miércoles, 29 de abril de 2015

¿La primera mención explícita a los geoglifos de Tarapacá?. El trabajo de John H. Blake en 1843.


Fig. 1. Portada de la revista de los Estados Unidos donde  publicó John  H. Blake su artículo sobre Tarapacá  en  1843.

 Las primeras ilustraciones de geoglifos en Tarapacá.

Generalmente, se ha  asumido - y los arqueólogos lo han repetido con frecuencia-  que  las primeras referencias claras  a  los geoglifos de Tarapacá, Norte de Chile, corresponderían  a  los grabados y explicaciones entregadas por William Bollaert, en su  bien conocida obra:  Antiquarian, Ethnological and Other Researches in New Granada,  Equador,  Peru and Chile, London, Trübner and Co.,   1860. En efecto, allí  se presentan algunas reproducciones de figuras de geoglifos de la zona de Pintados y otros lugares próximos, bastante estilizadas, por lo demás. Un poco antes, en otro trabajo  suyo titulado:   "Observations on the Geography of Southern Peru, including survey of the Province of Tarapaca and Route to Chile by the Coast of the Desert of Atacama",  publicado en The Journal of the Royal geographical Society of London, Vol. 21, 1851:  99-130, Bollaert ya había hecho referencia  a estas manifestaciones artísticas que despiertan su interés y curiosidad científica.  Pero ciertamente no es el primero en referirse a ellas, como veremos. 

El verdadero precursor.

En este capítulo, nos proponemos  dar a conocer   al  precursor de los estudios de arte rupestre, quien creemos, por la fecha de su trabajo,   habría sido  el primero en referirse a este arte tarapaqueño en forma  patente e inconfundible, hacia mediados del siglo XIX  (1843). No estamos totalmente seguros de ello, pero parece ser ésta la primera referencia concreta  a manifestaciones de  arte rupestre  en el extremo norte de Chile, y anterior en unos ocho años  a las bien conocidas referencias de William Bollaert  (1851).  Si estamos en un error, agradeceremos a nuestros  lectores desde ya su valioso  aporte.

Un   poco conocido químico,  notable  descriptor  de la región de Tarapacá.

El mérito correspondería  a John  H. Blake  en un artículo  denominado: "Geological and Miscellaneous Notice of  the province of Tarapaca,  with a Map ", Apareció en la revista  The American Journal of Science and Arts,  Vol. XIV, April 1843:1-12, New Haven.   John H. Blake fue miembro correspondiente de la Boston Society of Natural History en su calidad de químico y metalurgista,  y vivió un tiempo en el Perú de entonces, donde tuvo ocasión de visitar y observar  numerosos lugares  de explotación minera, entre ellos Tarapacá.  Según el historiador chileno Oscar Bermúdez, en su obra:  Historia del Salitre desde sus orígenes hasta la Guerra del Pacífico, ( Ediciones de la Universidad de Chile, 1963:   161-162),  Blake había enviado muestras de salitre de diversos yacimientos a los Estados Unidos,  luego de recorrer la pampa salitrera en el año  1840.  Otros, como  Patricio Díaz  V. en su obra: La industria del salitre contada por el yodo   1811-2004,  (Emelnor, Impresores, Antofagasta, 2005), sin indicar sus fuentes,   señalan que  Blake habría enviado ya muestras de salitre de Tarapacá a partir del  año 1830 (Díaz   2005: 19).

Referencias a las minas de plata de Huantajaya.

 Son  interesantes, además,  las  referencias de Blake a las minas de plata de Huantajaya y Santa Rosa, por entonces  en gran decadencia según afirma tras haberlas  visitado, y cuyos rindes habían  disminuido considerablemente.  Si bien  Blake nos ofrece en su artículo  muchísimo material para análisis tanto desde el punto de vista de la geografía como de la minería, en este momento sólo nos referiremos a sus aportes en el campo del arte rupestre  y la arqueología de Tarapacá.


Fig. 2.  Página del trabajo donde se habla del arte rupestre y de la arqueología de Tarapacá.



Fig. 3.    Párrafos finales del trabajo que aluden  a descubrimientos arqueológicos y a la existencia de  antiguos socavones en Pica, para el regadío de sus chacras. 

Cerca de Tana,  observa   un  círculo hecho de de piedras, que le llama poderosamente  la atención. Dice textualmente (en traducción nuestra del texto inglés):

Texto de Blake:

"La provincia de Tarapacá no es rica en restos de los antiguos habitantes (1); hay sin embargo vestigios de interés en numerosas partes de la planicie. En la cima  de un cerro cónico,  de forma regular, hay dos grandes círculos, uno dentro del otro, formado por grandes bloques de piedra  (2), los que evidentemente fueron transportados allí desde alguna parte del valle  situado más abajo,  con un inmenso gasto de trabajo y sin apoyo de maquinaria. Similares círculos de piedras, al estilo de aquellos erigidos por los antiguos Celtas (3), no son desconocidos en Perú y Bolivia.

En la base del cerro se hallan los restos de unas pocas habitaciones, cuyas murallas  han caído y están  casi sepultadas. Removiendo la arena de una de ellas, se observó que el piso estaba compuesto de un cemento, suave [al tacto] y endurecido. Se descubrieron [allí] unos pocos cántaros de  arcilla y varias piedras planas, hemisféricas; estas últimas fueron probablemente utilizadas para  moler maíz (4).

A una distancia de una o dos millas de este lugar se halla un antiguo cementerio en el cual fueron depositados numerosos  cuerpos (5). A diferencia de aquellos [hallados en] Arica y en otras partes del Perú, estos cuerpos en su mayor parte  se han desintegrado y  convertido ya en polvo. Han sido enterrados en una posición sedente, con los brazos cruzados  sobre el pecho: están envueltos en telas de lana, algunas de las cuales están fina y ricamente coloreadas  (6). Como en el caso de los lugares de enterramiento cerca de Arica,  muchos de los cráneos son  de forma alargada (7) de tal suerte que dos tercios de la masa cerebral  se presenta detrás del foramen occipital.
En el  extremo sur de la pampa se descubrió una tumba solitaria,  distante de cualquier otro vestigio de habitantes, que contenía un solo cuerpo  que yacía en posición horizontal, vestido de pieles de pingüinos (8) finamente cosidas (9) . A su lado, yacía un arco y una carcaj de flechas, cuyas cabezales estaban  hechos de carnelina  [carnelian] (10) .

En varias partes de la pampa hay figuras de veinte a treinta pies de tamaño, formadas en la arcilla [marl] de la planicie (11) ; las líneas  tienen un ancho de  doce a dieciocho pulgadas y una profundidad de  seis a ocho  pulgadas (12). El origen y significado de estas grandes jeroglíficos es desconocido" (13). (1843: 11-12; énfasis nuestro).

(Sigue una muy interesante  descripción del  sistema de los socavones de Pica,  trabajos  que  el autor supone, igualmente, fueron  obra de los antiguos habitantes prehispánicos).


Notas de corte  eco-antropológico  al texto de John  Blake.

(1)  En comparación  con áreas del centro y  centro sur del Perú actual, también reconocidas y visitadas por el  metalurgista  Blake.

(2)  Esta referencia nos resulta hoy bastante  extraña; porque construcciones de grandes bloques de piedra en  figura de círculos concéntricos, en lo alto de cerros,  nunca han sido reportadas en Tarapacá,  que sepamos, y mucho  menos aún, comparables (como lo hace aquí Blake) con  las de los antiguos monumentos megalíticos de los  Celtas. ¿Será que Blake vio dichos círculos  tan solo a la distancia, como efectivamente los hay en la zona en forma de geoglifos,  creyendo, en su imaginación,  que estaban construidos de grandes bloques?. En todo caso, esto resulta por demás extraño, dada la gran prolijidad  y exactitud  que muestra Blake en sus descripciones  mineralógicas

(3)   Referencia  sin duda alguna a  los antiguos monumentos  megalíticos de Stonehenge, en el condado de Wiltshire, en el extremo sur de Inglaterra.

(4)  Referencia a las piedras de moler  o  metates en las que se molía toda clase de  semillas comestibles (maíz, porotos, quínoa, etc.)   para obtener harinas. Se le denomina batán, en quechua, metate, en náhuatl y kudi en mapuche. Se compone de  una base perfectamente plana con una hendidura  para ejecutar la molienda, previamente  preparada  al efecto y la " mano"  o moleta que se emplea con ambas manos en un movimiento de vaivén, para ir moliendo lentamente la semilla.

(5)  Dos millas equivalen a  unos  3,2   km.  Se tratará, tal vez, de algún lugar de sembrío  en la propia quebrada de Tana?.  Es muy probable, pero no lo sabemos con certeza

(6)  La presencia de llicllas o aguayos decorados y hechos de lana de camélidos, es  algo común en los enterratorios   de los períodos cerámicos  del período Intermedio Tardío.

(7)   Se trata de la deformación craneana definida como tubular oblicua, en la nomenclatura usada por el antropólogo físico  Juan Comas. Esta es bastante común en los entierros de la zona costera  correspondiente a  los grupos pobladores de la costa.

(8)   Los pescadores frecuentemente  poseían una vestimenta  hecha de pieles de aves marinas cosidas. Más que en pieles de pingüinos, debemos pensar en  pelícanos   (Pelecanus thagus), el tipo de   ave más abundante y frecuente en los roqueríos del litoral.

(9)  Entierros de pescadores con pieles de aves marinas han sido hallados  en Pica y en otros oasis del interior. A fines de  1964, hallamos con Bernardo Tolosa, en una ladera en Quillagua uno de estos entierros de pescadores costeros, provisto de  una  vestimenta de aves marinas y portando  una talega al pecho, llena de peces secos.

(10)  Seguramente se quiso indicar con este nombre (hoy en desuso) algún tipo de sílex  brillante   [flint], material de uso muy frecuente en la confección de puntas de proyectil tanto en la costa como en el interior. La carnelina  es un tipo de ágata, apreciada por los coleccionistas. De hecho  algunos  fragmentos de sílex  que se observan en la costa  chilena  en forma de lascas,  se asemejan  a veces notoriamente a este tipo de ágatas color rojo sangre.

(11)   Veinte a treinta pies equivalen aproximadamente a  7 a 9 metros de largo.

(12)  Se trata aquí evidentemente de las figuras rupestres  dibujadas en  la pampa misma o en laderas suaves de la planicie sobre el terreno mismo.  No explica  el autor  el método usado para formar las figuras, pero sabemos que éste consistía sea en adición de piedras para formar el contorno de las figuras, o por sustracción de parte del terreno subyacente, para dejar al descubierto  una coloración más clara y así hacer destacar nítidamente las figuras. Por excepción, se utilizaban ambos métodos a la vez.

(13)  El ancho del trazo que delinea   y forma la figura de los geoglifos, lo calcula  Blake desde 30, 5 cm a  casi 46 cm de ancho, lo que corresponde bastante bien a la  realidad observada por nosotros en las figuras de mayor tamaño.

(14)   Respecto al  posible significado u origen de estas figuras, Blake no se  compromete: "es desconocido", nos señala escuetamente.   Como era común en la  época, denomina "jeroglíficos" a estas figuras, palabra que  en su original griego significa  "trazo o dibujo sagrado" . Y, efectivamente,  su sentido profundo tiene que ver con   el ámbito de lo sagrado  y, como tal, nos es hoy día  muy difícilmente accesible. Que tales figuras  corresponden plenamente a la esfera de lo ritual o sagrado, y no al de una actividad meramente económica, quedan muy pocas dudas.






7 comentarios:

  1. Recibo el siguiente comentario a este capítulo del Blog:

    Don Horacio, tenga usted un buen día, le agradezco el envío del nuevo capítulo de su blog. Hace mucho que vengo leyendo sobre su importante trabajo, si bien mi camino es el diseño de vestuario, lo guié hace mucho tiempo hacia la creación de joyas nativas de Tarapacá.

    En esta nueva producción que viene lentamente, plasmo en la arcilla, en el tamarugo, plata, cobre y lanas parte de los secretos, energías y hechos históricos que guarda Tarapacá. .Por lo mismo recibo este documento como un nuevo tesoro que alberga el conocimiento y generosidad de usted.

    Muchas gracias.

    Jeannette Baeza Rivero

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  2. Hola Profesor!

    Como comentario le cuento que he buscado desde un tiempo el cerro cónico en cuestión, y efectivamente cercano a Tana hay uno que se corresponde perfectamente a la descripción... Lamentablemente la cima del mismo fue intensamente alterada por una instalación militar de ciertas proporciones, no quedando evidencias visibles que pudiesen dar cuenta de lo mencionado por Blake.

    Saludos afectuosos!!

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  3. Estimado amigo desconocido:

    Gracias por su referencia y valioso comentario. Si es así, es evidente que nada queda ya a la vista de lo que pudo percibir Blake en la cima de cerro. Sin duda, una gran pérdida. Lamentablemente, las instalaciones militares no se han distinguido, precisamente, por la prolijidad en investigar los antecedentes históricos de los lugares que controlan o visitan. Tenemos antecedentes ciertos e indesmentibles de hallazgos arqueológicos en sitios de instalaciones militares, que no fueron dados a conocer a la autoridad en su momento y sus despojos terminaron en un basural (Sitio Bajo Molle, Iquique). Pienso que se debe instruir en forma muy prolija al personal militar sobre este particular, para que se adquiera conciencia de la valía e importancia de estos elementos culturales. La normativa legal al respecto rige tanto para civiles como para militares, aún en tiempos y momentos de maniobras de guerra!.

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  4. Estimado Profesor:

    En relación a la destrucción del patrimonio, como los casos que se indican en los comentarios, donde instituciones o particulares comenten estos actos sin dar aviso a las autoridades, situaciones que son lamentables del todo, no es menos cierto que la normativa no acompaña mucho el rescate y la preservación del patrimonio, resultando a todas luces bastante anticuada y sin altura de miras. En efecto, la ley de Monumentos Nacionales fue creada en el año 1970, careciendo de una debida conceptualización y procedimientos expeditos y, aunque sabemos que en arqueología las cosas no pueden ser rápidas, los procedimientos burocráticos sí lo pueden ser, con una mayor eficiencia del Consejo de Monumentos Nacionales. Sin embargo, este último organismo no cuenta con el financiamiento necesario para mantener una cantidad suficiente de profesionales que atiendan los requerimientos del SEIA y las fiscalizaciones tanto de dicho sistema, como por cuenta propia, como sería el caso de realizar el reconocimiento-revisión-inspección de sitios relevantes para su conservación, la divulgación de la normativa que regula los Monumentos Nacionales, así como de sus procedimientos asociados, entre otros.

    Por otra parte, ante el hallazgo de un sitio arqueológico, el particular está obligado a costear los rescates, de otra forma no puede continuar con su proyecto, situación que se convierte en un impedimento para ambas partes, ya que si el privado no cuenta con recursos suficientes (un rescate arqueológico es costoso) el sitio quedará ahí, sin que el CMN tampoco pueda levantar los restos, ruinas o artefactos, pues no cuenta con recursos para ello y el llegar a coordinar y establecer acuerdos con organismos vinculados a la investigación, es un camino demasiado largo ante el cual el particular preferirá cambiar su localización, quedando un sitio sin el tratamiento adecuado. A lo más se contará con el registro de su existencia, el cual ni siquiera irá a una base de datos pública. Este proceso lleva al privado o insititución pública a ocultar hallazgos arqueológicos y si bien pueden no destruirlos, nadie sabrá nunca que 2 m más allá hay un cementerio, por ejemplo.

    Todo lo anterior, por cierto, es aparte de las consideraciones poco favorables que merece el modelo de desarrollo por el que la clase gobernante ha transado el paisaje geográfico de este territorio y todo lo que Ud. bien sabe, conlleva este hecho. Pienso, sin embargo, que cualquiera sea el modelo, la normativa sobre Monumentos Nacionales requiere una urgente revisión, así como de los canales de financiamiento estatal adecuados y generosos, pues a mi parecer no es de la competencia de empresas privadas, el hacerse cargo del patrimonio, que es lo que ocurre hasta ahora. Tampoco es posible que el CMN no cuente con una planta suficiente de profesionales de excelencia y bien pagados, que les permita una continuidad en la institución. O tal vez no se requiera el CMN, sino que Consejos Regionales vinculados a la Universidades que imparten Arqueología, haciendo de paso, practicar en problemas concretos, a los estudiantes. Ideas solamente.

    Bueno, dejo hasta aquí el comentario, no sin antes señalar que a las falencias institucionales, se suma la cada vez más amplia falta de educación de la población, en especial del nuevo "rico" que disfruta de salir a "jepear" al desierto causando estragos en tan delicado paisaje. Claramente, necesitamos una refundación de Chile.

    Muchas gracias por la valiosa información que comparte en este blog. Es toda una inspiración.

    Giselle Araya

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  5. Profesor, me llama la atención que el registro de los geoglifos sea tan reciente. En 1843 se situaría el primer registro, según esta publicación. ¿Cómo los españoles no vieron los paneles de Azapa por ejemplo? Pregunto desde la ignoracia, por su puesto.

    Gracias!

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  6. Estimado amigo que firma como GAM: le agradezco sus comentarios. Aprovecho su pregunta para complementar la información al respecto. Ciertamente los españoles se dieron cuenta de la existencia de estas figuras en los faldeos de los cerros o quebradas. Pero, por lo visto, no les dieron mayor importancia, tal vez creyéndolas de factura muy reciente. Como no eran estructuras ceremoniales, no creyeron necesario destruirlas por no ser "wakas" en sentido estricto. Hay algunas vagas alusiones a estas figuras, en el Perú, cerca de Cusco, en cronistas tempranos. Pero no las hay -que sepamos- en el caso del territorio hoy chileno. Ni siquiera el Teniente de gobernador don Antonio O´Brien, tan meticuloso y detallista en tantos otros aspectos, las menciona para la quebrada, donde ciertamente tiene que haberlas visto. Sin embargo, en su plano de la quebrada de Tarapacá fechado en 1765 traza, cerca del pueblo de Mocha, varias figuras que cree son de recintos de los antiguos (ruinas) pero que representan, como hoy lo sabemos, figuras enormes de geoglifos. Por lo visto, al parecer no las visitó sino que solo las vio de lejos, desde alguna de las huellas vecinas. Las identifica más bien como ruinas de los antiguos. Pero no las describe en detalle; el dibujo que de ellas nos hace en su Plano, nos da la, certeza de que no las copió exactamente del natural sino solo lo hizo de memoria. Me extenderé en otro momento sobre esta evidente antigua referencia a geoglifos y su importancia.

    Atentamente,

    Dr. Horacio larrain (Ph.D.)

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  7. Gracias a Ud. Profesor.
    Atte.,

    Giselle Araya

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