Hace treinta y dos años.
El 20 de Mayo del año 1981, esto es hace casi 32 años atrás, acogía el diario "El Mercurio"de Santiago estas sentidas reflexiones nuestras sobre un reciente viaje nuestro a Cobija. Hacía más de tres años que habíamos tenido la fortuna la fortuna de encontrar allí a la arqueóloga danesa Bente Bittmann von Helleufer, realizando excavaciones en la terraza litoral. Bente se instalaba sola o acompañada de sus alumnos de arqueología, por largos meses, en esta recóndita caleta, ocupando una sencilla casita de madera al lado del mar, comiendo con la familia Ledezma, de pescadores-mariscadores y hurgando entre los vestigios los secretos de su historia multisecular. De ella y sus valiosos trabajos etnohistóricos y arqueológicos, ya hemos dado cuenta en otros segmentos de este Blog. (Ver en etiquetas Bente Bittmann o Cobija) Su egregio legado científico ha quedado allí inscrito para siempre entre las rocas del desembarcadero o al pie de las ruinas del antiguo puerto boliviano de Cobija-Lamar. Su espíritu, tal vez, vaga aún por ahí en las noches de invierno, rememorando sus andanzas, sus temores, sus anhelos y sus sueños. Tal vez sea así.
En viaje al Ecuador.
Iba yo de camino al lejano Ecuador por tierra, en mi fiel camper Volkswagen color azul celeste, con mi pequeña familia, a iniciar una estadía de dos años y medio en el Instituto de Antropología de Otavalo, en el corazón de la sierra ecuatoriana. Recuerdo que al pasar por la carretera panamericana y divisar desde lejos las informes ruinas de Cobija, me invadió un vehemente e irrefrenable anhelo por volver a visitar esas ruinas, llenas de historia y recuerdos, y enfilé por entre las calles desiertas y llenas de escombros rumbo al muelle. Muchos años antes, había conocido por primera vez esta antigua caleta de changos pescadores. Fue, creo, en los años 1963 ó 1964, en un viaje realizado desde la Universidad del Norte en Antofagasta donde era yo profesor, acompañando entonces al Vicerrector de la Universidad, el sacerdote jesuíta Alfonso Salas Valdés, entusiasta animador de mis extravagancias arqueológicas.
Escrutando el modo de vida de antiguos habitantes de la costa.
Mi sorpresa fue grande al hallar allí, huincha y pincel en mano, a la arqueóloga Bittmann, acompañada de dos mariscadores lugareños, los hermanos Pinto Ledezma. Bente trabajaba por entonces excavando un conjunto de viviendas circulares semisubterráneas de la época arcaica, de simples bases hechas de bolones de piedra, situadas en la primera terraza marina, apenas a unos 5-6 m. sobre el nivel del mar. Con mis hijos María Cristina y Carlos Horacio, escuchamos directamente de su boca las explicaciones acerca del extraordinario valor arqueológico de estos restos que delataban una antiquísima presencia y actividad humana en esta costa desértica. Eran testigos mudos de no menos de cinco, seis o siete mil años de historia humana!. Corría el mes de Marzo del año 1979. El breve artículo que sigue, más literario que propiamente científico, es fruto de la honda y poderosa impresión recibida en esta breve visita.
No hemos querido que este pequeño testimonio de admiración hacia los antiguos camanchacas o changos, sufridos pobladores ancestrales de estas soledades norteñas, pase desapercibido o quede para siempre olvidado entre viejos y polvorientos anaqueles repletos de periódicos antiguos. Esta meditación sobre el antiguo puerto de Cobija-Lamar -porque sólo eso ha pretendido ser- rezuma afecto, cariño y admiración por sus antiquísimos habitantes, los camanchacas. Por eso lo entregamos hoy a nuestros lectores.
Fig. 1. Texto del artículo publicado por el diario "El Mercurio" de Santiago el miércoles 20 de Mayo de 1981.
Epílogo: el futuro promisor de Cobija.
Cobija sigue hoy siendo intensamente estudiada por los arqueólogos e historiadores. La antigua población boliviana, diseñada y creada a fines de 1825 por el marino irlandés Francis O´Connor por orden del mariscal Simón Bolívar, fue arrasada por el terrible terremoto y maremoto del 9 de Mayo del año 1877, quedando asoladas y destruidas las tres cuartas partes del poblado. Así ha quedado, en lamentable soledad y ruina, hasta el día de hoy. Pero Cobija no merece morir. Su riquísima historia arqueológica y colonial bien merecería de parte de la Municipalidad de Tocopilla -de la que depende administrativamente- un trato mucho más digno. Es preciso pensar seriamente en obras de limpieza y restauración de algunos de sus monumentos (incluyendo el cuidado y protección de su hermoso cementerio), y poner en valor el lugar para atraer a un turismo "de intereses especiales", centrado en su arqueología, su historia y su etnohistoria. Pero tal tarea debe emprenderse bajo la atenta mirada de arqueólogos bien adiestrados y con amplia experiencia de campo. No meros "aprendices de arqueólogos", estudiantes carentes de título profesional, como por ahí desgraciadamente vemos.
El puerto histórico de la región de Antofagasta.
Históricamente hablando, no hay lugar más importante en todo el litoral de la IIª Región. Antofagasta no nace aún cuando Cobija es ya puerto floreciente (1860). El Paposo nunca llegó a albergar una población de comerciantes o mineros; sólo los changos ocupaban sus playas y sus vertientes. En las próximas semanas, Dios mediante, iremos presentando numerosos testimonios históricos de Cobija de la época de su máximo esplendor, cuando llegó a albergar varios miles de habitantes (se dice que cerca de 5.000!) con presencia activa de numerosos comerciantes extranjeros, especialmente franceses.
El puerto histórico de la región de Antofagasta.
Históricamente hablando, no hay lugar más importante en todo el litoral de la IIª Región. Antofagasta no nace aún cuando Cobija es ya puerto floreciente (1860). El Paposo nunca llegó a albergar una población de comerciantes o mineros; sólo los changos ocupaban sus playas y sus vertientes. En las próximas semanas, Dios mediante, iremos presentando numerosos testimonios históricos de Cobija de la época de su máximo esplendor, cuando llegó a albergar varios miles de habitantes (se dice que cerca de 5.000!) con presencia activa de numerosos comerciantes extranjeros, especialmente franceses.
Profesor Larraín:
ResponderEliminarSoy Arqueólogo (U Chile) y precisamente he trabajado en excavaciones en Cobija, como miembro del equipo, en proyectos Fondecyt a cargo de Victoria Castro. El año pasado realizamos la primera prospección subacuática en lo que fue el fondeadero colonial de Cobija, en el marco de un proyecto Fondart. Actualmente estamos escribiendo un pequeño libro educativo sobre el patrimonio e historia de Cobija, y me gustaría consultarle un asunto. Si gusta me puede dar su correo electrónico ó escribirme directamente a fcogag2@hotmail.com.
muchas gracias
francisco
Francisco: Mucho me alegro que estén trabajando nuevamente en Cobija.El sitio es apasionante bajo muchos aspectos. Me imagino que lo están haciendo en íntima unión con los pocos pobladores del lugar, en especial con los hermanos Pinto, la familia más antigua del lugar.
ResponderEliminarMis saludos especiales a la profesora Victoria Castro cuya expertise profesional valoro grandemente, en especial por su enfoque "eco-antropológico", bastante semejante al mío propio.
Quedo a sus gratas órdenes. Vea al respecto, entre los capítulos del Blog, el relato, tomado de mi Diario de Campo, de mi ascensión a los cerros de Cobija en el año 2002, año en que se observó la presencia del Fenómeno del "Niño" (aunque débil). Hubo una floración muy interesante dicho año.
Con especial afecto,
Dr. Horacio Larrain (Ph.D.)
Centro del Desierto de Atacama
Pontificia Universidad Católica de Chile
Doctor Larraín:
ResponderEliminarEn sus visitas a Cobija, ¿ha podido registrar cerámicas vidriadas coloniales en superficie?. Se lo pregunto porque la loza británica de mediados del siglo XIX resulta lo más abundante, "ocultando" la ocupación anterior del puerto.
saludos
Francisco
Francisco. Respondo a tu inquietud. A la verdad, no recuerdo en este momento haber hallado alguna vez loza colonial en los alrededores de Cobija; si, en cambio, lozas de la época del salitre (fines del siglo XIX), de origen inglés o europeo, tal como lo señalas. Pero debería haber loza española, la que debería encontrarse, a mi juicio, en sitios muy próximos a la playa. Yo preguntaría a la arqueóloga del Museo de Antofagasta, que fuera alumna de Bente Bittmann en Antofagasta y tuvo la ocasión de prospectar y excavar allí con Bente.
ResponderEliminarTambién se puede averiguar de lo mismo com Gerda Alcaide, en Iquique, a cargo del Consejo de Monumentos Nacionales, Ella también participó en excavaciones de Bente.
Un abrazo y siem pre a tus órdenes,
Horacio Larrain