Uno de los pocos investigadores que supo vislumbrar con precisión la potencialidad en recursos alimenticios de la “Cordillera de la Costa”, en el litoral árido, fue la arqueóloga danesa Bente Bittmann. En un trabajo suyo publicado en 1984, (Bittmann, 1984) señalaba la presencia de “varios habitats” accesibles al pescador-recolector marino. Distingue claramente cuatro de ellos y apunta un quinto: a) la orilla del mar con playas arenosas y roqueríos; b) el mar interior, el que sospecha no fue utilizado por este hombre antiguo “ por falta de embarcaciones”, c) la planicie, situada entre el acantilado y el pie de la Cordillera de la Costa, y, por fin, d) la “Cordillera de la Costa donde a cierta altura las camanchacas permiten el desarrollo de una faja de vegetación de cactáceas y otras especies, y asimismo crean condiciones para la existencia de algunas especies de fauna (guanaco, por ejemplo)”; e) el quinto habitat serían “las aguadas o fuentes de agua potable, las que se encuentran en su mayoría al pie del acantilado, a corta distancia del mar o en la Cordillera de la Costa. Estas últimas podían aportar algunas especies vegetales”.
Probablemente, en este último habitat se está refiriendo a la caña o cañaveral, de la especie Phragmites communis y eventualmente a la grama salada o Dysticlis sp., (Gramineae) plantas que se detectan en las aguadas de Cobija. Justamente este habitat, el de los oasis de niebla, producido y mantenido por las camanchacas, es el que hemos estudiado nosotros en forma particular, entre 1997 y 2008, en el sector de la Cordillera de la Costa conocido como Alto Patache, al Sur de Iquique, destacando su enorme potencialidad, mucho mayor a la vislumbrada generalmente por los arqueólogos, no sólo por la posibilidad ya certificada de obtención de agua de la neblina, sino por la extensa gama de productos vegetales, animales o de otra índole que podían colectar o cazar en el oasis.
En nuestro trabajo Etnogeografía de Chile, publicado en la Colección Geografía de Chile, (Instituto Geográfico Militar, Santiago, 1987) hemos discutido in extenso el tema de la habitabilidad de los cerros altos de la costa, por parte de los pescadores costeros, a propósito de una curiosa hipótesis del historiador José María Casassas. En su opinión, uros o camanchacas huidos de la franja costera, se habrían refugiado y vivido en las alturas del acantilado costero.
Por entonces, tras nuestros primeros estudios sobre la neblina costera, ya vislumbrábamos la existencia de un rico biome capaz de sustentar en ciertas temporadas a los pescadores-recolectores costeros. Pero rechazábamos de plano la idea de que allí tuviesen sus asentamientos permanentes o semi-permanentes (Larrain, 1987: 78-81; 122-128). Los recientes descubrimientos (1997-2008), a pesar de afianzar poderosamente, con datos biogeográficos y climáticos, la potencialidad de recursos ofrecidos por los oasis de niebla, nos confirman en las hipótesis fundamentales emitidas por nosotros en esa época.
Probablemente, en este último habitat se está refiriendo a la caña o cañaveral, de la especie Phragmites communis y eventualmente a la grama salada o Dysticlis sp., (Gramineae) plantas que se detectan en las aguadas de Cobija. Justamente este habitat, el de los oasis de niebla, producido y mantenido por las camanchacas, es el que hemos estudiado nosotros en forma particular, entre 1997 y 2008, en el sector de la Cordillera de la Costa conocido como Alto Patache, al Sur de Iquique, destacando su enorme potencialidad, mucho mayor a la vislumbrada generalmente por los arqueólogos, no sólo por la posibilidad ya certificada de obtención de agua de la neblina, sino por la extensa gama de productos vegetales, animales o de otra índole que podían colectar o cazar en el oasis.
En nuestro trabajo Etnogeografía de Chile, publicado en la Colección Geografía de Chile, (Instituto Geográfico Militar, Santiago, 1987) hemos discutido in extenso el tema de la habitabilidad de los cerros altos de la costa, por parte de los pescadores costeros, a propósito de una curiosa hipótesis del historiador José María Casassas. En su opinión, uros o camanchacas huidos de la franja costera, se habrían refugiado y vivido en las alturas del acantilado costero.
Por entonces, tras nuestros primeros estudios sobre la neblina costera, ya vislumbrábamos la existencia de un rico biome capaz de sustentar en ciertas temporadas a los pescadores-recolectores costeros. Pero rechazábamos de plano la idea de que allí tuviesen sus asentamientos permanentes o semi-permanentes (Larrain, 1987: 78-81; 122-128). Los recientes descubrimientos (1997-2008), a pesar de afianzar poderosamente, con datos biogeográficos y climáticos, la potencialidad de recursos ofrecidos por los oasis de niebla, nos confirman en las hipótesis fundamentales emitidas por nosotros en esa época.
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