¿Es posible hacer arqueoplogìa sin excavar previamente?
Parece un contrasentido evidente. ¿Cómo se podría hacer "arqueología", que por definición es llegar obtener una "ciencia o conocimiento acerca de las antiguas culturas", sin excavar previamente?. ¿Habría podido el alemán Schliemann saber algo de las ciudades superpuestas en Troya, sin excavar? ¿Habría podido Junius Bird en el año 1940, en Quiani (Arica), llegar a conocer algo de las primitivas culturas de pescadores de la costa, sin excavar los conchales, llegando hasta la primera ocupación del sitio, a unos 6 m. de profundidad?. En realidad, parece algo imposible. Porque en el correr de los milenios, se van sucediendo ocupaciones y éstas van dejando acumulados restos, desechos de cocina, basuras, y restos de construcciones que van elevando el área, de suerte que lo más antiguo necesariamente tendría que estar en lo más hondo.
Los arqueólogos de las grandes civilizaciones han sido grandes excavadores.
Pero si no excavamos, ¿qué podríamos llegar a conocer?. Los grandes arqueólogos del pasado, han sido grandes excavadores. Pensemos lo que ocurrió en Egipto, Creta, Grecia antigua o Chipre. En Egipto se han movido miles o millones de toneladas de material hasta dar con las antiguas tumbas de los faraones. Pensemos en México o Guatemala (cultura maya). Los "tells" del Oriente Medio han sido literalmente masacrados, removiendo cerros de materiales.
En la imagen, Caleta Cáñamo, importante lugar de investigaciones arqueológicas trabajado por L. Núñez y C. Moragas en la década del 1970-1980. Hoy día, excepto un pequeño sector provisto de rejas protectoras, la mayoría de los sitios adyacentes ha quedado sepultada por una torta de ripios, y el resto se halla contaminado en superficie por emisiones de hollín de petcoke, producto utilizado hoy por la Central Termoeléctrica de Patache. Este hollín está contaminando desde hace años todo el entorno de la caleta de pescadores de Cáñamo, situada al lado de la planta, afectando seriamente el modo de vida y la salud de los pescadores y sus familias. Tema muy delicado que la autoridad regional aún no considera seriamente en sus planes de desarrollo costero.
(sigue el texto)
Acotemos el problema.
A nuestro entender, los problemas son otros. No es que neguemos per se al arqueólogo el derecho a excavar, bajo ciertas premisas mucho más concretas y en circunstancias y límites mucho mejor definidos que hoy. El problema que nos preocupa, a este respecto, es múltiple. Tratemos de acotarlo.
primer problema: la autorización al arqueólogo es demasiado amplia; no le acota su intervención.
A). Por una parte, la experiencia nos indica que el investigador, al obtener el permiso de excavación de la Agencia estatal correspondiente, frecuentemente cree obtener con ello "patente de corso" para remover todo cuanto se le antoje y hacer trincheras, zanjas o pozos, a discreción, tantos cuantos quiera. La autorización para intervenir el sitio, no le fija con exactitud la metodología de trabajo, ni sus límites, ni la superficie a excavar, ni tampoco el tiempo de excavación. Puede ampliarse cuanto se le antoje. Ydemorarse años en dar término a una intervención. Esto al menos en Chile. Y con ello, el investigador se siente libre para intervenir impunemente el sitio. No hay controles, no hay límites, no hay tampoco -y esto es bastante delicado- fiscalización posterior alguna. Todo queda librado al arbitrio y al buen criterio del arqueólogo. Y esto es, a nuestro entender, peligroso.
¿Qué ocurre si el arqueólogo se equivoca?.
Si el arqueólogo "mete las patas" y se equivoca (como ha pasado algunas veces), o destruye muy a su pesar evidencias valiosas, o utiliza métodos o técnicas poco ortodoxas o rudimentarias, a nadie parece importarle mayormente, pues no hay forma alguna de controlar sus errores. Al menos entre nosotros. Es muy raro por no decir insólito y francamente peregrino, que algún arqueólogo reconozca lealmente y abiertamente sus errores, omisiones o sus fallas. No recordamos ahora a nadie que lo haya hecho. Simplemente todo el que se equivoca, calla. Y en las publicaciones sólo quedan registrados los éxitos y logros; jamás los fracasos. ¿Es esta una actitud verdaderamente ética?.
Segundo problema: la legislación chilena impide que otros investigador ratifique lo hecho por otro, en el mismo sitio.
B). Por otra parte, la legislación chilena en materia de excavaciones arqueológicas, al conceder un determinado sitio en exclusividad a un arqueólogo o equipo de arqueólogos, prácticamente no permite que otro investigador llegue al mismo sitio a excavar, para corroborar y/o modificar las conclusiones obtenidas en el primer estudio. Al no existir, de acuerdo a nuestra legislación, posibilidad alguna de cotejo o control por terceros de la información, no queda más remedio que creerle (haciendo una especie de "acto de fe") al primero que hizo la intervención. ¿Y si éste se equivocó, y si sus muestras de C14 estaban inficionadas y son erróneas, o si las conclusiones obtenidas son erradas o claramente sesgadas por las hipótesis previas planteadas por el investigador?. ¿Qué pasa si no se excavó en el lugar correcto? ¿Y si hubo destrucción de material valioso por manos inexpertas?. ¿Y si hubo manipulación posterior de la información?. ¿Quién podría saberlo?. ¡Nadie!.
Tercer problema. no existe acceso fácil a las pruebas obtenidas por el primer investigador, pues éstas quedan en sus manos. No hay forma de corroborar o rectificar lo realizado, salvo tras muchos años y luego de la muerte del primer excavador.
C). Tampoco, por desgracia, es posible, generalmente, acceder fácilmente a las pruebas físicas que cada investigador dice haber recogido del terreno, pues no pocas veces éstas quedan en el Museo donde trabaja el mismo arqueólogo. y éstas quedan, en la práctica, bajo su propio control. Si un tercero quisiera hacerlo, no sería bien visto. Es decir, hay demasiados elementos que apuntan a la "fe" y "confianza" en la seriedad o "infalibilidad" del investigador, y muy pocos o nulos que permitan el control, el chequeo o la rectificación posterior. Y creemos que esta situación desde el ángulo científico no es sana. Más bien me atrevería a decir que es aberrante, pues impide acceder fácilmente a la verdad. Y lo que a fin de cuentas nos interesa, es acceder a la "verdad de los hechos".
Cuarto problema: urgencia de modificaciones a la ley que rige las excavaciones arqueológicas.
D). Estas reflexiones nos hacen pensar que la legislación arqueológica chilena debe modificarse en varios aspectos; hoy día, a nuestro juicio, ella claramente deficitaria. Y no somos los únicos que así pensamos. Un determinado sitio de excavación debería concederse sólo por un corto período de tiempo (no más de 5 años, por dar sólo alguna fecha). Y luego debe permitirse a otros que verifiquen o corrijan o enriquezcan los resultados obtenidos. Hay que evitar que los sitios se conviertan en "feudos" personales, intangibles para siempre. Más aún, si el sitio es considerado muy importante, debería exigirse que otros, con posterioridad, pudiesen dar su opinión fundada al respecto. Así, al menos, se contaría con más de una opinión.
E). Esta reflexión nos sugiere que sitios arqueológicos antiguos, de gran importancia sea por su alta cronología, sea por su tamaño y vistosidad (v.gr. aldeas o grandes cementerios), deban ser "revisados" de tanto en tanto por nuevos investigadores, para afinar, mejorar o modificar las conclusiones. Porque lo que nos importa, en último término, es acceder a la "verdad", esto a es, acercarnos - porque sólo eso es posible- a la máxima objetividad que esté a nuestro alcance. Y ésta solo puede obtenerse cotejando varias opiniones. Ocurre aquí como en el caso de una cirugía médica. Es mucho mejor tener varias opiniones que solo una. Y una excavación, máxime si ésta es en área, (el caso de un cementerio o de una aldea), viene a ser una verdadera "cirugía a mayor".
Quinto problema. estado deplorable y de total abandono en que quedan lo sitios ya excavados.
F). Otro aspecto candente que preocupa es el "estado" en que quedan los sitios, después de excavados. La legislación nada dice al respecto. ¿Quién protege a perpetuidad un sitio excavado?. Nadie. En el mejor de los casos, queda bajo la tuición genérica de alguna entidad (que puede ser CONAF u otra estatal). Pero cuidado efectivo o protección real, cero. Ni siquiera el investigador que tuvo a cargo la investigación, hace algo por proteger "su" sitio. Veamos, si no, el estado físico en que se encuentran hoy sitios como Quereo, Tarapacá Viejo, Caserones, Tagua-Tagua, Quiani, Punta Pichalo, Punta Teatinos, Taltal, y muchos otros sitios más, excavado a partir de los años 40 del pasado siglo. Solo se ve ruinas informes, remociones o trincheras, en franca destrucción por efecto de "huaqueos" posteriores.
Salvo en el caso de operaciones de urgencia, propias de una arqueología de salvamento, por la exigencia de futuras construcciones in situ (caminos, edificaciones, etc.), creemos que esos sitios deben quedar protegidos de alguna manera efectiva; precisamente para que se pueda hacer algún día un nuevo estudio sea para confirmar, sea para rectificar las conclusiones obtenidas en el primer estudio. No hay arqueólogo infalible. Y las nuevas técnicas que cambian con el correr del tiempo, puedan y deben ser aplicadas a sitios antiguos. Solo se salvan, de la destrucción o intromisión de terceros (huaqueros) en alguna medida, aquellos sitios que se encuentran en terrenos controlados directamente por alguna Compañía Minera, donde han quedado señalizados y de alguna manera protegidos al efecto, después de efectuado el Estudio de Impacto Ambiental (EIA).
Conclusiones
a) Las excavaciones deben limitarse al área estrictamente necesaria. No se debe dar "patente de corso" al arqueólogo para intervenir impunemente los sitios;
b) Se debe siempre dejar un buen número de "testigos" importantes (es decir, áreas totalmente intocadas) para excavaciones futuras, hechas con mejor tecnología que la actual; no somos perfectos.
c) Debe pensarse en alguna forma de control o fiscalización posterior de las excavaciones, aún cuando éstas cuenten con el permiso respectivo. Habría que diseñar al efecto un sistema eficiente. Tarea nada fácil. Debe fiscalizarse los métodos empleados, el tiempo empleado, los resultados y la protección posterior del sitio. También el estado físico en que se ha dejado el sitio después de la intervención. Es decir, debe hacerse una suerte de "auditoría" del permiso inicialmente otorgado, casi "a ciegas", solo basado en la confianza que se deposita en la experiencia del excavador arqueólogo.
d) Los materiales físicos obtenidos de la excavación deben quedar siempre disponibles al análisis de terceros, en lugares neutros (no controlados ) y fácilmente accesibles. Debe exigirse un catálogo detallado, una copia de la libreta de campo o Bitácora y/o una Base de datos respectiva.
e) Debe tomarse conciencia de que la técnica excavatoria en nuestro país aunque ha mejorado ostensiblemente, es aún poco desarrollada; y todavía en no pocos casos, algo rudimentaria. Hemos visto, no hace mucho tiempo, a arqueólogos profesionales utilizar la barra metálica, típica del "huaquero" del norte, para sondear posibles enterramientos. Y así, poco o nada nos diferenciamos del accionar del farmacéutico Anker Nielsen en la costa de Iquique en la década de los años 30-40 del pasado siglo.
f) Debe exigirse al arqueólogo el llevar un detallado "Diario o Bitácora de Campo" de la excavación y permitirse a otros, en circunstancias dadas, el acceso a dichos "Diarios" de los arqueólogos, cuando se desee revisar sus materiales. Estos deberían cuenta detallada de la técnica y de los métodos utilizados.
g) Debe, a juicio nuestro, anteceder a toda excavación un análisis exhaustivo de tipo geográfico,
biogeográfico, geomorfológico, biológico y pedológico del sitio y sus alrededores. Este proceso de escrutinio, previo a la excavación - cuando ésta se juzgue indispensable-, debe quedar plasmado en sets de fotografías del área antes de la intervención, y análisis de los materiales hallados en superficie, con sus coordenadas exactas. El ideal es realizar un video con audio, muy detallado y fino, de todos los sectores del sitio, que muestre al desnudo "la morada" del grupo antiguo, es decir, el hábitat y su ecosistema (flora y fauna presente) y la forma cómo uno imagina (ya antes de excavar) que actuó el grupo humano respectivo. Debería indicarse, previamente a la excavación, las posibles hipótesis que el investigador manejará y procurará controlar en terreno. Sobre este particular, quisiéramos extendernos en un capítulo especial.
Una eco-arqueología anterior a la excavación.
Este capítulo se referiría a lo que podríamos llamar "arqueología antes de la excavación". Aquí entregaremos los elementos que juzgamos esenciales para una "pre-intervención" del sitio. Etapa que hoy poco se considera y que normalmente se pasa por alto o sólo se ataca muy a la rápida. Creemos, por el contrario, que esta etapa es esencial, requiere de análisis previos y reflexiones de tipo conductual humano y etnológico comparativo. No puede quedar ajeno a este análisis, un estudio detallado de las fuentes de recursos actuales presentes en las cercanías del sitio en estudio y sus formas de utilización en el presente, por parte de las comunidades aledañas, sobre todo cuando éstas siguen surtiéndose de los mismos o parecidos recursos para la vida.
Parece un contrasentido evidente. ¿Cómo se podría hacer "arqueología", que por definición es llegar obtener una "ciencia o conocimiento acerca de las antiguas culturas", sin excavar previamente?. ¿Habría podido el alemán Schliemann saber algo de las ciudades superpuestas en Troya, sin excavar? ¿Habría podido Junius Bird en el año 1940, en Quiani (Arica), llegar a conocer algo de las primitivas culturas de pescadores de la costa, sin excavar los conchales, llegando hasta la primera ocupación del sitio, a unos 6 m. de profundidad?. En realidad, parece algo imposible. Porque en el correr de los milenios, se van sucediendo ocupaciones y éstas van dejando acumulados restos, desechos de cocina, basuras, y restos de construcciones que van elevando el área, de suerte que lo más antiguo necesariamente tendría que estar en lo más hondo.
Los arqueólogos de las grandes civilizaciones han sido grandes excavadores.
Pero si no excavamos, ¿qué podríamos llegar a conocer?. Los grandes arqueólogos del pasado, han sido grandes excavadores. Pensemos lo que ocurrió en Egipto, Creta, Grecia antigua o Chipre. En Egipto se han movido miles o millones de toneladas de material hasta dar con las antiguas tumbas de los faraones. Pensemos en México o Guatemala (cultura maya). Los "tells" del Oriente Medio han sido literalmente masacrados, removiendo cerros de materiales.
En la imagen, Caleta Cáñamo, importante lugar de investigaciones arqueológicas trabajado por L. Núñez y C. Moragas en la década del 1970-1980. Hoy día, excepto un pequeño sector provisto de rejas protectoras, la mayoría de los sitios adyacentes ha quedado sepultada por una torta de ripios, y el resto se halla contaminado en superficie por emisiones de hollín de petcoke, producto utilizado hoy por la Central Termoeléctrica de Patache. Este hollín está contaminando desde hace años todo el entorno de la caleta de pescadores de Cáñamo, situada al lado de la planta, afectando seriamente el modo de vida y la salud de los pescadores y sus familias. Tema muy delicado que la autoridad regional aún no considera seriamente en sus planes de desarrollo costero.
(sigue el texto)
Acotemos el problema.
A nuestro entender, los problemas son otros. No es que neguemos per se al arqueólogo el derecho a excavar, bajo ciertas premisas mucho más concretas y en circunstancias y límites mucho mejor definidos que hoy. El problema que nos preocupa, a este respecto, es múltiple. Tratemos de acotarlo.
primer problema: la autorización al arqueólogo es demasiado amplia; no le acota su intervención.
A). Por una parte, la experiencia nos indica que el investigador, al obtener el permiso de excavación de la Agencia estatal correspondiente, frecuentemente cree obtener con ello "patente de corso" para remover todo cuanto se le antoje y hacer trincheras, zanjas o pozos, a discreción, tantos cuantos quiera. La autorización para intervenir el sitio, no le fija con exactitud la metodología de trabajo, ni sus límites, ni la superficie a excavar, ni tampoco el tiempo de excavación. Puede ampliarse cuanto se le antoje. Ydemorarse años en dar término a una intervención. Esto al menos en Chile. Y con ello, el investigador se siente libre para intervenir impunemente el sitio. No hay controles, no hay límites, no hay tampoco -y esto es bastante delicado- fiscalización posterior alguna. Todo queda librado al arbitrio y al buen criterio del arqueólogo. Y esto es, a nuestro entender, peligroso.
¿Qué ocurre si el arqueólogo se equivoca?.
Si el arqueólogo "mete las patas" y se equivoca (como ha pasado algunas veces), o destruye muy a su pesar evidencias valiosas, o utiliza métodos o técnicas poco ortodoxas o rudimentarias, a nadie parece importarle mayormente, pues no hay forma alguna de controlar sus errores. Al menos entre nosotros. Es muy raro por no decir insólito y francamente peregrino, que algún arqueólogo reconozca lealmente y abiertamente sus errores, omisiones o sus fallas. No recordamos ahora a nadie que lo haya hecho. Simplemente todo el que se equivoca, calla. Y en las publicaciones sólo quedan registrados los éxitos y logros; jamás los fracasos. ¿Es esta una actitud verdaderamente ética?.
Segundo problema: la legislación chilena impide que otros investigador ratifique lo hecho por otro, en el mismo sitio.
B). Por otra parte, la legislación chilena en materia de excavaciones arqueológicas, al conceder un determinado sitio en exclusividad a un arqueólogo o equipo de arqueólogos, prácticamente no permite que otro investigador llegue al mismo sitio a excavar, para corroborar y/o modificar las conclusiones obtenidas en el primer estudio. Al no existir, de acuerdo a nuestra legislación, posibilidad alguna de cotejo o control por terceros de la información, no queda más remedio que creerle (haciendo una especie de "acto de fe") al primero que hizo la intervención. ¿Y si éste se equivocó, y si sus muestras de C14 estaban inficionadas y son erróneas, o si las conclusiones obtenidas son erradas o claramente sesgadas por las hipótesis previas planteadas por el investigador?. ¿Qué pasa si no se excavó en el lugar correcto? ¿Y si hubo destrucción de material valioso por manos inexpertas?. ¿Y si hubo manipulación posterior de la información?. ¿Quién podría saberlo?. ¡Nadie!.
Tercer problema. no existe acceso fácil a las pruebas obtenidas por el primer investigador, pues éstas quedan en sus manos. No hay forma de corroborar o rectificar lo realizado, salvo tras muchos años y luego de la muerte del primer excavador.
C). Tampoco, por desgracia, es posible, generalmente, acceder fácilmente a las pruebas físicas que cada investigador dice haber recogido del terreno, pues no pocas veces éstas quedan en el Museo donde trabaja el mismo arqueólogo. y éstas quedan, en la práctica, bajo su propio control. Si un tercero quisiera hacerlo, no sería bien visto. Es decir, hay demasiados elementos que apuntan a la "fe" y "confianza" en la seriedad o "infalibilidad" del investigador, y muy pocos o nulos que permitan el control, el chequeo o la rectificación posterior. Y creemos que esta situación desde el ángulo científico no es sana. Más bien me atrevería a decir que es aberrante, pues impide acceder fácilmente a la verdad. Y lo que a fin de cuentas nos interesa, es acceder a la "verdad de los hechos".
Cuarto problema: urgencia de modificaciones a la ley que rige las excavaciones arqueológicas.
D). Estas reflexiones nos hacen pensar que la legislación arqueológica chilena debe modificarse en varios aspectos; hoy día, a nuestro juicio, ella claramente deficitaria. Y no somos los únicos que así pensamos. Un determinado sitio de excavación debería concederse sólo por un corto período de tiempo (no más de 5 años, por dar sólo alguna fecha). Y luego debe permitirse a otros que verifiquen o corrijan o enriquezcan los resultados obtenidos. Hay que evitar que los sitios se conviertan en "feudos" personales, intangibles para siempre. Más aún, si el sitio es considerado muy importante, debería exigirse que otros, con posterioridad, pudiesen dar su opinión fundada al respecto. Así, al menos, se contaría con más de una opinión.
E). Esta reflexión nos sugiere que sitios arqueológicos antiguos, de gran importancia sea por su alta cronología, sea por su tamaño y vistosidad (v.gr. aldeas o grandes cementerios), deban ser "revisados" de tanto en tanto por nuevos investigadores, para afinar, mejorar o modificar las conclusiones. Porque lo que nos importa, en último término, es acceder a la "verdad", esto a es, acercarnos - porque sólo eso es posible- a la máxima objetividad que esté a nuestro alcance. Y ésta solo puede obtenerse cotejando varias opiniones. Ocurre aquí como en el caso de una cirugía médica. Es mucho mejor tener varias opiniones que solo una. Y una excavación, máxime si ésta es en área, (el caso de un cementerio o de una aldea), viene a ser una verdadera "cirugía a mayor".
Quinto problema. estado deplorable y de total abandono en que quedan lo sitios ya excavados.
F). Otro aspecto candente que preocupa es el "estado" en que quedan los sitios, después de excavados. La legislación nada dice al respecto. ¿Quién protege a perpetuidad un sitio excavado?. Nadie. En el mejor de los casos, queda bajo la tuición genérica de alguna entidad (que puede ser CONAF u otra estatal). Pero cuidado efectivo o protección real, cero. Ni siquiera el investigador que tuvo a cargo la investigación, hace algo por proteger "su" sitio. Veamos, si no, el estado físico en que se encuentran hoy sitios como Quereo, Tarapacá Viejo, Caserones, Tagua-Tagua, Quiani, Punta Pichalo, Punta Teatinos, Taltal, y muchos otros sitios más, excavado a partir de los años 40 del pasado siglo. Solo se ve ruinas informes, remociones o trincheras, en franca destrucción por efecto de "huaqueos" posteriores.
Salvo en el caso de operaciones de urgencia, propias de una arqueología de salvamento, por la exigencia de futuras construcciones in situ (caminos, edificaciones, etc.), creemos que esos sitios deben quedar protegidos de alguna manera efectiva; precisamente para que se pueda hacer algún día un nuevo estudio sea para confirmar, sea para rectificar las conclusiones obtenidas en el primer estudio. No hay arqueólogo infalible. Y las nuevas técnicas que cambian con el correr del tiempo, puedan y deben ser aplicadas a sitios antiguos. Solo se salvan, de la destrucción o intromisión de terceros (huaqueros) en alguna medida, aquellos sitios que se encuentran en terrenos controlados directamente por alguna Compañía Minera, donde han quedado señalizados y de alguna manera protegidos al efecto, después de efectuado el Estudio de Impacto Ambiental (EIA).
Conclusiones
a) Las excavaciones deben limitarse al área estrictamente necesaria. No se debe dar "patente de corso" al arqueólogo para intervenir impunemente los sitios;
b) Se debe siempre dejar un buen número de "testigos" importantes (es decir, áreas totalmente intocadas) para excavaciones futuras, hechas con mejor tecnología que la actual; no somos perfectos.
c) Debe pensarse en alguna forma de control o fiscalización posterior de las excavaciones, aún cuando éstas cuenten con el permiso respectivo. Habría que diseñar al efecto un sistema eficiente. Tarea nada fácil. Debe fiscalizarse los métodos empleados, el tiempo empleado, los resultados y la protección posterior del sitio. También el estado físico en que se ha dejado el sitio después de la intervención. Es decir, debe hacerse una suerte de "auditoría" del permiso inicialmente otorgado, casi "a ciegas", solo basado en la confianza que se deposita en la experiencia del excavador arqueólogo.
d) Los materiales físicos obtenidos de la excavación deben quedar siempre disponibles al análisis de terceros, en lugares neutros (no controlados ) y fácilmente accesibles. Debe exigirse un catálogo detallado, una copia de la libreta de campo o Bitácora y/o una Base de datos respectiva.
e) Debe tomarse conciencia de que la técnica excavatoria en nuestro país aunque ha mejorado ostensiblemente, es aún poco desarrollada; y todavía en no pocos casos, algo rudimentaria. Hemos visto, no hace mucho tiempo, a arqueólogos profesionales utilizar la barra metálica, típica del "huaquero" del norte, para sondear posibles enterramientos. Y así, poco o nada nos diferenciamos del accionar del farmacéutico Anker Nielsen en la costa de Iquique en la década de los años 30-40 del pasado siglo.
f) Debe exigirse al arqueólogo el llevar un detallado "Diario o Bitácora de Campo" de la excavación y permitirse a otros, en circunstancias dadas, el acceso a dichos "Diarios" de los arqueólogos, cuando se desee revisar sus materiales. Estos deberían cuenta detallada de la técnica y de los métodos utilizados.
g) Debe, a juicio nuestro, anteceder a toda excavación un análisis exhaustivo de tipo geográfico,
biogeográfico, geomorfológico, biológico y pedológico del sitio y sus alrededores. Este proceso de escrutinio, previo a la excavación - cuando ésta se juzgue indispensable-, debe quedar plasmado en sets de fotografías del área antes de la intervención, y análisis de los materiales hallados en superficie, con sus coordenadas exactas. El ideal es realizar un video con audio, muy detallado y fino, de todos los sectores del sitio, que muestre al desnudo "la morada" del grupo antiguo, es decir, el hábitat y su ecosistema (flora y fauna presente) y la forma cómo uno imagina (ya antes de excavar) que actuó el grupo humano respectivo. Debería indicarse, previamente a la excavación, las posibles hipótesis que el investigador manejará y procurará controlar en terreno. Sobre este particular, quisiéramos extendernos en un capítulo especial.
Una eco-arqueología anterior a la excavación.
Este capítulo se referiría a lo que podríamos llamar "arqueología antes de la excavación". Aquí entregaremos los elementos que juzgamos esenciales para una "pre-intervención" del sitio. Etapa que hoy poco se considera y que normalmente se pasa por alto o sólo se ataca muy a la rápida. Creemos, por el contrario, que esta etapa es esencial, requiere de análisis previos y reflexiones de tipo conductual humano y etnológico comparativo. No puede quedar ajeno a este análisis, un estudio detallado de las fuentes de recursos actuales presentes en las cercanías del sitio en estudio y sus formas de utilización en el presente, por parte de las comunidades aledañas, sobre todo cuando éstas siguen surtiéndose de los mismos o parecidos recursos para la vida.
Gracias profesor por este post, pues con el, abre una ventana a lo que muchos pensamos como algo posible, que tiene que ver mucho con una nueva arqueología, para mejorar el presente, y para un buen futuro. Estas iniciativas dependen mucho de la humildad de @s arqueolog@s, de decir que no estamos preparados, de amar el entorno donde trabajan, de cuidarlo mas allá de lo que se cree se aporta con investigaciones. Tiene que ver con terminar el trabajo abandonado, pues son pocas las investigaciones que retoman antiguas excavaciones o colecciones que estan practicamente abandonadas y anónimas en los museos, esas pegas deben ser terminadas, y ya basta de andar buscando lugares pristinos y no disturbados (cientificamente o no. Pues casi todos buscan trabajar lugares no excavados.
ResponderEliminarExcelente post, debo añadir que tengo la sensación de una gran falta de amor al patrimonio por parte de quienes integran el CMN, y que todo hallazgo es considerado mero trámite. Además que esta entidad al parecer no fiscaliza los estudios de I.A como debiese ser, más absurdo aún que cdo se han realizado importantes hallazgos las empresas que los han informado se ven obligadas a buscar por su cue ta y además pagar a arqueólogos, siendo que el CMN debiese ser quien los proporcione y pague, todo esto acarrea que muchos no den Cuenta de estos hallazgos por todo lo que acarrea. En resumen, la arqueología en Chile no tiene el apoyo que debiese y todo se transforma en un verdadero chiste.
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