Los hermanos Peña Guzmán. De izquierda a derecha: Lucho, Teresa, Carlos, Alicia,
Carmen, Patricio, Marta y Ana María. Fundo "El Portezuelo", Colina, 1990.
Despedida en Iquique, calle Pasaje Dolores. De izquierda a derecha: Alfredo Ugarte Peña, Horacio Larrain Barros y Luis E. Peña Guzmán. 1 de Marzo del año 1994. (foto Marta Peña).
Luis E. Peña Guzmán: en Iquique, en casa de Horacio y Marta, 1 de Marzo del año 1994. Sentado a la mesa, refiriendo sus andanzas en el desierto de Atacama. (foto Marta Peña).
Al aproximarse la fecha de su deceso (27 de Septiembre de 1995), quisiera estampar, nuevamente, mis recuerdos de este hombre sabio y modesto. Para ello me atrevo a incorporar a este Blog personal, lo que yo escribiera cuatro años después de su partida (1999), reseñando otros aspectos, poco conocidos, de la obra del gran entomólogo chileno, el más grande -al decir de investigadores de la Smithsonian Institution- después del gran maestro, don Claudio Gay.
Escribíamos en el año 1999 en su recuerdo, por entonces aún fresco entre nosotros:
"Hace cuatro años exactos, nos dejó Luis E. Peña Guzmán, entomólogo eximio, amigo entrañable. Pocos tuvimos la dicha de ser sus amigos; muy pocos, sus confidentes íntimos. Sin embargo, el amor por la Naturaleza, le puso en contacto con centenares de sabios del mundo entero. Ese mismo amor apasionado, le impulsó a escribir los mejores textos de entomología chilena, textos-guías fundamentales hoy para cualquier estudiante de la zoología patria. Gracias a ellos ya no nos resulta extraña la fauna de Coleópteros, Lepidópteros u Odonata de Chile. Gracias a ellos, sabemos ahora qué se puede hallar en cada rincón del país y en qué fechas. Para algunos, Lucho fue un ávido coleccionista; para otros, un sabio que dio a conocer al mundo el 25% de la fauna entomológica chilena. Para unos pocos, solo un viajero impenitente, fanático colector de especies raras. Para otros, en fin, como los zoólogos expertos de la Smithsonian Institution de Washington, fue el científico que mejor supo dar a conocer al mundo el rostro animal de Chile.
Sería fácil demostrar lo notable de su estampa científica: ahí está su dilatado curriculum para probarlo. No tan fácil es demostrar su frecuente y entusiasta contribución a la reflexión ecológica, o su preocupación angustiante por el destino incierto de tantas especies en vías de extinción. Tal inquietud se halla dispersa en muchas revistas con las que colaboraba, máxime para niños. Más difícil aún, nos parece, es aquilatar su riqueza y calidez humana, su respeto profundo por los demás, sus pares en el conocimiento científico. Asistir a un diálogo en el que participaba Lucho - como lo vivimos tantas veces en ¨Expedición a Chile¨- era, más que un deleite, un continuo aprendizaje. Sin hacerse notar, sin la ampulosidad y arrogancia del ¨experto¨, que se sirve de un vocabulario casi esotérico, Lucho explicaba, en palabras sencillas, comprensibles hasta por lo niños, los fenómenos más complejos del endemismo, de la variabilidad intra-específica, de la dispersión geográfica de las especies. Todos gozábamos escuchando sus experiencias y relatos de viaje, a través de los cuales, surgía, vívido, su hondo conocimiento de los más variados ecosistemas chilenos.
Nadie -que sepamos- llegó a conocer tanto como Lucho los paisajes de Chile continental; nadie, sus pampas nortinas o su altiplano; sus bosques australes de alerces o araucarias; sus caletas más recónditas; sus islas o escondidos islotes sureños. Lo envidiaban por ello sus colegas entomólogos, por su capacidad de comparar, para cada género zoológico, sus hallazgos en el norte de Chile, con los del Perú, Bolivia, Argentina o Ecuador. Sus frecuentes recorridos por América del Sur, acompañando a toda clase de expertos (botánicos, geólogos, zoólogos, paleontólogos), le dio -como a muy pocos antes que él- la posibilidad de situar sus propios descubrimientos científicos, en el ámbito más vasto del conocimiento global de la Naturaleza.
Así llegó a acopiar un conocimiento general que sobrepasaba ampliamente la estrecha perspectiva de una sola rama de la Ciencia: la entomología. Sus últimos trabajos de síntesis denotan bien su afán por mostrar la riqueza y amplitud de la fauna entomológica nacional, señalando porqué Chile debe ser considerado como una ¨isla zoológica¨ peculiar y única en el concierto de los países sudamericanos.
Lucho quiso - y así lo dio a entender siempre- que sus Obras (sus espléndidas Colecciones, así como su rica biblioteca, su diapoteca, sus notables "Diarios de campo" y sus recuerdos de viaje), quedasen en su Parcela de Colina, donde construyó para ello su Museo-Laboratorio, para que estuviera al alcance de todos los científicos del mundo. Quiso que su legado cultural fuese patrimonio de todo el mundo, no un feudo disfrutado solo por manos mezquinas.
Su modestia, reconocida por todos, lo llevó a decir en su Testamento, redactado seis meses antes de su muerte ocurrida el 27 de Septiembre del año 1995, que ¨gracias a Dios” había hecho algo por el mayor conocimiento de la Naturaleza¨. Ese modesto ¨algo¨, en realidad, fue un gigantesco impulso dado al conocimiento zoológico chileno; ese humilde ¨algo¨, es nada menos que haber incrementado en muchos centenares de especies, el mundo conocido de los artrópodos, insectos, reptiles y aves chilenos. Por eso se ha dicho de él, con plena razón, que después de Darwin o de Gay, Luis Peña ha sido el más importante exponente de la zoología de nuestro país.
Solo nos resta hacer fervientes votos porque su legado científico y su obra titánica, puedan ser recompuestos y restaurados, conforme a su intención original, en su querida Parcela de “El Portezuelo” de Colina. Allí y solo allí debe radicar para siempre el ¨Museo Entomológico Luis E. Peña Guzmán¨.¡Que así sea!."
Por esas fechas (1999), hace ya 9 años, todos anhelábamos que el gran tesoro de Lucho, su Colección entomológica y su rica biblioteca, quedaran definitivamente en su Parcela de Colina, donde el siempre la quiso. "El Portezuelo" de Colina era su refugio y su hogar, el lugar donde recibìa a sus amigos cientìficos y el sitial de su herencia biológica
Por desgracia, la Colección y su biblioteca, por un inesperado y extraño fallo legal, fueron enajenadas, y hoy se hallan bajo siete llaves en una colección particular, fuera del alcance de la inmensa mayorìa de los chilenos. Esa sola idea habría hecho a Lucho revolverse en su tumba, pues nada estaba más lejos de sus propósitos. Lucho quiso que su obra entomológica quedara como legado permanente a la juventud chilena y pudiera ser conocida y visitada por legiones de alumnos, de Colegios y Liceos, y no sólo por un círculo reducido y exclusivo de científicos. Triste sino para una Colección que debió ser parte de todos los chilenos.
Por fortuna, existe otra colección, la primera hecha por Lucho, celosamente guardada hoy en una Universidad norteamericana, la Universidad de Chicago. Esta era la destinada al mundo científico por ser la más completa y rica en especies; la otra, la que formó afanosamente en los últimos años de su vida, tenía para su dueño otro destino: la juventud de Chile. Y su claro objetivo: conocer, apreciar y salvaguardar para la posteridad la riquísima variedad de la fauna entomológica de Chile.
Presentamos a continuación fotografías de sus padres, Luis y Teresa, quienes supieron plasmar la personalidad y el tesón de Lucho, el gran explorador e investigador de la naturaleza en Chile. Luis Peña Guzmán es sin duda alguna el más importante entomólogo nacional y el gran pionero en los proyectos de estudio y difusión del conocimiento del ambiente natural del país.
La madre de los Peña Guzmán, Teresa Guzmán García Huidobro, hacia el año 1920. Album de familia.
El Padre de los Peña Guzmán, don Luis Peña Otaegui. En sus brazos, dos de sus nietos, Ana María y Alfredo Ugarte Peña. Tomado del Album familiar. Alfredo es hoy el seguidor y continuador de la obra de Luis Peña Guzmán, en su casa del Portezuelo de Colina, donde la figura de Lucho sigue aún viva y palpitante.
Addendum (20/01/2010): Leyendo el sabroso libro de Eugène le Moult, Mes Chasses aux papillons (Editions Pierre Horay, Paris, 1955) del famoso entomólogo francés del siglo XX me topo con esta frase que, como pocas, describe magistralmente la vocación científica y la tenacidad de espíritu de Luis Peña Guzmán.
Héla aquí en su original francés : "Si je suis devenue ce que je suis, c´est bien grace a mon opiniatreté; je me suis fixé un but, je l´ai poursuivi, je l´ai atteint.". (Si yo he llegado a ser lo que soy, es ciertamente gracias a mi porfía; yo me he fijado un meta, yo la he perseguido, yo la he alcanzado".(1955:12).
Lucho habría podido decir en propiedad exactamente mismo. El se propuso un objetivo en su vida; ser un gran entomólogo, un gran conocedor de la fauna chilena y lo consiguió. Eugène Le Moult en Francia y Luis Peña Guzmán en Chile, han sido ciertamente almas gemelas. Y sin embargo, lo más probable es que Lucho nunca supiera de la existencia de este antecesor bretón provisto de un idéntico espíritu y de la misma tenacidad.
Escribíamos en el año 1999 en su recuerdo, por entonces aún fresco entre nosotros:
"Hace cuatro años exactos, nos dejó Luis E. Peña Guzmán, entomólogo eximio, amigo entrañable. Pocos tuvimos la dicha de ser sus amigos; muy pocos, sus confidentes íntimos. Sin embargo, el amor por la Naturaleza, le puso en contacto con centenares de sabios del mundo entero. Ese mismo amor apasionado, le impulsó a escribir los mejores textos de entomología chilena, textos-guías fundamentales hoy para cualquier estudiante de la zoología patria. Gracias a ellos ya no nos resulta extraña la fauna de Coleópteros, Lepidópteros u Odonata de Chile. Gracias a ellos, sabemos ahora qué se puede hallar en cada rincón del país y en qué fechas. Para algunos, Lucho fue un ávido coleccionista; para otros, un sabio que dio a conocer al mundo el 25% de la fauna entomológica chilena. Para unos pocos, solo un viajero impenitente, fanático colector de especies raras. Para otros, en fin, como los zoólogos expertos de la Smithsonian Institution de Washington, fue el científico que mejor supo dar a conocer al mundo el rostro animal de Chile.
Sería fácil demostrar lo notable de su estampa científica: ahí está su dilatado curriculum para probarlo. No tan fácil es demostrar su frecuente y entusiasta contribución a la reflexión ecológica, o su preocupación angustiante por el destino incierto de tantas especies en vías de extinción. Tal inquietud se halla dispersa en muchas revistas con las que colaboraba, máxime para niños. Más difícil aún, nos parece, es aquilatar su riqueza y calidez humana, su respeto profundo por los demás, sus pares en el conocimiento científico. Asistir a un diálogo en el que participaba Lucho - como lo vivimos tantas veces en ¨Expedición a Chile¨- era, más que un deleite, un continuo aprendizaje. Sin hacerse notar, sin la ampulosidad y arrogancia del ¨experto¨, que se sirve de un vocabulario casi esotérico, Lucho explicaba, en palabras sencillas, comprensibles hasta por lo niños, los fenómenos más complejos del endemismo, de la variabilidad intra-específica, de la dispersión geográfica de las especies. Todos gozábamos escuchando sus experiencias y relatos de viaje, a través de los cuales, surgía, vívido, su hondo conocimiento de los más variados ecosistemas chilenos.
Nadie -que sepamos- llegó a conocer tanto como Lucho los paisajes de Chile continental; nadie, sus pampas nortinas o su altiplano; sus bosques australes de alerces o araucarias; sus caletas más recónditas; sus islas o escondidos islotes sureños. Lo envidiaban por ello sus colegas entomólogos, por su capacidad de comparar, para cada género zoológico, sus hallazgos en el norte de Chile, con los del Perú, Bolivia, Argentina o Ecuador. Sus frecuentes recorridos por América del Sur, acompañando a toda clase de expertos (botánicos, geólogos, zoólogos, paleontólogos), le dio -como a muy pocos antes que él- la posibilidad de situar sus propios descubrimientos científicos, en el ámbito más vasto del conocimiento global de la Naturaleza.
Así llegó a acopiar un conocimiento general que sobrepasaba ampliamente la estrecha perspectiva de una sola rama de la Ciencia: la entomología. Sus últimos trabajos de síntesis denotan bien su afán por mostrar la riqueza y amplitud de la fauna entomológica nacional, señalando porqué Chile debe ser considerado como una ¨isla zoológica¨ peculiar y única en el concierto de los países sudamericanos.
Lucho quiso - y así lo dio a entender siempre- que sus Obras (sus espléndidas Colecciones, así como su rica biblioteca, su diapoteca, sus notables "Diarios de campo" y sus recuerdos de viaje), quedasen en su Parcela de Colina, donde construyó para ello su Museo-Laboratorio, para que estuviera al alcance de todos los científicos del mundo. Quiso que su legado cultural fuese patrimonio de todo el mundo, no un feudo disfrutado solo por manos mezquinas.
Su modestia, reconocida por todos, lo llevó a decir en su Testamento, redactado seis meses antes de su muerte ocurrida el 27 de Septiembre del año 1995, que ¨gracias a Dios” había hecho algo por el mayor conocimiento de la Naturaleza¨. Ese modesto ¨algo¨, en realidad, fue un gigantesco impulso dado al conocimiento zoológico chileno; ese humilde ¨algo¨, es nada menos que haber incrementado en muchos centenares de especies, el mundo conocido de los artrópodos, insectos, reptiles y aves chilenos. Por eso se ha dicho de él, con plena razón, que después de Darwin o de Gay, Luis Peña ha sido el más importante exponente de la zoología de nuestro país.
Solo nos resta hacer fervientes votos porque su legado científico y su obra titánica, puedan ser recompuestos y restaurados, conforme a su intención original, en su querida Parcela de “El Portezuelo” de Colina. Allí y solo allí debe radicar para siempre el ¨Museo Entomológico Luis E. Peña Guzmán¨.¡Que así sea!."
Por esas fechas (1999), hace ya 9 años, todos anhelábamos que el gran tesoro de Lucho, su Colección entomológica y su rica biblioteca, quedaran definitivamente en su Parcela de Colina, donde el siempre la quiso. "El Portezuelo" de Colina era su refugio y su hogar, el lugar donde recibìa a sus amigos cientìficos y el sitial de su herencia biológica
Por desgracia, la Colección y su biblioteca, por un inesperado y extraño fallo legal, fueron enajenadas, y hoy se hallan bajo siete llaves en una colección particular, fuera del alcance de la inmensa mayorìa de los chilenos. Esa sola idea habría hecho a Lucho revolverse en su tumba, pues nada estaba más lejos de sus propósitos. Lucho quiso que su obra entomológica quedara como legado permanente a la juventud chilena y pudiera ser conocida y visitada por legiones de alumnos, de Colegios y Liceos, y no sólo por un círculo reducido y exclusivo de científicos. Triste sino para una Colección que debió ser parte de todos los chilenos.
Por fortuna, existe otra colección, la primera hecha por Lucho, celosamente guardada hoy en una Universidad norteamericana, la Universidad de Chicago. Esta era la destinada al mundo científico por ser la más completa y rica en especies; la otra, la que formó afanosamente en los últimos años de su vida, tenía para su dueño otro destino: la juventud de Chile. Y su claro objetivo: conocer, apreciar y salvaguardar para la posteridad la riquísima variedad de la fauna entomológica de Chile.
Presentamos a continuación fotografías de sus padres, Luis y Teresa, quienes supieron plasmar la personalidad y el tesón de Lucho, el gran explorador e investigador de la naturaleza en Chile. Luis Peña Guzmán es sin duda alguna el más importante entomólogo nacional y el gran pionero en los proyectos de estudio y difusión del conocimiento del ambiente natural del país.
La madre de los Peña Guzmán, Teresa Guzmán García Huidobro, hacia el año 1920. Album de familia.
El Padre de los Peña Guzmán, don Luis Peña Otaegui. En sus brazos, dos de sus nietos, Ana María y Alfredo Ugarte Peña. Tomado del Album familiar. Alfredo es hoy el seguidor y continuador de la obra de Luis Peña Guzmán, en su casa del Portezuelo de Colina, donde la figura de Lucho sigue aún viva y palpitante.
Addendum (20/01/2010): Leyendo el sabroso libro de Eugène le Moult, Mes Chasses aux papillons (Editions Pierre Horay, Paris, 1955) del famoso entomólogo francés del siglo XX me topo con esta frase que, como pocas, describe magistralmente la vocación científica y la tenacidad de espíritu de Luis Peña Guzmán.
Héla aquí en su original francés : "Si je suis devenue ce que je suis, c´est bien grace a mon opiniatreté; je me suis fixé un but, je l´ai poursuivi, je l´ai atteint.". (Si yo he llegado a ser lo que soy, es ciertamente gracias a mi porfía; yo me he fijado un meta, yo la he perseguido, yo la he alcanzado".(1955:12).
Lucho habría podido decir en propiedad exactamente mismo. El se propuso un objetivo en su vida; ser un gran entomólogo, un gran conocedor de la fauna chilena y lo consiguió. Eugène Le Moult en Francia y Luis Peña Guzmán en Chile, han sido ciertamente almas gemelas. Y sin embargo, lo más probable es que Lucho nunca supiera de la existencia de este antecesor bretón provisto de un idéntico espíritu y de la misma tenacidad.
Estimado Dr. Larraín:
ResponderEliminarQuisiera agradecerle por publicar en su blog antecedentes desconocidos
sobre vida y obra de Luis Peña. Yo crecí admirando los insectos y el
trabajo de don Lucho, pero nunca pude conocerlo en persona, ni tampoco
saber mucho de sus métodos y su vida diaria. Cuando falleció lo lamenté
mucho, tanto por el deceso mismo como por la falta de información
disponible sobre este gran entomólogo nacional.
Su publicación ha acercado a don Lucho a todos quienes crecimos admirando
su trabajo, otorgando antecedentes muy valiosos y dignos de imitar por
todos quienes nos sentimos cautivados por la ciencia.
Atentamente,
Jaime Zavala Benavente
Sociedad Chilena de Entomología
Cerambycidae de Chile
Estimado Jaime:
ResponderEliminarAgradezco sus muy sinceras palabras sobre los capítulos de este Blog dedicados a la memoria del gran entomólogo chileno Luis Peña Guzmán.
"Lucho", como le decíamos familiarmente, no sólo fue un eximio entomólogo de campo y gabinete, sino que, además, fue una persona de una gran calidad humana y de una sencillez notable en su persona y modo de vivir. Sin discusión, fue un sabio en su especialidad,admirado y apreciado por decenas de entomólogos de diferentes países que venían a tratar y viajar con él. Pero, a la vez, fue un notable educador de la juventud. Sus trabajos sobre insectos publicados en la Revista "Mampato" tenían la virtud mágica de entusiasmar a los niños por el conocimiento y estudio de la naturaleza. Su dedicación a la revista "Expedición a Chile", y otras publicaciones suyas, tenían por objetivo directo crear conciencia en la juventud sobre la importancia de la naturaleza que nos rodea y sus seres vivos. Fue un notable pionero en educación ambiental, faceta de su personalidad que no le ha sido aún reconocida como se merece.
Debería escribirse pronto una "Vida del sabio Luis Peña Guzmán", antes de que desaparezcan muchos de los que le conocieron de cerca o trabajaron estrechamente con el.
Le saluda atentamente,
Dr. Horacio Larrain Barros (Ph.D.) Antropología cultural y Arqueología.