El breve pero sustancioso artículo que sigue más abajo, encontrado hoy al azar, hojeando en la calle Tarapacá de Iquique viejas revistas de la Empresa de Ferrocarriles del Estado (revista "En Viaje") , es uno de los muchos que el historiador Bermúdez prodigó sin reservas en revistas de divulgación, no especializadas, donde se requería su aporte original. Esta revista, que hoy miramos como "menguada" y "pobre", casi infantil, por sus fotos en blanco y negro y su modestísima presentación, contiene valiosos artículos de destacados exponentes del arte y de la cultura nacional por aquellos años. Fue publicado en Santiago de Chile, en el Nº 367 de la citada revista "En Viaje", Año XXXI, correspondiente al mes de Mayo de 1964. En otras ocasiones, hemos tratado de salvar del olvido otros trabajos semejantes, escritos por el mismo autor, para rescatar un acervo cultural que de otro modo pasaría totalmente desapercibido (Vea al efecto nuestro capítulo: "¿Conoce Ud. a los antiguos exploradores del desierto de Atacama en el siglo XIX?. ¿Sus logros, sus hazañas, sus fracasos?". escrito el 7 de diciembre del 2010). Si bien no se trata de un trabajo científico muy elaborado, responde a las inquietudes y preocupaciones intelectuales que, en su momento, tenía Bermúdez en relación a la historia del desierto y, en particular, a la historia de Tarapacá, cuando ya estaba trabajando los borradores del segundo tomo tomo de su Historia del Salitre.
Fig. 2. Página dos y última del artículo de Oscar Bermúdez.
Fig. 3. Dibujo a pluma del arquitecto antofagastino don Carlos Contreras Alvarez, quien gentilmente solìa ilustar, en forma gratuita, los artículos escritos por su amigo el historiador del Norte don Oscar Bermúdez Miral. En este grabado se puede apreciar al minero piqueño Juan de Loayza y a su guía el indígena tarapaqueño Domingo Quilina, apodado Cacamate, en procura de las vetas de plata del mineral de Huantajaya. Este dibujo de Contreras es uno de los tantos que ilustran no pocos trabajos del historiador Bermúdez, pues les unía una gran amistad que se afianzaba en reuniones y veladas que ambos sostenían en la vieja casona de los Contreras en calle Latorre, en Antofagasta. Fue precisamente, en esta casa, en el año 1963, cuando tuvimos la suerte de conocer y tratar por vez primera al historiador Bermúdez. A partir de entonces, don Oscar solía visitarnos con frecuencia en las dependencias del Museo de la Universidad del Norte, en la calle Prat, donde por entonces trabajábamos. Se interesaba vivamente por cada una de las piezas arqueológicas que exponíamos en el Museo, y que correspoondían a las culturas de los pescadores costeros prehispánicos, que a partir del año 1963, buscábamos afanosamente en la costa de Antofagasta, tratando de entender el modus vivendi de estos changos o camanchacas de las crónicas.
Hacer revivir hoy estos viejos papeles no sólo es una forma de reconocimiento a la valía de su autor y a su capacidad de investigación y de divulgación del conocimiento histórico, sino que, además, creemos que puede significar un minúsculo aporte a una futura biografía de este autor nortino, que jamás cursó en las aulas universitarias la carrera de Historia (inicialmente quiso ser novelista) pero que es considerado hoy como el gran historiador del período salitrero en Chile, en palabras de Harold Blakemore. Biografía que nadie ha emprendido aún, que sepamos, pero que se hace urgente y necesaria para incentivar a otros jóvenes a estudiar la historia no solo desde el punto de vista del aporte documental, sino también bajo el prisma de la geografía física y humana y de sus escenarios regionales.
Bermúdez siempre quiso conocery apreciar visualmente las comarcas y pueblos que describía en sus escritos, con una fuerte y sólida base documental. Porque entendió perfectamente que el poblamiento humano de un lugar cualquiera, depende en gran medida de las condiciones ambientales que lo favorecen o entorpecen. Conocer y profundizar previamente en la geografia de los lugares (su escenario geográfico) es, a nuestro parecer, una conditio sine qua non para comprender e interpretar correctamente la forma, el tiemp, la duración y los modos concretos de un determinado poblamiento humano. Cosa que no pocos historiadores, seducidos en parte por la frescura de sus documentos, - por desgracia- pasan fácilmente por alto, o consideran casi innecesario o superfluo. Lo que sucede o experimenta un determinado grupo humano al radicarse o morar en un lugar, depende absolutamente de sus condiciones ambientales preexistentes, que el no puede modificar, al menos no con la tecnología disponible para él en ese momento. Bermúdez entendió el nítido mensaje que en este mismo sentido nos transmite el gran geógrafo norteamericano Isaiah Bowman en su obra Desert Trails of Atacama (1924), en su capítulo XVIII: que titula "The historical bearing" (pp-343-348), cuando nos dice proféticamente:
"To estimate the effect of the natural conditions requires the handling of geographical materials, and it still remains a fact that the accepted technique of historical research lays far tool little stress upon geographical sources, and particularly geographical method" (subrayado nuestro); (cf. Bowman, 1924: 343).
Lo que en buen romance quiere decir:
"Estimar [apreciar] el efecto de las condiciones naturales [sobre una población] requiere del manejo de los materiales geográficos, y todavía constituye un hecho el que la técnica aceptada [hoy día] por la investigación histórica pone muy poco énfasis en [el uso de] las fuentes geográficas, y, particularmente, en [el uso de] el método geográfico". (aclaraciones en paréntesis, nuestras; Bowman, 1924: 343).
Si bien concordamos en que esta cita, valiosa como es por provenir de ese genio de la geografía de los países andinos como fue Isaiah Bowman, es bastante antigua, pues proviene del año 1924, creemos firmemente que resulta aún hoy perfectamente aplicable en el caso de numerosos trabajos históricos o etnohistóricos, al menos cuando verificamos las fuentes bibliográfícas que les sirven de base y apoyo. La crítica de fondo que hace Bowman a los historiadores de su época, aún sigue siendo básicamente fundada, a nuestro juicio en la inmensa mayoría de los trabajos sobre esta zona.
La fuente histórica principal de las informaciones que nos ofrece Bermúdez en el presente artículo, proviene del deán Francisco Javier Echeverría y Morales que escribe las "Memorias de la Santa Iglesia de Arequipa" hacia 1804, y que se contienen íntegras en el trabajo: Documentos para la Historia de Arequipa, publicadas entre 1939 y 1941 en Arequipa (Editorial La Colmena, S.A.) por el sacerdote mercedario peruano e historiador padre Victor Manuel Barriga (1891-1955).
Hacer revivir hoy estos viejos papeles no sólo es una forma de reconocimiento a la valía de su autor y a su capacidad de investigación y de divulgación del conocimiento histórico, sino que, además, creemos que puede significar un minúsculo aporte a una futura biografía de este autor nortino, que jamás cursó en las aulas universitarias la carrera de Historia (inicialmente quiso ser novelista) pero que es considerado hoy como el gran historiador del período salitrero en Chile, en palabras de Harold Blakemore. Biografía que nadie ha emprendido aún, que sepamos, pero que se hace urgente y necesaria para incentivar a otros jóvenes a estudiar la historia no solo desde el punto de vista del aporte documental, sino también bajo el prisma de la geografía física y humana y de sus escenarios regionales.
Bermúdez siempre quiso conocery apreciar visualmente las comarcas y pueblos que describía en sus escritos, con una fuerte y sólida base documental. Porque entendió perfectamente que el poblamiento humano de un lugar cualquiera, depende en gran medida de las condiciones ambientales que lo favorecen o entorpecen. Conocer y profundizar previamente en la geografia de los lugares (su escenario geográfico) es, a nuestro parecer, una conditio sine qua non para comprender e interpretar correctamente la forma, el tiemp, la duración y los modos concretos de un determinado poblamiento humano. Cosa que no pocos historiadores, seducidos en parte por la frescura de sus documentos, - por desgracia- pasan fácilmente por alto, o consideran casi innecesario o superfluo. Lo que sucede o experimenta un determinado grupo humano al radicarse o morar en un lugar, depende absolutamente de sus condiciones ambientales preexistentes, que el no puede modificar, al menos no con la tecnología disponible para él en ese momento. Bermúdez entendió el nítido mensaje que en este mismo sentido nos transmite el gran geógrafo norteamericano Isaiah Bowman en su obra Desert Trails of Atacama (1924), en su capítulo XVIII: que titula "The historical bearing" (pp-343-348), cuando nos dice proféticamente:
"To estimate the effect of the natural conditions requires the handling of geographical materials, and it still remains a fact that the accepted technique of historical research lays far tool little stress upon geographical sources, and particularly geographical method" (subrayado nuestro); (cf. Bowman, 1924: 343).
Lo que en buen romance quiere decir:
"Estimar [apreciar] el efecto de las condiciones naturales [sobre una población] requiere del manejo de los materiales geográficos, y todavía constituye un hecho el que la técnica aceptada [hoy día] por la investigación histórica pone muy poco énfasis en [el uso de] las fuentes geográficas, y, particularmente, en [el uso de] el método geográfico". (aclaraciones en paréntesis, nuestras; Bowman, 1924: 343).
Si bien concordamos en que esta cita, valiosa como es por provenir de ese genio de la geografía de los países andinos como fue Isaiah Bowman, es bastante antigua, pues proviene del año 1924, creemos firmemente que resulta aún hoy perfectamente aplicable en el caso de numerosos trabajos históricos o etnohistóricos, al menos cuando verificamos las fuentes bibliográfícas que les sirven de base y apoyo. La crítica de fondo que hace Bowman a los historiadores de su época, aún sigue siendo básicamente fundada, a nuestro juicio en la inmensa mayoría de los trabajos sobre esta zona.
La fuente histórica principal de las informaciones que nos ofrece Bermúdez en el presente artículo, proviene del deán Francisco Javier Echeverría y Morales que escribe las "Memorias de la Santa Iglesia de Arequipa" hacia 1804, y que se contienen íntegras en el trabajo: Documentos para la Historia de Arequipa, publicadas entre 1939 y 1941 en Arequipa (Editorial La Colmena, S.A.) por el sacerdote mercedario peruano e historiador padre Victor Manuel Barriga (1891-1955).
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