Parecería que el desierto de Atacama nada puede ofrecer a la vida humana a causa de su aparente total esterilidad y falta absoluta de lluvias. El capítulo con fotografías que aquí ofrecemos a nuestros asiduos lectores, creemos que viene a probar justamente lo contrario: un desierto es una fuente notable de muchos elementos que pueden favorecer la vida o, al menos, facilitar el tránsito hacia ecosistemas más ricos en vegetación o recursos. Porque el desierto -o mejor dicho, los desiertos- están rodeados de lugares donde la vida - a veces efímera o transitoria- pudo desarrollarse pujante y vigorosa en alguna época no lejana. Tal ocurrió en el Sahara y en Namidia, y también, en nuestro desierto de Atacama.
En este capítulo pretendemos mostrar de qué modo el desierto también es fuente inagotable de algunos bienes básicos, muy útiles al hombre para el desarrollo de su cultura, y que éste supo muy bien sacar partido del mismo, utilizándolo como "cantera" de recursos, al menos durante sus frecuentes e interminables travesías. La ingeniosidad humana es inagotable y supo enfrentarse con habilidad a la falta de agua en el desierto más árido de la tierra..
Fig. 1. Vida y muerte en el desierto en el piso seco de la quebrada de Quipisca. Se observa en la foto un ejemplar adulto, ya seco, del árbol llamado aquí molle o pimiento (Schinus molle). En primer plano, en el suelo arenoso, ejemplares nuevos, muy pequeños, de la misma especie, testigos fidedignos de la reciente bajada de agua de aluvión (Febrero-Marzo 2012) que permitió el desarrollo de semillas allí depositadas. ¿Cuanto tiempo podrán sobrevivir estos árboles a las periódicas sequías que asolan la pampa del Tamarugal?. El tiempo lo dirá. Muy probablemente, no alcanzarán el tamaño del ejemplar seco aquí mostrado, porque la frecuencia de los aluviones ha ido declinando (Foto H. Larrain, Julio 2012).
En el año 1975 el géografo alemán Wolfgang Weischet publicó un notable artículo que quiso titular como: "Las condiciones climáticas del desierto de Atacama como desierto extremo de la tierra". El artículo fue publicado en la revista "Norte Grande", del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile (Vol. 1, Nº 3-4, Diciembre 1975: 363-373). El artículo brotó de una conferencia específica dictada por el Dr. Weischet en dicho Instituto, a mediados del año 1975. En ese trabajo, Weischet nos enseñó, con pruebas irrefutables, que nuestro desierto de Atacama, particularmente en el núcleo interior de la región de Antofagasta (IIª Región de Chile) es el desierto más extremo de la tierra, más extremo y más árido que el Sahara, Gobi u otro desierto cualquiera de Africa o Asia. En otras palabras, el desierto de Atacama en el Norte de Chile presenta condiciones de aridez extrema en virtud de dos variables que son fundamentales para medirlo y poder compararlo con otros desiertos del mundo: a) la penuria y escasez de precipitaciones (lluvias) y b) la magnitud de la oscilación diaria de la temperatura. En ambas variables, que configuran básicamente a un desierto, el desierto de Atacama ostenta los índices más significativos y elocuentes superando ampliamente, en consecuencia, a los desiertos del Sahara (el Sahel), el Sudán y el Fessan, considerados como los más temibles del Viejo Mundo.
¿Posee este desierto de Atacama algunos elementos que permiten hacer presencia y actividad humana?.
A pesar de su extrema sequedad, la mayor del planeta, sequedad y esterilidad que los gráficos comparativos del trabajo de Weischet dejan en total evidencia, nuestro desierto presenta, sin embargo, elementos de gran valor e interés para la cultura y desarrollo humano, hasta el punto de que el hombre puede hallar y ha hallado en él elementos básicos o útiles para su subsistencia y para la creación y gestación de vida y cultura en tal ambiente. Esto parece, a primera vista, un contrasentido. ¿Cómo podría generarse vida y actividad humana (cultura) en un ambiente absolutamente árido y falto de agua?. ¿Existen evidencias de vida y actividad en pleno desierto de Atacama?
Recorriendo kilómetros a pie por pleno desierto.
Aquí no llueve prácticamente nunca.
En este desierto absoluto, en el área que denominamos depresión intermedia, ocupada por la Pampa del Tamarugal, llueve un promedio anual (medido en una secuencia de 35 años consecutivos) que no supera los 0.3- 0.4 mm de agua caída. Y este promedio es tan "elevado" (!) gracias a fuertes lluvias extemporáneas y rarísimas, que pueden presentarse en la pampa misma, cada 15 ó 20 años. Pero puede darse el caso - y se ha dado- en que durante diez años consecutivos el promedio de agua caída es sólo de 0.1 mm o incluso menos. Es decir, aquí prácticamente no llueve nunca. ¿Cómo puede vivir, entonces, la vegetación en estos parajes?. Y, ¿cómo pudo el hombre en el pasado vivir aquí constituyendo pueblos o asentándose por medio de viviendas y corrales para animales por largos períodos de tiempo?.
Las lluvias eventuales cuyos cauces alcanzan la pampa.
Si bien en la Pampa prácticamente no llueve nunca o muy rara vez, sí llueve en el macizo andino, con intensidad variable, durante los tres meses del "invierno altiplánico" (fines de Diciembre a bien entrado Marzo). Y desde aquí, durante ese período, se descuelgan las avenidas de agua o aluviones (huaycos, en lengua quechua) inundando, de tanto en tanto, extensos sectores de la pampa.
El geógrafo peruano Guillermo Billinghurst, en su obra "La Geografía de Tarapacá (1884), reseña las fechas de los más potentes aluviones que provocaron intensas inundaciones en cinco o seis eventos en la pampa del Tamarugal durante el siglo XIX. El reciente aluvión de Febrero-Marzo 2012, cuyos devastadores efectos pudimos apreciar personalmente en terreno, tanto en la quebrada de Quisma como en Quipisca, es el último episodio de este género que hemos vivido en el desierto.
Los antiguos aprovecharon estas avenidas de agua con diversos fines.
Desde el año 1965, aproximadamente, antropólogos, geógrafos y arqueólogos han hecho frecuente alusión a la existencia de un Plano confeccionado en 1765 por don Antonio O´Brien, Teniente de Gobernador de Tarapacá, cuyo título reza: "Plano de la Pampa Yluga...". En esta famoso Plano, rico en información vial, demográfica y toponímica, se señalan explícitamente, bien dibujadas, las "chacras que cultivaban los antiguos" en el seno de la pampa. Se registra su ubicación y se dibuja, mediante un característico reticulado fino, su superficie aproximada. La información contenida en este Plano así como la propia de otro Plano del mismo autor, dedicado a pintar y describir la quebrada de Tarapacá, ha sido objeto de numerosos estudios, comentarios y citas por parte de investigadores de la historia y arqueología de la región (Cfr. Horacio Larrain, en revista Norte Grande Vol. I, Nº 1 (Marzo 1974) y Vol I. Nº 2-3 (1975); Oscar Bermúdez, en varias de sus obras, en especial en su obra "Estudios de Antonio O´Brien sobre Tarapacá, 1763-1771", Ediciones Universitarias, Universidad del Norte, Antofagasta, 1975. Vea también sobre este mismo tema Jorge Hidalgo, en su "Historia Andina de Chile", Editorial Universitaria, 2004 (Capítulo XVI).
Recursos que nos ofrece el desierto.
El hombre antiguo que surcó infinitas veces el desierto dejando allí estampadas sus imperecederas huellas, lo hizo con finalidades bastante diversas. Unos, desde sus pueblos situados en quebradas de la montaña de los Andes, lo hicieron para acceder a la costa del Pacífico, para intercambiar allí con los pescadores sus producciones (maíz, papas, textiles, cerámica, adornos, etc.) por productos del mar (pescado fresco, mariscos, charquecillo de jurel, algas secas, caracoles, etc.). Otros lo hicieron con finalidades mineras o metalúrgicas: para explotar yacimientos de cobre o plata situados cerca del mar (Huantajaya, Santa Rosa, Chanabaya). Otros, por fin, lo hicieron para obtener de las covaderas o depósitos de guano fósil el abono de origen orgánico necesario para sus campos (en Pisagua, Isla de Iquique, Patache, Pabellón de Pica, Chipana, etc.).
Las caravanas que surcaban en desierto.
Así, sabemos con certeza por las crónicas españolas e historiadores tempranos que desde Suca, Camiña, Tarapacá, Quipisca Pica o Guatacondo, regularmente bajaban los aldeanos en sus recuas de llamas (o más tarde, en mulas, durante el período colonial) para obtener, por medio del trueque, el abono del codiciado guano (wanu, en quechua) de aves marinas como el guanay, el piquero, el alcatraz, la gaviota y otras especies de aves del litoral. De esta suerte, se labraron, con el correr del tiempo, numerosos caminos o huellas que la severa sequedad del desierto tarapaqueño ha respetado y dejado casi intactos hasta hoy. Uno de los planos confeccionados por don Antonio o Brien, en 1765, el "Plano de la Pampa de Yluga" nos ilustra maravillosamente bien acerca de esta confusa malla de caminos y huellas, destacando aquellas rutas que conducían, en sus palabras, a las "pesquerías de la costa".
Huellas infinitas en la pampa.
De este modo, el desierto tarapaqueño, su terrible soledad y esterilidad que desafiara al hombre más valiente, era surcado continuamente -casi siempre de noche- por numerosas caravanas de animales cargados y por caminantes a pie cuyas huellas se han conservado incólumes hasta hoy gracias a la falta total de lluvias. Si el Plano de O´Brien nos muestra las principales rutas que atravesaban osadamente el Tamarugal, a mediados del siglo XVIII, el estudio actual de terreno nos ha permitido mostrar la enorme cantidad de huellas y senderos, pequeños o potentes, que surcaron esta inmensidad, uniendo temeraria y eficazmente aldeas y caseríos de las distintas quebradas entre sí y con la costa pacífica.
Las nuevas huellas de carretas en época de la explotación del salitre.
Durante la época de la explotación de las Oficinas Salitreras, ubicadas todas ellas en la margen occidental de la Pampa, entre los años 1830 y 1950, surgieron nuevas huellas, desde todos los poblados del interior, hacia estos establecimientos salitreros, a donde accedían llevando consigo sus producciones hortícolas o agrícolas para su rápida venta y comercialización. Esta frenética actividad de obtención del bórax primero y luego del salitre sódico y potásico a partir del caliche nativo, y que concentró a muchos miles de operarios en las Oficinas, dispersas por todo el confín de la pampa, vino a ser una continuación natural de las actividades mineras de la época colonial que movilizaran a hombres y animales hacia las faenas mineras desde los tempranos tiempos de los primeros encomenderos Pedro Pizarro, Lucas Martínez Begaso o Andrés Jiménez. Ya a partir de 1545, hay constancia cierta de tales desplazamientos de provisiones, minerales y animales, conducidos por hombres blancos, negros o indígenas, desde los poblados indígenas situados al Este del Tamarugal hacia la franja costera (el mineral de Huantajaya) , para la explotación de las vetas de metal (cobre y plata).
¿Podía el desierto suministrar algunos recursos útiles al hombre antiguo?.
La pregunta que hoy naturalmente nos surge, al atravesar nuevamente estas inmensidades totalmente estériles, en cómodos vehículos todo terreno, es si el desierto fue capaz de ofrecer al caminante en el pasado algunos elementos útiles para la vida, algunos "recursos" de importancia. Porque si tal fue el caso, el cruce del desierto no solo fue un paso obligado para acceder a recursos lejanos, situados en otros ecosistemas, sino también una cantera para acceder a otros "recursos" , en parte al menos diferentes a los que podían hallar en sus pueblos de origen.
Un desierto que ofrece recursos.
De esto trata esta nota: es decir, de lo que el desierto mismo, en el seno de su propia esterilidad, era capaz de ofrecer al viajero o caminante. En este capítulo, por ahora, nos referiremos únicamente al uso de la piedra y del barro de aluvión, dos elementos esenciales tanto para la construcción de viviendas como para la fabricación de herramientas, armas, adornos corporales e instrumentos de variada índole.
Los caminantes a pie.
Recordemos que, a diferencia de lo que nos ocurre hoy, en época indígena, antes de la conquista, se caminaba enormes distancias solamente a pie; no se cabalgaba pues no existían en América cabalgaduras: ni mulas, ni caballos, ni burros. Su único implemento protector de los pies eran las "ojotas" de cuero de llamo o de lobo marino (ujuta, en lengua quechua). Estas caminatas interminables, de días y días, eran medidas en "jornadas", o sea lo que un caminante podía andar a pie en un día. Las llamas -recordémoslo bien- fueron solo bestias de carga, nunca cabalgaduras, simplemente por el hecho de no ser capaces de soportar el peso de un hombre. Su carga máxima no solía superar los 35 kg. Con la llegada del español a estas tierras, llegarán recién las cabalgaduras: los caballos, mulas y burros. Este hecho, tan obvio de por sí, establece desde ya una diferencia en la estructura, rumbo y conformación de las rutas antiguas: éstas fueron hechas para marchar a pie, arreando llamas de carga en pos del hombre caminante. Pero también este viajero, cercano al suelo que iba pisando, era capaz de hallar a su paso elementos pequeños que le llamaban la atención y que podían convertirse en sus diestras manos artesanas, en herramientas, utensilios, armas o adornos. Lo veremos aquí.
Elementos útiles al hombre del pasado.
1. el uso multiforme de la piedra.
La siguiente secuencia fotográfica pretende mostrar cómo la Pampa del Tamarugal y sus inmediaciones - escenario de un desierto seco e implacable, encerraba y aún hoy encierra, gran cantidad de elementos bióticos y abióticos, de utilidad fundamental para el ser humano en la antigüedad. Empezaremos por los elementos abióticos, es decir, carentes de vida. La variedad de rocas y piedras, producto de un activo volcanismo antiguo y el acarreo fluvial por el fondo de las quebradas, aportaba elementos básicos tanto para la construcción de la cultura local y sus variadas expresiones, como para la confección de armas, herramientas, elementos de molienda o de adorno personal.
Veamos algunos ejemplos concretos, tomados de nuestra experiencia:
Fig. 2. Sencillos hitos o pilas de piedras demarcando el rumbo del Camino del Inca. Empleo de la piedra como elemento señalizador (forma de señalética antigua); (Foto H. Larrain, Junio 2013).
Fig.3. Pequeño recinto de descanso de caminantes o paskana, ya arruinado por el paso del tiempo. Ofrecía una protección precaria contra el viento. Allí arrimaban parte de su vestimenta, peleros o sacos para defenderse del gélido frío nocturno (Foto H. Larrain, Junio 2013).
Fig. 4. Fragmentos de sílex, denominados "lascas" por los arqueólogos. Son el producto de descarte del trabajo humano al confeccionar sus herramientas, instrumentos, o armas. Cuando estos fragmentos se hallan juntos, en gran número, botados en un solo lugar, los especialistas hablan de un "taller lítico", es decir, de un sitio destinado al desbaste del material para confeccionar sus instrumentos o sus armas (Foto H. Larrain, Junio 2013).
Fig. 5. Pequeña punta de proyectil hecha en sílex probablemente para la caza del guanaco y del zorro del desierto; fue hallada por nuestro equipo en las huellas del "Camino del Inca" (Foto H. Larrain, Junio 2013).
Fig. 6. Punta de proyectil en sílex blanco, muy puro. Seguramente destinada a la caza del guanaco. Hallado por nosotros en las proximidades del "Camino del Inca" que viene desde el Sur (Foto H. Larrain, Julio 2013).
Fig. 7. Canto rodado de andesita que muestra las señas inequívocas de numerosos golpes, en todas sus caras. Se trata de un martillo primitivo o "percutor", de uso múltiple. Hallado en el "Camino del Inca", en un área de pequeños recintos o chasquihuasis, al costado mismo de la huella (Foto H. Larrain, Junio 2013).
Fig. 8. Característicos hitos o pilas de piedras, que señalizan claramente el rumbo de la huella, la que aquí enfila directamente al Norte. Colocados generalmente en pares y a poca distancia uno de otro, indican con claridad al viajero que viaja de noche el sitio exacto de la huella a seguir. (Foto H. Larrain, Junio, 2013).
Fig. 9. . Al fondo, en lontananza, se divisan los dos hitos de la huella. Observe los profundos surcos dejados por el tránsito animal y humano desde tiempos inmemoriales. Este ramillete de huellas, paralelas, puede llegar a tener un ancho de más de cien metros, en sitios planos y carentes de obstáculos naturales o pedregales. (Foto H. Larrain Junio 2013).
Fig. 10. Núcleo de basalto del cual se ha obtenido, sin ninguna duda, lascas filosas para la producción de diversas herramientas: cuchillos, raspadores, raederas, perforadores o punzones. El basalto suele encontrarse con frecuencia en bloques o bolones en la superficie de este desierto, por efecto del acarreo fluvial en tiempos muy antiguos (fines del Pleistoceno o inicios del Holoceno). No es infrecuente hallar bloques basálticos rodeados de multitud de lascas, del mismo material, testigos indesmentibles del intenso aprovechamiento de este recurso por parte del antiguo viajero o caminante (Foto H. Larrain, Noviembre 2011; escala gráfica de 10 cm).
Fig. 12. Los mismos instrumentos por el reverso. Arriba, a la derecha, un raspador hecho sobre una lasca de basalto perfectamente retocada. (Foto H. Larrain, 10 Julio 2013).
Fig. 13. Percutor o martillo primitivo. Presenta éste infinidad de golpes alrededor de su borde. Su forma y peso se adaptan perfectamente a la mano del hombre. (Foto H. Larrain, 10 Julio 2013).
Fig. 14. Estos dos percutores o martillos primitivos con señas evidentes de uso en sus extremos, fueron hallados en la huella misma del Qhapaqñan el día 2 de julio pasado, con motivo de un estudio de esta senda de comunicación inca. Sin duda alguna, sus portadores fueron los caminantes antiguos que transitaban por esta huella desde hacía siglos (Foto H. Larrain, 2/06/2013: escala de 10 cm).
Fig. 15. Raspador simple, confeccionado en una lasca de sílex, abandonado en el piso de la ruta incaica al Norte de "Cuevitas" . El material de origen (nódulo de sílex) fue hallado a no dudarlo allí mismo o en sus inmediaciones, por el antiguo caminante. Instrumentos, lascas y objetos varios se hallan hoy diseminados en el trayecto antiguo, como prueba de un antiguo y potente tráfico por esta ruta orientada casi matemáticamente N-S y que atravesaba toda la región de Tarapacá rumbo al Cuzco. (foto H. Larrain, 27 de Julio 2013)..
Fig. 16. Gran lasca de basalto usada como cuchillo y raspador por los caminantes; fue hallada en medio de la senda cubierta de huellas del Qhapaqñan, en el mismo lugar anterior . (Foto H. Larrain, 2/06/2013).
Fig. 17. Hermoso trozo rectangular, de carácter natural de roca andesítica, perfectamente plano por ambas caras. Este tipo de elemento natural servía perfectamente a los viajeros para confeccionar sus piedras de moler o morteros y metates. Agreguemos mentalmente a éste una pequeña "mano de moler", igualmente de superficie plana, y tenemos listo el aparato para la molienda de semillas (maíz, quínoa, o frutos del algarrobo). Fue hallado por nosotros en el piso mismo del trayecto del Qhapaqñan (Foto H. Larrain 2/06/2013; escala gráfica de 10 cm).
Fig. 18. Trozo de malaquita. Hallado en un torrente seco en el sector del cruce de la senda inca o Qhapaqñan. Turquesa y malaquita (tipos de roca que contienen cobre en estado natural) fueron la materia prima favorita para la elaboración de sus adornos corporales: pectorales, orejeras o cuentas de collar (Foto H. Larrain, 2/06/20213).
Fig. 19. Bolones de origen volcánico y acarreo fluvial empleados en la confección de un pequeño corral de animales, próximo a un chasquihuasi del Qhapaqñan (Foto C. Riffo. Julio 2012).
Fig. 20. Las piedras, perfectamente alineadas a ambos costados del Camino del Inca que cruza el cauce seco de una quebrada, hoy totalmente seca. La senda incaica mide aquí aproximadamente 3 metros de ancho medio y luce hoy tapizada de arena fina, fruto del arrastre y depositación eólica. (Foto H. Larrain, Septiembre 2012).
Fig. 21. Hito característico señalizador de ruta, formado por unas 15-20 cantos rodados de origen volcánico, dispuestos en una pila, a la vera del Qhapaqñan. En su base se halló cerámica indígena y colonial española. Vista del Weste al Este (Foto H. Larrain, Septiembre, 2012).
Fig. 22. Esta hermoso tramo del Camino del Inca o Qhapaqñan, perfectamente observable desde la ceja sur de una quebrada, fue descubierto por nosotros a fines del año 2012 con motivo de una investigación antropológica orientada a historiar los antecedentes poblacionales de los actuales habitantes de la quebrada de Quipisca. Atraviesa aquí, en forma perfectamente rectilínea y con rumbo Norte, la quebrada seca conservándose varios tramos en excelente estado de conservación tal como se puede observar en la Foto 24. El camino se halla aquí clara e intencionalmente bordeado de enormes bolones de río, apilados con cuidado a sus costados, y presenta un ancho medio de algo más de 3 metros. Considere el lector que fue construido hace por lo menos unos 600 años y aún se mantiene transitable. Vista de Sur a Norte (Foto H. Larrain, Noviembre 2011).
Fig. 24. Inicio del cruce de una quebrada por el Qhapaqñan. Vista de Sur a Norte. La regla en el suelo mide 1 metro de largo. La senda incaica aquí tiene, en consecuencia algo más de 3 m de ancho y se muestra en un tramo ininterrumpido de unos 120-130 m de extensión. Vista de S a N. Observe el temible pedregal a ambos costados, casi imposible de transitar. Por eso los Incas despejaron la ruta de piedras en los tramos más complicados por los aluviones, arrimándolas con esmero a sus dos lados para facilitar el rápido desplazamiento de hombres y animales cargados, máxime durante la noche. Aquí la quebrada pedregosa presenta unos 650-700 m de ancho medio (Foto Fernando Rosales, Febrero 2012)..
Fig. 25. Rocas de caras planas permiten trazar y levantar perfectamente los muros de una habitación doble, posiblemente un chasquihuasi de un ramal del Camino. Interior de la quebrada de Quipisca, en la proximidad del antiguo sitio de cultivos denominado "La Cruz". (Foto Pedro Lázaro, Enero 2012).
Fig. 26. Estos bolones de origen volcánico y que tapizan la pampa fueron elegidos como material de construcción de los muros para levantar sus recintos, paskanas o chasquihuasis, junto a sus senderos o huellas. Aquí, un pequeño chasquihuasi del Qhapaqñan, hoy totalmente arruinado por los sismos. La profusión de fragmentos cerámicos en su entorno inmediato, testimonia claramente acerca de su intenso uso por los caravaneros de antaño. Entre los fragmentos hallados in situ destacan los pertenecientes a una vasija del tipo aribaloide, de evidente origen incaico (Foto H. Larrain, Noviembre 2011).
Fig. 28. Estos característicos hitos de piedras apiladas, a la orilla de sus huellas y senderos, servían de guía y señal segura del trayecto a seguir. No son apachetas, sino tan solo hitos o pilas. Recordemos que, para evitar el calor del día, las caravanas y recuas de animales partían de noche desde las aldeas situadas en las quebradas para atravesar, a la luz de la luna, el desierto en su largo viaje hacia la costa. En el tiempo en que aparecen las primeras instalaciones de las Oficinas Salitreras (Oficinas "de Paradas") en el piso de la pampa, a partir de los años 1840-1845, los lugareños se dirigirán preferentemente a éstas para venderles su producción agrícola (cereales, verduras) y forrajera (alfalfa), ambas producciones muy apetecidas. Era el tiempo, recordemos, cuando miles de mulas surcaban sudorosas la pampa, tirando las carretas cargadas con bórax, caliche o salitre rumbo a las Oficinas y/o a los puertos de embarque en el Pacífico. (Foto H. Larrain, Julio 2012).
2. El uso del barro arcilloso arrastrado por el aluvión.
Un elemento básico en la construcción de viviendas era el barro, utilizado -como veremos- como excelente argamasa o mortero para unir las piedras elegidas para conformar los muros de viviendas y recintos. Algunas construcciones simples, como los corrales o recintos precarios para protegerse del frío nocturno (paskanas de refugio; vea nuestra Fig. 3) ), no necesitan de este elemento o pegamento aglutinante. Simplemente se apila los bolones o cantos rodados, y se les ordena rápidamente hasta alcanzar la altura deseada, acomodándolos ingeniosamente. De seguro, no superaban los 1.20-1,30 m de altura. Muchas veces tienen la forma de una C acostada, para ofrecer oportuna protección contra el viento reinante. El material pétreo es casi siempre muy abundante en su entorno. Pero las viviendas de habitación permanente o semi-permanente, destinadas a atender los campos de cultivo vecinos, necesitan de una técnica superior, con presencia de muros bien construidos, más elevados (hasta 1.80- 2.0 m de altura ) que permitan no solamente sostener firmemente una techumbre y un sencillo envigado donde poder sostener la trama de ramas que conforman el techo, sino también tapar muy bien todos los resquicios por donde se cuela el viento. Había que conformar muros auténticos, perfectamente capaces de ofrecer un buen abrigo. Pero, ¿de dónde podían obtener un barro arcilloso, apto como aglutinante para su argamasa?. La arena, de cierto, no sirve para este efecto. La solución era simple: y estaba a su alcance en los bordes del cauce mismo de los arroyos eventuales, labrados por los aluviones. Porque las aguas de origen altiplánico, al bajar impetuosas hacia la pampa, arrastraron consigo, en su primer impulso e impacto ("ola de choque") gran cantidad de arcilla desde las alturas. Las fotos que siguen (Fotos 21 a 23 ) demuestran claramente el origen de estos barros arcillosos que hoy lucen compactados y tan fuertemente endurecidos comos si se tratase de cemento.
Fig. 29. El cauce profundo de la quebrada de Huatacondo, a la altura del poblado prehispánico de Ramaditas. La capa superior, de un tono café más oscuro (a la derecha de la foto), es el producto del aluvión desencadenado en Febrero-Marzo 2012, el más potente registrado en los últimos 50 años, al decir de los lugareños. Observe en la pared sur del cauce, la rica estratigrafía que ostenta las capas de los sucesivos aluviones y coladas de barro. Un solitario molle o pimiento (Schinus molle) ha logrado desarrollarse. Perspectiva tomada de Weste a Este. (Foto H. Larrain 5 de Julio 2013).
Fig. 31. Oleada ya solidificada de las coladas de barro que en forma de una verdadera marea oscura sobrevino repentinamente hasta el lugar situado al sur y al frente del sitio arqueológico de Ramaditas. De esta misma quebrada, pero mucho más al Este, los antiguos habitantes de Ramaditas obtuvieron, mediante bocatomas y extensos canales, el agua para regar sus extensos campos de cultivos. Este mismo barro, fuertemente arcilloso, fue el material elegido por los antiguos constructores como excelente argamasa y aglutinante para formar los muros de sus viviendas. (Foto H. Larrain 10 de julio 2013).
Fig. 32. Muros de las habitaciones de la antigua aldea prehispánica de Ramaditas, hechos de cantos rodados y gran cantidad de barro de aluvión que obtuvieron de la vecina quebrada (Fotos 22 y 23). Estos recintos han sido parcialmente excavados por arqueólogos en los años precedentes, bajo la dirección del arqueólogo Mario Rivera. (Foto H. Larrain, Junio 2013).
Fig. 33. Observe la excelente combinación de cantos rodados y barro arcilloso de aluvión. Los materiales constructivos quedan a la vista. No hay interés alguno por enlucir o revocar la superficie externa de los muros. Éstos, miden aproximadamente unos 50-60 cm de ancho. La escala de la regla marca 1 metro de longitud. (Foto H. Larrain, Junio 2013).
Fig. 34. Observe el cuidado puesto por los constructores al disponer los cantos rodados en perfecta fila, mostrando su cara más plana hacia el exterior. El nicho que aquí mostramos mide 25 cm de ancho con una profundidad de aproximadamente 30 cm. Estos pequeños nichos u hornacinas, visibles sólo en la parte interior de la vivienda, estaban destinados probablemente a poner algún ícono o representacion en piedra o en greda cocida de sus deidades tutelares, tal como fue usual entre los Incas en todas sus casas. No estaban , por lo tanto, destinados a la iluminación de algún tipo. Estas viviendas carecían de ventanas, y, al parecer, también eran parcialmente subterráneas. Tampoco tenían puertas, tal como las conocemos hoy. A falta de puertas, colgaban del muro, en el acceso a la vivienda, lienzos o paños de un tejido tupido como protector contra la intemperie. Los muros de las habitaciones seguramente alcanzaron algo menos de 2 metros de alto total y su techumbre estaba formada por algunas vigas de tamarugo o algarrobo entreveradas de ramas, provista de una cubierta de barro encima, del mismo material de los muros. La regla de medir tiene un metro de largo. (Foto H., Larrain, Junio 2013).
Fig. 35. Las rocas planas del borde Sur de la quebrada de Aroma constituyen el mejor espacio para que los antiguos viajeros desplegaran sus habilidades artísticas. Esta potente pared rocosa, originada por coladas volcánicas de antigua data, han sido el escenario ideal para que los antiguos artistas desplegaran sus habilidades de dibujantes. Afortunadamente, este bloque y los vecinos se alzan a bastante altura sobre el fondo del valle, impidiendo así a audaces grafiteros modernos consumar sus usuales fechorías, estampando sin el menor pudor o vergüenza su nombre y fecha, al lado mismo de estas venerables inscripciones que datan de muchos siglos. (Foto H. Larrain, Enero de 2004).
3. La presencia esporádica de agua en el desierto.
Sólo muy de paso nos referimos aquí a la presencia eventual de agua en plena pampa, cuando bajan, arrolladores e impetuosos, los aluviones. Sobre este tema específico hemos escrito otros capítulos en este mismo Blog, señalando la variedad de especies de plantas que suelen presentarse con la bajada del huayco o aluvión. (Vea nuestros capítulos de los días 29/06/ 2012 y 31/08/2012, dedicados precisamente a examinar y estudiar la flora que produjo el aluvión en las quebradas de Quisma y de Quipisca, en recientes eventos destructores).
Fig. 37. El agua era un recurso vital para los viajeros. Aquí el cauce de un río esporádico trae agua tras 14 años de total sequía. Este pequeño cauce de agua corre a menos de 80 m de los dos chasquihuasis del costado de la quebrada (Foto H. Larrain, Julio 2012).
Fig. 38. Planta de retamilla, en flor (Caesalpinia aphila). Una de las escasísimas especies vegetales que es posible hallar en el desierto, en el fondo de los cauces secos, con motivo de la bajada de torrentes de aluvión en los meses de Febrero y Marzo, cada cierto número de años. Este vegetal es casi el único combustible que un eventual caminante puede hallar, aún hoy día, en este desierto. Su supervivencia por decenios testimonia, a nuestro entender, la existencia de agua subterránea en estos parajes,que se halla a poca profundidad. Creemos firmemente que los antiguos, conocedores de esta realidad, fueron capaces de labrar pozos poco profundos para abastecerse aquí de agua. De hecho, algunos relatos de cronistas señalan que los Incas, antes de la travesía, hacían labrar y limpiar los pozos para contar con agua fresca a su paso. Pozos que, evidentemente, hoy han desaparecido por completo por el arribo esporádico de los aluviones y que fue preciso mantener, por obra de los mismos chasquis, siempre activos. Esta tarea, sin duda, debió sin duda ser parte de las actividades normales de estos guardadores y custodios de los tambos y tambillos, construidos a la vera del "Qhapaqñan" o "Camino del Inca". (Foto Luis Pérez, Agosto 2012).
Reflexiones y conclusiones.
1. Contra lo que podría esperarse de un desierto, el más árido del planeta, el viajero puede encontrar aún hoy numerosos elementos que le facilitan la existencia. Fuertes lluvias eventuales, propias del invierno altiplánico, en ocasiones arrastran gran cantidad de agua, arcilla, barros, arenas y y sedimentos hasta casi el extremo Weste de la pampa del Tamarugal, anegando extensas áreas. Si bien aquí mismo no llueve casi nunca, el agua del aluvión baja impetuosa por las quebradas, procedente del Este, arrasando campos de cultivo y recintos habitacionales y llenando de lodo y limos extensos sectores de la superficie. de la pampa. Con ímpetu se interna en ésta, formando, en ocasiones, verdaderos lagos interiores, cuya agua somera dura por muchos meses hasta evaporarse por completo. Hemos sido testigos varias veces de esta situación en distintos años tanto en la quebrada de Tarapacá, como en la de Quipisca, Aroma y Huatacondo.
2. Junto con el agua, el torrente de aluvión arrastra consigo toda clase de rocas, algunas de ellas utilísimas al hombre como el basalto y el sílex, el cuarzo o la dacita, la malaquita o la turquesa, materias primas básicas para la elaboración de puntas de proyectil, cuchillos, raspadores, percutores o morteros y numerosos objetos de adorno personal (collares, pectorales, etc.)
3. Pero también el aluvión arrastró en la antigüedad enormes árboles enteros, cuyos troncos y ramas quedaron sepultados en la pampa y fueron descubiertos y explotados más tarde como "leña fósil", por los cateadores de la época del salitre.
4. Tales aluviones, con mucho menor potencia y energía que en el pasado, aún son capaces de arrastrar plantas, cañaverales, ramas y pequeños troncos que quedan allí diseminados en el piso de la quebrada como excelente combustible para la fogata que encendía, para librarse del frío nocturno, el viajero ocasional o frecuente del pasado.
5. El paso frecuente de caravanas o caminantes por este desierto y sus huellas ha quedado testimoniado en forma indeleble por la presencia de su cerámica rota, allí abandonada por inútil, sus instrumentos, herramientas y objetos desechados o perdidos, desde los tiempos del período de Desarrollo Regional indígena por lo menos. Hemos hallado cerámica indígena fragmentada, de distintos estilos y épocas, en numerosos sitios por donde transita el antiguo "Camino del Inca", restos que se remontan al menos hasta el Período de Desarrollo Regional (950 DC hasta la llegada del Inca: 1470 D.C).
6- Una de estas rutas de comunicación entre los poblados distantes, llamada hoy el "Camino del Inca", o Qhapaqñan seguramente aprovechó, en varios de sus ramales, huellas mucho más antiguas, muy anteriores al Incario y permitió un rápido desplazamiento N-S, tal vez desde los tiempos del antiguo Tiahuanaco (siglos VII y VIII D.C). Pero no tenemos aún pruebas fehacientes de este último aserto. En todo caso, resulta evidente que los Incas trataron de establecer comunicaciones muy rápidas y expeditas, entre distancias largas, y para ello prefirieron utilizar aquellos tramos orientados francamente con un marcado rumbo N-S, sorteando infinita quebradas secas y poderosos pedregales.
Don Horacio cual es su Mail?
ResponderEliminarSaludos!
Dubal Larraín
contacto@dlarrain.cl
Estimado amigo y pariente: Mi mail es larrainpena@gmail.com Lo de pena (peña) es por mi mujer, pero yo soy Larrain Barros. En los próximos días, seguramente te va a contactar en Paine un pariente que trabaja en la zona, a quien indiqué tu interés por perseguir tus raíces "Larrain". Me parece muy valioso tu interés por indagar sobre el origen de tu familia. No será, creo, tarea muy fácil, por cuanto es poco probable que los archivos parroquiales arrojen mucha luz al respecto. En todo caso, te pido que me mantengas al tanto de tus descubrimientos. Y te agradezco tu confianza y el hecho de que hayas visitado este Blog que creo puede ser muy útil para entender estos maravillosos pero extraños paisajes del desierto de Atacama.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo,
Dr. Horacio Larrain Barros (Ph.D.)
Estimado Sr. Larrain
ResponderEliminarMi nombre es Luis Apablaza, y junto a mi familia soy un entusiasta de los viajes por la región. Vivo en Iquique hace 5 años y cada vez que nos es posible viajamos al interior a conocer y descubrir lugares. Como me considero un padre de familia responsable (tengo 2 niños pequeños a quienes he contagiado esta actividad), investigo todo lo posible acerca de nuestro destino programado; caminos, antecedentes historicos, turisticos, botanicas, paleontologicas, flora y fauna, arqueologicas, antropologicas y culturales. Aunque la mayoria de lo que leo va mas allá de mi especialidad (ya que soy ingeniero), he podido hacerme una idea global del valor de cada lugar al que vamos. Así es como en este tiempo he disfrutado de muchos lugares y momentos, como ver la fascinación de mi hijo de siete años al tocar las huellas de dinosaurios en Huatacondo, la admiración de mi esposa con las flores de las quebradas y sus colores al atardecer, el asombro de mi hija de cuatro años ante cada pequeña ave, insecto o cualquier cosa que vuele o se arrastre, y maravillarnos con los petroglifos de Tamentica, Ariquilda o Chaiza, y ni hablar de Tiliviche o Pintados (hace un par de meses fuimos con 6 niños a este último lugar y fue increíble ver lo maravillado que estaban, tanto con los geoglifos como con el salar, no podían creer que estaban parados en un mar de sal! ). En esta búsqueda de información ha sido normal toparme con su blog de eco-antropología, que se ha convertido en una fuente recurrente de conocimiento y guia, tanto para informarme como para evitar la destrucción accidental de patrimonio tan común en nuestro país . Deseo expresarle mis felicitaciones, admiración y agradecimiento por su trabajo. También en esta búsqueda me encontré con su trabajo en el CDA, proyecto absolutamente desconocido para mi, estando tan cerca y espero poder visitarlo prontamente con mi familia.
Reiterando mis felicitaciones me despido atentamente,
Luis Apablaza Cisternas
Iquiqu
Estimado amigo Luis:
ResponderEliminarGracias por su linda carta que constituye para mí un gran aliciente para seguir, a pesar de mis años, por la senda iniciada: mostrar lo que el científico ve de una manera fácil y atrayente. Lo felicito muy sinceramente. La formación que Ud. y su señora están dando a sus hijos, enseñándoles a amar la naturaleza en cada una de sus múltiples facetas, es algo encomiable. Desde aquellos ya lejanos tiempos (1975-78), cuando formé parte del equipo de "Expedición a Chile", tomé conciencia de que debíamos integrar a los niños, desde pequeños en este tipo de viajes, pues así ellos van bebiendo junto a sus padres. El amor a la Naturaleza solo se aviva y enciende en contacto asiduo con ella. Así surgen las vocaciones científicas, el afán de conocer, explorar e investigar el medio que nos rodea: sus plantas, sus animales, su hermosa y cambiante geografía, su historia y arqueología mmultisecular.
Reciba mi más cálida felicitación por la forma como Ud. está enseñando a sus hijos. Esto es exactamente lo que no hacen hoy los Colegios, ajenos en general a la Naturaleza que nos rodea. Esta forma de enseñar es, sin duda, el mejor antídoto contra la droga, el alcohol y la pereza intelectual.
Con afecto y aprecio,
Dr. Horacio Larrain Barros (Ph.D.)
Estimado Sr. Horacio Larraín:
ResponderEliminarJunto con saludarlo y agradecer este blog; rico en estudio científico de la historia de culturas en nuestra región,
me presento. Me llamo Ivo Santos, actualmente estudiando Derecho en Iquique.
Desde muy pequeño me incentivaron a conocer mi región,e tenido la fortuna de tener padres oriundos de la región que son aventureros y amantes de la naturaleza,fui criado por la pasión de conocer y respetar a la flora, fauna y culturas; especialmente con la cultura precolombina y prehistórica en diversas quebradas al interior.
Mi interés en busca de información me trajo hasta su blog. Ando en busca de información respecto de una reserva arqueológica cercana a lo que es la quebrada de Chacarilla. Ya que visite dicho lugar, y lo divise desde un cerro aledaño ya que es de muy difícil acceso; de hecho un tramo lo hice caminando. En el trayecto solo había un cartel de lata muy oxidado que dice "reserva arqueológica protegida por ley..".
Me gustaría contactarlo via e-mail para enviarle fotos y así me pueda ayudar para saber que realmente es dicho lugar.
Le dejo mi e-mail : ivosantosreyes@outlook.com , sin nada más que agregar, y felicitándolo nuevamente por su labor y blog, me despido atentamente.
Ivo Santos Reyes
Iquique
Estimado amigo Ivo: Acabo de leer su comentario. Gracias por sus palabras de elogio, y me alegro que mi Blog le haya incentivado a investigar, y ayudar a proteger nuestros bienes patrimoniales, aunque éstos, a veces, se hallen, solitarios y en total abandono en medio del desierto. Con mucho gusto estoy dispuesto a ayudarle en lo que pueda. Necesitamos gente como Ud, que esté dispuesta a ayudar a proteger este patrimonio cultural tan valioso y, desgraciadamente, tan poco conocido de las autoridades encargadas de proteger el patrimonio científico en nuestra región. Hay siempre dinero oficial para mil bagatelas o eventos bulliciosos: pero éste es siempre escaso, insuficiente y avaro cuando se trata de defender y cuidar nuestra herencia cultural. Averigüe Ud. el escuálido presupuesto anual con que cuenta la Oficina de Monumentos Nacionales, entidad encargada de proteger estos bienes, y se quedará horrorizado (o, mejor, avergonzado). Es lamentable, pero es la verdad.
ResponderEliminarPero cuando se trata de traer artistas o cantantes extranjeros de la última ola para animar una noche estelar, se despilfarran sin piedad los fondos municipales y regionales. A esto le llaman hoy dar "cultura". Pero cuando se trata de cuidar nuestros monumentos, nuestros cerros con geoglifos, nuestros campos de petroglifos, nuestras ruinas arqueológicas, se nos dice que no hay dinero!. Nuestra pretendida "civilización" actual chilena ofrece a raudales al pueblo, al sufrido pueblo nuestro, igual que en la época de un Nerón o un Domiciano, mucho "pan y circo", mucho "Coliseo", pero cultura verdadera, profunda, que llegue a profundizar en las raíces de nuestra identidad como pueblo, realmente muy poco, casi cero.
Y, sin embargo, afianzar nuestra identidad como pueblo, como Región, con aquellas conocimientos que la historia y la tradición nos han transmitido, debería ser la meta primera, fundamental.
¡Qué lejos estamos de esto!. Y esto, n gran parte por culpa nuestra, porque no hemos sido capaces de darnos las autoridades idóneas, aquellas que tengan ojos y oídos para la verdadera y auténtica cultura: aquella que fortalece y afianza nuestra identidad como pueblo; no aquella, extraña a nosotros, que llega desde el extranjero envuelta en papel de seda; "mucho brillo y pocas nueces", diría el viejo adagio.
Quedo a sus órdenes,
Dr. Horacio Larrain (Ph.D.)
Arqueólogo y antropólogo cultural
Universidad Bolivariana, Sede Iquique.
.
Cuente con mi apoyo.
Dr. Horacio Larrain (Ph.D.)
Estimado Dr. larraín,
ResponderEliminartengo mucho interes en visitar con mi familia el Oasis de niebla de Alto Patache y qquisiera su orientación: hubieron algunas precipitaciones y supongo que le viene muy bien a la zona. En que momento se podría ir a conocer el lugar y por donde es el acceso? he tratado de identificarlo por el google earth pero no esta muy claro. ¿ se sube a pie? o hay una ruta para vehículos? Agradezco mucho su ayuda.
Atte,
Luis Apablaza Cisternas
Iquique.
Estimado Señor Apablaza: Le agradezco mucho su nota. Respecto a la visita al oasis de niebla de Alto Patache, le ruego se ponga de inmediato en comunicación con el geógrafo Sr. Felipe Lobos, actualmente encargado oficial del Oasis y representante de la Universidad en la zona. Su teléfono CELULAR es: 88809986.
ResponderEliminarExiste barrera que impide el paso y por eso es preciso ir con la persona encargada del Oasis de niebla.
Le deseo lo mejor y me gustaría conocer su opinión después de su visita.
Atentamente,
Dr. Horacio Larrain
Antropólogo cultural y arqueólogo
Universidad Bolivariana, Iquique.
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