Foto 1. Placa commemorativa instalada al ingreso del predio agrícola de Canchones, en la Pampa del Tamarugal, donde trabajara Enrique Froehlich por cerca de 20 años, a partir de los años 1941-42. Fue financiada por su hija Eleonor Froehlich quien asistió a su descubrimiento junto a autoridades de la Universidad Arturo Prat el año 2002. El discurso de rigor estuvo a cargo del ingeniero agrónomo Italo Lanino Rozas. El texto de la Placa recuerda a las nuevas generaciones de alumnos las exitosas actividades agrícolas realizadas por Froehlich en esa zona desértica, a partir de los años 1927-28 en aquellos difíciles años de las décadas del 20 y del 30 del pasado siglo, exactamente en la época de la gran crisis del año 1929.
Foto 2. Lugar actual de emplazamiento de la placa recordatoria, a la entrada del predio agrícola de Canchones, actualmente administrado por la Universidad Arturo Prat de Iquique. Aquí desarrollan sus prácticas agricolas los alumnos de la Carrera de "Agricultura del Desierto" de la misma Universidad.
Foto 3. Heinrich Gustav Froehlich Ludwig de unos 30 años de edad, hacia el año 1932-1933. Para entonces, el predio de "Los Puquios", bajo su supervisión directa, ha conocido una frenética actividad impulsada por este notable técnico agrícola alemán, nacido en Eisenach el 21 de octubre de 1902 y llegado a Chile en el año 1922. El predio de "Canchones" aparecerá en escena pocos años más tarde, al parecer en los años 1941-42. Foto 4. La familia completa, con su esposa e hija, junto a su casa construida por ellos mismos en el predio de "Los Puquios", situado exactamente al frente del predio agrícola de Canchones. La esposa, Martha Bohm Müller, era originaria de Küstrin/Golzow (Prusia) y llega desde Alemania a acompañar a su flamante esposo el 14 de Mayo de 1934. Ella tenía por entonces 33 años de edad. En la fotografía, la única hija nacida del matrimonio, Eleonor, tiene al parecer unos cinco años de edad. La foto correspondería, por tanto, aproximadamente a los años 1941-42, época de los inicios de la Estación Agrícola Experimental de la CORFO, institución que muy pronto contratará a Froehlich como su Administrador y Técnico agrícola.
Foto 5. La familia Froehlich Bohm en el predio de Canchones. Se observa a los frutales en pleno desarrollo (perales?). La hija, Eleonor, tiene aquí unos 15 años por lo que deducimos que esta fotografía correspondería aproximadamente al año 1951. De ser así, sería la fecha exacta en que el físico chileno-alemán Gerardo Melcher les visita en su expedición al Norte, acompañando al zoólogo Dr. Guillermo Mann, tal como lo relata con sabrosos detalles y simpáticas anécdotas en su obra: El Norte de Chile su gente, desiertos y volcanes (Editorial Universitaria, Santiago, 2004, páginas 78-80).
¿Escuchó Ud. el nombre de Heinrich (Enrique) Froehlich?.
El nombre del ciudadano alemán Heinrich Froehlich seguramente no le resulta a Ud. para nada familiar. Casi nadie lo conoce, ni siquiera en esta región nortina de Tarapacá, salvo unos poquísimos iquiqueños que aún recuerdan, abismados, su noble gesta en el desierto. Lamentablemente, su nombre y su hazaña no ha quedado registrada en los manuales de Historia Económica, Agricultura o Geografía del Desierto de Atacama. Le fue concedida, sin embargo, la Condecoración al Mérito Bernardo O´Higgins en 1939 por sus notables logros agrícolas en la Pampa del Tamarugal. La labor desarrollada por Froehlich durante más de 35 años en el antiguo predio de "Los Puquios" , en el sector de Canchones, no sólo es digna de admirar y destacar. Es digna de ser imitada aún hoy. Porque aún hoy el desierto tiene muchos secretos que enseñar. Sacar del casi total anonimato a este notable pionero de la agricultura en el desierto de Atacama, destacar su increíble y tesonera labor y hacer conocer y admirar su obra por las generaciones jóvenes de la Región, es el objeto de este segmento de nuestro Blog y de otros más que lo seguirán próximamente.
Un viajero lo encuentra, agazapado entre las arenas del desierto, cerca de la Huayca.
Para comenzar nuestra historia, vamos a introducir una cita de alguien que tuvo la fortuna de conocerlo, visitarlo y tratarlo de cerca en su casa, en medio del Tamarugal, en el verano del año 1951, en el sector de "Los Puquios". Quien lo retrata es Gerardo Melcher, un fisico chileno de origen alemán. Melcher viajaba acompañando una expedición al Norte emprendida por el conocido zoólogo Guillermo Mann, del Instituto de Zoología de la Universidad de Chile. En su obra: El Norte de Chile su gente, desierto y volcanes, publicada por la Editorial Universitaria en el año 2004, Melcher reseña sus recuerdos del encuentro con Froehlich y su familia, en el año 1951, ya totalmente asentados en el Tamarugal.
He aquí el relato:
"Pasamos por Pozo Almonte [viniendo de la quebrada de Camarones] y seguimos a Canchones hasta una granja agrícola bien instalada por un señor Fröhlich, un personaje muy emprendedor que anteriormente habia trabajado en Iquique en negocios de importación. En áreas considerables de su terreno salobre, aplicó una antigua tradición indígena, haciendo remover la costra salina de unos veinte centímetros de espesor, despejando así canchones para cultivos. Agua para riego, ligeramente salobre, la bombeaba desde varios metros de profundidad. A lo largo de todo el año cosechaba zapallos, melones, pepinos, verduras de hoja y plantas de forraje. Además, una viña daba grandes uvas azules. Con ella elaboraba un mosto muy especial, el vino Canchones, muy apreciado por conocedores. La granja comprendía, ademas, canchones experimentales fomentados oficialmente por la Corfo [Corporacion de Fomento de la Producción]. Muros y casas aquí se construyen de sal. Los bloques removidos de los canchones se trabajan con hacha dándoles forma de ladrillos.. No se precisa mortero alguno, basta echar agua al muro de "ladrillos salinos" y quedan soldados con cristales de sal. Con esta técnica Froehlich construyó una atractiva casa en estilo español, con arcos y galerías, revocadas con sal interiormente y por fuera. Sólo el techo estaba formado por maderos de tamarugos dispuestos horizontalmente y trenzados con fibras tupidas para obtener buena sombra, una techumbre suficiente, ya que aquí no hay precipitaciones". (Melcher, 2004: 78 - 79).
La obra titánica de Froehlich y Mueffeler en Canchones y Los Puquios.
¿Quién era este personaje que llega a sepultarse solo en la Pampa del Tamarugal bastante antes de 1930, donde establece después una familia y lleva una vida casi de ermitaño, dedicado afanosamente a hacer producir el desierto? ¿Qué lo indujo a asentarse en este lugar tan árido y tan yermo? Y, finalmente, ¿por qué su figura y su estampa es digna de admiración para las generaciones actuales de agricultores de la Pampa?. ¿¿Qué herencia nos deja a los chilenos de hoy, los que pasamos a diario por estos inhóspitos parajes rumbo a Pica y sus baños termales?
¿Qué pensaron de él sus coetáneos?.
Escuchemos ahora el relato, bastante anterior (1938?), de un importante político de la época, Arturo Olavarría Bravo Ministro de Agricultura del Presidente Aguirre Cerda , quien en su obra: Chile entre dos Alessandri, editada en 1962 por Editorial Nascimento, señala textualmente:
"La Pampa del Tamarugal.
"Durante mi visita al norte con el objetivo de estudiar en el terreno todo lo relacionado con la producción de guano de covaderas aproveché la oportunidad para conocer de cerca la Pampa del Tamarugal, aquella inmensa planicie estéril que sólo habìa visto antes a la distancia.
Atravesando la pampa en dirección a Pica, en donde visité los hermosos huertos frutales de que vive esa población, me encontré con dos oasis cuya vista me pareció al principio que eran fenómenos de espejismo, porque no podía dar crédito a un espectáculo tan maravilloso como eran esos dos vergeles enclavados en medio del árido desierto.
El primero de ellos era Canchones con su inverosímil viña del mismo nombre, rodeada por álamos chilenos. Sus propietarios dos alemanes, los señores Froehlich y Peter Mueffeler me contaron que a la raíz de la guerra europea de 1914, se encontraron impedidos de continuar con los empleos que desempeñaban en Iquique y, entonces, sin tener otro rumbo que seguir, resolvieron subir a la pampa con el objeto de acometer la aventurada empresa que desde hacía algún tiempo habían concebido. Luego de trazar los entornos del futuro viñedo y de captar el agua subterránea pra su regadío, comenzaron la increìble tarea de arrancar, por sì solos, la costra salitrosa del suelo, la que pacientemente fueron llevando, a medida que avanzaba, en carretilla de mano hasta los límites del terreno, en donde de este modo fue convirtiéndose en muros vecinales. Terminada esta titánica tarea, plantaron las vides que habían encargado al sur del país y esperaron los resultados de su audacia, de su constancia, sus sacrificios y su fe. Obtuvieron un brillante resultado.
La cosecha de uva fue convertida en vino, en un exquisito vino generoso que luego después empezó a venderse con gran aceptación en Santiago y las principales ciudades del país. Huelga decir que a mi regreso a la capital, obtuve que el gobierno condecorara con la Orden al Mérito "Bernardo O´Higgins" a esos dos esforzados extranjeros que, junto con realizar tamaña empresa, habían dado un ejemplo que era toda una lección objetiva para los chilenos".(Olavarria Bravo, 1962).
Dificil imaginar el tremendo esfuerzo desplegado por el joven técnico agrícola alemán en tierra extraña.
No nos consta la fecha exacta de la visita de Olavarría Bravo al sector de Canchones. Debió ser probablemente hacia 1938 ó 1939, cuando era Ministro de Agricultura y de Fomento en el gobierno del Presidente don Pedro Aguirre Cerda. Por entonces, Froehlich está dedicado cien por ciento a hacer producir ese desierto árido y ha formado allí una corta familia. Para los que conocemos bien el lugar por haberlo visitado en repetidas ocasiones, hoy eso ya casi no nos sorprende. Pero podemos sin gran trabajo imaginar lo que eran esas superficies infinitas de costrales salinos, poblados por uno que otro algarrobo o tamarugo, tal como todavía hoy pueden observarse en sus alrededores. Un paisaje desolado, rugoso, de costras y mogotes salinos, restos de un antiquísimo lago pleistocénico desecado, cuyas sales y arenas salinas habían quedado en superficie mostrando un paisaje casi de tipo lunar.
Restos blanquacinos de un antiguo salar.
Hace unos 15.000 ó 20,000 años atrás esta zona era parte de un extenso paisaje lagunar y constituía las riberas de un inmenso lago que el geólogo alemán Juan Brüggen bautizara como "Lago Soledad". Canchones y la Huayca están asentados hoy directamento sobre estas antiguas formaciones lagunares, ahora yermas y resecas. La salinidad de esos costrones que pululan hasta hoy en dicha zona entre dispersos algarrobos y tamarugos, ha sido fruto de la evaporación de sales arrastradas por las lluvias torrenciales del período pluvial hacia la pampa desde las alturas de la cordillera. Poco a poco, con el correr de los milenios, el clima se ha ido secando más y más y es cada vez menos el agua que alcanza hasta el Tamarugal desde sus vecinas quebradas. Hacia 1963, personalmente pudimos ver aún pozos activos en casas de la Huayca desde donde se podía obtener el agua fresca apenas a unos 50 cm. de profundidad, o aún menos. Hoy allí mismo hay que cavar muchos metros para alcanzarla.
¿De dónde les surge la idea a estos dos alemanes de realizar cultivos varios en la pampa?
Según el relato de Arturo Olavarría Bravo, recogido de labios de los dos pioneros hacia 1938, a poco de llegar a Iquique el año 1922, el joven Froehlich, que acaba de cumplir 20 años, viene huyendo de las dificultades y penurias de la postguerra de 1914, conoce a otro alemán, casi de su misma edad, Peter Mueffeler Lehnen, originario de Hamburgo, ya radicado en Iquique y que trabajaba en una importadora de vehículos. Se hacen amigos y ambos visitan el interior de la provincia, llegando hasta Pica. Por entonces, Pica aún ostentaba y cosechaba sus conocidos viñedos, muy apreciados desde la época de la Colonia. La "pisa de la uva" en los lagares de Pica y Matilla fue realizada con fiestas especiales hasta el año 1929, fecha en que por razones que no profundizaremos aquí, cesan repentinamente las plantaciones de vides, éstas son arrancadas y se inicia en el oasis un cambio total de rumbo, con la plantación masiva de cítricos y mangos. Por estos mismos años (1928-1929), Froehlich inicia el camino exactamente inverso: planta en "Los Puquios" sus primeras vides experimentales.
¿Por qué instalarse en plena pampa del Tamarugal?
Sospechamos, pues, que tanto la observación de los florecientes viñedos existentes a la fecha en Pica, Matilla y el valle de Quisma, por entonces intensamente cultivado, como la experiencia de los centenares de "canchoneros" que en la zona de La Huayca y Los Puquios cultivaban en sus "chacras sin riego", verduras, hortalizas, melones y sandías, inducen a los dos entusiastas jóvenes alemanes a asociarse para comprar un predio y experimentar. Es lo que anhela hacer el joven Froehlich. Peter Mueffeler, que ya dispone de una buena situación económica, financia su compra. Este predio será llamado "Los Puquios". Hasta hoy es posible observar en él los viejos "canchones" del todo abandonados por el descenso significativo de las napas freáticas. Pero hacia 1925, fecha en que imaginamos a la dupla de alemanes buscando un lugar apto para realizar sus experiencias agricolas, el área estaba todavía llena de "canchones" y "canchoneros" que venían utilizando este viejo método de producción agrícola sin necesidad de regadío, sólo por ascenso capilar, desde mediados del siglo XIX, por lo menos.
Nuestra gratitud a Eleonor Froehlich.
El presente relato y los que esperamos le sigan, no habrían sido posibles sin el aporte insustituible de valiosos materiales documentales y fotográficos por parte de nuestra buena amiga Eleonor Froehlich, hija única del intrépido pionero alemán creador del predio agrícola de "Canchones" y su afamada viña. De esta gesta, llena de matices únicos y sorprendentes, plena de iniciativas a cuál más valerosa y audaz, iremos aprendiendo en sucesivos capítulos de nuestro Blog. Nuestra particular gratitud, pues, a Eleonor por haber puesto a nuestra disposición, con tanta generosidad y desprendimiento, este valioso material que ahora ve la luz por vez primera.
Una "historia" verídica para aprender de ella, no sólo para admirarla de lejos.
En las próximas semanas, si Dios quiere, iremos haciendo otras entregas, capítulo tras capítulo sobre este notable pionero de la agricultura en plena Pampa. El material que hemos recopilado es enorme. Para nosotros, es imperioso que esta gesta tan ignorada hoy sea conocida, valorada y, sobre todo, imitada por otros. Se ha señalado que la historia es "magistra vitae", es decir, "maestra de la vida". De esta historia singular, en consecuencia, de sus éxitos y fracasos, debemos ávidamenter aprender, porque es mucho lo que nos puede enseñar aún hoy. Los beneficiarios serán los jóvenes científicos y agrónomos que estén dispuestos "a dejar sus huesos" en esta noble tarea de hacer producir esta tierra, tal como lo hicieron ya los indígenas, hace siglos y milenios atrás, aprovechando las avenidas eventuales de las quebradas tarapaqueñas. Tal como lo hizo Froehlich quien muriera empuñando el azadón en las jóvenes huertas de "La Chimba", en Antofagasta.
Una sugerencia que nos parece afortunada.
Es nuestra más profunda conviccción que Heinrich Froehlich merece mucho más que la pequeña placa recordatoria (Vea foto 1, arriba) obsequiada por su hija, que por su escaso realce muy pocos advierten al pasar por allí. Nos atrevemos a sugerir que el predio mismo de Canchones, regentado hoy por el Departamento de Agricultura del Desierto de la Universidad Arturo Prat, debería llevar hoy dignamente su nombre: "Estación Experimental Agrícola Heinrich Froehlich Ludwig". El lo eligió, él lo trabajó, descostró, y plantó con sus propias manos, palmo a palmo, metro a metro. Si bien, como veremos en capítulos siguientes, Peter Mueffeler, su socio en la empresa, le prestó siempre su generoso apoyo económico, quien realmente merece ser destacado como el gran artífice, fue ciertamente Froehlich. Así lo reconocieron todos sus coetáneos. Sin él y su constante empuje arrollador, nada existiría hoy día en esos lugares: serían tan sólo hectáreas inertes del desierto, cubiertos de costrones salinos y de arenas calcinadas, tal como lo podemos ver aún hoy a escasos metros fuera de sus linderos actuales teñidos de verde.
Froehlich, el "hombre verde".
Heinrich Froehlich, el "hombre verde", como lo llamó con indiscutido gracejo el gran poeta nortino Andrés Sabella, ha resuscitado allí mismo en el reciente mes de Abril (año 2011), cuando estudiantes de la carrera de Agronomía de la Universidad Arturo Prat efectuaron, exactamente en ese mismo sitio de Canchones, la séptima vendimia de las podas de las mismísimas parras plantadas por Froehlich a partir de Enero del año 1929. Gracias a la asidua dedicación de ingenieros agrónomos del predio actual, en el año 2007 se obtuvieron los primeros 200 litros de vino tinto y blanco. Tuvieron que transcurrir muchas decenas de fatigosos años para que el milagro se diera nuevamente. Y la "Froehliche Weinberg", como la llamara Heinrich en 1929 con evidente orgullo familiar en sus documentos privados, revive nuevamente hoy lozana y vigorosa, al amparo vigilante de los ingenieros agrónomos de la Universidad Arturo Prat, señores Marcelo Lanino y su esposa Ingrid Poblete, agrónoma como él. La reciente vendimia de este año 2011 arrojó ya la suma de 600 litros de un excelente mosto. Todo hace augurar un nuevo éxito a una empresa iniciada en "Los Puquios", junto a Canchones, con increíble tesón y notable visión de futuro, hace exactamente 82 años ( 1929).
(revisada el 19/05 /2011)