en tejer y propalar aseveraciones tan ligeras, tan faltas de base. No han reconocido éstos las verdaderas y auténticas intenciones de Le Paige, al desenterrar a sus presuntos ancestros. con una finalidad científica demostrable!. Y digo "presuntos", porque la probabilidad de que se establezca algún día un parentesco real, certificado por el ADN, de los actuales atacameños con aquellos que vivieron en los siglos I al VI después de Cristo, es muy remota, remotísima. Mucho antes, sospecho, se va a establecer parentesco real con los migrantes que vinieron, en calidad de arrieros, desde el altiplano boliviano o desde Córdoba, Salta o Tucumán a radicarse en los valles atacameños. ¡Y éstos no eran lickan antai, ciertamente!.
El veredicto de la historia.
La historia - la historia total- nos dará un día su veredicto como "maestra de la vida". Los líderes atacameños del futuro un día reconocerán hidalgamente en Le Paige no solo al gran defensor y difusor de su cultura y sus tesoros, sino también al más grande propulsor del verdadero y auténtico progreso cultural, social y económico en su zona. No hubo iniciativa de progreso verdadero (caminos, reforestación, canales de regadío, defensa de la propiedad de sus aguas, defensa del medio ambiente, electrificación, deporte, seguridad, salud, educación...) que Le Paige no compartiera y apoyara entonces con todas sus fuerzas. Que hoy algunos pocos "pseudo-iluminados", no le asignen su capital y decisiva importancia en el renacimiento cultural de su etnia, no es de extrañar, en un período inicial de re-etnificación lickan antay, proceso en el que se pretende injustamente, por unos pocos, desconocer los logros obtenidos en el pasado reciente por sus auténticos pioneros y gestores. Los verdaderos pioneros nunca deben ser olvidados por los pueblos a los que sirvieron con generosidad, veneración y cariño. No solo son parte de su historia, sino son, también, las mejores "antorchas" que guiaron por varios decenios su recorrido en la oscuridad y los guiarán indudablemente también en el futuro, si saben acoger, con devoción y respeto, su herencia y su legado.
Obras escritas sobre el Padre le Paige.
Lo que nos duele profundamente, al escuchar incrédulos la noticia de la inminente demolición del Museo antiguo, es que lo que se ha destruido una vez, no volverá a ser erigido jamás; empieza una nueva era, sobre las cenizas de lo antiguo, antecedente. Se borra de un plumazo lo anterior, considerado caduco, imperfecto, perecedero y, por tanto, digno de destrucción y olvido.
Hemos estado leyendo, tras regresar de San Pedro, la obra dedicada a Le Paige y su historia casi mítica, por el periodista belga Christian de Brulle. La rotuló "Le dernier roi de l´Atacama", ("el último rey de Atacama"). Esta obra de un periodista hábil, de 188 densas páginas, nos deja, sin embargo, sabor a poco. Le reconocemos, sin embargo, el gran mérito de basarse en mucha información de primera mano, como las innumerables cartas intercambiadas con su hermano mayor Constantino y miembros de su familia. Como buen periodista, se sirve de información de terceros que lo conocieron a fondo, ya que el mismo no tuvo el privilegio de conocerlo personalmente. Pero lo que es indiscutible es que su autor expresa una suprema admiración por su obra arqueológica, dados los escasos medios de que entonces disponía.
La obra del arqueólogo piqueño Lautaro Núñez, denominada: "Cronología de una misión", dedicada a la memoria del P. Le Paige y publicada por Ediciones Universitarias, Universidad Católica del Norte en el año 1993, trece años después de su muerte, es un recuento y/o relato histórico y en parte más bien anecdótico, de sus numerosos trabajos arqueológicos en el área atacameña. Su guía en esta tarea es, en gran medida, el propio "Diario de Campo" de Le Paige. No es ni quiere ser un intento por descubrir y profundizar los aciertos y las notables intuiciones científicas de le Paige, a pesar de que hidalgamente reconoce algunos de ellos. Es más bien un relato entretenido de su rica y agitada vida, distribuida entre la arqueología y la atención espiritual de sus feligreses atacameños. La arqueología que para él comenzó siendo una especie de hobby placentero, pronto se fue convirtiendo en un trabajo científico serio, cada vez más apreciado por los científicos de los países vecinos con los cuales tenía nutrida correspondencia, a la vez que el mismo sacerdote era nutrido y reforzado por ellos con el empleo de nuevas tecnologías y visiones.
Hace falta un estudio en profundidad del quehacer de Le Paige en la zona de San Pedro.
Echamos allí de menos un estudio reflexivo y profundo sobre el rol de Le Paige en el estudio científico del área atacameña, su importancia y su valor en el descubrimiento de las secuencias culturales en la región, así como sobre la existencia de las diversas influencias culturales foráneas en San Pedro. Estudios que fueron absolutamente pioneros en su tiempo. Hace mucha falta escudriñar y destacar en las diferentes artículos y libros de le Paige, su gran originalidad y su afán pionero por describir todas las culturas que se sucedieron en la zona de San Pedro hasta la llegada del español. Hace falta presentar con mayor acopio de información y análisis más fino de sus escritos, al auténtico pionero de los estudios atacameños en un enfoque integral, y al verdadero precursor del desarrollo endógeno de este pueblo, conservando y protegiendo a toda costa su propia identidad cultural. En este terreno, queda aún mucho por hacer y lo publicado sobre él nos deja -a los que conocimos muy de cerca su actividad tanto social y religiosa como científica- sabor a poco, a demasiado poco. La distancia que hay entre Ricardo Latcham su predecesor (en su estudio sobre la "Arqueología de la región atacameña", 1938) y aún de las obras de Grete Mostny (1948, 1952, 1954, entre otras) y el conjunto de los trabajos de Le Paige, es significativa y debería ser analizada y realzada en su verdadera dimensión, máxime como visión certera de un desarrollo secuencial, que cubre una amplia franja de tiempo, en un impresionante desfile de etnias y culturas diferentes.
Cómo era el Museo hoy moribundo: sus últimos estertores.
A continuación, presentamos una serie de fotografías tomadas en los últimos días de Mayo de este año 2016, inmediatamente antes del inicio de las obras de la demolición. Su mérito y valor testimonial es evidente. Las imágenes históricas son de nuestro corresponsal Justo Zuleta, en San Pedro de Atacama. Nos alegra poder exponerlas ante esta tribuna internacional.
Fig. 7. El exterior del complejo de rotondas del Museo actual, rodeado de muros de adobe.
Fig. 8. Frontis del Museo. A la izquierda, la estatua del P. Le Paige S.J, obra de Harold Krusell. ¿Cuál será ahora el destino de esta fina y grandiosa escultura en bronce?.¿ Qué dicen los arquitectos del nuevo Museo?. ¿O irá a parar, tal vez, a algún desván u oscura bodega de un nuevo Museo?.
Fig. 9. La enorme estatua del jesuíta Le Paige, pensador de un mejor futuro para los atacameños. Aún está allí en pie....¿hasta cuándo?.¿Cuál será su destino final?
Fig. 10. Uno de sus corredores.
Fig. 11. El hall central del Museo donde Le Paige dispuso, desde sus inicios, la presentación en vivo de un entierro atacameño con todas sus pertenencias.
Fig. 12. Vista del conjunto de la techumbre de esta primera rotonda. Al centro, el lugar de enterramiento referido en la figura anterior.
Fig 13. Una de las alas laterales. Cada ala del antiguo Museo fue preparada en sus vitrinas para exponer una determinada época de desarrollo atacameño.
Fig.14. Un rincón en una de las bodegas del Museo.
Fig. 5. Obsérvese el entorno sencillo en que se desenvuelve el Museo, con utilización de ramas de sorona nativa como adorno del conjunto. Se buscó la sobriedad y la sencillez. La estatua vista por detrás. El autor supo captar muy bien el aspecto físico de Le Paige: un cráneo prominente, manos muy vigorosas y grandes orejas salientes.
Fig. 6. El frontis del Museo que porta su nombre: " Universidad Católica del Norte, Museo Arqueológico padre Gustavo Le Paige, S.J.". Obsérvese el uso de la hermosa piedra liparita (volcánica) tallada, originaria de las canteras del vecino pueblo atacameño de Toconao, en el umbral de entrada.
Un Museo: espejo de la cultura atacameña, abierto al mundo.
El viejo Museo, levantado al lado de la casa parroquial de época colonial, hermosamente construido en adobes y piedra liparita y con un notable diseño en forma de estrella, fue fruto maduro del esfuerzo y tesón del sabio jesuíta. Fue "su" idea, "su" obra. Allí se amontonaron, por miles, sus descubrimientos. Sus artefactos líticos del "Paleolítico americano"- como soñara Le Paige- y sus momias rodeadas de su rico y variado ajuar funerario. La Universidad del Norte lo hizo suyo en un famoso "Acuerdo" con Le Paige, su fundador, y pasó a ser, a partir del año 1963, uno de los más preciados íconos de la polvorienta localidad de San Pedro. El ícono silencioso pero indiscutido de la presencia y actividad científica del sabio jesuíta en la región atacameña. Allí junto, todavía hoy, se alza, imponente. la estatua en metal de su fundador, observando con curiosidad un cráneo humano, obra genial del escultor Harold Krusell.
Inminente destrucción del Museo levantado por Le Paige.
Hemos tenido conocimiento que el Museo muy pronto va a ser demolido; desde sus cimientos. No quedará "piedra sobre piedra". Los aires de "progreso" han invadido a San Pedro y se pretende levantar hoy (con planes ya aprobados), un Museo nuevo, de diseño y estructura muy diferente y de mayor tamaño, haciendo trizas el antiguo, su historia, sus tradiciones, sus recuerdos, en una palabra, su vida de largos sesenta años. El argumento que se esgrime: el antiguo Museo no ofrecía suficiente seguridad ante los sismos y aguaceros y, además, ya se había hecho muy pequeño. Para los arquitectos que asumen la tarea de levantar un nuevo Museo, el edificio de Le Paige y de Carlos Contreras (su arquitecto en 1962), "no tendría ningún valor patrimonial" (expresión textual). Porque si lo tuviera, ni siquiera hubiesen intentado postular a este suculento Proyecto de 20 millones de dólares (!). Lo más grave, a nuestro juicio, es que tal premisa errónea ha sido también respaldada por las autoridades municipales de San Pedro (las que aprobaron el nuevo Proyecto), investigadores del propio Museo y una pequeñísima parte del vecindario atacameño.
No estamos de acuerdo.
Discrepamos absolutamente de este veredicto injusto. Creemos que se ha pecado aquí de una total ignorancia del sentido, origen, visión, misión y destino del antiguo Museo por parte de su creador, Gustavo le Paige. A nuestro juicio, sólo se esgrime vanos pretextos, pues bien se pudo salvar la interesante estructura original ideada por Le Paige -ya parte de una larga historia local-, integrándola como parte de un conjunto más amplio y armonioso, uniendo así sutil y hábilmente el pasado y el futuro. Así, se habría salvado este ícono sanpedrino de unos 63 años de existencia, constituido ya en un edificio de valía científica e histórica internacional indiscutible, a pesar de su relativa juventud en términos cronológicos.
Destruir el Museo de Le Paige es destruir en parte su memoria, su legado.
La memoria y actividad investigativa de Gustavo le Paige estuvieron unidos indisolublemente a este "su Museo" y "su diseño", no a otro, su sucesor, por más que este último trate de recrear -como imaginamos lo hará- ambientes del pasado. "Destruir la memoria" de gestas admirables (aunque recientes) es hoy día prurito frecuente entre algunos audaces arquitectos o constructores, incapaces de valorar la historia reciente, sus hitos, personajes y epopeyas; su enorme y decisiva influencia en la historia e iconografía local. Para mí ellos son y lo serán siempre -y perdóneseme la expresión- "verdaderos iconoclastas". Tal vez sean muy versados en su arte arquitectónico, pero "iconoclastas" desde el ángulo cultural. Iconoclasta es- ad litteram, "el que destruye una imagen, un ícono, un hito histórico". La larga historia del Museo de San Pedro -que podemos seguir aún hoy gracias al "Diario" de Campo" del jesuíta arqueólogo-, presenta ribetes casi homéricos. Esto parece haberse olvidado enteramente. ¡Tanto fue el esfuerzo desplegado en esa época por Le Paige y la Universidad del Norte, por poner sobre el tapete internacional las culturas de San Pedro, su continuidad en el tiempo y su antiquísima cronología!. Leyendo el "Diario" de Le Paige, parco en palabras, pero elocuente, uno comprende y aquilata el costo de su epopeya, el tremendo esfuerzo desplegado. ¡Levantar un gran Museo, de varios miles de m2 de estructuras, en medio del polvoriento San Pedro de aquellos años, era no solo una osadía sino un logro indiscutido!. Y como tal fue ampliamente reconocido en su tiempo por chilenos y extranjeros.
¿Qué hay detrás de esta demolición?. ¿Secretas intenciones tal vez?.
. ¿Hasta qué punto, -nos preguntamos hoy algunos antropólogos- no habrá aquí, tras esta proyectada demolición, secretos designios de enriquecimiento por parte de personas ajenas a la región, su rica historia y tradiciones y/o, tal vez, el escondido anhelo de unos pocos inexpertos atacameños - infieles a su herencia cultural- de ir borrando, poco a poco, las huellas del "cura Le Paige" acusándolo desleal e injustamente de "profanador" de su pasado?. El tiempo y su implacable juicio, un día dirán cuánta ignorancia, cuánto desconocimiento, cuánta falsedad hubo en tejer y propalar aseveraciones tan ligeras, tan faltas de base. No han reconocido éstos las verdaderas y auténticas intenciones de Le Paige, al desenterrar a sus presuntos ancestros. con una finalidad científica demostrable!. Y digo "presuntos", porque la probabilidad de que se establezca algún día un parentesco real, certificado por el ADN, de los actuales atacameños con aquellos que vivieron en los siglos I al VI después de Cristo, es muy remota, remotísima. Mucho antes, sospecho, se va a establecer parentesco real con los migrantes que vinieron, en calidad de arrieros, desde el altiplano boliviano o desde Córdoba, Salta o Tucumán a radicarse en los valles atacameños. ¡Y éstos no eran lickan antai, ciertamente!.
El veredicto de la historia.
La historia - la historia total- nos dará un día su veredicto como "maestra de la vida". Los líderes atacameños del futuro un día reconocerán hidalgamente en Le Paige no solo al gran defensor y difusor de su cultura y sus tesoros, sino también al más grande propulsor del verdadero y auténtico progreso cultural, social y económico en su zona. No hubo iniciativa de progreso verdadero (caminos, reforestación, canales de regadío, defensa de la propiedad de sus aguas, defensa del medio ambiente, electrificación, deporte, seguridad, salud, educación...) que Le Paige no compartiera y apoyara entonces con todas sus fuerzas. Que hoy algunos pocos "pseudo-iluminados", no le asignen su capital y decisiva importancia en el renacimiento cultural de su etnia, no es de extrañar, en un período inicial de re-etnificación lickan antay, proceso en el que se pretende injustamente, por unos pocos, desconocer los logros obtenidos en el pasado reciente por sus auténticos pioneros y gestores. Los verdaderos pioneros nunca deben ser olvidados por los pueblos a los que sirvieron con generosidad, veneración y cariño. No solo son parte de su historia, sino son, también, las mejores "antorchas" que guiaron por varios decenios su recorrido en la oscuridad y los guiarán indudablemente también en el futuro, si saben acoger, con devoción y respeto, su herencia y su legado.
Obras escritas sobre el Padre le Paige.
Lo que nos duele profundamente, al escuchar incrédulos la noticia de la inminente demolición del Museo antiguo, es que lo que se ha destruido una vez, no volverá a ser erigido jamás; empieza una nueva era, sobre las cenizas de lo antiguo, antecedente. Se borra de un plumazo lo anterior, considerado caduco, imperfecto, perecedero y, por tanto, digno de destrucción y olvido.
Hemos estado leyendo, tras regresar de San Pedro, la obra dedicada a Le Paige y su historia casi mítica, por el periodista belga Christian de Brulle. La rotuló "Le dernier roi de l´Atacama", ("el último rey de Atacama"). Esta obra de un periodista hábil, de 188 densas páginas, nos deja, sin embargo, sabor a poco. Le reconocemos, sin embargo, el gran mérito de basarse en mucha información de primera mano, como las innumerables cartas intercambiadas con su hermano mayor Constantino y miembros de su familia. Como buen periodista, se sirve de información de terceros que lo conocieron a fondo, ya que el mismo no tuvo el privilegio de conocerlo personalmente. Pero lo que es indiscutible es que su autor expresa una suprema admiración por su obra arqueológica, dados los escasos medios de que entonces disponía.
La obra del arqueólogo piqueño Lautaro Núñez, denominada: "Cronología de una misión", dedicada a la memoria del P. Le Paige y publicada por Ediciones Universitarias, Universidad Católica del Norte en el año 1993, trece años después de su muerte, es un recuento y/o relato histórico y en parte más bien anecdótico, de sus numerosos trabajos arqueológicos en el área atacameña. Su guía en esta tarea es, en gran medida, el propio "Diario de Campo" de Le Paige. No es ni quiere ser un intento por descubrir y profundizar los aciertos y las notables intuiciones científicas de le Paige, a pesar de que hidalgamente reconoce algunos de ellos. Es más bien un relato entretenido de su rica y agitada vida, distribuida entre la arqueología y la atención espiritual de sus feligreses atacameños. La arqueología que para él comenzó siendo una especie de hobby placentero, pronto se fue convirtiendo en un trabajo científico serio, cada vez más apreciado por los científicos de los países vecinos con los cuales tenía nutrida correspondencia, a la vez que el mismo sacerdote era nutrido y reforzado por ellos con el empleo de nuevas tecnologías y visiones.
Hace falta un estudio en profundidad del quehacer de Le Paige en la zona de San Pedro.
Echamos allí de menos un estudio reflexivo y profundo sobre el rol de Le Paige en el estudio científico del área atacameña, su importancia y su valor en el descubrimiento de las secuencias culturales en la región, así como sobre la existencia de las diversas influencias culturales foráneas en San Pedro. Estudios que fueron absolutamente pioneros en su tiempo. Hace mucha falta escudriñar y destacar en las diferentes artículos y libros de le Paige, su gran originalidad y su afán pionero por describir todas las culturas que se sucedieron en la zona de San Pedro hasta la llegada del español. Hace falta presentar con mayor acopio de información y análisis más fino de sus escritos, al auténtico pionero de los estudios atacameños en un enfoque integral, y al verdadero precursor del desarrollo endógeno de este pueblo, conservando y protegiendo a toda costa su propia identidad cultural. En este terreno, queda aún mucho por hacer y lo publicado sobre él nos deja -a los que conocimos muy de cerca su actividad tanto social y religiosa como científica- sabor a poco, a demasiado poco. La distancia que hay entre Ricardo Latcham su predecesor (en su estudio sobre la "Arqueología de la región atacameña", 1938) y aún de las obras de Grete Mostny (1948, 1952, 1954, entre otras) y el conjunto de los trabajos de Le Paige, es significativa y debería ser analizada y realzada en su verdadera dimensión, máxime como visión certera de un desarrollo secuencial, que cubre una amplia franja de tiempo, en un impresionante desfile de etnias y culturas diferentes.
Cómo era el Museo hoy moribundo: sus últimos estertores.
A continuación, presentamos una serie de fotografías tomadas en los últimos días de Mayo de este año 2016, inmediatamente antes del inicio de las obras de la demolición. Su mérito y valor testimonial es evidente. Las imágenes históricas son de nuestro corresponsal Justo Zuleta, en San Pedro de Atacama. Nos alegra poder exponerlas ante esta tribuna internacional.
Fig. 7. El exterior del complejo de rotondas del Museo actual, rodeado de muros de adobe.
Fig. 8. Frontis del Museo. A la izquierda, la estatua del P. Le Paige S.J, obra de Harold Krusell. ¿Cuál será ahora el destino de esta fina y grandiosa escultura en bronce?.¿ Qué dicen los arquitectos del nuevo Museo?. ¿O irá a parar, tal vez, a algún desván u oscura bodega de un nuevo Museo?.
Fig. 9. La enorme estatua del jesuíta Le Paige, pensador de un mejor futuro para los atacameños. Aún está allí en pie....¿hasta cuándo?.¿Cuál será su destino final?
Fig. 11. El hall central del Museo donde Le Paige dispuso, desde sus inicios, la presentación en vivo de un entierro atacameño con todas sus pertenencias.
Fig. 12. Vista del conjunto de la techumbre de esta primera rotonda. Al centro, el lugar de enterramiento referido en la figura anterior.
Fig 13. Una de las alas laterales. Cada ala del antiguo Museo fue preparada en sus vitrinas para exponer una determinada época de desarrollo atacameño.
Fig.14. Un rincón en una de las bodegas del Museo.
Fig. 15. Las hermosa techumbre o cúpula de la rotonda principal, en la zona de acceso al Museo.
Epílogo.
Hemos planteado crudamente el problema. Para nosotros, sin género de duda, lo que se está gestando en estos precisos momentos, es un crimen cultural, un atentado contra un "patrimonio", creado con esfuerzo y brazos de los propios atacameños en estos últimos 63 años. Sus responsables, son verdaderos iconoclastas. Aunque algunos de ellos, tal vez, no se den hoy bien cuenta de ello. El hecho de la relativa "juventud" (63 años) de este Museo no impide en absoluto que un edificio o recinto adquiera un valor francamente patrimonial. Si no, pregunten al Consejo de Monumentos Nacionales por qué se ha declarado recientemente (2016) "patrimonio nacional" la humilde casita donde vivía el sacerdote francés André Jarlan en la población "La Victoria", en Santiago, vilmente asesinado durante la dictadura del general Augusto Pinochet (1975). ¿Por qué fue declarado "monumento nacional"?. Por su enorme significación e impacto en una comunidad. Por eso. Y nada menos que por eso... Ciertamente no por su belleza arquitectónica, por supuesto.
¿Dónde está su voz?.
Hemos echado de menos en el presente caso, la voz airada -en otras ocasiones, destemplada- de los arqueólogos chilenos. Esa misma voz que hemos escuchado tantas veces "repiquetear" cuando se destruyen los sitios arqueológicos por el paso del "huracán Dakar". Echamos particularmente de menos, con dolor y molestia, la voz de aquellos que laboraron con el propio Le Paige en su Museo, que fueron acogidos por él y se enriquecieron enormemente con su experiencia de terreno y conocimiento exhaustivo de los sitios. Nadie parece haber levantado la voz ante esta situación, tan claramente anti-patrimonial. Ni siquiera los propios arqueólogos que hoy laboran en San Pedro de Atacama y usufructúan de sus ricos materiales culturales, la mayoría de ellos excavados o citados por Le Paige. ¿Tal vez nos equivocamos?. ¡Ojalá!. ¿Por qué -nos preguntamos perplejos- este extraño, misterioso y casi sórdido silencio?. De las pocas personas que sabemos han levantado su voz para denunciar valientemente este desatino cultural, hoy en vías de ponerse en práctica, es la arqueóloga, residente en San Pedro, Ana María Barón. El otro, es un joven antropólogo atacameño: Ulises Cárdenas. No hemos sabido de nadie más. ¡Tan solo ellos!. "Apparent rari nantes in gurgite vasto", ("aparecen unos cuantos náufragos en un vasto mar") solían decir los romanos en una ocasión semejante. ¿Qué pasa con las decenas de arqueólogos y antropólogos que han trabajado en la región de Antofagasta y específicamente en San Pedro?. ¿Ignoran tal vez este hecho deplorable? ¿O será que ellos están muy acuerdo con esta destrucción ignominiosa? ¿Qué razones de peso esgrimen para ello?. Ojalá tuviéramos alguna respuesta; alguna respuesta digna de crédito.
Nuestros sucesores, los arqueólogos y antropólogos del futuro, ajenos ya a las contigencias propias del momento histório y político, sopesarán un día los endebles argumentos esgrimidos por los iconoclastas de hoy.