Gordon V. Childe, el gran arqueólogo australiano avecindando en Inglaterra, uno de los máximos exponentes de la arqueología mundial, nos legó entre su variada producción científica, tres obras magistrales. Estas fueron: Man Makes Himself (1936, con adiciones en 1941, 1951), Piecing Together the Past: The Interpretation of Archeological Data (1956) ; What Happened in History (1942). Obras en las que plasmó su pensamiento, fruto de su fructífera labor de arqueólogo tanto en las Islas Británicas, como en el Medio Oriente.
Entre sus numerosos aportes (v.gr. los conceptos de revolución neolítica y revolución urbana, o la definición de "civilización"), figura el desarrollo de las famosas "3 coordenadas" que permiten al investigador fijar la posición de un objeto o de un yacimiento espacial, cultural y temporalmente. La coordenada cronológica" determina la posición en el tiempo (¿cuándo ocurrió?); la coordenada "corológica" permite señalar qué objetos se encuentran juntos por pertenecer a una misma época y cultura (¿ con qué cosas se encuentra?) ; y, por fin , la coordenada "cultural" estudia los componentes culturales en sí mismos (¿ en qué consiste su cultura?).
Observando con detención la definición de Childe, nos ha parecido - ya desde 1972- que hay un elemento que estaría faltando en este afán por determinar la posición total de una determinada cultura o para poder situar plenamente un yacimiento o un objeto hallado. Corresponde a lo que hemos querido denominar la "coordenada ecológica". Esta consiste en indagar y fijar qué elementos del paisaje y medio ambiente acompañan y son parte integrante de la cultura u objeto; o , lo que es lo mismo, en qué tipo de paisaje o ecosistema se desenvuelve la cultura señalada.
En efecto, yo puedo llegar a saber la fecha aproximada en que vivió una "cultura" (en el sentido de un grupo cultural) , el contexto en que se desarrolló el conjunto de sus expresiones culturales, pero puedo desconocer, ex hypothesi, el medio ambiente o el tipo de ecosistema que le acompaña. Porque una "cultura", de necesidad, termina por fijar su "morada" en un determinado lugar, no por azar o capricho, sino porque existen allí recursos varios que permiten desarrollar la vida ahí y no en otro lugar. Y el ecosistema que es a la vez paisaje geográfico y recursos para la vida, condiciona ( no necesariamente determina) la habitabilidad de un lugar por el hombre.
La "morada", pues, de un grupo humano involucra "permanencia"; no simple movilidad o tránsito. Los israelitas del Éxodo no "moran" en el desierto a pesar de pasar -según la Biblia - 40 años en él; solo están allí "de paso". Llegan a morar (establecer morada) verdaderamente cuando se les asigna la tierra de promisión, la tierra prometida a sus padres: la "tierra que mana leche y miel"; es decir, una tierra dotada de recursos varios para la vida. En este sentido, creemos que la coordenada ecológica, que propiciamos y venimos defendiendo desde el año 1972, es una auténtica nueva e importante "coordenada", pues sitúa en un ecosistema perfectamente determinado al grupo humano ocupante. Entrega al conocimiento del ocupante tanto los aspectos de la geografía del lugar como del biome propio del área; permite conocer a fondo tanto los componentes de su alimentación o vestimenta como de su vivienda, o el objetivo final de sus actividades productivas, extractivas o de caza.
A este respecto ya decíamos en 1974:
Entre sus numerosos aportes (v.gr. los conceptos de revolución neolítica y revolución urbana, o la definición de "civilización"), figura el desarrollo de las famosas "3 coordenadas" que permiten al investigador fijar la posición de un objeto o de un yacimiento espacial, cultural y temporalmente. La coordenada cronológica" determina la posición en el tiempo (¿cuándo ocurrió?); la coordenada "corológica" permite señalar qué objetos se encuentran juntos por pertenecer a una misma época y cultura (¿ con qué cosas se encuentra?) ; y, por fin , la coordenada "cultural" estudia los componentes culturales en sí mismos (¿ en qué consiste su cultura?).
Observando con detención la definición de Childe, nos ha parecido - ya desde 1972- que hay un elemento que estaría faltando en este afán por determinar la posición total de una determinada cultura o para poder situar plenamente un yacimiento o un objeto hallado. Corresponde a lo que hemos querido denominar la "coordenada ecológica". Esta consiste en indagar y fijar qué elementos del paisaje y medio ambiente acompañan y son parte integrante de la cultura u objeto; o , lo que es lo mismo, en qué tipo de paisaje o ecosistema se desenvuelve la cultura señalada.
En efecto, yo puedo llegar a saber la fecha aproximada en que vivió una "cultura" (en el sentido de un grupo cultural) , el contexto en que se desarrolló el conjunto de sus expresiones culturales, pero puedo desconocer, ex hypothesi, el medio ambiente o el tipo de ecosistema que le acompaña. Porque una "cultura", de necesidad, termina por fijar su "morada" en un determinado lugar, no por azar o capricho, sino porque existen allí recursos varios que permiten desarrollar la vida ahí y no en otro lugar. Y el ecosistema que es a la vez paisaje geográfico y recursos para la vida, condiciona ( no necesariamente determina) la habitabilidad de un lugar por el hombre.
La "morada", pues, de un grupo humano involucra "permanencia"; no simple movilidad o tránsito. Los israelitas del Éxodo no "moran" en el desierto a pesar de pasar -según la Biblia - 40 años en él; solo están allí "de paso". Llegan a morar (establecer morada) verdaderamente cuando se les asigna la tierra de promisión, la tierra prometida a sus padres: la "tierra que mana leche y miel"; es decir, una tierra dotada de recursos varios para la vida. En este sentido, creemos que la coordenada ecológica, que propiciamos y venimos defendiendo desde el año 1972, es una auténtica nueva e importante "coordenada", pues sitúa en un ecosistema perfectamente determinado al grupo humano ocupante. Entrega al conocimiento del ocupante tanto los aspectos de la geografía del lugar como del biome propio del área; permite conocer a fondo tanto los componentes de su alimentación o vestimenta como de su vivienda, o el objetivo final de sus actividades productivas, extractivas o de caza.
A este respecto ya decíamos en 1974:
"la comprensión total de un objeto o de un grupo de objetos no es completa, a menos que se considere el medio ecológico-geográfico en el que se integra. Una piedra horadada, si es hallada en un terreno agrícola, puede sugerir un uso agrícola (parte de instrumento). Pero si la hallamos en la estepa magallánica, sugerirá, tal vez, su uso en la caza. El medio en el que el objeto en estudio se integra o pertenece, lo hemos denominado "coordenada ecológica", complementando el cuadro [de coordenadas] ofrecido por G. Childe. Si un objeto, v.gr. una punta de proyectil está tallado en obsidiana, o solamente en basalto local, cuenta una historia muy distinta. En el último caso, puede ser de factura local. En el primero, puede indicar comercio, transporte de gran distancia o existencia de canteras." (H. Larrain, ¿Qué hace el arqueólogo?, en Revista Expedición a Chile Fascículos 4, 5 y 6, Manual de campo, pp. 88-89).
La "coordenada ecológica" es, pues, fundamental para comprender al grupo humano a través de las formas de utilización de su espacio (físico y biótico). Ella nos enseña por qué y cómo el sitio arqueológico es o llega a ser en un determinado momento, una "morada humana".
Esta coordenada ecológica, la hemos denominado también "perspectiva eco-cultural" en nuestra obra de 1987 (Etnogeografia, Vol. XVI, Colección de Geografía de Chile, Ediciones del Instituto Geográfico Militar, Santiago, 285 p.). La definíamos por entonces así:
"denominamos "eco-cultural" a esta perspectiva o visión, en el sentido de que engloba la "cultura" a su "medio" (oikos). Es decir, se esfuerza por entender la cultura como expresión de la capacidad de creación del grupo humano en función del aporte, influjo y motivación del ambiente físico-biótico. Este enfoque se encuentra lejos de cualquier intento de determinismo ambiental, pero, igualmente, abomina de cualquier forma de posibilismo utópico que no contemple y entienda que la expresdión cultural - máxime aquella que se encarna en realidades tangibles y visibles- es sincrética, esto es, se inserta en los elementos del paisaje y del hábitat. El término "eco-cultural quiere amarrar las formas de la cultura al substratum ambiental (oikos =casa) ; (Larrain, 1987: 45).
La "coordenada ecológica" es, pues, fundamental para comprender al grupo humano a través de las formas de utilización de su espacio (físico y biótico). Ella nos enseña por qué y cómo el sitio arqueológico es o llega a ser en un determinado momento, una "morada humana".
Esta coordenada ecológica, la hemos denominado también "perspectiva eco-cultural" en nuestra obra de 1987 (Etnogeografia, Vol. XVI, Colección de Geografía de Chile, Ediciones del Instituto Geográfico Militar, Santiago, 285 p.). La definíamos por entonces así:
"denominamos "eco-cultural" a esta perspectiva o visión, en el sentido de que engloba la "cultura" a su "medio" (oikos). Es decir, se esfuerza por entender la cultura como expresión de la capacidad de creación del grupo humano en función del aporte, influjo y motivación del ambiente físico-biótico. Este enfoque se encuentra lejos de cualquier intento de determinismo ambiental, pero, igualmente, abomina de cualquier forma de posibilismo utópico que no contemple y entienda que la expresdión cultural - máxime aquella que se encarna en realidades tangibles y visibles- es sincrética, esto es, se inserta en los elementos del paisaje y del hábitat. El término "eco-cultural quiere amarrar las formas de la cultura al substratum ambiental (oikos =casa) ; (Larrain, 1987: 45).
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